Los viajes de Gulliver

A la novela de Jonathan Swift aludí el viernes pasado. De todos sus símbolos aquí algunos que sugiere la ciencia en la academia de Lagado, capital de Laputa.

Ocurrió que aquel día los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la dicha academia, cuyos sabios le hablaron de sus descubrimientos científicos, con una acotación: “¿Escuchó el informe que rindió el Benefactor ante los habitantes de Laputa? Nuestros logros sirvieron de base para el documento”.

¡Y lo que encontró el visitante en materia de logros científicos! Mírenlo ahí, frente a los sabios que laboran en experimentos diversos, algunos de los cuales describí en pasado viernes. Ahora el equipo de arquitectos le mostraba los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “que escucharía usted en el rubro de vivienda popular en el informe del Padre Patricio, que de inmediato pondrá en operación dentro de su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de  la abeja y la araña”.

Conoció Gulliver al artista becado por el Benefactor (vía Conaculta, presupuesto multimillonario con cargo a los de Laputa). Ciego de nacimiento, el becario estaba a cargo del arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.

El rubro de Cultura que informó el Benefactor: “Nuestro artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el  olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre los hijos de Laputa (gobernada por el Benefactor, cuya la estatua se alza en la plaza mayor de Lagado”. “¿Dónde lo he visto?, se preguntaba Gulliver. Porque a ese liliputiense yo lo conozco”.)

– ¿Escuchó usted en el informe del Padre Patricio los portentosos avances que logró su gobierno en el rango de la Educación Pública?

Regenteada por cierta reputada hija del país, auxiliada por hijas, yernos y el consorte temporalero. “Datos, cifras y presupuesto multimillonario, en el informe del Benefactor”.

Al aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La  cara  del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme diome un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito separando las varias partes del excremento, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.

Con este logro científico ya no habrá más hambre en Laputa. ¿Escuchó usted el informe?

Pero aquí la dificultad: ¿quién proveerá al científico de la gigantesca acumulación de excrementos que se habrá de necesitar?, preguntó Gulliver.   El de la estatua y su corte. “¿Pero ellos solos se bastarán para aportar toda la materia prima?”

– No, por supuesto. Esos excrementos que apestan la atmósfera de Laputa no saldrá únicamente de los políticos. Todos los habitantes, quién más, quién menos, aportaremos nuestra ración de inmundicias a la pestilencia general de Laputa”.

¿Hedor, pestilencia? “Ya acostumbrados, los de Laputa no percibimos hedor ninguno”.

Mis valedores, ¿será? (¡Puagh!)

Laputa y sus hijos

Muy cierto, mis valedores, los viajes ilustran. Cuando menos Los viajes de Gulliver, novela de Jonathan  Swift de lectura obligada. En una de sus travesías el protagonista conoció cierta isla flotante de nombre Laputa. En Legado, su capital, se alzaba una enorme columna, y en la punta la estatua de un ciudadano liliputiense. “¿Y ese enanín? Me parece reconocerlo”. Sintió, furibunda, la mirada de sus anfitriones.  “Nuestro padre patricio, benefactor”.

Que lo llevaron a conocer la academia, donde pudo constatar los portentosos avances de sus científicos, “cuyos reportes utiliza para su informe nuestro padre benefactor”.

En el trayecto pudo observar el panorama de la ciudad: unas casas ruinosas y unos transeúntes cubiertos de andrajos que se apresuraban a ganar el refugio de sus covachas porque la calle era un basural de restos humanos: cuerpos despedazados, cabezas sin torso, torsos descabezados. Los de Laputa,  el terror en los ojos. Más allá, los terrenos labrantíos, cuya producción anual sirve de base para el informe del benefactor:

“Vi a muchos labradores trabajando el suelo, pero no advertí rastros de hierba o grano. No pude explicarme la causa de que habiendo tantas manos, cabezas y rostros ocupados y preocupados por el agro, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades, ya que, muy al contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan mal aderezadas y ruinosas, ni gentes cuyas ropas y apariencia delatasen tanta miseria y necesidad”.

Con razón: minutos después conocería a cierto científico del gabinete real que había encontrado el modo de cultivar la tierra sin los gastos de arados, ganado y mano de obra. ¿El método? Cerdos. En una hectárea  de terreno enterraban, a seis pulgadas de distancia y ocho de profundidad, cierta cantidad de dátiles, nueces, bellotas y demás vegetales de que gustan a los puercos. Luego,  soltando a seiscientos o más de éstos, “de allí a pocos días habrán revuelto el campo  hasta las raíces en busca de esos alimentos, dejándolo apto para la siembra y abonado con sus excrementos”. Para el informe liliputiense.

Otros aciertos científicos: “uno, sembrar la tierra con basura, que, según el científico, contenía la virtud de cualquier sementera, lo que demostraba con múltiples alegatos que no fui lo bastante inteligente para comprender. El otro: una composición de gomas, mineras y vegetales, cuya aplicación exterior a una pareja de corderillos recién nacidos impediría que les creciese la lana. Contaba así, en un razonable plazo de tiempo, propagar en todo el reino la cría de ovejas sin lana”. Para el informe.

“En el santuario de la ciencia conocí los experimentos tocantes al ramo textil. Entramos en un cuarto cuyo techo y muros estaban cubiertos de telarañas, con un angosto pasillo destinado al inventor. Al verme llegar exigió no molestar a sus arañas. Criticaba el error del mundo al emplear gusanos de seda cuando hay abundancia de insectos muy superiores a tales gusanos porque saben hilar y tejer. Valiéndose de arañas se proponía llegar a abolir las complicaciones de teñir la seda. Me enseñó muchísimas moscas de bellos colores con las que alimentaba a sus arañas, afirmando que éstas adquirían el mismo matiz, y así, cuando tuviese arañas de todos colores, podría hacer telas al gusto apenas se  encontrase las gomas, aceites y otros ingredientes que diesen fuerza y consistencia a los hilos”.

La relación de la materia prima del informe liliputiense finaliza el lunes. (Vale.)

Los del dinero, instrumentos de Dios

¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que habíais de practicar. (Jesucristo.)

Más sangre en México. Por si no fuese bastante la de criminales y “daño colateral”, la de Juan Pablo II se añade a la que se ha derramado desde Los Pinos. Un jeringazo de sangre beatífica hunde aún más nuestro  Estado laico en el pantanoso terreno del Verbo Encarnado. Yo, el ánimo fruncido ante el espectáculo de un fervor de fachada y ritual, recuerdo la 2ª. visita de Wojtyla a nuestro país (1990), cuando se rodeó de empresarios y comerciantes y les bendijo el negocio. De rodillas le juró un Fernández  de Castro:

Su Santidad: los empresarios deseamos el bienestar social de todos los que dependen de nosotros. Los empresarios somos un medio del que Dios se vale para la administración de la riqueza temporal.

Y un Eduardo García, comerciante:

– Yo soy partidario de un capitalismo popular (¡Capitalismo popular!); de uno que, como la imagen de María, se intuye y se preanuncia. (¡Tíznale!)

JP. II le echó su bendición. Y sonreía…

Así explicó la presencia del Papa Patricio Martínez, negociante:

Su Santidad vino a reafirmar lo que nosotros ya teníamos como doctrina social, tal como él lo expresó en torno al capitalismo, al lucro exacerbado, al amor del dinero y a la mala retribución al trabajo e injusta distribución de la riqueza. De alguna manera nosotros ya la practicábamos, porque nosotros no defendemos el individualismo egoísta que algunos practican porque, ustedes saben, siempre hay abejas (sic) negras, ¿no? El Papa no dijo que el dinero sea malo, lo que pasa es que, por supuesto, no lo podemos amar al mismo nivel que los empresarios amamos a Dios.

Finalizó la visita papal, y G. V. Madero, empresario: “Qué paquetón nos vino a dejar el Papa. Claro, él habla de lo que debería ser, no de lo que es. En fin. No podemos quejarnos, porque lo  importante es que gracias a Dios, la visita papal redituó una ocupación hotelera del 100 por ciento”.

Manolo Lapuente,  que dirigía un equipo de futbol:

Su Santidad  logró la determinación que tuvimos en el Mundial de Francia.

Pero lo mejor de la influencia papal se reflejó, y cuándo no, en el cinescopio. Millones de adictos y millones de dólares. La enajenación colectiva, el delirio, el orgasmo, el éxtasis. El Papa vino y se fue, y hoy regresa en estatua de cera y en ampolleta.  ¿Semejante delirio, tal enajenación,  esa histeria colectiva lograron elevar el tanto de esta uña, miren, la moral personal y la moral colectiva de esos que al paso del taxi papal cayeron en trance, en deliro, en éxtasis?

“¡Nos vio, María! ¡Oh, Dios, el papa nos ha visto!” “¡Y nos dio su bendición! ¡Nos ha dado su santísima bendición!” “¡Ahora todo irá bien! ¡Jesús está con nosotros! ¡El Santo Padre nos ha visto, ha escuchado nuestros ruegos! ¡La tierra será buena otra vez!” “¡La lluvia llegará, Miguel, ya verás que la lluvia llegará..!” “Ella, agradecida, volvió su mirada al Cielo y soltó el llanto. El sacó una imagen de Juan Pablo II. Con esfuerzo se arrodilló y empezó a musitar: Padre nuestro que estás en los Cielos…”

Tú, el protector de Maciel, ¿en los cielos? Porque acá nosotros andamos amándote hasta el delirio.  De rezo, que no de acciones. Con la cabeza en llamas, pero frío el corazón. Hoy un Estado laico soporta el jeringazo de la beatífica sangre papal. ¿La política del negocio? ¿El negocio de la política? (Mi país.)

Apuntes de un lugareño

La no violencia lleva a la más alta ética, lo cual es la meta de la evolución. Hasta que no cesemos de dañar a otros seres vivos, somos aún salvajes. T. Edison.

La defensa de los animales. Tengo la satisfacción de que en esta casa no se priva de la vida a ningún ser, así sea  ponzoñoso, al que con precaución se traslada a donde no pueda dañar. Semejante respeto por todo lo que represente la vida, trátese de toros de lidia, animales de circo o perros y gatos a los que llaman “mascotas”,  lo aprendí de mi propia hija, defensora de los animales por todos los medios que tiene a su alcance. Mayahuel

Esto lo traigo a propósito de un antiguo recuerdo de cuando adolescente, en mis viajes desde Jalpa Mineral hasta La Cañada, ranchería de mis familiares, donde conviví con ellos y me percaté de su trato con los bueyes de yunta, los burros de carga y los perros y gatos aquerenciados en la cabaña familiar.  Era aquel un trato inhumano que rayaba en la crueldad. Conductas heredadas, y qué hacer.

Con la runfla de perros mis gentes tenían un gato barcino, desmolado él,  que de vez en cuando, cuestión de vejez y achaques anexos,  solía rechazar el cacharro de sopas de tortilla remojadas en leche tibia. “Ah, gato mañoso, ¿con que caprichitos, carbón?” Y aquel tío tomaba al barcino en sus manos, lo inmovilizaba por el pescuezo y le aprontaba el hocico a la comida que el minino se negaba a tragar, y válgame, aquello era remolerle la cola con el guarache, y ahí la reacción del barcino: a tarascadas, sin mascar, bufando y atragantándose, el felino engullía sus sopas, y en un momento el cacharro quedaba limpio. “¿No que no, carbón?”

El animalillo torturado corría a esconderse entre el yerbazal, y cierto estoy de que se descargaba por todos sus orificios. Yo, a lo inconsciente y  sin apenas definirlo, percibía dentro de mí un íntimo rechazo al maltrato que se aplicaba al pobre animal. Y a esto quería yo llegar.

Es imperdonable que los científicos torturen a los animales; ¿no tienen, acaso,  políticos y periodistas?  H. Ibsen.

¿Saben ustedes que en días violentos como los que hoy vivimos, si esto es vivir, se me representa la vera estampa del gato barcino? Los barcinos en el gobierno, pongamos por caso. El gobernador neolonés hoy día y el presidente del país desde que inició, de forma unilateral, su descoyuntada guerra, que ha enloquecido el país.  Las víctimas de su guerra caen de una en una, de dos en dos, por decenas, docenas, cientos, un día sí y el otro también. El de la guerra, impávido. Ni siquiera ante la atrocidad de la guardería ABC de Sonora. El (ceja arriscada), inconmovible.

Ah, pero que no clamen, exasperadas, las masas sociales, ante la masacre del Casino Royale, de Monterrey, porque entonces el barcino, cola aplastada, a engullir el bocado a tarascadas, sin masticar, jadeando, movimientos convulsivos, compulsivos, taquicardias, colapso total.  Y rápido, la zurda en el corazón,  el más sentido pésame, y a izar la tricolor a media asta,  y vístanse de luto y, lágrimas de glicerina,  retrátense a la vera de una corona mortuoria de un tamaño mayor que el de él, y decrétense tres días de duelo, y láncese  rumbo a las ruinas humeantes esa choricera de vehículos verde olivo erizados de plomos de alto poder. Ahogándose, atragantándose, sin apenas masticar, entre visajes y crispaciones y lengua escaldada porque las sopas están que arden y sollaman las papilas gustativas, y por ahora ni cómo enfriar el guiso. Pobrín del barcino. Pobres de nosotros. (México.)

 

Casino Royal

Septiembre de 1988. El primer impostor en la historia moderna de México trepaba a Los Pinos. El entonces diputado Vicente Fox, dos papeletas electorales a modo de orejas de Carlos Salinas, desde el estrado invitó a los legisladores a imaginar la escena del recién electo que llegaba a su residencia, y ante Cecilia y los hijos decía estos conceptos imaginados por Fox:

– Siento miedo de no poder cumplir con la altísima responsabilidad; sí, hijos, me siento triste porque me he  visto obligado a pedir a muchos de mis amigos que aun por encima de sus principios morales me ayudaran a lograr este triunfo, y lo tuve que hacer porque pienso que México no está preparado para la democracia, que necesitamos continuidad en el mando y que tengo que responder al compromiso que mi amigo Miguel me ha transferido para conducir a este pueblo mal educado.

Revuelo, protestas, rechiflas, malestar. El C. Presidente del Colegio Electoral: “Se ruega al orador aclare los hechos que solicitó para su intervención”.

Terco, obcecado,  Fox sigue su soliloquio, que atribuye a Salinas:

– Tengo que cuidar, hijos, que por la vía democrática no llegue al poder la amenaza de la desordenada y anárquica izquierda. Ni tampoco la reacción; pero mucho menos, hijos, podemos entregar el  país a nuestros enemigos, quienes de llegar al poder, impedirían que todos mis amigos priístas sigan enriqueciéndose.

– Siento miedo porque la gente no votó por mí, y mis amigos tuvieron que llenar las urnas; miedo, porque acabo de ver que Miguel, para poder informar al pueblo, tuvo que instalar un dispositivo de seguridad que abarcó más de ocho cuadras a la redonda del Palacio Legislativo. Yo, Salinas, tengo miedo, hijos, porque la situación crítica en extremo de la economía pone en entredicho el futuro y la viabilidad de esta nación; miedo, porque el pueblo no tiene qué comer y qué vestir, ni  cómo satisfacer sus más mínimas necesidades; porque no puedo evitar cargar a mis espaldas la pesada y nefasta carga que se llama PRI. Estos momentos de reflexión, antes de enfrentar el triste destino que me espera, quiero recomendarles a ustedes que vivan una vida con verdad, que sean congruentes consigo mismos. Cómo quisiera que el Colegio Electoral pudiera no sólo abrir los paquetes electorales…

– ¡Señor diputado Fox! (El Presidente del Colegio Electoral.)

–  Sino que en apoyo a la Constitución y al derecho pudiera legitimar y aclarar ante todo el pueblo mi triunfo electoral, o que de no haber sido un proceso electoral limpio se me relevara de la obligación de tomar este trago amargo de gobernar contra la voluntad del pueblo, y sobre todo de tener que dar la cara a ustedes, mis hijos y mi esposa. Pero todo esto, claro, es un sueño.

“Y así sigue soñando Salinas. Yo pido que aunque tenga que ser el Presidente, lo legitimen haciendo siquiera un buen dictamen, de acuerdo a la Constitución, a los reglamentos y a la lógica. Muchas gracias”. (Aplausos, silbatina.)

Y ahora yo le pregunto,  señor Fox: ¿cómo interpretaría  hoy  al émulo de Salinas, que en la foto contempla devoto y como en éxtasis toda la sangre de Juan Pablo II que cabe en esa a modo de jeringa de inyectar mientras carga, indiferente, toda la sangre que pueda caber en más de 50 mil cadáveres? ¿Qué sarcasmos pudiese dedicar a Calderón? Sería un recurso mucho más facilón que ironizar sobre el robo de una presidencia porque se trata de sangre, luto, dolor, lágrimas, duelo colectivo de millones de familias masacradas junto con toda una nación. (Yo vuelvo.)

Sr. Vicente Fox, ex-presidente

Estoy mirando la foto de su sucesor en Los Pinos, el cual observa la sangre sin siquiera parpadear. Pero no, señor Fox, no se trata de la sangre derramada en un desplumadero de Hank Rhon, no de los 50 mil o más cadáveres que en apenas cuatro años y medio ha logrado acumular el de Los Pinos. No se trata de la sangre de policías, marinos o militares. Lo que su sucesor observa sin apenas arriscar la siniestra ceja  no es ni siquiera ese escuálido diez por ciento de “daño colateral”, como el funcionario de marras calificó el asesinato de criaturas, niños, mujeres, ancianos y adolescentes,  nacionales y extranjeros, ultimados a plomo, a golpes, a puñaladas, a tortura vil, y algunos, se infiere, sepultados vivos. No. Esa sangre no alcanza a conmover al de Los Pinos.

Señor Fox, ex-presidente:

Criticado en extremo fue su gobierno, en la medida que tanto esperaban de él los cándidos. Polémica fue su forma de actuar, de vestir, de expresarse. Arrobas de descrédito le acarreó su polémico matrimonio con una arribista, al igual que la actuación servil y acomodaticia de purpurados del calibre de Norberto Rivera y Onésimo Cepeda para descasarlos a ella y usted, dejando a Manuel Bribiesca con varios hijos sin madre, hijos inexistentes,  porque de la maniobra de El Vaticano la señora que habíalos parido salió de manos de los maniobreros de capa pluvial punto menos que doncellita. Qué milagros estén fuera del alcance de un pontífice pragmático-utilitarios como fue Juan Pablo II.

Esa sangre, señor Fox, fue la sangre de Juan Pablo II, encerrada en una especie de jeringa para intramusculares, la que el sucesor de usted observa estremecido  de unción, devoción, conmoción y respeto, como a la espera de algún milagrito. Señor Fox, ex–presidente:

Genio y figura. Célebre fue, y escandalosa, su participación en sesión solemne del Colegio Electoral cuando usted, iracundo y vociferando, cierta madrugada de septiembre de 1988 convirtió  el recinto legislativo en gallera, avispero y palenque, para protestar de manera iracunda y escandalosa contra el primer impostor en la historia contemporánea del país, el espurio Carlos Salinas. Se desempeñaba usted como diputado federal, y según crónicas de aquel tiempo, solicitó de Miguel Montes García,  presidente del Colegio Electoral, le concediera el uso de la palabra, y entonces:

“Para hechos, tiene la palabra el C. diputado Vicente Fox”.

Subió usted al estrado, se colocó un par de boletas electorales a modo de orejas de burro (las de Salinas), e inició tal cual  el siguiente discurso:

– Buenos  días. Yo quiero referirme a los hechos del simpático compañero (aquí el nombre) en su relación de hablar tres veces (sic) sobre el candidato Salinas (aplausos, protestas). Yo quisiera invitarlos conmigo a la residencia de este señor Salinas, a verlo ahí en su sala, sentado con su señora y con sus hijos y él les está diciendo:

– Hoy, antes de las doce seré nombrado Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Este es un gran honor y representa la más alta responsabilidad a la que puede aspirar un mexicano; ser el guía moral de 80 millones de ciudadanos, ser el coordinador y promotor del esfuerzo de todos esos mexicanos, ser el motivo de unión y solidaridad de todos los habitantes de esta patria para mantenerle soberana, libre e independiente.

Quiero aprovechar estos momentos en la intimidad de nuestro hogar para comentarles cómo me siento. Me encuentro incómodo, me siento triste  y a la vez siento miedo.

(Fox sigue mañana.)

Soy puro mexicano

Los estudiosos del ser mexicano. Que reviso varios estudios en torno del tema, dije a ustedes ayer; que por ahí he espigado opiniones del padre Alegre y Samuel Ramos, del imprescindible laberinto de la soledad donde se pierde Paz y de la Fenomenología del relajo, donde Jorge Portilla nombra, considero que con toda justicia, al mejor estudioso del ser nacional: Cantinflas, el cómico que trazó el retrato hablado de nuestra forma de expresión verbal. Me referí ayer a ejemplos en los rubros político y “religioso”, comenzando con el trabalenguas que tartajeó un Luis Garza, entonces Vicario Gral. de los Legionarios de Cristo, que a raíz del escándalo Maciel se dirigía a  cierto grupo de consagradas:

– No le guarden rencor al fundador de nuestra orden religiosa”. Y a propósito, dije ante ustedes: yo nunca antes había visto fundirse en un solo individuo a Tartufo y Cantinflas. De Tartufo este reverendo exhibe el cinismo, la hipocresía, la falsedad; de Cantinflas el lenguaje vacío y enrevesado. La requemante pregunta del reportero:

– ¿Paidófilo Maciel? ¿Desfloró criaturas, niñas y niños?

La respuesta de Garza: “Los visitadores nos informaron que teníamos una irregularidad en la formación porque le daba mucha importancia a mantener el celo que teníamos  haciendo apostolado fuera de los seminarios. Eso lo tenemos que corregir. Se nos pide que uno no puede constreñir la conciencia de una persona en ningún caso, obligarla   a decir algo que no quiere decir”.

– Sus abominaciones, ¿drogado o en su juicio?

– Se hará un análisis a fondo para revisar las construcciones, pero la revisión no va a ser radical, porque en lo referente a la espiritualidad no hay inspiraciones nuevas, muchos de nuestros textos hacen referencia a los documentos de la Santa Sede y del Concilio Vaticano. Hay que ir adelante, tenemos que entender que Dios habla a través de las autoridades para tomar el camino. Esto es fundamental para construir el futuro, no sólo se trata de aceptar y recibir”.

– ¿A la cama con adultas, Maciel?

– Tengo que tener un director espiritual para tratar todo, pero que no tenga comunicación de mis cosas en ningún campo. Que los directores del centro no llamen a los espirituales para que se confiesen los súbditos, es más difícil  crear una cultura diferente a quienes y tienen años haciéndolo. Tampoco deben hacerse aplicaciones ni interpretaciones.

¡Cantinflas y Tartufo sublimados! Y en la religión, tolerancia: “El homosexualismo es una grave y absurda oposición a los designios divinos en la realidad sexual, por lo cual es intrínsecamente perverso. Frente al homosexualismo la Fundación Vida y Valores postula que la igualdad ante la ley siempre deberá  estar presidida por el principio de justicia, que demanda tratar lo igual como igual y lo diferente como diferente. Este principio de justicia se violentaría si se otorga a los homosexuales activos un tratamiento jurídico semejante o equivalente al que corresponde al hombre y la mujer. El homosexualismo constituye una perversión moral. Nadie tiene legitimidad alguna para pretender la protección jurídica a comportamientos inmorales e irracionales. El homosexualismo no es fuente de derecho”.

Mérida, Yuc. Por negligencia médica confesa fallecieron víctimas de Sida. El titular de la Com. Estatal de Derechos Humanos: “¿Defender a los sidosos? ¿Para qué, si de todos modos se van a morir? Al contrario: pido que a los infectados se les confine, y en caso de que rebasen la línea de seguridad… ¡se les tire a matar!” (Dios.)

Cantinflas, sotana y capa pluvia

“Conócete a ti mismo”, aconseja el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó de divisa. En México, dije a ustedes ayer, de presentarnos el espejo donde conocernos y reconocernos se han encargado estudiosos diversos desde los tiempos de La Coloniahasta el día de hoy. Pues sí, pero quién mejor, quién más elocuente que el cómico de la gabardina. Quién mejor que Cantinflas delineó el más preciso retrato “hablado” de nuestra forma de expresarnos verbalmente. Aquí, en el terreno político, los ejemplos de un diputado y un ex–gobernador.

La diputada panista Josefina Vázquez Mota acaba de rendir su informe de labores a un costo de 5.3 millones de pesos. “Excesivo y proselitista”, la opinión de analistas. “¿Proselitista? No (el diputado panista Carlos Pérez).  “Pudiera interpretarse como proselitista, pero la realidad es otra. Este tipo de cuestiones siempre que no hay claridad de las cosas puede prestarse a cualquier esquema, pero lo que ustedes vieron fue un informe legislativo. Reconozco que es una combinación de hechos y realidad, pues es indiscutible que Josefina es la aspirante más fuerte del PAN. Entonces, al ser la más fuerte, cualquier acción que haga va a ir compaginada de su aspiración”. (¡!)

Cantinflas y Humberto Moreira, ex–gobernador de Coahuila. El periodista A. García le preguntó sobre el enriquecimiento súbito e inexplicable de un Vicente Chaires, su ex-secretario particular. Moreira:

Eso fue parte de una guerra sucia de un candidato que tenía problemas allá del PAN, estaba vinculado con el crimen organizado, que salió en Proceso, son datos que son públicos y que los medios nunca preguntan de ese candidato, que es compadre del Presidente, entonces, ellos movieron en esa campaña sucia en Coahuila ese tema y yo no contesto succiones de bebé en el pecho de su madre. Yo planteo problemas nacionales y se me avientan con temas personales.

Recibo ataques de todo tipo. Espero que los legisladores ya saquen ahora el miércoles lo del tema de Chaires porque ya chole. ¡A otro perro con ese hueso! Ya es estar buscando de dónde se agarran cuando son polvos de aquellos lodos electorales porque los polvos de aquellos lodos de los aspirantes del PAN  no salen en ningún lado, cuando sí son graves aquellos vínculos con los mafiosos y todo lo que salio no lo hacen público”. (Válgame.)

Cantinflas, sotana y capa pluvial. Respecto al escándalo Maciel un Luis Garza, vicario general de los Legionarios de Cristo, pidió a algún grupo de “consagradas”: “No le guarden rencor a Marcial Maciel, fundador de nuestra orden religiosa”.

Yo nunca antes había visto fundirse en un solo individuo a Tartufo y Cantinflas. De Tartufo ese reverendo exhibió el cinismo, la hipocresía  y la falsedad; de Cantinflas, el lenguaje vacío, tramposo y enrevesado. A la  pregunta del reportero:

Marcial Maciel, ¿pederasta?

Respondió Garza: “En el pasado el fundador determinó el movimiento, pero el futuro está en nuestras manos. El principal eje es realizar el trabajo a futuro en santidad y no poder en entredicho lo realizado, aunque El Vaticano sospeche de algo de nuestro pasado, seamos realistas, reflexionar lo que somos y corregir lo que hay que corregir”.

– ¿Paidófilo Maciel? ¿Desfloró criaturas, niñas y niños?

Los visitadores nos informaron que teníamos una irregularidad en la formación porque le daba mucha importancia a mantener el celo que teníamos  haciendo apostolado fuera de los seminarios. Eso lo tenemos que corregir.

(El final de  ese Cantinflas, mañana.)

Fenomenología del relajo

Los mexicanos siempre han sido sobrios en el comer, pero es vehementísima su afición a los licores fuertes. (P. Fco. Javier Alegre, S. XVIII.)

Conócete a ti mismo, aconsejaba el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó como divisa propia.  Y hablando del tema, mis valedores: ¿se conoce el mexicano? Para entenderme y entender a algunos de ustedes he estudiado tesis diversas que van de Ramos a Zea, Paz, Uranga  y Santiago Ramírez, pasando por Jorge Portilla y su Fenomenología del relajo, donde el filósofo afirma  que  ese relajo se debe comprender “como una burla colectiva. El mexicano emplea el relajo para liberarse de todo valor externo y de toda tensión interna. Portilla utiliza como ejemplo a Cantinflas; el relajo adopta actitudes cantinflescas”.

Y sí, a la advocación de Cantinflas me acojo esta vez, el mejor filósofo del ser mexicano, a mi juicio, y al que por ello mismo se le debe un homenaje mucho más amplio y significativo que el de unas cuantas fotos colgadas en las rejas de Chapultepec. Yo juzgo que Cantinflas merece un magno homenaje por dos razones: Ahí está el detalle, la primera de ellas, y el insuperable retrato “hablado” que dibujó del mexicano, retrato que por mérito propio ha alcanzado el reconocimiento del diccionario de una institución tan pretenciosa como es la Real Academia Española de la Lengua. Pero antes de seguir con Cantinflas:

¿Cómo es, cómo imagina ser, cómo lo definen sus hechos? Según encuesta reciente, el mexicano se tiene por muy sociable, muy fácil de tratar y que le cae bien a todo el mundo. El mexicano se considera a sí mismo una persona bromista, “relajienta”, platicadora, amigable, simpática, traviesa y amable. Los encuestados se calificaron de ordenados, responsables, acomedidos, atentos, trabajadores, limpios, estrictos, obedientes, activos y buenos. En el área afectiva se dijeron románticos, sentimentales y cariñosos, como también respetuosos, leales, sinceros y “compartidos en factores ético-morales”. Edificante.

Edificante, sí, pero falto total de autocrítica, porque de acuerdo con  resultados de cierta investigación universitaria, la brecha entre lo que el mexicano cree ser y lo que es en la realidad resulta ancha, en verdad. El mexicano, según este análisis, resultó ser flojo, macho, conformista, alegre, irresponsable, tradicionalista, fiestero, solidario, pasivo, impuntual, mediocre y borracho, tal como ya en el siglo XVIII lo consideraba el padre Alegre. El mexicano es un individuo incapaz de cumplir con sus responsabilidades, que no se preocupa por hacer bien las cosas, no toma decisiones propias y vive de ilusiones. Válgame, ¿eso soy yo, mexicano de mí?

Y que el de marras nunca confía en sí mismo, no controla sus emociones y es pendenciero, mujeriego, jugador. Pero en fin, que también se distingue por sus características de afectivo, amigable, cariñoso, que disfruta de la vida y que resulta ser productivo e inteligente, con una vida fundamentada en la fe y en las tradiciones. ¿Será, seré, seremos nosotros?

Pero yo insisto, mis valedores: en el conocimiento de sí mismo el mexicano está en deuda con su analista más agudo y certero, uno cuyo nombre verdadero es Cantinflas, al que unos pocos llegaron a conocer por su seudónimo y alias de Mario Moreno Reyes.  El cómico acertó a calar hondo y de manera acertada (acerada)  en la entraña viva del ser mexicano en su forma de expresarse verbalmente con quien tiene la desdicha de intentar una casi imposible comunicación con él. ¿Ejemplos?  (Mañana.)

Digo patria, y entonces…

¿Y esto? ¿Qué es clase de pieza retórica es esta? ¿Qué literatura es esta que invade hoy el espacio de la fabulilla? ¿Poema en prosa, prosa retórica con sus ribetes de filosofía? ¿Simples apuntes personales sin pretensiones de realización artística? ¿Prosista el autor, poeta, filósofo? Su escrito revela un espíritu sensible que, ardido de nostalgia a la evocación de la tierra distante, vuelca y revuelca en la página en blanco la cargazón de sus añoranzas. Mis valedores:

He leído la obra ya traducida, y me parece una expresión valiosa de un escritor sensible y educado en el cogollo de las bellas  artes y letras. Lean ustedes estas reflexiones, ardidas de nostalgia,  que en el autor provocan conceptos tales como pueblo, terruño, patria, lenguaje. La pura almendra de lo humano, pues. Y ese estremecimiento empapado de lejanías…

La identidad del autor y las razones tan a propósito que me llevaron a presentar el escrito, al final. Por lo pronto, el título:  Patria.

“Cuando pienso: Patria –me expreso y me arraigo; el corazón me habla entonces como de una secreta frontera que va de mí hacia los otros, abrazándonos a todos en un pasado más antiguo que nosotros.

Es de ese pasado –cuando pienso: Patria- de donde emerjo para aprisionarlo dentro de mí como un tesoro. Sin cesar me pregunto cómo multiplicar, cómo ensanchar el espacio que comprende.

Cuando pienso: Patria –escucho la guadaña golpear al muro de trigo que forma un todo con la altura celestial. Pero los segadores, que introducen en ese muro la monotonía de los sonidos y la articulación violenta de los gestos: están segando…

Cuando pienso: Patria, busco el sendero que divide los flancos de la montaña como un cable de alta tensión sobre las alturas. Así corre la Patria, abrupta, en cada uno de nosotros. El camino recorre las mismas vertientes, vuelve a los mismos lugares, se convierte en ese gran silencio, que visita noche a noche los pulmones de mi tierra…

Tierra, a ti descendemos, para dilatarse en todo hombre – tierra de nuestras derrotas y nuestras victorias, que asciendes en todos los corazones en un misterio pascual. Tierra, que no cesas de ser una partícula de nuestro tiempo. Ya que conocimos nueva esperanza, vamos atravesando este tiempo en la búsqueda de una tierra nueva.

Y a ti, vieja tierra, fruto del amor de las generaciones, te elevaremos con un amor que sobrepasa al odio…

Cuando escucho diversas lenguas siento crecer las generaciones, aportando cada una un tesoro de su tierra, -cosas antiguas y cosas nuevas. La tierra se vuelve un canal de luces que brillan en los hombres, ríos iguales que corren con agua siempre igual y siempre nueva…”

El resto, en el próximo. Por lo pronto, a manera de señas: el autor nos visita y recorre el país. Su presencia, beatífica para los fieles devotos del Verbo Encarnado,  a mí me parece la befa mayor para el nombre de Patria con  que el autor bautizó sus nostalgias. Su Patria sí, la de ese Juan Pablo II transido de nostalgia que así le trova a su Polonia ausente. ¿Y la patria nuestra, la de todos nosotros, laica hasta antes de Juan Pablo y sus monaguillos, que así befan la banda tricolor? Mis valedores:

Esa sangre reaccionaria,  al recorrer mi Patria, me requema una sangre laica hasta el tuétano. Mal hayan los Tartufos que mientras pespuntean de sangre, muerte y luto una Patria laica hasta ayer, colgándose de los faldones de Norbertos y Onésimos negocian la salvación eterna de un alma impávida ante esta Patria que así desangran. (México.)

¡Vamos, México!

Que yo rehusaría escuchar los cantos de sirena, dije a ustedes el pasado viernes. Que de tenerla a la mano diría a Margarita Zavala lo que comencé entonces y hoy finalizo. Señora:

Ya sus cortesanos comienzan a tantear el terreno para afianzar a usted en Los Pinos hasta el 2018. Hace apenas un par de meses, en uno de los órganos oficiosos del presente sexenio (las apodadas “revistas del corazón”), el de Los Pinos se refirió así a la señora su esposa, y de repente me encontré viviendo los tiempos esperpénticos del zafio de San Cristóbal:

Margarita tiene todos los atributos para ser candidata a un puesto de elección. No ahora, pero sí la veo como candidata.

Pero claro, que antes de armar su candidatura presidencial, primero sea senadora. Así de fácil. No le fue a la zaga Gustavo Madero, cortesano presidente de Acción Nacional, que en la capital de Coahuila, lo aseguró (y no le temblaba la voz):

Margarita Zavala puede aspirar o ejercer el cargo que mejor le convenga, pues en mediciones internas resulta de las panistas con mayor reconocimiento y aceptación.

Haya cosa, qué coincidencia, qué curioso. Ocurre ahora, según el panista servil,  que otra “primera dama” nos resultó una gran mujer y una gran política, y que “la gente la quiere, es muy capaz y talentosa”. Mis valedores: si  acaso también formo parte de “la gente”, aquí y ahora lo afirmo con toda mi voz:  yo no quiero a la señora ni me consta que tenga las cualidades que le atribuye el panista, hasta el grado de que “tiene muchos atributos para desempeñarse cuándo y como lo decida”.

Válgame, dónde nos fue a aparecer la estadista. En fin, que aquí finalizo mi recado del pasado viernes. Señora Zavala:

¿También usted? ¿Nada le dice la historia, que no tiene escrúpulo alguno en desempeñarse como una segunda versión de la Marta aquella que convirtió el camino a Los Pinos en un circo, un  carnaval, un tropical esperpento? ¿También usted? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento usted también, por nunca haber sido, busca, como compensación, tener? Recuerda usted a aquella Marta enloquecida por un retazo de poder,  ¿no es cierto? Yo, cuando menos yo, aún no olvido el sarpullido de mediocridad, los instintos rupestres que afloraron en la de Zamora.  A ella, la que  quiso y no pudo; a la trepadora que intentó encaramarse en el altísimo cargo dentro de la política, y que en tan resbaladizo pantano, en tales arenas movedizas donde intentaba prolongar la “pareja presidencial”, exhibió su ignorancia, su zafiedad, su mediocridad de arribista y logrera, de aprovechada de la ocasión. Pues sí, pero  lógico: tuvo que regresar a su origen, y ya arrojada de las candilejas (ella y su compulsión protagónica) volvió a su estatura natural y pegó el reculón hasta la madriguera de donde más le valiera no haber salido.  A propósito:

¿Quién vino pagando los derroches de la Sahagún? ¿Quién sus lujos de nueva rica, su delirante protagonismo, su alucinante compulsión por figurar, que la forzó a atragantarse de tantos foros y candilejas que le aprontaban los validos que a balidos han hecho carrera culimpinándose al arrimo del Poder? ¿Quiénes vinimos pagando el avorazado “redondeo” de la Sahagún? ¿Y ahora usted, señora, un segunda edición de Marta? ¡Vamos, México!

No usted. Déjeme creer que con la de Zamora los mexicanos tocamos fondo. Que nunca más el mundo se ha de mofar ante aquel espectáculo carnavalesco con ribetes de bataclán. Que usted no, señora Zavala. ¿O..? (Es cuanto, y la paz.)

 

Realismo mágico

Ella, la cautivadora, como a Odiseo la sirena del mito, ya ha comenzado a cantarme. A lo lejos. He distinguido el horizonte desde donde me tendía sus redes. Yo, como el héroe, con cera me taponé los oídos. Ella, de carnada me aprontó una imagen no hermosa, pero sí falsamente hermoseada, relujada con primor. Cerrando los ojos la dejé pasar; a ella que a la distancia me sonreía, me camelaba, guiñábame un ojo. A ella, maga Circe que se me ha quedado en la foto. Y no más. Mis valedores…

Miro su vera efigie en la foto de marras, la observo hasta bizquear. Contemplo la imagen de una sirena más bien madura, rostro no bello pero hermoso en lo enérgico de sus rasgos, en la apostura de su continente, en su presencia y en lo que el rostro evidencia del carácter de la mujer: firmeza, audacia, decisión, la pura mesura, la ponderación. Pues sí, pero no, que es mujer casada y, por lo que sé, de firme moral personal y arraigadas creencias religiosas. Como sea, tal parece que anda en agencias de ganarse mi gracia, lo que no ha de lograr. Nunca de los nuncas. Jamás.

Sus artes seductoras me dejaron entrever parte de su currículo, bellamente adornado de cualidades morales como hembra, madre y  compañera de varón. Que ha logrado integrar una muy unida familia; que ambiciosa no es y que, por contras, de muy modesta se precia, y de muy leal en amores y convicciones. La mujer firme de la parábola, según todos los indicios. Pero no.

Pero no, que  mi voluntad nunca va a conquistar porque soy  perro viejo en el oficio de seducir sin ser seducido. “Eso que a mí me dice, señora, pienso entre mí, se lo dice a tantos”, y en lugar de que me le brinde me le blindo y me parapeto frente a las artes de mujer seductora que se exhibe ante  las niñas, ellas tan cándidas, de mis ojos. Al influjo de sus cantos de sirena y hechizos de maga yo, Odiseo de masquiña, hago que me aten al palo mayor y, la cera en los oídos, evito el peligro de caer rendido al hechizo de su reclamo melodioso. Yo, de tenerla enfrente, diría a la señora del largo cabello, mirada firme y ásperos rasgos de rostro:

– Señora mía (de su marido, más bien): bellas cualidades humanas de su persona pregonan sus cortesanos, ¿pero qué tal si aceptándola yo por soberana pega usted soberano cambiazo? ¿Qué si ya al sentirse segura y firme y respirando otros aires (gracias a mí y a tantos más que cayeran al hechizo de sus cantos), aflorase en usted ese pequeño Mr. Hyde que todos llevamos dentro y que, mal que bien, mantenemos encadenado? Porque usted bien conoce que los de allá arriba son aires enrarecidos, que marean y trastornan y absorben el seso, en ocasiones con todo y sexo. Señora:

Le concedo el beneficio de la duda. Supongo que no diese usted ese cambio atroz que me tornase aún más desvalido de lo que ahora estoy. La  percibo mujer de espíritu, que es decir de razón, imaginación, lógica, vida interior, sensibilidad y la suficiente cultura como para no caer en los excesos de la arribista y logrera, valida de la ocasión. Pero  usted ha de perdonar mi suspicacia, que a golpes de desilusión  terminé perdiendo el candor…

Porque, señora, yo le pregunto: ¿se siente usted con la suficiente autocrítica (autocrítica, sobre todo) como para aprender de la historia y atenida a sus enseñanzas evitar alzarse más allá de su propia estatura?  ¿Quién me asegura que usted, ya caída en la tentación del poder y el boato, no va a perder cordura y decoro y convertirse en una segunda edición de la Marta aquella que…

Qué, a quién y por qué le diría lo que falta, el lunes. (Vale.)

Santa simplicidad

El laberinto de Creta, ¿lo conocen ustedes? Y quién no lo ha oído mentar, si es uno de los episodios de la mitología griega que ha logrado llegar al conocimiento público.  Lo conocen ustedes, y aunque algunos no por su nombre, sí por sus efectos en la vida pública de la comunidad. Aquí la síntesis del susodicho laberinto.

Minos, el rey de la Isla, recibe de Poseidón un magnífico toro blanco para que le sea sacrificado. “Pero qué desperdicio”, calcula Minos mirando tan soberbio animal. “Será el mejor semental para mi vacada”, y sacrifica  otro de su rebaño.  Pero, mis valedores, su acción cayó en la conducta de la “hybris”, desmesura, que los dioses castigan con todo rigor, y el castigo que recibió su codicia y desobediencia no pudo ser más despiadado.

Y fue que Poseidón (Neptuno), inspiró en Pasifae, la esposa del infractor, una torva pasión por la bestia,  y acalambrada de pasión, la reina mandó a Dédalo, el ingenioso: “Haz  posible que nos ayuntemos”.

Y qué hacer. Dédalo forja una vaca hueca, dentro de la cual Pasifae logró recibir al toro. ¿Lo sabía Minos, no lo sabía? El mito pasa esto sin ruido, de puntillas. En fin, que  de tanto repetir el acto zoofílico Pasifae fue fecundada y parió una monstruosa criatura dotada de una soberbia testa cornuda, con cuerpo de humano de los hombros hacia abajo. El Minotauro, sí, que se alimentaba de carne humana. Atroz. (Bueno, sí, ¿pero todo eso en que pudiese afectarnos?)

Y ahora cómo mantener encerrados el secreto y la monstruosa criatura. Dédalo, una vez más. “Construye una cárcel”,  le ordena Minos.

Y así nació el laberinto, de fácil entrada pero del que nunca las víctimas podían hallar la salida, y cuyo destino final era el vientre del monstruo, cautivo en él. Parte de la dotación de carne eran doncellas y jóvenes griegos que de tanto en tanto tenía que enviarle Egeo el rey.  Pero esta ya es otra historia.

Pero en medio de su tribulación los pueblos siempre cuentan con ese individuo que ante la necesidad se alza a la altura del héroe. Tal fue Teseo, el hazañoso predestinado que se incluye voluntariamente entre las víctimas, enfrenta al engendro, lo vence, lo mata y sale del laberinto.

¿Salió? ¿Cómo, si era empresa imposible, o casi? Y tan fácil resulta cuando se conoce la solución: un ovillo que  Ariadna, enamorada de Teseo, le proporciona  para que al penetrar en los recovecos lo vaya desenrollando, de modo tal que al dar cuenta del monstruo pueda regresar y encontrarse con la doncella para que juntos… Pero esa es también otra historia. Mis valedores:

De las tantas interpretaciones que para casos diversos encubre el mito hoy me propongo aplicar el símbolo del monstruo y el laberinto a esa política de corto plazo que a tantos trae con el seso sorbido. ¿Pues qué? ¿Seguiremos atenidos a una política cortoplacista que depende no de nosotros, sino del Minotauro? Crítico es por su culpa  el nivel de vida de todos nosotros, y es sólo nuestra la solución, que radica en el ejercicio de pensar, estudiar la historia, observar y analizar la realidad objetiva y autocriticarnos para que seamos nosotros, no esa política de corto plazo que forma parte esencial del Minotauro, quienes trencemos el  hilo de Ariadna que nos libre del Minotauro y nos muestre la salida del laberinto. ¿Pero nosotros (ciegos, tercos) a persistir en el recurso  irracional de “¡exigirle!” al Minotauro, una y otra vez, a lo demencial,  que por amor a nosotros nos muestre la salida y él se quede sin comer? Santa simplicidad. (Regreso.)

Estamos salados

Pero los parabienes a la izquierda que expresó Calderón en su cuenta de twitter no fueron  para López Obrador ni para la izquierda del PRD, sino para los de mano izquierda, porque el sábado 13 fue Día Internacional de los Zurdos.

Mis valedores: la salación. El prejuicio de la mano izquierda. Que un zurdo sólo nos puede traer la mala suerte, jura la creencia popular sin más base que la ignorancia. A propósito, el incidente se produjo en la tertulia de anoche. De repente, al codazo de la tía Conchis, el espejo de pared se fue a estrellar en la alfombra. La conserje de Cádiz, la mano diestra en la boca.

– ¿No les digo? Esta mañana me levanté con el pie izquierdo.

Silencio. Habló el maestro: “Así que con el pie izquierdo. Nuestro racismo, nuestra discriminación contra los grupos vulnerables en el país: mujeres, indígenas,  preferencia sexual distinta. Algunos aún nos escandalizamos ante  la discriminación, cuando a diario y desde que nacimos venimos ejerciéndola con nosotros, en contra de nosotros mismos”.

“¿De nosotros mismos?”, pensé entre mí. (Quedo, en el aparato,  Las bodas de Fígaro.)

– “Hoy me levanté con el pie izquierdo”. ¿No sugiere el dicharajo la discriminación que a favor del lado derecho de nuestro cuerpo aplicamos contra el izquierdo? Y no sólo es tolerar tal discriminación, sino que, para nuestra desgracia, la fomentamos todos los días. Contertulios: miremos nuestras dos manos. Esta es la diestra, esta otra, la siniestra; ésta es la derecha, y esta otra la chueca, la zurda, la inhábil. ¿Y desde cuándo cayó el mal fario sobre la izquierda? Desde que el mítico Crono(s)-Saturno, para castrar a su padre Urano, le sujeta los genitales con la mano izquierda, que desde entonces carga el estigma del mal aguero, y hasta hoy día.

Mirábamos del envés nuestras manos, del revés, las meneábamos. “Toda la civilización ha sido forjada con la diestra y para los diestros, y es así como los humanos estamos mutilados, hemipléjicos, cuando pudiésemos, cuando debiéramos poseer dos manos diestras”.

Que nunca se me hubiese ocurrido…

Y fue ahí, mis valedores, donde me percaté del perjuicio que nos causamos a nosotros mismos. Los contertulios escuchamos referencias a la diestra y la zurda, que por obvias nos pasan inadvertidas.

“Cuando Jacob, con la complicidad de su madre, perpetra el fraude contra Esaú y se apodera de la primogenitura, ¿para el testimonio qué mano coloca bajo los genitales de Isaac su padre, si no es la diestra? ¿Y con qué mano es bendecido al recibir la fraudulenta primogenitura?”

Y que en el drama inconmensurable de la Crucifixión, ¿hacia qué mano ubica Mateo al Buen Ladrón? ¿Y al tal Gestas, padre que fue de los Bribiesca y Montiel,  Gordillo, Salinas y ralea de compinches,  ladrones todos de nuestros dineros públicos?

Al asumir su cargo el presidente gringo, descendiente degradado del puritano

fundador, ¿con cuál mano jura sobre la Biblia? También quien jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con la diestra lo jura.

En el templo los clérigos, y los padres en el hogar, nos saturan de bendiciones. ¿Con qué mano dibujan la bendición?

Dios, llegado el Juicio Final, va a clamar en el Valle de Josaf: “A mi diestra los justos, que conmigo estarán en el Paraíso. A  mi siniestra los réprobos, destinados al fuego y la eterna condenación”.

Los casos que siguió enumerando, aquí, en breve. “Limpien su mente de consejas y creencias, contertulios, acerca de que un zurdo nos acarrea la salación”. (Pues sí, maestro, pero…)

Cable cifrado

Esta es una muestra, mis valedores,  del caló que en las primeras décadas del siglo XX arropó a la germanía contra la acción de los de uniforme, que traje a ustedes con ánimo de comparar su riqueza expresiva con el estreñimiento del habla del joven actual: “qué onda, guey, no te manches”.

El final del relato que narra el hampón sobre el crimen de su compinche:

Que lo mide hostigándole la retaguardia y al trascuerno y sin testimonio del guanaco…¡gueso frìo el betabel! Y pa pronto, que le baja la luz frisqueàndolo y ¡don pepe!, que se pinta de allantas con la cuera y nadaza de andar cabra..!

(Al peso de la noche saliò del cabarè solito, y el raterillo lo siguió hasta la calle màs oscura. Como caminaba con zapatos tenis, ni cuenta se dio el tipo de que lo seguían, y ¡zaz!, que le pega por la espalda con el puñal, sin que nadie se diera cuenta. ¡Ni el velador! Muerto quedò el viejo, y ràpido, que lo esculca y que huye de ahì con la cartera en la mano, sin nerviosismo”.)

Expresivo lenguaje, contraste del “chale” y el “guey” de hoy día. “¿No? O sea…”

Un gil, un afanador, una bellarina.  El final del relato:

“¡Como estás! El jale chido. Antioquìa, ¡puro trama de guarnetas muertas con gallina pinta o balines con permanente! ¡Puro escaria règules con su acordiòn de sirias hirvientes y blandas! Càscara de muñeca de orègano; tandos chidos con buena cresta. Hasta se amacizò `spàtula con règules curva de cacama. Ya nadaza de relingos de puros gosnes broncas de puras barbas. ¡La pura felicidà, ñeris”.

(“¡Y que vino el cambio! La felicidad, la buena vida. Antes sòlo comìa tortillas duras con frijoles tiesos, pero después: pura carne frita con sus tortillas calientes y suaves. Reloj de oro, trajes finos con buen sombrero. Hasta se juntò con una prostituta de buen cuerpo. Dejò de usar ropa vieja y regalada. ¡Era feliz!”)

“Pero: ¡de`mpalme! Que lo aparusca la tira a la de sinsusto porque la tela era del tendido pal rescate de un supremo y`staba dibujada: ¡puro jando cachuco, ñis! Y que lo encanan en el multi. ¡Al desgrase de chompirico y nel de chisparse del cordel! Así es el afane, ñis… son sus suspiro, ¿no? Y no hay fijòn, bato furriel, ningùn fijòn”.

(“Pero ¡sorpresa!, que un dìa lo detiene la policìa porque se supo que el dinero era para pagar el rescate de una personalidad y estaba marcado. ¡Puro dinero malo, mi amigo! Y que lo meten a Lecumberri y lo mandan a Las Islas sin poder librarse de la cuerda. ¡Así es el oficio! Son sus gajes, y ni hablar”.)

Mis valedores: por último. Cierto cura de barrio, conocedor del caló, vio desde el púlpito que dos hampones robaban los cepos de las limosnas, y por evitar el escándalo:

“¡Os jurnio afanes furris poniéndole en el tibor, embalsando las buchacas a los batos, a las baturras, y sonando las morenas! Trinquen varilmente y piren dejando una hebra de la baraña para mi menda en la otrofa morenáis.

Licad al Gran Doráis con un chutazo en el catecismo y otrofo en la vara de su mendurria, hostigado por la jara del romano entre un vati de afanes, toledano por vosicláis. Aliniáos, porque al rayo que morívios y vuestras mendas den cos de esta polvosa pa ribera, allá el Gran Doráis os licará fu. Aguzádeis afanes fu, la jara se aplacera en la burda del tibor echando los oclayos a sus mentolatos, San José el pintor y de retinto, si la jara os apaña, San Javier amuraba a los afanes. Amén”.

Sobre aviso,  los malandrines: “Claris, chirul chicharrón. Su partencia en la otrofa morenáis.

Latín, pensarían los feligreses. (Chale…)

Reciclado Big Brother

El lenguaje del hampa, mis valedores. Porque conozco el lenguaje del joven. Porque lo he oído expresarse en la UNAM, en el Metro y en tantos otros lugares. Porque escucho que es un habla  rutinaria, sin asomo de creatividad y de originalidad; que la uniforma un mismo entramado de muletillas iniciadas con un “qué onda”, seguidas por un “no te manches” y rematadas con el obligado  “guey”. Por eso transcribo sobrevivencias del habla del pìcaro y el malviviente en las primeras décadas del siglo anterior: para que se advierta la riqueza y expresividad manifiesta en el añejo cable cifrado de la germanìa.

(A viejos y adultos no me refiero; nosotros ya no tenemos remedio, y lo que nos resta por comunicar lo tartajeamos con vocablos de escamocha, cascarones de palabras, lugares comunes y  basurillas de carbòn descargadas desde la baba del conductor de radio y TV hasta la de su mediocre imitador: los “shoping”,  “hoy inicia”, “ropa casual”, “a la brevedad”, “cuestionado” -por interrogado-, “agresiva” -por vigorosa- “look” por aspecto,  y la diarrea de muletillas: “este”, “o sea”,  “digo”,  “¿no?”, y “¡guau!”, ladrido aprendido del gringo. En fin.)

Aquì, lenguaje del corazón bandolero, un hampón relata a su colega cierto suceso delictuoso perpetrado por otro del mismo jaez:

“Solicitó de boleto una sersia bien muerta ¡y poninas a pastorear al gilberto! Como afanaba dia soledá, ¡pos niguas quien lo batiera en la desgrase! Y el ruco ya tostonero… media astilla y canasta del adobe, pero cubriendo un resto de luz…

Y que se aplacera una´ndadora de forro chido y se cotejan una vidriosa de tecitos d’ándosela de chaquira en la bellerina. Lo chamucó guaracharse un purrúm bien sonado: maletón pa´l guarache, pero como ya´staba coconoco, por ni color de las regadas…”

Y su correspondiente traducción, con esa sintaxis:

“Pues sí, mi amigo: que el raterillo le ve el dinero al tipo aquel que iba vestido con buen traje. ¡Puro dinero nuevecito, amigo! Recién salido del banco. ¡Y claro!, lo esperó a que saliera del cabaret para asaltarlo. Pidió una cerveza helada y se dedicó a vigilar a su futura víctima. Como andaba solo, no tenía quién le ayudara en el trabajito. Y el tipo ese era ya cincuentón, medio flaco y con bastantes canas en la cabeza, pero con mucho dinero.

Sentò a su lado a una mariposilla de buen cuerpo y se bebieron una botella de licor. El presumìa de mucho dinero… Lo vio bailar; malo para el baile, pero como ya estaba bebido, pues ni cuenta se daba de sus desfiguros”.

Sigue el relato el hampón: “Alegò con el meseta por cosas del pàpiro y cuando salinas del trrabuco la cuera pa`villas… pa tender el guano: ¿de`mpalme al licar como trài la saña el bato! Nel de pàpiros dia camaròn o dia cristóbal. ¡puraza papiriza añil dia siglo y dia quimera y dia milagro! ¡Dia bùtifar! La neta que  aguantaba el resto ls`speranza del rebalse”.

La traducción:

“Peleò con el mesero por cosas de la cuenta, pero cuando sacò la cartera para pagar, para entregar el dinero… ¡que sorpresa al mirar còmo llevaba repleta la cartera! Nada de billetes de a peso o de a cinco pesos…¡puros billetes de a cincuenta, cien, quinientos y mil pesos. ¡Muchos! De veras que valìa la pena esperar  que saliera del festejo…”

“Y al peso de raroche salustio del ratòn dia solimàn el remoto y lo ampaniò hasta la fiusa onde`l resto de oscurana. Como abananaba en bici ni color se dio andoba y ¡sastres! que lo mide hostigàndole la retaguardia y al trascuerno con el fierro”. (Mañana el final.)

¿Qué onda?

Todo estreñido, mis valedores. Repetitivo y sin creatividad. Así escucho el lenguaje verbal de unos “chavos” cuyo vocabulario abarca del “¿qué onda, guey?” al “me cái” y al “no manches”. A fe que generaciones atrás: qué riqueza de expresiones ideaban y creaban en su comunicación lingüística. ¿Alguno de ustedes habrá leído El Periquillo Sarniento, como evidencia de mi afirmación?

Pues siendo cócora en los juegos, tenía yo que vigilar al montero para cogerle un zapote o verle una puerta o arrastrar un muerto.

Ahí una muestra  de aquel lenguaje secreto  que utilizaba el gremio del mal vivir en el México del siglo XVIII,  que Fernández de Lizardi recoge en la novela más representativa de la picaresca mexicana en vísperas de la independencia del país.  Y qué lenguaje rico y sonoroso, siempre creativo y siempre en constante renovación, con el que de maleante a malandrín se comunicaban sus asuntos al margen del orden público, que se iba a prolongar hasta las décadas primeras del pasado siglo para más tarde morir en olor de formol y cadaverina. Hoy, la juventud, abundosa en sus formas de comunicación verbal:

-¿Qué onda, guey..?

A toda hora, con todos y para todo: “¿qué ondón?” “Chale”. A cual más de constipadas pregunta y respuesta. “No te manches”. Esto, cuando no permanecen enajenados en la pantalla del celular.  Yo, incómodo con ese pobre lenguaje siempre empedrado de disparates,  muletillas y cantinfleos, muestro aquí (anécdotas y relatos) el grado de creatividad de aquel  que denominaron caló, que allá por el primer tercio del siglo anterior exudó el barrio bajo en la cofradía del  corazón bandolero a modo de cable cifrado para  evadir a extraños al clan, sobre todo si se acercaban luciendo chaquetín azul y al cuadril el arma reglamentaria. Entonces, el que primero venteaba el peligro:

– ¡Aguzadéis afanes fu, la jara se aplacera por el chante, los oclayos a sus mentolatos!

Y el silencioso desparramarse por la calleja y el callejón, y a la guarida y al escondrijo…

Esa jerga de hampones conoció su Siglo de Oro hace ya muchos ayeres, y hoy suena anacrónica y sin trazas de resucitar. Cumplió su ciclo vital aquella forma de secreta comunicación de la cofradía de maleantes, dialecto de trasmano entre caifanes y raterillos, rameras y proxenetas y demás vividores del áspero oficio de la vida arrastrada que mantenía la carne de presidio siempre en alerta, siempre aviruza por si la jara…

¿Y si en un parpadeo de mala suerte su mala estrella los refunde en La Grande? Suspires son del afane, o dicho en cristiano: gajes son del oficio, sin más.

Pos sí, mi ñero: qu’l afanador le jurnia la luz al gil ese que s’envolvía en un jando varil. ¡Puro quemador salido del horno! ¡Y clarines, que lo’speranzas que se botara del ratón, pa’macizarlo!

Lean estos retazos de cierto relato que firma un  Fuentes Zapata, con su respectiva traducción:

“Solicitó de boleto una sersia bien muerta ¡y poninas a pastorear al Gilberto! Como afanaba dia soledá, ¡por niguas quien lo batiera en la desgrase! Y el ruco ya tostonero… media astilla y canasta del adobe, pero cubriendo un resto de luz…

Y que se aplacera una´ndadora de forro chido y se cotejan una vidriosa de tecitos d’ándosela de chaquira en la bellerina. Lo chamucó guaracharse un purrúm bien sonado: maletón pa´l guarache, pero como ya´staba coconoco, por ni color de las regadas…”

“Qué onda con ese pedro, guey?”, me dirá alguno de ustedes en llegando a este punto, y yo le contesto: calma; la traducción y algo más, el lunes. (Vale.)

¿Católico? Ser o no ser

 

De la superchería hablé a ustedes ayer. Ahora continúo con el tema.

“Combatir la superstición es deber de todo católico. La superstición es la única religión de que son capaces las almas ruines”.

Y algo más advierten a ustedes la sotana y la capa pluvial: “La consulta de horóscopos y la lectura de cartas están prohibidas por la Iglesia Católica”.

Ello, mientras una “bruja blanca” se da vuelo en la radio: “Acuario su tendencia a expresarse con aire autoritario puede provocar que las personas demasiado sensibles no actúen como usted espera que lo hagan”. (¡!)

Superstición y feligresía. Desde la fe, semanario católico: “El pretender conocer el futuro mediante los horóscopos, lo único que se consigue es poner la vida en manos de simples suposiciones. La astrología, creencia antigua planteada en nuestros días como ciencia, no es más que charlatanería. Si fuera científica, si fuera cierta, arrojaría predicciones con cierto grado de precisión, como las ciencias naturales para un mismo signo en un mismo día vemos que no es así”.

Y esta verdad, para que la mediten esos “religiosos” practicantes de una fe meramente milagrera: “Ni siquiera Dios quebranta la libertad, mucho menos lo pueden hacer un planeta o una estrella”.

La “bruja blanca”: Cáncer. La Luna entró en su signo a las 22 horas y eso ha exaltado tu tenacidad en el terreno profesional. (¡Sic!)

Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. Los ignorantes adoptan como realidades lo que son puras ilusiones”.

La Biblia: “No os volváis a los encantadores y a los adivinos; no los consultéis ensuciándonos con ellos. No serás practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón ni mágico, ni quien pregunte a los muertos. Es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas”. (Y se dicen católicos.)

¿Una ciencia, la astrología? El científico: “Según ella el sol, la luna, las estrellas y los planetas, pueden influir en lo que sucede en la tierra, pero las propiedades zodiacales de las diversas constelaciones son pura imaginación. Los astrólogos primitivos no sabían nada de Urano, Neptuno o Plutón, que fueron descubiertos cuando se inventó el telescopio.  ¿Su influencia en las tablas astrológicas trazadas siglos antes? Aberrante. Además, ¿por qué debería ser buena o mala la influencia de planetas, cuando ahora  la ciencia sabe que todos son básicamente acumulaciones de rocas o de gases inanimados en viaje por el espacio?”

A propósito: que las monedas de los pobres de espíritu han vuelto archimillonario a un tal  Walter Mercado.

Algunos de ustedes, ¿católicos? ¿Buenos católicos? Porque el cardenal Juan Sandoval alerta a la población sobre la proliferación de grupos que promueven el espiritismo y la astrología y condena magia, idolatría, superstición y  quiromancia, “prácticas que en el católico suponen una aberración y una gran ignorancia religiosa que los lleva a experimentar con la hechicería y la lectura de las cartas, las manos o el café. “La Iglesia Católica rechaza con firmeza toda clase de superstición, idolatría, adivinación y magia”.

El científico: El tiempo del viaje del sol entre las constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por más de un mes de lo que era hace dos mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. La astrología no tiene, no puede tener base racional ni científica.

La ciencia. ¿Qué tiene que ver la ciencia con la ignorancia? (¿Qué?)