La serpiente y el águila

 “El PRI no debe utilizar los símbolos patrios.  Himno Nacional y bandera son de los mexicanos,  símbolos de los mexicanos, no sólo de un partido. Y México no es el PRI ni el PRI es México. (AMLO, ex-priísta.)

Y aconteció hace algunos ayeres: según encuesta convocada   por el diario español 20 Minutos la bandera más bonita del orbe resultó ser la nuestra. Sin más. Yo evoco, a propósito, la reclamación que a principios del sexenio pasado lanzaba un Jaime Veloz, diputado priísta, contra el “águila mocha”:

– ¿Por qué cambio Fox nuestro escudo nacional? No me convence ninguna de las explicaciones de que el águila está en posición de ir hacia adelante. ¿Cómo puede un águila caminar hacia adelante, si no tiene alas?

Un punto de acuerdo del priísmo en  San Lázaro “para que este órgano legislativo exhorte a la Secretaría de Gobernación con objeto de que disponga que todas las dependencias del Ejecutivo Federal utilicen legal y correctamente los símbolos patrios”.

Un detalle omitían: que desde su nacimiento hasta hoy día el PRI viene haciendo mal uso de los colores patrios al embarrarlos en su logotipo. Cuando la oposición presentó un punto de acuerdo para que el Senado prohibiese al PRI el uso de los tres colores, así respondió el priísmo:

– ¡Eso nunca! ¡La propuesta no tiene por qué ser aprobada en el Senado, y ni siquiera por el Congreso, toda vez que es un asunto interno del PRI! Si nosotros decidimos cambiar siglas y logotipo es un asunto que sólo toca a nosotros. No tiene por qué tratar de imponérsenos con camisa de fuerza. La propuesta es electorera.

Y a la exhortación del panista Ernesto Rufo para que se liberaran los colores patrios: «¡Para el Frente Juvenil Revolucionario del PRI la propuesta es una tontería que debe ser rechazada! Cada partido tiene derecho a utilizar los colores con que se identifica. El PAN utiliza el azul y blanco porque se identifica con la bandera gringa. ¡El PRI ha utilizado siempre los colores nacionales porque siempre se identifica con México!»

El PRD: “Impugnaremos ante la autoridad electoral la utilización de los colores de la bandera nacional en el escudo del PRI. No es sólo un reclamo nuestro; millones de mexicanos perciben el mismo sentir. O todos utilizamos los colores nacionales, o ninguno”.

En tanto, organizaciones civiles piden al Congreso tome medidas para prohibir que los priístas usen los colores nacionales para manipular al electorado y hacerle creer que ellos son México y que México es de ellos”.

– ¿Que qué?, replicó un Amador Rodríguez, tricolor: ¿Despojarnos de los colores patrios? Esa es sólo una cortina de humo de la oposición. Se considera a la ciudadanía tonta o tarada que no sabe por quién votar.  “Voy a votar por la bandera”. Eso es totalmente estúpido.

Roberto Campa: “No hay marcha atrás ni titubeos que obliguen al PRI a cambiar los colores de su logotipo. Ellos le dan la identidad y es un derecho que tiene desde su creación. Los priístas no perdemos el tiempo en criticar los colores azul y  blanco del PAN o el amarillo del PRD. ¿O sí?

El entonces priísta Arturo Núñez: “A los colores patrios tenemos un derecho histórico. Con ese tema recurrente y obsesivo pretenden justificar sus derrotas electorales. El PRI hará valer su mayoría para defender sus colores patrios. ¡Nosotros iniciaremos una cruzada en defensa de la identidad de nuestro partido!

En fin, que en todo esto lo único cierto es que la bandera más bella del mundo es la nuestra, siempre que vaya estampada en un barril de petróleo.

(Repsol.)

Cambiaron misas y devociones

Pero no el santoral político, asegura el escritor Gabriel Zaíd, y so pretexto del Día de la Bandera, cuya celebración pasó ayer casi  inadvertida, acusa un  legislador:

– Se imputa al Prof. Luis Gárate, de El Palmito, Sin., haber ultrajado la bandera nacional, que usó para limpiar los cristales de la ventana de su casa. Como este hecho afrenta los sentimientos patrióticos del pueblo mexicano, que se investiguen los hechos y se proceda a la consignación e inmediata destitución del dicho Prof. por ser indigno de desempeñar el noble cargo de maestro de la niñez mexicana.

El sociólogo y antropólogo Roger Bartra:

Exaltar los símbolos patrios es presagio de guerra. Donde existe la democracia la importancia de los símbolos patrios decrece y empiezan a tener importancia otra clase de símbolos. Es una mala señal que en México se recurra tanto a la simbología patriótica.  Cuando hay tanto uso de las banderas es que hay señales de conflicto.

Zaíd: Las banderas y los himnos como símbolos sacros del estado son decimonónicos. La declaración de que esos emblemas son nacionales es un engendro político del siglo XIX. Han cambiado las misas y las devociones, pero no el santoral político ni las devociones oficiales, ni las misas de gallo del 15 de septiembre que para celebrar su cumpleaños inventó Porfirio Díaz. El patriotismo que hoy se extiende por el planeta es más pacífico, más abierto y local. Requerimos de unos símbolos patrios más tranquilos, menos aparatosos.

Bartra: Símbolos patrios y nacionalismo prácticamente nacieron juntos. Pero una nación puede sobrevivir sin nacionalismo. Porque el tal se convierte en algo dañino para los habitantes que viven en un territorio, una enfermedad y no un factor de desarrollo. Desde hace varios sexenios el nacionalismo le ha hecho mucho daño a país. Se ha vuelto institucional y está actuando en contra de la nación misma. Está en clara y franca crisis. Hay muchos que se han propuesto como salvadores del nacionalismo. Lo mejor sería que no hubiese salvadores, que los mexicanos pudiésemos vivir en una sociedad democrática.

Esa tremenda insistencia en la formalidad del símbolo proviene de un intento de vestir el cuerpo desnudo. El cuerpo del nacionalismo tradicional revolucionario está desnudo, pero el Gobierno quiere cubrir esta desnudez a como dé lugar. Es como si literalmente se cubriera con el paño de la bandera como el símbolo más vacío de contenido, sin acudir a ninguna tradición Por eso son símbolos completamente vacíos, manipulados.

Salamanca, Gto.: Empleados de parques y jardines de la presidencia municipal utilizaron una bandera nacional para recoger la basura de la vía pública. Colocaban sobre el suelo el lábaro patrio echando sobre él todo tipo de basura y excremento de perros. Luego de echar la basura en la caja del vehículo lanzando con fuerza y como catapulta, sacudían la bandera para repetir la acción. Argumentan: «La encontramos por ahí en un basurero, y nos ha servido mucho para recoger la basura».

Tufarada de halitosis que arrojó en el 2001 cierto ¿poeta? campechano:

Yo me seco el orín en la bandera -De mi país – Ese trapo – Sobre el que se acuestan los perros – Y que nada representa – Salvo tres colores – Y un águila – Que me producen – Un vómito nacionalista – O tal vez un verso – Lopezvelardiano – De cuya influencia estoy lejos, – Yo, natural de esta tierra, – Me limpio el culo – Con la bandera y los invito a hacer lo mismo – Verán a la patria entre la mierda de un poeta.    ¿Poeta? ¿De veras? (Puaf.)

Mi país. Ah, mi país…

Es el único acto de los hombres que no se justifica. Los traidores son los únicos seres que merecen siempre las torturas del infierno, sin nada que pueda excusarlos. (Maquiavelo.)

Y fue un día como el presente, pero de 1913, cuando  la traición arrojó sus frutos atroces y con sangre derramada remató la maniobra del cuarteto de felones: Félix Díaz, Aureliano Blanquet, Manuel Mondragón y el cabecilla de los tales, Victoriano Huerta. Autor intelectual y quien movió los hilos de la conspiración fue un Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país. Tiempo después ese gobierno iba a descalificar actuación tan reprobable y atribuirla a la dipsomanía del diplomático. Sigue aquí, en la versión del propio Lane Wilson, la crónica de los hechos horrorosos en que perdieron la vida Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.

“Indiqué que esta situación habría de continuar si los dos beligerantes no zanjaban sus diferencias y se sometían a la autoridad de Congreso, la única representación popular existente. En tres ocasiones, cuando la discusión se interrumpía, yo entraba en  la estancia y los incitaba a continuar deliberando con exhortaciones a la razón y al patriotismo.

Finalmente, para forzar una decisión, les señalé que de no acordar entre ellos la paz el gobierno de Washington no podría resistirse a la demanda cada vez más enérgica de las potencias europeas para que interviniera en México. Surtió el efecto deseado. A la una de la mañana se firmó el acuerdo, se depositó en la caja fuerte de la embajada y se emitió una proclama anunciando el cese de las hostilidades.

Durante la entrevista, harto dramática, miles de impacientes rodeaban la embajada, dentro de la cual ocurría una discusión en voz baja aunque animada, una batalla de intereses en conflicto; afuera la muchedumbre esperaba ansiosa y pacientemente el anuncio de una decisión que concernía tan de cerca sus vidas, sus propiedades y su  país.

Cuando se anunció al final que, consintiéndolo ambos grupos, se había logrado un acuerdo, y que con la autoridad del Congreso el general Huerta sería presidente provisional y el general Díaz quedaba en libertad de postular su candidatura para la presidencia, la noticia se propagó como reguero de pólvora a través de la ciudad y fue recibida con regocijo universal.

Aquella noche desfilaron 30 mil personas por las calles de la ciudad de México agradeciendo la paz y agradeciendo al gobierno norteamericano su decisiva participación para hacerla realidad.

Tras años de maduras consideraciones no vacilo en decir que si volviese a encontrarme ante la misma situación y bajo las mismas circunstancias, adoptaría exactamente el mismo proceder«.

Lo publicó el poeta Salvador Díaz Mirón:

“El Señor General Victoriano Huerta hizo todo por salvar a la patria gravemente comprometida, y creyó conseguido su objeto con la aceptación de las renuncias de los Sres. Francisco I. Madero y José María Pino Suárez (…) Pero la conducta de la Cámara de Diputados era la insania y de sedición. Cínica empezó una labor contra el Ejecutivo, sañuda y tenaz, intolerable; se convirtió en foco de subversión: no obraba sino por estímulos de rabiosa demencia y así el Sr. Gral. Huerta se hallaba en la incapacidad de cumplir con el acto y noble deber de volver al país a la paz, al orden, a la civilización”.

Clama el poeta Efraín Huerta:

¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias, FBI! –  ¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!  – Mi país. Oh, mi país…

El mío, el nuestro. (México.)

 

Decenas trágicas

Porque la Historia no es eso que enseñan los libros de Historia, mis valedores. La Historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. La de Decena Trágica, pongamos por caso.

Fue un día como el de hoy, pero de hace 100 años. A Francisco I. Madero y J. Ma. Pino Suárez les restaban 24 horas de vida. Aquí la versión de Henry L. Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país y en cierto modo autor intelectual del magnicidio.

«Cerca de la hora señalada, bajo la protección de la bandera norteamericana, se presentó el general Félix Díaz, acompañado de funcionarios de la embajada y de dos o tres personas escogidas por él. Al entrar me agradeció muy encarecidamente que pretendiese yo lograr la paz mediante mis buenos oficios. Después de presentarlos a algunas de las damas y otros amigos en la embajada, acudí a la puerta principal para recibir al general Huerta que justamente llegaba escoltado oficialmente por la protección de la bandera norteamericana.

El escenario afuera y adentro de la embajada era impresionante al intercambiarse los saludos oficiales. Se había instalado la iluminación eléctrica adicional y ella permitía visualizar plenamente el tinglado.

Había probablemente veinte mil personas apretujándose en las calles contiguas a la embajada, y la embajada misma estaba atestada hasta el desbordamiento de norteamericanos, de diplomáticos y de oficiales de Díaz y Huerta. Eran momentos trágicos; con todo, no era una escena sombría: el resplandor de las luces, la gallardía de los uniformes y la presencia de las mujeres abrillantaba y vivificaba el cuadro…

No perdí tiempo en llevar a los dos generales, Díaz y Huerta, a la biblioteca de la embajada donde, para mi consternación, ambos se hicieron acompañar de numerosos asistentes y consejeros. Los ‘asesores’ no tardaron en enfrascarse en conflictos verbales que prometían tener duración desconocida e infinitas posibilidades. No era este el propósito de la reunión y me vi finalmente obligado a solicitar que todos se retirasen, a excepción del general Huerta, el general Díaz y mi secretario».

Los embajadores de EU en nuestro país, desde el intervencionista Poinsett hasta el actual, pasando por un  “Tony” Garza que en los tiempos en que Bush buscaba cómplices para perpetrar su genocidio en la carne de Iraq, se atrevió a formular la advertencia al entonces presidente mexicano Vicente Fox:

 No estamos pidiendo a México que le haga un favor a Bush. El se va a reducir a preguntar: ¿dónde estabas cuando yo te necesité?

Intolerable osadía. Hablé ayer, a propósito, de ese Henry Lane Wilson al que la historia señala como el autor intelectual del asesinato de Madero y Pino Suárez, muy por encima de los conjurados a quienes empujó al magnicidio: Huerta,  Mondragón, Félix Díaz y Blanquet. Sigue aquí el testimonio del intrigante cuando decidió que “esta situación es intolerable, y yo voy a poner orden”:

Aquel 18 de febrero de 1913 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México”. Y que entonces mandó llamar a Huerta y Díaz. El testimonio que rindió años después, ya como dipsómano caído de la gracia de Washington:

“No perdí tiempo y llevé a los dos generales a la biblioteca”. A los dos los había llamado con el exclusivo propósito de que terminara la situación que prevalecía en México durante los últimos diez días, situación que había significado la destrucción de diez mil vidas y de una enorme cantidad de propiedad pública y privada».

(Mañana. el final.)

Destino de pueblos débiles

Todo el país amortajadoTodo el país envilecido – Todo esto, hermanos míos – ¿no vale mil millones de dólares en préstamo? Efraín Huerta, poeta-

Tal es el destino de pueblos apáticos, desidiosos,  adolescentes que no acaban de madurar. Son los tales de mente colonizada cuya historia redactan los presidentes norteamericanos por medio de sus agentes disfrazados de embajadores. Joel  Poinsset y Henry Lane Wilson, los más mortíferos para nuestro país.

Hablando de Wilson: su actuación como el verdadero autor intelectual del asesinato de Francisco I. Madero iniciaría su clímax un 18 de febrero de 1913, cuando el ex-presidente de México, a quien sus asesinos forzaron a renunciar,  fue arrestado  por el militar Aureliano Blanquet y acribillado tres días más tarde junto con José María Pino Suárez, ex-vicepresidente. Es la historia.

Lo acontecido hace cien años viene a poner en evidencia la clase de diplomáticos que los  gobiernos de Washington arrojan por sistema contra su vecino del sur, desde Joel Poinsett  hasta el actual Antony Wayne, este que en los inicios del PRI-Gobierno se ha atrevido a inmiscuirse en temas tan delicados como la designación del Sec. de la Defensa Nacional. «Pero no me almiro de ellos», decía mi padre, «sino de los aturdidos que…»

Cuando el genocida G.W. Bush buscaba cómplices para su mortandad en Iraq, el Fox de por aquel tiempo, por no comprometerse ni con Dios ni con el Diablo, corrió a esconderse bajo las sábanas de un hospital. Entonces el embajador Garza («Toni») se permitió la amenaza:

El gobierno de Fox podría pagar un alto costo político en las relaciones bilaterales si en el debate sobre Irak vota contra los deseos de la Casa Blanca.

Porque así de insultante para gobiernos débiles, cómplices o entreguistas, resulta la intromisión de los diplomáticos gringos de la calaña del susodicho Lane Wilson, de muy ingrata memoria, que tras de una gestión depredatoria que habría de culminar en el magnicidio, y una vez caído en desgracia de Washington por excesos de licor, intentaba justificar su conducta como protagonista en las convulsiones de la Decena Trágica. Aquí, en la versión del propio Lane Wilson, la crónica de los hechos que preludiaron el magnicidio.

“Aquel día 18 de febrero de 1813 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México. La situación era esta: dos ejércitos hostiles se encontraban en posesión de la capital y toda autoridad civil había desaparecido. En varias calles de la ciudad comenzaban a aparecer siniestras bandas de salteadores y ladrones, y a lo largo de las vías públicas desfilaban hombres, mujeres y niños al punto de inanición. Alrededor de 35 mil extranjeros, a los que el desarrollo del bombardeo puso al parecer bajo la protección de la embajada, se hallaban a merced de la chusma o expuestos al tiroteo indiscriminado que en cualquier momento podía iniciarse entre las fuerzas de los generales Huerta y Félix Díaz, involucrando así las vidas y la propiedad de quienes no eran combatientes.

Sin habérselo consultado a nadie, decidí pedir a los generales Huerta y Díaz apersonarse para deliberar en la embajada, territorio neutral que podría garantizar buena fe y protección. Mi objetivo era hacerlos llegar a un acuerdo para la suspensión de hostilidades y para que conjuntamente se sometiesen al Congreso Federal.

Cerca de la hora señalada, bajo la protección de la bandera norteamericana, se presentó el General Félix Díaz  (Mañana.)

La iglesia de los pobres

 La visita del Papa a México es utilizada por fuerzas y “medios” de derecha. Ellos son los que instrumentan figura y mensaje papal. Los sectores conservadores de la Iglesia en México siempre tratarán de ganar para sí el mensaje del papa. La ambigüedad papal deja las puertas abiertas.

Y que cuando un Sistema de poder, por privilegiar el interés de unos cuantos, perjudica el bien común, la Iglesia no sólo debe denunciar la injusticia, sino enfrentarla. Para liberarla de las ataduras temporales con el Poder ha de separársela del Estado. Ello la hará más libre de compromisos y mostrará que para realizar su misión, afirman los teólogos de la Iglesia de los pobres, confía más en la fuerza del Señor que en la  del poder, y podrá encontrar la única vinculación terrena que le corresponde: la comunión con los desheredados, sus inquietudes y sus luchas.

Pero ello empuja a los teólogos a la confrontación con inquisidores y nuncios apostólicos, situación agravante «porque, consideramos un derecho y un deber denunciar como señales del mal la injusticia salarial, las privatizaciones del pan cotidiano, la explotación del pobre y de la nación y la opresión de la libertad».

– Nadie debe dejarse intimidar por esos  “celosos” de la “pureza” y la “dignidad” de la acción sacerdotal religiosa, que tachan de “política” tal intervención de la Iglesia. Tan falso celo encubre la intención de imponer la ley del silencio cuando urge prestarles voz a quienes sufren la injusticia, y es apremiante desarrollar la responsabilidad social y política del pueblo de Dios y ayudarle a liberarse de las esclavitudes a que lo tiene sujeto la injusticia y el odio, la ignorancia y el pecado, el hambre, la miseria, la opresión…

La teología de la Liberación, esa Iglesia de los pobres que Karol Wojtyla y Ratzinguer trataron de asesinar, sigue viva con la guía y la mística del Evangelio. Tras el fracaso del desarrollismo los inconformes se lanzaron a la guerrilla, que se frustró junto con  la «vía electoral». Entonces surge con fuerza esa corriente viva del Evangelio en la que seglares y sacerdotes, en proporción cada vez mayor, buscan participar de manera más activa en las decisiones pastorales de una Iglesia que rompa su complicidad con un orden social injusto. En una renovada fidelidad al Señor  se comprometen con el Evangelio y vinculan su suerte con la de aquellos que sufren miseria y opresión. La iglesia de los pobres.

Sacerdotes y religiosos, en proporción cada vez mayor, intentan participar de manera más activa en las decisiones pastorales de la Iglesia. Buscan que ésta rompa sus solidaridades con un orden injusto y que, en una renovada fidelidad al Señor que la convoca y al Evangelio que ella predica, comparta su suerte con la de aquellos que sufren miseria y despojo. En fin.

Súbita e inesperada fue la decisión de Ratzinger. Renuncia a la silla de Pedro para irse del mundo y refugiarse en algún antiguo convento de monjas dentro de la ciudad de El Vaticano. Ante esa ocurrencia inédita el mundo aguarda al sucesor. ¿Un reaccionario al tamaño de los dos anteriores? ¿Un cristiano de la talla de Juan XXIII, el «Papa bueno» del Concilio Ecuménico con el que intentó sacudir  a la Iglesia  de su polvo medieval? ¿Alentará la labor de la Iglesia de los pobres que a su hora mantuvieron  viva  los Casaldáliga, Cámara y Boff,  y acá entre nosotros  don Sergio Méndez Arceo y el «Tatic» Samuel Ruiz García, que a su muerte dejó como  heredero de su apostolado al obispo Raúl Vera? (Beneméritos.)

La Buena Nueva

Y a fin de cuentas, mis valedores, ¿qué conducta es más de admirar? ¿La de Karol Wojtyla, que se mantuvo en la silla papal hasta su fallecimiento, o la de  Joseph Ratzinger, que en un ejercicio de autocrítica determinó que ya sus fuerzas físicas no le alcanzan para manejar una jerarquía católica desflecada y en crisis de descomposición, donde privan la ambición y las  traiciones y los juegos de poder?     Para la Iglesia de los pobres, la Teología de la Liberación, ¿cuál de los dos resultó más dañero: el polaco, que la  proscribió o el alemán, por aquel tiempo a cargo de la Congregación para la doctrina de la Fe,  el nuevo nombre de  la antigua Inquisición?

Por cuanto al sucesor, ¿asiático, africano, europeo? Que pudiera ser de la América mestiza, y más allá de un improbable dedazo del Espíritu Santo, se descarta la posibilidad. De los 118 cardenales electores el 55 por ciento son europeos, y apenas un 14 por ciento de la veintena de repúblicas al sur del Bravo. Esto, según los estudiosos, resulta positivo, porque acá los cardenales resultan más reaccionarios que los europeos. La opinión de Roberto Blancarte, sociólogo de las religiones:

– La región no es importante para el desarrollo del catolicismo a nivel intelectual o a nivel teológico, como lo pudo haber sido en algún tiempo la Teología de la Liberación.

Exacto: La Iglesia de los pobres, esa de la  Buena Nueva, que tal viene  a significar el Evangelio, mística y rumbo de esa teología tantas veces golpeada por Wojtyla y de  Ratzinguer como inquisidor. Hoy día con qué autoridad moral se intentará de nuevo satanizarla. En el espectáculo, impío para la catolicidad, de un ojeroso, tembloroso pontífice al que acosaron denuncias, acusaciones y la fuerza de la ley, nunca más oportuna la Buena Nueva de que resurge la Iglesia de los pobres.

¡Claro que existen los herejes! Son los que encienden la hoguera (Shakespeare.)

Porque es un hecho que en México (en toda la América) resurge la Teología de la Liberación.  Y cómo pudiera ser de otro modo, si quienes intentaron masacrarla, tanto el que falleció como el que mal sobrevive, soportan sobre sus lomos el descrédito de pontífices, aliados del Sistema de poder, que solapan las prácticas de  pederasta y paidofilia en curas y obispos de tantos  países. Quién pudiese, con qué autoridad moral, intentar nueva cuchillada a la Teología de la Liberación. Cómo, en qué forma volver a los  tiempos del anticomunismo furioso de Juan Pablo II, con el inquisidor motejando de pseudo-teólogos a los impulsores de la Iglesia de los pobres, y cuántos sacerdotes de tal tendencia religiosa fueron afectados: Helder Cámara, Ernesto Cardenal, Casaldáliga, el «Tatic»  Ruiz, Raúl Vera y tantos más. Los dos sacerdotes más afectados por las medidas reaccionarias de El Vaticano: el brasileño Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez,  el peruano.)

Esta corriente evangélica nace después del fracaso del desarrollismo de los años 50, ese que tantas expectativas produjera en tantos. «Es entonces cuando el subdesarrollo de los pueblos pobres, como un hecho global, aparece en su verdadera faz como el subproducto histórico del desarrollo de otros países. La dinámica de la economía capitalista lleva al establecimiento de  un centro y una periferia, y al propio tiempo genera progreso y riqueza creciente para los menos y desequilibrios sociales, tensiones políticas y pobreza para los más». Campo abonado para el guerrillerismo y la nueva catequesis. Surge el foquismo, que constituye un fracaso total.  (Mañana.)

Tal como somos

Noche cerrada. El urgente timbrazo en la puerta me sorprendió contemplando  la ruina en que el remendón convirtió mis zapatos, aquellos botines de soberbia estampa, color alazán tostado y tacón de baqueta, de la punta aguzados y con sus orejetas detrás. Magníficos cuando nuevos, es ley de la vida a la que unos botines no se pueden sustraer, de tal modo que los míos fuéronse maltratando, se me fruncieron, y tan sutil se tornó la suela, que entre mis pies y la madre tierra (o el padre asfalto, según) no quedaba más que la tela del calcetín. Y qué hacer; arrumbé mis bienamados en el asilo de viejos (un arcón de pino, polilla y vejez) y saqué a relucir los domingueros, con lo caros que son, que al caminar pisaba con tiento, tratando de pesar lo que una pluma. Pues sí, pero en eso, la mañana de ayer:

– ¡Zapatos qué componer!

Zapatero ambulante. Corrí al arcón, saqué mis botines y bajando a la calle los puse en manos  del susodicho, que al momento los miró, palpó, sospesó, examinó de un lado, del otro, y por abajo, y por atrás, cuidado con la albureada, y su veredicto:

– Tacones, suelas corridas, y como nuevos.

Una hora me pidió para realizar la cirugía y ahí mismo, en el rincón de la cochera:  «Un espacio perfecto para instalar mi taller. ¿Me lo renta barato?»

Porque sin casa ni local comercial tenía que convertirse en itinerante. «El no dormir en la calle se lo debo  a un matrimonio amigo que me da cobijo en su casa».

Y a trabajar. Un timbrazo me anunciaría la resurrección de mis chanclas. Yo, luego de un rato de plática, subí a mi depto. y torné a la lectura.

Pasó la hora convenida y del timbrazo, nada.  Dos horas después el itinerante me entregó mis botines y se alejó por esa calleja. Horror, qué ruina de cuero y baqueta, qué metamorfosis vinieron a sufrir, que ante esta la de Kafka es juego de niños. Su color: de café oscuro como los confié al remendón, se tornaron negruzcos, con rosetones lívidos. Del material: se me había prometido, y eso pagué, suela de la mejor calidad; pero aquello tiraba a cartón mal pegado con plastas de engrudo. Por cuanto a la forma: de cálido albergue que fueron para mis pies, que algo tenían de condición femenina, mis botines se convirtieron en una covacha inhóspita, desapacible, erizada de salientes, recovecos, hondonadas, una a modo de estalactita a la altura del gordo y una estalagmita contrapunteada con el talón. Horroroso.

Y ni cómo localizar al malandrín que  por su madrecita testimonió  que habría de utilizar lo mejor de su arte y su baqueta para revivir mis botines, él que con tanta vehemencia renegó de la corrupción de SalinasMontiel y compinches, que aún parece que escucho su voz gargajosa, abrojuda:

– ¡Porque esos políticos no tienen madre, corruptos de miércoles! ¿No les darán verguenza sus marranadas?

Y aquellas chupadas al sin filtro…

Y lo insólito: esa noche yo vivía la soledad del agraviado por una injusticia que, solo y su alma, no encuentra instancia efectiva que lo dé a valer. (En el aparato, hablando solo,  Bach. Yo apenas lo escuchaba.) Y fue entonces…

De repente, los urgidos timbrazos. Bajé a la calle, ¿y eso?  Jadeante, rostro desencajado, el remendón:

– ¡Escóndame en su cochera,  y a ver qué rumbo agarro mañana!

Esconderlo de aquel paisano que le prestaba dónde vivir y que, fusca en mano, recorría la colonia.

– Es que agarré solita a la Toña, y para que se dejara amar tuve que aplicarle algunos manazos.

Jadeaba, a medio vestir. «¡Por esta noche nomás!»

Yo, aquel portazo. (Qué más.)

Agonía y éxtasis

Así es. Para muchos de ustedes que habitan  ese estado de gracia que es el amor o viven una dolencia que fue  del sentimiento amoroso a los celos  y de ahí a la separación, chicotazo de centella que les requemó los entresijos del ánima con  un vivísimo dolor y  una nostalgia que tal vez aún no cesa. Van para ustedes estos a modo de fulgorcillos de aurora boreal. Que los digan a su única. Quedo, de boca a oído, de boca a boca, a sangre, a entraña, a espíritu. Díganse los “siempre, siempre” y los “nunca, nunca”, del amor que se enciende, fulgura y, si no se le aviva cada día, termina por erosionarnos el corazón con su llovizna de cenizas. ¿Que alguno desconoce esta vivencia y por eso mismo prefiere asuntos que involucran el estallido de PEMEX,  la Cassez liberada o el Pacto por México? Ese tenga por seguro que no ha alcanzado a nacer o nació muerto, y qué hacer. De la abundancia del corazón habla el poema:

Maldije la lluvia que crepitaba sobre mi techo, impidiéndome dormir. Maldije el viento que sacudía mi jardín. Pero llegaste tú, y entonces di gracias a la lluvia, porque has tenido que quitarte tus ropas mojadas, y di gracias al viento, que apagó mi lámpara

“Habíamos agotado las palabras de amor. Callamos entonces, y al igual del silencio que se establece entre dos ejércitos que han de librar batalla, hubo un silencio profundo entre nosotros. Y libré la batalla de amor. El ruido de los sables estaba en nuestros besos. Los suspiros de los heridos en nuestros estertores. La algarabía de los carros de guerra estaba en las arterias…

Y te conservé, contra mí, como un estandarte destrozado…”

“Recuerdo esa mañana de Damasco y el silencio del jardín donde tú te adormías. La sombra de tu cuello era azul. Tus senos subían y bajaban con ritmo de fuente. Tus brazos, en abandono, eran dos arroyos de plata en la hierba; las mariposas se posaban sobre tus uñas, tomándolas por rosas. ¿Contemplaría mi padre, en ese instante, vírgenes más bellas en los jardines del Paraíso? Me extendí a tu lado, como un mendigo a la vera de una mezquita…”

“Esa noche nevaba sobre el jardín. Yo tenía frío y tú no lo advertiste. Mirabas los grandes árboles bajo los que antaño te esperé tantas veces. Toda aquella nieve caía sobre nuestro pasado».

«La promesa que me hiciste bajo la acacia en flor? ¿Dónde está el rocío que empapaba sus flores?»

Dejaste caer en el polvo el tulipán rojo que yo te había dado. Lo recogí. Era blanco ya. En aquel breve instante había nevado sobre nuestro amor.

«Yo había suspendido en su puerta una guirnalda. Flores de manzano. Hice exhalar a mi laúd un canto de amor. Al otro día, la encontré. Unos claveles rojos que crecen en el jardín de mi vecino adornaban su traje. Me encerré en mi morada, rompí mi laúd. Lloré».

Sus manos. La mañana de nuestro primer encuentro fue la mano derecha de mi bienamada la que me envió en gracioso saludo su corazón y sus labios. La tarde de nuestro primer encuentro fue la mano izquierda de la bienamada la que abrió su túnica para que mis besos se posaran sobre sus senos. Así, y por todo lo que les debo todavía, cantaré a las manos de mi bienamada. ¡Dolor, oh dolor! ¿Por qué despiertas? Mi bienamada partió, y cómo recordar algo más que sus dos manos sobre sus ojos en lágrimas…

Cuando mi navío se alejaba oí a lo lejos una canción de una dulzura desgarradora. Es un mendigo. Si él, que nada posee, canta, ¿por qué lloras tú, que posees tan hermosos recuerdos?

De ti, amadísima ausente. Y uno aquí, aniquilándose…

(Aolí.)

Reforma energética, estallido inminente

¡El sindicato petrolero es el más honesto del país! ¡No es un sindicato blanco! ¡Es revolucionario, y los ataques provienen de los enemigos de la Revolución! (En 1987 Miguel Osorio Marbán, priísta.)

Y a fin de cuentas, ¿cuál fue la causa de la explosión? ¿Fuga de gas o atentado? ¿Vamos a creerle a los investigadores de la UNAM, a los de la Autónoma Metropolitana o a ninguno de los tales? ¿Algo ha declarado al respecto Carlos Romero Deschamps, dirigente formal del sindicato petrolero? Por asuntos de salud mental, mis valedores, ¿no nos sería más de provecho detener aquí el natural impulso especulativo para no ir a trastabillar dentro de ese resbaladizo, pantanoso terreno de  los supuestos y las hipótesis sin conocimientos ni bases de ninguna especie que nos pudiesen llevar a la verdad? Por qué no dejar atrás el accidente del antepasado jueves, 31 de enero, y prepararnos para una explosión en verdad escandalosa que está por estallar, y cuyo explosivo exhibe la etiqueta de esa inminente «Reforma energética» que huele a gas explosivo, gas venenoso para todo el país. A propósito:

|        Tuvo razón el poeta al afirmar que fue el Diablo quien escrituró a nuestro país los veneros del energético. Tuvo razón porque la paraestatal es abastecedora no sólo de crudo y de más de un billón de pesos por concepto de impuestos que apuntalan el presupuesto de la administración pública, sino también de intereses políticos y económicos, confrontaciones «ideológicas» entre nacionalistas a ultranza y entreguistas proyankis, una corrupción demencial y desbozalados saqueos y depredaciones de aquí y del exterior. Trágico.

Pero esta situación de crisis y rebatiña no es de hoy ni de gobiernos de estos o aquellos colores. No nacían como aliados contra natura  PRI y PAN  ni esa «nueva izquierda» de unos chuchos colaboracionistas encargados de la obra negra y el trabajo sucio, cuando ya se criticaba la  acción de las compañías extranjeras y nacionales que se aprovechaban de petróleo y gas.

La historia del energético, desde la expropiación hasta el día de hoy, sintetiza la del propio país: sus luchas, tropiezos, acechanzas del vecino imperial, logros pequeños y fracasos grandísimos, con todo y la corrupción desbozalada e impune de su “sindicato” (organismo corporativo de control de obreros),  manejado directa o sesgadamente por toda una galería de hampones de todo mayor, desde Joaquín Hernández Galicia (La Quina) y Rogelio Montemayor, hasta Ricardo Aldana y el polémico, cuestionable y cuestionado Carlos  Romero Deschamps, todos ellos peritos  en el saqueo, la depredación y el bandidaje desbozalado. Aquí unos botoncillos de muestra que arrancan con el testimonio de Julián Amado Saade Atille, superintendente  general  del Complejo Petroquímico de Poza Rica (el primero que se fundó en el país), citado en el semanario de 1978 por Isabel Morales:

“A 40 años de su nacionalización, a la industria petrolera mexicana la mantienen a flote los técnicos responsables, mientras algunos dirigentes sindicales y políticos persisten en hundirla”.

El petrolero nombra la prehistoria de la corrupción en PEMEX: Jaime J. Merino y Pedro Vivanco, dos caciques corruptos de la década de los cincuentas, y a contratistas que tiempo después se aprovecharon de la corrupción: Jorge Díaz Serrano y políticos priístas, dirigentes sindicales y compañías transnacionales. «México es tan rico en energético como la cantidad de sus pillos. (La historia de PEMEX y sus hampones sigue después.)

La Cassez y los pasteles

Un par de veces invadió Francia nuestro país para imponerle sus condiciones a la viva fuerza, como hoy las impuesto para que unas autoridades blandengues liberasen a Florence Cassez. Obligada referencia es  el episodio de la historia patria en que nuestro país sufrió una de las más dolorosas humillaciones por parte de un gobierno extranjero. El infamante episodio fechado en 1838 iba a pasar a la picaresca nativa con el mote burlesco de La Guerra de los pasteles. Algunas referencias:

Se acusaba al Ministro Molé, que dirigía los destinos de Francia, de pusilánime y blando ante las potencias extranjeras. Por descargarse el estigma escogió a México para mostrar poder y energía.

Al gobierno mexicano lo absorbían los preparativos para la campaña de Tejas. El gobierno de Francia, atenido a la superioridad de sus fuerzas armadas, reclamó a México  sumas exorbitantes en plan de indemnizaciones a ciudadanos franceses que habían sufrido algún perjuicio en las guerras civiles. Esperpéntica la demanda de un tal Remontel, pastelero, que exigía 60 mil pesos, suma equivalente a muchos millones de hoy día. El presidente Bustamante no atendió aquel reclamo con la diligencia adecuada para desactivarlo y se exhibió como un funcionario mediocre, al que los acontecimientos arrollaron. Lástima.

Fue entonces cuando el gobierno francés envió diez buques de guerra y lanzó un ultimatum al que el Ministro de Relaciones contestó con la negativa a toda clase de arreglos mientras la escuadra francesa permaneciese en aguas mexicanas. Francia declaró rotas las relaciones con México y bloqueó los puertos del Golfo, y entonces España  se involucró en el conflicto. El Contralmirante Carlos Baudín,  Ministro plenipotenciario de su país, arribó a México y tuvo una entrevista con el ministro mexicano exigiendo una respuesta al ultimátum sin obtener una respuesta satisfactoria. Trece días más tarde la escuadra francesa rompió sus fuegos contra San Juan de Ulúa.

La guerra se había declarado. Como respuesta, el Gral. Antonio Gaona, con 1,100 soldados y 47 cañones, resistió por más de 4 horas un ataque de la escuadra gala, que empleaba 108 piezas de artillería. Gaona, según testimonio del Comandante de Veracruz, capituló de manera cobarde. La Historia, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia y que escribieron  los mediocres vestidos de civil o con charreteras. La Historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Sin más.

Con los cañones franceses disparando contra San Juan de Ulúa los mediocres acudieron a los servicios del tenebroso Santa Anna, que en las acciones bélicas perdió una de sus piernas. Más adelante, ante sus pretensiones de volver a la presidencia, circularía la cuarteta:

“Santa Anna quiere corona – la tendrá de hoja de lata – porque si la quiere de oro – le constará la otra pata”.

Y el final de la Guerra de los pasteles: con el tesoro público en bancarrota, un gobierno que había jurado nunca reconocer deuda alguna al francés ni entregarle un centavo, a querer o no pegó el reculón y pagó no 60 sino 600 mil pesos que no debía. Y el colmo del esperpento: al paso del tiempo y con un gobierno francés disminuido, cuando México intentó pagar 200 mil que restaban de la “deuda” ya no había quién los reclamara.  Picaresca pura.

Los mediocres de la Guerra de los pasteles fueron Bustamante y Gaona. Los mediocres de la Guerra de la Cassez fueron Peña y los magistrados de una suprema corte de justicia así, con minúsculas. Ah, México. (Qué país.)

Y ahora reforma energética

Tuvo razón el poeta al afirmar que fue el Diablo quien escrituró a nuestro país los veneros del energético. Tuvo razón, porque la paraestatal es abastecedora no sólo de crudo y de billones de pesos para la administración pública, sino también de pugnas «ideológicas», intereses políticos y económicos, una desbozalada corrupción y saqueos demenciales aquí y en el exterior. De los fraudes fechados hace más de 90 años a la demagogia petrolera del difunto (político) Calderón:

Ya en 1920 el  Gral. Salvador Alvarado se defendía de suspicacias sobre cierta concesión  para construir un oleoducto entre el puerto de Tuxpan y el DF.:

– ¿Que yo, sin ser petrolero, haya hecho un magnífico negocio con esa concesión? Es un error considerar que estas empresas sólo corresponden a extranjeros.

El Demócrata, 1920: “El multimillonario petrolero Bohey dio al clero de Tampico la cantidad de 400 mil pesos para la construcción de un templo católico. El petrolero norteamericano Dihey, para salvaguardar sus cuantiosos intereses de posibles atentados sociales en su contra, erogó 500 mil pesos para el sostenimiento de obreros católicos. Por medio de la fe cristiana, del oro de EU y de las prédicas religiosas, se intenta enfrentar entre ellos mismos a los obreros sindicados que ostentan las perniciosas ideas de Lenin y Trotski en fábricas y talleres.

El gobierno sigue manteniendo su política nacionalista en materia de petróleo. Esta misma semana se han otorgado concesiones a A.P. Wichers, a la sociedad anónima E. Thomas y Cía., y a otras dos compañías extranjeras.

Financial Times, enero de 1989. El arresto de dirigentes sindicales de PEMEX tiene por objeto permitir la privatización, antes que ningún intento de moralización de la industria petrolera

De la Madrid:  La política privatizadora «permitirá encauzar el desarrollo integral del país y el crecimiento autosuficiente”.

Salinas: “Este cambio es nacionalista. Celebremos el nuevo desarrollo. Estas reformas estructurales permitirán democratizar el capital, atender los objetivos nacionales de la soberanía y de la justicia y recorrer la vía moderna de México”.

Zedillo: “Las privatizaciones garantizan el crecimiento sostenido que generará los empleos bien remunerados que demandan los mexicanos”.

Fox: “Las privatizaciones sacarán adelante al país. Los recursos excedentes se destinarán al pago de la deuda social”.

Calderón: “La inversión privada en PEMEX, garantizará el desarrollo nacional para las próximas generaciones. PEMEX se fortalecerá, y así contaremos con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, hospitales, clínicas, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda. Con la reforma tendremos los recursos para crear preparatorias y universidades. La inversión privada nos permitirá superar la pobreza y garantizar la educación y la salud de los mexicanos. Habrá fondos para todas las entidades del país; tren suburbano en la zona metropolitana, tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria, supercarreteras; servicios más elementales para la población, disminuir la brecha de la desigualdad, construir un México mejor, solidario, terminar con la pobreza y la desigualdad, acelerar el paso por la justicia, construir el México unido que todos queremos, cerrar la brecha de México con el México agraviado, olvidado, con el México de la pobreza».

Mis valedores: ¿ustedes les creyeron? Todo esto es México. (Qué país.)

La Carta Magna

Los trabajos que culminaron con su promulgación el 5 de febrero de 1917 se iniciaron en la antigua Academia de Bellas Artes de la ciudad de Querétaro la mañana del 21 de noviembre del año anterior y ahí mismo  finalizaron en la tarde del 31 de enero de 1917, con sendos discursos del derechista  Gerzain Ugarte y de  Francisco J. Múgica,  representante de las izquierdas, que cerró la sesión.

«Señores diputados, comenzó Ugarte: felizmente para la República, hemos dado cima a la trascendental obra que nos encomendara el pueblo mexicano. Nuestra Constitución de hoy, para lo futuro, va a ser el lábaro de nuestras libertades y el principio -así lo anhelamos ardientemente- de la reconstrucción nacional, sobre la base de la libertad y el respeto al derecho de todos. No nos queda por hacer más que, al abandonar esta histórica ciudad, ir, como heraldos de la nueva Constitución, a hacer que sus doctrinas y sus principios libertarios, que contienen las enseñanzas salvadoras que lleva para el pueblo en lo que respecta al derecho ajeno, sean para el alma nacional el nuevo horizonte de su vida política futura».

Y el final del discurso de Mújica: «Recuerdo a los compañeros que han muerto y quiero que por mi voz hablen a esta asamblea y le digan que los diputados al Congreso Constituyente, al consolidar en la forma de principios constitucionales la cuestión agraria, que los diputados del Congreso Constituyente, al darle forma en la ley constitucional a la ley obrera, que los diputados al Congreso Constituyente, al matar sin clemencia y de una manera completa la obra del clero, cumplieron con su deber al interpretar los pensamientos de los hombres  que cayeron en el campo de batalla y de otros que ocupan ahora los puestos más altos del Ejército.

Señores constituyentes: yo que he oído de vosotros un aplauso para los que firmaron el Plan de Guadalupe os correspondo de la misma manera y con el mismo entusiasmo os digo que habéis cumplido con vuestro deber y os exhorto a que caigáis en el campo de batalla defendiendo esta Constitución de la misma manera que aquéllos cayeron en el campo de batalla, tuvieron esa honra, defendiendo las cláusulas del Plan de Guadalupe».

Vivas y aplausos estruendosos. Se procede a firmar la Constitución. Pasan, por orden alfabético, los diputados. La pluma del Plan de Guadalupe les sirve para rubricar la nueva Constitución. Se advierte el regocijo de los diputados y se escuchan las exclamaciones de entusiasmo:

– ¡Viva la Constitución de 1917!  ¡Viva el Primer Jefe! ¡Viva Obregón!

La sesión permanente, iniciada el día 29, se levanta a las 3.45 p.m. del 31 de enero. A las 4.30 volverán los diputados para la sesión solemne de clausura. La Carta Magna se promulga el 5 de febrero.  Y ahora, como para pensar y reflexionar, como para leer entre líneas y buscarle la moraleja:

La Constitución de 1824 descartó todo tipo de legislación extranjera y estableció el ejercicio absoluto de la soberanía y de la autodeterminación del pueblo mexicano.

La Constitución de 1857 fue un elemento jurídico en la defensa ante los extranjeros. Tuvo vigencia plena tras la expulsión de los franceses y ermaneció en vigor hasta 1917. Hoy mismo, vigente la Constitución de 1917 y según nota publicada en su aniversario No. 96, el gobierno de Estados Unidos  (que más tarde iba a desmentir  tal versión) vetó  al Gral. Moisés García Ochoa como posible titular de la Sec. de la Defensa Nacional, cuyo nombramiento decretaría el presidente mexicano.

Mis valedores: es México. (Qué país.)

¿Ingenuos o cínicos?

Aquí finaliza el teatro del absurdo cuyo primer acto se escenificó ayer aquí mismo. Supuestamente ocurrió que Leonardo Valdés, consejero presidente del IFE, se presentó ante el ministerio público llevando consigo un detenido.

– ¡Intentó estafarme con este billete de lotería  burdamente alterado!

Agente del ministerio público examinando el billete:- Qué falsificación más chafa, digo. Quede el cuerpo del delito anexado al acta. ¿Y luego, señor licenciado Valdés? ¿En qué paró el palito del 7 alterado? ¿En qué quedó el 69 en el billete alterado?

L. V.- Yo nomás dejando hablar aquí al delincuente, a ver hasta dónde llegaban su cinismo o su pendejez (cámbiese en el acta “pendejez” por “tontería”). Y él, necio: “Usted cobra el billete premiado, A mí déme nomás lo que cargue en su cartera, que me urge».

(Como ausente, el acusado.)

– Y nada, que de repente me enchilo, y que me lo pepeno del pescuezo, y que llamo a dos blue demons (quede asentado en el acta que dije «dos agentes policíacos»), y que me jalo aquí al reo a presentar mi denuncia. Mire que querer estafar a todo un consejero presidente del IFE  con el viejo truco del billete premiado.

M.P.: – Qué bárbaro, delincuente. ¿No viste con quién te estabas metiendo? ¿No sabes distinguir entre un «prole» y todo un señor Valdés?

L.V.: – ¿Sabías quién era yo  cuando intentaste estafarme con el billete premiado?

(Ahí habló el aludido, despaciosa voz): – Sabía que es usted el del IFE, claro que sí.

-¿Y así te atreviste, cabrón? (Cámbiese ese «cabrón» por un «insensato») ¿Intentaste transarme con la vieja?

M.P.: –  ¿Ah, también con su señora esposa? ¿Hay fotos del acto, videos? ¿Podemos ver el cuerpo, o sea del delito?

– Con la vieja estafa del billete premiado. Así que me reconociste, y así y todo te atreviste a pasarme a joder.

Acusado: – Lo reconocí, por supuesto, y eso fue lo que me dio valor:  ese es Leonardo Valdés, el individuo más cándido y más a modo para la estafa del billete premiado. Con ese voy a  agenciarme unos billetes, pensé.

L.V.: – ¡Tíznale! Firmaste tu sentencia de muerte. ¿Así de ingenuo me imaginaste?

– Ingenuo o cínico, según. ¿Somos ingenuos o somos cínicos, don Valdés?  Si somos ingenuos para creernos el cuento de que no hubo fraude con Soriana ni con las tarjetas de Monex, ¿por qué no fuimos ingenuos para caer en la estafa del billete premiado?

–  ¡Híngale! ¡Facilíteme su garrote, señor comandante!

M.P.: -¡Cortando cartucho, cabo Sasafraz!

– Pero ya veo que usted nada tiene  de ingenuo, qué ingenuo va a ser. Cínicos me resultaron usted, el Sergio García Ramírez consejero de quita y pon, y toda esa ralea de compinches.  ¿Ingenuos? ¡Cínicos e inescrupulosos que perpetraron no la pobre estafa del billete alterado, sino la desvergonzada de un Peña respetuoso de la ley y un López Obrador corrupto, el único que rebasó los topes de campaña! ¿Ingenuos ustedes? Ingenuas las masas si se creyeron el cuento,  y peor si no lo creyeron, porque entonces se exhiben de   pasivas y desidiosas.

M.P.: ¡Oficinistas y policías: arresto al que siga aplaudiendo!

–  Me equivoqué con usted, don Valdés. Como presidente del IFE me resultó no ingenuo, sino bribón. Y ni hablar, a pagar mi delito.

M.P.: – ¡Silencio y canten  macanas, o yo también acabaré aplaudiendo aquí al criminal, y de paso al «peligro para México«! ¡Y tú, hampón, a ver si hablas tan chulo ora que te aplíquemos la primera calentada, la nocturnal! ¿No, señor presidente del IFE , licenciado Valdés?

(¡Agh!)

Teatro del absurdo

Agencia del ministerio público. Su titular (sonriente, obsequioso), saliendo al encuentro del recién llegado, que afianza por el cuello a un individuo de playera descolorida:

– ¡Caray, señor licenciado Leonardo Valdés, qué honra para esta su humilde delegación policíaca! Pásele por acá, si me hace el favor. ¿Es de usted el detenido, va usted a presentar acusación en su contra?

L. Valdéz, consejero presidente  del IFE:  – Un estafador. Yo mismo lo traigo ante la ley. Sírvase ordenar que se le tome la declaración respectiva.

Agente:- Pero tome asiento, señor licenciado. Siéntese en el mío, que está más duro. El otro sillón ya está bien guangoche y es muy incómodo. Así que es de usted el detenido.

–  Mío, y lo  traigo con usted porque, ¿pasa usted a creer? ¡Me quiso transar! ¡A mí, un licenciado! Quiso verme la cara, qué cara la suya.

– Pero para qué se fue a molestar, me hubiera remitido  a su criminal con un destacamento aquí del comandante Getulio. ¿Una coca, un no-es-café? ¿Un pegue o algo más fuertecito?

– Bueno, pero antes de que este asunto se enfríe, señor agente del Eme Pe,  permítame exponer mi denuncia.

– Expóngala, licenciado Valdés.

–  Pues nada, que aquí el delincuente me quiso ver la cara de su pendejo.

– ¿Tentativa de asalto o secuestro,  venta de droga, violación en grado de tentativa? ¿O  de plano, el reo se lo tiró…  a matar?

– Una estafa, más bien. Más mal, más peor. Pero caracso, si cuando menos hubiese sido una estafa moderna, novedosa, digna del ingenio característico del mexicano. ¡Pero querer hacerme su guey con el viejísimo truco del billete premiado, qué poca…

(Flanqueado por dos blue demons armados con fauces de alto poder, el acusado mira de frente. Parpadea apenas.)

– ¿Y cuándo se llevó a cabo la estafa en grado de tentativa, licenciado Valdés?

– Hace un rato, en las afueras de la sede del changarro. Del Instituto Federal  Electoral, quise decir. Que se asiente en el acta mi enmienda a la anterior expresión.

– Ya lo oyó, secretario, corríjasela. Y usted,  señor licenciado Valdés, ¿gusta seguir continuando?

– Ah, pues andaba yo cerca del edificio, en el iris de estirar las zancas (dígase en el acta «las piernas») después de batirme en duelo dialéctico con mis colegas del changarro. Caminaba muy quitado de la pena cuando en eso que veo cómo aquí el interfecto se me deja venir. Yo, a lo instintivo, metí la mano a la bolsa y saqué una moneda, pero no, el delincuente quería hacerme víctima de sus bajos instintos en materia de estafa, qué le parece.

– No se me duerma, secretario. ¿Tomó debida nota de los bajos instintos?

– Ya que se me arrimó, que me suelta su rollo: que ándele, que San Juditas me  acaba de premiar con el gordo, y que no le miento, que vea las listas de la lotería y verá que mi billete salió premiado, y que entonces por qué no lo cobras tú mismo, le digo, y que cómo lo cobro, jefecito, si tengo a mi vieja dolorida de sus partes y en un puro ay. “¿Así la dejaste  después de una noche de arrebatada lujuria?” Y que cuál arrebatada, que cólicos. “Orita mismo me la llevo a bailar”. “Pero los antros no abren hasta la noche.” “Me la llevo a bailar, pero a Chalma”. Y que cúbrame una corta y quédese con todo el gordo. Y me ponía frente a las narices esta burda falsificación de billete, qué poca madre la suya. Señor agente: examínelo. ¿Ve el 8 borrado de arriba para que parezca un 6? ¿Ve el 7, con el palito todo rasguñado, ya la pura puntita,  para que parezca un uno? Y luego este 4, pa su…

(Mañana.)

Santo de los menesterosos

Esta vez el poder de los símbolos. Uno ya inscrito en la mitología popular que parió, creó y crió la imaginería de las masas, permanece vivo en la memoria colectiva por gracia y milagro de esas vetustas películas conservadas en formol  que una y otra vez la de plasma exhuma ante ustedes. Vivo está, redivivo a contracorriente del tiempo que, aliado fiel del Alzheimer, todo lo borra. El Santo, sí, el  Enmascarado de plata. A propósito:

Fue en día como hoy mismo, pero de hace más de dos décadas, cuando el paisanaje amanecía huérfano porque, de repente, se le fue El Santo al cielo. El santo de su devoción. A mí, de repente, se me llenó mente y pupilas de remembranzas en derredor de la vera efigie de uno de los que muy pocos identificaban como un tal Rodolfo Guzman Huerta, pero que todos conocíamos como el Enmascarado de plata. Qué tiempos. Nosotros, los de El Santo, ya no somos los mismos, que no es lo mismo El Santo que mil Konan después. En este nuevo aniversario de la fecha infausta en que  se nos fue El Santo al cielo, mi endecha:

Santo, Santo, Santo, señor de los cuadriláteros. Santo Enmascarado de plata, te rogamos, óyenos. Sanchopancesco quijote de máscara y capa cirquera: ahí donde ahora tomas resuello tras de caer vencido en la rigurosa lucha a una sola caída y sin límite de tiempo, escucha a estos tus devotos, los que acá nos quedamos. Esto te lo digo porque eres Santo tutelar de la fanaticada de todas las arenas del barrio, donde se creyó -se cree- en ti y en ti se confía como nunca en ninguno de esos luchadores rudos, villanos del golpe bajo, la trampa y el costalazo, que han dejado memoria ingrata en esa arena que se nombra México. Te lo digo tanbién por lo que en mi gente eres de ánima y estilo, de amalgama e identidad, contraseña y memoria colectiva. Porque percibo que mueres al modo del Nanahuatzin del panteón náhuatl, requemado en la hornaza para revivir Sol, símbolo y Santo de la santería popular. Porque a tu advocación se arriman ésos a los que dejaste solos y mortecinos, huérfanos de algo porque se quedaron sin Santo y seña.

Desde aquel cuadrilátero al que hayas ido a parar mira por nos; por la desfalleciente esperanza de esa fanaticada que acá se queda luchando un día sí y el otro también en este encuentro desigual a cotidianas caídas que estamos sentenciados a perder con los rudos del costalazo por las malas artes de árbitros vendidos, cuando no comprados. Mira por ellos que, siempre perdidos, de tus triunfos sacaban los suyos (héroes por delegación; ah, terca inmadurez), y el desquite contra los rudos, esos del negocio de la política y de la política del negocio que mantienen al paisa con la espalda en la lona.

Santo señor de la menesterosa esperanza en esta arena que nombramos México: tu capa y máscara fueron (en olor de leyenda lo son todavía) la materialización lentejuelera del heroísmo, la honestidad y el valimiento para esos a los que la soberbia moteja de  «proles», y el triunfo del bien sobre el mal; fueron y será el símbolo populachero de la Justicia, acá donde Justicia no existe para el respetable más que en el pregón de los demagogos. Nos la nombran, sí; nos la cantan, nos la predican, nos la mientan. Ya sería mucho que también nos la aplicasen. ¿En el México de los alcahuetes de francesitas apasionadas?

Santo que en gallardas contiendas desenmascaraste a tantos, ¿y a ésos cuando, Señor? Te rogamos, óyenos a los que en lugar de asumir delegamos; en mesías, en demagogos, en ti mismo, Santo.  (Después.)

Y hoy ya es viernes

El IFAI, mis valedores. La elección de nuevos funcionarios y los presuntos ilícitos de una comisionada Arzt ponen en riesgo los beneficios que nos reporta ese IFAI  impecable en la gestión de Jacqueline Peschard.  La nota de mayo del 2012:

El Inst. Fed. de Acceso a la Información ordenó a la PGR entregar una versión pública de la averiguación previa (2002) que llevó a la consignación de Echeverría por el delito de genocidio, por la matanza del 2 de octubre de 1968.

¿Pero antes del IFAI qué fue lo que ocurrió con el expediente de LEA como responsable de la guerra sucia? Aquí la constancia que en el sexenio de López Portillllo aportó ante el reportero un Oscar Flores Sánchez, Procurador Gral. de la República:

– Señor Procurador, ¿cuál es la situación que guarda el expediente del 10 de julio de 1971?

– Yo no sé; eso es de hace 10 años.

– Usted declaró que el expediente ya estaba en la Procuraduría de Justicia del DF.

– ¡Falso! Se me está preguntando ahora que sucedió hace ya 10 años.

– ¿Pero sí hizo usted la investigación? ¿Cuándo usted llegó ya no encontró el expediente, señor?

– Yo no encontré expediente ninguno, ni lo busqué; los archivos tienen 500 mil expedientes, imaginen. Yo nunca he buscado ese expediente.

– ¿Quiere decir que ya feneció, señor Procurador?

– Eso yo no lo sé; no conozco ese expediente. ¿Ya, está claro? Necesitaría buscar, preguntar al archivo, y hoy ya es viernes.

– ¿Está usted a favor de que prosiga la investigación?

– No puedo estar. En primer lugar, no le puedo decir nada, porque no conozco el expediente. No puedo decir si se concluyó o si no se concluyó; no le puedo decir nada.

– ¿Usted sabe si ya se esclareció?

– Cómo voy a saberlo, si no conozco el expediente. Si no lo conozco,  ¿pues cómo? Yo conozco el expediente por lo que leí en los periódicos de entonces. No lo conozco, sencillamente porque nunca se me había preguntado. Necesitaríamos preguntar al archivo, y hoy ya es viernes. Ya mandé preguntar, y pedí que a ver si pueden localizármelo, vamos a ver.

– ¿A qué dependencia corresponde la investigación?

– Al fuero común, estoy seguro; pero no sé, la verdad que no sé a qué dependencia pudiera corresponder.

– Se asegura que usted dijo que el expediente está en la Procuraduría. del DF.

– ¿Y ustedes creen que yo voy a rectificar? Pues sólo me harían quedar mal. Lo dejo ahí. Yo no dije ni que estaba ni que no estaba, porque la verdad es que no sé de él, y hoy ya es viernes.

– ¿Qué va a hacer si el expediente se localiza, señor?

– Ya se vería. Es la primera vez en 10 años. A mí no me habían preguntado nunca. Hay 150 mil expedientes al año, y hoy ya es viernes.

– ¿Se puede continuar la investigación?

– No sé en qué estado está. Si está archivada, o encerrada, lo ignoro. No le puedo decir. Tampoco sé si estará declarada o no. Para qué le digo, pues no conozco el papel. Le hablaría de memoria. No sé si lo mandarían o no lo mandarían.

– ¿Le compete eso a la Proc. del DF?

– Le correspondería, pero no sé, la verdad. Y hay que buscar si hay o no hay expediente, y hoy ya es viernes. Hábleme el lunes, yo me voy mañana, y otro día, con calma, platicamos y le diré cómo está todo esto. Aquí no vamos a encontrar ese expediente. No es posible que de un día para otro; que hoy lo busquemos, y enseguida lo encontremos, ¿ve usted?  Y hoy ya es viernes.

Tal era el México anterior al IFAI, que vino a aportar alguna transparencia a las acciones de la burocracia política. ¿Y ahora, con su nuevo director? ¿Ahora ya es viernes? (México.)

Sicalíptica

Yo no me voy a morir, afirmé ayer ante todos ustedes, y que como uno más de los lemas de mi vida adopté de Unamuno esa frase que regula mis cotidianas acciones. Que la muerte me asesine, que de ella es la obligación, pero lo que es yo, no me voy a morir. Vale.

La costumbre de algunos viejos, dije también, es la de adoptar simbólicamente la posición fetal y como ejercicio cotidiano recordar a lo inútil esos tiempos que se fueron para nunca más. Onanismo mental, el único que a la mano tienen tales ancianos.

Yo no he caído ni pienso caer en costumbres tan estériles,  pero ocurrió que de repente, una noche de miércoles, ya en la duermevela, de repente se me vinieron imágenes que vivió mi niñez en la gayola del Cine Morelos, de Aguascalientes, donde cursé mis primeros ejercicios de una materia tan inútil para el humano como inevitable también: la fantasía.

Recordé las hazañas del Charro Negro. En mi mente el galope del alazán cruzó la pantalla del cine y ante villanos tales como el hacendado, el jefe de los rurales y el hijo del patrón que tiene tumbada a la doncellita con las faldillas a la cintura, ahí el vozarrón gargajoso:

– ¡Alto ál! ¡Alcen las manos!

Aquí llegó el Charro Negro, para el que quiera algo de él. Y la gayola, que se cimbra de gritos y aplausos. Qué tiempos aquellos. Qué niño fui una vez…

Pues sí, pero ocurre tengo la mala costumbre de cumplir años, hábito pernicioso que me va a llevar a la muerte. Con los años, los daños y los hogaños,  se hicieron presentes las hormonas y, ley de la vida, desalojaron de mi existencia como cinéfilo al Charro Negro. Ahora  la pantalla se zangolotea a los caderazos de las beneméritas del bataclán y el sainete: Amalia AguilarNinón SevillaMaritoña Pons. Yo, fatigado al ritmo de la rumbera, seca la boca y ardorosos los ojos, y aquel jadeo…

Hoy, en el ejercicio de la nostalgia recuerdo a aquella soberbia Susana Cabrera, a la que algún reportero, micrófono al frente: “¿Profesión?” “Payasa”, contestó ella sin titubear. Payasa.

Ahora mismo la recuerdo en su espléndida caracterización de guila barata, piruja del arrabal: vientre rotundo, medias negras de red, zapatos de latiguillo y tacón de este grandor; transparente el blusón, con escote que deja las pechugas a la intemperie; en el rostro de buscona cargazón de cosméticos y unos labios estallantes de carmín, y esas caderas cautivas en una mini-mini tres tallas menor de lo que pide, implora, exige su nalgatorio.  Bajo las ojeras de pintura las ojeras del vicio, la depravación y las desveladas. En este cachete un lunar simulado, y en el cogote una verruga auténtica. No, y las postizas de este tamaño, las pestañas, y al cuadril el bolsón. Ay, Cabrera

En su papel de piruja me la vine a encontrar a las puertas de un edificio allá por el Centro  la madrugada del miércoles antepasado. Pues sí, pero, ¿y ese ridículo disfraz?

– Un capricho de mis clientes, una damisela y cuatro individuos. Que para una encerrona de mucha depravación estas fachas  los prenden mejor que el viagra.  Ya están por llamarme.

– ¿Usted sola para todos ellos?

– Para completar el destrampe ya mandaron sacar a una francesita del reclusorio. Que ella y yo les hagamos el paro.

– Feos esos adefesios.

– Pura depravación.  A mí, como putancona, me amarraron una venda a los ojos (sólo veo con uno), con esta espada de palo en la diestra y en la zurda la pinche balanza. Impotentes mis clientes, ¿no crees?

(Pues…)

 El Derecho: una invención de los hombres contra la Justicia. (Delavigne).