Washington. La Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley dirigido a aumentar la seguridad en la frontera con México. La iniciativa exige controlar las zonas de gran tráfico en la frontera en dos años, y el control de toda la frontera en cinco, para lo que autoriza 10 mil millones de dólares para nuevas cercas y equipo tecnológico.
La nota de marras, empalmada a las negociaciones que se llevan a cabo a estas horas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para reanudar unas relaciones diplomáticas rotas hace ya más de 50 años, me llevó a releer los cantares del poeta cubano Nicolás Guillén, que mueven, remueven conciencias sin abandonar el plano del arte ni esos moldes de esencia cubanísima y universales, con la cadencia y el canto y el contracanto de un folklore que es mixtura de dos borbollones de sangre entremezclada: “Azúcar para el café – lo que ella endulza me sabe – como si le echaran hiel.
Malo. Por aquel entonces el poeta comienza apenas –a penas- a descascararse de su primera juventud, y es cuando a la vista de unos coronelitos de terracota y unos yanquis que han habilitado de mancebía la tierra cubana, escribe ¡a sus apenas 32 años! Si me muriera ahora mismo – Si me muriera ahora mismo, madre – ¡Qué alegre me iba a poner..!
Mal rodaban las cosas. Guillén, como quien no quiere la cosa –como quien no quiere la vida-, por no quedarse en la trova de las tristuras decidió involucrarse, pero hasta el cuello, en la militancia política. Viajó, asistió a congresos, hizo periodismo militante y por la causa del socialismo visitó fábricas, convenció remisos mientras seguía produciendo sus versos mágicos, con esas sonoridades y esos retumbos de instrumento percusor (precursor) que cantaban esas verdades que desenmohecen conciencias adormecidas de trópico, ron y analfabetismo. Y la esperanza, que los sucesos del Moncada y Sierra Maestra concretarían:
Ay, diana, ya tocarás – de madrugada, algún día – tu toque de rebeldía – Ay, diana, ya tocarás.
Curioso: el mismo que de joven mentaba la muerte como un don apetecible, según vive aprende el oficio de la esperanza, que es el del rejuvenecimiento. El buen tiempo no iba a tardar para la cubanidad. Y llegó, y entonces Guillén, ya joven a sus 57 años, con su poema Tengo celebró:
Tengo, vamos a ver – tengo el gusto de andar por mi país – dueño de cuanto hay en él – mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener – Tengo, vamos a ver – tengo lo que tenía que tener.
The Wall Street Journal ha revelado que el presidente mexicano compró en el 2005 una segunda residencia en un exclusivo club de golf a un empresario cuya constructora se ha visto beneficiada con importantes adjudicaciones. Ha revelado también que Luis Videgaray, el todopoderoso secretario de Hacienda, adquirió una segunda vivienda al mismo empresario, con el cual mantiene, como Peña Nieto, relaciones de amistad.
Mis valedores: el ánimo quebrantado ante un Peña que el Imperio pone en vergüenza, oigo la voz Guillén con estas preguntas que azozobran, que espeluznan:
¿Cómo estás, Puerto Rico – tú de socio asociado en sociedad? – ¿En qué lengua me entiendes, – en qué lengua, por fin, te podré hablar? Si en yes, – si en sí, – si en bien, – si en well,, – si en mal, – si en bad, – si en very bad…
Guillén dice Puerto Rico; yo digo México, este al que el escándalo de casas blancas y de algún otro color que a estas alturas del presente gobierno befan y humillan a nuestro país. Por cuanto Quien, la revista… (Ah, México.)