¿Flor de virtudes?

Jorge Carpizo, mis valedores. Jurista, político, catedrático, el recién fallecido fue un personaje controvertido al que apenas ayer se lanzaban dardos de crítica hasta la PGR que él encabezó, y a Gobernación, y a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Lo recuerdan ustedes en aquel entonces? Carpizo, Salinas, Prigione,  los hermanos Arellano Félix…

Ocurrió hace algunos años, cuando el Dr. Carpizo arribó a la sede de la CNDH. Yo visité un reclusorio y miré a algunos presos, y hablaron conmigo, y redacté el siguiente recado que hoy, ausente el Dr. Carpizo, presento de nuevo a ustedes:

Dr. Jorge Carpizo, fundador y presidente de la CNDH:  lo invito a que venga conmigo. Quiero mostrarle que no por nombramiento presidencial sino por vocación se involucra el humano en la defensa de los derechos humanos. Por humanismo, por una mística se defienden. ¿Pero usted, de repente adalid de esos derechos por mandato salinista? ¿Usted haciéndola de peón de Salinas para zurcir los entuertos que perpetra Salinas? Y usted no es ingenuo. ¿Entonces?  ¿Qué viene siendo, doctor?

Y la forma en que se ha echado a “defender” esos derechos, doctor. Conozco por boca de las propias víctimas o sus familiares el procedimiento que aplica usted desde su oficina de la CNDH: escucha, detrás de un escritorio, cuando accede a escuchar, y ahí su respuesta: «¡Bueno, sí, pero pruebas, documentos! ¡Que vengan los afectados y exhiban pruebas!” Ellos, doctor, a estas horas encerrados, quebrantados, medio muertos después de la más reciente sesión de “interrogatorio científico…»

Y allá van, desde su escritorio, la recomendación, el recado, el telefonema, el oficio sellado o el memorando dirigido a los violadores: “En referencia a denuncias que obran en poder de esta H. Comisión…” ¿Con tal burocracia defiende los derechos humanos? ¿No estará construyendo a golpes burocráticos su carrera política?  Dr. Carpizo:

Le reitero la invitación del paseo, los dos juntos. Es que quiero mostrarle, demostrarle en carne viva, desflorada carne, con lloraderos de sangre todavía, la forma en que la tortura contra los desdichados sospechosos de ser sospechosos violenta los derechos elementales del mexicano. ¿Quiere verlo con sus propios lentes? ¿Se atreve, abogado defensor de los derechos humanos?

Entonces álcese del sillón y vayamos al reclusorio y solicitemos una entrevista con los infelices a los que acaban de entregar los representantes de la “justicia”. Ahí , doctor, van a ver sus lentes lo que yo he presenciado: carnes rotas, desgarradas con clavos las plantas de los pies, masacrados los testículos y hechos garras los costillares, y aquellas lenguas quemadas a toques eléctricos, y aquellas narices rotas, y secuelas del agua mineral, y la cabeza, que fue sumergida en la taza del excusado. A la viva fuerza, al sadismo vivo, a la patología vil…

¿Se anima, doctor? Vayamos al reclusorio, y verá lo que va a ver, y verá también que si es varón de virtudes desecha esa encomienda, porque sabrá que ninguna honra agrega a su curriculo proseguir con el oficio de los oficios firmados, cuando en las celdas de tortura se sigue desgarrando infelices. En el sillón de la CNDH, por contras, sí engaña a las masas con aquello de que esas siglas castigan la represión que perpetra el gobierno, el del propio Salinas. Bote esa chamba, doctor. Tantas hay a la medida del varón de principios, vergüenza, decoro, dignidad. Bótela, Dr. Carpizo. Y ya. (Es cuanto.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *