¿Resiente, delegado Valencia, las oleadas de odio y de desprecio popular? Semejante pregunta la formulé el domingo pasado en el programa Domingo 6, de Radio Universidad, al Jefe delegacional de Iztapalapa, un Jesús Valencia que nos resultó residente de una mansión en pleno Pedregal de San Angel. “Pero es de mi esposa”, y con ese pretexto intenta zafarse de la sospecha fundada de corrupción en su cargo público. Dije entonces y hoy le reitero al nuevo ricachón:
Abarca ya está en la cárcel, ¿y usted, delegado Valencia? ¿Pues qué, más punible es una plaza comercial que una casa amarilla? Acerca de la escandalera que alzaron los descubrimientos de la casa de marras, ¿qué comentan Margarita y usted en la intimidad? ¿Cohabitan en paz, no se averguenza porque sus baquetonadas de presunto corrupto salgan a la luz? ¿En paz se come el botín que se alzó del cargo como delegado de Iztapalapa?¿No se atraganta cuando los hijos vienen a saludarlo, no traga saliva?
Cándido de mí; para alguno como usted, que se curtió en el oficio a lo largo de una carrera de transas, latrocinios y sinverguenzadas qué viene a significar el desprecio de las masas populares y la ardorosa demanda de que renuncie al puesto público que indignamente detenta. Como si se tratase de un hombre de dignidad, altivez, decoro. ¿Decencia usted, honestidad?
Esa mansión excede su sueldo y el de su Margarita como funcionarios, delegado Valencia. ¿Cómo la consiguió su mujer? Usted, habitándola, ¿no se siente en cierta forma una especie de iztapalapense gigoló?
¿Fue Margarita su primera esposa? ¿Usted su primer marido, o ambos, manga ancha, cada quien por su lado ya tenían el camino andado, con perdón?
Pero, funcionario delegacional, no tema. Presunto bribón, sinverguenza, sí, pero vive en México y gobierna una porción de este país, y por ello mismo usted, como el propio Abarca y congéneres, se rige a leyes no escritas que le garantizan impunidad ante todas sus sinverguenzadas, y como político ha criado un blindaje de inmoralidad y una falta de vergüenza y decoro que lo preserva de molestos ataques de la conciencia. (Un día de estos le explico lo que es.)
Y algo más, delegado Valencia: usted, como los Valencias de toda la mafia política, no azozobrarse. Las masas se encrespan, se indignan, amenazan y de ladrón no lo bajan, pero apechugar, que del reniego, la exigencia y el encrespamiento espontáneo no pasan. Haga usted lo que sus colegas en caserones y otras riquezas inexplicables: Dejar que rueden las cosas. Todo este sofocón endosárselo al tiempo, que es fama todo lo cura, lo olvida y le da carpetazo. Usted simplemente aguante el escándalo de las masas sociales y siga disfrutando de su caserón, que tanto le habrá costado adquirir a usted o a su Margarita. ¿O se le hace poco perder la vergüenza? Eso cuesta tiempo, cinismo y desprenderse de vergüenza, dignidad y decoro. No es un logro fácil, delegado Valencia.
En fin. Su casa amarilla muestra que con su riqueza inexplicable ya usted acumuló los méritos suficientes. A dar siguiente paso; ahora adule a esa Televista aliada de usted y nefasta para nosotros y ya está usted listo para aspirar a la presidencia de la República. Y lo que ahora viene, delegado Valencia. Raúl Salinas resultó inocente, y también tiene casa, yo la conozco: un caserón como mausoleo. Raúl Salinas, hermano de ese expresidente al que hace algunos años otro expresidente, Miguel de la Madrid, acusó directamente de haberse robado la mitad de la cuenta… (Termino el lunes.)