Espantajos

(Inusitado: en un acto de gobierno De la Madrid logró reunir a dos espantajos históricos:  LEA y JLP. Inusitado también: en sus exequias, logró reunir a otros dos, y fue así:)

Existió, mis valedores, un hombrecillo que vivía, solo y su alma, en la medianía de una plantación que cultivó el tanto de 6 años, por más que todo lo que sus manos tocaban se malograba y fruncía. Las pocas vainas y espigas que se lograsen terminarían como botín de animales dañeros que él, temple de jericalla, no se atrevería a enfrentar. Tal situación lo mantenía en la almendra de la angustia y la soledad. Lóbrego.

|           (Porque el temor, si no da vida, mata.)

Al amanecer cada día el granjero dejaba el jergón y salía a examinar el cielo, no fuese ocurrir que un sol demasiado ardoroso sorbiera la humedad del terreno y resecara la plantación. Después se daba a deambular por almácigos, arbustos y árboles frutales, y examinaba el estado en que amanecieron la fruta, el racimo, la vaina la espiga, la flor. Y aquello era allegar tierra a la mata y abono a la tierra y agua al abono y cauces al agua para que regase la tierra Así días, meses, 6 años. Pues sí, pero lástima, porque de todos los males del sembradío la culpa era del hombrecillo; de su torpeza y mediocridad. En fin.

Y ocurrió que para espantar cuervos y gavilancillos predadores de la mazorca dio en clavetear el sembradío con espantajos a cual más de esperpénticos; ventrudos algunos y flacos los más, este disfrazado economista, de político el otro, y uno de sardo y otro de policía que metiesen espanto en las negras alas que tachonaban un cielo estallante de luz.

(Porque la soledad, si no templa, aniquila).

El solitario oteaba los horizontes donde los peñascales se plagan de nuberíos ovachones. Que no llueva más; que el exceso de lluvia no venga a pudrir las raíces; que el granizo no desgarre los retoños. Que…

La plantación se arruinaba. Frutillas en agraz se desprendían de la rama y caían al suelo, se encanijaban los racimos y las vainas se enroscaban, se desfloraban y escupían la semilla, y así el tubérculo, y así la espiga, y así la flor. El solitario, impotente e incompetente ante aquel desastre, como alucinado recorría la plantación, y aquí intentaba resembrar, y allá enriquecer con abono el terreno, y por dondequiera desparramar chorros de agua que de tuviesen la catástrofe, pero nomás la regaba. Y fue entonces…

Al solitario le dio por hablar solo mientras palpaba cada frutilla; olisqueábala, le buscaba la plaga dañera. “¿Será una plaga de insectos? ¿Llegaría con el viento? ¿Qué animalejo predador pudo atacar los racimos mientras yo dormía? ¿Por qué todo lo verde que tocan mis manos se marchita y se torna gris? ¿Por qué?  Y esta angustia, esta soledad ante su torpeza de granjero improvisado”. Miguel.

(Malo cuando el solitario cae en el embeleso del soliloquio. Pésimo.)

Y ocurrió que soledad y torpeza terminaron por hacer mella en el infeliz. Cierto día, ronco de hablar su monólogo, detúvose a la mitad de la finca, en silencio contemplo aquel desastre de hojas, frutas, espigas, racimos, vainas y flor. Desencajó del terreno aquel par de espantajos, se los llevó consigo y de repente sonrió con una enajenada sonrisa, y entonces…

Sereno por vez primera (el grado más alto de la angustia arroja una desesperada serenidad), junto a su propio féretro clavó los dos espantajos, miró los rostros de paja de Calderón y Salinas y así les decía, sonriendo: «Juntos los tres colegas. ¿Platicamos?»

Y es que el hombre, cuando… (En fin.)

Así se escribe la historia

Miguel de la Madrid ofrece consejos al presidente electo y le muestra total voluntad para estar atento y en darle opiniones o consejos.

Miguel de la Madrid, mis valedores. Algunos felones lo defienden después de muerto.  Personaje de luces y sombras, el presidente de la «renovación moral» se fue como vino: silencioso, discreto, cobijado en su bajo perfil. Sólo en alguna ocasión provocó una tormenta con sus declaraciones de que Salinas se robó la mitad de la cuenta secreta y de que los dineros de Raúl, el hermano, despedían un tufillo a dinero lavado, qué contrasentido. Al declarante lo forzaron al reculón, y aquí no se ha dicho nada. De la Madrid.

Su obra como presidente de México ya la historia se encargó de juzgarla. A quienes benefició ya se encargarán de hablar mal de él, como de forma tardía sus enemigos alabarán sus acciones positivas como funcionario público. Yo, por mi parte, mis valedores:

El avocado para suceder a López Portillo era García Paniagua presidente del PRI. Creía don Javier  (me lo dijo) contar con la anuencia del presidente, pero en las manos de JLP se recrudecían los problemas en la economía y las finanzas, y ese fue el pretexto para hacer a un lado al aguerrido político y privilegiar a quien desde su oficina en la difunta secretaría de Programación y Presupuesto iba a abrir las puertas al mal llamado neoliberalismo. Y así hasta hoy.

A su hora lo revelaría JLP en alguno de sus libros de memorias: «¡Cuántas precipitadas heterodoxias en el manejo de la candidatura de De la Madrid! Que propició la carrera «meteórica» de García Paniagua porque necesitaba, en el horizonte político, «una figura recia, maciza, de fuerte raigambre popular». Que fue un lógico precandidato. Pero empezó a significar problemas. «Tuve que actuar».

Y actuó a favor del economista. El 28 de septiembre de 1981 anotó en su diario: «El PRI nominó a Miguel de la Madrid. Me encomendó, como de costumbre, el trámite. Directamente cité a García Paniagua y a los representantes de los tres  sectores y al presidente de los diputados. Va a ser un magnífico candidato y un estupendo Presidente».

Por cuanto a la «oposición»: que Acción Nacional nomina a Emilio Madero. «La Izquierda no acaba de coaligarse».

¡Apasionante país el nuestro! Se asiste al ocaso. Se siente que otro sol va a nacer. Hasta el considerado cariño de la gente. País cruel y tierno. Calavera de azúcar…

Sigue la crónica de aquellos tiempos anubarrados: «Ya García Paniagua dejó de ser presidente del PRI. Ya Ojeda lo es. Y Javier en Trabajo. ¡Cuántas cosas en un mes! Días densos, apretados, desagradables. Pero empecemos por el principio.

García Paniagua constituyó, y de algún modo constituye, un problema en la sucesión: exhibió su inconformidad y el ambiente se hizo denso. El manejo que tiene de la Prensa, mezcla extraña de temor e intereses, curiosa actitud de nuestros intelectuales, ha hecho desagradable el tránsito».

Los entretelones del aquelarre político que no trascienden a las masas sociales, renovada su esperanza y enfervorizadas para votar:

«La víspera de que iniciara su campaña, Miguel me mandó señales de angustia y me pidió con vehemencia que se lo quitara de encima o no podría llevar adelante una buena campaña. La desconfianza era brutal. Llamé a García Paniagua«.

El sacrificado no se resignó. Abandonó la carrera política y se refugió en su rancho jalisciense. Es la historia. En fin, que los muertos entierren a sus muertos.

Miguel de la Madrid. (A su memoria.)

Periodista, fabulista, héroe civil

¿No advertís que aunque yo muera jamás faltarán escritores instruidos y resueltos que continuarán combatiendo los abusos..?

El Pensador Mexicano, mis valedores.  A él he de referirme esta vez; a su obra magnífica. El héroe civil fue el primer fabulador que parió nuestro Nuevo Mundo, si hacemos de lado a don Fernando de Alba Ixtlixóchitl y algunos más que nacieron al arrimo de frailes y conquistadores. Lizardi dedicó su vida a la denuncia de vicios y corruptelas de un México que se asomaba a la independencia. Periodista por vocación, fue al propio tiempo novelista y dramaturgo, y por necesidad de expresión, versificador. Admirable.

Admirable, sí, por su vida y obra como liberal, moralista y filósofo, que ejerció actividades lo mismo de educador que de satírico e intelectual. Pero El Pensador fue, antes que nada, varón de virtudes que a golpes de denuncia pública defendió sus ideales, formuló sus cuestionamientos y difundió su verdad por todos los medios a su alcance: la novela, el ensayo, el libelo, la farsa, el artículo, la versificación. Lizardi, creador del inmortal Periquillo Sarniento. Los mexicanos no lo han leído porque los mexicanos no leen. Punto.

Qué diferente contraste hace lo que el lector ha leído, escrito en España bajo un sistema monárquico, y lo que ve en México acerca de la libertad de imprenta, bajo un sistema republicano.

La historia pública del Pensador arranca de 1811, cuando a los 34 años de su edad se mete de lleno a la difusión de las ideas, así en los campos del periodismo como en los de la ficción, y en esa suerte de volandera mercadería que fueron las hojas sueltas en donde se desbalagaban rumbo a todos los rumbos sus sátiras, invenciones y arengas; sus denuncias y reclamos a favor de la moral y las buenas costumbres; hojas que se leían en callejas y plazas públicas, en la posada, el figón, el camino real, y que prefiguraban esa literatura que, peripecias históricas más adelante, soltarían las prensas de Venegas Arroyo para difundir las calaveras de Posada y aquella levantisca literatura que ayudó a desmoronar la vera efigie de Porfirio Díaz. Tales hojas difundieron la cultura popular en la forma del corrido que iba a perpetuar las hazañas del arriscado y el valentón, y la jácara y los lances de amor. Soberbio.

Hace la discordia tanto daño en el cuerpo político como las contagiosas en el físico.

No fueron propicias las circunstancias donde se vino a delinear el primer gran mural de la vida y las costumbres del México que nació a la vida independiente, mural que El Pensador fue realizando con lenguaje de típica y acendrada raigambre popular, con la fiel recreación de tipos de la mejor tradición picaresca derivada de la española –Guzmán de Alfarache y compinches magníficos-, tales como el tahúr y el sacármelas, el recuero y el coime, el bandido y el matasiete. Y aquellos los escenarios de la picardía lizardiana: el calabozo, el mesón, la mancebía y demás universidades del crimen y la vida arrastrada.

Fernández de Lizardi lanza a la vida pública el primer ejemplar de El Pensador Mexicano en octubre de 1812, donde vacía sus primeros ejercicios periodísticos y comienza a ejercitar la denuncia pública, con el resultado normal para aquellos tiempos calamitosos: el editor y articulista fue a pagar con cárcel su oficio arriesgado, y de entonces vendría a derivarse un modo de ser, un estilo de vida que marcaría la existencia de El Pensador, hasta el día en que llegó la tuberculosis, y detrás la muerte. (Sigo mañana.)

¿Flor de virtudes?

Jorge Carpizo, mis valedores. Jurista, político, catedrático, el recién fallecido fue un personaje controvertido al que apenas ayer se lanzaban dardos de crítica hasta la PGR que él encabezó, y a Gobernación, y a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Lo recuerdan ustedes en aquel entonces? Carpizo, Salinas, Prigione,  los hermanos Arellano Félix…

Ocurrió hace algunos años, cuando el Dr. Carpizo arribó a la sede de la CNDH. Yo visité un reclusorio y miré a algunos presos, y hablaron conmigo, y redacté el siguiente recado que hoy, ausente el Dr. Carpizo, presento de nuevo a ustedes:

Dr. Jorge Carpizo, fundador y presidente de la CNDH:  lo invito a que venga conmigo. Quiero mostrarle que no por nombramiento presidencial sino por vocación se involucra el humano en la defensa de los derechos humanos. Por humanismo, por una mística se defienden. ¿Pero usted, de repente adalid de esos derechos por mandato salinista? ¿Usted haciéndola de peón de Salinas para zurcir los entuertos que perpetra Salinas? Y usted no es ingenuo. ¿Entonces?  ¿Qué viene siendo, doctor?

Y la forma en que se ha echado a “defender” esos derechos, doctor. Conozco por boca de las propias víctimas o sus familiares el procedimiento que aplica usted desde su oficina de la CNDH: escucha, detrás de un escritorio, cuando accede a escuchar, y ahí su respuesta: «¡Bueno, sí, pero pruebas, documentos! ¡Que vengan los afectados y exhiban pruebas!” Ellos, doctor, a estas horas encerrados, quebrantados, medio muertos después de la más reciente sesión de “interrogatorio científico…»

Y allá van, desde su escritorio, la recomendación, el recado, el telefonema, el oficio sellado o el memorando dirigido a los violadores: “En referencia a denuncias que obran en poder de esta H. Comisión…” ¿Con tal burocracia defiende los derechos humanos? ¿No estará construyendo a golpes burocráticos su carrera política?  Dr. Carpizo:

Le reitero la invitación del paseo, los dos juntos. Es que quiero mostrarle, demostrarle en carne viva, desflorada carne, con lloraderos de sangre todavía, la forma en que la tortura contra los desdichados sospechosos de ser sospechosos violenta los derechos elementales del mexicano. ¿Quiere verlo con sus propios lentes? ¿Se atreve, abogado defensor de los derechos humanos?

Entonces álcese del sillón y vayamos al reclusorio y solicitemos una entrevista con los infelices a los que acaban de entregar los representantes de la “justicia”. Ahí , doctor, van a ver sus lentes lo que yo he presenciado: carnes rotas, desgarradas con clavos las plantas de los pies, masacrados los testículos y hechos garras los costillares, y aquellas lenguas quemadas a toques eléctricos, y aquellas narices rotas, y secuelas del agua mineral, y la cabeza, que fue sumergida en la taza del excusado. A la viva fuerza, al sadismo vivo, a la patología vil…

¿Se anima, doctor? Vayamos al reclusorio, y verá lo que va a ver, y verá también que si es varón de virtudes desecha esa encomienda, porque sabrá que ninguna honra agrega a su curriculo proseguir con el oficio de los oficios firmados, cuando en las celdas de tortura se sigue desgarrando infelices. En el sillón de la CNDH, por contras, sí engaña a las masas con aquello de que esas siglas castigan la represión que perpetra el gobierno, el del propio Salinas. Bote esa chamba, doctor. Tantas hay a la medida del varón de principios, vergüenza, decoro, dignidad. Bótela, Dr. Carpizo. Y ya. (Es cuanto.)

Judío Errante

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?

Y díjole Jehová: «La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Por legitimar tu llegada ilegal al paraíso desataste entre tus hermanos  una matanza que no sabes como frenar. La guerra que en mala hora declaraste contra los de tu raza ha provocado sangre, duelos, quebrantos y lágrimas. Contra ti claman las almas de más de 60 mil cuyos cadáveres se esparcen en una tierra que de no ser por la misericordia de mi corazón sería tierra baldía y estaría maldita por culpa de  tus  acciones carniceras».

– Tuve valor para enfrentar a los criminales.

– ¿Valor tú? ¿Cuántos guardianes precisas para acallar el temor, porque sabes que cualquiera de los que habitan la tierra sueña con arrebatarte la vida? ¿Acaso te has ganado el aprecio y el reconocimiento de los que te rodean? ¿A alguno reconoces por amigo?

Caín humillaba la testa. «Ahora, pues, que se agota el tiempo de tus iniquidades, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tus hermanos. Cuando labres la sementera fruto mostrenco te habrá de dar;  errante y extranjero serás en la amplitud de toda la tierra antes de lo que imaginas. ¿Dónde te ocultarás? ¿Qué comunidad de humanos aceptará dar sustento a uno que así se ha empantanado las manos con el torrente de sangre de sus hermanos de raza?»

Fatalista, resignado, el matancero: «Me echas hoy del suelo que habito, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra, y cualquiera que me hallare me matará».

– Ninguno podrá darte el consuelo de la muerte.

Y Jehová puso señal en Caín.  Ni la merecida muerte violenta ni la inmerecida hospitalidad de quien ignorase  la sangre derramada por el carnicero. «Para ti no existirá la hospitalidad, que así como algunas flores cierran sus pétalos ante la presencia del insecto dañiño, hostiles te serán todos los pueblos de todos los rumbos. Errante andarás por la tierra, y mi señal te hará cargar la verguenza por toda una eternidad».

Torva mirada, Jehová observó al asesino de sus hermanos abandonar la heredad. (Ya había enviado emisarios secretos  a todos los rumbos en procura de asilo, pero sabía que una tras otra, las comunidades le negarían la entrada. Pueblos de todas lenguas, sistemas políticos y creencias religiosas rechazarían la idea de acoger entre ellos al Judío Errante que tras sí dejaba un almácigo de cadáveres a flor de tierra y otros más hacinados en fosas clandestinas.)

Diciembre. Ahí fue el ir y venir del Judío Errante, encuevado en los escondrijos donde le sorprenda la noche, lejos de todo humano contacto. Ahí sobrevive apenas, a penas, marcado con el signo de la sangre derramada, sin más familia que mujer e hijos; sin más riqueza que la mal habida, sin más ángeles guardianes que escuadrones ya de verde olivo, ya de civil. «¿Me protegen o me tienen cautivo, vigilantes de que no me vaya a escapar?»

A Caín, como a Macbeth,  el sueño se le ha desterrado. «Desearás la vida, y la vida se te ha de negar. Convocarás a la muerte, y no escuchará tus lamentos». Caín.

Y ocurrió que observando desde este montículo un caserío arropado en capullo de llamas vivas, Lot se dolía:  

– Trágico tu final, ciudad hasta ayer dichosa. Virtuosa fuiste, y bienamada del cielo, pero tu buen corazón te acarreó la ruina. No te atrevas a recibir a ese maldito de Dios, te repetía yo, pero tú, blanda de entrañas…»

Ah, Sodoma, entre todas desdichada. (Fin.)

Mamá Maurita

“Los Legionarios de Cristo inician una fuerte campaña para impulsar la beatificación de Mamá Maurita, la madre de Marcial Maciel. Tiene una pagina web donde se publica su oración, se invita a presentar nuevos milagros y se anexa una cuenta bancaria para depositar “a la causa.» (Milenio.)

¿Ustedes, mis valedores, ya se apresuraron a depositar una parte de su gasto semanal para que Ratzinger beatifique a la santa madre del ya casi beato padre (de familia), el difunto  Marcial Maciel? ¿Cuál de esos dos beneméritos será el que se primero encarame a los altares, la santa Madre Maurita o su hijo el padre de hijos naturales y putativos, paidófilo bisexual y fundador de los Legionarios de Cristo, bienamados de Norberto Rivera, cardenal de la Iglesia Católica? ¿Cuál es su candidato para la primera de esas aureolas?

¿Difícil que un garañón de sotana como el muerto Maciel consiga la beatitud? No lo es, si ocurre que Ratzinger prolongue la política de Karol Wojtyla, aquel “amigo” de México que hizo chuza de hasta 34 asesinos y torturadores cristeros a los que enjaretó la etiqueta de mártires. Y qué tufaradas de azufre exhala tan sospechosa arribazón de fanáticos al “club de la aureola”. Y es que por estos días la santidad se abarata, se cosecha al por mayor y se nos torna pandemia. Por santos no vamos a parar, que ahora se ensamblan a escala industrial. Laus Deo.

Y si no, mis valedores: ¿no consiguió patente de santo un personaje como José María De (este “De” se lo enjaretó a capricho) Escrivá, fundador de ese Opus Dei, cuyos opositores denuncian, entre otros «pecados» del beato, «la acumulación de riqueza», y aquella de que  “el Opus Dei es peor que una secta, son mercaderes del evangelio, que destrozan vidas humanas?»

Pero ha sido beatificado. Con el beato Escribá ya lo es también Juan Pablo II. Ya suelta un tufillo a «santo» el verraco padre Maciel, al igual que su santa Mamá Maurita. ¿O qué, iban a ser desperdicio los ríos de dinero que a manera de sobornos los legionarios han evacuado en las arcas de El Vaticano por aquello de que ya alucinan con el insaciable padrecito Maciel trepado en su niño (trepado en su nicho, quise escribir; travesuras del inconsciente); en su nicho de ermitas, capillas, templos, basílicas y catedrales? Y a esto quería yo llegar.

Quería llegar a los métodos burocráticos que advierto en el criterio vaticano frente a la santificación de aspirantes, y lo ejemplifico con un santo mexicano al que hasta hoy nada me ligaba más allá de una perfecta indiferencia y por el que ahora siento una recóndita compasión: otro Felipillo santo, un tal Felipe de Jesús Calderón, al protomártir mexicano lo acaba de declarar públicamente su “patrón”. A San Felipe de Jesús, que de tal desafuero no es responsable, válgame…

La burocracia de El Vaticano:  el español y beato Escrivá murió de viejo, en su cama, y en lustros fue canonizado. De viejo murió el polaco Juan Pablo II, y por la vía rápida se le colocó la de beato. En la flor de su edad, el mexicano Felipe de Jesús fue martirizado junto con sus compañeros de evangelización en tierras niponas:

“Cada uno fue sujetado a una cruz con argollas y cuerdas; dos de aquéllas se colocaron en las muñecas, otras tantas en los pies y una en el cuello. Felipe de Jesús fue el primer crucificado: alanceado en tres partes, dos por los costados y una por el pecho, murió murmurando el nombre de Jesús”.

A diferencia de Escrivá y Juan Pablo II, el de Jesús  fue canonizado 265 años después de su muerte. (Dios.)

Cuba y El Vaticano

En Cuba ha muerto el marxismo, anunció antes de su visita a la Isla el obispo de Roma, ese mismo que en febrero del 2008 exhortaba a los católicos cubanos: «No desfallezcan bajo un gobierno comunista. Ustedes sigan regando la viña del Señor».

Mientras tanto Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de El Vaticano, pedía  a los cubanos «recordar a Juan Pablo II”, y lo inaudito: “La Iglesia solicita a Cuba espacio sin límites para actuar en la Isla, sobre todo en el área de la educación”. La respuesta de un gobierno emanado de la revolución:  abrir uno de los canales de TV para que la misa que ofició Bertone llegase a todos los cubanos. Dios.

El presunto educador de los cubanos tendría que ser Ratzinger,  Gran Inquisidor que había comenzado a oficiar la misa a la usanza del viejo ritual, en latín y de espaldas a los asistentes. “Así, el gesto del Papa ha representado un fuerte y significativo apoyo a la vieja liturgia”. Ahí apareció el fantasma del ala autoritaria del catolicismo, la Contrarreforma, dentro de la cual se consolidan unas tendencias del Ratzinger  reaccionario que se manifestaron desde que  encabezaba la Congregación para la doctrina de la Fe.

Fueron aquellos  los tiempos en que los observadores externaron aquel temor:      “Sí, seguro, existe el riesgo de que se cierren puertas y ventanas. El peligro de levantar de nuevo el puente levadizo de la Iglesiacomo fortaleza no es ilusorio, como tampoco es ilusoria una santa alianza entre Roma y el piadoso dólar libre contra el comunismo ateo. La advertencia es clara y fuerte, es un grito de alarma que reflejó los temores que rodearon el Sínodo extraordinario reunido en Roma en el 2005, donde los sectores progresistas tuvieron sobradas razones para temer una regresión de la Iglesia católica.  A contrapelo de las esperanzas de renovación y cambio que albergaban muchos fieles católicos, afirma el analista Martínez García, el cónclave cardenalicio decidió  algo peor que mantener a la Iglesia anclada en el conservadurismo: llevarla a una regresión de décadas o de siglos y entregar el trono papal al cardenal alemán Joseph Ratzinger, brazo represor del Vaticano”. (Esa Iglesia, ese cardenal, ese pontífice, reclaman al gobierno de Cuba “espacio sin límites” para educar a los herederos de Sierra Maestra.)

Y así la protesta de muchos más obispos, entre ellos los de Estados Unidos, a quienes Ratzinger no contestó, prefiriendo evadir el debate. “Discutir sobre nosotros mismos y problemas de poder, sería un triste espectáculo”. Su acrobacia verbal, admirable, pero a nadie convenció. Nadie en Roma ha olvidado que el detonante que agravó la polémica sobre el papel de Roma frente a las conferencias episcopales progresistas fue el libro de Ratzinger.

Conclusión:  «Nadie puede negar la sordera cada vez más grande del Norte ante la creciente miseria del Sur, torturas y violaciones de los derechos humanos, cuestionamiento generalizado de los valores morales y sociales tradicionales, creciente indiferencia religiosa del antiguo occidente cristiano, fortalecimiento de las iglesias jóvenes aferradas a sus propios valores».

Los desafíos que este siglo lanza a la Iglesia son múltiples, ineluctables y radicales. En el Sínodo extraordinario celebrado en el 2005, ¿se impusieron los partidarios de una Iglesia cada vez más intensa e involucrada en los problemas políticos, económicos y sociales del mundo, o los que buscaban una dimensión estrictamente espiritual para esta misma Iglesia? Cuba,  Ratzinger (Dios…)

Flor y espejo de mártires

Mataron a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador. Mataron al religioso, al luchador, al héroe, al mártir. Lo asesinaron un 24 de marzo de 1980, pero su muerte a algunos nos pesa como si hoy mismo hubiese ocurrido. El bienamado de El Salvador celebraba misa en su iglesia de barrio en San Salvador cuando fanáticos de los escuadrones de la ultraderecha ARENA, de R. D’Abuisson, le quitaron la vida. Profeta al modo de Isaías, y como profeta defensor de los desvalidos, el Arzobispo fue asesinado al elevar la hostia en la celebración de la misa Su cuerpo cayó fulminado al pie del altar. Uno de sus fieles, su amigo fiel:

– Lo supe a las 3 de la tarde del 24 de marzo de 1980. Acababa de nacer la primavera. La mañana había sido calurosa y clara Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva generosa blanca que envolvía los cerros. Óscar compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa amaestrada prevista La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído. El gran Mártir de América había ganado la batalla a sus asesinos. Ojalá se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.

El religioso estaba presto a entregar la vida por la causa que amaba, y no es que sin motivo presintiera su muerte, que bien conocía a quienes lo acechaban a todas horas. «He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decir que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Si llegasen a matarme perdono y bendigo a quienes lo hagan. Como Pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse sus amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. Yo resucitaré en las luchas del pueblo».

Y lo asesinó un sicario contratado por un D’Abuisson canceroso del ánima, que al poco tiempo fue asesinado también, sólo que por un cáncer fulminante que del ánima se le fue al organismo. Eran años aciagos para El Salvador, sacudido por una crudelísima guerra civil entre la guerrilla del FMLN y el ejército del gobierno, apoyado, y cuándo no, por EU. El conflicto se prolongó el tanto de 12 años; el armisticio se iba a firmar en el Castillo de Chapultepec. Aquí, unas colonias adelante.

De la homilía que le granjeó una bala en el pecho:

– Queridos hermanos: sin las raíces en el pueblo, ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarlo a fuerza de sangre y dolor. Yo quiero hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles:

¡Hermanos: son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, no matar! ¡Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios! ¡Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla!

¡En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos: les suplico! ¡Les ruego! ¡Les ordeno en nombre de Dios! ¡Cese la represión!

Y lo mataron. Oscar Arnulfo Romero. (A su memoria.)

Sacarina y melcocha

Así pasan las glorias de este mundo, mis valedores. La de Luis Donaldo Colosio, pongamos por caso. ¿Se acuerdan ustedes de él?  Ayer mismo un grupo de tricolores llevaron a cabo un desteñido «homenaje» al candidato presidencial asesinado un 13 de marzo de 1994, al que ni el paisano del sonorense,  Manlio Fabio Beltrones, se acomidió asistir. Ah, pero la forma alharaquienta en que lucraron con su muerte, la de homenajes y fervorines que le dedicaron en su momento desde Ernesto Zedillo hasta mi consanguíneo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. Efímera, la gloria del malogrado candidato del PRI  a la presidencia de la República.

Efímera, porque nada la sostenía. ¿Qué ha quedado de la obra de ese al que intentaban la inmortalidad prodigándolo en bronces y mármoles, auditorios y centros deportivos, jardines y plazas públicas, las calles de esta colonia y algún callejón sin salida?

Ah, pero la plasta de cursilería y de melcocha que los aprovechados de la ocasión le aderezaron hace 18 años, muy  al estilo de la sacarina que le embarró  un tal Barrasa, priísta de corazón:

«Los mexicanos y extranjeros, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, niños y niñas, hablarán en el México de hoy y del futuro, de un… ¡hombre, hombre!, de Luis Donaldo Colosio, del niño que fue merecedor de ser premiado y traído a la ciudad de México, ¿para qué? ¡Para que el señor presidente don Adolfo López Mateos lo saludara, lo felicitara y lo premiara por haber sido alumno ejemplar y aplicado en la escuela de su querida tierra. Se dirá que él no ha muerto, porque de sus cenizas brotarán las ideas nobles, el pensamiento creativo, la acción fecunda, el amor a México. Luis Donaldo será recordado como el provinciano que voló hacia su terruño… ¡nomás para darles a saber a sus amados padres que era candidato a la presidencia de la República!”

El redactor de la nota de prensa, conmovido:  “El nudo en la garganta se rompió y las lágrimas rodaron hasta caer en ese que ahora cobija a Luis Donaldo. Un árbol de la esperanza. Un ahuehuete de 44 años de vida, la misma edad que tenía Luis Donaldo. Las balas no pueden asesinar al pensamiento, las balas no pueden masacrar la inteligencia, las balas no pueden detener la sed de libertad!»

En renglones cortos para simular el poema, un Castillo: “Entre el invierno y a llegar la primavera – el mundo clamaba con júbilo cuán grande y fuerte eres ColosioComo coloso – La multitud te seguía y aplaudía – Porque el destino marcó de un pueblo – que tú ibas a ser su guía – La multitud que te seguía – hoy expresan gran tristeza y agonía – Hoy te encuentras tan solo ya sin alegría”.

Por remedar el poema,  Beatriz Paredes: “Donaldo – No nos absuelvas – tú, el generoso, el de la sonrisa franca y los – ojos niños, de tan sinceros – no nos absuelvas – El sencillo, esforzado, pertinaz – no nos absuelvas – el leal, el demócrata, el honrado, -no nos absuelvas, – no nos absuelvas, no nos absuelvas, Donaldo, – prívanos del descanso, del buen – dormir, que nos lleve tu osadía. (Y en rengloncillos cortados a discreción:)

«Reconozco que la modernización – económica – sólo cobra verdadero sentido cuando – se – traduce en mayor bienestar para las familias – mexicanas, y que – para que sea perdurable – debe acompañarse – con el fortalecimiento de – nuestra democracia»,

Que nos convoque tu audacia (…) No nos absuelvas, Donaldo – Que sólo encontremos la expiación – cuando germinen tus ideales”. (Válgame.)

Ese era Colosio hace 18 años. ¿Y hoy? (Lóbrego.)

Sombras nada más

Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura, y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.

Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Luis Donaldo Colosio, mis valedores, ¿lo recuerdan ustedes? Más allá de bronces y mármoles, auditorios y plazas públicas, calles y callejones sin salida que mal soportan el nombre del sonorense que en su momento les endilgó el PRI-Gobierno, ¿qué queda a estas horas de aquel mediocre candidato presidencial del PRI cuya máxima hazaña fue morirse de muerte violenta? (Toda muerte es violenta). Nada queda, o casi nada. A lo desganado, por no dejar, unos cuantos desocupados del Tricolor van a hilvanar este fin de semana, en la rutina del ritual, tres frases hechas, y ya. Ah, pero aquello que fue hace 18 años…

Hace 18 años logró salpicarnos el chapoteadero de sacarina, cursilería y lagrimeo de glicerina que habrían  de expeler esos oportunistas histriones de la necrofilia con  vocación de plañideras que a lo aspaventero iban a perpetrar el aquelarre del oportunismo ventajista para sacar raja y tajada de aquel coyote de su misma loma al que antes masacraron como recurso para luego vendérselo a los incautos como héroe, mártir y salvador de la patria. Mucho cuidado, dije a todos ustedes por aquel entonces. Mucha cautela, que semejante dulzor es el de ciertos venenos. Del copal, el humazo, se me quedaron algunas volutas:

“El nombre del mártir en calles y plazas”. “Inauguración de la Plaza Colosio. Asiste. Mexicanos por la victoria”. “Del pueblo a Luis Donaldo, héroe y mártir de la democracia…”

“Desde las primeras horas de este día, decenas de magdalenenses acudieron al panteón  a visitar la tumba y la escultura de bronce en el centro del mausoleo donde reposarán los cuerpos del matrimonio Colosio”.

Y que la escultura del tal está unida a la de su esposa Diana Laura, con su brazo izquierdo apoyándola, “lo que significa, aclara un H.J. Islas, ingeniero,  la mano suave con la cual el candidato trataría los problemas políticos, a la población humilde y a los indígenas (sic). En tanto, el brazo derecho lo mantiene en alto, con la mano empuñada que demuestra la fuerza y la energía que seguramente usaría para los problemas difíciles del país”. Válgame.

Diana Laura. La mujer que siempre brilló con luz propia, no pudo resistir la ausencia de su compañero Luis Donaldo y en la mañana del 18 de noviembre (1995) terminó de cansarse (¡!); hasta ahí, las noches eternas y de soledad, no resistió más la ausencia del compañero y extendió los brazos para que la recibiera…”

Melcocha, sí, pero de un A.M. Barrasa el verdadero monumento a la cursilería: “Colosio era una luz en las tinieblas, un camino en la encrucijada, un ser superior que como Cristo, fue sacrificado por los rencorosos, los envidiosos, los que percibieron que era un hombre que haría un gobierno de equidad y justicia, y su interés mayor sería para los pobres. De honradez acrisolada, que prevalecería su espíritu democrático. Nuestro México querido y los pueblos de la Tierra de ese llamado Tercer Mundo ya tienen en su calendario cívico y social otro héroe civil».

(Mañana.)

Pestilencia

Exportador de crudo e importador de gasolina. Es México.  Aquí, antiguas huellas en el camino de la explotación del petróleo desde 1920. La opinión de J.A. Saade Atille  cuando funcionario, en 1978, del Complejo Petroquímico de Poza Rica:

– A la industria petrolera mexicana la mantienen a flote los técnicos responsables, mientras algunos dirigentes sindicales y políticos persisten en hundirla.

Nombra la prehistoria de la corrupción en PEMEX: Jaime J. Merino y Pedro Vivanco, caciques de los 50s, y a contratistas que tiempo más tarde se aprovecharon de la corrupción: políticos priístas, dirigentes sindicales y compañías transnacionales.

– Porque México es tan rico en energético que esta riqueza es sólo  comparable a la cantidad de pillos que se aprovechan de tanta riqueza. Políticos y líderes sindicales están acabando no sólo con PEMEX, sino con el país entero. Los políticos sólo se acuerdan de PEMEX para acomodar a sus recomendados en puestos claves o cuando quieren que tal o cual contrato se otorgue a alguno de sus colaboradores.

La prehistoria del energético. El Demócrata, marzo de 1920: “Nuestro redactor entrevista a uno de los principales inodados en el escándalo petrolero, el General Jacinto B. Treviño, que acaba de terminar su labor como ministro de Industria, Comercio y Trabajo:

– Señor, ¿qué hay de las onerosas concesiones petroleras que se sabe fueron otorgadas por usted durante su estancia en el ministerio de Industria?

– ¡Ya estoy cansado de tantas tonterías! ¡Debe usted saber que si en algún ministerio se hizo labor honrada, fue en el mío!

En la Junta Consultiva del Petróleo el reportero interroga al ingeniero Vázquez Schiaffino: “¿Qué hay de cierto en que las concesiones federales fueron dadas por el Gral. Treviño a sus puros amigos?”

– Efectivamente, ello es verdad. Pero esto, además de lógico, es muy humano. Ocurrió también durante la época del señor Carranza y la del Gral. Díaz. Eso es lógico, es simplemente humano.

El Gral. Salvador Alvarado se defendía públicamente y aclaraba la forma en que obtuvo una concesión para construir un oleoducto entre el puerto de Tuxpan y la ciudad de México: “En cuanto a las apreciaciones que se hacen respecto a que yo, sin ser petrolero, haya hecho un magnífico negocio con esa concesión, me concreto a manifestar: es un error considerar que esta clase de empresas sólo corresponden a extranjeros”.

Sigue El Demócrata: “Ya está plenamente comprobado que el multimillonario petrolero Bohey depositó en manos del clero de Tampico la cantidad de 400 mil pesos para que se proceda a la construcción de un templo católico. También se evidenció ya la circunstancia de que el petrolero norteamericano Dihey, para salvaguardar sus cuantiosos intereses de posibles atentados sociales en su contra, acordó erogar 500 mil pesos más, para la fundación y sostenimiento de obreros católicos. Así se pretende, por medio de la fe cristiana, del oro norteamericano y de las prédicas religiosas, que se enfrenten entre ellos mismos los obreros sindicados que ostentan las perniciosas ideas de Lenin y Trotski, sobre todo en fábricas y talleres».

El gobierno seguirá manteniendo su política nacionalista en materia de petróleo. Esta misma semana se han otorgado concesiones a A.P. Wichers, a la sociedad anónima E. Thomas y Cía., y a otras dos compañías extranjeras».

Más tarde se iban a emparentar PEMEX y la familia Mouriño. Mis valedores: es  el país de la industria petrolera. Es «nuestro» petróleo. Es nuestro país. (Es México.)

Granadas de boca

“Dondequiera que el hombre primitivo erigió una palabra, creyó que había hecho un descubrimiento. ¡Qué equivocado estaba! Había dado con un problema y, mientras suponía que lo había resuelto, había creado un obstáculo para su solución”.

Esta vez las palabras, mis valedores, que según quien las pronuncie, dan vida o matan. “Las palabras, dice el filósofo, simplemente violentan y vencen el entendimiento, y lanzan todo a la confusión y desvían a los hombres hacia inútiles fantasías”. Y que usamos las palabras y a la vez somos usados por ellas, y que las palabras ambiguas son como fuegos fatuos, y razonar por su conducto es deambular entre innumerables absurdos, y el resultado final es la confusión o el desprecio. «Una palabra corrompida destruye ciencia, razón y el beneficio de la humanidad».

Lógico. Materia prima de toda campaña electoral, los conceptos del discurso no denotan realidades; son  vocablos ostentosos que indican algo totalmente distinto, aun lo opuesto total de lo que significan en su acepción original. La palabra democracia, pongamos por caso.

Desde el Poder nos hablan de democracia, pero nunca nos explican a qué democracia se refieren. Saben bien que desde nuestra ignorancia no los vamos a tachar de embusteros. Democracia. Habría que desenmascarar a los simuladores que engañan con tan retumbante vocablo. Fox, por ejemplo, en su sexenio, desdichado aunque sin la sangre que ha derramado el devoto del Verbo Encarnado:

“Los mexicanos ya sabemos lo que es la democracia, sabemos lo que vale y sabemos lo que nos rinde en frutos y dividendos. Entonces, el concepto de democracia ya está muy afianzado en la gente y en la ciudadanía. En México cada voto cuenta, porque para eso tenemos una democracia”.

Así que los mexicanos tenemos ya democracia. ¿Y en qué consiste nuestra democracia? ¿Sabemos diferenciar la formal de la social y la participativa? ¿Qué clase de democracia es la que trajo Fox al país? Por cuanto al Verbo Encarnado, ¿aportó más democracia? ¿Qué clase de democracia?

Ustedes, mis valedores, que ya han logrado sobrevivir a varios sexenios, ¿recuerdan el México de la «revolución,» anterior a esa democracia que hoy pastorea un Leonardo Valdés?  Los sexenios  de López Portillo,  LEA y Díaz Ordaz, ¿los recuerdan? Antes de que los tecnoburócratas se apoderasen del Poder, ¿existía la democracia? ¿Encuentran ustedes alguna diferencia entre el México de la «revolución» y este país, el de la democracia? ¿Tal diferencia es prueba fehaciente de la acción positiva que sobre las masas sociales ha ejercido «nuestra» democracia? ¿En dónde se nota la mejoría? ¿En el empleo, el salario,  el respeto a los derechos humanos, la seguridad pública? ¿Se nota en la economía familiar, en el Seguro Social, en el ISSSTE, en las pensiones de los jubilados, o sólo y únicamente en una papeleta que nos aprontan cada tres y seis años, con candidatos que no son nuestros, sino del Sistema de poder?

Democracia significa poder popular, pero en «nuestra democracia» el Poder manda sin obedecer y el pueblo obedece sin mandar. ¿Entonces? Y aquí lo trágico: ¿por qué a estas horas andamos enfervorizados, calculando otorgar nuestro voto a este, a aquel o a aquella, si no son candidatos de nosotros, sino del monopolio de unos partidos que son parte del Sistema de poder? ¿Así somos de vulnerables ante la manipulación de los «medios»?

Pero vamos a votar. Yo, por supuesto, voy a votar. ¿Cómo? A saber, pero voy a cruzar la papeleta. ¿Pero democracia? Bah. Es México. (Este país.)

Juárez y el PAN

Todo lo que México no haga por sí mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere que otros Gobiernos u otras naciones hagan por él. Auxilios negativos son los únicos que puede darnos Estados Unidos, como el que nos fusile por la espalda. (Palabras del Benemérito.)

Veintiuno de marzo de 1808 – 18 de julio de 1872. En estas dos fechas cabe toda su vida, sin más. Sesenta y cuatro años fue el tiempo de vida de don Benito Juárez, pero años bastantes para troquelar en la historia del país rumbos, metas, perfil, señas de identidad. Una ideología propia, en fin. El de Juárez y su templado equipo de liberales fue un gobierno de claroscuros: desde una sufrida lucha contra gobiernos espurios y emperadores de pacotilla hasta una crueldad extrema para con los vencidos,  y desde unas luminosas Leyes de Reforma hasta un Tratado McLane-Ocampo que, en apariencia,  cedía parte del país a los Estados Unidos. De los males, el menor; Juárez y sus liberales instrumentaron el McLane-Ocampo  para evitar que el gringo se quedase con Baja California, Chihuahua y varios otros Estados del norte del país, y lo evitaron con el auxilio la guerra civil del Sur contra el Norte de EU, cuando los yankis maniobraron para evitar que los confederados se fortaleciesen con más territorio mexicano. Es la historia.

Hoy día el partido en el poder es el panismo, enemigo tradicional de las doctrinas de Juárez y sus liberales, como más tarde lo iba a ser del «socialismo» de Lázaro Cárdenas. El PAN: en 1997 legisladores del PRI, PRD y PT rechazaron las expresiones de algún  panista, que lo juraba: «Benito Juárez traicionó a México». Los diputados: «No permitiremos expresiones que pretendan dañar la imagen y el legado histórico del Benemérito. Es criticable la postura del panista, que pretende desprestigiar a Juárez como pretexto para  cambiar la nomenclatura de varias calles en el Edo. de México”.

Y Comparando a Zedillo con Juárez, voceros del Tricolor: El sacrificio del pueblo mexicano, necesario para salir de la crisis. No es permisible postergar el desarrollo en la justicia de millones a cambio de transitorios alivios. Lo sabía el Presidente Juárez. Lo sabe el Presidente Zedillo”. (Abyecto.)

Y llegaría  un gobierno reaccionario y yunquista, prokanki y confesional, y en Gobernación iba a encuevarse un hijo de Salvador Abascal,  fundador del Sinarquismo, que así se expresaba del Benemérito:

Juárez engañó a los indígenas expropiándoles sus tierras, pero no sólo eso: considero que la personalidad del Benemérito de las Américas ha sido sobrevalorado por el sistema político mexicano. Sugiero la necesidad de un redimensionamiento de su verdadero papel histórico.

Dn. Benito y el gobierno panista: “Cd. Camargo, Chih. “Una grave tensión política se suscitó cuando la alcaldía panista realizó la demolición de una estatua de Juárez para poner en su lugar la de un panista recién fallecido».

Aguascalientes, Ags., marzo de 1997. El alcalde panista decidió entrar en la posteridad e impuso su nombre a una calle que antes se llamó Benito Juárez. Colocó también el de los panistas Gómez Morín, M.A. Mérida y Efraín González, a calles de la colonia San Francisco”. Lo afirmó Juárez:

“No se me oculta ni trataré de disimularlo: la situación actual es complicada,

difícil y tal vez peligrosa”.

Veintiuno de marzo de 1808- 21 de marzo del 2012. Benito Juárez. (Benemérito.)

Un cerdo perfecto

El asunto Cassez en esta ocasión. Y nada, que un Arturo Zaldívar,  ministro de la Suprema Corte, ha lanzado una iniciativa que afecta de forma directa la actuación de la Proc. Gral. de la República y coloca a Florence Cassez en el  centro de la noticia y en la sección editorial de los matutinos.

¿Culpable Cassez, inocente? ¿Desaseo en su proceso hasta el grado de que es de justicia liberarla? De modificarse el estado de reclusión de la sentenciada, ¿va a alterar la situación de Israel Vallarta y demás miembros de la banda de secuestradores El Zodíaco? ¿La contundencia de las pruebas amerita que se le mantenga en el reclusorio? De liberar a Cassez, ¿el caso creará jurisprudencia? ¿No? Y a realizar foros, consultas y cabildeos en busca de la salida al dilema que plantea el asunto de la presunta secuestradora de origen francés, que ha motivado choques de gobierno a gobierno.

Y qué equilibrio se advierte en la abundancia de estudios que publican los matutinos, donde la mitad de de los analistas «demuestran» la culpabilidad de Cassez, como la otra mitad  «demuestran» su inocencia. Cuántos en este momento se han erigido de jueces. ¿De buena, de mala fe? ¿Buenos o malos, acertados o erráticos?

El rebumbio que han alzado los tales, que se erigen en jueces, me recuerda el episodio de los cómicos de la lengua que en aquel lugarejo dieron su primera función.

Se cantó, se bailó, y el acto supremo:  salió al escenario el artista aquel cubierto de cabeza a cintura y el cuerpo doblado al frente. De súbito, bajo la capa de colorines,  se escuchan tales gruñidos de cerdo que resultaron todo un primor y que prendieron la admiración de los lugareños, y eso fue aplaudir, y jalear, y exigir al artista que descubriera el animal. Y entonces…

Entonces se yergue el artista, levanta la capa y el “¡oh!” de la concurrencia: ahí no había cerdo ninguno; los gruñidos habían sido producidos por el artista. La carpa se convulsionó de aplausos, y en eso estábamos cuando lo inaudito: un lugareño increpa a los entusiastas:

“¿Y ustedes por qué le aplauden? ¡Mal ejecutada fue la imitación del marrano! ¡Yo lo hago mucho mejor!”

Asombro, estupor ante la audacia del payo:

– ¡Sí, yo reto al artista a que mañana gruñamos los dos a ver quién mejor gruñe! ¡Todos ustedes  serán los jueces!

Sellado quedó el desafío. La noche siguiente, la carpa a reventar, que aparece el comediante, medio cuerpo cubierto, y que resuenan unos gruñidos todavía más gruñidos que la noche anterior: ásperos, estridentes, copia fiel del original. Un cerdo perfecto. Un perfecto cerdo. La carpa, engrifada de aplausos. «Señor retador: su turno».

El cual, cuerpo agachado y cubierto con una cobija, apareció en escena,  y ahí arranca su tanda de gruñidos. Ah, decepción; gruñidos eran, sí, pero qué porquería, qué mala copia de gruñidos, todos desafinados, destemplados todos, falsos y sin  gracia ni ingenio; una traición al original, o sea el puerco. Los lugareños:

– ¡Callen a ese ridículo! ¡Bájenlo de los..!

Y aquellos silbidos, y los abucheos, y una que otra de madre, y fue entonces: ahí se alza el payo, ahí se descobija y  aparece, entre sus brazos, un puerco real, un añejón al que se las jalaba, las orejas, y por eso aquel gruñir que los payos tomaron por una mala imitación de gruñidos. A medias del estrado, el lugareño:

– ¡Para que todos ustedes calculen lo buenos jueces que son!

Y colorín colorado. Pero no, que ahí persiste la interrogante: la Cassez, ¿inocente o culpable? ¿Qué? (La justicia.)

¿Inocente o culpable?

Los criminales confesos y los renuentes a confesar. Al ministro Saldívar, de la Suprema Corte, que pugna por sacar de la cárcel a la presunta secuestradora Cassez, dedico la síntesis de un relato de  Gonzalo Fortea que remití hace un año  a los jueces que por escrúpulos de una “duda razonable” exoneraron de su crimen a un Sergio Barraza asesino confeso de Rubí Marisol Frayre, cuyo cadáver descuartizó. Luego de confesar su crimen en el juzgado y pedir perdón a Marisela Escobedo, la madre de la víctima, los jueces absolvieron al asesino descuartizador. ¿Motivo? No contaban con más evidencia que la confesión del asesino. La síntesis del relato:

– Señor fiscal: soy un asesino.

Mi defensor se levantó, indignado: “¡No se reconoce culpable!”

– Pero maté a la víctima.

El juez: “Demuéstrelo. ¿Tiene testigos?” Yo: “No se buscan testigos para cometer un crimen”. El juez: “Quizá a usted le hubiera convenido tener uno. ¿Dónde está el arma homicida?” Yo: “La perdí. Puede que la haya arrojado a una alcantarilla”. El juez: “La zona se registró en su día y el arma no apareció. Tendrá usted que demostrar su crimen”.

El fiscal estaba nervioso. Le hice un gesto como diciéndole: no se preocupe, lo conseguiremos. Se animó: “¿Los motivos del crimen?” Yo: “Robarla, naturalmente. Me encontraba en una situación muy difícil. Hacía dos meses que había perdido mi empleo. Necesitaba dinero para poder comer. Creí que el piso estaba vacío, pero de pronto apareció la señora. La maté para que no se pusiese a gritar”. Mi defensor: “¿Gritar? Paralítica, no podía emitir sonido alguno”. Yo: “No lo sabía. Tuve miedo, perdí la cabeza y la maté”.

– No nos convence, dijo el juez. “¡Ustedes no estaban ahí, y yo sí!”. “Demuéstrelo”, dijo el juez, y el abogado defensor: “Usted afirma que penetró en la casa con intención de robar. ¿Qué fue lo que robó?” Yo: “Nada, no encontré nada”. “La anciana guardaba una importante colección de joyas en uno de los cajones de la cómoda, que no estaba cerrado con llave”.

– Nada encontré.

– ¿Usted nos toma por imbéciles?  La cómoda no fue registrada. No había huellas dactilares.

– Utilicé guantes.

– No se observaba el menor desorden.

Mi abogado defensor: “Señor juez, señores del jurado: el asesinato conlleva pena de muerte.  ¿Vamos a consentir que el acusado se ría de nuestras sagradas instituciones, de la Justicia, y que utilice el dinero y el prestigio del Estado para consumar lo que sería su suicidio? ¿Hemos de volvernos idiotas para creer en su desmañada sarta de absurdos? Observen su rostro cansado. “Es que estoy aburrido.  ¡Ya está bien!”

El juez dio un golpe sobre la mesa: “El acusado se abstendrá de alzar la voz”. Dije: “¡Soy culpable!” “¡Cállese! ¡No invente que es culpable!”

“¡Protesto!”, gritó el fiscal. “¡Denegada la protesta”, sentenció el juez. “Puede retirarse el jurado a deliberar”

– No es necesario, señor juez. Todos estamos de acuerdo.

– Levántese el acusado.

Cuando salí a la calle un hombre se me acercó sonriendo. Era mi abogado defensor, con la diestra tendida. “Enhorabuena”. El fiscal, en cambio, caminaba con la cabeza hundida rumbo al automóvil.

– Maté a la vieja, ¿sabe?, le dije.

– Claro, sí, ¿y eso ahora qué importa?

Subió al automóvil. Yo metí las manos en los bolsillos del saco y me fui a vagabundear hasta la hora de apertura de esos lugares en donde dan sopa gratis a mendigos y desocupados. Estaba a punto de llover.

Mis valedores: este es nuestro país, estos sus jueces, sus asesinos,  su Justicia. Todo esto es México. (Cassez.)