Cieno y lodo. Criaturas calcinadas

Y con ellas calcinada también la justicia que en este país han impartido los Góngora de ayer y hoy. Es México. Por estos días,  a cuatro años y días de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, se me vienen a la mente ciertos apellidos ahijados de una «justicia» alcahueta: Bours, Calderón, Zavala, Gómez del Campo…

Para comenzar a operar, la guardería ABC presentó el acta constitutiva de su sociedad, en la cual aparecen como dueñas…

Porque sólo quien ha sentido la pérdida de un hijo pudiese imaginar lo que han padecido esos desdichados a los que de repente  dejaron huérfanos de sus niños y los contemplaron en llagas vivas y en estado agónico. En cada padre y en cada madre de esas criaturas se refina y recrudece el dolor, porque la de las víctimas no fue muerte natural, sino provocada por esa corrupción productiva e impune que saturó el gobierno de ese beato del Verbo Encarnado que vivió y ha vivido ebrio de poder y de otros ingredientes.

En el acta aparecen como dueñas Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonerra y María Fernanda Camou Guillot.

Sí, la primera de ellas (algunos “medios” diluyen el dato) sangre de la sangre de Margarita Zavala, todavía hace meses residente de Los Pinos. Y por si tal horror no fuese suficiente, los deudos han sentido también el chicotazo de una requemante injusticia, del cinismo oficial, de la insensibilidad de los señores justicias que al horror de la hornaza nombran “incidente”; que desde junio de hace cuatro años de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio, no empiezan a fincar responsabilidades y aplicar la ley contra esos bellacos que de la guardería ABC chupaban  medio millón de pesos al mes; que ya desde ahora lo aclaran: de los implicados en el holocausto nadie habrá de pisar la cárcel. (Desde el penal de alta seguridad de El Altiplano los contemplaban  Ignacio del Valle y compañeros defensores de su tierra aplastados por  una sentencia de más de un siglo aunque no secuestraron, asesinaron o mamaron nuestros dineros retacando de víctimas una bodega que engulló a las criaturas en llamas vivas. Es la «justicia» mexicana. Atroz.)

Yo, a la vista de cuarenta y nueve cadáveres calcinados y algunos niños agónicos y traumatizados de por vida, cuando no de por muerte, presentía el dolor, la rabia impotente y la exasperación de la madre, del padre, de los familiares de sus criaturas víctimas, sin que nunca los Bours y Calderón  salieran a dar la cara, porque los asesinos intelectuales, que tan sólo eso tienen de intelectual, son de su parentela. Y como esos injustos son beatos, los peores a la hora de la corrupción, por ver si quisieran entenderme, que mucho lo dudo, les hablé en su momento y hoy lo repito  con palabras bíblicas, las del profeta, que mundos de siglos atrás,  al lanzar su anatema,  parecía mirar hacia el rumbo de Bours, de Marcia Matilde, de su pariente Zavala, de Calderón. El profeta bíblico:

“Todas las bestias del campo, todas las fieras del bosque, venid a devorar. Esos perros comilones son insaciables».

(Marcia Matilde, Zavala, Bours, Calderón.)

«Cada uno busca su propio provecho. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos. (Calderón.)

Porque vuestras manos están contaminadas de sangre«.

Marcia Matilde es su nombre, y es pariente de Margarita Zavala, hoy todavía esposa del hombre que ha vivido ebrio de poder y otros ingredientes.

La maldición del profeta contra los réprobos  continúa mañana; continúa cada día, siempre. (Ah, México.)

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