¡Quémenlos vivos!

Reforma, 14 de febrero. «El amor que José Manuel sentía por su novia lo llevó, junto con dos de sus amigos, a una terrible muerte (…) Pocos en San Mateo Huitzilingo sabían con exactitud lo que ocurría la noche del viernes, pero ante los gritos que se multiplicaban de ¡mátenlos, son secuestradores!, no dudaron en descartar su ira contra tres albañiles. Ahí los traían arrastrando, todos lastimados…»

El linchamiento, mis valedores. Esa es la mortal diferencia entre las masas y el hombre de ideales. Al tornarse hombre-masa, afirma el especialista, el individuo desciende varios peldaños en la escala de la civilización. Por el solo hecho de integrarse a una multitud y formar parte de ella, el individuo se aparta del proceso «civilizatorio» para despeñarse en el salvajismo. “Aislado era hombre culto; en multitud es un instintivo, y por eso mismo un bárbaro. Tiene espontaneidad, violencia, ferocidad, entusiasmos y heroísmos de los seres primitivos. Es como si su creatividad, su espíritu de idealista se disolviera en la colectividad”.

Y sí, es en tales circunstancias cuando el individuo pierde su personalidad consciente y dentro de la masa acomete los actos contrarios a su carácter y costumbres. El hombre-masa está hipnotizado, fascinado por obra del hipnotizador, y queda en sus manos; su personalidad consciente desaparece; su voluntad y discernimiento son abolidos; sus sentimientos y pensamientos se orientan según el manipulador de la masa; él pierde la conciencia de sus actos; ya no es un ser consciente,  ya forma parte de una masa inconsciente. Ya es un autómata sin voluntad. A propósito…

Estoy mirando la foto que ilustra un linchamiento más, y qué clase de foto: un rostro tumefacto, desfigurado, rota la nariz, inflamados los mofletes y desflorados los labios. Roberto es su nombre, y Alamilla Negrete sus apellidos. En este individuo los vecinos de San Miguel Ajusco se cobraron un agravio descomunal, y se lo cobraron con una golpiza bestial y un amago de linchamiento, de desgarrarle la vida a golpes y chorros de gasolina. Este Roberto ni con la vida pudiese pagar el agravio que infirió a toda la comunidad de San Miguel Ajusco: intento de asalto a los pasajeros de un microbús. Mortífero.

“¡A echar a vuelo todas las campanas! ¡A matar, a descuartizar! ¡A hacernos justicia por propia mano!”

 Otumba, Méx. Habitantes del municipio de Otumba golpearon e intentaron linchar a dos hombres, entre ellos a un agente ministerial, que fueron a aprehender  a un profesor acusado de actos libidinosos.

Macabro, sí, y  es que cuando las pasiones más primitivas, exacerbadas hasta el paroxismo, se congregan en multitud, la masa se vuelve versátil, impulsiva; guiada sólo por lo inconsciente y visceral, que obedece a impulsos del más variado valor moral, nobles o bajos, valientes o cobardes. “Una muchedumbre de cobardes es una muchedumbre valiente. Integrada por individuos que sean  tímidos o cobardes, la multitud es capaz de realizar las acciones más valientes o las más reprobables, porque pensamientos y actos del individuo son los de la multitud, pero una multitud que no sabe pensar por cuenta propia, de modo tal que es fácil llevarla ejecutar acciones contrarias a su propio interés y hasta a su instinto de conservación».

San Fco. Chimalpa.  “Enardecidos por el intento de violación  a una joven de 16 años de edad, vecinos de esta localidad pretendieron linchar a Julio César Luna, de 22 años. Golpeado por los vecinos, la policía logró rescatarlo”.

(México.)

Antropoides

De cierta fabulilla hablé ayer con ustedes, y les relataba que en luengos ayeres y remotas tierras existió un país de magia y encantamiento habitado por una comunidad de antropoides que desde cierta cabaña situada en un busque de pinos manejaba un  administrador. Por ahí va la cosa.

Pues bien, pues mal, pues pésimo: cierto mal día el hombrecillo aquel, traicionando sus promesas de cuando llegó a la cabaña de pinos,  decidió que alimentar a los antropoides con la dieta acostumbrada era un derroche y era un desperdicio, y de ahí en adelante restringió drásticamente la ración de alimentos, y lógico: a la changada le cayó de la changada, y en orangutanes,  gorilas y chimpancés estalló la inconformidad.  Se prendieron los focos rojos. Y la estrategia que tenían en la mente (los maldicientes afirman que es plagio de un tal  homo sapiens):  «¡Movilización! ¡E-xi-gi-mos!»»

Los descontentos, al monumento a la Madre. “En la madre. Qué se me hace que les dejo ir el ejército», discurrió el hombrecillo, pero ejército cuál, si a cartucho cortado y hedores de pólvora, sangre, llanto y dolor, lo traía empeñado en su guerra particular contra el manchón de ilegítimo. Y qué hacer.

Alzada la ceja  izquierda observaba cómo los antropoides comenzaban a agitarse, protestar, tomar la calle, alzar los puños y organizar plantones y mega-marchitas. Manoteando, pelando los dientes. “¡Este-púño-síse-vé! ¡E-xi-gi-mos!» Ajale. «Ya mero les suelto a los granaderos», pensó el acosado. A los preventivos, a la ministerial, a la federal, a la judicial, a todas, existentes y canceladas. Allá, abajo, la protesta en aumento. «¡Al plantón!» Y qué hacer. El hombrecillo estaba crispado, cuando en eso, prepotente vozarrón:

– ¡Vamos al cambio! ¡A combatir la corrupción, la pobreza y el desempleo! ¡Seguridad pública!

– ¡Vino, vino!, clamaba el de los pinos. «¡A tiempo vino mi sucesora!»

Y no era ella sola; por su lado corrían otros dos, cada uno con distinta propuesta (original, nunca antes escuchada en el territorio):

– ¡Seguridad pública! ¡A combatir el desempleo, la pobreza, la corrupción! ¡Al cambio!

Y el tercero de los tales: «¡Abatiré la pobreza, traeré la seguridad pública! ¡Empleo para todos! ¡Al cambio!

Todos, como se advierte, bandereando propuestas distintas y nunca antes formuladas por los previos aspirantes a la de los pinos. «¡Vamos al cambio!»

Allá por Reforma, puños en alto: «E-xi-gi-mos!» Mantas, pancartas, consignas vituperosas contra el de la ceja arriscada: “¡Falso, impostor!”, a grito pelado. Y fue entonces: ahí, valido de la ocasión, el candidato oportunista  brazo, mano e índice en alto y todavía sin conocer el problema:

– ¡Conciudadanos! ¡Yo traigo a ustedes la solución!

¿Que qué? Se frenan las masas y observan al gritón.

– ¡Su problema conmigo tiene la solución! ¿Cuál es?

Habló el chimpancé de la cotorina azul cielo: «¡Es la mísera ración de comida que nos da el de los pinos!

Y que cuál es esa ración. «Tres viles plátanos en la mañana y cuatro en la tarde. ¿No son hijeces del impostor?»

El candidato pensó, calculó, y de súbito:

– ¡Problema resuelto! ¿Conque tres plátanos por la mañana y cuatro en la tarde? Yo les ofrezco no tres, sino cuatro plátanos en la mañana, con tres en la tarde, ¿cómo la ven?

Perfecto. Se arregló el problemón. En  la changada reventó el júbilo:  «¡Sí se pudo! ¡Ora sí! ¡Con este sí ya la hicimos! ¡Ya no tres, sino cuatro en la mañana, con tres en la tarde!» ¡A  votar por él!»

Yo me quedé pensando, nomás pensando. Qué más. México. (Mi país.)

Gorilas y orangutanes

Los antropoides esta vez, mis valedores, esos beneméritos que  en la teoría del evolucionismo constituyen nuestra raíz, el origen del que nos enorgullecer de llamar el homo sapiens, por más que el irónico lo estipula:

– El antropoide es demasiado noble como para que nos vanagloriemos de descender de él.

Pudiera ser. En fin, fabulilla de origen oriental, hoy la presento ante ustedes porque me parece muy a propósito como para leer entre líneas. Juzguen ustedes.

Fue en luengos ayeres y tierras remotas, magia y encantamiento, donde existió cierta comunidad en donde coexistían de manera pacífica, o casi, comunidades diversas de monos, gorilas y orangutanes, changos de todo pelo, alzada e instintos, desde los monos tihuís hasta los gorilones de buen tamaño. Y la paz, o casi…

Sucesivos amansadores, adiestradores y manejadores, al grito de «¡al cambio!», ganaban la voluntad de los antropoides, que en triunfo los llevaban hasta la cabaña circundada por los pinos donde por turno tomaban por su cuenta y riesgo la administración de los habitantes del bosque y de todo aquello de provecho que producían las manos de la changada población. Pues sí, pero…

Pero válgame, que de repente se anubarraron los cielos y en el ambiente se percibieron tiempos de catástrofe. La changada población ya no pudo más.  Y cómo, si había ido comprobando que aquél que a costillas de todos vivía en la cabaña de los pinos no pasaba de ser un embustero. ¿El cambio prometido? ¿Cuál cambio? ¿Los millones de empleos? ¿Cuáles empleos?  ¿Seguridad pública? ¿Era seguridad el miedo que él vino (¡vino, más vino!) a generar, y el pánico ante el reguero de más de 50 mil cadáveres hasta el día de hoy?

Nada cumplió el patrañero. De fraudulento se exhibió ése que  para encuevarse en la cabaña y gozar de sus privilegios (haiga sido como haiga etc.,) prometió a la comunidad lo consabido (y que ya habían prometido los anteriores amansadores: el cambio, el empleo,  un verdadero combate a la pobreza y una efectiva seguridad pública y mucho más); ese, sí, cuyo arribo a la cabaña de los pinos estaba viciada de origen porque a la ley del más fuerte había sido  impuesto por unos feroces orangutanes que lo atornillaron a la cabaña de manera subrepticia por la puerta de atrás,  y ni cómo sacarlo de su escondrijo; ese al que toda la changada terminó por aborrecer y mandarlo a la changada. Más lejos; hasta el desván donde la historia suele arrinconar los trebejos.

Por otra parte, ni el impostor entendía el lenguaje de la población de antropoides ni ellos en del impostor, fenómeno que produjo en el bosque aquel clima de crispación, turbulencia y hervor que comenzó  a originar conatos de violencia contra el que despreciaban por advenedizo, espurio, impostor. Espeluznante.

Y los delitos del susodicho comenzaron a provocar vientos de chamusquina. Y es que  una de las obligaciones del de los pinos consistía en la distribución de los alimentos que se administraba a la comunidad, y que el muy menguado  cumplía a discreción, dedicando una mísera pizca para los habitantes del bosque. Nunca antes la población había padecido bajo el peso de tanta escasez, tanta hambre, tal inanición. (De allá, de las montañas, las aguas comienzan a bajar turbias…)

Pues sí, pero de repente la voz del predestinado: «¡Al cambio! ¡Combate a la pobreza y empleo para todos!»

Insólito. Toda una novedad. La esperanza, florecida otra vez. (Esta changada finaliza mañana.)

Este México nuestro (o casi)

Este México fiel a sí mismo y a su espejo diario, pero cambiante siempre, renovado siempre, siempre renacido como en una perpetua ceremonia del fuego nuevo y del Nuevo Sol. Permítanme que recuerde los tiempos aquellos que se me fueron para nunca más. Qué tiempos aquellos que no han de volver. A propósito:

En esta noble y leal he invertido más de un tercio de mi propia existencia, y bien sé que con ese tercio no me levanto, que es el tercio del diario vivir una vida deleitosa a destellos y arrastrada las más de las veces, y  qué hacer. No lloro, nomás… (Y el suspirillo.)

Recuerdo los años en que bajado del cerro arribé a esta ciudad todo engentado,  todo encandilado y sin saber para dónde ganar, como allá decimos. Fue entonces cuando me aferré a esa tabla de salvación que fue la colonia Morelos y caí a  vivir de arrimado en cierta vecindad de la Plaza del Estudiante, en la cálida cercanía de cines, piqueras, mancebías y mercados, en mi rostro el aliento cálido de Tepis Company. Tiempos los de la primera de mis juventudes (ando quemando mi última.)

Yo, con aquella familia que me daba a valer, era feliz, pero lástima:  por aquel entonces no lo sabía. Claro, sí, bien conozco el dicharajo del muerto y el arrimado, pero no, que el arrimado apesta sólo cuando se trata de familiares. Con una familia de extraños yo nunca llegué a apestar. Nunca con mis valedores de aquella benemérita vecindad. Me acuerdo.

Muy temprano a salir a la plaza y de ahí caminar unas cuadras, y mirar la barrriada, y olfatear sus humores, observar a sus gentes y captarles sus modos, a oírles ese dejo cantadito al hablar, y contemplar aquel raigón de  ciudad, la barriada, y bebérmela por los ojos, por todos los poros de la pelleja. Allí inicié un rendido amor por mi ciudad adoptiva, amor que le he demostrado con dichos, con hechos, con mis acciones. Así hasta hoy. Mis valedores…

En el recuerdo estoy mirando aquel retazo de mi ciudad: calles que se engrifan de afanosos buscavidas, parques erizados de muchachejos que con cemento levantan sus castillos en el aire, basural de las cuatro esquinas espulgado a ladridos y hocicazos,  iglesias casi siempre vacías, y casi siempre repletas de clientes unas casas privadas de mujeres públicas; allá, públicos edificios por aquel entonces abiertos de par en par; sin guardias, sin armas de alto poder, sin sistemas de circuito cerrado ni neuróticas medidas de seguridad; sin paranoias ni ese temor que provoca la mala conciencia de un Calderón tan amado del pueblo que se ve forzado a vivir encuevado,  y si va o viene se enconcha detrás de la bota cuartelera. No. Otro México era el que me dio la bienvenida. Otra aquella mi ciudad. (¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues.)

Me acuerdo de que en la banca del parque me sentaba a ver la vida pasar y ver pasar a los chilangos (a las chilangas, más bien. Yo todas las cosas de la vida, del mundo, del demonio y la carne, las miro siempre a través del filtro femenino.) Y en una de esas observé a dos vejanconas tras la querencia del super-chiquito (que se los reviro, cuidado). Habló la del faldón color mamey:

– Qué iremos a hacer con esta situación tan diatiro. Yo antes tan buenas pechugas, y ahora puros pellejos…

– La edad no perdona, Romelia.

– Las pechugas de pollo, Jesusita. Carísimas. Y luego el alza de la leche, qué mala leche la de los comerciantes. No, y esta escasez de huevos…

– ¿Escasez? Que el Calderas siga con sus tiznaderas y ya verá usté si hay o no hay huevos.

(Esas y esos, más tarde.)

Ese problema llamado Cuauhtémoc

Cuauhtémoc Gutiérrez,  priísta legislador y dirigente de pepenadores al igual que lo fuera su padre, que murió asesinado por una mujer.  La escritora Mayahuel Mojarro, les conté ayer, recibió la encomienda de entrevistar a algunos trabajadores del la basura en un tiradero que se ubicaba al oriente de la ciudad. Una vez que le proporcionaron las señas de cómo llegar hasta el tiradero de marras, la sota moza enfiló para el rumbo y a media mañana ya estaba de charla con algunos pepenadores. Aquí el final de la susodicha entrevista:

Que si alguna vez, entre la basura,  han encontrado algún objeto valioso, preguntó al que dirigía el grupo de trabajadores.

– Antes sí, pero ahora, nada. Qué de valioso puede traer la basura, con esta basura de crisis que chicotea todo el país. Pregunte aquí a los compas del tiradero todo lo que antes llegábamos a pepenar en aquellos años en que la gente no andaba tan jodida. Ah, perdón. No andaba tan  diatiro, como ahora. ¿Sabe que algún suertudo llegó a encontrar que el anillo de oro, que los cubiertos de plata? Ahora, con esta crisis,  nada más que basura…

Semioculta en el zanjón basuriento una mujerona, chamaco a la espalda, espulga el tapiz de desechos. “Yo aquí en esta basura sí me encontré alguito más o menos valioso todavía: aquí a mi marido. Lo reciclé y lo hago servir. Es ese molacho. Se llama  Pedrín.

El hedor, insoportable; el paisaje, desolador. Allá, muy arriba, un cielo mortecino como espejo del basural que es espejo fiel de ese cielo. En los cerros de basura las evidencias del consumismo. Montones de desperdicios: moños verdes y rojos,  árboles navideños, esferas trizadas, santacloses que sonríen o sueltan la carcajada, como burlándose. ¿Algún paisano de Ciudad Nezahualcóyotl habrá visto en su vida una nevada, un  reno, un abeto?

El pepenador levanta las cajas de cartón ya sin regalo, la mujerona recoge envases de Coca-Cola y cajetillas de Marlboro. Más allá un cónclave de zopilotes. Telón de fondo, el edificio del penal. Oscuro, lóbrego, siniestro, con sólo ese rayo de sol que cayó preso entre los delincuentes y los pobretes sin más amparo que el de su Santa Muerte. Detrás de unas rendijas que ahí adquieren categoría de “ventanas”, los “internos”, eufemismo puro, dejan vagar una mirada ciega de envidia por la libertad de unos pepenadores presos de su propia indigencia. Es México.

La visitante quisiera preguntar. Las interrogantes se le acumulan en la mente, ¿pero cómo concretarlas? ¿Cómo, frente a la realidad que le arde en las pupilas? ¿Qué preguntar que supere la realidad tatuada en la piel pringosa de aquellas manos pepenadoras? ¿Convocar a la nata de cuervos humanos que planea rascando el pellejo y las tripas del basural?  ¿Indagar qué fue lo que el chamaco (o su madre) encontró en la basura, que ahora lo chupetea, lo mastica minuciosamente?

La «intrusa», como ella se califica,  inicia la retirada. Se alejó o creyó alejarse del sub-mundo oxidado y pestífero, pero no, que en sus sentidos se llevaba tufos, sonidos, paisajes, un persistente zumbar de moscardones, un sabor de bilis y la visión del minucioso espulgar de manos como tarántulas en pellejos y tripas del basural. La sota moza, hija mía, alcanzó las vías del tren, cruzó el paraje, y ya lograba el refugio del vehículo que la tornara al mundo, cuando observó su atuendo y recordó que antes de bajar al infra-mundo la tela conservaba un color uniforme, sin estos churretes y lamparones. Trepó a su vehículo. Aceleró. (México.)

Los amos del basural

Y yo les pregunto, mis valedores: ¿cuál de los dos problemas calculan ustedes que resulte más áspero para el gobierno de la ciudad? Uno es el terreno donde vaciar los miles de toneladas de basura que se recolectan cada día; el otro, relacionado con la propia basura, es un tal Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, nombre excesivo para el legislador y líder priísta, cargos excesivos también,  que al igual que su padre (asesinado por asuntos de una mala pasión femenina), en basuras de toda especie ha venido medrando hasta la náusea. Es México.

El problema se derrama hasta las miles de familias que sobreviven de la basura. Los pepenadores, y yo alguna vez publiqué la fábula de la mosca y araña y me asombraba de que entre las moscas algunas se tornan arañas, como ocurre con los líderes sindicales y los del comercio ambulante y aquí lo inaudito: que el basurero produzca arañas multimillonarias como el susodicho priísta Cuauhtémoc Gutiérrez De la Torre. Y a propósito de moscas y arañas:

Hace algunos ayeres una revista científica, o algo por el estilo,  encargó un reportaje sobre los “pepenadores” a Mayahuel Mojarro (ella tan hermosa que en ratos pienso que lo hace a propósito), o tal vez prefiriese entrevistarse con algunos de ellos. Aquí la entrevista que, salida del basural, somete a todos ustedes esta sota moza de los ojos garzos (que no merecen llorar, sino que lloren por ellos, proclama el cantar):

“Fue aquel un súbito encontronazo con el universo de los desechos que arroja (lo más lejos posible) una ciudad consumista,  descomunal. Las pupilas de la intrusa (yo, Mayahuel) se desperdigaron por las vivas entrañas de aquella geografía inhóspita, y con todos los sentidos absorbía pelos y señales del basurero: tufos, agrios olores, el zumbar de los nubarrones de moscas, el revuelo de unos zopilotes que se refocilaban con los desperdicios…

– Zopilotes todos nosotros, que manejamos la basura de una ciudad que no pudiera sobrevivir con su porquería. Esta es su casa, señorita. ¿Qué es lo que dice que vino a preguntarnos?

La «intrusa» llevaba dispuesto todo un formulario de preguntas que se proponía plantear a algunos de los personajes del basural: formas de vida y de labor, datos, cifras, en fin. Abrumada por una realidad que no había imaginado se acercó al que se identificó con los zopilotes:  “Usted es el dirigente del gremio, ¿no es cierto?”

– Ningún dirigente. Sí, se me estima, me obedecen, pero aquí el único dirigente es este mundo, mírelo: el mundo de los desechos, de los desperdicios, de lo que se ha echado a perder, y con el que nosotros ganamos.

– Así que se logra vivir de la basura…

– Se sobrevive, y mal, todo el santo día rascándole aquí, espulgándole  allá, reciclando, clasificando. Mire en derredor. ¿Qué ve?

Todo un mundo de desperdicios, desde latas vacías hasta paquetes de algo indefinido, pasando por el cacharro desportillado, la ropa hecha garras, el peltre enlamado, el óxido, la descomposición.

– Y en este mar de desechos, ¿ningún objeto de valor?

– ¿Sabe qué es lo que hemos encontrado dentro de la basura? Más basura. Bultos, paquetes, todo vacío, menos algún pañal desechable.

– Pero algo de valor. Una joya, un reloj, algo.

– Antes sí, pero ahora, nada. Qué de valioso puede traer la basura, con esta basura de crisis que chicotea todo el país. Pregunte aquí a los compas del tiradero todo lo que antes llegábamos a pescar entre la basura. Pero ahora…

(Esto sigue mañana.)

Es la Gordillo, estúpidos

Elba Esther Gordillo, mis valedores. ¿Habrá en el rejuego político del país un personaje así de polémico y controvertido? ¿Existirá uno con tal carencia de escrúpulos y que a punta de componendas y tortuosas maniobras haya fincado una carrera política para pepenar (arribismo, claudicaciones  y un pragmatismo grosero) un poder excesivo y una muy explicable riqueza? Esta figura ambiciosa y nepótica, desde que la inventó Salinas, ha sido el ave de las tempestades dentro de lo más deleznable que excreta la  poliquería nacional. Tal es  la que fue carta de «triunfo» de Calderón  y que hoy tantos Corderos quisieran tener de aliada. Pero la peor de las acusaciones:

Un cargo pesó mucho tiempo sobre sus lomos que a estas alturas parece haberse extinguido: el asesinato del maestro Misael Núñez Acosta, perpetrado un 30 de enero de 1981 en Tulpetlac, Edo. de México. Hasta ayer año con año, por estas fechas, acusaban maestros, estudiantes, padres de familia y dirigentes de organizaciones sociales:

“¡Misael no murió. Elba Esther lo mató!”

Todavía el año pasado lo reiteraban ex-dirigentes del Concejo Central de Lucha (CCL):

El crimen fue un acto planeado y aprobado desde el Estado, perpetrado con la autoría intelectual de Elba Esther Gordillo y la cúpula charra del SNTE.

Y la consabida exigencia de que la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado revise el expediente de homicidios de maestros. Antes de morir acusó Carlos Jonguitud, involucrado también en el asesinato del profesor:           – En la lucha, Elba es capaz de todo.  Yo vi a esa mujer en la miseria, y ahora mírenla. Eso de que su abuelo le dio millones son vaciladas para Ripley

Ella, sí, la controvertida “líder moral” del magisterio, que detenta la franquicia de Nueva Alianza (PANAL) y que ensanchó aún más su poder político cuando auxilió a Calderón a encaramarse hasta la residencia oficial de Los Pinos para que ahora el PRI, como en los tiempos de Madrazo, la deje fuera de una alianza ya concertada de antemano. Gordillo.

En fin, que no he percibido este año la protesta pública que provocaba por estas fechas el asesinato del profesor Núñez Acosta y la e-xi-gen-cia (inútil como todas las exigencias de la masa social al Sistema. Pregunten, si no, a la historia y a la realidad objetiva) para que  la Fiscalía especial (FEMOSAP) revise el expediente de ese y de los tantos más homicidios impunes de mentores del SNTE. A propósito de tales asesinatos y de la posible ingerencia de Carlos Jonguitud y Elba Esther, en la tertulia de anoche, el maestro jubilado:

– Más material para su denuncia está el crimen de Agua de Berros, Oax., donde hace 3 décadas fue asesinado Estaban García Martínez, testigo clave en el esclarecimiento del homicidio de la profesora Concepción Ríos Casimiro, ocurrido 2 años antes, y secuestrada Margarita (5 años de edad e hija del sacrificado), como represalia porque el campesino colaboró con las autoridades para esclarecer el asesinato de la maestra. Tiempo después la niña seguía desaparecida.

Está ahí el caso del profesor Vicente Amaya Hernández, masacrado por cinco pistoleros en Pinotepa Nacional, Gro., horas antes del Día del Maestro. Ya habían dado muerte al maestro Cenobio Fito López y secuestrado al mentor Modesto Patolzin. En Oaxaca también, y caciques los victimarios, el crimen del profesor Alejandro Martínez Delia perpetrado en 1990, continúa impune hasta hoy.

En este espacio ya no cupieron más víctimas. (Volveré.)

¡Debate!

¡Contra los delitos de lesa patria, mis valedores. Contra los defraudadores de la esperanza nacional! Contra el fraude aberrante de que fuimos víctimas el pasadomartes uno mi voz al clamor nacional y pregunto a Josefina, Creel y  Cordero, trinca de Acción Nacional:

¿Pues qué? ¿Fue debate eso que acaban de perpetrar, sé lo que digo? ¿Fue el debate con el que los  mexicanos conscientes esperábamos que la República recuperase su quebrantada salud?

Un no rotundo. No. Ese no fue debate. Ustedes tres, aspirantes del PAN a la candidatura presidencial, efectuaron un remedo esperpéntico del debate que nos iba a solucionar los requemantes problemas que carga sobre sus lomos la República. ¿O qué, para ustedes esa mascarada del   pasado martes, ese parloteo sin sustancia fue un verdadero debate o tan sólo un engaño que defraudó la esperanza comunitaria?  Inmoral.

Mis valedores: los albiazules nos defraudaron. Su cháchara entre compinches significó un agravio a los sacrosantos principios de nuestra democracia y una burla contra un pueblo que en el debate había cifrado sus esperanzas de rescate nacional. Después de la comedia bufa albiazul habrá que resignarse a ver defraudadas nuestras expectativas acerca de esa nación restaurada que un verdadero debate hubiese dado a luz. Dramático.

Dramático, sí, que el esperpento del martes nos canceló progreso, justicia, bienestar; tantos beneficios. Habrá que decir adiós a las expectativas que los del PAN generaron en la conciencia nacional sobre la solución de problemas como ese del  delirante derramamiento de sangre, la crisis recurrente y el desempleo que han despeñado a tantos millones a la pobreza, cuando no a la  indigencia. Las palabras de Josefina y cofrades hubiesen regenerado un Legislativo sobrón, ese Ejecutivo empantanado en sangre recién derramada,  unos jueces venales y la tal  Suprema Corte alcahueta de  las honorables familias Fox, Montiel, Salinas, Bribiesca y Sahagún, Gordillo y Romero Deschamps.

Pues sí, pero lástima,  que hemos sido víctimas  de un palique de compinches que fue sólo burla y ludibrio en agravio de la más pura tradición democrática de los mexicanos. La mojiganga de marras nunca alcanzó las alturas del verdadero debate que reclama la excelsitud de nuestra democracia. Trágico.

¿Y ahora? ¿Quién, cómo resolverá los requemantes problemas nacionales, si Creel no debatió con Josefina, y el tercero se portó como todo un Cordero? Yo, cordero irredento, todavía en la mañana del martes pensaba que un buen debate entre el trío de panistas podría registrar benéficas  repercusiones para nuestros productos de exportación y, ¿por qué no?, ayudar a la Unión Europea a restaurar su resquebrajada economía.

Ahora, después del naufragio de las más entrañables directrices de la democracia y una vez cometida la masacre por parte de los tres fementidos blanquiazules, ¿volver a creer en la magia de un verdadero debate? ¿Zurcir una esperanza colectiva que un trío de albiazules nos acaba de deshilachar?  ¿Depositar la esperanza en los quince y medio debates semanales que propone López Obrador? ¿Y quién  nos garantiza que el del tabasqueño con Peña y el trío de panistas del fraude anterior sí va a ser un debate que venga a salvar el país? Y no olvidarlo, señores candidatos y pre-candidatos: el debate es patrimonio nacional, y nadie ni nada tienen derecho a escamotearlo. Un debate, uno sólo, no precisa más el país.   Un debate y se salva la patria. A debatir, pues. ¡Pero ya! (México.)

¿Tontos los televidentes?

Los medios apodados de información, mis valedores. De comunicación. Vivimos en el país un tiempo de efervescencia politiquera que se agudiza conforme se acerca el proceso electoral del 1º. de julio. Entre los protagonistas centrales de este ambiente electrizado se cuentan los “medios”, con predominio de los audiovisuales, que moldean el criterio de unas masas sociales no siempre conscientes de tal fenómeno, de manera que toman como suyas opiniones y decisiones que se les imponen desde los dichos  “medios”.

Pues sí, pero que nadie critique tal situación, porque los conductores de la programación televisiva: “¡No tomen por tonta a la gente!” Y un López Dóriga, conductor de alguno de los más exitosos programas de Televisa:

– Quien diga que manipulo la información no solamente me falta al respeto sino al público en general. Si alguien es verdaderamente profesional para ver televisión en México es la misma gente, detecta inmediatamente cuando se le engaña! (Sic.)

Y el “verdaderamente profesional” se cree la engañifa. Aquí, porque pudiesen alertar a algunos, cito opiniones de analistas diversos sobre el fenómeno de la manipulación, con una pregunta previa: ¿ustedes cuántas horas de su diario vivir dedican a la televisión? ¿El domingo pasado cuánto tiempo permanecieron frente al cinescopio o la de plasma? ¿Cuántos libros habrán leído durante el 2011? ¿Y así se escandalizaron ante la ignorancia que exhibió algún atolondrado candidato presidencial? ¿Saben ustedes qué factor los motivó a reaccionar a lo desmesurado? ¡Los medios audiovisuales, sin más! Los analistas:

“No existe la información por la información. Se informa para orientar en determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Es decir se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total”.

Por otra parte, “el grueso de las ganancias de los ‘medios’ no proviene de la ‘venta de noticias’, sino de las ventas de espacio para otras empresas,  principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida en que prensa escrita, radio y televisión defiendan los intereses de los anunciantes”. Sin más.

“En tanto instrumentos, los ‘medios’ no juegan otro papel que el que les asignen sus dueños. Es así como pueden ser instrumentos de cultura o de incultura, de dominio o de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quiénes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social”.

De qué clase social. Mis valedores: ¿calculan ustedes el monto de la inversión que representan  el duopolio de TV, una estación de radio o los medios impresos? ¿De qué clase social estarán al servicio? ¿La respuesta no es obvia?

“Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los ‘medios’ producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual se realiza dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. Por interés económico, para privilegiar el de los patrocinadores y someter al usuario, el dueño lo atiborra de nota roja y escándalos, sexo y telenovelas, futbol y todo lo demás que alimenta a las masas sus bajos instintos”.  

La manipulación de los ‘medios’ da para mucho más. (Volveré con el tema.)

¿Alcahuetes nosotros?

El Tezcatlipoca de temporal, mis valedores. Fue tradición meshica que  año con año los mercaderes mercasen un esclavo, y lo aseaban y vestían con ropajes idénticos al dios que el tanto de un año iba a representar, y lo veneraban como al mismo Tezcatlipoca. Este “dios” postizo podía caminar por donde quisiera, pero siempre bajo la vigilancia de doce hombres de guarda para evitar que intentase la huida de su destino al final de la representación divina. (Al actual Tezcatlipoca de ocasión lo cuidan doce también, pero en términos de escuadrones, divisiones, pelotones, un ejército de guardias presidenciales y francotiradores apostados en cada azotea de colonias enteras clausuradas al tránsito de ciudadanos para que amor y veneración de los siervos no vayan a lastimar a su bienamado). Con esa guarda lo dejaban andar por donde quería. (Como aquí, en nuestro Estado laico,  a los santos lugares del  Verbo Encarnado: la catedral, la basílica, el Vaticano.)

“Tenía este indio el más honrado aposento del templo, donde todos los señores y principales le venían a servir y reverenciar con el aparato que a los grandes, trayéndole de comer y beber (y vaya que en esto del beber…) Al salir por la ciudad iba acompañado de señores y principales, y llevaba una flautilla, y las mujeres salían con sus niños en los brazos y se los ponían delante saludándolo como a un dios (hoy, aquí, las madres corren a refugiarse en su casa y a sus niños los esconden entre sus brazos mientras pasa el Tezcatlipoca sexenal)”.

“De noche le metían en una jaula de recias viguetas porque no se fuese (¿no intentase renunciar?). De mañana lo sacaban y después de darle a comer preciosas viandas poníanle sartales de rosas al cuello (al cuello quisieran algunos colocarle al actual un sartal, pero no de rosas).  Salían luego con él por la ciudad, y él iba cantando y bailando”. (¿Efectos del comer y beber?)

“Nueve días antes de la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables, y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y baja: “Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar”. Y mirábanle con atención, y si notaban que no andaba con el contento y la alegría que solía, tomaban las navajas del sacrificio y lavaban la sangre humana en ella pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacían una bebida mezclada con cacao y dábansela a beber, siendo enhechizado con aquel brebaje.

El perpetuo ejercicio de los sacerdotes era incensar a los ídolos y a su representante en ceremonia donde ninguna leña se quemase sino aquélla que ellos mismos traían, y no la podían traer otros sino los diputados para el brasero divino. Y así se llegaba el día de la fiesta.

A media noche tomaban al elegido y sacrificábanle haciendo ofrenda de su corazón a la luna, y después arrojándole al ídolo. Lo alzaban los que lo habían ofrecido, los mercaderes, que ya tenían otro esclavo preparado para la semejanza de su dios”.

Y a esto quería yo llegar. Al inocente, la muerte. ¿Y al Tezcatlipoca que carga sobre sus lomos   cientos de miles de muertos y   huérfanos, de lagrimas y dolor? Por cuanto a los herederos de la sabiduría indígena, ¿cómo iremos a reaccionar con el Tezcatlipoca impostor  a partir del primer día del próximo diciembre? ¿Permitir que se arrope en una alcahueta impunidad? Mis valedores: ese es el destino de quien se niega a pensar: perdón y olvido al que se va y al que llega nuestra esperanza completa. Este es el  México de la impunidad. (Lástima.)

 

La gran ilusión

Las  antiguas tradiciones de nuestra raíz indígena, mis valedores. De una de aquellas prometí tratar con ustedes el pasado martes. Y qué a la medida se nos presenta en estos tiempos de crisis y desánimo social, cuando hasta cinco profesionales de la demagogia andan en brama por todos los rumbos de la rosa traficando para su causa en el empeño atraerse a unas masas sociales desencantadas por anteriores demagogos, y con recursos de buena y mala ley (promesas, propuestas, ofrecimientos, lo usual) enfervorizarlas una vez más, como ocurre en este país cada tres y seis años. Es México.

Es el México donde los convenencieros de siempre, con el propósito del medro personal y de clase, tonifican en las masas de siempre una esperanza irracional con el recurso de machacarles una vez más el mismo discurso y  la misma retórica, que en eso consiste su lucrativo negocio. Mis valedores:

Vivimos los tiempos del demagogo y el populista, el simulador y el “mesías” experto en engañifas politiqueras. ¿Pues qué, para nosotros nada significan las lecciones que nos enseña la historia?   Por ahí acabo de leer que la más elocuente de esas lecciones es que nadie las toma en cuenta. Por cuánto a la realidad objetiva, esta que todos vivimos todos los días,  nada cuenta para las masas a la hora de la nueva ilusión. “Pues a mí me late que ahora sí, con este o con esta sí ya la hicimos. Con este o con aquel tendremos un México mejor para todos nosotros, me da la corazonada”. De no creerse, mis valedores.

En fin, que en tiempos aborrascados como el presente vale el esfuerzo de ponderar aquí y ahora la leyenda meshica de aquel individuo que de manera temporal encarnaba al Espejo Ahumado, Tezcatlipoca, con un final que ya quisiéramos tantos para los embusteros de la promesa fallida y la esperanza inútil. ¿Conocerá alguno de ustedes la leyenda del Tezcatlipoca terrenal? ¿Cuál de los cinco será el nuevo diosecillo temporalero?

Relata el cronista que un año antes de la fiesta del dicho Tezcatlipoca compraban los mercaderes un esclavo. (¿Los Servidje, Lorenzo Zambrano, Roberto Hernández de los grandes dineros que por aquel entonces mercaron al esclavo como los actuales al actual?) Mercaban a uno que fuese bien hecho, sin mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe (No muy bien hecho en el caso del actual, si nos atenemos  a la añeja descripción que de él hizo un  Manuel Espino, por aquel entonces presidente del PAN. Por una extraña razón el que mercaron esta vez a cada rato se cae de la bicicleta. Vuelvo a la crónica.)

Al dicho esclavo “lo purificaban lavándolo en el lago que llamaban de los dioses (aquí nunca lograron lavarlo ni lograrán purificar al impuro de nacimiento),  y ya habiendo sido purificado le vestían con los ropajes e insignias del ídolo (una especie de banda presidencial)  y poníanle el nombre del dios, y andaba todo el año tan honrado y reverenciado como el mismo ídolo (aquí, ni honra ni reverencia, sino todo lo contrario).

El Tezcatlipoca de temporal traía siempre consigo doce hombres de guarda porque no se huyese (al actual doce también, pero en la cuenta de ejércitos, divisiones, escuadrones, pelotones, guardias presidenciales y francotiradores apostados en cada azotea de colonias enteras clausuradas al tránsito de ciudadanos porque al remedo de Tezcatlipoca le nació el capricho de visitar el tanto de diez minutos  a las autoridades de la entidad); y con esa guarda le dejaban andar por donde quería.

(La fábula sigue después.)

“Emblema de la ciudad”

“Y di a los naturales algunos bonetes colorados y varias cuentas de vidrio que brillaban al sol, y quedáronse maravillados. Yo, a cambio de tan valiosas baratijas, sólo me hice retribuir mil doscientos millones de pesos”.

De la trascendencia hablé con ustedes ayer, y de las obras grandiosas con las que genios, héroes y estadistas han perpetuado su memoria en la historia de la humanidad. El de Los Pinos lo intenta con un engendro grandote, una tenia larga, erecta y ostentosa, tablón erizado de lámparas y fuegos fatuos, inútiles fuegos de artificio, al que enjaretó un alias rimbombante: “Estela de luz”. (De pus, le llaman algunos; del delirante derroche de millones que pagamos ustedes y yo, todos nosotros.)

Lástima que alrededor de 50 mil mexicanos asesinados y algunos 250 mil desaparecidos no puedan venir a asombrarse ante el monumento conmemorativo del gobierno de cierto guerrero que involucró a la sociedad civil  en su guerra particular contra los mafiosos. Las familias enlutadas no tendrán ánimos para admirar esa criatura malparida quince meses después del término natural y tremendamente excedida de pesos: mil millones más de lo programado, que sin tener vela en el parto habremos de  pagar todos nosotros, a querer o no. Y a propósito:

Es así como al modo de Eróstrato, un mediocre pastor de borregos que por lograr la trascendencia quemó una de las siete maravillas del mundo antiguo, el templo de Diana en Efeso, ahora el autor intelectual de ese relumbroso espantajo  logra la anhelada trascendencia, porque ya desde ahora, en la conciencia colectiva, eso alto, flaco, erguido, con escamas de cuarzo importado, se nos quedó como símbolo fehaciente de un sexenio que es el del aturdimiento y la improvisación, del derroche y  la corrupción impune,  del vacío de poder el predominio del hígado sobre las neuronas. Y algo más:

Ayuno de autocrítica, el autor intelectual del engendro nacido a los quince meses de gestación y bautizado a escondidas antes de tiempo, lo nombra   “emblema por el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución. Un verdadero icono de la ciudad”. Ponderado, el Ejecutivo. Mis valedores:

Ya nos tomaron la medida. Ya nos perdieron el respeto. Nos vencen por nuestra propia ignorancia, y por nuestra ignorancia nos convierten en colaboracionistas del Sistema de poder. Es México.

En fin, que en su discurso de inauguración perpetrada,  sé lo que digo,  a lo subrepticio y sólo ante la presencia estoica de sus paniaguados, el de Los Pinos dijo algo que es una verdad tan grande como la cosota que tenía detrás:

– ¡Este es un monumento en el que los mexicanos nos podremos identificar todos!

No acerca del mamotreto, pero sí con esa sentencia de mala sintaxis acertó el de los dicharajos, las caídas del triciclo y la mecha corta. En eso tiene razón, porque todo lo bueno y todo lo malo que ocurre en esta nuestra casa común, de la que somos los propietarios y cuya posesión nos la garantiza el 39 Constitucional, es responsabilidad de nosotros. De la Estela de pus, del monumento al mal gusto y la corrupción impune, de la improvisación y la ineptitud, del vacío de poder y aun de la regazón de cadáveres que ha enlutado el país. ¿Quién tiene la culpa, el dueño de la casa o los servidores que contrató para que le den el necesario servicio? Y el poder de los símbolos: ¿alguno de ustedes habrá descifrado la simbología de cierta novela célebre que tiene ajustada aplicación en la estela y su autor intelectual?

(Del tema hablaré después.)

Hablando de engendros…

La trascendencia, mis valedores. En este mundo todos nosotros, por imperativos de salud mental, requerimos de arraigo, vinculación, identidad y, para no morir del todo, de trascendencia. Con ánimo de que perdure la memoria de nuestro paso por este mundo queremos realizar una obra benéfica para nuestro mundo familiar, y así prolongarnos el tanto de un suspirillo en el recuerdo de la familia, los amigos, los vecinos y conocidos, en fin. La trascendencia.

Por afanes de esa humana necesidad tantos héroes míticos de vida hazañosa erigieron templos y estatuas y fundaron ciudades. Dido, por no ir más lejos, funda Cartago, y en la Biblia Nimrod sobrevive como soberbio cazador y  padre de pueblos. Ya en los terrenos de la realidad, en el antiguo Egipto Akhenatón levantó templos y estelas en honor de un tal Amón, el dios único, y desde Roma uno dejó su nombre en Alejandría y uno más transformó en Constantinopla la antigua Bizancio. No del todo morir.

Mientras tanto, acá entre nos los meshicas inventaron México-Tenochtitlan en una tierra de sapos, culebras, ajolotes y renacuajos que al transcurrir de los siglos hemos alcanzado la pretensión de seres humanos. Es así como la obra benéfica para la comunidad producirá en los demás un recuerdo agradecido del benefactor. A propósito:

Hubo en alguna ciudad un individuo solo y su alma, sin familia ninguna, que de barrer las calles por cuenta del municipio ahorró centavo a centavo hasta lograr la compra  de un terreno baldío encajado en la zona roja de aquella barriada pobre de la ciudad, y lo escrituró a nombre de las prostitutas de la localidad.

El barrendero murió de viejo, y al tomar posesión del predio, las rameras lo convirtieron en su centro de reunión y convivencia, mandaron forjar un busto con la vera efigie del donador y a diario le llevan flores frescas. Así fue como  el barrendero logró trascender. Perfecto.

Claro, también es posible trascender con el expediente de una acción negativa. Eróstrato, pastor de ovejas, no teniendo otro recurso para dejar memoria de sí  en la comunidad incendió una de las siete maravillas del mundo antiguo, el templo de Diana en Efeso. Su nombre, compruébenlo ustedes, se asienta en el diccionario. La trascendencia del mediocre, del nefasto, del negativo. Eróstrato.

La trascendencia machihembrada al poder de los símbolos. Para dejar un recuerdo de su paso por el mundo un tal “caudillo por la gracia de Dios” mandó edificar el ostentoso Valle de los Caídos, por más que el mundo lo tiene en la mente (en los hígados) por el reguero de cadáveres que produjo durante la guerra civil del 1926-29, delirante masacre que llevó al poeta a dolerse:

“España ha muerto. Murió de la otra mitad”. Y a esto, mis valedores,  quería yo llegar.

Ya hablando de nuestro México semejanzas diversas se advierten entre el Franco gallego y  el residente actual de Los Pinos. Este también  ha barbechado el territorio patrio y le planta un almácigo de cadáveres y desaparecidos, un “daño colateral” de familias rotas y comunidades fantasmas. “Y en todas partes dejé – memoria amarga de mí”, fanfarronea el Tenorio.

El de Los Pinos, mientras tanto,  continúa arrojando paladas de carbón a la caldera reina de la nota roja y generando en la población civil sangre, luto, dolor, lágrimas y rencores mal encubiertos. México.

Pero hasta en el de Los Pinos se advierte ese afán compulsivo por trascender,  de tal modo que hace meses mandó edificar una con pretensiones de torre de Babel. (Del tal engendro les hablaré mañana.)

El sonido y la furia

Eso y no más significa la campaña electorera, que no electoral, que el Sistema de poder monta cada tres y seis años para avivar una vez más las esperanzas deshilachadas de unas masas sociales desencantadas,  y al propio tiempo prolongar el medro personal y de grupo en el Poder. Semejante escenificación la ejecuta con el concurso de una tropilla de sobreactuados histriones que al tanto más cuanto realizan su sketch con base en el libreto de siempre, que en sus parlamentos expresa  todo lo positivo y alentador que las masas sociales están ansiosas por escuchar cada tres, cada seis años, y que en el escenario y con la escenografía de costumbre los histriones repiten hasta la náusea. Ahora mismo, imagínense: cuatro millones de anuncios de propaganda que ya inician su combate manipulador contra unos pobres de espíritu a los que ya empiezan a enfervorizar. Que si el tricolor, y que si el amarillo, y que si el cielo es blanco y azul, como afirman los curas políticos.

Esta sañuda enajenación es repetida a lo machacón a base del mismo libreto cada tres y seis años, de manera irremediable. Oigan, si no, sus “spots”, sus arengas, su demagogia, y comprueben que se trata del mismo discurso con distintos actores, con las promesas de siempre, lanzadas a gritos entre manoteos y gesticulaciones. Pero aquí la magia de tan trillado ritual: una vez más consigue convencer a unas masas que mal viven de espaldas a la Historia y a la realidad objetiva. ¿Sabían ustedes  que halagar de dicho a las masas es industria  de fascistas, caudillos y demagogos, que  de hecho, una vez convencidas van a oprimir y reprimir, en su caso?

Claro, a unas masas sociales con acopio de cultura política difícilmente podrán convencer. Por vez primera, tal vez; por segunda ocasión, todavía el beneficio de la duda, posiblemente, ¿pero una y otra vez, a lo machacón y reiterativo? Grave que nos neguemos al ejercicio de pensar, al de la autocrítica y al de la creación de técnicas, tácticas y estrategias para cambiar tan dañina situación. Es México, el país que presume una democracia que de hecho no lo es, pero sí una de las más caras del mundo.  ¿Nosotros, en tanto? Nosotros ya enfervorizados a la perspectiva del cambio. Ahora sí, con Peña, con Josefina con Andrés Manuel.  Esas ganas de creer…

Hoy que los candidatos de este partido o aquella coalición, jineteando las leyes y a los encargados de hacerlas cumplir, ya andan en plena campaña, vale la interrogante: ¿cuál es la almendra, cuál la sustancia de esas campañas electorales? La definición cabe en vocablos como estos: diatribas y ataques, inquina y embustes, acusaciones y descalificaciones, verborrea y falsas promesas a lo largo y ancho de unas campañas costosas hasta la aberración para todos nosotros, los contribuyentes.  Tal el costo alucinante de una esperanza inútil. Es México.

¿El candidato ganador? ¿El próximo presidente del país? ¿Volverá, con el Tricolor, a su carácter de diosecillo sexenal? ¿Será como el individuo aquel, mediocre al igual que los candidatos de hoy a Los Pinos, que en nuestra raíz meshica y durante algún tiempo asumía su papel de dios Tezcatlipoca? El individuo era tratado como al verdadero dios por tlatoanis, nobles y macehuales, y todos lo agasajaban como hoy mismo al próximo diosecillo sexenal (no al actual, mal visto y malquisto por más de la mitad de los mexicanos), con la diferencia que ustedes, como sigan leyendo, van a encontrar al final del escrito. Relata el cronista de la Nueva España… (Su relación,  mañana.)

Peña, ¿el bueno?

“Dirigentes del PAN y el PRD condenan que el gobernador Peña reporte obras en proceso como ya terminadas”:

Presume obras fantasmas. Presenta como logros obras que apenas (se) inician. No cumple sus promesas.

Enrique Peña Nieto, mis valedores. Que el candidato del PRI a la presidencia del país va punteando en las preferencias de opinión, y que tiene muchas posibilidades de ganar en las urnas a López Obrador y a alguno de Acción Nacional. Siniestro. Yo, de tenerlo a la mano, le diría de viva voz esto que me propongo comunicarle en el presente mensaje.

Señor candidato del Tricolor: yo ya estoy tranquilo. Por mí, por mi gente, por México. Atrás han quedado los meses de tensión, de neurosis, del sueño incompleto. ¿Tan desdichados seremos mi gente, mi país, yo mismo, me decía entonces, que presenciemos el retorno del PRI a Los Pinos? ¿Lo permitirán las masas sociales? ¿Hasta ese grado de desmemoria han de llegar, que permitan tal desmesura? No únicamente evitar que regrese el PRI como partido de Estado, sino encaramarlo a Los Pinos con la  papeleta a favor de su gallo copetón. Mis valedores:

Yo, a medias del desvelo, en la oscuridad miraba hacia el techo de mi habitación: ¿así que de sucesor tendremos un mediocre del tamaño de los dos panistas que han enchinchado Los Pinos? ¿Ese solapador de la riqueza inexplicable de la honorable familia Montiel tendrá mano libre con los dineros públicos? Y el sueño, andavete. Y qué hacer…

Peña basó su campaña en un exceso de demagogia, a sabiendas de la imposibilidad material para poder resolver los problemas del Estado.

¿Protestar públicamente, e-xi-gir, como Sicilia, al enemigo histórico, prometer una manda al beato “amigo de México”, estrategia tan efectiva como la de Sicilia?  ¿E-xi-gir a Dios que me haga el milagrito, táctica tan eficaz como las anteriores? ¿Yo llegar al extremo del pensamiento mágico? Nunca. Jamás.

Pero los vericuetos que tiene el pensamiento mágico: fue el cielo, quién lo creyera,  el que me concedió el milagro, y ahora sé que usted no va a posar sus dos reales en el sillón de Los Pinos, certeza que me ha dado tranquilidad de   espíritu. Por mí, por mi gente, por México.

¿Que el del milagro fue el cielo? El cielo fue, pero no por gestión de ningún santo, ni un beato “amigo”, ni una beata del Verbo Encarnado, sino de uno que se habla de tú con los cielos. Me explico.

Según la nota del pasado miércoles que publica Milenio, un Antonio Velázquez, “el Brujo Mayor de México”, acaba de afirmar que según sus cartas, el virtual (¡!) candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, será el nuevo Presidente de la República.

Qué alivio, señor Peña Nieto.  Por mi, por mi gente, por México.  Porque  si ya se sueña usted en Los Pinos más le vale leer lo siguiente y sacar las conclusiones:

Este Antonio Vázquez,  “el Brujo Mayor de México”, modestamente, es el mismo que en vísperas de las elecciones del 2000 fue entrevistado por el de Reforma:  “Se acaban las cartas, don Antonio, y no ve usted a un candidato que pueda ser el Presidente para el 2000”. “Bueno, haberlo preguntado antes, dice el brujo estrellero. Sí que lo veo. (Una pausa. Se mesa (sic) la espesa barba que le llega al vientre y deletrea un nombre y un apellido). Y así, con la ayuda de los astros y la propia fuerza astral, el brujo mayor va deletreando  el nombre del sucesor de Zedillo: “Mi-guel – A-le-mán”. (¡Brujo!)

Eche cuentas, señor Peña Nieto (Uf.)

Sabiandijas

Pasó el remolino, mis valedores. Se aplacó el vendaval, se extinguió el escándalo y se apagaron los fuegos fatuos de la pedantería, el egocentrismo y la vanidad. El sabihondo y la culta dama guardan sus aspavientos para mejor ocasión, que alguna otra víctima  no les ha de faltar.

Y es que para regodeo de figurones del intelecto cierto mediocre político se acaba de exhibir como lo que es: un ignorante en materia libresca, y entonces la culta dama y el culto lector, taquicardia y jadeos: “¡Pero cómo! ¡No es posible! ¡Cómo un ignorante pretende gobernar nuestro México! ¡Inconcebible!”

Y que al iletrado más le valiera intentar el gobierno de algún primitivo y oscuro país que mal figure en el mapa de la civilización. “¿Pero este México nuestro gobernado por un analfabeta funcional? ¡Nunca!”

Y que yo, en cambio, alardeó alguno de los tales en su columna del matutino; yo, para ser lo que soy y llegar hasta donde he llegado, ¿calculan ustedes cuántos libros tengo leídos hasta el día de hoy? ¿Imaginan los títulos que marcaron el rumbo de mi existencia? Incontables.

Y por vía de ejemplo suéltese la chorrera de títulos librescos a todo lo largo y ancho que permitió el espacio periodístico, diarrea donde cupieron novelas, libros de frases célebres y de superación personal. Si extranjeros, mejor. Si con la transcripción del epígrafe en su idioma original, lo máximo. Imponente la cultura personal del articulista. No que esa afrenta de la cultura,  el cretino candidato priísta a Los Pinos. Mis valedores:

El PRI no debe retornar al gobierno, y si regresa culpa será de tres agentes visibles: Washington, Calderón y el sufragante, en ese orden. Por todos los males que en setenta años de gobierno provocó en  el país juzgo que  el Tricolor no debe volver a embrocarse la banda presidencial. ¿Pero objetar su retorno tan sólo por la incultura de su gallo copetón? ¿Contra su mediocridad de lector enfocar las baterías panistas y las de su aliada oficiosa, la Nueva Izquierda chuchera? Un lector, escritor y catedrático de la talla de López Portillo,  ¿cómo dejó este país al final del sexenio? ¿Y cómo lo dejó don  Lázaro, que de seguro no había leído la décima parte que el amante de la Luzy marido de la Romano y la Montenegro? ¿Impensable, como se escandaliza el sabihondo, que un inculto gobierne este México que lee entre uno y dos libros y medio al año, casi todos de “superación personal”? Hoy mismo, ¿en manos de quiénes, de quién, está el costosísimo cascajo de la educación pública?

Allá los tales, dirá alguno en llegando a este punto. Pues sí,  ellos allá, pero acá nosotros; acá unas masas sociales inermes y vulnerables ante la mugre que les cae desde todos los medios de condicionamiento de masas. Yo, tanto en nuestro espacio comunitario de Domingo 6 (Radio Universidad), como en correos electrónicos y en el transporte público, escucho la voz de unos individuos perplejos, que haciendo suyas opiniones ajenas mueven la testa y sonríen, irónicos:

– ¿Pues qué le parece, valedor? ¿Merecemos que un iletrado gobierne nuestro país? ¡Nunca!

Una monja, mis valedores, a la distancia de siglos nos ofrece la solución: “hacedlos cual los queréis – o queredlos cual los hacéis”.

Nosotros, sí, que por no leer somos tan vulnerables ante la feroz manipulación de los medios,  y que por ser tan vulnerables no nos preocupamos por leer, pero armamos la escandalera ante uno que al que esos medios sorprenden de ser tan inculto como lo somos nosotros. (Trágico.)

“Madruguetes y artificios legislativos”

La manera abrupta y contradictoria con la que actuó para reformar el 24 Constitucional exhibe una vez más los afanes de la clase política por congraciarse con la jerarquía católica (Bernardo Barranco.)

Al triunfo de las sotanas me referí el miércoles pasado, cuando consideraciones político-electorales llevaron a los diputados a modificar el 24 Constitucional. Las sotanas lograban  el triunfo tardío del cristero sobre el “impío” Calles, y a propósito de la “cristera”: cada mañana viajábamos mi abuelo y su nieto de seis años a lomos del cuaco barroso. Yo, en ancas, me afianzaba a la cintura de don Chepe, y tomábamos camino rumbo a La Cañada. Al mirarnos algún lugareño, su dejo cantadito:

– Cuánto quiere el abuelo a su nieto…

– Mucho lo quiere si sea cariño  protegerse los lomos con el chamaco. Y es que cuando cristero dejó muchos fierros en la lumbre, no vaya a ser una bala “perdida”…

Es así como viajé a La Cañada, y detrás de los fortines naturales,  mezquites y encinas, me topé con montones de casquillos de máuser y carabina, cáscaras de la almendra de plomo que al grito de “¡Viva Cristo Rey!” el cristero Gorostieta y su fanaticada quemaron contra los guachos pelones del “impío” Calles, el pecho debidamente protegido con el escapulario de paño rojo con la entrañable leyenda:

Detente, bala enemiga, que el corazón de Jesús está conmigo.

Fue así como encontraron la muerte mis cristeros paisanos en su magnífico intento por desencuadernar una Carta Magna que hoy, sin peligro físico alguno,  lograron las huestes del impuesto en Los Pinos; los difuntos de sotana y chaparreras quedaron, junto a los casquillos vacíos, detrás del pochote aquel, y del huizachito, y de la varaduz. Hoy, los restos de una Constitución desencuadernada, ¿dónde fueron a quedar?

Es la historia: de Gómez Farías, Juárez y Lerdo a Echeverría todo se volvió, en apariencia, derrotas para las sotanas, con sendos respirillos a la hora de Avila Camacho, el Alemán y el matancero de Tlatelolco: “Cristianismo sí, comunismo no. Este hogar es católico y rechaza la propaganda protestante”.

Pero ándenle, que nos llega López Portillo,  y que manda traer al papa aliado de Reagan y el gran capital, y que los mercachifles hijos de Mamón saturan el país de bulas, escapularios, reliquias, medallas, rosarios, carteles, escarapelas y de estampitas prodigiosas que pintan a todo color la invención  de un indio barbado que se arrodilla ante la nueva conquistadora. México dejaba que las ilustrísimas chinelas pisotearan el clausulado de la Carta Magna mientras Wojtyla, en Los Pinos, oficiaba la misa para el místico regodeo de una Cuquita madre de JLP, y todos contentos y reconfortados con la bendición papal. De ahí en adelante faena redonda para las sotanas. Incluso la calle donde se ubica la nunciatura apostólica quedó herrada con el fierro de “Juan Pablo II”. ¡Dios!

Los cristeros triunfaron. Después de LEA y JLP el primer impostor de Los Pinos, por “legitimarse”, anudó relaciones oficiales con El Vaticano, y las visitas de Wojtyla se tornaron semanales. ¡Y que llega la “pareja presidencial” (Fox y Sahagún), y que el Estado laico se arrodilla y le besa el anillo al pontífice! Pues sí, pero ahí el horror: de repente codazos, patadas y caballazos, a la viva fuerza y por la puerta trasera lograron entrar a la Historia los beatos espurios  del Verbo Encarnado. Hoy día los Ratzinger y Norbertos dueños son de las riendas, el mando y la Carta Magna. ¿Nosotros, en tanto? (Laus Deo.)