Los gatos de Washington

Del amor y el respeto a los animales les hablé a fines de la semana anterior, y ahora publico aquí mismo para todos ustedes el elogio que he redactado en honor del Rosco, minino doméstico que me ha concedido la merced de adoptarme en calidad de mascota. Vale, y viene el final del elogio que me merece el susodicho que habita mi casa. Comencé así la frase final del escrito de ayer:

Ah, si pudieses pensar, o yo captar lo que piensas, qué paradigma serías de filósofo. En fin. Mis valedores:

Los aspirantes a guerreros, los aprendices de luchados y los “activistas”. esos insensatos que se la viven “¡e-xi-.gien-do!” a un Sistema de poder que muy claro les ha revelado su táctica: “Ni los veo, ni los oigo, ni los siento, ni en el mundo los hago,  y háganle como quieran”. Esos, repito, vinieran a aprender de este samurai con ribetes de kamikaze. Los intelectuales pedigüeños del premio, la beca y la dádiva, invertebrados, vinieran a palpar el espinazo del Rosco,  y ya en el camino deberían tentalear lo que se llama redaños, y tal vez aprender, o sentir vergüenza; de sí y de los que los han cooptado. En fin.

Yo, al verlo enroscado en su duermevela: “Si supieras sonreír, ¿sonreirías? ¿Cuándo, a qué horas, por qué razón? Cuando estás a solas conmigo tal vez para ti sonríes, que el de la sonrisa, como el del llanto es, para el decoroso, placer solitario”. Y camino de puntillas para no turbarle su sueño. ¿Sus sueños? ¿El Rosco sabrá soñar? ¿Qué altivos sueños serán los suyos, tanto como su integridad, su autenticidad? El Rosco…

Llega la noche. Oigo los maullidos en la azotea, y con ellos me duermo y sueño con Lanzarotes, reinas Ginebra y Galaor con todo y el Santo Grial, y en sueños recorro azoteas de embeleco y, Sancho Panza que alucina con las hazañas de mi Dn. Rosco de la Sin Mancha, tras de su rastro echo a volar entre merlines, endriagos y alucinantes molinos de viento. Con el Rosco cabalgo en Clavileño y me echo a hender los aires y remontarme hasta el éter, nidal de fulgores y errantes estrellas; más allá de la mediocridad, de la rampante vulgaridad, de lo zafio y de lo ruin, de lo pequeñajo. Detrás de esos muros de embrujados castillos, magia y encantamiento, me aguarda mi Dulcinea, la amantísima. En las azoteas de mi sueño (mis sueños) yo, tras de mi Sr. Dn. Rosco de la Triste Figura, enhiesto el espíritu y el ideal flechando la inasible excelsitud, en sueños enfrento molinos de viento y gatazos de la engañifa, la simulación, la ventaja, la gesticulación, la más cara máscara. El Rosco…

Ahora lo estoy mirando: flaco, decrépito, lastimado, indefenso. Se me viene el impulso de compadecerlo. ¿Que qué? Alza las amarillentas pupilas, me mira así, desde su altiva eminencia, y entonces… yo agacho la testa.

El Rosco, la dignidad enteriza, inaccesible al deshonor. Bien haya. ¿Y los gatos de Washington, entreguistas del energético y lo que logró salvarse de anteriores proyankis? (¡Puaf!)

El Rosco y los gatos de Washington

El Rosco y la Bicha, mis valedores, personajes gatunos que aceptan compartir conmigo este hogar. Ella, mansa bolita que rueda a los vientos de la caricia con sus modales de novia solterona que no ha perdido los coqueteos de la novia novicia. La aman Aída, el Ariel y la Mayahuel de las zarcas pupilas. (Ella tan hermosa que en ratos creo que lo hace a propósito. Telilla del corazón, mi hija.)

La Bicha,  sí, pero ahí nomás, a medio metro de donde esto redacto, el Rosco engrifa sus lomos. Vejez y decrepitud, de repente se reviene y sacúdese en accesos de tos y estridencia de estornudos. Se arquea entonces, toma resuello, y al sueño otra vez, que nada fuera de la rutina  ha ocurrido, y  la paz.

Gato corriente, curriculo desconocido, brusquedad de modales y la pelambre hirsuta, el Rosco es desapacible de ver, de tocar, de inspirar un afecto facilón. El no. Lo miro, le busco la cara y trato de granjearme su voluntad sobornándolo con el pocillo de leche. El, incólume, insobornable, inaccesible, ni pide ni acepta y no agradece si se digna aceptar. Inexpugnable, ni implora ni se doblega, bien hayan la dignidad pura y la entera, solitaria libertad. Vinieran a verlo los intelectuales orgánicos, que algo (mucho) le pudiesen aprender…

Y qué traqueteado a lastimaduras, qué áspera geografía su pelleja, fruncimiento y rasgaduras; y cómo no, si para sus nocturnas batallas de odio y amor más son los colmillos que se le fueron que los caninos que le sobreviven aún. Pero él, indomable, irreductible, amo y señorón de la azotea. Gatazos de callejón me lo acosan, lo acorralan, lo lastiman y revuelcan, pero el Rosco y sus dos o tres premolares ni un paso de reculón. El, vacilante el colmillo, pero redaños macizos en su nidal, a enfrentar a los atrabiliarios; al puro instinto y al temple; a la dignidad. Fogonazos sus dos pupilas y el colmillo desenfundado, el Rosco enseña esas encías huérfanas, deshabitadas, y a espeluznantes maullidos mantiene a raya al sobrón, y al puro valor lo doblega, que valor es lo que al otro le falta. Y a echarlo de la azotea, y a chisguetes ardorosos delimitar el territorio, y el maullido retador:

– ¡No pasarán!

Porque el Rosco es el temple, el carácter, la dignidad sobre el desvalimiento. En la defensa de lo justo no claudicar. No importa dónde, cuándo, cómo, con cuál ni con cuántos. Y ya rasgada la cuera, no culimpinarse ni gimotear, que el Rosco no es dado a lambidas (así).

Ya después bajará a la estancia y se echará a dormir como si nada. Luego va a alzar la testa y quedarse mirando algo a lo lejos, indefinido. Ah, si pudieses pensar,  y si piensas y yo captar lo que piensas, qué paradigma serías de filósofo, conmigo como tu amanuense. En fin,  (Más sobre el Rosco, mañana.)

Flor y espejo de mártires

(Mi retablillo anual a su memoria.)

Mataron a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador. Mataron al religioso, al luchador, al héroe, al mártir. Lo asesinaron un 24 de marzo de 1980, pero su muerte a algunos nos pesa como si hoy mismo hubiese ocurrido. El bienamado de El Salvador celebraba misa en su iglesia de barrio en San Salvador cuando fanáticos de los escuadrones de la ultraderecha ARENA, de R. D’Abuisson, le quitaron la vida. Profeta al modo de Isaías, y como profeta defensor de los desvalidos, el Arzobispo fue asesinado al elevar la hostia en la celebración de la misa Su cuerpo cayó fulminado al pie del altar. Uno de sus fieles, su amigo fiel:

– Lo supe a las 3 de la tarde del 24 de marzo de 1980. Acababa de nacer la primavera. La mañana había sido calurosa y clara Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva generosa blanca que envolvía los cerros. Óscar compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa amaestrada prevista La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído. El gran Mártir de América había ganado la batalla a sus asesinos. Ojalá se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.

El religioso estaba presto a entregar la vida por la causa que amaba, y no es que sin motivo presintiera su muerte, que bien conocía a quienes lo acechaban a todas horas. «He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decir que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Si llegasen a matarme perdono y bendigo a quienes lo hagan. Como Pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse sus amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. Yo resucitaré en las luchas del pueblo».

Y lo asesinó un sicario contratado por un D’Abuisson canceroso del ánima, que al poco tiempo fue asesinado también, sólo que por un cáncer fulminante que del ánima se le fue al organismo. Eran años aciagos para El Salvador, sacudido por una crudelísima guerra civil entre la guerrilla del FMLN y el ejército del gobierno, apoyado, y cuándo no, por EU. El conflicto se prolongó el tanto de 12 años; el armisticio se firmaría en el Castillo de Chapultepec.

De la homilía que le granjeó una bala en el pecho:

– Queridos hermanos: sin las raíces en el pueblo, ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarlo a fuerza de sangre y dolor. Yo quiero hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles:

¡Hermanos: son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, no matar! ¡Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios! ¡Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla!

¡En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos: les suplico! ¡Les ruego! ¡Les ordeno en nombre de Dios! ¡Cese la represión!

Y lo mataron. Oscar Arnulfo Romero. (A su memoria.)

Circos, psicópatas, plazas taurinas

Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales. (Víctor Hugo, novelista y poeta.)

Del respeto a la vida hablé con ustedes ayer, sea la del individuo, la del insecto o la de la flor. Mencioné la conducta de los hombres de ideales, tan pocos ellos, en contraste con la de los mediocres, una aplastante mayoría. ¿Distinguen ustedes a los tales por su modo de actuar ante los irracionales?  La conciencia social, por fortuna, comienza a asquearse de la tortura que se practica en el circo y en las corridas de toros. La nota optimista, o casi:

El Consejo Ciudadano, en coordinación con la Policía capitalina y la Procuraduría Ambiental de Ordenamiento Territorial, lanzó la primera Línea Ciudadana contra el Maltrato Animal que sirva a los dueños responsables para informarse, intercambiar experiencias, recibir asistencia profesional y denunciar cualquier agresión en contra de algún animal de compañía. Que se castigará maltrato animal con cárcel. Mis valedores: ¿no le notan ustedes un tufillo a catálogo de buenas intenciones, y no más?

Ama a los animales: Dios les ha dado los rudimentos del pensamiento y gozo sin problemas. No alteren su gozo, no los hostiguen, no los priven de su felicidad, no trabajen contra las intenciones de Dios. Hombre, no te vanaglories de tu superioridad ante los animales; ellos son sin pecado, y tú, con tu grandeza, corrompes la tierra con tu aparición en ella, y dejas el rastro de tu estupidez tras de ti. ¡Ah! Es la verdad de casi todos nosotros.- Fyodor Dostoyevsky, novelista.

Violencia contra los animales. “En un operativo sorpresa, inspectores de la Profepa rescataron del Haley Circus en la localidad yucateca de Dzidzantún un tigre de bengala, un león, un oso negro y tres monos arañas, todos con severas lesiones. El oso fue encontrado sin maxilar inferior, previamente extirpado, lo que lo imposibilita para comer alimento sólido”.

La no violencia contra el animal (T. Edison) conduce a la ética más alta, lo cual es la meta de toda evolución. Hasta que dejemos de lastimar otros seres vivos, seguiremos siendo salvajes.

Horroroso esto que acusa la nota de prensa: que circula en la red un par de videos donde se observa la tortura física que sufre un par de cachorros cuando les cortan las orejas. En el primer material se ve a un joven abrazar a un cachorro con las orejas recién cortadas. Lo muestra y presume a la cámara.

Ninguna verdad advierto más evidente que esta: las bestias están dotadas de razón y pensamiento como el hombre. Los argumentos son en este caso tan obvios, que nunca escapan al más estúpido e ignorante.  (D. Hume, filósofo.)

En el otro video se aprecia el momento preciso en que el sádico hace dos cortes al animalito a pesar de que éste se resiste. Las manos de quien perpetra la agresión se encuentran llenas de sangre. El joven dice vivir en Querétaro y estudiar en la universidad de dicha entidad. La Ley de Protección Animal del Edo. de Qro. se aprobó en diciembre del 2013, pero hasta la fecha no se ha publicado.

Los hombres que sin asomo de lástima  han practicado torturas en animales y lo cuentan sin pena, ¿cómo pueden sostener la cabeza en alto entre los humanos? (S. Jonson, escritor.)

¿Cómo pueden, y para ustedes qué representa la vida del animal? A propósito, el lunes publicaré el elogio que me merece el Rosco, minino que me ha concedido la merced de adoptarme como su mascota. (Vale.)

Mediocres, irracionales

El respeto a la vida, mis valedores, ya sea de un individuo, de un insecto o de un irracional. Al referirse al respeto del hombre hacia todo lo vivo el filósofo analiza el poema de un artista occidental que corta una flor y aspira su aroma para luego dedicarle el poema. Describe, asimismo, la conducta de un poeta oriental, que en la mata percibe el aroma de la rosa y redacta un poema sin atreverse a cortar esa belleza natural. A propósito: ¿alguno de ustedes se atrevería, se atreve, a cortar una flor? Yo no.

El respeto a todo lo viviente, y ahora me refiero al irracional y al mediocre que lo maltrata. Afirma el estudioso que entre el mediocre y los más inteligentes de los animales (el delfín, el caballo, el elefante) existe menos distancia que entre el mediocre y el hombre de ideales. Pero es ese mismo mediocre, cruel paradoja, el que veja al irracional y aun encuentra placer en maltratarlo. La nota reciente de Anna Bolena Meléndez,  con esa sintaxis:

“Me averguenza profundamente que algunos representantes de la Iglesiacatólica tengan desfachateces ante lo que supuestamente es su ideología inamovible. Para el sacerdote Alfonso Verduzco Pardo, de Zamora, Mich.,  claramente antropocentrista y anquilosado hasta el tuétano en sus conceptos, los animales  son subordinados al hombre, y este como señor de la creación puede y debe disponer de todos los animales, vegetales y minerales de manera correcta”.

Y qué elocuente evidencia de amor  y fidelidad entre el hombre de ideales y el irracional:

 Al llegar a las puertas del palacio Odiseo vio con enorme tristeza a su viejo perro Argos, el cual yacía sobre un cerro de estiércol. Odiseo mismo había tomado en sus manos a este hermoso animal cuanto todavía era un cachorro,  y sus ojos se llenaron de lágrimas al verlo en tan lamentable situación. El noble animal fue capaz de levantar su cabeza y ver a su querido amo y lo reconoció de inmediato a pesar del tiempo transcurrido. Con las pocas fuerzas que le quedaban Argos pudo bajar las orejas y mover la cola en señal de reconocimiento y cariño hacia Odiseo, para luego morir con la felicidad de haber visto nuevamente a Odisea.

“Todo esto (del amo de la creación) lo mencionó, sigue Anna Bolena Meléndez,  cuando defendió la fiesta brava indicando que es una fuente importantísima de empleos y magníficos espectáculos.

Un  periodista rechazó las palabras del sacerdote cuando éste habló de la fiesta brava con tremendo conocimiento y sin el menor pudor al referirse a destazar a un animal y marcarlo con hierros hirviendo y ácidos para ponerle un número. El sacerdote habló de todos los empleos que dependen de dicha industria, a lo que el periodista respondió alegando que si de empleos se tratara, la prostitución infantil, el narcotráfico y demás industrias  ilegales también  generan empleos y no por ello es un argumento válido para que se apruebe su existencia. El sacerdote llama a la fiesta brava la fiesta más culta del mundo”.

Lo afirma, a propósito, Milan Kundera, escritor:

La verdadera bondad humana, con toda su pureza y libertad, puede ponerse en primer plano sólo cuando su recipiente no tiene poder. El verdadero examen moral de la humanidad, su examen fundamental (que yace enterrado profundamente lejos de la vista) consiste en su actitud ante esos que están a su merced: los animales. Y en este sentido la humanidad ha sufrido una derrota. Una derrota tan fundamental que todas las demás provienen de esa misma fuente.

Por cuanto a la tortura a los animales… (Eso, mañana.)

Un nuevo mapa de ruta

Cuidado, mis valedores. Mucho cuidado, dije a ustedes ayer aquí mismo tocante al homo faber al que de pronto le cayó encima la jubilación o está a un paso de conseguirla. Yo, que de nada me he jubilado ni pienso hacerlo porque tengo el propósito de que la muerte me sorprenda vivo, digo al presunto: cuidado; con  la jubilación pudiese iniciar la ruta hacia una existencia vegetativa, cuando es la vida la que propicia el vuelo rumbo al ideal. El ocio y la pereza espiritual nos vuelven irracionales, y no olvidar que entre el mediocre y el irracional  hay menos distancia que entre el mediocre y el hombre de ideales. Alguno de ustedes, a punto de jubilarse,   ¿si el trabajo lo mantuvo esbelto la jubilación va a engrasar su organismo?  ¿Era el espíritu el que mantenía engrasado, y con su nueva existencia lo piensa purificar?  Aquí algunos símbolos:

Una labor alienante de cuarenta años (el taller, la oficina, la fábrica) significó la maldición bíblica si cada día de trabajo fue una tortura. Ese trozo de su existencia lo emparentó con el mítico personaje que como castigo ejecutaba cada día, una y otra vez, la tarea enajenante de trepar con un piedrón en sus lomos hasta la cresta de una montaña, para que desde ahí cayera la carga, y vuelta a empezar. Así, al igual que   Sísifo, algunos de los obreros, profesionistas, oficinistas, artesanos, en fin: a cargar cada día la roca con el sentimiento del esfuerzo estéril que habrá de repetirse mañana. Y tan lejana esa anhelada jubilación que, pensamos,  nos va a permitir realizar esos buenos propósitos que no logramos cumplir cada año nuevo durante décadas. Ahora, por fin. ¿Sí?

Antes de jubilarse el presunto tal vez se había formulado un proyecto de vida, y trataba de seguirlo cada día a lo largo de tantos años, y de repente fue a dar con un muro, y sus manos lo tentaleaban,  y el  flamante jubilado traspasó la puerta que se abría en el corazón de ese obstáculo, y como Alicia cuando se internó en el espejo y se dio de manos a asombro con el país de las maravillas, cayó a toparse con otro universo, desconocido para él. ¿De magia y encantamiento, de aburrimiento y vacío?  Trazar un nuevo mapa de ruta,  podrá planear el de marras, y yo le pregunto: ¿posee para ello el ímpetu, el temple, el carácter, la audacia y la imaginación de cuando por vez primera se echó el piedrón a la espalda?

La contundencia de los  símbolos: algunos ofrece el prototipo del Dr. Jeckyll y Mr. Hide en la novela de Stevenson. ¿El jubilado va a pendulear de un bienamado Dr. Jeckill, mientras pasaba el día en su lugar de trabajo,  a un insoportable Mr. Hide ahora que permanece el día completo con la familia y se torna un estorbo y una carga para el hogar? Cuándo él ausente de la familia porque dedicaba la mayor parte del día a su trabajo, ¿se le echaba tanto de menos como hoy se le echa de más? Piénselo.

Antes de jubilarse aquel homo faber se había formulado un proyecto de vida y trató de seguirlo cada día a lo largo de tantísmos años, y de repente, al llegar al muro que dije, se topó con él, y sus manos lo tentaleaban y no encontraban la puerta de entrada, que tal vez fue la de salida, lástima.  Porque eso, a fin de cuentas, significa la jubilación: un parteaguas en el ritmo de vida que se sostuvo apenas, a penas,  a lo largo de décadas; un cambio  en  la visión del mundo, de su mundo viejo, ahora tan nuevo y distinto que habrá que ir aprendiéndolo cada día como el ciego que ha cambiado de ruta. ¿Al flamante jubilado felicidades?   (Pues…)

Conviértete en cerdo

Cada vez más personas se plantean la pregunta sobre si tendrán suficiente dinero cuando se retiren (El País.)

La jubilación, mis valedores. El tema me lo acaba de sugerir un cierto profesionista que decidió dar por terminada su vida activa en la diaria labor y ahora, logrado ya su retiro, deambula encandilado ante la zozobra de tan drástico cambio de vida. Las siguientes reflexiones pudiesen resultar útiles a alguno de ustedes que se acerque a estas horas a esa terra incognita que significa la jubilación.

Cierto es que el hombre se mide con el obstáculo, y aun pudiésemos agregar: se mide con la jubilación, y de ella saldrá aniquilado o robustecido, según. Porque yo, que de de nada hasta hoy me he jubilado, supongo que ese parteaguas en la existencia del homo faber es un asunto de vida o muerte, sin más. Que de la muerte en que vivió en la diaria labor ahora comienza a percibir la vida, o de la vida que dejó atrás inicia el proceso del morir en vida, porque vamos a ver…

¿El trabajo lo mantuvo esbelto, y la jubilación va a engrasar su organismo?  ¿Era el espíritu el que mantenía engrasado, y con su nueva existencia lo va a limpiar?  Y si nos vamos a rastrear los símbolos y sus significados:

“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” fue el castigo que un Dios intransigente impuso a la magnífica desobediencia de Adán. ¿Castigo el trabajo? Para algunos, tal vez, pero no para quien tiene la diaria labor como realización de vida. Y algo más: ¿Previó ese mismo Dios que la maldición iba a durar sólo un determinado número de años, porque después vendría la jubilación?

¿Bajo el rigor de la maldición Adán  enfilaría, como más tarde Caín, rumbo al este del paraíso,  o al contrario: dueño ya del conocimiento, la moral y del amor, sobre todo,  fue en Nod donde encontró el paraíso?

Pienso en algún desdichado que, a la manera de Moisés, se afanó cuarenta años en el desierto (la fábrica, el taller, la oficina), para al final, cuando creía que comenzaba una vida de libertad para el ocio, el viaje, la lectura, el gimnasio (tan resbaladizos propósitos como los de cualquier fin de año),  toparse con una decepcionante realidad  que sólo le permitió avizorar la tierra prometida. De lejos, a la distancia…

¿El flamante jubilado aprovecharía las décadas en que sobrevivió a maná y agua para cristalizar su anhelo de trascendencia, de que no habrá de morir del todo porque los beneficios que realizó a favor de los otros le dejarán vivir en la memoria de aquellos a quienes de alguna forma dio a valer?  ¿O en su tiempo de labor se instaló en el egoísmo y se olvidó de agradecer el don de la vida, y ya jubilado de la vida nadie lo va a recordar porque pasó de noche por este mundo donde pudo haber hecho tanto por tantos? ¿Hasta hoy, jubilado de tantísimas cosas, querrá lograr esa trascendencia, indispensable (con otros varios factores) para la salud mental? Quizá ahora mismo, ya jubilado, va a lamentarse como el poeta: “Y pensar que pudimos…”

Porque en todos los actos de su existencia el individuo exhibe su condición de idealista o de mediocre, y la jubilación puede exacerbar esa condición. El hombre de ideales se jubilará del oficio, pero no de la vida, del humanitarismo, del servicio al prójimo. El mediocre y egoísta,  en cambio, como si sorbiera la copa que Circe la maga le ofrece y que al mirarlo beber le ordena: “¡Conviértete en cerdo!”

Cuidado, mucho cuidado; la copa de la vida purifica y propicia el vuelo. La del ocio y la pereza espiritual, por contras… (Sigo mañana.)

Melcocha y cursilería

Porque así pasan las glorias de este mundo. La de Luis Donaldo Colosio, pongamos por caso. ¿Se acuerdan ustedes de él? En el 2012 un grupo de tricolores llevaron a cabo un desteñido «homenaje» al candidato presidencial asesinado un 13 de marzo de 1994, al que ni el paisano del sonorense,  Manlio Fabio Beltrones, se acomidió asistir. Ah, pero la forma alharaquienta en que lucraron con su muerte, la de homenajes y fervorines que al mediocre candidato presidencial  le dedicaron en su momento desde Ernesto Zedillo hasta el resto de la claque política: bustos, estatuas, su nombre en auditorios, calles y espacios públicos. Efímera, la gloria del malogrado candidato del PRI  a la presidencia de la República.

Efímera, porque nada la sostenía. ¿Qué ha quedado de la obra de ese al que intentaban la inmortalidad prodigándolo en bronces y mármoles, auditorios y centros deportivos, jardines y plazas públicas, las calles de esta colonia y algún callejón sin salida?

Ah, pero la plasta de cursilería y de melcocha que los aprovechados de la ocasión le aderezaron hace 20 años, muy  al estilo de la sacarina que le embarró  un tal Barrasa, priísta de corazón:

«Los mexicanos y extranjeros, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, niños y niñas, hablarán en el México de hoy y del futuro, de un… ¡hombre, hombre!, de Luis Donaldo Colosio, del niño que fue merecedor de ser premiado y traído a la ciudad de México, ¿para qué? ¡Para que el señor presidente don Adolfo López Mateos lo saludara, lo felicitara y lo premiara por haber sido alumno ejemplar y aplicado en la escuela de su querida tierra. Se dirá que él no ha muerto, porque de sus cenizas brotarán las ideas nobles, el pensamiento creativo, la acción fecunda, el amor a México. Luis Donaldo será recordado como el provinciano que voló hacia su terruño… ¡nomás para darles a saber a sus amados padres que era candidato a la presidencia de la República!”

Conmovido, el redactor:  “El nudo en la garganta se rompió y las lágrimas rodaron hasta caer en ese que ahora cobija a Luis Donaldo. Un árbol de la esperanza. Un ahuehuete de 44 años de vida, la misma edad que tenía Luis Donaldo. Las balas no pueden asesinar al pensamiento, las balas no pueden masacrar la inteligencia, las balas no pueden detener la sed de libertad!» (Mira, mira.)

En renglones cortos para simular el poema, un Castillo: “Entre el invierno y a llegar la primavera – el mundo clamaba con júbilo cuán grande y fuerte eres ColosioComo coloso – La multitud te seguía y aplaudía – Porque el destino marcó de un pueblo – que tú ibas a ser su guía – La multitud que te seguía – hoy expresan gran tristeza y agonía – Hoy te encuentras tan solo ya sin alegría”.

Por remedar el poema,  Beatriz Paredes: “Donaldo – No nos absuelvas – tú, el generoso, el de la sonrisa franca y los – ojos niños, de tan sinceros – no nos absuelvas – El sencillo, esforzado, pertinaz – no nos absuelvas – el leal, el demócrata, el honrado, -no nos absuelvas, – no nos absuelvas, no nos absuelvas, Donaldo, – prívanos del descanso, del buen – dormir, que nos lleve tu osadía. «Reconozco que la modernización – económica – sólo cobra verdadero sentido cuando – se – traduce en mayor bienestar para las familias – mexicanas, y que – para que sea perdurable – debe acompañarse – con el fortalecimiento de – nuestra democracia»,

Que nos convoque tu audacia (…) No nos absuelvas, Donaldo – Que sólo encontremos la expiación – cuando germinen tus ideales”. (¡Uf!.)

Ese era Colosio hace 20 años. ¿Y hoy? (Lóbrego.)

Corazón de león

Ernesto Zedillo era un idiota, un pendejo y un hijo de su chingada madre.

(Patricio Martínez cuando gobernador de Chihuahua y el aludido ya como ex –presidente del país.)

Las yeguas de la noche; mis valedores. Las pesadillas. Fue una noche de estas. En la t.v. El mago de Oz, una película antediluviana protagonizada por Judy Garland. Ustedes, los que en materia de vida y edad van ya doblando el Cabo de Buena Esperanza, ¿recuerdan a aquella estrellita precoz que al madurar en edad (inmadura del resto) arrastró una vida atorrenciada de drogas y alcohol, miserable vida, hasta perder lo que de ella aún le quedaba?

Empecé a ver en la cinta a una Dorothy  (Judy) sin hogar, un espantapájaros sin cerebro, el hombre de hojalata sin corazón y el león cobarde. A media película me dormí, me atacaron las pesadillas y al manotear me eché en la entrepierna la ardiente infusión. Yo con un alacrán crispado en el nido humeante de mi entrepierna: “¿Y el final de la película, nena? ¿En qué terminó la cinta?”

– Pues verás: Judy y sus compañeros, tras de vencer los peligros del bosque encantado, llegan a la presencia del mago, quien les hace notar que ellos mismos han adquirido aquello de que carecían: Dorothy logrará volver a su casa y vivir feliz con los suyos. El Espantapájaros consiguió un flamante cerebro. El Hombre de Hojalata percibió una adecuada lubricación de sus goznes y en su pecho un corazón humano con el que  podrá conocer el misterio de un amor como el que tú me inspiras, compañero. Fin de la fábula  y a dormir.

Bostecé. “Bueno, sí, ¿pero El León Cobarde? ¿Adquirió la valentía?”

La vi dudar. “Pues…valentía no precisamente, pero sí la apariencia de valentía. No el valor, porque con todo y su magia los hechiceros no pueden volver valiente a un cobardón, que el valor no es tan fácil de conceder como un corazón humano o aceite para los goznes. Duérmete.

–   Pobrín del león pusilánime.

– Si hubieses visto los gimoteos del melenudo. “¡Aguántese, no sea llorón!”, lo reprendía el mago, pero las lágrimas lo conmovieron, y se puso a pensar, y fue así como de repente:

– ¡Eureka, ya di con la solución! De aquí en adelante a los ojos de todos los de la selva pasarás como un corazón de león. Para ello sólo tendrás que..!

Santo remedio. Quién como el valeroso león, de súbito valiente hasta la temeridad.

–  ¿Un acto de magia, mi amor?

– Ninguno, que el hechicero se limitó a recomendar al cobarde: “De ahora  en adelante, como vía de aparentar que actúas con los redaños que no tienes, ponte tú también, al igual que el chihuahueño Patricio (chihuahuense) a atacar a los funcionarios de anteriores sexenios. Lánzate a lo despiadado contra Fox y la Sahagún (no contra Montiel), Maduro el de Venezuela,  las autoridades de Siria, Rusia y Crimen. Claro, no se te olvide López Obrador.  Muestra tu renacido valor. Destroza  a Putin y a Abbas el  palestino.. Contra ellos directo y a fondo, para que de cobarde pases a ser corazón de león. Ah, pero mucho cuidado con los Montiel, Peña y los suyos, incluyendo a Paulina, porque con ésos se necesitan muchos… ¿Sabes cuántos periodistas han muerto en lo que va del sexenio?”

Tragué saliva. Fui a la computadora y borré los párrafos donde acusaba de engaño una declaración patrimonial amañada y el dicho de una Paulina que a los críticos de su padre gritóles: ¡proles pendejos! Luego me puse a teclear toda mi admiración a un presidente que en materia de energético citó a Don Lázaro.

De ahí este corazón de león, a la camita. Y la paz. (No, si les digo.).

Nostalgia

El mago de Oz, mis valedores. ¿Alguno de ustedes habrá visto la antañona película? ¿Recordará la trama, la acción, los personajes? Qué tiempos aquellos, los de El mago de Oz. Muchos de nosotros, ladeados ya hacia esa región de la vida (penumbra y crepúsculo) donde todo se nos chorrea de añoranzas, a la evocación de esa cinta soltaremos algún suspirillo. Ah, tiempos aquellos que no han de volver…

Yo acabo de ver un trozo de esa película, y ello ocurrió después de la tertulia de anoche, cuando los vecinos del edificio, después de la consabida discusión acerca de los sucesos de Siria, Crimen, Ucrania y Venezuela, con las consabidas maldiciones contra el gendarme universal encuevado en El Pentágono, se desparramaron en dirección al depto. respectivo, recibimos la indicación de don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se angostan o enanchan corbatas:

– Van a exhibir en la tele El mago de Oz. Si no la han visto aprovechen.

Y si, yo acabo de verla. A medias. Permítanme que explique el incidente.

Medianoche era por filo. Frente al cinescopio mi Unica y este su amador nos emocionábamos con las correrías hazañosas de una Judy que, niña todavía, cruza la pantalla (voz de ave, ricillos) bailoteando al unísono de El León Cobarde, El Hombre de Hojalata abrumado de orín y El Espantapájaros que anhela un humano corazón. Temerario él, que no calibra riesgos de infartos y amores mal avenidos, si lo sabré yo. En fin, que ahí estábamos; yo, en el sillón, pocillo de tila, cuasia, borraja y cuachalalá  en mano; a mi lado, bebiendo de mi pocillo, mi Issa; danzando en el cinescopio brujas, magos y demás fantasmas, los del bosque encantado y los de un televisor con la antena ml orientada.

Pues sí, pero a media película comencé a cabecear, los párpados más pesados que retrato de Cocoa, Calderón y Ernesto Cordero juntos, y sí: sin apenas sentirlo y con varias noches de desvelo por leer hasta tarde, la Judy Garland y demás lacerados  ya habíanme trasladado a la región de las pesadillas, esas “yeguas de la noche”, que se nombra inglés a tan infernales visiones. Todo un tropel de endriagos, magos dañeros y  hechiceros malignos me acalambraban a espeluznos cuando, de repente, el genio de turbante y torso desnudo desnudó la cimitarra y de un tajo me cercenó el parecito de compañones: “¡Esos no, porque me..!” Y el parón.

– Cálmate, cielo, te quedaste dormido en mala posición.

– ¡Mis vergüencitas, amor! ¡Me trozaron las..!

El desastre. El mago de la cimitarra me había forzado a pujar, y al pujar manotear, y al manotear antellevarme tetera, pocillo y jarrón de gladiolas con uno que otro margaritón. Medio litro de ardiente infusión de tila, cuasia, etc., se encharcaba en mi entrepierna y chorreaba al sillón y la alfombra.

– Yo arreglo el problema. Vamos a que te acuestes en la cama.

– ¿Pues qué, ya terminó la de caperucita y el lobo feroz?

–  Fue El mago de Oz, y finalizó hace unos minutos. Sécate, ponte el pijama y duérmete. Yo te alcanzo después de que arregle la alfombra.

– Con que terminó El mago de Oz

–  Y ahora vendrán otros magos, los López-Dóriga del noticiero, que van a fijar la verdad oficial y a mostrar a los aturdidos de la de plasma un México color de rosa, muy al gusto del mago mayor.

– ¿Quién? ¿Obama, Slim?  Niña, por qué no me cuentas, en síntesis, la película. Sólo recuerdo el drama de una niña sin hogar y unos… (Esto sigue mañana.)

Tierra de machos

El rito una vez más, mis valedores. De nueva cuenta la ceremonia y la celebración. El sábado anterior, 8 de marzo, fue dedicado íntegramente a homenajear a la mujer. Todo un día. Dos en un año, si le agregamos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra puntualmente cada 24 de noviembre, un par de títulos imponentes que escribimos con iniciales mayúsculas. Y ya. Nuestra mala conciencia de machos no precisa más. Ya los restantes 364 días del año, 365 de ser bisiesto, podremos regresar a la sañuda realidad de cada día y ejecutar sin trabas nuestra conducta de machos muy machos, que es decir de violentos, de sádicos, de dominantes y  discriminadores de la mujer que más a la mano tenemos. Atroz.

Y cuántos de estos machos se ubican en el Sistema de poder y en las denominadas Organizaciones no gubernamentales, esas ONGes integradas por un solo individuo en la mayoría de los casos, “activista”, como gusta calificarse, sospechosamente cercano al gobernante. Alejandro Martí, la Sra. de Wallace y algunos más. “Activistas”…

Los tales se han arrogado de forma arbitraria la tarea de exigir una y otra vez al Sistema y recitar leyes y reglamentos que, inscritos en el catálogo de buenas intenciones, garantizan todos y cada uno de los derechos de la mujer. Los garantizan en el papel en el que están redactados, y no más. Es México.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a propósito, estipula que esa violencia de género “Es todo acto de agresión basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción y la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”, con esa sintaxis la traducción. Pero en fin, que leyes y reglamentos no le han de faltar a la víctima del agresor.

Así pues, mis valedores,  en su denominado Día Internacional de la Mujer, la mala conciencia de nuestro machismo se volcó en el consabido catálogo de elogios y embusteros propósitos de enmienda para una compañera a la que vivimos vejando el resto del año. Y es como para preguntarse: ¿a quién pertenece, después de todo, el cuerpo de la mujer?

Porque si vamos a hablar de machismo: hace unos años la ciencia proporcionó a la mujer la píldora anticonceptiva, y la reacción de  Norberto Rivera, cardenal:

México no necesita una píldora que atenta contra la vida humana, un arma en manos de la gente para que maten a niños inocentes. No saquen leyes de la manga y las impongan al pueblo. Antes deberían dialogar con él.

Criterio contrapuesto el de Raúl Vera, obispo: “Por el debate sobre la píldora, la Iglesia distorsiona  su misión pastoral. Debemos aprender a exponer nuestros puntos de vista y a presentar argumentos de calidad, porque damos la impresión de que estamos imponiendo nuestras opiniones. Estas confusiones se crean por las deficiencias pastorales de la Iglesia ante una evangelización que no ha logrado penetrar en la conciencia para alimentar un clima de igualdad que acabe con la pobreza y las injusticias. Es una evangelización de barniz”.

Ciencia y dogma. Arquidiócesis de México: “La píldora de emergencia erige al gobierno y a sus autoridades de salud en jueces que deciden quiénes viven o quienes deben morir. Son verdugos que utilizando el dinero de los impuestos llevan a cabo un genocidio de inocentes”.

(Todo esto sigue después.)

Los viejos somos así

Del Metro, mis valedores, les hablé ayer, y de que al leer la noticia de las fallas que registra la Línea 12 abordé uno de los vetustos vagones de un Metro que desde hace décadas presta un admirable servicio al pobrerío. Pues sí, pero qué maltratado vagón el que me llevó al norte de la ciudad…

Que miré debajo de los asientos, dije a ustedes ayer el pomo de plástico, la caja embarrada de cremas y salsas, el pegote de la goma de mascar, todo oliendo a desgaste, desajuste, aflojamiento, vetustez. (Mi ánimo, que se nublaba). En su pelleja los viejos grafitos: “Warriors”, “Puto yo”. Fechas, mensajes, entrañables nombres que el punzón garrapateó en los cristales:  “Issa, mi veca”, “María”,  “Aída, tú, la de todos los días”. El aletazo del tiempo que se nos fue para nunca más, dejándonos a su paso tan sólo un desplumadero de recuerdos. No lloro, nomás me…

Porque ese era el Metro todavía hace algunos ayeres: nuevo, flamante, servicial, silencioso. Ayer, en mi mente esa Línea 12 lacerada por la corrupción nacional y que el tanto de seis meses dejará de servir en doce estaciones, observé el vagón que me tocó en suerte (mala suerte), y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y por esa razón, mis valedores, aquí exalto la presencia del Metro, benefactor de los pobres, que en México lo somos todos, si exceptuamos a los ricos. Hace ya más de un lustro, recuerdo, yo con un pie en el estribo, ahí, en el matutino, la exigencia: Urge un examen antidoping a los celadores del metro. ¿Que qué? Intenté el reculón, pero me trepé al vagón, y el estremecimiento en la columna vertebral. Columna vertebral de transporte en la Ciudad de México, el sistema de Transporte Colectivo Metro está en crisis ante la falta de mantenimiento de sus vías, trenes e instalaciones. Y que de continuar así, el próximo año podría sufrir un grave colapso. ¿Y entonces los que viajamos en él? ¿Nosotros qué?

No se produjo el colapso, por fortuna. Hoy, en mi mente la Línea dorada, allá vamos, el reumático y el suspirante, el gotoso de los engranes artríticos y el pasajero que meditaba, reflexionaba, se oscurecía y en silencio moqueaba. Allá vamos en la tripa de la madre tierra, metros debajo de donde la vida fluye de cara al sol. Avanzamos a jadeos y pujidos y entre cimbrar de articulaciones mal ajustadas. Y de repente la súbita sacudida. El convoy, en la oscuridad del túnel, se engarrotó entre dos estaciones. ¡Se apagaron las luces! ¡Jesucris..!

Volvió la iluminación, qué alivio, por más que sólo al 60 por ciento. Sentí que en la cabina de mandos el operador soltaba la rienda y clavaba el acicate en los corvejones del anciano anquilosado, que reventó en rechinantes lamentos y estridencia de ventosidades. En el equipo de sonido: Por favor, permita el libre cierre de puertas. ¿Qué?

Y ya se avistan las luces de la estación y el operador aplica los frenos, y al rejón el asmático viejo suelta el lamento que implora piedad. Yo, mi ánimo gemelo del ánima del vagón, andaba ya al borde de los pucheros y la lagrimilla cuando musité la oración (mira, mira): que Joel Ortega, el director, cuide este benemérito valedor del pobrerío.  Y mis valedores, fue entonces. Entonces fue. De ganchete alcancé a leer: Potrero.

¿Que qué?  ¿Cómo de que Potrero, si yo iba aquí nomás, a Viveros? Quise brincarme las trancas, corrí a la puerta, y en un convoy a su máxima velocidad grité, y los ojos de todos encima de mí:

-¡Bajan, chofer! ¡Esquínaaa!

Ah, la vejez del Metro. Ah, la Línea dorada. (Ah, México.)

“Balde de agua fría”

Así, con todo y lugar común, el reportero da a conocer a los lectores del matutino la reacción de los usuarios de la Línea 12 del metro, la famosa Línea dorada que fuera orgullo del entonces jefe de gobierno Marcelo Ebrard, quien trepado en ese vehículo intentaba llegar hasta Los Pinos en el 2018. Las oscilaciones detectadas en las vías y la suspensión de once estaciones durante un periodo de seis meses frustraron su intento. A propósito:

Oceanografía ha sido un golpe contra la derecha, y la Línea 12 del metro un mandarriazo contra ese engaño descomunal que apodan “izquierda”. Corrupción es el vocablo clave, y el PRI de Peña el ejecutor. Mis valedores: ¿ello significa que el gobierno se avoca al combate a la corrupción? No, por supuesto, claro que no. La multitud de expedientes abiertos contra políticos en receso y activos permanecen en hibernación mientras al Sistema no le resulta útil activarlos y ponerlos en ejecución. Los nombres más escandalosos como los de los Salinas, los Fox y familiares,  los Montiel y parientes de sangre y parientes políticos certifican que la corrupción lucrativa e impune constituye el aceite que mantiene funcionando el motor. Oceanografía y Línea dorada son sólo un par de maniobras políticas, sólo un chantaje, una advertencia y un ajuste de cuentas. No más. En fin. Es México, nuestro país. Mis valedores:

¿Recuerdan ustedes cómo era el Metro todavía hace unos ayeres? Nuevo, flamante, rechinando de limpio y acabado de engrasar, que como entre nubes se deslizaba en sus rieles. Ayer observé el vagón que me tocó en (mala) suerte, y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y es que en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, de días y días y trabajo todos los días, el flamante vagón ha envejecido, y qué melancólico examinarlo: apenas arrastrado por el convoy, al tener que avanzar le escuché aquel largo chillido que de las entrañas le brotaba, y de redaños aquel hondo pujar. Al jalón de arrastre todos sus nervios y costillares se pusieron a chirriar, a quejarse al modo del animalillo al que aplastan al pasar. Lo oí jadear mientras avanzaba y arrojar chisguetes de viento que desparramaban humanísimos tufos de entrepierna, sudor y sufrimiento recóndito. Yo, aquella tristura…

Bajé los ojos; el piso, desbastado hasta el material de la base. Examiné el resto del vagón: el cartoncillo indicador  de ruta: un leproso desflecado, despapelado, descarapelado. Y qué fue de aquella agradable voz femenina que en el sonido iba anunciando la hora exacta y el nombre de la estación a la que nos aproximábamos. El vagón, como todo joven (sangre roja, hirviente), cantaba al andar, canto jocundo de enamorado. Hoy, viejo asmático, impotente…

“Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy se ubicaba entre dos estaciones! Y al llegar a su máxima velocidad, la femenina voz: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, alzhaimer y demás achaques de la edad, decía una cosa por otra, puros dislates. Yo, ¿por qué me encogí en el asiento? ¿Por qué aquella pena, la vergüenza aquella, la nostalgia? ¿El aletazo de la Descarnada?

Un soterrado quejido al arribar a la estación. Un largo lamento cuando lo forzaron a continuar. Como que en su queja reclamaba la piedad del depósito donde descansar antes del inevitable deshuesadero. Y allá vamos, a querer o no, él rechinando y no precisamente de limpio, que debajo de los asientos pude observar… (Lo que observé, mañana.)

¿Día de la mujer?

Por qué, para qué, ironiza una bailarina. Yo cada día veo más prostitución. Niñas desde los 14 años como prostitutas, drogadictas,  limosneras. Cada día descubro una ciudad donde nos debemos cuidar de  rateros y violadores casi tanto como de los policías. Veo que se hace más agresiva la convivencia social porque los valores humanos se van perdiendo. ¿Día de la Mujer? Bah.

Ya en la medianía del XIX lo establecía F. Engels: La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos (…) La primera opresión de clases coincide con la del sexo femenino por parte del masculino.

Pero hemos vivido por siglos en una cultura sexista, discriminatoria de la mujer, creada por una sociedad patriarcal que se originó en las primeras divisiones del trabajo y se consolidó al surgimiento de la propiedad privada.

La Biblia: Buscarás con ardor a tu marido”, maldice Jehová, y él te dominará y  será tu dueño.

Y más adelante, en labios del profeta, a su pueblo elegido: “¡Practicaste la prostitución con esos egipcios de gran potencia sexual (…) Te entregaste a la prostitución con los asirios, y ni aun así quedaste satisfecha (…) A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas (…) ¡Sólo en eso eres diferente a las demás prostitutas!”

Pero la violencia contra la mujer no está sólo en la Biblia. Clama, en la tragedia griega, un Hipólito virgen y ofendido porque Fedra, la madrastra, le ofrecía su amor:

“Manifiesto aquí qué azote tan grande es la mujer, pues el padre, que la engendra y la educa, da la dote y la casa para librarse de ella; el que recibe en su hogar esta peste destructora, goza engalanando a una pésima estatua, y la viste con sus mejores ropas, y el desventurado gasta sus rentas. Si alguna ha de vivir con nosotros, la mejor es la inepta. Aborrezco a la sabia; que no albergue un mismo lecho a la que sepa más que yo, y más de lo que le conviene a una mujer. Son  las doctas las más depravadas”.

Y otro que tal: Etéocles, hijo de Edipo y hermano de Polinices, quien se dispone a atacar la ciudad defendida por el consanguíneo, así apostrofa a las mujeres que lamentan la suerte que, a resultas de la guerra fratricida,  correrá Tebas:

“¡Yo os pregunto, ganado insufrible: ¿es esto mostrarse pronto a hacer bien a la ciudad, y salvarla, y dar aliento a sus asediados defensores?! ¡Caer ante las imágenes de los dioses tutelares y gritar, y vocear, ralea aborrecida! Jamás (…) viva yo bajo un mismo techo con gente mujeril (…) Ahora, con este gritar y este correr de un lado a otro, ponéis cobarde desaliento en el ánimo de los ciudadanos (…) ¡He ahí lo que puedes sacar de vivir con mujeres”. (Horroroso.)

Siglos más tarde J. Vavizan: “Plugo a Dios formar en la mujer todas las partes del cuerpo que son dulces y amables. Pero en el caso de la cabeza no quiso enredarse y dejó al diablo que la modelara”.

Machista filosofía la de un Otto Weininger: “La mujer se consume en la vida sexual, en la esfera de la cópula y la multiplicación (…) El hombre es un ser sexual, pero también es algo más. Las mujeres no tienen existencia ni esencia, son la nada. Se es hombre o mujer según se sea o no se sea”.

Aurora Dupin. Mujer inteligente, escritora y compañera de Chopin,  bajo seudónimo de George Sand lo escribió en una de sus novelas: “¡Las mujeres, al carecer de profundidad en sus exposiciones y de ilación en sus ideas, no pueden poseer genio. La mujer es imbécil por naturaleza”.

(Atroz.)

¡Mancera, escucha!

¡La calle es de quien la lucha!

Y para remachar su reclamo las trabajadoras sexuales de La Merced, Mixcalco, San Pablo, Tlalpan, Buenavista y otros puntos de contacto en la ciudad toman el zócalo. Bien.

Pero no únicamente las trabajadoras. Ellos también, los de la preferencia sexual distinta. Para ello(a)s también el mundo significa violencia, discriminación y toda mala suerte de agresiones que en su contra perpetran los machos que son muy machos.

Pero no todo iba a ser negativo, que el machismo universal dedica a lesbianas y homosexuales todo un día al año, al que otorga el pomposo título de  Día Internacional contra la Homofobia y emplea en exaltar la “tolerancia”, vocablo de tufo condescendiente, mientras en foros y mesas redondas condena toda agresión contra la diversidad sexual. Y hasta el año próximo. Mientras tanto, a seguir con la violencia y la discriminación contra esa preferencia sexual distinta.  Lo de siempre.

Claro, tan horrenda situación no es de hoy. Aquí, con sus arcaísmos, un  fragmento de Identidad latina, que me hace llegar un esforzado de los derechos del homosexual:

“Lleno de piedad cristiana, el Tribunal de la Inquisición, para salvar nuestra alma, nos asesinaba en Francia, Alemania, Italia y España del 1183 al 1834. Hoy se sigue, con esa filosofía, perpetrando tal genocidio”.

Y qué decir de los indios. Don Francisco López de Gómara, hombre sabio y prudente, escribe en su obra denominada Cosas Generales de la Nueva España o Hispania Victriz:

Estos indios son dados a ese placer y contento y son putos ellos en demasía, en detrimento de la Ley y el Orden de Dios quien todo lo crió”.

En América del Sur Vasco Núñez de Balboa, Adelantado del Siglo XVI, con su tan elevada piedad cristiana mató con perros a todo un pueblo de indios sólo porque practicaban la  homosexualidad como parte de sus ritos que los unían en vínculo con las divinidades ultraterrenas. En su Primera Carta-Relación de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la Reina Doña Juana y al Emperador Carlos V, su hijo, dada en Nueva España en julio de 1519, dice de los naturales don Hernán Cortés:

Todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”.

En Latinoamérica políticos homosexuales lanzan diatribas contra la homosexualidad. En el siglo XVII, en el Virreinato de la Nueva España (México), figuran en este campo dos ínclitos personajes antagónicos entre sí, la poetisa Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, lesbiana cuya imagen aparece en la moneda mejicana, mujer enamorada de dos excelentísimas señoras virreinas: la marquesa de Mancera, primero, y más tarde también de la marquesa de La Laguna, quien asimismo era condesa del dictado de Paredes de Nava.

En su poesía hallamos su grande amor por esas dos damas de Villa y Corte. Por ser mujer Sor Juana, por ser libre y por ser lesbiana, ganó el odio y la ira del arzobispo misógino don Francisco de Aguilar y Seixas, a quien su delirante misoginia hace de urdimbre homosexual.

El protervo arzobispo  en su servidumbre jamás permitió mujer alguna; en sus frecuentes pláticas doctrinales atacó con vehemencia cuantos defectos creía hallar en la mujer. Se le oyó decir  que si supiera que ha entrado una mujer en su casa, había de mandar arrancar los ladrillos que ella había pisado. No quería que en casa suya pusiesen mano las mujeres ni que le guisasen la comida ni oírlas cantar y ni siquiera oírlas hablar quería”.

Diversidad sexual y machismo. (Esto sigue después.)

Perros de guerra

El 11 de septiembre, por horrible que haya sido, desde otro ángulo fue literalmente maná caído del cielo, porque proveyó de nuevo a la nación de Sentido, con “S” mayúscula. (M. Berman.)

Invasión, devastación, duelo, masacre: esto es lo que produce, amén de pérdidas y ganancias en dólares, la industria bélica de los Estados Unidos. Ayer nomás fue Vietnam. Hoy el arma mortal del Pentágono apunta a Siria, Ucrania, Venezuela…

En fin. De la violencia que ejerce el gobierno imperial contra el resto del mundo, dije a ustedes ayer,  no tenía más razones que las expuestas por  Chomsky y algunos  más. Que el analista no profundiza en la raíz del problema lo evidencia reciente ensayo del catedrático, historiador y crítico social norteamericano Morris Berman. La raíz del belicismo de EU se ubica en el síndrome de identidad negativa (reactiva). La tesis de Berman:

“Con México provocó una guerra fraudulenta. El conflicto esencial fue un choque de civilizaciones: la manera lenta y relajada del Sur contra la incesante expansión económica del Norte. Ambos bandos consideraban al otro como la encarnación del demonio; el resultado fue la pérdida de 645 000 vidas y una destrucción masiva del Sur. Esas cicatrices no han sanado por completo; para el Sur, la guerra no ha concluido del todo; el resentimiento es aún muy profundo.

Después vinieron los alemanes -aunque esa oposición parece perfectamente justificada- y luego los comunistas ‘ateos’ . La conversión de Rusia de aliado a enemigo ocurrió casi de la noche a la mañana, y no es difícil darse cuando de por qué: con Alemania fuera de la jugada, se necesitaba un enemigo para llenar el vacío existente.

(…) De cualquier manera, la Guerra Fría mantuvo ocupada a la nación norteamericana durante décadas, y la llamada defensa perimetral, que sostenía que cualquier alboroto en el mundo justificaba la intervención militar de EU, condujo a los desastres de Irán, Guatemala, Vietnam, Chile y demás.

Evidentemente, la estructura psicológica de la identidad negativa condujo a una crisis cuando la Unión Soviética se colapsó. De pronto no teníamos a nadie contra quien definirnos. La Guerra del Golfo de 1991 ayudó a llenar el vacío por un tiempo, pero los años de Clinton carecieron de mayor sentido. A falta de enemigo no teníamos idea de quiénes éramos. Llenamos el vacío con O.J Simpson y Mónica Lewinsky.  Finalmente, al atacarnos, el mundo islámico nos hizo el mayor favor. El terrorismo reemplazó  al comunismo como el vocablo clave y Bush hijo, al igual que Reagan con la Unión Soviética, no vaciló en representar la batalla como una guerra cósmica entre el Bien y el Mal. Era imposible argumentar que la política exterior norteamericana en Medio Oriente tuviera algo que ver en esos sucesos; sugerir algo del estilo equivalía a alta traición. No, nuestros enemigos eran malvados o dementes, o de preferencia ambas; fin de la historia.

Bajo el gobierno de Obama los dólares de los contribuyentes norteamericanos pagan la impartición de talleres que enseñan a la policía y a los militares que el Islam es una religión malvada que se propone destruir Estados Unidos, y que por lo tanto debe ser destruida antes. De nuevo, es el conflicto de la civilización contra los salvajes.

G. Kennan advirtió al gobierno que conceptualizar el comunismo como un monolito era un enorme error de juicio, pero como el maniqueísmo necesita figuras de cartón, los presidentes de EU no hicieron caso. Algo similar  ocurre hoy con el Islam”.

(Esto, horroroso, sigue después.)

Una nación peligrosa

(Al Dr. Octavio Medina, que me proporcionó el material.)

Los Estados Unidos, gendarme mundial. En la era moderna primero fue Corea, después Vietnam, muchos otros países de aquí y allá invadidos por los marines, y ahora mismo Irak, Afganistán, Siria, Ucrania, Venezuela. ¿De dónde  esa vocación belicista? Sí, la industria de la guerra, una de las principales industrias del vecino imperial. ¿Pero la raíz de tan desaforado belicismo? No en estudios del norteamericano  Noam Chomsky, sino en su  paisano Morris Berman, catedrático, historiador y crítico social. Mis valedores: leí al analista,  y ahora creo entender, más allá de Chomsky y de Michael Moore, el afán que lleva al Pentágono a pisotear países débiles, donde el triunfo llevará semanas. Cisjordania, El Líbano,  Granada, ejemplo paradigmático.

¿Por qué esa compulsión bélica del Pentágono? Categórico, Berman:

«Tomo prestado un concepto de Hegel, el de ‘identidad negativa’ . Hegel no utiliza ‘negativa´ en el sentido de ‘mala’; más bien se refería a ‘reactiva’. La identidad negativa, dijo Hegel, es aquella que se construye por oposición a algo o a alguien. Permite desarrollar fronteras del ego muy sólidas, siempre en conflicto con el enemigo; pero como se forma por oposición, en realidad no tiene ningún contenido. Como resultado, aparenta ser fuerte, pero en realidad es débil, porque su propia definición está totalmente supeditada a una relación con algo más. ¿Qué sería un amo, pregunta Hegel, sin el esclavo? Eliminamos al esclavo y el amo no tiene nada más que lo defina.

Mi argumento es que este concepto de identidad negativa se aplica con especial precisión a Estados Unidos y a la historia del continente americano. En sus diversas formas, la oposición fungió para los colonos como una estrella polar narrativa que les permitió dotar de sentido a sus vidas. Como demuestra contundentemente Bercovitch, era una narrativa religiosa, así que no pasó mucho tiempo para que se volviera maniquea, una narrativa donde el enemigo, quienquiera que fuera, era el más malvado entre los malvados. El blanco de ese odio autocomplaciente ha ido cambiando con el tiempo pero la forma, su estructura de oposición maniquea, ha permanecido igual. Así que los indios americanos desde el principio fueron vistos como simples salvajes que obstaculizaban la ‘civilización’, y fueron tratados en consecuencia. Cada día de acción de gracias, los norteamericanos se sientan a la mesa a disfrutar de un pavo para celebrar el genocidio y cuasi extinción de toda una población indígena. La Guerra de la Independencia de Estados Unidos trajo consigo el siguiente blanco, los británicos, aunque en realidad ya estaban en la mira desde que los primeros colonos partieron rumbo a América, a partir de 1620. En la visión de los colonos, Gran Bretaña era decadente y corrupta, jerárquica y orgánica, en tanto          que nosotros -ciudadanos de la futura Estados Unidos de Norteamérica– éramos esencialmente no británicos, no europeos, sino más bien republicanos, es decir, antimonárquicos. En los  libros de historia americanos casi nunca se discute el terror y la brutalidad con que fueron tratados los realistas, aquellos americanos que no se plegaron a esta visión en blanco y negro, pero aun así existen ciertos registros: se les intimidaba constantemente, los bañaban en alquitrán y los cubrían con plumas, se les confiscaban e incendiaban sus propiedades, se les echaba de sus casas y a menudo se les asesinaba por ser ‘traidores’.

Por cuanto a la guerra con México… (Mañana.)

Quijada profunda

Aquí termina, mis valedores, la crónica de mi fracaso en el intento suicida de volver a una sala de cine después de que unas quijadas en hervor me expulsaron del mágico recinto. Los cambios que advertí tras una década de ausencia:

Los asistentes: ya no la plebe que morralla en mano devastaba la dulcería: paletas, pepitas, muéganos, sorbetes, palomitas de maíz. Eran ahora billetes los que adquirían la obligada provisión de popcorn, refrescos de cola, chocolatines de importación. Se me encogieron. Por eso, por no convivir con la plaga de los traga-guzgueras  había desertado del cine, mi gran amor…

Y un cambio más: en la nueva sala de cine ya no el ruidajo de los comentarios con acento de arrabal, sino el ruidajo con sonsonete de pirrurris. ¡Y de repente el celular! ¡Un enjambre de celulares en brama!

“Les apagas la tele, les das su merienda y que no se duerman sin llevarlos a hacer. Si llega el señor le dices que yo, con una amiguita…”

Por fin. Se oscurece la sala y enmudece el ponchis-ponchis importado de nuestra metrópoli gringa. En la pantalla, y qué fidelidad de imágenes, la chorrera de anuncios comerciales que,  pregonados a 10 mil decibeles durante hora y media, protesta cual ninguna provocaron en los traga-guzgueras. La sala tornó al silencio. En la sala se escuchaba tan sólo, como preludio de tormenta, el rumor de quijadas que remuelen, lenguas que chupan, gañotes que eructan,  Traté de recular. Mi adulterina me oprimió la mano: valor, compañero…

Ya con el mundo en plena oscuridad se oscureció mi ánimo con la reventazón del drama, la explosión de la tragedia adulterina, las rasgaduras del triángulo pasional. Ella, la adúltera, aquella forma de sufrir casi tanto como el amante que dentro de un momento se va a suicidar, y con ellos yo a padecer tanto o más que la casadita infiel que por aquel tiempo me concedía sus favores de intimidad. Por entrar en el mundo mágico del arte trataba yo de salir del mundo ramplón de las  quijadas en hervor. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remolían pistaches y eructaban aguas negras. Mis valedores:

¿Cómo se puede alimentar con el arte el espíritu y al propio tiempo la tripa con palomitas? En mi nuca rugía la molienda de papitas, gansitos y chocolatines de importación, cuando en mero enfrente se vivía la pasión y los quebrantamientos del triángulo pasional. Mi ajena compañera, por darme valor, me oprimía la diestra y, tal si tratase de amenguarle temblorina y sudoración, se la colocaba aquí, allá, acullá, sudorosas también, y también angustiada.

Noche de la tragedia pasional. En la pequeña y apartada cafetería noruega donde los amantes tuvieron su postrera entrevista, una mesita con florero, tazas de  café, cenicero, unas galletas y esos rostros de ansiedad que proyectan el drama del rompimiento inminente y suicidio del tercero en el drama pasional. Ahí, rostros desencajados, unas bocas que en un susurro pronuncian las frases definitivas. Yo, mis húmedas manos  aferradas a las coderas, me atraganto de emoción, ¡y fue entonces!

¡Entonces fue! La frase de aquella voz femenina que en su tono traslucía el mismo estado de  ánimo que le hubiese provocado La pulquería, del Güero Castro me estalló en el cogote:

– Mira, viejo, ¿te fijas?  ¡Galletas marías!

Magia, tensión, emoción, angustia; todo se me chorreó, todo se lo llevaron las galletas marías. ¡Niña, escapémonos!

Huimos. Juré que cine nunca más. No en el tenga que resistir chicotazos de  zafiedad, mediocridad, insensibilidad, popcorn, aguas negras, chocolatines. (Vale.)

Las chinampinas del coloniaje

Noche verde, blanca y roja” en Los Angeles constituye el “mexican moment” con la estatuilla de un Oscar que porta en la testa el esperpento de un sombrero charro a la medida del turismo extranjero. Planas y planas, las primeras planas, que en su griterío proclaman una mentalidad colonial que deja sobre mi mesa de trabajo un charco de espesa cursilería. “¡Viva México, cuarones!” Mis valedores: es México.

Pero ya lo jura el dicharajo, y él sabrá por qué: “Cuando Dios da, da a manos llenas”. Según la nota del pasado lunes, el cine mexicano será protagonista en un festival francés. “En los Encuentros cinematográficos de la localidad francesa de Pézenas se rendirá un homenaje al cine mexicano de todos los tiempos, de la época de oro a la contemporánea, con la exhibición de seis cortos y 25 de sus mejores largometrajes”.

Lo dicho: cuando Dios da… ¡Viva México, cuarones!

En fin. El cine mexicano, mis valedores. Amo el cine tanto como amo el teatro,  y es por ello que no asisto al teatro ni a la sala de cine. Al teatro, porque al actor que más grita y  gesticula le dan el premio al mejor actor; al cine, porque sólo me decidiría si exhibieran una buena película, y por tratar de penetrar en ese mágico mundo intentaría salir del mundo ramplón de las  quijadas a todo moler, remoler. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remuelen pistaches o sus similares en tanto que por arriba y abajo eructan aguas negras o lo que pueda ser. No. A la sala de cine nunca más. Permítanme que les cuente mi último fracaso.

Fue hace algunos ayeres cuando tras una ausencia de lustros retorné a una sala de cine porque la mujer que me concedía la gracia de su amor e intimidad me pidió que viéramos aquella cinta que de alguna manera reflejaba nuestra situación conflictiva del triángulo amoroso y el drama pasional. “Quien tú sabes salió de viaje, ¿vamos?”

Fuimos. Con la esperanza de que en este país y en la década en que permanecí ausente el concepto de salón cinematográfico hubiese cambiado decidí regresar, y así comenzó mi regreso: yo, el ánimo encogido a la pesadilla de la manifestación  popular, con la sota moza salí de la casa con tres horas de anticipación, y sí, tránsito embotellado, desvío de vehículos, bloqueos y cierre parcial de avenidas. Abandonamos el volks (los compas taxistas conocen de atajos y contraflujos) y tomamos el ecológico. Y a emocionarnos y sufrir con el triángulo pasional…

Pues sí, a sufrir. A la hora de la tarde en que los profesionales de la “táctica triunfadora” (“¡este-puño-síse-ve!”) coparon el taxi, y porque no me coparan a mí, la “o” convertida en “a”, con la sota moza me bajé del transporte y a trotar para llegar a tiempo, o del triángulo pasional alcanzamos el puro triángulo. Rayando el penco llegamos a la taquilla y menos mal: no tuve que dárselas al “valet parking” (así, a lo pocho), me refiero a las llaves del volks. Y que entramos a la sala y que se produce en mí la primera sorpresa en el cambio del viejo concepto de cine que me había forzado a huir de las salas…

Un cambio radical, porque ahora ya no entré al clásico galerón de la planta baja, el primer piso y la gayola, sino a la salita íntima, lujosa, confortable. Aquí ya no desleídas cortinas de rojo terciopelo que como preludio a la  exhibición de la cinta se remecen a los embates de La Boa y  El Orangután y a los efluvios del urinario, sino un cortinaje flamante que se convulsiona al estrépito del ponchis-ponchis importado de nuestra metrópoli.

(Mañana el final.)

Del esperpento

Marihuana, Chapo Guzmán, apoyo a Peña: Vicente Fox. El inventor de la esperpèntica “pareja presidencial” da muestras de no resignarse al sitio que le corresponde en el desván de la Historia. Fácil de lengua y pronto de hìgados, sigue adelante con un protagonismo que lo lleva a ventosear saliva negra contra la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de un Hugo Chàvez al que, afirma, frenò en su propòsito de colocar a Lòpez Obrador en Los Pinos, Dios lo haya perdonado (no al difunto, no al tabasqueño; a ese Fox que hoy mismo se infama al tratar la empresa imposible de infamar de chupacabras a  Cuba y ordenar a los cubanos que no anden limosneando dinero y se pongan a trabajar.) Se trata del desmesurado que ante càmaras y mocròfonos se atreviò con la aberración:

– Yo, como presidente, aventajè a todos mis antecesores. En cuanto a reformas me llevè de calle a Làzaro Càrdenas y, sobre todo, al sobrevalorado Benito Juàrez.

El protagonismo del delirante tiene cuerda suficiente para manifestarse a favor de la legalización de la marihuana, aunque ahora es ubicado en el corazòn de las suspicacias con la fuga y reaprehensión del Chapo  Guzmán,. Ah, los misterios del ser humano…

Misterios, dije a ustedes ayer,  porque me causó repugnancia comprobar que un Roberto Gómez Bolaños, personaje del cine y la televisión que en las fotos se advierte sin problemas económicos, se culimpinó hace algunos ayeres ante un Fox que no mereció los conceptos elogiosos del adulón. Qué tenacidad lo impulsaba a expresar un ditirambo de ese tamaño al que como gerente de las aguas negras fue buen servidor del jefe gringo, pero que ya al posar sus dos reales en el sillón de Los Pinos mostrò el desacierto a la hora de gobernar.

A Fox y en su momento lo elogiaron los intelectuales orgánicos, pero eso es lo natural y el natural de los cortesanos a los que a punta de privilegios y becas del FONCA fuerzan a culimpinarse ante el de Los Pinos. ¿Pero el adulador de marras, que ni beca tendría y que estaba muy lejos de necesitarla?

Del “Chavo del 8”  observo en la foto su aspecto para mí repugnantón: viejo, y más que viejo, envejecido. Del espíritu, sobre todo, según el copal que a su hora quemó ante el santo de las aguas negras. Observo al labioso:  grueso de vientre y ñengo de zancas, en su ejercicio de servilismo aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara que captó su efigie de servil, y antes de ventosear el cliché del “granito de arena” sus dedos dibujan  la “Ve de la victoria” mientras sentado a dos nalgas mira la cámara a lo desfachatado para luego  ventosear unos desatinos que me produjeron la pestilencia de un flato muchas horas atorado en el grueso. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les causan las declaraciones que Gómez Bolaños dedicò a Fox? Los conceptos del “Chavo”:

“Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con un granito de arena a la campaña del mejor Presidente de México en los últimos cien años”.

Esto en alusión a Fox. ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡Los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado la historia de este país? Porque en su boca lambiscona Fox nos resultó mejor estadista que Juàrez y Cárdenas; un Fox cuya gestión presidencial sufre desmedro ante la del Nopalito Ortiz Rubio. ¿Esto lo  sabrà el Chavo?

Años màs tarde, a lo reincidente: “Refuerza Chespirito las campañas de Calderón y el camaleónico Sodi”.

Ah, los serviles. Ah, vocecita mensa, fingida, la del lambiscón. (Tràgico.)