Cantinflas, sotana y capa pluvia

“Conócete a ti mismo”, aconseja el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó de divisa. En México, dije a ustedes ayer, de presentarnos el espejo donde conocernos y reconocernos se han encargado estudiosos diversos desde los tiempos de La Coloniahasta el día de hoy. Pues sí, pero quién mejor, quién más elocuente que el cómico de la gabardina. Quién mejor que Cantinflas delineó el más preciso retrato “hablado” de nuestra forma de expresarnos verbalmente. Aquí, en el terreno político, los ejemplos de un diputado y un ex–gobernador.

La diputada panista Josefina Vázquez Mota acaba de rendir su informe de labores a un costo de 5.3 millones de pesos. “Excesivo y proselitista”, la opinión de analistas. “¿Proselitista? No (el diputado panista Carlos Pérez).  “Pudiera interpretarse como proselitista, pero la realidad es otra. Este tipo de cuestiones siempre que no hay claridad de las cosas puede prestarse a cualquier esquema, pero lo que ustedes vieron fue un informe legislativo. Reconozco que es una combinación de hechos y realidad, pues es indiscutible que Josefina es la aspirante más fuerte del PAN. Entonces, al ser la más fuerte, cualquier acción que haga va a ir compaginada de su aspiración”. (¡!)

Cantinflas y Humberto Moreira, ex–gobernador de Coahuila. El periodista A. García le preguntó sobre el enriquecimiento súbito e inexplicable de un Vicente Chaires, su ex-secretario particular. Moreira:

Eso fue parte de una guerra sucia de un candidato que tenía problemas allá del PAN, estaba vinculado con el crimen organizado, que salió en Proceso, son datos que son públicos y que los medios nunca preguntan de ese candidato, que es compadre del Presidente, entonces, ellos movieron en esa campaña sucia en Coahuila ese tema y yo no contesto succiones de bebé en el pecho de su madre. Yo planteo problemas nacionales y se me avientan con temas personales.

Recibo ataques de todo tipo. Espero que los legisladores ya saquen ahora el miércoles lo del tema de Chaires porque ya chole. ¡A otro perro con ese hueso! Ya es estar buscando de dónde se agarran cuando son polvos de aquellos lodos electorales porque los polvos de aquellos lodos de los aspirantes del PAN  no salen en ningún lado, cuando sí son graves aquellos vínculos con los mafiosos y todo lo que salio no lo hacen público”. (Válgame.)

Cantinflas, sotana y capa pluvial. Respecto al escándalo Maciel un Luis Garza, vicario general de los Legionarios de Cristo, pidió a algún grupo de “consagradas”: “No le guarden rencor a Marcial Maciel, fundador de nuestra orden religiosa”.

Yo nunca antes había visto fundirse en un solo individuo a Tartufo y Cantinflas. De Tartufo ese reverendo exhibió el cinismo, la hipocresía  y la falsedad; de Cantinflas, el lenguaje vacío, tramposo y enrevesado. A la  pregunta del reportero:

Marcial Maciel, ¿pederasta?

Respondió Garza: “En el pasado el fundador determinó el movimiento, pero el futuro está en nuestras manos. El principal eje es realizar el trabajo a futuro en santidad y no poder en entredicho lo realizado, aunque El Vaticano sospeche de algo de nuestro pasado, seamos realistas, reflexionar lo que somos y corregir lo que hay que corregir”.

– ¿Paidófilo Maciel? ¿Desfloró criaturas, niñas y niños?

Los visitadores nos informaron que teníamos una irregularidad en la formación porque le daba mucha importancia a mantener el celo que teníamos  haciendo apostolado fuera de los seminarios. Eso lo tenemos que corregir.

(El final de  ese Cantinflas, mañana.)

Fenomenología del relajo

Los mexicanos siempre han sido sobrios en el comer, pero es vehementísima su afición a los licores fuertes. (P. Fco. Javier Alegre, S. XVIII.)

Conócete a ti mismo, aconsejaba el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó como divisa propia.  Y hablando del tema, mis valedores: ¿se conoce el mexicano? Para entenderme y entender a algunos de ustedes he estudiado tesis diversas que van de Ramos a Zea, Paz, Uranga  y Santiago Ramírez, pasando por Jorge Portilla y su Fenomenología del relajo, donde el filósofo afirma  que  ese relajo se debe comprender “como una burla colectiva. El mexicano emplea el relajo para liberarse de todo valor externo y de toda tensión interna. Portilla utiliza como ejemplo a Cantinflas; el relajo adopta actitudes cantinflescas”.

Y sí, a la advocación de Cantinflas me acojo esta vez, el mejor filósofo del ser mexicano, a mi juicio, y al que por ello mismo se le debe un homenaje mucho más amplio y significativo que el de unas cuantas fotos colgadas en las rejas de Chapultepec. Yo juzgo que Cantinflas merece un magno homenaje por dos razones: Ahí está el detalle, la primera de ellas, y el insuperable retrato “hablado” que dibujó del mexicano, retrato que por mérito propio ha alcanzado el reconocimiento del diccionario de una institución tan pretenciosa como es la Real Academia Española de la Lengua. Pero antes de seguir con Cantinflas:

¿Cómo es, cómo imagina ser, cómo lo definen sus hechos? Según encuesta reciente, el mexicano se tiene por muy sociable, muy fácil de tratar y que le cae bien a todo el mundo. El mexicano se considera a sí mismo una persona bromista, “relajienta”, platicadora, amigable, simpática, traviesa y amable. Los encuestados se calificaron de ordenados, responsables, acomedidos, atentos, trabajadores, limpios, estrictos, obedientes, activos y buenos. En el área afectiva se dijeron románticos, sentimentales y cariñosos, como también respetuosos, leales, sinceros y “compartidos en factores ético-morales”. Edificante.

Edificante, sí, pero falto total de autocrítica, porque de acuerdo con  resultados de cierta investigación universitaria, la brecha entre lo que el mexicano cree ser y lo que es en la realidad resulta ancha, en verdad. El mexicano, según este análisis, resultó ser flojo, macho, conformista, alegre, irresponsable, tradicionalista, fiestero, solidario, pasivo, impuntual, mediocre y borracho, tal como ya en el siglo XVIII lo consideraba el padre Alegre. El mexicano es un individuo incapaz de cumplir con sus responsabilidades, que no se preocupa por hacer bien las cosas, no toma decisiones propias y vive de ilusiones. Válgame, ¿eso soy yo, mexicano de mí?

Y que el de marras nunca confía en sí mismo, no controla sus emociones y es pendenciero, mujeriego, jugador. Pero en fin, que también se distingue por sus características de afectivo, amigable, cariñoso, que disfruta de la vida y que resulta ser productivo e inteligente, con una vida fundamentada en la fe y en las tradiciones. ¿Será, seré, seremos nosotros?

Pero yo insisto, mis valedores: en el conocimiento de sí mismo el mexicano está en deuda con su analista más agudo y certero, uno cuyo nombre verdadero es Cantinflas, al que unos pocos llegaron a conocer por su seudónimo y alias de Mario Moreno Reyes.  El cómico acertó a calar hondo y de manera acertada (acerada)  en la entraña viva del ser mexicano en su forma de expresarse verbalmente con quien tiene la desdicha de intentar una casi imposible comunicación con él. ¿Ejemplos?  (Mañana.)

Digo patria, y entonces…

¿Y esto? ¿Qué es clase de pieza retórica es esta? ¿Qué literatura es esta que invade hoy el espacio de la fabulilla? ¿Poema en prosa, prosa retórica con sus ribetes de filosofía? ¿Simples apuntes personales sin pretensiones de realización artística? ¿Prosista el autor, poeta, filósofo? Su escrito revela un espíritu sensible que, ardido de nostalgia a la evocación de la tierra distante, vuelca y revuelca en la página en blanco la cargazón de sus añoranzas. Mis valedores:

He leído la obra ya traducida, y me parece una expresión valiosa de un escritor sensible y educado en el cogollo de las bellas  artes y letras. Lean ustedes estas reflexiones, ardidas de nostalgia,  que en el autor provocan conceptos tales como pueblo, terruño, patria, lenguaje. La pura almendra de lo humano, pues. Y ese estremecimiento empapado de lejanías…

La identidad del autor y las razones tan a propósito que me llevaron a presentar el escrito, al final. Por lo pronto, el título:  Patria.

“Cuando pienso: Patria –me expreso y me arraigo; el corazón me habla entonces como de una secreta frontera que va de mí hacia los otros, abrazándonos a todos en un pasado más antiguo que nosotros.

Es de ese pasado –cuando pienso: Patria- de donde emerjo para aprisionarlo dentro de mí como un tesoro. Sin cesar me pregunto cómo multiplicar, cómo ensanchar el espacio que comprende.

Cuando pienso: Patria –escucho la guadaña golpear al muro de trigo que forma un todo con la altura celestial. Pero los segadores, que introducen en ese muro la monotonía de los sonidos y la articulación violenta de los gestos: están segando…

Cuando pienso: Patria, busco el sendero que divide los flancos de la montaña como un cable de alta tensión sobre las alturas. Así corre la Patria, abrupta, en cada uno de nosotros. El camino recorre las mismas vertientes, vuelve a los mismos lugares, se convierte en ese gran silencio, que visita noche a noche los pulmones de mi tierra…

Tierra, a ti descendemos, para dilatarse en todo hombre – tierra de nuestras derrotas y nuestras victorias, que asciendes en todos los corazones en un misterio pascual. Tierra, que no cesas de ser una partícula de nuestro tiempo. Ya que conocimos nueva esperanza, vamos atravesando este tiempo en la búsqueda de una tierra nueva.

Y a ti, vieja tierra, fruto del amor de las generaciones, te elevaremos con un amor que sobrepasa al odio…

Cuando escucho diversas lenguas siento crecer las generaciones, aportando cada una un tesoro de su tierra, -cosas antiguas y cosas nuevas. La tierra se vuelve un canal de luces que brillan en los hombres, ríos iguales que corren con agua siempre igual y siempre nueva…”

El resto, en el próximo. Por lo pronto, a manera de señas: el autor nos visita y recorre el país. Su presencia, beatífica para los fieles devotos del Verbo Encarnado,  a mí me parece la befa mayor para el nombre de Patria con  que el autor bautizó sus nostalgias. Su Patria sí, la de ese Juan Pablo II transido de nostalgia que así le trova a su Polonia ausente. ¿Y la patria nuestra, la de todos nosotros, laica hasta antes de Juan Pablo y sus monaguillos, que así befan la banda tricolor? Mis valedores:

Esa sangre reaccionaria,  al recorrer mi Patria, me requema una sangre laica hasta el tuétano. Mal hayan los Tartufos que mientras pespuntean de sangre, muerte y luto una Patria laica hasta ayer, colgándose de los faldones de Norbertos y Onésimos negocian la salvación eterna de un alma impávida ante esta Patria que así desangran. (México.)

¡Vamos, México!

Que yo rehusaría escuchar los cantos de sirena, dije a ustedes el pasado viernes. Que de tenerla a la mano diría a Margarita Zavala lo que comencé entonces y hoy finalizo. Señora:

Ya sus cortesanos comienzan a tantear el terreno para afianzar a usted en Los Pinos hasta el 2018. Hace apenas un par de meses, en uno de los órganos oficiosos del presente sexenio (las apodadas “revistas del corazón”), el de Los Pinos se refirió así a la señora su esposa, y de repente me encontré viviendo los tiempos esperpénticos del zafio de San Cristóbal:

Margarita tiene todos los atributos para ser candidata a un puesto de elección. No ahora, pero sí la veo como candidata.

Pero claro, que antes de armar su candidatura presidencial, primero sea senadora. Así de fácil. No le fue a la zaga Gustavo Madero, cortesano presidente de Acción Nacional, que en la capital de Coahuila, lo aseguró (y no le temblaba la voz):

Margarita Zavala puede aspirar o ejercer el cargo que mejor le convenga, pues en mediciones internas resulta de las panistas con mayor reconocimiento y aceptación.

Haya cosa, qué coincidencia, qué curioso. Ocurre ahora, según el panista servil,  que otra “primera dama” nos resultó una gran mujer y una gran política, y que “la gente la quiere, es muy capaz y talentosa”. Mis valedores: si  acaso también formo parte de “la gente”, aquí y ahora lo afirmo con toda mi voz:  yo no quiero a la señora ni me consta que tenga las cualidades que le atribuye el panista, hasta el grado de que “tiene muchos atributos para desempeñarse cuándo y como lo decida”.

Válgame, dónde nos fue a aparecer la estadista. En fin, que aquí finalizo mi recado del pasado viernes. Señora Zavala:

¿También usted? ¿Nada le dice la historia, que no tiene escrúpulo alguno en desempeñarse como una segunda versión de la Marta aquella que convirtió el camino a Los Pinos en un circo, un  carnaval, un tropical esperpento? ¿También usted? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento usted también, por nunca haber sido, busca, como compensación, tener? Recuerda usted a aquella Marta enloquecida por un retazo de poder,  ¿no es cierto? Yo, cuando menos yo, aún no olvido el sarpullido de mediocridad, los instintos rupestres que afloraron en la de Zamora.  A ella, la que  quiso y no pudo; a la trepadora que intentó encaramarse en el altísimo cargo dentro de la política, y que en tan resbaladizo pantano, en tales arenas movedizas donde intentaba prolongar la “pareja presidencial”, exhibió su ignorancia, su zafiedad, su mediocridad de arribista y logrera, de aprovechada de la ocasión. Pues sí, pero  lógico: tuvo que regresar a su origen, y ya arrojada de las candilejas (ella y su compulsión protagónica) volvió a su estatura natural y pegó el reculón hasta la madriguera de donde más le valiera no haber salido.  A propósito:

¿Quién vino pagando los derroches de la Sahagún? ¿Quién sus lujos de nueva rica, su delirante protagonismo, su alucinante compulsión por figurar, que la forzó a atragantarse de tantos foros y candilejas que le aprontaban los validos que a balidos han hecho carrera culimpinándose al arrimo del Poder? ¿Quiénes vinimos pagando el avorazado “redondeo” de la Sahagún? ¿Y ahora usted, señora, un segunda edición de Marta? ¡Vamos, México!

No usted. Déjeme creer que con la de Zamora los mexicanos tocamos fondo. Que nunca más el mundo se ha de mofar ante aquel espectáculo carnavalesco con ribetes de bataclán. Que usted no, señora Zavala. ¿O..? (Es cuanto, y la paz.)

 

Realismo mágico

Ella, la cautivadora, como a Odiseo la sirena del mito, ya ha comenzado a cantarme. A lo lejos. He distinguido el horizonte desde donde me tendía sus redes. Yo, como el héroe, con cera me taponé los oídos. Ella, de carnada me aprontó una imagen no hermosa, pero sí falsamente hermoseada, relujada con primor. Cerrando los ojos la dejé pasar; a ella que a la distancia me sonreía, me camelaba, guiñábame un ojo. A ella, maga Circe que se me ha quedado en la foto. Y no más. Mis valedores…

Miro su vera efigie en la foto de marras, la observo hasta bizquear. Contemplo la imagen de una sirena más bien madura, rostro no bello pero hermoso en lo enérgico de sus rasgos, en la apostura de su continente, en su presencia y en lo que el rostro evidencia del carácter de la mujer: firmeza, audacia, decisión, la pura mesura, la ponderación. Pues sí, pero no, que es mujer casada y, por lo que sé, de firme moral personal y arraigadas creencias religiosas. Como sea, tal parece que anda en agencias de ganarse mi gracia, lo que no ha de lograr. Nunca de los nuncas. Jamás.

Sus artes seductoras me dejaron entrever parte de su currículo, bellamente adornado de cualidades morales como hembra, madre y  compañera de varón. Que ha logrado integrar una muy unida familia; que ambiciosa no es y que, por contras, de muy modesta se precia, y de muy leal en amores y convicciones. La mujer firme de la parábola, según todos los indicios. Pero no.

Pero no, que  mi voluntad nunca va a conquistar porque soy  perro viejo en el oficio de seducir sin ser seducido. “Eso que a mí me dice, señora, pienso entre mí, se lo dice a tantos”, y en lugar de que me le brinde me le blindo y me parapeto frente a las artes de mujer seductora que se exhibe ante  las niñas, ellas tan cándidas, de mis ojos. Al influjo de sus cantos de sirena y hechizos de maga yo, Odiseo de masquiña, hago que me aten al palo mayor y, la cera en los oídos, evito el peligro de caer rendido al hechizo de su reclamo melodioso. Yo, de tenerla enfrente, diría a la señora del largo cabello, mirada firme y ásperos rasgos de rostro:

– Señora mía (de su marido, más bien): bellas cualidades humanas de su persona pregonan sus cortesanos, ¿pero qué tal si aceptándola yo por soberana pega usted soberano cambiazo? ¿Qué si ya al sentirse segura y firme y respirando otros aires (gracias a mí y a tantos más que cayeran al hechizo de sus cantos), aflorase en usted ese pequeño Mr. Hyde que todos llevamos dentro y que, mal que bien, mantenemos encadenado? Porque usted bien conoce que los de allá arriba son aires enrarecidos, que marean y trastornan y absorben el seso, en ocasiones con todo y sexo. Señora:

Le concedo el beneficio de la duda. Supongo que no diese usted ese cambio atroz que me tornase aún más desvalido de lo que ahora estoy. La  percibo mujer de espíritu, que es decir de razón, imaginación, lógica, vida interior, sensibilidad y la suficiente cultura como para no caer en los excesos de la arribista y logrera, valida de la ocasión. Pero  usted ha de perdonar mi suspicacia, que a golpes de desilusión  terminé perdiendo el candor…

Porque, señora, yo le pregunto: ¿se siente usted con la suficiente autocrítica (autocrítica, sobre todo) como para aprender de la historia y atenida a sus enseñanzas evitar alzarse más allá de su propia estatura?  ¿Quién me asegura que usted, ya caída en la tentación del poder y el boato, no va a perder cordura y decoro y convertirse en una segunda edición de la Marta aquella que…

Qué, a quién y por qué le diría lo que falta, el lunes. (Vale.)

Santa simplicidad

El laberinto de Creta, ¿lo conocen ustedes? Y quién no lo ha oído mentar, si es uno de los episodios de la mitología griega que ha logrado llegar al conocimiento público.  Lo conocen ustedes, y aunque algunos no por su nombre, sí por sus efectos en la vida pública de la comunidad. Aquí la síntesis del susodicho laberinto.

Minos, el rey de la Isla, recibe de Poseidón un magnífico toro blanco para que le sea sacrificado. “Pero qué desperdicio”, calcula Minos mirando tan soberbio animal. “Será el mejor semental para mi vacada”, y sacrifica  otro de su rebaño.  Pero, mis valedores, su acción cayó en la conducta de la “hybris”, desmesura, que los dioses castigan con todo rigor, y el castigo que recibió su codicia y desobediencia no pudo ser más despiadado.

Y fue que Poseidón (Neptuno), inspiró en Pasifae, la esposa del infractor, una torva pasión por la bestia,  y acalambrada de pasión, la reina mandó a Dédalo, el ingenioso: “Haz  posible que nos ayuntemos”.

Y qué hacer. Dédalo forja una vaca hueca, dentro de la cual Pasifae logró recibir al toro. ¿Lo sabía Minos, no lo sabía? El mito pasa esto sin ruido, de puntillas. En fin, que  de tanto repetir el acto zoofílico Pasifae fue fecundada y parió una monstruosa criatura dotada de una soberbia testa cornuda, con cuerpo de humano de los hombros hacia abajo. El Minotauro, sí, que se alimentaba de carne humana. Atroz. (Bueno, sí, ¿pero todo eso en que pudiese afectarnos?)

Y ahora cómo mantener encerrados el secreto y la monstruosa criatura. Dédalo, una vez más. “Construye una cárcel”,  le ordena Minos.

Y así nació el laberinto, de fácil entrada pero del que nunca las víctimas podían hallar la salida, y cuyo destino final era el vientre del monstruo, cautivo en él. Parte de la dotación de carne eran doncellas y jóvenes griegos que de tanto en tanto tenía que enviarle Egeo el rey.  Pero esta ya es otra historia.

Pero en medio de su tribulación los pueblos siempre cuentan con ese individuo que ante la necesidad se alza a la altura del héroe. Tal fue Teseo, el hazañoso predestinado que se incluye voluntariamente entre las víctimas, enfrenta al engendro, lo vence, lo mata y sale del laberinto.

¿Salió? ¿Cómo, si era empresa imposible, o casi? Y tan fácil resulta cuando se conoce la solución: un ovillo que  Ariadna, enamorada de Teseo, le proporciona  para que al penetrar en los recovecos lo vaya desenrollando, de modo tal que al dar cuenta del monstruo pueda regresar y encontrarse con la doncella para que juntos… Pero esa es también otra historia. Mis valedores:

De las tantas interpretaciones que para casos diversos encubre el mito hoy me propongo aplicar el símbolo del monstruo y el laberinto a esa política de corto plazo que a tantos trae con el seso sorbido. ¿Pues qué? ¿Seguiremos atenidos a una política cortoplacista que depende no de nosotros, sino del Minotauro? Crítico es por su culpa  el nivel de vida de todos nosotros, y es sólo nuestra la solución, que radica en el ejercicio de pensar, estudiar la historia, observar y analizar la realidad objetiva y autocriticarnos para que seamos nosotros, no esa política de corto plazo que forma parte esencial del Minotauro, quienes trencemos el  hilo de Ariadna que nos libre del Minotauro y nos muestre la salida del laberinto. ¿Pero nosotros (ciegos, tercos) a persistir en el recurso  irracional de “¡exigirle!” al Minotauro, una y otra vez, a lo demencial,  que por amor a nosotros nos muestre la salida y él se quede sin comer? Santa simplicidad. (Regreso.)

Estamos salados

Pero los parabienes a la izquierda que expresó Calderón en su cuenta de twitter no fueron  para López Obrador ni para la izquierda del PRD, sino para los de mano izquierda, porque el sábado 13 fue Día Internacional de los Zurdos.

Mis valedores: la salación. El prejuicio de la mano izquierda. Que un zurdo sólo nos puede traer la mala suerte, jura la creencia popular sin más base que la ignorancia. A propósito, el incidente se produjo en la tertulia de anoche. De repente, al codazo de la tía Conchis, el espejo de pared se fue a estrellar en la alfombra. La conserje de Cádiz, la mano diestra en la boca.

– ¿No les digo? Esta mañana me levanté con el pie izquierdo.

Silencio. Habló el maestro: “Así que con el pie izquierdo. Nuestro racismo, nuestra discriminación contra los grupos vulnerables en el país: mujeres, indígenas,  preferencia sexual distinta. Algunos aún nos escandalizamos ante  la discriminación, cuando a diario y desde que nacimos venimos ejerciéndola con nosotros, en contra de nosotros mismos”.

“¿De nosotros mismos?”, pensé entre mí. (Quedo, en el aparato,  Las bodas de Fígaro.)

– “Hoy me levanté con el pie izquierdo”. ¿No sugiere el dicharajo la discriminación que a favor del lado derecho de nuestro cuerpo aplicamos contra el izquierdo? Y no sólo es tolerar tal discriminación, sino que, para nuestra desgracia, la fomentamos todos los días. Contertulios: miremos nuestras dos manos. Esta es la diestra, esta otra, la siniestra; ésta es la derecha, y esta otra la chueca, la zurda, la inhábil. ¿Y desde cuándo cayó el mal fario sobre la izquierda? Desde que el mítico Crono(s)-Saturno, para castrar a su padre Urano, le sujeta los genitales con la mano izquierda, que desde entonces carga el estigma del mal aguero, y hasta hoy día.

Mirábamos del envés nuestras manos, del revés, las meneábamos. “Toda la civilización ha sido forjada con la diestra y para los diestros, y es así como los humanos estamos mutilados, hemipléjicos, cuando pudiésemos, cuando debiéramos poseer dos manos diestras”.

Que nunca se me hubiese ocurrido…

Y fue ahí, mis valedores, donde me percaté del perjuicio que nos causamos a nosotros mismos. Los contertulios escuchamos referencias a la diestra y la zurda, que por obvias nos pasan inadvertidas.

“Cuando Jacob, con la complicidad de su madre, perpetra el fraude contra Esaú y se apodera de la primogenitura, ¿para el testimonio qué mano coloca bajo los genitales de Isaac su padre, si no es la diestra? ¿Y con qué mano es bendecido al recibir la fraudulenta primogenitura?”

Y que en el drama inconmensurable de la Crucifixión, ¿hacia qué mano ubica Mateo al Buen Ladrón? ¿Y al tal Gestas, padre que fue de los Bribiesca y Montiel,  Gordillo, Salinas y ralea de compinches,  ladrones todos de nuestros dineros públicos?

Al asumir su cargo el presidente gringo, descendiente degradado del puritano

fundador, ¿con cuál mano jura sobre la Biblia? También quien jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con la diestra lo jura.

En el templo los clérigos, y los padres en el hogar, nos saturan de bendiciones. ¿Con qué mano dibujan la bendición?

Dios, llegado el Juicio Final, va a clamar en el Valle de Josaf: “A mi diestra los justos, que conmigo estarán en el Paraíso. A  mi siniestra los réprobos, destinados al fuego y la eterna condenación”.

Los casos que siguió enumerando, aquí, en breve. “Limpien su mente de consejas y creencias, contertulios, acerca de que un zurdo nos acarrea la salación”. (Pues sí, maestro, pero…)

Cable cifrado

Esta es una muestra, mis valedores,  del caló que en las primeras décadas del siglo XX arropó a la germanía contra la acción de los de uniforme, que traje a ustedes con ánimo de comparar su riqueza expresiva con el estreñimiento del habla del joven actual: “qué onda, guey, no te manches”.

El final del relato que narra el hampón sobre el crimen de su compinche:

Que lo mide hostigándole la retaguardia y al trascuerno y sin testimonio del guanaco…¡gueso frìo el betabel! Y pa pronto, que le baja la luz frisqueàndolo y ¡don pepe!, que se pinta de allantas con la cuera y nadaza de andar cabra..!

(Al peso de la noche saliò del cabarè solito, y el raterillo lo siguió hasta la calle màs oscura. Como caminaba con zapatos tenis, ni cuenta se dio el tipo de que lo seguían, y ¡zaz!, que le pega por la espalda con el puñal, sin que nadie se diera cuenta. ¡Ni el velador! Muerto quedò el viejo, y ràpido, que lo esculca y que huye de ahì con la cartera en la mano, sin nerviosismo”.)

Expresivo lenguaje, contraste del “chale” y el “guey” de hoy día. “¿No? O sea…”

Un gil, un afanador, una bellarina.  El final del relato:

“¡Como estás! El jale chido. Antioquìa, ¡puro trama de guarnetas muertas con gallina pinta o balines con permanente! ¡Puro escaria règules con su acordiòn de sirias hirvientes y blandas! Càscara de muñeca de orègano; tandos chidos con buena cresta. Hasta se amacizò `spàtula con règules curva de cacama. Ya nadaza de relingos de puros gosnes broncas de puras barbas. ¡La pura felicidà, ñeris”.

(“¡Y que vino el cambio! La felicidad, la buena vida. Antes sòlo comìa tortillas duras con frijoles tiesos, pero después: pura carne frita con sus tortillas calientes y suaves. Reloj de oro, trajes finos con buen sombrero. Hasta se juntò con una prostituta de buen cuerpo. Dejò de usar ropa vieja y regalada. ¡Era feliz!”)

“Pero: ¡de`mpalme! Que lo aparusca la tira a la de sinsusto porque la tela era del tendido pal rescate de un supremo y`staba dibujada: ¡puro jando cachuco, ñis! Y que lo encanan en el multi. ¡Al desgrase de chompirico y nel de chisparse del cordel! Así es el afane, ñis… son sus suspiro, ¿no? Y no hay fijòn, bato furriel, ningùn fijòn”.

(“Pero ¡sorpresa!, que un dìa lo detiene la policìa porque se supo que el dinero era para pagar el rescate de una personalidad y estaba marcado. ¡Puro dinero malo, mi amigo! Y que lo meten a Lecumberri y lo mandan a Las Islas sin poder librarse de la cuerda. ¡Así es el oficio! Son sus gajes, y ni hablar”.)

Mis valedores: por último. Cierto cura de barrio, conocedor del caló, vio desde el púlpito que dos hampones robaban los cepos de las limosnas, y por evitar el escándalo:

“¡Os jurnio afanes furris poniéndole en el tibor, embalsando las buchacas a los batos, a las baturras, y sonando las morenas! Trinquen varilmente y piren dejando una hebra de la baraña para mi menda en la otrofa morenáis.

Licad al Gran Doráis con un chutazo en el catecismo y otrofo en la vara de su mendurria, hostigado por la jara del romano entre un vati de afanes, toledano por vosicláis. Aliniáos, porque al rayo que morívios y vuestras mendas den cos de esta polvosa pa ribera, allá el Gran Doráis os licará fu. Aguzádeis afanes fu, la jara se aplacera en la burda del tibor echando los oclayos a sus mentolatos, San José el pintor y de retinto, si la jara os apaña, San Javier amuraba a los afanes. Amén”.

Sobre aviso,  los malandrines: “Claris, chirul chicharrón. Su partencia en la otrofa morenáis.

Latín, pensarían los feligreses. (Chale…)

Reciclado Big Brother

El lenguaje del hampa, mis valedores. Porque conozco el lenguaje del joven. Porque lo he oído expresarse en la UNAM, en el Metro y en tantos otros lugares. Porque escucho que es un habla  rutinaria, sin asomo de creatividad y de originalidad; que la uniforma un mismo entramado de muletillas iniciadas con un “qué onda”, seguidas por un “no te manches” y rematadas con el obligado  “guey”. Por eso transcribo sobrevivencias del habla del pìcaro y el malviviente en las primeras décadas del siglo anterior: para que se advierta la riqueza y expresividad manifiesta en el añejo cable cifrado de la germanìa.

(A viejos y adultos no me refiero; nosotros ya no tenemos remedio, y lo que nos resta por comunicar lo tartajeamos con vocablos de escamocha, cascarones de palabras, lugares comunes y  basurillas de carbòn descargadas desde la baba del conductor de radio y TV hasta la de su mediocre imitador: los “shoping”,  “hoy inicia”, “ropa casual”, “a la brevedad”, “cuestionado” -por interrogado-, “agresiva” -por vigorosa- “look” por aspecto,  y la diarrea de muletillas: “este”, “o sea”,  “digo”,  “¿no?”, y “¡guau!”, ladrido aprendido del gringo. En fin.)

Aquì, lenguaje del corazón bandolero, un hampón relata a su colega cierto suceso delictuoso perpetrado por otro del mismo jaez:

“Solicitó de boleto una sersia bien muerta ¡y poninas a pastorear al gilberto! Como afanaba dia soledá, ¡pos niguas quien lo batiera en la desgrase! Y el ruco ya tostonero… media astilla y canasta del adobe, pero cubriendo un resto de luz…

Y que se aplacera una´ndadora de forro chido y se cotejan una vidriosa de tecitos d’ándosela de chaquira en la bellerina. Lo chamucó guaracharse un purrúm bien sonado: maletón pa´l guarache, pero como ya´staba coconoco, por ni color de las regadas…”

Y su correspondiente traducción, con esa sintaxis:

“Pues sí, mi amigo: que el raterillo le ve el dinero al tipo aquel que iba vestido con buen traje. ¡Puro dinero nuevecito, amigo! Recién salido del banco. ¡Y claro!, lo esperó a que saliera del cabaret para asaltarlo. Pidió una cerveza helada y se dedicó a vigilar a su futura víctima. Como andaba solo, no tenía quién le ayudara en el trabajito. Y el tipo ese era ya cincuentón, medio flaco y con bastantes canas en la cabeza, pero con mucho dinero.

Sentò a su lado a una mariposilla de buen cuerpo y se bebieron una botella de licor. El presumìa de mucho dinero… Lo vio bailar; malo para el baile, pero como ya estaba bebido, pues ni cuenta se daba de sus desfiguros”.

Sigue el relato el hampón: “Alegò con el meseta por cosas del pàpiro y cuando salinas del trrabuco la cuera pa`villas… pa tender el guano: ¿de`mpalme al licar como trài la saña el bato! Nel de pàpiros dia camaròn o dia cristóbal. ¡puraza papiriza añil dia siglo y dia quimera y dia milagro! ¡Dia bùtifar! La neta que  aguantaba el resto ls`speranza del rebalse”.

La traducción:

“Peleò con el mesero por cosas de la cuenta, pero cuando sacò la cartera para pagar, para entregar el dinero… ¡que sorpresa al mirar còmo llevaba repleta la cartera! Nada de billetes de a peso o de a cinco pesos…¡puros billetes de a cincuenta, cien, quinientos y mil pesos. ¡Muchos! De veras que valìa la pena esperar  que saliera del festejo…”

“Y al peso de raroche salustio del ratòn dia solimàn el remoto y lo ampaniò hasta la fiusa onde`l resto de oscurana. Como abananaba en bici ni color se dio andoba y ¡sastres! que lo mide hostigàndole la retaguardia y al trascuerno con el fierro”. (Mañana el final.)

¿Qué onda?

Todo estreñido, mis valedores. Repetitivo y sin creatividad. Así escucho el lenguaje verbal de unos “chavos” cuyo vocabulario abarca del “¿qué onda, guey?” al “me cái” y al “no manches”. A fe que generaciones atrás: qué riqueza de expresiones ideaban y creaban en su comunicación lingüística. ¿Alguno de ustedes habrá leído El Periquillo Sarniento, como evidencia de mi afirmación?

Pues siendo cócora en los juegos, tenía yo que vigilar al montero para cogerle un zapote o verle una puerta o arrastrar un muerto.

Ahí una muestra  de aquel lenguaje secreto  que utilizaba el gremio del mal vivir en el México del siglo XVIII,  que Fernández de Lizardi recoge en la novela más representativa de la picaresca mexicana en vísperas de la independencia del país.  Y qué lenguaje rico y sonoroso, siempre creativo y siempre en constante renovación, con el que de maleante a malandrín se comunicaban sus asuntos al margen del orden público, que se iba a prolongar hasta las décadas primeras del pasado siglo para más tarde morir en olor de formol y cadaverina. Hoy, la juventud, abundosa en sus formas de comunicación verbal:

-¿Qué onda, guey..?

A toda hora, con todos y para todo: “¿qué ondón?” “Chale”. A cual más de constipadas pregunta y respuesta. “No te manches”. Esto, cuando no permanecen enajenados en la pantalla del celular.  Yo, incómodo con ese pobre lenguaje siempre empedrado de disparates,  muletillas y cantinfleos, muestro aquí (anécdotas y relatos) el grado de creatividad de aquel  que denominaron caló, que allá por el primer tercio del siglo anterior exudó el barrio bajo en la cofradía del  corazón bandolero a modo de cable cifrado para  evadir a extraños al clan, sobre todo si se acercaban luciendo chaquetín azul y al cuadril el arma reglamentaria. Entonces, el que primero venteaba el peligro:

– ¡Aguzadéis afanes fu, la jara se aplacera por el chante, los oclayos a sus mentolatos!

Y el silencioso desparramarse por la calleja y el callejón, y a la guarida y al escondrijo…

Esa jerga de hampones conoció su Siglo de Oro hace ya muchos ayeres, y hoy suena anacrónica y sin trazas de resucitar. Cumplió su ciclo vital aquella forma de secreta comunicación de la cofradía de maleantes, dialecto de trasmano entre caifanes y raterillos, rameras y proxenetas y demás vividores del áspero oficio de la vida arrastrada que mantenía la carne de presidio siempre en alerta, siempre aviruza por si la jara…

¿Y si en un parpadeo de mala suerte su mala estrella los refunde en La Grande? Suspires son del afane, o dicho en cristiano: gajes son del oficio, sin más.

Pos sí, mi ñero: qu’l afanador le jurnia la luz al gil ese que s’envolvía en un jando varil. ¡Puro quemador salido del horno! ¡Y clarines, que lo’speranzas que se botara del ratón, pa’macizarlo!

Lean estos retazos de cierto relato que firma un  Fuentes Zapata, con su respectiva traducción:

“Solicitó de boleto una sersia bien muerta ¡y poninas a pastorear al Gilberto! Como afanaba dia soledá, ¡por niguas quien lo batiera en la desgrase! Y el ruco ya tostonero… media astilla y canasta del adobe, pero cubriendo un resto de luz…

Y que se aplacera una´ndadora de forro chido y se cotejan una vidriosa de tecitos d’ándosela de chaquira en la bellerina. Lo chamucó guaracharse un purrúm bien sonado: maletón pa´l guarache, pero como ya´staba coconoco, por ni color de las regadas…”

“Qué onda con ese pedro, guey?”, me dirá alguno de ustedes en llegando a este punto, y yo le contesto: calma; la traducción y algo más, el lunes. (Vale.)

¿Católico? Ser o no ser

 

De la superchería hablé a ustedes ayer. Ahora continúo con el tema.

“Combatir la superstición es deber de todo católico. La superstición es la única religión de que son capaces las almas ruines”.

Y algo más advierten a ustedes la sotana y la capa pluvial: “La consulta de horóscopos y la lectura de cartas están prohibidas por la Iglesia Católica”.

Ello, mientras una “bruja blanca” se da vuelo en la radio: “Acuario su tendencia a expresarse con aire autoritario puede provocar que las personas demasiado sensibles no actúen como usted espera que lo hagan”. (¡!)

Superstición y feligresía. Desde la fe, semanario católico: “El pretender conocer el futuro mediante los horóscopos, lo único que se consigue es poner la vida en manos de simples suposiciones. La astrología, creencia antigua planteada en nuestros días como ciencia, no es más que charlatanería. Si fuera científica, si fuera cierta, arrojaría predicciones con cierto grado de precisión, como las ciencias naturales para un mismo signo en un mismo día vemos que no es así”.

Y esta verdad, para que la mediten esos “religiosos” practicantes de una fe meramente milagrera: “Ni siquiera Dios quebranta la libertad, mucho menos lo pueden hacer un planeta o una estrella”.

La “bruja blanca”: Cáncer. La Luna entró en su signo a las 22 horas y eso ha exaltado tu tenacidad en el terreno profesional. (¡Sic!)

Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. Los ignorantes adoptan como realidades lo que son puras ilusiones”.

La Biblia: “No os volváis a los encantadores y a los adivinos; no los consultéis ensuciándonos con ellos. No serás practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón ni mágico, ni quien pregunte a los muertos. Es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas”. (Y se dicen católicos.)

¿Una ciencia, la astrología? El científico: “Según ella el sol, la luna, las estrellas y los planetas, pueden influir en lo que sucede en la tierra, pero las propiedades zodiacales de las diversas constelaciones son pura imaginación. Los astrólogos primitivos no sabían nada de Urano, Neptuno o Plutón, que fueron descubiertos cuando se inventó el telescopio.  ¿Su influencia en las tablas astrológicas trazadas siglos antes? Aberrante. Además, ¿por qué debería ser buena o mala la influencia de planetas, cuando ahora  la ciencia sabe que todos son básicamente acumulaciones de rocas o de gases inanimados en viaje por el espacio?”

A propósito: que las monedas de los pobres de espíritu han vuelto archimillonario a un tal  Walter Mercado.

Algunos de ustedes, ¿católicos? ¿Buenos católicos? Porque el cardenal Juan Sandoval alerta a la población sobre la proliferación de grupos que promueven el espiritismo y la astrología y condena magia, idolatría, superstición y  quiromancia, “prácticas que en el católico suponen una aberración y una gran ignorancia religiosa que los lleva a experimentar con la hechicería y la lectura de las cartas, las manos o el café. “La Iglesia Católica rechaza con firmeza toda clase de superstición, idolatría, adivinación y magia”.

El científico: El tiempo del viaje del sol entre las constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por más de un mes de lo que era hace dos mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. La astrología no tiene, no puede tener base racional ni científica.

La ciencia. ¿Qué tiene que ver la ciencia con la ignorancia? (¿Qué?)

El charlatán y los pobres de espíritu

Riesgos que en esta ciudad corre el automovilista, mis valedores. Corre mientras avanza a vuelta de rueda. Yo, por ejemplo: alerta al tráfico consabido durante las llamadas “horas pico”, que se inician en la madrugada, continúan a lo largo del día y finalizan allá por las cercanías de la medianoche, de manera simultánea  tengo que avanzar aplicando técnicas de alambrista a lo largo de los nuevos, improvisados callejoncillos trazados por trabajadores del DDF. con obstáculos de plástico rojo, y un achaque más: tengo que aplicar mis cuatro, cinco sentidos, para ir sorteando hoyancos, pozos y zanjones que nacieron como simples baches y que amenazan ahí nomás, a media calle, con las fauces abiertas de par en par, al acecho del conductor descuidado para pegarle la tarascada en la parte más sensible, ahí  donde más va a dolerle, que es en la suspensión de su volks. Macabro.

Ah, pues a tantos peligros acabo de agregar uno más, y ello ocurrió ayer a media mañana.  A tientas oprimía las teclas del aparato en procura de un Opus 94, que trepara a Mozart o Bach a mi carromato, y aquí lo horroroso: tentaleando y por azar fui a caer de orejas en otra clase de baches, un atentado contra la inteligencia de quien no esté sumergido en la mediocridad, la irracionalidad, el pensamiento mágico:

“Piscis: todo agosto van a predominar las ganas de divertirte. A ti ya te cuesta poner los pies sobre la tierra…”

Ahí interviene mi instinto de conservación y pulso al azar en alguna otra estación de radio, pero morboso y masoquista dejara de ser. “Debo comprobar hasta dónde las malas artes de la charlatanería pueden seguir manipulando pobres de espíritu”. Recorrí las teclas del aparato y helas!, de nuevo la femenina voz:

“La posición de la luna te es propicia para conseguir trabajo, sólo tienes que rociar tu  ofrenda con ungüento aromático ‘consigue-empleo’. También deberás encender una vela verde y aromar tu ofrenda con incienso ‘retira-salaciones’ que puedes conseguir en cualquiera de nuestros establecimientos ubicados en…”

Así que aún existen en este tiempo y en este país los crédulos que se dejen engatusar con semejantes patrañas. Así que sobreviven cascajos de las supercherías que sustentaban el pensamiento mágico del homínido y el hombre de Neanderthal. Bien dice el estudioso:

El ignorante vive en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos y temores y de vanas esperanzas. Es crédulo como el salvaje y el niño…

Y semejantes supersticiones, pústulas purulentosas de una comunidad inmadura, revientan en todo tiempo y lugar, y a todas horas sueltan su virulencia el vividor, el embelecador y toda suerte de charlatanes se dan a medrar con la ignorancia la credulidad y la irracionalidad de esos pobres de espíritu que, en un intento de reforzar su desfalleciente sentido de la vida y una vez que les ha fallado la fe en su Dios, en los políticos y, sobre todo, en sí mismos, depositan toda la carga de su irracional esperanza en el licor, en la droga o en Saturno y Plutón. Y vengan sobre los lomos del crédulo el ensalmo y la limpia, el sortilegio y el talismán, y a echarle dinero bueno al malo, y a cebar los ahorros de los picaros de la engañifa y la estafa. “Adqui+eralos en uno de nuestros establecimientos…”

Los crédulos del ensalmo y el aceite milagroso, ¿católicos?  Oigan, entonces, y atiendan la voz de  su Iglesia:

“Combatir la superstición es deber de todo católico. La superstición es la única religión de que son capaces las almas ruines”.

¿Oyeron?  (Sigo mañana.)

Sicalíptica

Esta la madrugada tuve un orgasmo. La excitación me prendió desde anoche con esta frase que en la tertulia dejó ir el maestro: “El indicado para suceder al del Verbo Encarnado en Los Pinos no es Ebrard”. Su dicho ofendió al Cosilión, clasemediero.  “Ni siquiera López Obrador”. Se crispó la tía Conchis, más  Morena que la del tal. “¿Peña? Ese tiene las posibilidades que en el 2006 tuvo Madrazo”.

El Madrazo lo acusó mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. “¿Que qué?  ¿Entonces quién es el bueno, según usted?”

– Usted. Esto lo afirmo después de haberlo meditado a fondo, créame.

Vi dudar al Jerásimo, y luego enrojecer de vanidad (“ay, maestro”),  sonreír de medio lado y humillar los párpados en una actitud de falsa modestia: “Eso se lo dirá usted a todos. Me lo dice nomás por carnear…”

– Lo afirmo con seriedad y conocimiento de causa. Si existe congruencia en nuestro sistema político usted tiene tantas posibilidades de llegar a Los Pinos como López Obrador. Porque la hora ha sonado…

El que sonó fue el teléfono. Del partido. En posición de firmes, mi consanguíneo: “Sí, licenciado Madrazo. Orden del licenciado Peña Nieto. Cómo no, licenciado Madrazo. De acuerdo, licenciado Madrazo. Como Madrazo voy para allá, licenciado”.

Como Madrazo colgó. Comisión del partido: que para la unidad partidista Peña ordenaba que mi primo arreglara la leonerita de Colosio (la calle)  para el de Acatempan que por orden suya tenía que darse Madrazo con la Gordillo”. “Pero sin beso. Al menos excúseme de hacerle al Sicilia con ella”, suplicó Madrazo. Yo, en tanto los zapatazos del consanguíneo bajaban las escaleras de dos en dos:

– Caray, maestro, ¿no pecó de excesivo? ¿A Los Pinos un mediocre,  inepto y vulgar que no puede sobrevivir sin el  cacardí?

– ¿Excesivo? Unas masas que así se niegan a pensar y a lo irreflexivo se dejan encampanar no por candidatos que fuesen suyos, sino por los de la partidocracia, ¿merecen un estadista de la alzada de Juárez o Lázaro Cárdenas para que gobierne esta sociedad educada por Televisa y TVAzteca? Un De la Madrid, un Fox, un beato del Verbo Encarnado, un licenciado Jerásimo. ¿Merecemos más?

– Pero mi primo, maestro…

– ¿Su primo es violento e irreflexivo?

Que sólo cuando anda alcoholizado, tuve que reconocer.

– ¿Es impulsivo, desconfiado, de mecha corta e irrespetuoso con sus subalternos?

Que al contrario: dócil y pedigueño como todo adicto a la botella.

– ¿Su primo, escaso de neuronas, acostumbra tomar decisiones alocadas que puedan perjudicar a todo un país? ¿Se sabe de él que con el avieso propósito de manipular mentes aturdidas haya llevado a cabo gastos alucinantes en propaganda en los medios? ¿Que por su culpa se haya enlutado el país? Convénzase, mi Valedor: él es también un borracho, pero sin taras psicológicas ni complejo de ilícito.

Mis valedores: esta madrugada, soñé un sueño color de rosa, rosa mexicano. Miré a mi primo allá arriba, todo gloria y esplendor, medio pomo en el pecho y entre pecho y costillas la Tricolor. A su lado yo, que me administraba la concesión de la droga,  una Secretaría de Estado y a una secretaria a la que dejaba en estado. Con el suyo erecto, su dedo, el briagadales me apuntaba: “He aquí al orgullo de mi nepotismo”.

¿Yo, en la mera punta? ¿Yo? Vínoseme aquella excitación, la descarga hormonal me retorció el bajo vientre, alcancé el clímax sexual. ¡Guau!, el ladrido que le copié a los gringos. Pues sí, pero en eso la crudelísima realidad, porque desperté.  (Lástima.)

Animas…

De los mendigos les hablé el viernes pasado; del río de necesidad con que vengo a toparme cuando voy y vengo de la estación del Metro a la estación de radio, y viceversa. Yo, corazón de malvavisco, me aprovisiono de monedas que voy sembrando en la mano abierta con la vagorosa esperanza de cosecharlas en un cielo más vagoroso todavía. Y esta moneda a la anciana que engarruñada y  a puro valor soporta fríos, calores, ventarrones y lloviznas tempranas, y esta otra en el de hojalata del desafinado violín, y una más en la guaripa que  aguarda boca arriba, boca abierta en el escalón, mientras el ciego nos jura que Gabino Barrera no entendía razones andando en la borrachera. Y allá va la monedilla sin más valor que la buena intención, que ya con una moneda de diez qué puede mercarse, que no sea la ilusión, pobre ilusión de  pobre, de ganarse el cielo. “Dios se lo ha de pagar…”

Escaleras del Metro capitalino. En aquel escalón, el viejo de la guaripa  ofrece al viandante la única alegría a la medida y al alcance del pobre, que en México lo somos todos si exceptuamos a los ricos:

– Alegrías de a peso.

Toda la alegría que puede caber en un peso; alegría de amaranto…

Pero ándenle, que ayer, muy de mañana, la novedad: una parejita de  nuevos pedigueños engrosaba el rastrojal y la cofradìa de la mano extendida: “Animas caritativas…”

La aparición del par de arrimadizos acuclillados en el andén del metro Copilco me sorprendió porque yo  a todo el almácigo de menesterosos ya lo conozco como a la palma de su mano extendida, que cada mañana paso revista a semejante sembradío de penurias. Pero esos allegadizos, con su aire patético. Y yo, ya sin monedas qué repartir…

El alto, vejancón; el bajito, cochambroso, lamentoso a cual más. Su aspecto me acalambró las fibrillas íntimas del corazón. Ah, el aspecto del par de mendicantes, esas miradas de súplica, ese su aspecto de necesidad que…

Los reconocí entonces. ¿Con que eran ellos? Así pasan las glorias de este mundo. Humillados y ofendidos me los vine a topar, sin el tanto de autoestima que puede caber en una moneda. Los vi y me miraban, la mano extendida, que extendida me apachurraba el corazón, qué contrasentido. Y yo ya sin un cuproníquel (sé lo que digo) para poner en sus manos, ya sin nada que ofertarles que no fuera mi humana compasión, tan inútil si no se acompaña de las acciones.  Ellos, frente a mí, con sus pupilas de animalillo aporreado, unos labios temblorosos que, todavía novatones en el oficio, como que aún no se atrevían a oficiar el rito del pedigüeño. Los observé de reojo…

Quién te mira y quién te vio: haber sido y no ser. Cuán cambiantes los devaneos de   la tornadiza fortuna, de la que el prudente nunca se fía, porque  cuando y cuanto más altos encarama a algunos, más bajo y hondo los deja caer. ¿Así que estos son los que fueron ayer triunfadores, los que refulgían ante el halago, la lisonja, la envidia y la admiración de las muchedumbres? Lóbrego…

Frente al enanín me hurgué en los bolsillos. Basurilla, una moneda de a peso, lo único. “De algo le puede servir”,  y puse el pesito en la mano del peso mexicano, el que una vez fue de plata 0.720 y hoy es eso pequeñín, devaluado, minimizado  y a punto de encogerse otra vez si el gringo no lo remedia.  Me miró, húmedas sus pupilas. Tragué saliva. El otro, sol que apagaron a escándalos y redujeron a la miseria. Pobrín Strauss-Khan, y la monedita en su mano. Suspiró, suspiré. (Qué más.)

Mendicantes del Verbo Encarnado

La cofradía de los limosneros, mis valedores, ese fruto mostrenco de la humana desigualdad que nunca ningún sistema económico, político o religioso, ha podido desarraigar. Entre nosotros cambia el sexenio, pero no ese inacabable borbollón de humanas miserias y purulentosos bagazos que integran la cofradía de las lacras, las pústulas y la corcova, gremio  de huérfanos, ciegos, baldados y demás entenados de la fortuna que cargan encima el mal fario y el santo de espaldas en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, y sobrevivirla apenas, a penas, la mano extendida, húmedos los ojos y los labios susurrando la cantinela que es gancho  para prender las elusivas fibrillas, tan escurridizas, de la humana piedad:

– Un bocado qué llevar a mis criaturas…

Los pordioseros. ¿Notan ustedes la proliferación de mendicantes que ha producido el sexenio del Verbo Encarnado? Entonces se habrán topado con el corridero y el que estruja el acordeón, y el que acompaña su limosnear con la flauta dulce o la guitarra de son. La cultura de la limosna, reflejo fiel de este México que sexenio a sexenio alimenta y expande la cofradía de los segregados de la comunidad que escalón por escalón se afanan a lo monótono implorando la de por Dios, estos a viva voz y estos otros a mortecino instrumento del mal trovado sonsonete y la tonadilla mal acordada, y aquél rasguñando la desafinada y el de más allá pegándose, como a la ubre, a la armónica de boca con el airecillo que exalta la vida hazañosa del capo del narcotráfico.  “Una moneda que no lesione su economía…”

A propósito: “El gobierno de Sinaloa firma el decreto que prohíbe que se toquen e interpreten narco-corridos en bares, cantinas, centros nocturnos y salones de fiestas”.

De pie en la escalera del Metro el ejecutante suspendió el chirrido de su violìn. “¿Y ahora qué? ¿Defenderme con aquello de que ‘el chorrito se hacía grandote, se hacía chiquito’? Chance y los de García Luna me lo tomen a albur.

Le expliqué: “la prohibición, compañero, se reduce al territorio de Sinaloa. Aquì puede usted seguir con sus odas a Jesùs Malverde”.

–          No odas. Baladas al Mayo Zambada y al Chapo Guzmàn.

Dejè al cantor, me subì al Metro, siempre hervoroso de mutilados, deformes y contrahechos que de vagón a vagón se la viven pidiendo la de por Dios; de ciegos que, sentido de orientación y  equilibro, sin auxilio del pasamanos vienen y van, esta mano en la armónica de boca y la otra sosteniendo el cacharro de hojalata, para rematar su tonada con la tonadilla:

– Perdonen la molestia que les vengo causando, damitas y caballeros…

Y el tullido que a bamboleos se desplaza en un vagón atascado de “señores usuarios”,  a capela regurgita el bárbaro pregón carcelario:

Escalones de la cárcel – escalón por escalón…”

Los menesterosos; como hongos patéticos y desastrados se crían al amor del atrio del templo, de la esquina de la barriada, de la plaza pública. Aquí arrodillados, acá en cuclillas o engarruñados, y más allá de errabundos, esta mano tentaleando las paredes y la otra extendida: “Animas caritativas…”

La cofradía de los pordioseros enraiza en la historia de la España medieval y renacentista toda una portentosa cultura que se sintetizó en la que denominamos “picaresca española”, una de cuyas cumbres se regodea con las aventuras entre patéticas y regocijantes  de El lazarillo de Tormes que por calles, tabernas y plazas públicas guía, mano en mano, al buscavidas ciego y truhán. (De pordioseros seguimos el lunes.)

 

“Amigas y amigos”

El nuevo edificio senatorial, mis valedores, un armatoste “inteligente”, según versión de la constructora. Pues sí, pero tan defectuoso nos resultó el muy “inteligente”, y tan costoso en términos económicos, que viene a ser el nahual y la metáfora tragicómica del gobierno del Verbo Encarnado. Sigo con el catálogo de desperfectos que inicié ayer aquí mismo.

Luego de los 3 mil 246 millones que tuvimos que pagar por el “inteligente” ahora nos enteramos de las goteras de la azotea y de que la dotación de cubetas para recoger los escurrimientos resultó insuficiente. Por cuanto a la instalación eléctrica: el “inteligente” armatoste nos iba a ahorrar costos en el alumbrado, pero sus luminarias son inadecuadas y los encargados las mantienen encendidas día y noche. ¿La factura del derroche descomunal?  ¿Quién la pagó, la paga, la estará pagando? ¿Y un equipo de muebles y accesorios importados a un precio superior a los nacionales de igual calidad? Es México.

Y México es un país pobre, pero con el 51 por ciento de la población en plena pobreza todos nosotros, las masas sociales, para los 128 legisladores financiamos ¡escaleras de mármol! ¡Y mármol importado! Pero ahora resulta que son tan angostas que nadie, que no sea alguna jovencita anoréxica,  puede utilizarlas. “Inteligente” el inmueble, pero sin un mal espacio para el librero donde alguno de los senadores hubiera podido colocar sus folletos turísticos. ¿O qué? Los futuros ocupantes de tan “inteligente” edificio se quejan de que no encuentran espacio para poner los papeles. ¿A qué papeles aluden? ¿A los del cuarto excusado, tal vez? Los excusados: que uno solo tiene cada piso, donde se tienen que turnar hombres y mujeres.

Pero la Constructora GAMI, que infló varias veces el costo inicial del “inteligente” palacio de senadores, nos consuela a quienes pagamos la factura: ya sobre la marcha se irán corrigiendo, con costo extra y sobreprecio,  detallitos como el de los vidrios  “inteligentes”, que están estrellados…

Y para seguir con los detallitos: las rampas del estacionamiento, aún sin estrenar, ya están inutilizados, y los cajones vinieron a resultar insuficientes, pero aquí no hay problema: con pagar el alquiler en algún otro sitio donde estacionen sus vehículos blindados  asesores, secretarios, guaruras y socios de los negocios del senador, problema resuelto. ¿Los escasos dineros de quién o de quiénes cubrirán sobreprecio y gastos extra? A saber…

Los costos que solventamos de un edificio “inteligente”, de tamaño descomunal, para cobijar a 128 senadores y su corte de los milagros, se fueron inflando hasta hoy en un 91 por ciento más de lo programado inicialmente, erogados por un fideicomiso que ha tenido que solventar ese sobreprecio. El total, reitero, 3 mil 585 millones hasta el día de hoy. País rico el nuestro…

Tal es el nuevo edificio senatorial, “amigas y amigos”: la ruinosa metáfora del gobierno del Verbo Encarnado, donde una cáfila de mediocres ha degradado las instituciones del Estado hasta el punto de tornarlas cañerías, albañales y resumideros que ventosean nauseabundos olores, sin que los costosos aromatizantes de radio, prensa escrita y televisión, sean suficientes para disimular la hediondez y el olor a sangre,  duelo y temor colectivo que despide el “inteligente” edificio gubernamental. ¿No es el senatorial armatoste la contrahecha metáfora de un gobierno de chaparros irremediables como es este del Verbo Encarnado? Mis valedores: este es México. (Qué país.)