Macarena y Pancho Rojas

De repente, en plena tertulia, el escándalo. Las dos rijosas irrumpen por esa puerta, una llevando a la otra a remolque. La tía Conchis, jadeante:

– ¡Resuelto el misterio de la ropa perdida! ¡Vacía tu bolsón, Macarena!

La aludida, trabajadora doméstica de La Maconda (Sra. viuda de Vélez), intentaba zafarse, huir, escapar por la puerta falsa; no la del suicidio, sino la de servicio. “¡Vacíalo!”

– Nomás porque una es pobre la tratan de humillar, y tampoco.

– ¡Tu bolsón, Macarena, vacíalo aquí delante de todos!

Y ahí fue, mis valedores. Al unísono eran interrogados aquí La Maconda sobre el robo de ropa y allá Pancho Rojas sobre la compra de votos, y los dos inculpados  recurrieron a la tramposa maniobra de la «desubicación». Oí a la inculpada y al legislador:

– ¡Aunque pobre doméstica tengo mis derechos humanos!

– ¡Los priístas somos los principales interesados en que se aclare esta situación! ¡Porque nuestros actos han sido siempre éticos y legales!

– ¡Vacía tu bolsón!

– ¡No voy a caer en provocaciones!

– ¡Nosotros no vamos a caer en provocaciones.

– ¡Vacíalo!

A querer o no. Ahí, el desparramadero de sedas y ropita de algodón.

– ¿Hubo compra de votos y mucha mano negra en el triunfo de Peña?

–  Responderemos con acciones en beneficio del país.

– ¿Pero hubo graves irregularidades en el proceso electoral? ¿Sì o no?

– Esas obras son las acciones que propuso el triunfador en las urnas:  modernizaciòn de la vida econòmica para crear los empleos que se requieren.

– ¿Hubo o no hubo irregularidades graves, por màs que IFE y TRIFE, criterio de miércoles,  juren que fueron «leves»,

– Esto lo lograremos mediante un alto y sostenido crecimiento econòmico con el concurso de los sectores privado y social.

– ¡Què hay de Soriana y Monex?

– Todo esto lo lograremos con reformas profundas como la hacendaria y laboral.

– ¡Vacìe la bolsa de los votos, de las tarjetas de Monex y los millones en efectivo que demuestran el exceso en el gasto de su propaganda electoral!

A querer o no. La Macarena y Pancho Rojas variaron su respectivo bolsón. Y ándenle que ahí,  en la alfombra, a la vista de todos, el desparramadero. “¡Mi brasier de fayuca! ¡Mi fondo, que andaba perdido!”

Y ahí las sedas grifas de alforzas, encajes, tira bordada en forma de corazón. Chonchines de este tamañito, y esos sostenes con unas copas que ni las del torneo Libertadores.

– ¡Mi peluca tordilla y mi beibidol! ¡Esas pantimedias como que las quiero reconocer! ¡Mi porta-ligas!

– ¡Viejo, los que me compraste para mi cumpleaños! ¡Y estos colorados, que me los puse el 31 de diciembre! ¡Y estos calados que calamos tú y yo en una noche  pasional!  Primera lavada y volaron del tendedero!

Quedaban esos chonchines minusculitos, color magenta, cocolitos violeta y al frente moñito fiusha y un corazoncito traspasado, todo en diminutivito. Yo, de reojo mirábalos, cuando el juguero:

– ¿Son suyos, seño Lichona? ¿De usted, señito Maconda?

Yo, el sofocón. Un color se me iba y un trago de saliva se me venía cuando el Jerásimo: “Esos choninos, ¿no los conozco?” (Trágame, tierra. Alfombra y duela, más bien.)

La tía Conchis:  “¿Por qué escondías esta ropa en tu cuarto?”

– ¡Basta!, y al levantón, Valdès Zurita, invitado a la tertulia,  da con tetera y florero en la alfombra: “¡Exijo respeto para el triunfador y respeto por la democracia!

Alejandro Ramos, titular del TRIFE: «¡Todo fue legalito, y punto!»

Yo, con el sofocón de que identificaran al dueño del chonchín fiusha, me solté aplaudiendo. «Bien por nuestra democracia»! (¡Bravo!)

Tú, el impotente

Mi compromiso ha sido con los fines de la seguridad, la justicia y el bien común. El  “santo y seña”, la guía señera en la conducción del rumbo del País es seguridad, justicia, de bien común y, por supuesto, la preservación y vigencia de la ley y de la democracia misma.

Esta vez las escenas sicalípticas. Lo que ahora voy a contarles ocurrió la medianoche de ayer. Porque, mis valedores,  yo tengo un pecado nuevo y ando oliendo a manta nueva, quiero decir:  en los preparativos de mi cita amorosa con la recién llegada a mi vida, bien haya mi vida,  trepé a la azotea y en el tendedero comprobé, para mi desdicha, que el chonchín (morado, cocolitos magenta) seguía empapado por las tormentas nocharniegas,  y qué hacer. Buscando alguna solución deambulaba a lo sonámbulo entre los tendederos de la azotea (edificio de Cádiz) cuando en eso: ¿y eso? Sin proponérmelo observé la luz encendida en aquella habitación del hotel de enfrente,, el que da directamente a Los Pinos, y observé en la alfombra unas íntimas sedas,  y enfrente un catre rechinador, y encima…

– Ya cálmate, que te puede dar un infarto. Mejor dejamos esto para mañana.

– No dejes para mañana lo que puedas travesear hoy.

– Pero es que hoy no puedes, ni pudiste ayer. No pudiste en cinco años y medio y quieres poder en cuestión de horas. Anda, vístete ya, que va siendo hora de que desocupes en cuarto. Bájate y vámonos.

– Oh, tú aguanta tantito. Paciencia, que  ya casi, ¿ves?

– Veo, y me das lástima, Felipillo santo…

Pelambre en desorden, sudor. El susodicho, cueros vivos, se agita en la misión imposible de rendir la plaza y entrar a saco frente a una muralla todavía incólume. Y cómo no, si el ariete, así, miren, todo desmadejado, válgame.

– Yo con otras  nunca antes había fallado, amiga. A ver, tú, blandita, como desmadejada. Así, así. A ver, ahí te voy…

Fatiga, jadeos, amagos de angustia, tensión. “Tú aguántame, amiga. Tantita paciencia. ¿Ves? Son los nervios, pero creo que ya mero. Ya casito”.

– Es que estoy muy magullada. Esto de acá, mira, ya se me engarrotó. Y como tú no te engarrotas….

– Tranquila, amiga, que orita reacciono. Si yo soy pero que mira, yo pa pronto, si hasta esa fama he tenido. Haiga sido como haiga sido, el mío como el encendedor de la propaganda: no sabe fallar.

– Pues sí, pero lo que es hoy…

–   Me extraña, si yo, mira: un gallito bravo, un gaucho veloz. Yo pa pronto: pas, pas, y va pa dentro. Pérate, ¿sí? Mi segundo aire…

– El segundo y el tercero. Llevas ya varios aires…

Angustia, desesperación, y los intentos frustrados, y esos desacompasados movimientos, y el desatino, y aquellos jadeos…

– Pero si para mí esto de aliarme en la cama es PAN comido con botana de chucho de Nueva Izquierda. PAN y circo, maroma y teatro,  mis meros moles. Me extraña que orita… A ver, si levantaras esta. Así, flojita.  ¿Y si  te voltearas?

– ¿Como los chaqueteros chuchos Robles, Zambrano,  Ortega,  Arce y Círigo?

– Uh, ya me sacaste de concentración. Aguántame tantito así, mira, entibada, como si fueras a…

– Me estás lastimando. Mejor lo dejáramos para otro día.

– No me explico. Si yo, te lo juro, huy, si te contara, yo la pura efectividad, para qué iba a engañarte. Hasta me decían: qué bárbaro. Mira, si te flexionaras así, como dándome de frente para que yo tenga chance de…

Sudores, jadeos, resoplidos, pánico. “Ya me torcí, espérate. Ya me torciste, más bien. Ay,  condenado Felipillo santo…»

Más de ese tal Felipillo condenado -por la Historia-,  mañana. (Vale.)

De protagónicos y resentidos

El hoy y el ayer en la sucesión presidencial, mis valedores. Hoy, a resultas del reciente proceso electoral, el clima político comienza a descomponerse mientras que los protagonismos florecen por los rumbos de IFEs, TRIFEs y  cortes supremas,jóvenes descontentos y comentaristas de todos los medios de condicionamiento de masas, las susodichas  incluidas. La verborrea en pleno. El cortoplacismo. México.

Pero, según todos los indicios el PRI, irremediablemente,  regresa a Los Pinos, y es como para preguntarse: ¿tornará el estilo tricolor de gobernar? ¿Volverán traiciones, venganzas, resentimientos? ¿El monarca en turno designará a su sucesor?  Aquí, a modo de muestra, el testimonio de cómo se ejecutó el relevo de gobierno de Echeverría al último tlatoani de la era «revolucionaria» del país. Cuenta López Portillo en  Mis tiempos, su libro de memorias:

“El 17 de septiembre de 1975. Brusca, aunque no inesperadamente, LEA me dijo algo como esto: Señor licenciado López Portillo, el Partido me ha encomendado preguntarle si aceptaría usted la responsabilidad de todo esto, y con un gesto envolvió el ámbito del Poder Ejecutivo, concentrado allí en el despacho de Los Pinos”:

– Sí, señor Presidente. Acepto.

– Bien. Entonces prepárese usted, pero no se lo diga a nadie, ni a su esposa ni a sus hijos.

“Otro día: ¡Te felicito, Pepe! Me dio un abrazo y me condujo al salón contiguo (…) Yo me sentía fuerte, poderoso, capaz…”

“Debo destacar un punto especialmente doloroso para mí, lleno de recuerdos, lealtades y afectos para LEA. Las autoridades de  Gobernación (…) me pasaban  información inquietante sobre las actividades que se concentraban en el ex presidente y que se vinculaban con las de quienes habían sido sus colaboradores, especialmente Muñoz Ledo y Gómez Villanueva (…) Por primera vez en mi vida, iba, poco a poco, asumiendo guardia frente a un viejo amigo. Mantenía abiertas sus relaciones públicas con mucha gente, entre la que se contaban muchos resentidos, desencantados, desubicados, que vaciaban en él angustias y rabias.

“Dentro de su función y su historia, (como candidato) respeté a LEA y  estuve atento a sus problemas y decisiones, políticas y aspiraciones, y los respaldé. (…) En todo participé, espontáneamente, o a su petición, incluso y contra mi opinión…

El día 8 de abril anoté: Ayer solicité a Luis Echeverría que aceptara la Embajada en París (…) Se disciplina (…) Culminó, junto con una magnífica amistad, el problema de la difícil relación con él».

Y la conclusión referida a De la Madrid, que hoy pudiera aludir a algún beato del Verbo Encarnado:

“México, desde 1982, ha hecho todo lo que los acreedores extranjeros han solicitado. Ha adquirido más deuda, reducido los salarios, contraído el presupuesto de operación del gobierno, comenzado a vender empresas referida a De la Madrid, pudiera hoy aludir a algún  devoto del Verbo Encarnado:estatales, devaluado la moneda, reducido las tarifas, suavizado las restricciones en la inversión extranjera y estimulado las exportaciones no petroleras para compensar el descenso en los ingresos petroleros (…) De la Madrid trató de hacer que la economía pareciera saludable antes de las elecciones presidenciales en México”.

Y ahora pronto, nube negra en este que el de Los Pinos convirtió en un Estado de excepción por  espionaje, derroches demenciales de los dineros públicos y una democracia de simulación, nos avientan encima al PRI. ¿Y nosotros, mientras tanto? Ah, México. (Qué país.)

Yo no me voy a morir

Tal dijo Unamuno, y no se murió. Lo mató la muerte, que es otro cantar. Por cuanto al tema de la trascendencia que inicié el viernes pasado: en conjunción con la vinculación, el arraigo, la identidad y algunos otros que dan al humano la salud mental, la trascendencia se logra con obras de beneficio colectivo con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a la Madre Natura el don inconmensurable de la vida, y con las que alienta la secreta esperanza de permanecer en la memoria de los beneficiados. Plantar un árbol, engendrar un hijo, escribir un libro, vale decir: practicar el humanismo para «no morir del todo». La trascendencia, al alcance del humanista como del delincuente, según.

Porque también con acciones negativas se llega a la memoria colectiva. Así han logrado trascender los grandes malhechores a la medida de Barba Azul, El descuartizador y Harry S. Truman, como de dintel adentro los  Goyo Cárdenas, Sobera de la Flor, El Mochaorejas,  tantos…

Así hoy mismo Fox,  el hombre de San Cristóbal,  y así ha de sobrevivir en la memoria colectiva como el corrupto que en su combate personal con el dragón de los tres colores nos resultó también un  sinverguenza que se contaminó  con las lacras del Tricolor, comenzando por una corrupción personal, familiar y de mafia, lucrativa e impune. Fox.

Ese tal  vegeta en su cubil de San Cristóbal con una familia postiza y una fama pública a ras del albañal como primer marido de una primera esposa, segundo de una de segunda, padre de hijos adoptivos que mal se llevan con los adoptivos hijastros, mamadores todos de las «buscas» sexenales. Pero hablando de mediocres…

Anda por ahí un infeliz, golem de pacotilla creado por López Obrador  y en su momento inflado hasta la nausea por la inquina de ciertos medios para atacar al trascuerno al tabasqueño.  Porque al tal Juanito, que a él me refiero,  los “medios” lo calentaron y mandaron a flotar, y perdió la cordura hasta el grado de que tantos lo vieron hace algunos ayeres cargando su estatua (hueca, de barro los pies) en un diablo menos pobre diablo que el aborto de la industria periodística. Así trascendió el Juanito con el que el tabasqueño impuso su ley. Juanitos.

Esto  me remite a otro mediocre hasta el tuétano, que haiga sido como haiga sido logró colarse a la historia, así haiga sido por la puerta de atrás y  valido de una maniobra de malas artes que le granjeó el odio de muchos, de muchos más el desprecio y el aborrecimiento de los más. Maldito per secula seculorum.

El pequeñajo no valía un tanto así, miren, según lo acusaba su biografía personal, chata y vulgar; pero como todo mediocre con aspiraciones padecía la compulsión de la notoriedad. Y cómo lograrla, que sus hechos muy poco valían. ¿Cómo? Abriendo con ganzúa el portón de la historia y colándose por la puerta de atrás. Y fue sí como apenas llegando a donde no merecía incendió, destruyó, provocó ruina y desesperación. Todo en grande, en correspondencia directa con su propia pequeñez de humano redrojillo.

Pero redrojillo y todo logró trascender,  por más que a fuego y ruinas que cimbraron la ciudad, la región, el mundo. Quién como el pequeñajo para la trascendencia negativa y atroz.

Ese, sí,  el que ustedes están pensando. Ese que incendió  el templo de Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo. ¿Que si el borreguero, que tal fue su ocupación, logró trascender? Busquen su nombre en cualquier diccionario:  Eróstrato. ¿Que semejante infeliz no ha sido el único? (Pues…)

No del todo morir

La trascendencia, mis valedores, ese elemento psíquico que unido a la vinculación, el arraigo, la identidad y varios más, confiere al humano la salud mental. La trascendencia se logra a base de obras que beneficien a los demás, con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a Madre Natura el don inconmensurable de la vida. La trascendencia.

En diversos programas de radio suelo analizar dichos y acciones de personajes relevantes en la historia del país, y al recorrer la  galería de tantos  figurones indefectiblemente me topo con una constante: la parcialidad y el maniqueísmo de la historia oficial, esa embustera. Este y este otro, excelsos; aquel, y el otro, nefastos.  Blanco y negro. Sin matices, a conveniencia del Poder y de sus oficiantes en turno. Sin más.

Por vía de ejemplos en el periodo de la Conquista: por cobardón y dado al pensamiento mágico logró trascender el tlatoani Moctezuma Xocoyoltzin, y por su estatura de héroe lo consigue Cuauhtémoc, todo esto en la aviesa versión oficial que oculta a lo púdico las malas acciones del «único héroe a la altura del arte», definición de López Velarde que nunca he querido entender. La historia oficial oculta púdicamente las acciones negativas  del «Aguila que desciende«, como la violencia que ejecutó en contra de  Cuitláhuac y  su nombre final de Fernando Cortés Cuauhtémoc, como se dejó bautizar el nuevo cristiano, que a la hora del sufrimiento invocaba al Dios del conquistador. Nada de esto se asienta en la historia oficial. Es México, nuestro país.

La trascendencia,  esa secreta esperanza de no morirnos del todo. Que  cuando yo sea difunto y según pasen los días, las semanas (los meses, ¿será mucho pedir?), alguno llegue a acordarse de mí; que me recuerde de buen talante, o al menos no disgustado del todo. Esta necesidad de trascendencia como uno de los condicionantes, repito, de la salud mental…

En algún programa de radio me referí a la Conquista, y de la Independencia digo a todos ustedes aquí y ahora:  ¿habrá personaje  más ensalzado por la historia oficial que Miguel Hidalgo? ¿Habrá héroes purísimos más olvidados que Fray Melchor de Talamantes, Azcárate y Primo Verdad?

Y estalló la Revolución, y con ella, ¿quién más venerado que Francisco I. Madero, espiritista y vitivinicultor? ¿Quienes más olvidados que Ricardo y Enrique  Flores Magón? Zopilotera y hedor esa historia oficial, oficialista…

Pero de pronto nos cayó encima el Tricolor, y de los individuos que sentaron sus dos reales en la presidencial, ¿alguno, de aquel almácigo de mediocres, depredadores y uno que otro asesino, merece la trascendencia, con todo y que se apoyaron en las muletas del periodismo oficioso?  Jueces, fiscales y abogados defensores, los medios de condicionamiento de masas se la viven quemando copal ante el sillón  el santón sexenal, pero no pueden evitar que contra servilismo y cortesanía al tanto más cuanto se alce el juicio del tiempo, y  los santones al desván de la historia. Desde el primer Nopalito en la historia reciente del país hasta el resto de irremediables mediocres. No el Tata Cárdenas, por supuesto; él, que nos dio ese petróleo cuyos restos ahora ofrece Peña a los gringos. Don Lázaro ha salido limpio, o casi, del juicio histórico.

Pero hablando de mediocres:  porque logró la hazaña de arrojar del paraíso al Adán tricolor, un Fox mediocre hasta el tuétano de los entresijos, sé lo que digo, logró arañar la anhelada trascendencia, pero… (Más de Fox y su apestoso Tamarindillo, el lunes.)

Zoológico

Esta vez el Poder y las masas. Para ilustrar su conflictiva  relación mi maestro plantea la siguiente analogía: ese Poder, enemigo histórico del cambio que requerimos (responsabilidad nuestra e intransferible),  es un tigre que merodea en los alrededores del caserío. ¿Cuidarnos de él, anularlo, o ¡e-xi-gir-le! que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? Al enemigo se le vence, no se le exige (nada de armas de fuego).

Por su parte el político canadiense T. Douglas ha creado una fabulilla: las masas formamos Ratolandia, población de roedores. Para integrar el gobierno hemos elegido a una mafia de gatos a los cuales, a la vista de los destrozos que causan en la ratuna población, los alternamos  periódicamente: de los gatos blancos a los negros,  y de ahí a los pintos, y vuelta a empezar ahora con los albinos. Pero los gatos siguen devorando ratones. ¿Inexplicable? Mis valedores:

Esta vez, limitaciones de espacio, dejo de lado las formas de organización ciudadana que habrán de cambiar tan crítica situación para centrarme en la transcripción de dos notas muy a propósito como para leer entre líneas. La primera: ciertos versitos que, destinados a un Pedro F. de C..  me llegan por añadidura. Transcribo:

«El león falleció ¡triste desgracia!- y van con la más pura democracia,- a nombrar- nuevo Rey los animales.

Las propagandas hubo electorales,- prometieron “la mar” los oradores-. y… aquí tenéis algunos electores:

Aunque parézcales a ustedes bobo- las ovejas votaron por el lobo – como son unos buenos corazones. – Por el gato votaron los ratones:- a pesar de su fama de ladinas- por la zorra votaron las gallinas;- la paloma inocente,- inocente votó por la serpiente. – Las moscas, nada hurañas,- querían que reinaran las arañas;- el sapo ansía y la rana sueña- con el feliz reinar de la cigüeña.

Con  un gusano me topo – que a votar se encamina por el topo; – el topo no se queja, mas su voto – su voto se lo da a la comadreja.

Los peces, que sucumben por su boca,- eligieron gustosos a la foca;- el caballo y el perro, no os asombre,- votaron por el hombre.

Y con dolor profundo- por no poder encaminarse al trote,- arrastrábase un asno moribundo- a dar su voto al zopilote.

Caro lector ¿qué inconsecuencias notas?- Dime… ¿no haces lo mismo cuando votas

¿Ustedes, mis valedores, qué le contestan al versificador?

Y este mensaje que yo aplico al «renovado» PRI de vuelta en Los Pinos, dirigido a quienes, a querer o no, seremos sus gobernados:

«En el PRI cumplimos lo que prometemos.

Sólo los necios pueden creer que

no lucharemos contra la corrupción.

La honestidad y la transparencia son fundamentales

para alcanzar nuestros ideales

Demostraremos que es una gran estupidez creer que

las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos.

Aseguramos sin resquicio de duda que

la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.

Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean o añoran que

se puede seguir gobernando con las mañas de la vieja política.

Cuando asumamos el poder haremos lo imposible para que

se acaben las jubilaciones de privilegio y los negocios.

No permitiremos de ningún modo que

los niños mueran de hambre.

Cumpliremos nuestros propósitos aunque

los recursos económicos se hayan agotado.

Ejerceremos el poder hasta que

Comprendan desde ahora que…»

Y ahora, al llegar a este punto lean la nota a la inversa, del último al primer renglón. ¿El resultado? Y pensar que fueron 18 millones de votos y que nosotros, las minorías… (Ah, México.)

Rencoroso y terrible

Y algunos de nuestros soldados decían que aquello que veían si era entre sueños.

Tal cuenta Bernal Díaz, sus pupilas encandiladas a la vista de una ciudad cuyas torres, cúes, muros de calicanto y pirámides se erguían sobre el espejo de la laguna. México-Tenochtitlan. Siglos y décadas más tarde, un cierto conquistador conquistado clamaría en un su poema que tituló México:

Eres antiguo horror de cumbres – que se asombran batidas por pirámides – trueno oscuro de selvas observadas -por cien mil ojos lentos de serpientes.

Tal fue Rafael Alberti, poeta español que primero nos conoció por los ojos de Bernal Díaz y más tarde paso a paso por el país. El poeta tornaba de una errancia hasta donde lo arrojara la bota del Franco dictador. En 1935 reseñó su encuentro -su encontronazo- con este México que él miró aún con jota, y cuyos conceptos, a mi ver, adquieren renovada actualidad hoy día que miro (CIA, DEA, FBI) la presencia encimosa del gringo sobre nuestro país. Y qué intensas y viscerales las impresiones que le produjo el choque con la tierra que conquistó la tizona de un cascorvo al que auxiliaron el Tonatihú de la barba bermeja y detrás arroyos de cempoaltecas ardidos  y  tlaxcaltecas salidos de madre. Retazos de crónica y de poema:

“El Méjico de Bernal Díaz está vivo, como él, pero dentro de un Méjico de hoy. Por eso mi encuentro con Bernal Díaz no es el tropiezo con un muerto, ni siquiera con un resucitado. Es el encuentro con la realidad viva, palpitante, en movimiento».

Así, de asombro a deslumbramiento, el poeta recorre la vieja y la Nueva Españay una ciudad de México todavía a la medida de sus habitantes, y reconoce que no puede asimilar, de un solo golpe, el encontronazo con esa realidad mexicana que se ha topado tan de repente:

“Triste historia es mi aventura, comparada con la de Bernal. Yo no libré batallas con los mejicanos, porque me rendí al primer día. Pero me incorporé enseguida con todo mi entusiasmo a la ebullición de su sangre, y mi aventura mejicana, como sucede en las más fabulosas y secretas, no la puedo contar todavía».

Pero la cuenta, y se pone a discurrir, a lo apasionado, sobre el nacimiento de nuestro mestizaje, y aun se permite especular con eso que ha venido a tornarse lugar común: que por conjurar el terror a la muerte la hacemos calavera de azúcar y la engullimos entre carcajadas, válgame..

De la vecindad con el gringo vecino y distante: “Los problemas actuales de Méjico no se presentan ya a punta de lanza. Son los problemas internos de soberanía e independencia económica. Su nacionalismo revolucionario no son palabras sin sentido, si los hechos las van cumpliendo como se espera».

Contra los gachupines que alambican – residuos coloniales por sus venas – prepara tu fusil. Tú eres el indio – poblador de la sangre del criollo – Si él y tú sois Méjico, ninguno – duerma, trabaje, llore y se despierte – sin saber que una mano lo estrangula…

“En el exterior, Méjico es el único país americano capaz de oponerse a la gente del norte y reconquistarse. Temible, hermético, violento, rencoroso, no ha perdonado a los conquistadores. Y este sentimiento lo padece el criollo, descendiente  del encomendero; y lo padecen visitantes como Valle-lnclán, quien se hubiera batido contra Hernán Cortés hasta perder el otro brazo, y lo padecí yo, y hoy quizá lo padecería el mismo Bernal Díaz, si advirtiera la invisible presencia del pabellón yanqui en Méjico«.

¡Contra el gringo prepara tu fusil. No te resignes!

¿Con Peña? ¿Con ese? (Uf.)

Perito en odios

Que en medio de la noche y de un bosquecillo de pinos, dije a ustedes  ayer, se alza un bunker custodiado por escuadrones de sardos y policíacas equipados con fauces de alto poder, que tal es el tamaño del miedo que acogota al impostor. En el intestino grueso del bunker el susodicho padece en sueños un fiero tropel de pesadillas que lo cimbran y estrujan, lo acalambran y fuerzan a clamar al cielo implorando un milagro ahora que va a tener que abandonar el bunker y buscarse un escondrijo lo  más distante posible de toda esta gente a la que haiga sido como haiga sido  tanto agravió con su llegada a los pinos. Por ahí va la cosa.

. Que en su auxilio acuda el celeste espíritu que su devoción de hijo predilecto del Verbo Encarnado haya merecido, suplica en sus pesadillas. El tocayo San Felipe de Jesús, pongamos por caso.

Y sí, ocurrió entonces. Qué milagro no implore un beato del Verbo Encarnado que no le conceda el Altísimo. Ahí, de repente, al conjuro del angustiado, en la evanescente región de las pesadillas se produjo el portento: arropado en capullo de vivas llamas, entre acezantes hocicos de lumbre y apestoso a azufre casi tanto como el que en su  pesadilla  convocó al ángel de lo sobrenatural, el espíritu de ultratumba que el dormido merece ascendió hasta el cubil escondido entre los pinos.  “¿Quién osa llamarme?”

«¿Eres tú el que merezco? ¿Eres Miguel Arcángel, vencedor del Maligno? ¿O eres el propio Maligno?  Como que tu cara me resulta conocida.

«Soy el espíritu que mereces, un perito en odios, desprecios, aborrecimientos. Mírame bien».

«¡Pero si eres Díaz Hordas! Yo esperaba que en mi auxilio viniera el propio  Verbo Encarnado.

Tal es el espíritu que merece el chaparrín. ¿Quién osa mentarlo en sus pesadillas? ¿Quién ha invocado a Díaz Hordas, el más despreciado de los mortales?

Tufos, tizne, pestilencias. Manos chorreantes de sangre, sangre inocente, sangre de «daño colateral». Díaz Hordas. Al  conjuro del nombre, el chaparrín de la pesadilla clama, acalambrado, desde el mero cogollo de la esperanza:

“Espíritu del mal, santo señor de los despreciados, patrono de los abominados, libérame del aborrecimiento general,  Díaz Hordas bendito».

Los del bajo vientre se le acalambran. Retortijones. Aires que apestan a azufre.  “Tú que supiste del odio popular, que en vida y muerte padeces la repulsa general, que en el recuerdo de tus paisanos serás el maligno per secula seculorum, y que de eso  tuviste que morir, de maligna dolencia en el seculorum. Diaz Hordas, auxíliame».

Eso, en el bunker. Acá,  afuera,  ante unos habitantes insomnes frente a la realidad objetiva de todos los días y de todas las noches, en calles y callejones el santo y seña  de la ciudad: repicar de bombazos, crepitar de incendios, tableteo de armas de alto poder, granadas de dispersión y apagados gritos, órdenes, retemblar de disparos, pánico.  Y rápido, a recoger descuartizados, descabezados, colgados en los puentes del periférico.  ¿Cuántos esta vez..?

Silencio. Luego un aullar de bestias montaraces y ese relámpago en seco. Ave María. En el intestino grueso del bunker se va a producir el milagro mayor. Milagro de pesadilla, pero milagro.

«Así que el bendito Díaz Hordas es el celeste espíritu que merezco…

“Yo, sí, el matancero y perito en odios multitudinarios. Yo, que tras de la carnicería viví –si aquello haya sido vivir- apestado, execrado, canceroso (porque al que obra mal se le pudre el seculorum). Este que ahora soy viene en tu auxilio. Levántate y anda”.

(Mañana.)

Las tandas de La principal

Edificante espectáculo ese que cimbra a estas horas soportes y lonas de La Nacional, con unas tandas donde tanto roban (cámara)  equilibristas y saltimbanquis, el maromero y el transformista, el profesional de la cuerda floja y del  pastelazo. Los payasos del circo.

Dije circo, y la evocación  me llevó al tiempo de mi niñez. De repente la memoria se me alumbró con entrañables imágenes del circo trashumante de mi niñez. Qué tiempos. Qué joven fui una vez. El niño que fui hace carretadas de tiempos, de vidas. Y qué evocación de la magia circense, esa magia intemporal que exuda la carpa con tufo a pelambre de león y tigre enjaulados, de contorsionistas  y águilas humanas…

El circo, encanto secreto que encandila al niño que se nos quedó así de virgen y así de inocente dentro de cada uno. El Brothers Hermanos,  errante espectáculo que hollando los bajíos de la memoria de tarde en tarde cruza la noche de nuestros años primeros, en el filo de la duermevela donde desfila, en los sueños soñados despiertos, esa caravana de alucinación que cruza nuestra niñez y se nos queda, raigón de magia y encantamiento, junto a las consejas de la abuela, los primerizos amores –zozobra y temblor- con la vecinita, y la tonada de cuna que nos solía cantar Tula, mi madre.  Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…

La magia del circo, su tufo de exóticos animales, garra, joroba y moteada piel; ojos de ferocidad y espantables rugidos que ponen el pánico en el  niño que a todo vivir  deshoja  la flor de su edad, que es la del candor y, apreciable virtud, de la credulidad. Desde sus jaulas las fieras nos hablan (nos rugen) de tierras ausentes, de mundos que vienen quedando al otro lado del mundo; fieras que hasta antes del circo sólo habíamos entrevisto en el libro de estampas y en la cena neoliberal: el tapir, el jaguar, el dromedario que, de jorobado, simula ser el nahual (¡no anual, nahual! Computadora estúpida, no me corrijas. ¿De mitología meshica quién va a saber más,  yo o Bill Gates?); nahual, decía, del obrero en los tiempos del “presidente del empleo”, y el camello también, que en su doble  joroba viene a representar no al obrero, sino lo más ardoroso: a esos hijos de la desdicha que son los desempleados de mi país. Es México. Son sus galletas de animalitos.

El circo. A su contacto fui niño otra vez,  limpio de costras y costurones que va dejando en nosotros, negra viruela, el áspero oficio del diario vivir, con lo que ello supone de ilusiones fallidas,  malaventurados amores y mal saturadas heridas después del desamor de Martha, la ausencia de María y el conflicto con la Verónica (tomé puros nombres a tí cercanos, Nazareno, tú me has de perdonar), y tantas heridas y sangraduras, tantas mataduras y lobanillos y jiotes sentimentales…

Un domingo en la tarde me tiré al ruedo (el de tres pistas.) Al entrar vínome a recibir la tufarada a camello y tigre sarnoso, que es decir a visión y revisión de mis años muchachos, y en la tarde festiva  fui niño otra vez, y otra vez ingenuo, y por eso mismo feliz, o casi, y de nuevo percibí en mi boca el sabor de la risa, aquí en este México nuestro donde tan pocos motivos nos van quedando para reír, que los dichos y hechos de los cirqueros de La Nacional no nos invitan a la risa sino al rencor y la verguenza, propia y ajena. En fin, que ya en la carpa me acomodé en un asiento de pino que, como Los Pinos, se comienza a apolillar. Sin más. (La fabulilla, después.)

Destazadero

Aquí el final de la pesadilla del bunker arropado en los pinos.  Porque, a querer o no,  es el final. Con sólo resistir de aquí a diciembre, total…

En su pesadilla el chaparrín convocó al Verbo Encarnado. No él, sino el perito en desprecios y aborrecimientos se le apareció en sueños, que el del bunker no mereció más. «Vámonos, toma mi mano».

«¿A dónde me lleva, Díaz Hordas

“A agasajarte con lo que por falta de méritos no has conocido.Toma mi mano”.

«Se resbala, señor. ¿Se la untó con aceite de cocina? Huelen a…»

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por las jetas. (Hasta el bunker, como gritos de parturienta, un aullar de sirenas de ambulancia en contrapunto con las sirenas de los vehículos policiales. En los bandazos del viento, tufos de sangre. Fresca, recién derramada.)

“Vamos a donde escuches el son deleitoso de los aplausos, las aclamaciones. Levántate”.

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por unos labios de este grosor.    “Usted bromea. ¿Aplausos a mí? ¿Aclamaciones a mi persona? Tendría que escucharlos en una grabación, detrás de vallas de acero y de una muralla de lomos y nalgas verde olivo que me traen de huelegases”.

Pero, mis valedores, ahí fue. En sueños, el malquerido fue transportado por el Mefistófeles cimarrón a través del éter hasta la ceja de alguna barranca umbría repechada entre roquedales. Ahí Fausto y su Mefistófeles de masquiña hicieron pie.            “Los lugareños la nombran Barranca del Eco. Es aquí donde yo, en vida –vida es un decir-, después del destazadero venía a consolarme solito. Masturbación mental. Pon atención”.

Y acercándose al filo de la barranca, el aborrecido de Tlatelolco toma aire y se echa a aplaudir mientras grita a todo vuelo de voz: “¡Vivaa Díaz Hordaas!”

La Barranca del Eco, entre lúgubres desgarramientos: “¡Ívaa-Íaz-ordaas!” Y aquellos aplausos, ecos de aplausos, ecos de ecos. “¿Ves qué fácil? Anda, hazte ovacionar de gratis. Una vez en tu vida date el agasajo».

Y sí, dicho y hecho. A la tentación de las ovaciones y en la medianía de la pesadilla (el manchón en la almohada; babilla verdinegra, espesa), el despreciado del bunker se acerca a la ceja de la barranca, enarca la ceja zurda, se suelta aplaudiendo que hagan de cuenta que llegó Obama,  y  se pone a ulular, voz, estridente: “¡Amigas, amigos, viva el presidente del empleo!»

Y aquel batir de las palmas. Se frena. Aguza la oreja. Nada. «¡Viva el presidente abstemiooo!»

La Barranca del Eco, silencio. ¿Huraña, hostil, caprichosa?

“¡Viva el presidente que cumplió todas sus promesas de campañaaa!»

Como asqueada ante la tufarada de mal aliento, la barranca reprime sus ecos.

“(Ni esto mereces», piensa Díaz Hordas.) «Anda, inténtalo otra vez. ¡Pero con huevos!”

Traga aire. Desconfiadón: “¡Viva el presidente de los pobresss!” Y sí esta vez. Al grito del chaparrín  el mundo mineral (peña viva, peñascales) le arroja, a pulmón de roca, el bofetón en la cara:  “¡Vivan-los-muertos-que-cargas-en-la concienciaaa!»

Y qué claridad, cuánta contundencia. A la desesperada, contra el roquedal su aliento corrompido:  “¡Viva el presidente que combate la corrupciónnn!» El roquedal: “Viva-tu camposanto-particular-de-60- mil-muertosss!»

Díaz Hordas observa de reojo al chaparrín. (Y luego dicen que el matancero fui yo). Reprime el asco. «Inténtalo otra vez».

«¡Viva el presidente que defendió la soberanía nacionaal!»

Y fue entonces. La Barranca del Eco: «¿Quieres-aplausos? Anda-a-que-te aplaudan-tus-víctimas, matancero-de-miércoles!»

Era jueves. (En fin.)

Destino de pueblos débiles

Así que ya hay sucesor en Los Pinos. El PRI-Gobierno regresa, quién lo dijera. El Tricolor, ¿un partido de Estado, como en los tiempos antiguos? ¿Dictadura perfecta, una vez más? ¿De quién es el mérito? ¿Culpa de quién o de quienes? Porque de lo ocurrido debe haber responsables. Las masas sociales, por supuesto. Todos nosotros,  a querer o no.

En fin, que el país tiene ya  sucesor, un Peña incoloro, desdibujado, del que por ahora  poco hay qué comentar. Tarea va a ser de los medios de condicionamiento de masas forjarle carisma y una estatura de estadista que va a durarle seis años, y yo digo a los abatidos por los resultados de la votación:

Otro debió ser el elegido, a juicio de tantos, pero ánimo, no lacerarse en demasía, consolarse con la reflexión: ¿el desteñido sucesor podrá y  querrá sobrepasar el tope de los más de 60 mil cadáveres del Verbo Encarnado?

Y ya puestos en plan de especulación: ¿vuelve la dinastía tricolor? ¿Tapado, dedazo, delfín? Pienso, al respecto, en los comentarios entre burlescos y escandalizados que la sucesión presidencial provocaba en los observadores extranjeros. En el hispanófobo  Samuel P. Huntington, pongamos por caso:

 “Los presidentes mexicanos son seleccionados a través de un complejo y misterioso proceso dentro del partido oficial, al que se le denomina auscultación. Aquí entran recomendaciones, consultas, discusiones y el consenso general del actual presidente, quien desempeña el papel principal”

La revista Look:  “Este arrogante cambio de un gobierno nacional tiene lugar dentro de uno de los instrumentos políticos más deformes e intangibles, pero disciplinado y efectivo que haya ideado hombre alguno: el PRI.

La revista francesa América Latina: “La diversidad de las corrientes políticas que se sienten en el seno del PRI no impide una absoluta solidaridad en el momento de decisiones capitales. La nominación de un candidato es hecha en forma ardua, proceso que provoca muchas veces profundas tensiones internas. Pero cuando la decisión se ha tomado, la unidad se acentúa en torno del hombre que deberá ser el candidato del PRI a la presidencia de la república».

Y otra más. ¿Peña el borroso logró reunir los requisitos básicos de un aspirante presidencial? «El candidato debe contar con la aceptación del presidente en turno.

Deberá encontrarse en perfecto estado de salud y no ser violentamente feo. A pesar de que se le considere muy hombre no deberá ser muy macho. Será un hombre de familia, con una esposa que se interese en los asuntos públicos y políticos del país, pero sin interferir de forma decisiva en ellos. No ha de ser  extranjera. Norteamericana, mucho menos.

La religión del presidenciable podrá variar del catolicismo romano a la del libre pensador; pero en forma alguna ser un fanático.

Deberá ser conocido nacionalmente, y tener el consenso de los principales grupos políticos y sociales del país. No podrá identificarse profundamente con alguna de las alas extremistas del PRI, la derecha o  la izquierda.

Al joven mexicano que diga: quiere ser presidente algún día, se le juzga no como un patriota, sino como un idiota. Si abriga esa ambición debe disimular sus pensamientos, ingresar a la burocracia del PRI, trabajar con obediencia y confiar en la suerte».

Mis valedores: ¿han vuelto esos tiempos que imaginábamos en el desván de la historia? ¿Eso, y no más, merecemos? ¿A un Peña incoloro, quintacolumnista de la televisión en Los Pinos?  Destino de pueblos débiles, que se niegan a pensar. (Trágico.)

Delirante

De un caserío que se arropa en cierta hondonada hablé a ustedes ayer, y de La  Mansión donde los restos del monstruo aquel se tornaban polvo en su nido de telarañas y raso descolorido.  Por luchar contra tal demonio compartí el terror con los lugareños hasta que  la muerte de mi única en los colmillos del tal me forzó a huir del horror. Pero ellos se había decidido…

Que se congregaron todos y entre todos lograron dar muerte al endriago, supe después. Que aplicaron la fórmula que les reveló alguno luego de llorar sobre las flores de la tumba recién abierta. Los lugareños, medrosos y renuentes a la acción colectiva, se decidieron. Al rayo del sol y dándose valor unos a otros ascendieron al crestón y con la estaca de punta afilada penetraron en el nidal del dañero, dormido a media mañana.  Por alguno lo supe:

– Afuera brillaba el sol, pero adentro todo era oscuridad. Afuera ni una nube empañaba el azul,  pero en el salón de cortinajes decrépitos y a través de una ojiva se advertía la nublazón. Afuera vientos de  polen, perfumes, feracidad. Adentro, olor a cadaverina. Fatigados al esfuerzo de la ascensión, unos a otros nos veíamos lívidos. Pero la estaca en mitad del sueño y del corazón, aniquilamos al demonio de los colmillos ávidos. Ahí el engendro, reducido a huesos resecos y carnes amojamadas. No más.

Pero qué experiencias perduran en la memoria de algunos. Después de años de malvivir velando a las víctimas, en poco tiempo (¡la memoria del payo!) el engendro derivó en folklore, color local, espantajo de folletón, señuelo para turistas. Sólo algún viejo solía recordar las noches de desgarramientos que asolaron la región, el horror y el espanto, las sartas de ajos, el ensalmo, el crucifijo. ¿Entonces?

¿Cómo es que el endriago no pasaba de amable conseja en la tertulia familiar? Como existir, sí existió el demonio, dicen los payos, pero su mundo ha sido desintegrando. Y sonriendo requieren la copa y la romanza de amor. Alguno ensaya el pasillo de baile, tarareando la tonadilla que les enseñó el juglar trashumante, y al arcón de los cachivaches la leyenda de La Mansión. Pero aberraciones del payo…

Fue  esta medianoche, yo de vuelta al poblado y a la tumba de mi única, muerta por unos colmillos hincados en la yugular. Congregados los lugareños, antorcha en alto, enfilaban a La Mansión. ¿A qué, ya destruido el engendro?

Hasta mi ventana entreabierta se alzaba el rumor de los pregones con que mutuamente se jaleaban. ¡Entonces lo supe! En el cielo un renegrido nuberío. Retumbaron los primeros truenos. El zigzag de un relámpago primerizo. Y el firmamento se derrumbó sobre el caserío.

Después… a los relámpagos columbré las siluetas de los  payos que regresaban de La Mansión. Algunos la porra, el cohetón, la tonada juguetona. Porque ahí lo inaudito:  al juzgar que ya no entrañaba peligro ninguno los payos, acuerdo de todos, sacaron la estaca a los restos del vampiro de La Mansión. Revivió. Rejuvenecido. Abrió los ojos. Les sonrió. Los halagó. Les prometió una vida de bienestar.  Los colmillos apenas se le insinuaban…

Yo, estremecido, requerí el crucifijo y  los ajos. Porque el vampiro ha tornado a su vida viciosa y perjudicial y el peligro se cierne sobre el caserío de los insensatos. ¿Y la memoria histórica? ¿Pues qué, para esta clase de payos todo es inútil? Lástima de los otros,  quienes sí  ejercen el ejercicio de pensar…

Es noche cerrada, de insomnio para mí. Rayos y centellas chicotean el poblado. Allá, afuera, un furioso batir de alas. (PRI.)

Los muertos no nos asustan

Y la memoria histórica, que no se nos vaya a morir. Hoy se cumplen 17 años  y 5 días de que  en el Vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, Gro., la metralla de la Policía Motorizada destazó  las carnes (premeditación, alevosía y ventaja) de militantes de una Organización Campesina de la Sierra del Sur a la que diezmaron a fuego, sangre y dolor. Fue aquel un tiradero de cadáveres y heridos que aventó al duelo a deudos, viudas y huérfanos. Presente en la carnicería, un a modo de representante oficioso del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer: Sotomayor Espino, Rodolfo, sub-procurador del Estado. Días después, a nombre de los matanceros, iba a declararlo el sub-procurador de marras:

– Si yo acudí a Aguas Bancas fue por órdenes del ahora ex procurador Antonio Alcocer Salazar.

Y ya.El que protegió al ex-gobernador Figueroa para que no fuera procesado como responsable de la matanza fue el propio Sistema de poder. Ese al que señalaron de autor intelectual de la masacre tenía un compadre en Los Pinos, Ernesto Zedillo. Ante la acusación de su subalterno,  se defendió en 1997 Alcocer Salazar:

– ¡Yo rechazo cualquier responsabilidad penal en la matanza de Aguas Blancas, ni tengo idea de cómo pueda ir el caso! Yo estoy alejado del asunto, no tengo ni la menor idea. Yo ahora soy comisionado del PRI en Chilapa…

Y lo que va de ayer a hoy: en noviembre de 1995 y a nombre de algún organismo defensor de derechos humanos se encrespaba una Mariclaire Acosta enérgica y decidida  hasta que caer de funcionaria foxista le melló el filo:

– ¡Rubén Figueroa es un asesino! El compadrazgo entre Rubén Figueroa y Ernesto Zedillo es un obstáculo para la aclaración y castigo de todos los hechos violentos registrado en Guerrero. A mí me parecería muy lamentable que todo un Presidente de la República apoyara a un asesino como Rubén Figueroa, y esto sólo porque es su compadre.

Todavía hoy (todavía hace lustros) para defensores de los derechos humanos de aquí y el exterior “lo sucedido en el vado Aguas Blancas no es un hecho aislado. Desde que Rubén Figueroa, compadre de Ernesto Zedillo, asumió la gubernatura (1º. de abril de 1993), habían sido asesinados 70 miembros del Partido de la Revolución Democrática  y 21 integrantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur; han desaparecido decenas de opositores; tan sólo en el municipio de Atoyac de Alvarez se han registrado más de cien  asesinatos y 23 secuestros en 22 meses”. Detrás de las cifras  la absoluta impunidad, la desidia del paisanaje,  el olvido y la paz. La de los sepulcros. Es México.

Pero la lucha de deudos y víctimas continúa: México, marzo de 1996. En nombre de las viudas y familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paula Galeana Baltasar entregó una carta al Sec. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, para solicitar su intervención ante el Pres. Zedillo en procura de justicia. ¿Y? Ghali, en silencio, guardó la carta. Mientras, J. Rubén Catalán, Sec. Gral. del gobierno de Rubén Figueroa, regresó a su notaría de Acapulco, donde seguía dando fe pública como notario. Y la paz.

Noviembre de 1995. Fidel Velázquez acudió al palacio de gobierno para dar todo el apoyo de la CTM a Rubén Figueroa:

– ¡Usted, señor gobernador, sabe que a nosotros los cetemistas no nos asustan los muertos! ¡Ojalá que los demás gobernadores hicieran lo mismo que hizo usted, caiga quien caiga!

México, 28 de junio de 1995. Vado Aguas Blancas, ¿ya lo olvidamos? ¿Y Acteal, y El Charco, y El Bosque?  Es México. (Qué país.)

«¡Figueroa asesino!»

«¡Tú matas campesinos!» Y para el sucesor en Los Pinos, la memoria histórica. Acapulco, Guerrero, 28 de junio.

– Conmemoramos este 17 aniversario de estos 17 compañeros asesinados  en Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez. Este es un pequeño homenaje a estos mártires.

Los manifestantes reclamaron que ni el ex-gobernador Rubén Figueroa Alcocer ni el finado general Mario Acosta Chaparro fueran castigados por la justicia. Mis valedores:

Hace 17 años, 17 campesinos fueron asesinados y 23 más heridos en Aguas Blancas por policías del gobierno de Rubén Figueroa.  De los autores intelectuales de la masacre del dos de octubre de 1968 uno de ellos sintió todo el peso de la justicia, por más que a décadas de distancia del reguero de cadáveres desparramados en Tlatelolco. Por sentencia del juez respectivo, Luis Echeverría fue condenado a arresto domiciliario. ¿Es válido suponer que a Figueroa Alcocer,  ex gobernador de Guerrero y autor intelectual de la masacre de Aguas Blancas perpetrada el 28 de junio de 1995, la justicia lo va a castigar con arresto domiciliario dentro de algunas décadas? Para recordar, a la distancia de 17 años,  la matanza de campesinos…

Hoy hace ya 17, con 4 días,  de que  el vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, se engrifó de cadáveres masacrados; una masacre, la de Guerrero, que presagiaba la de Acteal, El Charco y El Bosque,  en Oaxaca y Chiapas, y tantos crímenes más, impunes, como los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, y el Edo. de México. Mis valedores:

Por que la memoria no se nos muera y por que sepamos a qué atenernos en relación al esclarecimiento de los tantos crímenes que claman justicia: el entonces presidente Zedillo prometió hacer pronta y expedita justicia. Sobre la testa de los asesinos iba a caer todo el peso de la ley y todo el rigor de la justicia. Once años pasaron, llegaron los gobiernos de Fox y el Verbo Encarnado,  ¿y?

Lo publicó en su momento el periodista Carlos Ramírez: «El día de su destape Zedillo acudió a una fastuosa residencia y fue recibido por el propietario: el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Alcocer, su compadre».

No mucho tiempo después iba a ocurrir que Anacleto Ahuehueteco, Simpliciano Martínez, Clímaco Martínez y una docena más de paisanos, militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, iban a ser minuciosamente masacrados a mansalva por las balas de una Policía Motorizada que (órdenes superiores) les disparó a discreción. Detrás estaba un personaje para tantos guerrerenses siniestro, hijo siniestro del siniestro de todo Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa: el Figueroa Alcocer compadre del dicho Zedillo. De espectador, con las balas del gobierno sembrando el almácigo de muertos, Rodolfo Sotomayor Espino, sub-procurador de Justicia de GuerreroSecretario Gral. de gobierno con Rubén Figueroa era J. Rubén Robles Catalán, y un Antonio Alcocer Salazar el Procurador de Justicia estatal. Hoy, intocable e intocado, el compadre que señalan como autor intelectual de la masacre sigue, en libertad, administrando sus negocios camioneros, uno de ellos con PEMEX.  Es México.

A 17 años justos (injustos, por la impunidad de que disfrutan los  responsables del sembradío de cadáveres), todos los implicados andan en  libertad. Yo, para apuntalar una memoria histórica que en el paisanaje es tan sutil, tan efímera y vulnerable, planto aquí algunos datos de lo que una vez rematada la labor de los matanceros ha ocurrido a nivel de justicia. (Sigo mañana.)

Nada hay nuevo debajo del sol

Cuando se aproximan las elecciones la política entra en celo y los políticos se animalizan y no atienden a nada que no sea el orgasmo electoral.

Porque nos puede servir de contexto, mis valedores. Dicho hace seis años en nuestro programa Domingo 6 (Radio UNAM),  ¿difiere de lo que hoy se afirma o se niega en la estridencia verborreica del gradualismo, del  cortoplacismo? Juzguen ustedes.

Y cuántos barriles de tinta, cuántos charcos de saliva se arrojan en el análisis del tinglado que el Sistema de poder la levantado para remachar la manipulación de unas masas ávidas, dependientes y desprotegidas, con nuevas paladas de carbón a la caldera politiquera  que acaben de  enfervorizar a los esperanzados a favor de este y en contra de aquél de los cinco candidatos no de todos nosotros, sino del Poder. El enajenado con la política de corto plazo:

– ¿Para ti quién ganó el debate? ¿Afectó la ausencia de López Obrador? ¿Y las propuestas de Campa, de Patricia Mercado,  de Calderón? ¿Tú le crees a Madrazo?

Al hipotético preguntón le respondo: ¿qué dice, al respecto, la historia? ¿Del primer Nopalito al actual se ha producido ese cambio que de aquel Pascual al  Vicente de hoy día prometieron a las masas sociales? ¿De Ortiz Rubio a Fox cuánto se ha depreciado el poder adquisitivo del asalariado y crecido el de los Slim? Los candidatos, ¿son nuestros candidatos, líderes naturales que  desde la fábrica, la oficina, el pequeño comercio o el agro, han venido trabajando con nosotros en la tarea de modificar para el bien colectivo las condiciones dificultosas del paisanaje? ¿Los candidatos, por contras, no lo son de los partidos políticos? ¿Son de la base social de los tales partidos o de la cúpula? ¿El Poder es aliado nuestro en la tarea de lograr ese cambio histórico que con tanta urgencia necesitamos, o es enemigo histórico de ese cambio, que significaría sustituirlo por un gobierno al que habremos de obedecer como sus mandantes? Ese cambio, ¿es tarea del Sistema o de todos nosotros? El insistente:

– ¿Pero en el debate del pasado martes quién resultó vencedor?

– Pregúntele a su vecino, a su pariente, al compañero del taller o la oficina.

– ¿El tiene cultura política y está autorizado para darme una respuesta satisfactoria?

–  El sabe tanto como usted mismo, pero escuche su respuesta y sabrá que su criterio político, como el de todas las masas del país, está perfectamente moldeado,  modelado y condicionado, por los voceros oficiosos de radio, medios impresos y, sobre todo, de Televisa y TV Azteca. Pero eso sí: cada uno de los que den a usted su opinión van a estar convencidos de que tales son sus opiniones, no las de los enajenadores de radio, periódicos y televisión.

– Bueno, sí, pero el debate.

– Copia de prácticas gringas, que una claque política tan mediocre como la mexicana no es capaz de crear, además de que la condiciona su vocación colonial.

– Pero la votación…

– La votación. Los votantes tenemos plena libertad de elegir al candidato que nos ofrezca los mejores proyectos de gobierno, pero no el poder para obligar al  candidato a que  cumpla sus compromisos de campaña. ¿Qué nos dice la historia en torno a promesas y realizaciones de LEA, JLP, el primer mediocre de las cejas alacranadas (De la Madrid) y Salinas, Zedillo, Fox?

Pero el esperanzado irredento: Bueno, sí, pero con AMLO va a ser distinto. O con  Madrazo, Patricia Mercado, Campa Cifrián. ¡Con el chaparrito Calderón ya la hicimos! Tan buena gente como parece…

Es México. (Mi país.)

El orgasmo del voto

En las elecciones los políticos mexicanos creen que pueden ganar, y el olor de la victoria los empuja a arrollarlo todo. Buscan con desesperación el orgasmo de los votos, y como se están disputando a la hembra electoral, rechinan los dientes amenazantes, lanzas acometidas salvajes y tiran zarpazos sin recato alguno.

(L.M. Anson, citado por F. Arreola.)

A tiro de piedra, mis valedores. Nuestro voto se ubica a la distancia de cinco días del siguiente domingo, cuando todos los votantes vamos a sufragar. A cruzar una papeleta, y ya. Es todo. Ahí termina el papel activo de las masas sociales en el terreno del ejercicio político que se rige por el sistema de la democracia representativa. De ahí en adelante el  triunfador en los comicios va a mandar sin obedecer, y los votantes a obedecer sin mandar. Democracia representativa.

En fin. La caldera político-electoral se requema en plena ebullición, con una presión tal que  la  aguja marca la línea roja. Ya irá cediendo de manera paulatina y aminorando los hervores, y lo inevitable: muchos de los votantes caerán en la exaltación y otros tantos en la inconformidad o la resignación.  Qué más. Qué otra cosa se puede esperar de esa maniobra ambigua que los mercachifles nos han vendido,  carísima, por democracia.

Eso, a partir del domingo próximo. Por hoy, mientras tanto, el ánimo colectivo  anda a estas horas bailando al son que le toca la diarrea de opiniones, consideraciones  y puntos de vista que se generan en radio, televisión y medios impresos, y al ritmo del son verborreico la masa social ya se alegra o se enfurece, ya se alienta o desanímase, sin detenerse a reflexionar en qué medida piensa con cabeza propia o ajena, y que el suyo puede ser un estado de ánimo inducido por intereses ajenos; contrarios, incluso, a los de las masas sociales.

Hoy, por lo pronto, padecemos el tiempo de las encuestas, imitación servil de sistemas políticos como el del vecino imperial. A estas horas nuestro país se estremece y convulsiona al sonoro rugir de la encuesta de opinión. «¿Qué opina usted de..?»  Esto, cuando otra debe ser la pregunta fundamental: «¿Sabe usted algo del tema?» Y una más: «¿Usted qué sabe del tema

Pero no. Nuestro amor propio nunca se privaría de contestar cualquiera de las preguntas de cualquier entrevistador sobre el más abstruso, el más complicado de los temas propuestos. «Yo opino que…»

Las encuestas. En torno a la escandalosa proliferación de encuestas que se han perpetrado, sé lo que digo, se escandaliza el matutino español:

«Los medios mexicanos están completamente inmersos en la batalla de las encuestas (…) Desde la campaña presidencial de 2000 -que acabó con Vicente Fox como ganador y supuso la alternancia de Gobierno- las encuestas electorales comenzaron a vivir una edad dorada que en la campaña de este año se ha convertido casi en una fiebre. Según los últimos datos del IFE, entre el 12 de abril y el 26 de mayo se publicaron 680 encuestas. Una media de catorce al día«.

Pues sí, pero la plaga de las encuestas no viene sola, que la acompaña un achaque más: el debate. Tres se han ejecutado, y alguno de los candidatos, al pretexto de que ese ejercicio representa un muy valioso material para que el votante posea materia de juicio a la hora de cruzar la boleta electoral (algo por demás improbable), ¡pedía una docena!

El debate. A propósito y a modo de comparación muy a propósito como para leer entre líneas: uno de los debates del sexenio anterior, AMLO ausente… (Sigo mañana.)

¿A tanto podremos llegar?

Curioso país; cuánto hay en nosotros de mágico y de infantil, de milagrero e irracional, con unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre.

Eso es lo que ocurría durante las épocas del presidencialismo autoritario, tricolor su partido político al igual que la banda presidencial,  cuando el informe septembrino se denominaba «el día del presidente», que era de porras, aplausos y besamanos. Qué tiempos aquellos, que amenazan con retornar. Hoy, para leer un remedo de informe, el beato del Verbo Encarnado se ha visto forzado a convocar a los asalariados de la nómina y con ellos encuevarse en algún recinto hasta donde no lo alcance el repudio popular. Forzada, esporádica, alguna tanda de aplausos. Y ya. Y yo les pregunto, mis valedores: ¿están por volver los carnavales aquellos que organizaban a los santones  Echeverría y López Portillo?

Pudiera ocurrir, porque eso es México, nuestro país: la tierra del santón y del taumaturgo, del mago cortado a imagen y semejanza de nuestra esperanza siempre defraudada y renacida siempre, una y otra vez. Porque el carismático sexenal (sin importar que antes de llegar a Los Pinos haya sido un oscuro burócrata sin presencia ninguna) es nuestro espejo fiel, el símbolo que hemos colocado más allá del bien y del mal durante seis años justos, ni un día más. Y qué importa que el sumo sacerdote, antes de ahora, haya existido en la distante dimensión de lo humano, de lo mediocre; de un día para otro a lo portentoso, como sucede todo en el país del surrealismo tropical, el mesías va a arrojarse a la hoguera, purulentillo Nanahuatzin de la mitología náhuatl, para renacer Quinto Sol en el cielo de Anáhuac y ejercer las artes del chamán, el baqueano, el iluminado, del ente providencial que en su palabra da la clave y la contraseña, la seña de identidad, la mañana de un primero de septiembre. Es México.

Ayer la tarde pasé leyendo comentarios editoriales del pasado cercano, y sí, todos dicen los mismos lugares comunes después de cada informe presidencial; y es verdad lo que dicen, porque en su momento lo ha sido. Porque era la misma siempre, siempre distinta porque siempre igual, la ceremonia lustral de esa resurrección del alma colectiva que se producía en nuestra tierra a cada informe de gobierno. Eran los tiempos del Señor Presidente. Era su día, ¿lo recuerdan ustedes..?

Y entonces, tras el aplauso final, ¿crisis recurrente, carestía, corrupción, desempleo? Nada nos importa nada de nada. Ya habló el Presidente, inicial mayúscula. El chamán ha encendido el fuego del Quinto Sol. México amaneció parido otra vez, con su esperanza intacta. Y ya. Todo con el hechizo de un informe presidencial.

Era placebo para las masas sociales. La autosugestión, de no haber algo mejor a la mano. Cuánto fui a echar de menos la tarde de ayer el rito anual del informe que rendía puntualmente “nuestro Señor Presidente”, y su delirante ciclón  de datos y cifras estadísticas (ver anexos), y el éxtasis de una claque enajenada en frenesí de  vivas, aplausos y porras bajo un alucinante vendaval de confeti y serpentinas en medio de una borrachera de matracas y chirimías. Pienso, y el suspirillo furtivo: lo que va de Echeverría al beato del Verbo Encarnado, al que le está vedado el acceso al jacalón de San Lázaro. Mis valedores:

¿Volverán los tiempos aquellos de una claque enloquecida que puesta de pie ovaciona al priísta? Lo dijo el poeta: Mi país. Ah, mi país…

(Este, el de todos nosotros.)

Desmemoria y esperpento

¿Conque es muy posible que el PRI regrese a Los Pinos? ¿Conque la historia de   70 penosos años de presidencialismo autocrático y autoritario pueden dar en  el basurero de la historia, sin más? ¿Tornará ese estilo personal de gobernar de los Echeverría, Díaz Ordaz y congéneres? ¿Regresarán los tiempos del santón, del chamán, del iluminado, cuando la hoja del árbol político no osaba moverse sin la autorización del mesías sexenal? ¿A la distancia de 15 meses habrá vuelto para nuestro país  la parafernalia del informe presidencial con todo y su besamanos al estilo del López Portillo de la(s) pompa(s) y circunstancias? ¿Rendirá el hoy aspirante del Tricolor el rito anual del informe, con todo y su alucinante ciclón de datos y cifras estadísticas (ver anexos)? ¿Volverá el país al delirio de una claque enajenada en frenesí de vivas, aplausos y porras bajo un aluvión de confeti y serpentinas y al estrépito de matracas y chirimías? Mis valedores:

Curioso fenómeno aquel del presidencialismo en nuestro país. Curioso y un tanto inquietante. Tal fue mi conclusión ayer tarde, que pasé revisando viejos periódicos y examinando crónicas, reseñas y opiniones editoriales en torno a los varios informes de gobierno que a su hora rindieron Echeverría, López Portillo, y algunos de sus predecesores. Al final en mi ánimo quedó una leve zozobra y un tufo a temor, y me preguntaba:

¿Pues qué clase de país es este México, que así “avanza” a jalones de ritos presidenciales? Y hoy digo: ¿cómo era posible que la liturgia anual determinase en forma tan decisiva la vida pública del país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repetía esa  licuefacción de la sangre de San Genaro, ese prodigio nacional en  que la voz de un taumaturgo obraba en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, amansar rebeldías, atemperar enconos y disipar nubarrones y turbulencias que oscurecían el futuro; todo ello de un día para otro, de la mañana de hoy al amanecer de mañana. inconcebible. Este país.

Y frente al rito chamánico qué valían pruebas; que la vida de una nación depende no de un varón sino de un juego complejo y múltiple de causas y efectos, de factores internos y externos, del gobierno, la cúpula castrense, el clero político, los dirigentes obreros y los grandes capitales de aquí y del exterior. Eran los tiempos en que el país, ave Fénix, renacía año con año al conjuro de una sola voz, mágica voz,  la de un presidencialismo que amenaza resucitar. Y ante un “¡Honorable Congreso de la Unión!” y un “¡Viva México!” qué valían los hechos…

Curioso país; cuánto hay en nosotros de mágico y de infantil, de milagrero e irracional, con unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre. Extraño país que sabía transfigurarse de este día para el siguiente; que hoy anochecía oscuro para mañana renacer al modo del mundo náhuatl al calorcillo del Quinto Sol; porque la magia de un dios sexenal le dio luz y clave, le borró obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, de unas cifras, de un viva México. Otro día el país amanecía  a ser distinto y robustecido; con los mismos problemas, pero distinto. ¿La realidad objetiva? Ninguna realidad importaba, que la voz presidencial recompuso la confianza y levantó el espíritu una vez más, y nos volvió menos abrumados que el día anterior. José López Portillo, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? (De ese y alguno más, el lunes.)