Gulliver y sus viajes

¿Quién de ustedes ha leído la novela de Jonathan Swift? Obra de interés esencial para todos nosotros, Los viajes de Gulliver se publicó allá por el 1720, pero su actualidad es categórica hoy día, con sólo que para aprovechar a cabalidad sus enseñanzas sepamos  desentrañar sus significados múltiples.

Ahora he de referirme al viaje de Gulliver a la ciudad de Lagado, capital de un imaginario país (que Swift denomina Balnibarbas) donde conoce a diversos proyectistas especulativos y arbitristas políticos, como los llama el autor. ¿El aspecto de la ciudad capital?

En su libro de memorias cuenta Guliiver que en Lagado las casas se miran ruinosas, que los transeúntes caminan de prisa y ofrecen un aspecto huraño, muchos de ellos cubiertos de andrajos. Por cuanto a los terrenos labrantíos: “Vi a muchos labradores trabajando el suelo, pero no advertí perspectiva alguna de crecimiento de hierba o grano, aunque la tierra era excelente. No pude explicarme la causa de que habiendo tantas manos, cabezas y rostros ocupados y preocupados en campo y ciudad, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades e inquietudes, ya que, muy al contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan mal aderezadas y ruinosas, ni gentes cuyas ropas y apariencia delatasen tanta miseria y necesidad”.

¿Y dónde operaban los susodichos arbitristas y proyectistas? En un muy famoso edificio de aquella ciudad. Según la crónica de sus viajes, en aquel edificio el visitante conoció a un ingeniosísimo arquitecto que había descubierto un método para construir casas empezando por el tejado y descendiendo hasta los cimientos, “lo que justificó mostrándome análoga práctica de dos industriosos insectos: la araña y la abeja”. Proyectismo.

Cierta funcionaría, ciega de nacimiento, era la encargada del arte pictórico. La artista trabajaba con diversos aprendices, ciegos de nacimiento también, en la mezcla de pinturas de todos colores, que serían la materia prima para el equipo de artistas plásticos privados de la vista que dotarían al país de una muy apreciada obra pictórica. ¿Cómo operaban los aprendices? La funcionaría les enseñaba a distinguir los colores por el tacto y el olor. “Esta artista gozaba de gran apoyo y admiración en todo el país gobernado por el proyectista especulativo y promotor de la sabiduría especulativa».

Y que cierto funcionario, manos y rostro enhollinado, llevaba años trabajando en un proyecto para extraer rayos de sol de los pepinos, que debían ser puestos en recipientes herméticamente sellados y sacados para caldear el aire en los más fríos e inclementes veranos. “Me aseguró que no dudaba de que en unos ocho años podría proporcionar a los jardines del palacio rayos de sol suficientes a una tarifa razonable. Pero necesitaba una mayor cantidad de pepinos”.

En otro departamento encontré a un arbitrista que había encontrado el modo de cultivar la tierra con cerdos, evitando los gastos de arados, ganado y mano de obra. El método era este: en un acre de superficie se enterraban, a seis pulgadas de distancia y ocho de profundidad, cierta cantidad de dátiles, nueces, bellotas y otros vegetales de que gustan los puercos. Luego, soltando a seiscientos o más de éstos en el campo, el tal, de allí a pocos días, habría sido revuelto hasta las raíces por los animales en busca de aquellos alimentos, dejándolo apto para la siembra y abonado con sus excrementos.

¡Excrementos! ¡Un tremendo hedor me detuvo!

La crónica de Gulliver sigue mañana. (Vale.)

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