¡Debate!

¡Contra los delitos de lesa patria, mis valedores. Contra los defraudadores de la esperanza nacional! Contra el fraude aberrante de que fuimos víctimas el pasadomartes uno mi voz al clamor nacional y pregunto a Josefina, Creel y  Cordero, trinca de Acción Nacional:

¿Pues qué? ¿Fue debate eso que acaban de perpetrar, sé lo que digo? ¿Fue el debate con el que los  mexicanos conscientes esperábamos que la República recuperase su quebrantada salud?

Un no rotundo. No. Ese no fue debate. Ustedes tres, aspirantes del PAN a la candidatura presidencial, efectuaron un remedo esperpéntico del debate que nos iba a solucionar los requemantes problemas que carga sobre sus lomos la República. ¿O qué, para ustedes esa mascarada del   pasado martes, ese parloteo sin sustancia fue un verdadero debate o tan sólo un engaño que defraudó la esperanza comunitaria?  Inmoral.

Mis valedores: los albiazules nos defraudaron. Su cháchara entre compinches significó un agravio a los sacrosantos principios de nuestra democracia y una burla contra un pueblo que en el debate había cifrado sus esperanzas de rescate nacional. Después de la comedia bufa albiazul habrá que resignarse a ver defraudadas nuestras expectativas acerca de esa nación restaurada que un verdadero debate hubiese dado a luz. Dramático.

Dramático, sí, que el esperpento del martes nos canceló progreso, justicia, bienestar; tantos beneficios. Habrá que decir adiós a las expectativas que los del PAN generaron en la conciencia nacional sobre la solución de problemas como ese del  delirante derramamiento de sangre, la crisis recurrente y el desempleo que han despeñado a tantos millones a la pobreza, cuando no a la  indigencia. Las palabras de Josefina y cofrades hubiesen regenerado un Legislativo sobrón, ese Ejecutivo empantanado en sangre recién derramada,  unos jueces venales y la tal  Suprema Corte alcahueta de  las honorables familias Fox, Montiel, Salinas, Bribiesca y Sahagún, Gordillo y Romero Deschamps.

Pues sí, pero lástima,  que hemos sido víctimas  de un palique de compinches que fue sólo burla y ludibrio en agravio de la más pura tradición democrática de los mexicanos. La mojiganga de marras nunca alcanzó las alturas del verdadero debate que reclama la excelsitud de nuestra democracia. Trágico.

¿Y ahora? ¿Quién, cómo resolverá los requemantes problemas nacionales, si Creel no debatió con Josefina, y el tercero se portó como todo un Cordero? Yo, cordero irredento, todavía en la mañana del martes pensaba que un buen debate entre el trío de panistas podría registrar benéficas  repercusiones para nuestros productos de exportación y, ¿por qué no?, ayudar a la Unión Europea a restaurar su resquebrajada economía.

Ahora, después del naufragio de las más entrañables directrices de la democracia y una vez cometida la masacre por parte de los tres fementidos blanquiazules, ¿volver a creer en la magia de un verdadero debate? ¿Zurcir una esperanza colectiva que un trío de albiazules nos acaba de deshilachar?  ¿Depositar la esperanza en los quince y medio debates semanales que propone López Obrador? ¿Y quién  nos garantiza que el del tabasqueño con Peña y el trío de panistas del fraude anterior sí va a ser un debate que venga a salvar el país? Y no olvidarlo, señores candidatos y pre-candidatos: el debate es patrimonio nacional, y nadie ni nada tienen derecho a escamotearlo. Un debate, uno sólo, no precisa más el país.   Un debate y se salva la patria. A debatir, pues. ¡Pero ya! (México.)

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