¿Racista México?

El domingo pasado, ¿lo supo alguno de ustedes?, la mala conciencia del mundo «civilizado» celebró el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Y qué mejor ocasión para las cifras espectaculares: que los hombres trabajan 27 horas y 24 minutos a la semana; que la trabajadora doméstica, 56 horas con 18 minutos (Sic).

Y que ella trabaja por sueldos ínfimos, sin prestaciones laborales ni servicios médicos, a lo que hay que agregar la discriminación por parte de la patroncita: gata, india, chacha, floja, tragona, en fin. Ah, pero en México, jura el discurso oficial, se han abolido racismo y esclavitud.

– ¿Abolido? Cuando yo trato de exigir mis derechos me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata?

Por salarios de hambre estas modernas esclavas tienen que cumplir jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones y para todos ser la  “sirvienta”, la “criada”, la “muchacha”, la “gata”, y no más. Aun cuando integran más de 2 millones que luchan por mejorar sus condiciones laborales, son víctimas de explotación, discriminación, abusos y hostigamiento sexual; porque, como se jacta el  patroncito: ¡Para carne buena y barata – la de la gata! Abyecto.

Por que calculemos el trecho que nuestro país haya avanzado en materia de derechos humanos con la abolición del racismo  y la esclavitud de la auxiliar doméstica transcribo palabra a palabra la escenilla hogareña que ocurrió en la  Grecia de hace 25 siglos:

Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Pero cuando mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan. Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bribona. Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienen sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza!

¿El asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Preguntar sobre el fabricante de cierto adminículo  consolador de mujeres solitarias, que  confeccionaba el zapatero.

En 25 siglos, de la esclava a la “chacha”,  ¿alguna evolución? Dos expresiones  que “exaltan” a la auxiliar doméstica. Sabines:

“Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las gatitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución». (¿Que que?)

Este otro, mejor:

Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos- está frente a mí y el humo del café – Mi hermosa criada pálida como un escualo – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan – Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua”.

Ella,  la esclava moderna. (México.)

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