¿Santo, ese verdugo?

“Ha llegado el momento de reconocer los signos de los tiempos, de tomar la oportunidad y de mirar lejos. Frente a los países subdesarrollados la iglesia es, y quiere ser, la iglesia de todos y en particular la iglesia de los pobres”.

Hermosos conceptos que en 1962 expresara el humano pontífice  Juan XXIII,  tan cercano a las enseñanzas del Cristo. Pues sí, pero pésimo para la cristiandad: más tarde iba a llegar Juan Pablo II, socio de Reagan en la Guerra de las Galaxias, que procedió de inmediato a asesinar la Teología de la Liberación, esa que de divisa proclama que «El amor preferencial por los pobres es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio la tradición de la Iglesia”.

Teología de la Liberación: “La Iglesia que vive en un continente marcado por la pobreza y la muerte temprana e injusta de tantos recogía la perspectiva del papa Juan y pedía en un hermoso texto de Medellín que se presente cada vez más nítido en Iberoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres». La Iglesia de los pobres, la llamó  Juan…

El Sínodo de 1985: “Después del Concilio Vaticano II, la Iglesia es más consiente de su misión al servicio de los pobres, los oprimidos y marginados. Brilla en esa misión el verdadero espíritu del Evangelio. Jesucristo declaró bienaventurados a los pobres, y él mismo quiso ser pobre por nosotros”.

Juan XXIII, benemérito: “Hoy más que nunca, ciertamente más que en los siglos pasados, estamos llamados a servir al hombre en cuanto tal y no sólo a los católicos: en relación a los derechos de la persona humana y no solamente a los de la Iglesia católica. No es el Evangelio el que cambia: somos nosotros los que comenzamos a comprenderlo mejor».

Y los peligros de tomar partido por los pobres en los países al sur del Bravo: una semana antes de que lo asesinaran, don Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador:

“¡No nos callen a través de la violencia; no continúen matando a los que estamos tratando de conseguir (desde la Iglesia) que haya una distribución justa del poder y las riquezas de nuestro país. Hablo en primera persona porque esta semana recibí un aviso de que estoy en la lista de los que serán eliminados la semana que viene. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya…”

Iglesia de los pobres. Cientos de católicos se reúnen en la Catedralde su ciudad y pregonan qué Iglesia desean:

“Queremos reunirnos en familia obreros, estudiantes y profesionistas, impulsados por la verdad del Evangelio. Queremos volver a ser una Iglesia del pueblo, como en el Evangelio, viviendo su pobreza, su sencillez y sus luchas. Por eso decimos:

 No a una Iglesia de estructuras de compromiso político – Sí a una Iglesia libre, servidora de los hombres – No a una Iglesia comprometida con el Poder y la riqueza – Sí a una Iglesia que por su fe en Jesucristo y en el Hombre se arriesgue a ser pobre – No a una Iglesia que tiene miedo de afrontar la Historia – Sí a una Iglesia valiente, que se compromete en la lucha por la auténtica liberación del pueblo.

Renunciamos a una Iglesia que hace alianzas con los poderes públicos, divorciada del Amor, la Justicia y la Paz que predica. Buscamos esa fe activa que enlace al hombre con su mundo y se realice en él.

En eso, mis valedores, que llega quien llegó dizque a santo. (Dios.)

Ariel

Tal es en La tempestad, de Shakespeare, el genio del aire, que representa a esa fauna de intelectuales orgánicos que viven, y viven muy bien, enquistados al Poder al que sirven y del que reciben toda clase de prebendas.  ¿Conocen ustedes, mis valedores,  La ley de Herodes? No esa que están pensando, ni la película, sino el relato de Jorge Ibarguengoitia donde el protagonista narra sus inicios marxistas y su relación con las prebendas que otorga el Poder. La síntesis del relato:

Sarita me ilustró.  Antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo entender que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del proletariado. Me hizo leer a Marx. ¿Y todo para qué?”

Muy marxistas él y Sarita, pero como buenos pragmáticos solicitaron una beca para estudiar en EU. Y a someterse a los exámenes, que pasaron sin dificultad hasta llegar al de carácter médico. Al día siguiente tendrían que llevar sus muestras “del uno y del dos”.

“¡Qué humillación! ¡Esa noche busqué dos frasquitos para guardar aquello! ¡Y la noche en vela esperando el momento oportuno! ¡Y cuando llegó, qué violencia! Cuando estuvo guardada la primer muestra volví a la cama, y muy de mañana me levanté para recoger la segunda. Guardé los frascos en bolsas de papel para evitar que se adivinara su contenido”.

En el lugar de la cita tuvo que esperar a Sarita, que había tenido  dificultades en obtener una de las muestras. Ambos llegaron, rostro desencajado, con su envoltorio contra el pecho. Se  miraron sin hablar; su dignidad humana era pisoteada, y algo peor: delante de la pareja la recepcionista tomó los envoltorios, los sacó del plástico y exhibiendo su contenido les pegó una etiqueta.

Un nuevo paso en la humillación de los novios marxistas: que  un doctor de la Fundación que otorgaría la beca hace pasar al consultorio al joven intelectual, y venga el humillante interrogatorio sobre dolencias y contagios: neumonía, paratifoidea, gonorrea; y al cubículo: “Desvístase”.

“Yo obedecí, aunque mi corazón me avisaba que algo terrible iba a ocurrir”. El doctor procedió a revisarle el cráneo, y a meterle un foco por las orejas y ante los ojos un reflector, y a escucharle  el corazón. “Luego  tomó las partes más nobles de mi cuerpo y a jalones las extendió como un pergamino, y las examinaba». (¿Nobles las partes de un intelectual orgánico?)

Siguió, implacable, la revisión del marxista. “Tomando algodón, el doctor empezó a envolverse dos dedos. ¡Hínquese sobre la mesa!” A gatas.

Tomó un objeto de hule, introdujo en él los dos dedos envueltos en algodón: “Comprendí que había llegado el momento de tomar una decisión: o perder la beca, o perder aquello. Trepé a la mesa, me hinqué, apoyé los codos sobre la mesa, me tapé las orejas, cerré los ojos y apreté las mandíbulas. El doctor comprobó que yo no tenía úlceras en el recto”. “Vístase”.

Salió tambaleándose. Encontró, pálida, a Sarita. Miráronse de reojo. Y el remate fatal: entre amigos de la pareja trascendió el secreto de que el marxista se había culimpinado ante el imperialismo yanqui, y se burlaban: “Como el de Los Pinos a la Casa Blanca”.

Al terminar la lectura me quedé pensando. ¿Y qué, nomás el marxista se culimpina?  ¿Y esos suspirantes, aspirantes a ser “gringos de segunda” que adoptan formas, modos y vocablos clonados del inglés?  Esos, a lo de siempre: a aprontarlo y ponerse flojitos para que no se los lastimen demasiado. (¡Up!)

Yo soy macho dondequiera

El mexicano, mis valedores. El incidente ocurrió en el consultorio de mi amigo el oncólogo. Observé al paciente que con dificultad abandonaba el consultorio: en la medianía de su edad, pero macilento su rostro, amarilla la piel, abatidos el mirar y los lomos.  Al pasar a tres pasos de distancia, vacilantes pasos, me azotó su aliento cadavérico.

– La próstata, aclaró mi amigo.

– Una dolencia menor, con los avances de la ciencia médica.

– ¿Y esos avances qué pueden contra el machismo de un paciente enfermo más de su mente que de su próstata? Ignorancia, falsa hombría, prejuicio. Como tantos otros machos muy machos, este acaba de rechazar el tratamiento médico.

(Más café.) – Cáncer de próstata. Para iniciar el tratamiento le solicité  varios exámenes. Sanguíneo, para empezar. Se indignó: «¡A mí  ningún Drácula de sanatorio me la va a chupar!» Su sangre.  ¿Este mexicano que así rechaza una insignificante sangría estará enterado de la sangría de miles de millones de dólares que yo, usted, él y 118 millones de mexicanos hemos venido aguantando tan sólo en lo que toca al Fobaproa zedillista?  ¿Sangría tan brutal ha dolido a este canceroso mexicano? ¿Se lamentó, protestó? ¿Se enteró, tan siquiera? ¿Y los gasolinazos, y los impuestos, y la carestía de la canasta básica?

Que le pidió un examen coprológico, y la indignación: «¿Yo, doctor, con tales inmundicias?”

– El, que día, tarde y noche, se atasca hasta el cuello (¡hasta la mente, hasta el espíritu!) con inmundicias que traga en la TV. Le hablé de un electro. Que cómo iba a estar enfermo un corazón que le ha salido tan querendón. Querendón con la vecina, la «criada», la oficinista. Con todas, a excepción de la esposa. Al puro examen con el estetoscopio –sobre la camisa, que a un macho ninguno le anda por las tetillas-, soplos, arritmias.  “Se requieren algunos otros exámenes”, el oncólogo.

“¿De mi qué? ¿Mi semen? Recato, doctor, qué desfiguros.

El cual, recatado, es macho promiscuo que se vive regando semen debajo de cuantas faldas, faldillas y minifaldas se le paran por enfrente. Y a desparramar preñeces, abortos, contagios venéreos.

El oncólogo se atrevió a sugerirle un examen más.

– A golpes me hubiese atacado, de no impedirlo su extrema debilidad, cuando le insinué un posible daño en su izquierdo, con la eventualidad de operárselo. “¿Y atentar contra mi virilidad?” Que uno de su condición se para frente a la vida con la frente muy en alto y toda  la hombría en su nidal. “Yo con ella soy hombre cabal, y con ella me van a enterrar. A mí la hombría nadie me la corta, doctor”.

Una hombría que permite que ahí nomás, frente a su testículo canceroso, los gobernantes de este país, tan faltos de testículos cuanto sobrados de indignidad, aguanten que Obama, al pretexto de narcos y similares, siga espiando el país y metiéndonos CIA, DEA y FBI en  zonas estratégicas del país.  Los gobernantes  se agachan ante las desmesuras del gringo, pero un mexicano se niega a extirpar de su organismo un foco de infección cancerosa. No, pero lo que faltaba…

“¿Tacto rectal? ¿A mí? ¿Que me baje los pantalones y me empine ante usted?  ¿Yo, dejar que me viole la hombría? ¿Soy un maricón al que le puede meter el índice?»

– El, que en el 2006 se dejó hurgar no por el índice, sino por la mano entera de un impostor. ¡Y la chueca!  El, mansurrón que el tanto de 70 años se dejó gobernar por un PRI al que ahora permite volver a Los Pinos. ¿Ante mexicanos de ese calibre qué puede la ciencia médica, valedor?

(Pues…)

Humo y niebla

Y  no más. Ese es el hábito del cigarrito, que más allá de aumentos en costo de las cajetillas y  prohibiciones humear los lugares públicos, el adicto sigue ingeniándose para aventar humo por boca y nariz. Ojalá que las medidas restrictivas contra la quema indiscriminada del tabaco baje la cifra millonaria que la Sec. de Salud se ve precisada a invertir, de nuestros impuestos, en curación de garganta, alvéolos pulmonares y anexos, pero lo fundamental: que en algo se aligere la carga a una señora Muerte a la que Calderón tanto sobrecargó de labor y a la que forzó a trabajar horas extra. Total, que aumentos e impuestos al precio del humo han venido salvando vidas humanas. Qué mejor. Mis valedores:

Yo en un tiempo fui una de las víctimas del humo del tabaco. En bofe propio conocí los males que acarrea el cigarrito; y cómo no conocerlos, si media juventud la viví pegado al cancerígeno para, aturdido que soy, tender una cortina de humo a mis problemas personales. Calmar los nervios, sí. Estabilizarlos. Cándido de mí, porque a amamantones de nicotina cuál problema iba a solucionar, que sólo se me encrespaba, y préndete otro, y a humearte los bofes, bofes. Mortífero.

Y de repente ocurrió (para mi mal, pensaba, pero fue una bendición) que de Guadalajara fui aventado hasta esta ciudad, y vine a dar al cuarto de vecindad en la Plaza del Estudiante. Engentado, azorado, pistojeaba en derredor, y como me decía la suriana del trabajo doméstico: “Así andaba yo, que nomás no me hallaba. Ora ya nomás aguantarse, joven».

Me hallé, y hallé a la estudiante de lentes con la que coincidía en el cine Sonora, que así, desdeñosa, me mantenía a distancia al igual que las tantas más que antes de ella me habían rechazado. Traté de arrimármele. Me frenó: «De lejecitos lo oigo mejor».

¿También ella? ¿Ella también? Le confesé mi frustración: ese era mi destino, el rechazo de la mujer. «¿Y aún no sabe por qué lo rechazan? ¿No se ha puesto a pensar? Oiga, ¿por qué fuma?»

–  Para calmar unos nervios atirantados porque ninguna muchacha acepta que me le acerque. Mis intenciones son sanas, créamelo.

– Sus intenciones puede que sí, pero no su aliento, ese  hedor.

¿Mi qué? ¡Lo vine a saber entonces, rayo que me estalló en seco! «¿Pues cómo se le van a acercar, con ese su aliento rancio,  que  me tiene a punto de vómito? Oiga, ¿y si dejara de fumar?»

Mucho lo había intentado; poco a poco retirarme del vicio, rezar, chupar pastillas de nicotina, chupar caramelos, chupar pomo, chuparme este dedo, chuparme el otro, el de allá, el de acuyá. Todo inútil. Nada lograba zafarme del cancerígeno que se me había tornado segunda naturaleza, y qué hacer.

Pero qué vicio resiste semejante bochorno, vergüenza como aquella que una estudiante de lentes me hizo pasar. Arrojé por delante mi fuerza de voluntad, arrojé un escupitajo, arrojé el cigarro, la cajetilla, me lavé la boca, y hasta hoy, suertudo como soy de que me tengas contigo, Nallieli mía, mientras (mi aliento rechinando de limpio y nunca un humazo ni una  gota de licor) miro fumar sin mojarme, pero sí con tristeza: las campañas de segregación y desprecios, discriminación, reglamentos, multas e impuestos que se abaten sobre los fumadores, con la heroicidad de tantos  por desahijarse del humaredón y vanas a veces las medidas oficiales por rescatarlos del humo. Lástima.

Por cuanto a las autoridades que intentan liberar a lo fumadores de plaga tan perniciosa, ¿se habrán puesto a pensar el origen de tal adicción? De ello hablaré después. (Vale.)

Amaestrados

Mis valedores: reseca está la pradera y harta la masa social de las desmesuras del Poder. Porque (un ejemplo) en tanto sinverguenzas como Granier y Gordillo están en la cárcel, muchos otros presuntos saqueadores de los fondos públicos siguen sueltos y en su libertad. Los Fox y Bribiesca,  Montiel y Sahagún, los Salinas, los… en fin. Es México.

¿No temerá la burocracia política que en un movimiento espontáneo (que es decir efímero) pueda reaccionar de forma violenta esa masa social? No, que para mantenerla mansa, dócil, pasiva y domesticada, la saturan de los consabidos opiáceos: radio, cine, futbol, televisión. ¿Que por ahí quedan algunos descontentos? No hay problema, que van a acudir a los recursos de siempre: el plantón y la mega-marchita. Ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra pura ignorancia. Para qué leer, para qué estudiar, para qué aplicar el ejercicio de pensar, si ya en materia política todo lo sabemos desde que Echeverría nos troqueló en la mente el cuerpo de tres catálogos:

El gobierno es malo. El gobierno debería ser bueno. Exijámosle. Y no más.

Esto me remite a un relato que juzgo a la medida del tema: El elefante encadenado, del que cuenta su autor, Jorge Bucay:

–  Cuando niño me atraían los circos, y de ellos los animales, sobre todo el elefante. La bestia, durante la función, hacía exhibición de peso, tamaño y fuerza descomunal. Pues sí, pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo, un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Aunque la cadena era gruesa y poderosa era obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente:

¿Qué lo mantiene atado? ¿Por qué no huye? Yo, niño aún,  pregunté a alguien por el misterio del elefante, y ese alguien me explicó que el elefante no se escapaba porque, con toda su fuerza, estaba impedido para huir;  estaba amaestrado. ¿Si está amaestrado por qué lo encadenan? No recibí respuesta.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca, pero de repente alguien me dio la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca desde que era muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse, y que a pesar de su esfuerzo no pudo lograrlo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Me puedo imaginar que el elefante se  durmió agotado, y que al otro día volvió a probar, y también al otro y al siguiente, y así hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. (¿Vamos captando la moraleja, mis valedores?) Poderoso y enorme, el elefante del circo no escapa porque cree que no puede. (Digan: ¡Sí se puede!, clamaba yo desde la radio, pero oigan en lo que vino a parar mi pregón.) El elefante tiene el recuerdo de su impotencia, la que experimentó a poco de haber nacido, y  lo peor es que jamás intentó de nuevo poner a prueba su fuerza. Mis valedores:

¿Seremos capaces de entender el “síndrome del elefante encadenado?” Porque si no, entonces qué otro remedio: a seguir renegando, exigiendo, forjando mega-marchitas y confiando en promesas del gobierno (¿verdad, Sicilia?) Todo esto per secula seculorum. (México.)

Del matrimonio homosexual

El matrimonio entre personas del mismo sexo, mis valedores, tema de requemante actualidad. Según la nota fechada el pasado jueves en Costa Rica, cierta decisión parlamentaria atribuida a engaños, un error accidental y al desconocimiento de documentos en debate, legitima las uniones de personas del mismo sexo, con limitaciones. «Un avance, de todas maneras, reconoce una diputada lesbiana».

Nuestro país, por fortuna, contra dogmas, prejuicios y perjuicios, es el primero en Iberoamérica que quiebra un tema tabú para ciertas doctrinas religiosas, cuando ya en el 2005, en el Reino Unido, tras 10 años de noviazgo un tal cantante Elton Johon se casó con su novio mientras El Vaticano hacía público un documento que condenaba la legalización del matrimonio homosexual: “Intentamos iluminar a los políticos católicos y darles líneas de conducta coherentes con la conciencia cristiana”. Y en el pasado gobierno de Bush, perro de guerra, un Scott Mc Clellan, funcionario de la Casa Blanca:

– El matrimonio es una institución sagrada entre un hombre y una mujer. No transigiremos en la cuestión del matrimonio entre homosexuales.

Mientras tanto en Ottawa, Canadá, escribe Francisco G. Escobedo, mexicano: Hoy en este país existe la probabilidad que se nos confiera el matrimonio a los homosexuales, yo creo que se nos da pues es ya una institución que está en franca decadencia, que pierde importancia, al menos en los países boreales debido a que, cada vez es menor el número de la gente que se casa y, por contrapartida, cada vez es mayor el número de las parejas que se unen en concubinato o amasiato.

Son ya algunos milenios que las religiones monoteístas, milenarista y mesiánicas, nos condenan y tildan de anormales y enfermos; por ello se nos odia y se nos persigue; el origen de este odio llamado homofobia son mitos, ideas y creencias de las religiones monoteístas, milenaristas y mesiánicas, las que finalmente no tienen base científica alguna, pero que el ochenta por cien de las culturas del mundo validan como genuinas y verdaderas.

Y que cuando en junio de 2003 Quebec perdió uno de sus grandes pensadores, Pierre Bourgault, homosexual, se le rindió un conmovedor homenaje donde tres ex-primer ministros y el actual, así como diputados, ministros e intelectuales, lo despidieron en la neogótica Basílica de Nuestra Señora. El dramaturgo y poeta  era ateo. Un egregio homenaje en un majestuoso templo a un político homosexual. Desde el año de 2003 el Parlamento Provincial de Quebec decretó que cada 4 de junio será el Día Nacional de Lucha Contra la Homofobia.

Pero, ya en este México cierta Fundación Vida y Valores:

– Pretender que la actividad homosexual y sus consecuencias sean legalizadas, cuando por sí mismas constituyen una perversión moral, violenta el principio de justicia. Nadie tiene legitimidad alguna para pretender la protección jurídica a comportamientos inmorales e irracionales. El homosexualismo no es fuente de derecho. (¡!)

En un matutino de hace algún tiempo: “Grupo católico dice que cura la homosexualidad. Cinco mil gays y lesbianas toman terapias en una asociación que ofrece clases de masculinidad y feminidad”.

Lo afirman científicos: Los gays nacen, no se hacen. Desde las evidencias de la ciencia y la sexología modernas, la homosexualidad ya  no es considerada como patología, sino como una orientación sexual. No debe negárseles la posibilidad de formar una familia o adoptar hijos, como a cualquier heterosexual.

Contra prejuicios, perjuicios y dogmas. (Espléndido.)

¡A opinar!

¿A opinar? ¿Y permitir que la invasión del Sistema alcance hasta nuestros pensamientos? ¿Qué seguirá después? Por otra parte,  ¿qué tanto sabemos del tema que se nos propone? ¿Podremos, en un ejercicio de honestidad, contestar que de ello nada o muy poco sabemos? Ah, los sondeos de opinión en este país, mala copia del original extranjero…

Los sondeos son una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo. Son simples «rumores»‘, opiniones débiles, deformadas, manipuladas y desinformadas.  Opiniones ciegas.

Ciegas les llama el investigador G. Sartori, porque la gran mayoría de los interrogados desconoce los temas sobre los que se le pregunta, y es así como la plaga de  encuestas, de sondeos de opinión que, imitación de formas ajenas, ha cundido en el país, no pasa de ser un recurso más del Poder contra las masas sociales. Cuidado.

Al tema aludí hace unos meses apenas, pero yo imaginaba que semejante plaga importada cesaría con el pasado proceso electoral. Me equivoqué, y lo que en materia de encuestas acaba de llegarme al correo renueva mi asombro ante la audacia del preguntón y la falta de autocrítica del entrevistado.

Nada es obstáculo para que cuando un encuestador empieza a preguntar surjan opiniones inventadas en ese momento.

«¿Qué sabe usted del tema?», debería ser, repito, la pregunta clave en las tales encuestas de opinión. El resultado, afirma Sartori, es que la mayoría de las opiniones son frágiles e inconsistentes y que  se expresaron en relación  a unos temas que se desconocen de manera total. Pero aquí lo inaudito, mis valedores: en la presente encuesta el preguntón interroga acerca de un tema por demás oscuro, de muy difícil comprensión: el trafico de influencias que se genera tanto en el gobierno como en la iniciativa privada.  Y el grotesco surrealismo de los resultados en el resumen que publica la casa encuestadora:

«En la percepción de la opinión pública, las relaciones cercanas con funcionarios del gobierno son las que se utilizan con mayor frecuencia: 30% de la población aprecia que ‘siempre´ se dan este tipo de relaciones con servidores públicos, 18 % cree que ‘casi siempre’ sucede (18 por ciento, conste, no 20, no 15. 18 por ciento); 14 % opina que ‘rara vez’.

En contraparte, son pocos los entrevistados que observan tráfico de influencias en el sector privado: 41 % piensa que ‘nunca’ se utilizan las relaciones con familiares, amigos o conocidos que trabajen en una empresa privada, 18 % opina que esto sucede ‘rara vez’; y 16 % advierte que ‘siempre’ y ‘casi siempre’ hay uso de influencias en empresas o instituciones privadas.» (¡!)

«¿En qué nivel de gobierno considera que se dan más casos donde se usan ilegalmente las relaciones con funcionarios del gobierno para verse favorecidos o recibir un trato especial: en el gobierno federal, en el gobierno estatal o en el gobierno municipal?» (¡!)

Audacia en el tema de consulta y falta de pudor de la casa de encuestas para hacer públicos semejantes resultados:

«En el gobierno federal: 20 por ciento. En el gobierno estatal: 13 por ciento. En el gobierno municipal: 19 por ciento. En todos: 38 por ciento. En ninguno: 1 por ciento. No sabe: 9 por ciento».

«Creo que somos muchos, afirma Sartori, los que estamos de acuerdo en que la sondeo-dependencia es nociva y que las credenciales demócratas de semejante instrumento son sólo espurias«.

Pero a opinar se ha dicho. ¿No es una práctica corriente en EU? ¿Entonces? ¿Por qué ser menos nosotros, gringos de segunda? ¡A opinar! (Uf.)

Es México

Así que atentados de narcos obligan a cancelar campañas políticas. Conque  en Sinaloa matan a hijo de coordinador de coalición y a sobrino de algún candidato, mientras que en Saltillo ejecutan a ex-diputado y en Oaxaca emboscan a abanderada del PRI y asesinan a su marido. Todo esto es México, sin más.

Pero el plomo no es la única arma de control con que cuentan los narcotraficantes. Con el plomo la plata también, y esto lo  saben sus reverencias de la Iglesia Católica. Juan Sandoval, por ejemplo, cardenal arzobispo emérito de Guadalajara, que en el sexenio de Fox fue acusado de complicidad con jefes del narcotráfico. La PGR le abrió el respectivo expediente, lo que encrespó a Norberto Rivera:

– Los obispos del Episcopado y yo apoyamos totalmente al cardenal  Sandoval. Nada le encontrará la PGR.

Nada ilegal pudo encontrarle, y esto gracias a un oportuno milagro de San Cristóbal, no el santo descontinuado sino el rancho de Fox, a donde el purpurado acudió buscando el carpetazo de su expediente. Y la paz.

Norberto Rivera. A su hora doce obispos del Episcopado se solidarizan con el susodicho por las agresiones que recibió de “enemigos políticos»:

“Como colaboradores estrechos de Su Eminencia le mostramos nuestra plena comunión y reconocimiento a su valiente ministerio pastoral”. (De su presunta protección al sacerdote paidófilo Nicolás Aguilar, ni una palabra.)

Narcotráfico y lavado de dinero: el negocio de narcos y jerarcas del dinero sucio (dinero socio) ha corrompido y ha sido corrompido por magistrados, policías y políticos, pero siempre ha estado corrompido  por los altos clérigos de basílicas y catedrales. José Raúl Soto, de la Univ. Pontificia de México:

– Aquí, en la Basílica de Guadalupe, como párroco se los digo, los narcotraficantes son muy generosos. Sin dejar de ser traficantes ayudan y dan limosnas que nosotros ya quisiéramos hacer. Todos han sido muy generosos, desde Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo hasta hoy.

Años después  Ramón Godínez, obispo que era de Aguascalientes:

– Aquí en el templo se purifica el dinero del narcotráfico que recibimos en calidad de limosnas.

En la revista Proceso  Gonzalo Guízar, hermano de monseñor Jesús Guízar (¿asesinado?): “A la Basílica de Guadalupe la han convertido en una cueva de Alí-Babá”. (Diego Monroy, su abad, enriquecido de forma “inexplicable”.)

Cuando obispo de Hermosillo, Son., Carlos Quintero:

– Admito que recursos provenientes del narcotráfico han llegado a las arcas de la Iglesia, particularmente en esta frontera. En Tijuana hay familias que han sostenido parroquias con dinero del narcotráfico. Seamos realistas. Sí, no podemos ocultar el mal, pero tampoco debemos omitir las cosas buenas del mal. En Tijuana hemos encontrado familias buenas que han ayudado a sostener el seminario y muchas otras que han aumentado el número de parroquias.

Sergio Obeso, obispo: Yo rechazo que la Iglesia esté utilizando dinero del narcotráfico. Se pueden decir tantas cosas…

G. Prigione, cuando nuncio apostólico del Vaticano en México: “El padre Montaño fue el enlace entre los Arellano Félix y yo, pero no volveré a hablar con narcotraficantes”.

Mis valedores: omito nombres de más “religiosos” coludidos con el narco (se habla de Emilio Berlié Belauzarán) para terminar con la frase del empresario taurino y bont vivant Onésimo Cepeda, obispo emérito de Ecatepec en sus ratos perdidos:

Nosotros los clérigos les decimos los narcos: váyanse, hijos, el Señor los perdona y no pequen más”. El resto es silencio. (Dios…)

Playas, petróleo…

Tierras, aguas, energético.  ¿Por fin, con su solapada maniobra, lograrán esta vez empresarios y legisladores eliminar las restricciones que marca el 27 constitucional no sólo al energético, sino también a tierras y aguas en la franja de 50 kilómetros a lo largo de las costas nacionales? ¿La enajenación se ha iniciado en la zona de Baja California?  ¿Ya se olvidó la pérdida del 55 por ciento del territorio mexicano por una maniobra similar a la que hoy se intenta (se realiza, se perpetra) en Baja California? ¿Ya hemos olvidado que todo comenzó con el territorio de Texas, codiciado por el vecino imperial, que con el auxilio de apátridas, inmigrantes y arrimadizos, iba a convertirse en una estrella más en la bandera de EU? ¿Debemos entender y aun admitir que Baja California será (es) un nuevo territorio de aquel país?  ¿Y entonces las enseñanzas que imparte la Historia? ¿Ignoramos que así comenzó el proceso que iba a culminar con el despojo de media patria, una de las páginas más desdichadas en la historia de nuestra Nación? Ah, la «democracia» representativa, la de semejantes legisladores…

Porque no sólo PEMEX. Baja California también. Como si nunca hubiese ocurrido la pérdida de territorio patrio, ahora aparecen noticias como esta (y nos dejan indiferentes, cuando no es que nos pasan inadvertidas):

La Paz, B.C. Sur: “La falta de fuentes de trabajo estable orilla a propietarios de terrenos urbanos a venderlos a extranjeros. Es común ver en poblados tan tranquilos y atractivos como Todos Santos incontables letreros anunciando en inglés la venta de casas, terrenos y otras propiedades junto a la playa o en zona urbana. La situación de las familias las obliga a allegarse fondos para su mantenimiento o la educación de sus hijos. Esta es una de las incontables causas de la transculturización en la zona, aunque no en el grado que se observa en el sur de la península, donde las costumbres y tradiciones se han perdido totalmente».

Con Santa Catarina, Morelos, ¿olvidarnos de Texas? “El poblado indígena, desde su pasado ancestral, nunca ha permitido la venta de tierras comunales a extranjeros. Ahora, cuando el pueblo se opone a la venta de 5 mil hectáreas a los extranjeros, los indígenas son denunciados ante las autoridades. Con el decreto presidencial de 1929, que reconoce como área comunal 28 mil hectáreas, no se puede vender ninguna porción de tierras y ahora cierta familia  ofertó lotes de terreno inmerso en la zona ecológica. Denuncian, al propio tiempo, la venta ilegal de 50 hectáreas”.

Guadalajara, Jal. “A precios de super-ganga, el gobierno de Jalisco vende o vendió a la empresa norteamericana Morey Hospital, 39 hectáreas de tierra que no le pertenecen porque son parte del patrimonio de la comunidad indígena de San Juan de Costán. El gobierno autorizó la enajenación de 30 hectáreas de la ex hacienda de La Mora a un precio tan bajo que los indígenas consideran ridículo, para favorecer a una transnacional que intenta no un hospital de beneficencia, sino un centro hospitalario de alta especialidad para gente muy rica”.

“Hasta empresarios de Liechteinstein, minúsculo país europeo de una extensión de 160 kilómetros cuadrados, tiene inversiones en zonas prohibidas: playas, fronteras y riberas de México. La inversión extranjera en este rubro es casi toda de empresas estadunidenses. De los 3 mil 146 fideicomisos turísticos en zonas prohibidas en México, con inversión extranjera, un 92.16 por ciento proceden de los Estados Unidos”. (Ah, México, qué país.)

Pero aquellos cayeron a la cárcel

PEMEX, ¿privatización encubierta? Su presente corrupto, con Romero Deschamps y familia, lo conocemos bien. Su pasado produjo casi tanta corrupción como hoy día, pero con una diferencia fundamental: que yo vi a La Quina y a Chava Barragán en la cárcel. ¿Y Deschamps? ¿Qué dice Peña al respecto? Por matizar la zozobra que más allá de gobierno y empresarios provoca la privatización solapada de PEMEX, aquí los tufos de un pasado corrupto,  pintoresco y floklórico:

Dic., 1979. Treinta guardaespaldas protegían a «La Quina» cuando éste llegaba a la sede de la CTM. «¿Por qué tantos pistoleros? – Son sólo ayudantes, y  andan conmigo porque nunca falta un pinche loco. –  ¿Teme a sus enemigos políticos?, el reportero. – Cuáles enemigos. Lo que temo es que la gente me aplaste en las aglomeraciones al saludarme. – ¿Muchos enemigos políticos? – Poquitos, pero hasta en el gobierno hay gente que me tiene envida porque no pueden aceptar que un líder obrero, que empezó vendiendo chicles y boleando chanclas, les ponga el ejemplo de honradez en el trabajo y la forma de sacar adelante nuestra Revolución Mexicana. – ¿Su ideología, señor? – Yo qué sé de ideologías. Yo sé de postulados, los de mi partido, el PRI».

En 1982 el lider «Chava» Barragán:

– ¡El gremio petrolero revolucionario reitera su apoyo al señor López Portillo! ¡Porque a usted, señor Presidente, lo queremos con todos los defectos que tenga o le inventen. Para nosotros siempre será usted un Presidente super y archi-valuado!

Sept., 1982. En el escándalo que produjo López Portillo con la estatización de la banca, el reportero a  «Chava»  Barragán:

– ¿Tiene alguna opinión? – Sí, se ha nacionalizado la banca, y qué bueno. Con la nacionalización de la banca que decretó nuestro presidente ahora más que nunca nuestros fondos sindicales están seguros, ¡porque están en manos de la patria!

– Se dice que usted es un sacadólares.

– Cuál sacadólares. Vivo a nivel del más humilde trabajador.

– ¿Y sus fotos en las Cataratas del Niágara?

– Derecho de viaje. En mi sindicato ninguna cláusula prohíbe viajar.

Agosto, 1985. El sindicato petrolero cumplía 50 años de vida en el chapopote. Prepotente, agresivo contra el entonces dirigente de PEMEX Mario Ramón Beteta clamó en el consabido discurso  Emérito Rodríguez, dirigente de la sección 30 del sindicato petrolero:

– ¡Ayer se dijo: a colgar gachupines! ¡Hoy podemos decir: a sacar pitufos de  PEMEX! ¡Porque la unidad del Sindicato se agiganta ante la crisis! ¡Que la tenacidad se crezca ante la adversidad! ¡Que la capacidad y no la terquedad norme nuestras acciones! ¡Que la sencillez y no el orgullo nos ilustren para que nuestro país no pierda su independencia jurídica, pues la económica ya casi la perdimos!

Julio de 1983. Como el «líder moral» de los petroleros convalecía de reciente operación quirúrgica en las cuerdas vocales, en el festejo petrolero se escuchó una cinta magnetofónica grabada antes de la operación. Decía, entre otros conceptos, la cinta:

«Y cuando te sientas solo, petrolero, cuando te sientas completamente solo, canta, recita, siembra, trabaja, vive, pero por encima de todo… ¡sigue tenaz… y volverás a triunfar!»

Esa misma voz, una vez que el líder petrolero hubo recuperado su salud:

«Compañeros! ¡Aun después de muerto aquí su amigo Joaquín seguirá sembrando unidad, lucha, dignidad, autonomía, alimentos, cariño y… ¡amor! Sobre todo amor, mucho amor, aun después de muerto!»

Pero visitaron la cárcel. ¿Y Romero Deschamps, señor Peña? (Ah, México.)

Pemex

Reforma energética. Mis valedores: mucho cuidado con las trampas verbales de Peña y sus corifeos. Afirma la historia que la pretendida reforma de Pemex  promovida por Peña y avalada por unos Corderos derechistas y unos Chuchos de «izquierda» siempre dispuestos a ejecutar la obra negra y  el trabajo sucio del gobierno en turno, no es el primer intento encubierto de privatización del energético. Se trata de una paraestatal que es abastecedora no sólo de billones de pesos para la administración pública, sino también de pugnas «ideológicas», intereses políticos y económicos, una desbozalada corrupción y saqueos demenciales. Aquí, indicios del discurso tramposo y la demagogia  de los diversos «mandatarios» desde un De la Madrid que abrió la puerta al neoliberalismo hasta un Peña cuya demagogia y trampas verbales, expresadas ante los grandes empresarios, derivaron a  «todos los mexicanos» los beneficios que sólo alcanzan al gran capital:

«Este es momento para México porque estamos todos, gobierno y sociedad, decididos a generar la sinergia necesaria para impulsarlo a mejores condiciones en beneficio de todos los mexicanos».

Reforma energética. A su hora, Calderón: “La inversión privada en PEMEX, garantizará el desarrollo nacional en las próximas generaciones. PEMEX se fortalecerá, y así contaremos con recursos para vivir mejor: escuelas, medicinas, hospitales, clínicas, carreteras, agua potable, vivienda, electricidad. Con la reforma tendremos los recursos para crear universidades. La inversión privada nos permitirá superar la pobreza y garantizar la educación y la salud de los mexicanos. Habrá fondos para todas las entidades del país; tren suburbano en la zona metropolitana, tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; servicios más elementales para la población, disminuir la brecha de la desigualdad, construir un México mejor, solidario, terminar con la pobreza y la desigualdad, acelerar el paso por la justicia, construir el México unido que todos queremos, cerrar la brecha de México con el México agraviado, olvidado, con el México de la pobreza».

Fox: “Las privatizaciones sacarán adelante al país. Los recursos excedentes se destinarán al pago de la deuda social”.

De la Madrid: «La política privatizadora permitirá encauzar el desarrollo integral del país y el crecimiento autosuficiente”.

Salinas: “Este cambio es nacionalista. Celebremos el nuevo desarrollo. Estas reformas estructurales permitirán democratizar el capital, atender los objetivos nacionales de la soberanía y de la justicia y recorrer la vía moderna de México”.

Financial Times: El arresto de dirigentes sindicales de PEMEX tiene por objeto  la privatización y no un intento de moralización de la industria petrolera.

Zedillo en  1996: “La privatización que promovemos en ferrocarriles, telecomunicaciones, terminales portuarias, aeroportuarias, gas natural y petroquímica secundaria, marchan de acuerdo con los tiempos previstos y en forma exitosa”.

Y la respuesta de Romero Deschamps: “¡En nombre de todos los petroleros del país y en el mío propio, gracias, señor presidente por esta lección de democracia, por el ejemplo de patriotismo y por esta muestra de sensibilidad al sentir del pueblo de México, por escuchar los argumentos y darnos su respaldo! ¡Gracias a su patriotismo, su democracia y su sensibilidad, el petróleo y sus derivados están a salvo de la privatización! ¡Gracias a nombre del pueblo de México, señor presidente!

Y le aplaudieron. Es México. (Este país.)

¡Excrementos!

A Los viajes de Gulliver, novela de Swift,  me referí  ayer aquí mismo, y concretamente a la academia de Lagado, capital de Laputa, y los audaces experimentos que en el reputado centro de experimentación realizan los científicos. El final de la historia:

Los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la academia, cuyos sabios le mostraron unos experimentos que los habrían de llevar a revolucionar las técnicas hasta hoy aplicadas al arte y la ciencia. Y lo que en materia de estudio científico encontró el visitante. Mírenlo ahí, frente a los sabios que laboran en audaces experimentos que habrán de asombrar al mundo. Ahora el equipo de arquitectos le mostraba los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “con los que el Padre Patricio habrá de concretar su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de  la abeja y la araña».

Conoció Gulliver a la artista ciega de nacimiento que tenía a su cargo el arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.

– Nuestra artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el  olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre todos  los hijos de Laputa.

Condujeron a Gulliver al  aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La  cara  del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme diome un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito separando las varias partes de los desechos humanos, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.

Con este logro científico ya no habrá hambre en Laputa.

Pero aquí la dificultad: «¿Quién proveerá a los científicos de la gigantesca acumulación de excrementos que se habrán de necesitar?»

– Una buena parte será aportada por los chuchos.

– Ah, excremento de perro.

– De los chuchos de Nueva Izquierda. De Ortega y Zambrano, principalmente.

– ¿Ellos solos? Empresa imposible.

– Pero además contamos con las heces de toda la burocracia política y las de la gran masa social de Laputa. No obstante, cuando manifestamos al Benefactor que nos seguiría faltando la indispensable materia prima para concretar nuestro experimento, el Padre Patricio se las ingenió para generar la cantidad suficiente de materia prima para elaborar los alimentos con que piensa satisfacer el hambre de los habitantes del país.

No comprendió Gulliver cómo sería posible producir tantas heces.

– Es la fortuna de ser gobernados por un verdadero estadista.  ¿Sabía que el Benefactor afina los trámites para llenar de excrementos Laputa?

– Insignificante, su cotidiana aportación.

– Pues sí, pero  nuestro Visionario ya se dispone, con el auxilio de  un Cordero, una runfla de chuchos y la apatía de los hijos de…este país, a convertir en excremento toda la industria de Pemex, ¿se imagina? ¿Qué le parece el proyecto de nuestro Benefactor?

Gulliver agachó la cabeza, y entre dientes decía: todo esto es México. (Nuestro  país.)

Gulliver y sus viajes

¿Quién de ustedes ha leído la novela de Jonathan Swift? Obra de interés esencial para todos nosotros, Los viajes de Gulliver se publicó allá por el 1720, pero su actualidad es categórica hoy día, con sólo que para aprovechar a cabalidad sus enseñanzas sepamos  desentrañar sus significados múltiples.

Ahora he de referirme al viaje de Gulliver a la ciudad de Lagado, capital de un imaginario país (que Swift denomina Balnibarbas) donde conoce a diversos proyectistas especulativos y arbitristas políticos, como los llama el autor. ¿El aspecto de la ciudad capital?

En su libro de memorias cuenta Guliiver que en Lagado las casas se miran ruinosas, que los transeúntes caminan de prisa y ofrecen un aspecto huraño, muchos de ellos cubiertos de andrajos. Por cuanto a los terrenos labrantíos: “Vi a muchos labradores trabajando el suelo, pero no advertí perspectiva alguna de crecimiento de hierba o grano, aunque la tierra era excelente. No pude explicarme la causa de que habiendo tantas manos, cabezas y rostros ocupados y preocupados en campo y ciudad, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades e inquietudes, ya que, muy al contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan mal aderezadas y ruinosas, ni gentes cuyas ropas y apariencia delatasen tanta miseria y necesidad”.

¿Y dónde operaban los susodichos arbitristas y proyectistas? En un muy famoso edificio de aquella ciudad. Según la crónica de sus viajes, en aquel edificio el visitante conoció a un ingeniosísimo arquitecto que había descubierto un método para construir casas empezando por el tejado y descendiendo hasta los cimientos, “lo que justificó mostrándome análoga práctica de dos industriosos insectos: la araña y la abeja”. Proyectismo.

Cierta funcionaría, ciega de nacimiento, era la encargada del arte pictórico. La artista trabajaba con diversos aprendices, ciegos de nacimiento también, en la mezcla de pinturas de todos colores, que serían la materia prima para el equipo de artistas plásticos privados de la vista que dotarían al país de una muy apreciada obra pictórica. ¿Cómo operaban los aprendices? La funcionaría les enseñaba a distinguir los colores por el tacto y el olor. “Esta artista gozaba de gran apoyo y admiración en todo el país gobernado por el proyectista especulativo y promotor de la sabiduría especulativa».

Y que cierto funcionario, manos y rostro enhollinado, llevaba años trabajando en un proyecto para extraer rayos de sol de los pepinos, que debían ser puestos en recipientes herméticamente sellados y sacados para caldear el aire en los más fríos e inclementes veranos. “Me aseguró que no dudaba de que en unos ocho años podría proporcionar a los jardines del palacio rayos de sol suficientes a una tarifa razonable. Pero necesitaba una mayor cantidad de pepinos”.

En otro departamento encontré a un arbitrista que había encontrado el modo de cultivar la tierra con cerdos, evitando los gastos de arados, ganado y mano de obra. El método era este: en un acre de superficie se enterraban, a seis pulgadas de distancia y ocho de profundidad, cierta cantidad de dátiles, nueces, bellotas y otros vegetales de que gustan los puercos. Luego, soltando a seiscientos o más de éstos en el campo, el tal, de allí a pocos días, habría sido revuelto hasta las raíces por los animales en busca de aquellos alimentos, dejándolo apto para la siembra y abonado con sus excrementos.

¡Excrementos! ¡Un tremendo hedor me detuvo!

La crónica de Gulliver sigue mañana. (Vale.)

Del esperpento

Ustedes, señores, ¿conocen el cine mexicano? ¿Recuerdan las cintas de humor, casi siempre involuntario? Yo ahora mismo, empapado de nostalgia, me pongo a rememorar los sketches de aquellas beneméritas matronas del bataclán y el sainete que parió la carpa y que más tarde se lucieron en escenarios del teatro y la  radio,

y en el cine vinieron a despercudir la pantalla de las intolerables parrafadas de un Arturo García ya encaramado en el alias De Córdoba. «No tiene la menor importancia». Agh.

¿Recuerdan ustedes a pioneras de la comicidad como Amelia Wilhelm y a  sus discípulas y seguidoras Martha Ofelia Galindo y María Luisa Alcalá, pasando por las clásicas Delia Magaña, Virma González, Las Kúkaras, la Viveros y la Arozamena y esa Salinas que, chapoteando en la fosa séptica de cualquier Aventurera malamente apodada obra de teatro resulta menos repugnantona que la otra Salinas, Adrianita? Las cómicas.

Hoy, en el ejercicio de la nostalgia, recuerdo a aquella soberbia Susana Cabrera, a la que algún reportero, micrófono al frente, interroga: “¿Profesión?”  “Payasa”, contesta sin titubear. Payasa.

Susana Cabrera. Qué símbolo insuperable, qué espléndida caracterización de la talonera del arrabal. Cierro los ojos y de párpados adentro contemplo la fina estampa de la ramera de la que la «payasa» hacía toda una creación. Señores, ¿la observan ustedes? Allí,  rameruca en procura de clientes, en la esquina de la avenida con alguna transversal, pierna derecha plegada, el tacón del zapato contra la pared. Noche cerrada. La prostituta aguarda fumando (tabaco, posiblemente) a la espera del marchante. «¿Un servicio, papito?»

Obsérvenla. Vean el atuendo de la depravación: minifalda que deja los muslos a la intemperie y esa blusita, y esos pechotes,  y el cigarrito en la diestra, quizá de tabaco. Guila barata, piruja del arrabal, un rostro de pútrida con cargazón de cosméticos, jetas estallantes de carmín, vientre rotundo, aguayones tamaño familiar y un temperamento tropical en corpachón de tamal mal fajado. No, y esas caderas presas (¿arraigadas?) en una mini-mini tres tallas menores de lo que  a gritos, proclamas y mega-marchitas imploran, demandan, exigen semejantes carnazas, flor y almendra de la depravación. “¿Un servicio, papito? Te hago de todo». ¡Ay, Cabrera! ¿La visualizan?

Observen ustedes que bajo las ojeras de pintura se esconden  las ojeras del vicio y las desveladas. En este cachete un lunar simulado, y en el cogote una verruga auténtica de cerdoso escobillón. ¿Las postizas? De este tamaño, miren; tirantes, enhiestas, revolcadas en rímmel. Y con las pestañas la peluca tordilla, y al cuadril el bolsón con los trastos del oficio. Guila del arrabal.

Señor Peña. ministros de cortes supremas y ralea de jueces y similares: espléndida caracterización  de su «justicia» es esa de la Cabrera: en la zurda la balanza y en la diestra el pomo de cacardí. De venda en el rostro, la pantaleta, con los ojillos apicarados al descubierto. Ah, su «justicia», puta vieja y viciosa, alcahueta de corruptos y compinches que los solapan. Eso, y no más, han hecho de una «justicia» selectiva, logrera y aprovechada de la ocasión, donde danzan a lo esperpéntico las deyecciones morales de unas ratas Gordillo, Granier, Moreira, Yarrington, Fox y familia Bribiesca-Sahagún que marchan al son de la flauta del Hamelín Salinas. Señor Peña, a propósito:

¿En qué reclusorio purga sus raterías el azote de las ratas, su pariente (de ellas y de usted), don Arturo Montiel? (Agh.)

Usted no puede morir

(A su hora me informaron que mi padre había muerto allá, en su nidal zacatecano, pero juro que está vivo todavía, o qué hiciera yo sin esa estrella polar. Aquí, el retablillo anual a Don Juan, mi padre.)

A usted le hablo, señor; a usted que es como la patria: inaccesible al deshonor, y de quien se aprende (con el ejemplo) valores morales de los que norman la humana conducta: justicia, verdad, libertad, amasijo que da sustancia a la varonía. Porque usted fue (es) decencia, dignidad y humanitarismo en todos sus actos de cada día. Porque tan comprensivo fue para con los demás como severo con usted mismo. Porque valedor lo fue de todos, y generosidad y humanismo en el trance en que hay que abrirse las telas del corazón. Filósofo de lo fugaz, del fatalismo suave y sin estridencias, usted se mantuvo tan ajeno al ruiderío como aledaño de la sonrisa y el buen humor. El  pudor y el decoro, la vergüenza y la dignidad, padre Juan.

Lo miro y miro de ojos adentro a tal varón de virtudes, pura reciedumbre y verticalidad, y una conciencia que en la humana conducta sólo un par de colores distingue: el blanco y el negro, sin más; el de la dignidad y el de su contraparte; sin medias tintas y sin matices, sin disculpas ni tartufismos. Y ya.

Miro esos ojos donde se columbran, machihembrados, mansedumbre y rebeldía, severidad y comprensión, la tolerancia, la gravedad y el humor juguetón, como también  una que otra lagrimilla de las enjundiosas, todo a su hora. Porque claro, usted tiene el don de las lágrimas, y ese don me lo enseñó a practicar con mesura; con decoro, aclaro; con claro decoro. Mis valedores:

Zapatero de nacimiento, o casi, don Juan fue cristiano en el mejor, en el único sentido del vocablo, el de la obra de amor a sus semejantes; religioso y creyente fue, pero sin fanatismos, sin sectarismos, sin dogmatismos, y tan respetuoso del ajeno derecho, la disensión y la disidencia, como de lo propio y lo natural. Mi padre, filósofo sin tratados de filosofía, antes de echarme su bendición porque la vida nos separaba me dijo cosas: que si habrá que volar sobre el vocerío y la estridencia, y volar tan alto como lo acepten las fuerzas; que apartar de sí la quincalla y moldear el espíritu; que, rebelde a toda mediocridad, “álzate, vuélvete pura ánima y después de encomendarte a Dios, el tuyo; sé siempre varón a los ojos de tu conciencia, tu único juez”. Y me echó encima su bendición, y con ella (sé que alguno me va a entender) me tornó indestructible, invulnerable con su bendición. La de Don Juan, mi padre…

Óigame, usted que me hablaba quedo y sonreía:  frente a mi zozobra lo miro todo el tiempo, y de tarde en tarde frente a mi paz interior, cuando  emparejo mis hechos a mis proclamas. Lo tengo enfrente, donde quiera que estemos usted y yo, y sonríe, y sé entonces que para mí nada está perdido. Eso es todo, padre Juan. Con mi amor, el testimonio: usted es la sabiduría que encamina, el consejo que guía, la ponderación que sosiega,  el ejemplo que incita, la ausente presencia que sanciona mis actos y el impulso para poner la proa hacia esa estrella inasible. La conciencia de mi conciencia. Usted, padre…

Muy cierto, señor; ya lo veo, incómodo, menear la cabeza. Decirle esto que le digo salía sobrando, y en público, más aún; pero cuántos de quienes en fecha impuesta celebraron, uncidos al calendario del comercio y del regalito, tienen seco el corazón para la figura del padre. Algo podrá decirles esto que le digo a usted, padre Juan. Y la paz. (A su memoria.)

Mediocridad con galletas marías

El teatro y el cine, mis valedores. Tanto los amo que ante su escasa calidad en esta ciudad no asisto a la función de teatro ni a la sala de cine. Y como tanto desmerece una cinta rentada para la  video y el cine casero, no voy a agredir a director, actores y cuerpo técnico, que así se esforzaron.  Recuerdo el cine de mi primera juventud (vivo la quinta, pero a todo vivir): cientos de bodrios producidos al año. Centro y Sudamérica se hablaban de tú con Cantinflas, Tintan, Pardavé, la Aguelita de México…

Ahora mismo rememoro aquella sala de barrio crujiente de muéganos y palomitas de maíz. En gran acercamiento la “grupa bisiesta” de Maritoña Pons, sudorosos aguayones de meneos oscilantes y trepidatorios, 8 grados en la de Richter,  al ritmo de la guaracha  en frenesí de timbales y tumbadoras. “Ya empezó la guaracha del salón”. Qué tiempos…

Pero no todo es eterno, jura el cantar, y menos en la sala del cine. Un mal día (un mal sexenio) las balagardas del Guero Castro  asaltaron los América y Churubusco, y entonces: fin de toda una época de cine, que atrás quedaba la ceja arriscada de Lola del Río jugando las contras con la de Pedro Armendáriz. Pero, mis valedores…

Acabo de reincidir. Qué no haremos o dejaremos de hacer por los coqueteos insinuantes de la consentida:

– Bergmaniana, un triángulo pasional.  Mi marido anda de viaje. ¿Vamos?

Enfrentados a unos ojos estrelleros cómo no claudicar. Y allá vamos, y llegamos a la sala de cine. No ya uno de aquellos mausoleos monumentales de raída alfombra roja y tufo a todo lo humano, sino una coquetona salita picada de gringo. Entramos. Yo, aquella corazonada…

Y el encontronazo con la aplastante  zafiedad, una incultura crujiente de golosina chatarra que  Texas nos avienta en plena boca y el ruidajo del ponchis-ponchis importado junto con lo de chupar, lamer, beber, remoler. «Animo, compañero».

Calló el ponchis-ponchis. En la pantalla una hora de comerciales y entonces: ella, él y el otro, a sufrir, y yo con ellos. Drama, tragedia, desgarraduras. Triángulo pasional. Yo, por penetrar en el mundo mágico del arte, trataba de salir del mundo ramplón de unas quijadas con estrépito y ritmo de trapiches. Imposible; los ávidos trapiches remolían pistaches y eructaban aguas negras. Mis valedores: ¿cómo se puede alimentar con el arte el espíritu mientras la tripa con palomitas? Y un cambio más:  ya no el ruidajo de los comentarios con acento de arrabal del cine de barrio, sino el ruidajo con sonsonete de pirruris, ¡y de repente el celular! A gritos. Un enjambre de celulares, y palomitas, papitas, gansitos, chocolatines de importación. Mi ajena mujer me oprimía la diestra y, tal si tratase de amenguarle temblorina y sudoración, se la colocaba aquí, allá, acullá, sudorosa también. «Animo».

Llegó el clímax de la tragedia pasional: amante y casada infiel sostienen aquella noche su postrer entrevista en un cafecito de Estocolmo.  Al salir, él va a quitarse la vida. Ella, en tanto…

Rincón en penumbra, tazas de café, galletas en la mesita, y florero, y unos rostros de ansiedad que proyectan el drama del rompimiento. Yo, atragantado de emoción. Y fue entonces. Del lado izquierdo la señora obesa, al marido:

– ¡Mira, viejo, galletas marías!

Magia, tensión, emoción, angustia; todo se me chorreó, todo se lo llevaron las galletas marías. “¡Nena, escapémonos!”

Nos escapamos. Juré que cine nunca más. Y así hasta hoy. Nunca más convivir con la mediocridad. He dicho, y firmo para constancia. (Vale.)

La linterna mágica

El cine nacional, mis valedores. Es propósito declarado de cada nuevo sexenio mejorar la calidad cinematográfica. Como si todo fuese intenciones, gobierno, dinero y leyes; como si no se tratara, antes que de arieles y diosas de plata, de talento y algo más. Como pruebas, las cintas del neorrealismo que produjo una Italia en ruinas tras de perder una guerra mundial,  obras maestras a las que  todo faltó, menos talento. Roma, ciudad abierta, Milagro en Milán, Ladrones de bicicletas…

La industria, en nuestro país, como que alzaba esperanzas: ya se produjo El apando, ya se logró Canoa, como antes El esqueleto de la señora Morales, y aquellas inolvidables Esquina bajan y Hay lugar para dos, de Alejandro Galindo, ese viejo formidable que en Ni hablar del peluquín se engulle el relato de Averchenko sin darle el crédito.

Pues sí, pero más allá de las esperanzas que alentaban Tlayucan,  Tiburoneros y algunas más, con la invasión de las Sashas y  Gueros Castro de ayer y hoy el cine mexicano se abarraganó en tráfico de chicharrón con pelos, con pelos y señales de ficheras, taloneras y demás flor y nata de la mancebía, la vagina, el clítoris y el albur, machihembrados. La industria del nalgatorio como productora de dinero, en auge; como calidad, en picada, en plena degradación. Y a esto quería yo llegar:

¿Se percatan ustedes de que el cine cimarrón, el de trayectoria centenaria y momentos de sombra –tantos- como de luz –tan pocos-, ha venido empotrando la cámara en emplazamientos distintos? A ver.

Desde Santa hasta Allá en el rancho grande y anexas, el cine tricolor emplazó su cámara en el patio interior de la hacienda, enfocada en la ventana (madreselva, bugamvilias) de la casta Lupita, que a la luz de la luna recibía, mordizqueando el rebozo, los requiebros y las romanzas de su charro cantor:

Mujer, abre tu ventana – para que escuches mi voz…

Y la gayola, que se venía (de aplausos). Qué tiempos aquellos…

Tras de la borrachera de cintas campiranas, en donde se cuentan aparte los logros mejores de Fernando de Fuentes y El Indio Fernández (Pueblerina y Enamorada, esta con un final que, plagio de Morocco, lo supera con creces), que preludiaba la denominada “época de oro” (que llegó, cabello envaselinado, echando humo por boca y nariz), vino el desgaste de un género que terminó en charritos de banqueta y picapleitos de piquera soldados al gollete del pomo, que a la menor provocación se soltaban berreando eso híbrido que apodan bolero ranchero, Dios haya perdonado al Javier cuya existencia física no iba a pasar de sombras nada más. Debajo del bigotito, el cigarrito. Solís.

La cámara varió de emplazamiento y penetró al hogar de la clase alta mexicana (alta es un decir), y se apoderó de la sala y del gran salón, entre el piano de cola y la cola de una Andrea Palma que tiznaba la pantalla con el humo del cigarrito, sólo que con una larga boquilla encajada a la bocaza estallante de carmín. En el aparato de radio con facha y tamaño de catafalco, la sacarinosa voz: “Amor, por ti bebí mi propio…” En fin.

Aquí el conflicto ya no surgía entre las calenturas del hacendado y los celos del caporal, Emma Roldán como tercerona, sino entre el flemático Linares Rivas y un atildado Arturo García que en esas andanzas ya era De Córdoba. Sus diálogos: almidonados, hijos legítimos y naturales de los Bracho, Max Aub, Magdaleno, Revueltas. En gran acercamiento, el De Córdoba  arrojaba en bocanadas sus pulidas parrafadas en pleno rostro de  Irasema Dilián. (Sigo mañana.)

Amo tanto cine y teatro…

Tanto los amo que por eso mismo no voy al teatro ni voy al cine.  Al teatro, porque al actor que más grita le dan su premio. ¿Al cine? El motivo lo aclararé después. El cine nacional.

Ahora mismo leo en el matutino que «a los mexicanos les gusta ir al cine, al grado de que durante 2012 el País se convirtió en el cuarto mercado del mundo en venta de boletos». Y que «con el 40 por ciento de sus cines digitalizados, México es puntero en Latinoamérica«. Que la industria está en auge en nuestro país, y que en el 2012 realizó l12 filmes (contra los mil 178 de la India),  y que la industria es reconocida aquí y el exterior. De forma encomiosa se publican nombres para mí desconocidos, como un Gael, un Del Toro y un Diego Luna, con los títulos de sus cintas. Cuánto quisiera disfrutar de las buenas películas, pero mi falta de ánimo me lo impide. Yo no tengo el valor de enfrentar el estrépito que, los ojos clavados en la pantalla, producen muelas y premolares remoliendo bolsones de comida chatarra. Y luego esos comentarios a toda voz…

Huí de la sala de cine para nunca más. ¿Lo ocurrido aquella negra noche de mi mal? Fue hace años; tras una ausencia de lustros retorné al cine. La sota moza que me concede la gracia de su intimidad me pidió que viéramos una cinta que parecía dedicada al par: el triángulo amoroso y el drama pasional “Quien tú ya sabes salió de viaje, ¿Vamos?”

Fuimos. Con la esperanza de que el cinéfilo de mi país se hubiese civilizado me arriesgué a regresar; pero Dios, qué regreso: yo, el ánimo encogido a la pesadilla de las mega-marchitas, salí de casa con tres horas de anticipación, y sí, tránsito embotellado, desvío de vehículos, cierre de avenidas, el caos. Abandoné el volks. y  (los compas taxistas conocen de atajos y contraflujos) tomé el ecológico. Ya cuando los marchantes coparon el taxi, porque no me coparan a mí (la “o” convertida en “a”),  pagué la dejada y a trotar, o del triángulo pasional alcanzo nomás el triángulo. Al trote corto llegué a la taquilla, me reuní con la dama, y al salón, y qué  cambio respecto al viejo concepto de cine que me había forzado a huir…

Ahora ya no los dos pisos del galerón monumental sino la salita íntima, lujosa, confortable. Aquí ya no desleídas cortinas de rojo terciopelo que se remecen a los embates de La Boa, sino  un cortinaje flamante que se convulsiona al estrépito del ponchis-ponchis gringo. No, y los asistentes: ya no la plebe que devastó la dulcería: paletas, pepitas, muéganos, palomitas de maíz. Ahora palomitas de maíz, refrescos de cola, chocolatines de importación. Se me encogieron. ¡Por no convivir con la plaga de los traga-palomitas, había desertado del cine! Intenté recular. Mi nena me oprimió el brazo: valor.

Al  ponchis-ponchis siguió una hora de anuncios comerciales,  vertiginosas imágenes a 10 mil decibeles,  y por fin el drama de pura estirpe bergmaniana: ella, él y el otro, a sufrir, y yo con ellos. Drama, tragedia, desgarraduras: triángulo pasional. Yo, por penetrar en el mundo mágico del arte, trataba de salir del mundo ramplón de los traga-palomitas. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remolían pistaches y eructaban aguas negras, y yo pregunto, mis valedores: ¿se puede alimentar con el arte el espíritu y al propio tiempo la tripa con palomitas? Y un cambio más: ahora ya no el ruidajo de los comentarios con acento arrabalero, sino el ruidajo con sonsonete de pirruris. Y de repente, friégale: plaga que no imaginaba, el celular.            (Este horror sigue después.)

Huevos, perros, guardería

Las criaturas calcinadas en la guardería ABC, mis valedores. Aquello, demencial, ocurrió a principios de junio del 2009, cuando tras una secuencia criminal de circunstancias imprudentes (¿o alguna acción criminal?) cuarenta y nueve niños perecieron calcinados en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, por entonces mal gobernada por un Eduardo Bours político del PAN e industrial productor de huevo que por esa circunstancia parece haberse salvado: por sus puros productos. Detrás de él, huevos e impunidad, asomaba la oreja un Felipe Calderón que alcahueteó la justicia  por cuestión de que una de las dueñas de la guardería siniestrada se nombra Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo, que viene siendo pariente de una Margarita Zavala hoy todavía esposa del ebrio de poder y otros ingredientes. Caprichos de una «justicia» alcahueta y excesos del huevo en México, nuestro país. Mis valedores:

Adviertan ustedes que en  esos  Bours, Marcia y Calderón se ajusta a cabalidad  el clamor furibundo  de un bíblico Isaías que al arrojar su anatema a los malditos parecía tener en mente a los protegidos de una burriciega «justicia» que administrase el magistrado Góngora Pimentel. Clama Isaías:

“Todas las bestias del campo, todas las fieras del bosque, venid a devorar.  Esos perros comilones son insaciables.

Todos ellos son perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; Todos ellos siguen sus propios caminos,  Embriaguémonos (Calderón),  y será el día de mañana como este, o mucho más excelente.

Sois como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. ¿No sois vosotros generación mentirosa? Perece el justo, y no hay quien piense en ello; no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Mas vosotros llegaos acá, hijos de la hechicera, generación del adúltero y la fornicaria. Porque vuestras manos están  contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad. Vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua.

No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de áspides y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos (Bours)  morirá, y si los apretasen, saldrán víboras.

Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos. Sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos (Marcia).  Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus  pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos. Torcidas son sus veredas.

Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos; a tientas, como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos. Gruñimos como osos todos nosotros, y gemimos lastimeramente como palomos; esperamos justicia, y no la hay; salvación, y se alejó de nosotros. Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir.  Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión,  porque pereció el derecho”. México.

Criaturas sacrificadas a la avaricia de las Marcias Matilde y compinches. A su memoria. (Trágico.)

Cieno y lodo. Criaturas calcinadas

Y con ellas calcinada también la justicia que en este país han impartido los Góngora de ayer y hoy. Es México. Por estos días,  a cuatro años y días de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, se me vienen a la mente ciertos apellidos ahijados de una «justicia» alcahueta: Bours, Calderón, Zavala, Gómez del Campo…

Para comenzar a operar, la guardería ABC presentó el acta constitutiva de su sociedad, en la cual aparecen como dueñas…

Porque sólo quien ha sentido la pérdida de un hijo pudiese imaginar lo que han padecido esos desdichados a los que de repente  dejaron huérfanos de sus niños y los contemplaron en llagas vivas y en estado agónico. En cada padre y en cada madre de esas criaturas se refina y recrudece el dolor, porque la de las víctimas no fue muerte natural, sino provocada por esa corrupción productiva e impune que saturó el gobierno de ese beato del Verbo Encarnado que vivió y ha vivido ebrio de poder y de otros ingredientes.

En el acta aparecen como dueñas Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonerra y María Fernanda Camou Guillot.

Sí, la primera de ellas (algunos “medios” diluyen el dato) sangre de la sangre de Margarita Zavala, todavía hace meses residente de Los Pinos. Y por si tal horror no fuese suficiente, los deudos han sentido también el chicotazo de una requemante injusticia, del cinismo oficial, de la insensibilidad de los señores justicias que al horror de la hornaza nombran “incidente”; que desde junio de hace cuatro años de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio, no empiezan a fincar responsabilidades y aplicar la ley contra esos bellacos que de la guardería ABC chupaban  medio millón de pesos al mes; que ya desde ahora lo aclaran: de los implicados en el holocausto nadie habrá de pisar la cárcel. (Desde el penal de alta seguridad de El Altiplano los contemplaban  Ignacio del Valle y compañeros defensores de su tierra aplastados por  una sentencia de más de un siglo aunque no secuestraron, asesinaron o mamaron nuestros dineros retacando de víctimas una bodega que engulló a las criaturas en llamas vivas. Es la «justicia» mexicana. Atroz.)

Yo, a la vista de cuarenta y nueve cadáveres calcinados y algunos niños agónicos y traumatizados de por vida, cuando no de por muerte, presentía el dolor, la rabia impotente y la exasperación de la madre, del padre, de los familiares de sus criaturas víctimas, sin que nunca los Bours y Calderón  salieran a dar la cara, porque los asesinos intelectuales, que tan sólo eso tienen de intelectual, son de su parentela. Y como esos injustos son beatos, los peores a la hora de la corrupción, por ver si quisieran entenderme, que mucho lo dudo, les hablé en su momento y hoy lo repito  con palabras bíblicas, las del profeta, que mundos de siglos atrás,  al lanzar su anatema,  parecía mirar hacia el rumbo de Bours, de Marcia Matilde, de su pariente Zavala, de Calderón. El profeta bíblico:

“Todas las bestias del campo, todas las fieras del bosque, venid a devorar. Esos perros comilones son insaciables».

(Marcia Matilde, Zavala, Bours, Calderón.)

«Cada uno busca su propio provecho. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos. (Calderón.)

Porque vuestras manos están contaminadas de sangre«.

Marcia Matilde es su nombre, y es pariente de Margarita Zavala, hoy todavía esposa del hombre que ha vivido ebrio de poder y otros ingredientes.

La maldición del profeta contra los réprobos  continúa mañana; continúa cada día, siempre. (Ah, México.)