Delirante

De un caserío que se arropa en cierta hondonada hablé a ustedes ayer, y de La  Mansión donde los restos del monstruo aquel se tornaban polvo en su nido de telarañas y raso descolorido.  Por luchar contra tal demonio compartí el terror con los lugareños hasta que  la muerte de mi única en los colmillos del tal me forzó a huir del horror. Pero ellos se había decidido…

Que se congregaron todos y entre todos lograron dar muerte al endriago, supe después. Que aplicaron la fórmula que les reveló alguno luego de llorar sobre las flores de la tumba recién abierta. Los lugareños, medrosos y renuentes a la acción colectiva, se decidieron. Al rayo del sol y dándose valor unos a otros ascendieron al crestón y con la estaca de punta afilada penetraron en el nidal del dañero, dormido a media mañana.  Por alguno lo supe:

– Afuera brillaba el sol, pero adentro todo era oscuridad. Afuera ni una nube empañaba el azul,  pero en el salón de cortinajes decrépitos y a través de una ojiva se advertía la nublazón. Afuera vientos de  polen, perfumes, feracidad. Adentro, olor a cadaverina. Fatigados al esfuerzo de la ascensión, unos a otros nos veíamos lívidos. Pero la estaca en mitad del sueño y del corazón, aniquilamos al demonio de los colmillos ávidos. Ahí el engendro, reducido a huesos resecos y carnes amojamadas. No más.

Pero qué experiencias perduran en la memoria de algunos. Después de años de malvivir velando a las víctimas, en poco tiempo (¡la memoria del payo!) el engendro derivó en folklore, color local, espantajo de folletón, señuelo para turistas. Sólo algún viejo solía recordar las noches de desgarramientos que asolaron la región, el horror y el espanto, las sartas de ajos, el ensalmo, el crucifijo. ¿Entonces?

¿Cómo es que el endriago no pasaba de amable conseja en la tertulia familiar? Como existir, sí existió el demonio, dicen los payos, pero su mundo ha sido desintegrando. Y sonriendo requieren la copa y la romanza de amor. Alguno ensaya el pasillo de baile, tarareando la tonadilla que les enseñó el juglar trashumante, y al arcón de los cachivaches la leyenda de La Mansión. Pero aberraciones del payo…

Fue  esta medianoche, yo de vuelta al poblado y a la tumba de mi única, muerta por unos colmillos hincados en la yugular. Congregados los lugareños, antorcha en alto, enfilaban a La Mansión. ¿A qué, ya destruido el engendro?

Hasta mi ventana entreabierta se alzaba el rumor de los pregones con que mutuamente se jaleaban. ¡Entonces lo supe! En el cielo un renegrido nuberío. Retumbaron los primeros truenos. El zigzag de un relámpago primerizo. Y el firmamento se derrumbó sobre el caserío.

Después… a los relámpagos columbré las siluetas de los  payos que regresaban de La Mansión. Algunos la porra, el cohetón, la tonada juguetona. Porque ahí lo inaudito:  al juzgar que ya no entrañaba peligro ninguno los payos, acuerdo de todos, sacaron la estaca a los restos del vampiro de La Mansión. Revivió. Rejuvenecido. Abrió los ojos. Les sonrió. Los halagó. Les prometió una vida de bienestar.  Los colmillos apenas se le insinuaban…

Yo, estremecido, requerí el crucifijo y  los ajos. Porque el vampiro ha tornado a su vida viciosa y perjudicial y el peligro se cierne sobre el caserío de los insensatos. ¿Y la memoria histórica? ¿Pues qué, para esta clase de payos todo es inútil? Lástima de los otros,  quienes sí  ejercen el ejercicio de pensar…

Es noche cerrada, de insomnio para mí. Rayos y centellas chicotean el poblado. Allá, afuera, un furioso batir de alas. (PRI.)

Los muertos no nos asustan

Y la memoria histórica, que no se nos vaya a morir. Hoy se cumplen 17 años  y 5 días de que  en el Vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, Gro., la metralla de la Policía Motorizada destazó  las carnes (premeditación, alevosía y ventaja) de militantes de una Organización Campesina de la Sierra del Sur a la que diezmaron a fuego, sangre y dolor. Fue aquel un tiradero de cadáveres y heridos que aventó al duelo a deudos, viudas y huérfanos. Presente en la carnicería, un a modo de representante oficioso del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer: Sotomayor Espino, Rodolfo, sub-procurador del Estado. Días después, a nombre de los matanceros, iba a declararlo el sub-procurador de marras:

– Si yo acudí a Aguas Bancas fue por órdenes del ahora ex procurador Antonio Alcocer Salazar.

Y ya.El que protegió al ex-gobernador Figueroa para que no fuera procesado como responsable de la matanza fue el propio Sistema de poder. Ese al que señalaron de autor intelectual de la masacre tenía un compadre en Los Pinos, Ernesto Zedillo. Ante la acusación de su subalterno,  se defendió en 1997 Alcocer Salazar:

– ¡Yo rechazo cualquier responsabilidad penal en la matanza de Aguas Blancas, ni tengo idea de cómo pueda ir el caso! Yo estoy alejado del asunto, no tengo ni la menor idea. Yo ahora soy comisionado del PRI en Chilapa…

Y lo que va de ayer a hoy: en noviembre de 1995 y a nombre de algún organismo defensor de derechos humanos se encrespaba una Mariclaire Acosta enérgica y decidida  hasta que caer de funcionaria foxista le melló el filo:

– ¡Rubén Figueroa es un asesino! El compadrazgo entre Rubén Figueroa y Ernesto Zedillo es un obstáculo para la aclaración y castigo de todos los hechos violentos registrado en Guerrero. A mí me parecería muy lamentable que todo un Presidente de la República apoyara a un asesino como Rubén Figueroa, y esto sólo porque es su compadre.

Todavía hoy (todavía hace lustros) para defensores de los derechos humanos de aquí y el exterior “lo sucedido en el vado Aguas Blancas no es un hecho aislado. Desde que Rubén Figueroa, compadre de Ernesto Zedillo, asumió la gubernatura (1º. de abril de 1993), habían sido asesinados 70 miembros del Partido de la Revolución Democrática  y 21 integrantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur; han desaparecido decenas de opositores; tan sólo en el municipio de Atoyac de Alvarez se han registrado más de cien  asesinatos y 23 secuestros en 22 meses”. Detrás de las cifras  la absoluta impunidad, la desidia del paisanaje,  el olvido y la paz. La de los sepulcros. Es México.

Pero la lucha de deudos y víctimas continúa: México, marzo de 1996. En nombre de las viudas y familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paula Galeana Baltasar entregó una carta al Sec. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, para solicitar su intervención ante el Pres. Zedillo en procura de justicia. ¿Y? Ghali, en silencio, guardó la carta. Mientras, J. Rubén Catalán, Sec. Gral. del gobierno de Rubén Figueroa, regresó a su notaría de Acapulco, donde seguía dando fe pública como notario. Y la paz.

Noviembre de 1995. Fidel Velázquez acudió al palacio de gobierno para dar todo el apoyo de la CTM a Rubén Figueroa:

– ¡Usted, señor gobernador, sabe que a nosotros los cetemistas no nos asustan los muertos! ¡Ojalá que los demás gobernadores hicieran lo mismo que hizo usted, caiga quien caiga!

México, 28 de junio de 1995. Vado Aguas Blancas, ¿ya lo olvidamos? ¿Y Acteal, y El Charco, y El Bosque?  Es México. (Qué país.)

«¡Figueroa asesino!»

«¡Tú matas campesinos!» Y para el sucesor en Los Pinos, la memoria histórica. Acapulco, Guerrero, 28 de junio.

– Conmemoramos este 17 aniversario de estos 17 compañeros asesinados  en Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez. Este es un pequeño homenaje a estos mártires.

Los manifestantes reclamaron que ni el ex-gobernador Rubén Figueroa Alcocer ni el finado general Mario Acosta Chaparro fueran castigados por la justicia. Mis valedores:

Hace 17 años, 17 campesinos fueron asesinados y 23 más heridos en Aguas Blancas por policías del gobierno de Rubén Figueroa.  De los autores intelectuales de la masacre del dos de octubre de 1968 uno de ellos sintió todo el peso de la justicia, por más que a décadas de distancia del reguero de cadáveres desparramados en Tlatelolco. Por sentencia del juez respectivo, Luis Echeverría fue condenado a arresto domiciliario. ¿Es válido suponer que a Figueroa Alcocer,  ex gobernador de Guerrero y autor intelectual de la masacre de Aguas Blancas perpetrada el 28 de junio de 1995, la justicia lo va a castigar con arresto domiciliario dentro de algunas décadas? Para recordar, a la distancia de 17 años,  la matanza de campesinos…

Hoy hace ya 17, con 4 días,  de que  el vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, se engrifó de cadáveres masacrados; una masacre, la de Guerrero, que presagiaba la de Acteal, El Charco y El Bosque,  en Oaxaca y Chiapas, y tantos crímenes más, impunes, como los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, y el Edo. de México. Mis valedores:

Por que la memoria no se nos muera y por que sepamos a qué atenernos en relación al esclarecimiento de los tantos crímenes que claman justicia: el entonces presidente Zedillo prometió hacer pronta y expedita justicia. Sobre la testa de los asesinos iba a caer todo el peso de la ley y todo el rigor de la justicia. Once años pasaron, llegaron los gobiernos de Fox y el Verbo Encarnado,  ¿y?

Lo publicó en su momento el periodista Carlos Ramírez: «El día de su destape Zedillo acudió a una fastuosa residencia y fue recibido por el propietario: el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Alcocer, su compadre».

No mucho tiempo después iba a ocurrir que Anacleto Ahuehueteco, Simpliciano Martínez, Clímaco Martínez y una docena más de paisanos, militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, iban a ser minuciosamente masacrados a mansalva por las balas de una Policía Motorizada que (órdenes superiores) les disparó a discreción. Detrás estaba un personaje para tantos guerrerenses siniestro, hijo siniestro del siniestro de todo Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa: el Figueroa Alcocer compadre del dicho Zedillo. De espectador, con las balas del gobierno sembrando el almácigo de muertos, Rodolfo Sotomayor Espino, sub-procurador de Justicia de GuerreroSecretario Gral. de gobierno con Rubén Figueroa era J. Rubén Robles Catalán, y un Antonio Alcocer Salazar el Procurador de Justicia estatal. Hoy, intocable e intocado, el compadre que señalan como autor intelectual de la masacre sigue, en libertad, administrando sus negocios camioneros, uno de ellos con PEMEX.  Es México.

A 17 años justos (injustos, por la impunidad de que disfrutan los  responsables del sembradío de cadáveres), todos los implicados andan en  libertad. Yo, para apuntalar una memoria histórica que en el paisanaje es tan sutil, tan efímera y vulnerable, planto aquí algunos datos de lo que una vez rematada la labor de los matanceros ha ocurrido a nivel de justicia. (Sigo mañana.)

Nada hay nuevo debajo del sol

Cuando se aproximan las elecciones la política entra en celo y los políticos se animalizan y no atienden a nada que no sea el orgasmo electoral.

Porque nos puede servir de contexto, mis valedores. Dicho hace seis años en nuestro programa Domingo 6 (Radio UNAM),  ¿difiere de lo que hoy se afirma o se niega en la estridencia verborreica del gradualismo, del  cortoplacismo? Juzguen ustedes.

Y cuántos barriles de tinta, cuántos charcos de saliva se arrojan en el análisis del tinglado que el Sistema de poder la levantado para remachar la manipulación de unas masas ávidas, dependientes y desprotegidas, con nuevas paladas de carbón a la caldera politiquera  que acaben de  enfervorizar a los esperanzados a favor de este y en contra de aquél de los cinco candidatos no de todos nosotros, sino del Poder. El enajenado con la política de corto plazo:

– ¿Para ti quién ganó el debate? ¿Afectó la ausencia de López Obrador? ¿Y las propuestas de Campa, de Patricia Mercado,  de Calderón? ¿Tú le crees a Madrazo?

Al hipotético preguntón le respondo: ¿qué dice, al respecto, la historia? ¿Del primer Nopalito al actual se ha producido ese cambio que de aquel Pascual al  Vicente de hoy día prometieron a las masas sociales? ¿De Ortiz Rubio a Fox cuánto se ha depreciado el poder adquisitivo del asalariado y crecido el de los Slim? Los candidatos, ¿son nuestros candidatos, líderes naturales que  desde la fábrica, la oficina, el pequeño comercio o el agro, han venido trabajando con nosotros en la tarea de modificar para el bien colectivo las condiciones dificultosas del paisanaje? ¿Los candidatos, por contras, no lo son de los partidos políticos? ¿Son de la base social de los tales partidos o de la cúpula? ¿El Poder es aliado nuestro en la tarea de lograr ese cambio histórico que con tanta urgencia necesitamos, o es enemigo histórico de ese cambio, que significaría sustituirlo por un gobierno al que habremos de obedecer como sus mandantes? Ese cambio, ¿es tarea del Sistema o de todos nosotros? El insistente:

– ¿Pero en el debate del pasado martes quién resultó vencedor?

– Pregúntele a su vecino, a su pariente, al compañero del taller o la oficina.

– ¿El tiene cultura política y está autorizado para darme una respuesta satisfactoria?

–  El sabe tanto como usted mismo, pero escuche su respuesta y sabrá que su criterio político, como el de todas las masas del país, está perfectamente moldeado,  modelado y condicionado, por los voceros oficiosos de radio, medios impresos y, sobre todo, de Televisa y TV Azteca. Pero eso sí: cada uno de los que den a usted su opinión van a estar convencidos de que tales son sus opiniones, no las de los enajenadores de radio, periódicos y televisión.

– Bueno, sí, pero el debate.

– Copia de prácticas gringas, que una claque política tan mediocre como la mexicana no es capaz de crear, además de que la condiciona su vocación colonial.

– Pero la votación…

– La votación. Los votantes tenemos plena libertad de elegir al candidato que nos ofrezca los mejores proyectos de gobierno, pero no el poder para obligar al  candidato a que  cumpla sus compromisos de campaña. ¿Qué nos dice la historia en torno a promesas y realizaciones de LEA, JLP, el primer mediocre de las cejas alacranadas (De la Madrid) y Salinas, Zedillo, Fox?

Pero el esperanzado irredento: Bueno, sí, pero con AMLO va a ser distinto. O con  Madrazo, Patricia Mercado, Campa Cifrián. ¡Con el chaparrito Calderón ya la hicimos! Tan buena gente como parece…

Es México. (Mi país.)

El orgasmo del voto

En las elecciones los políticos mexicanos creen que pueden ganar, y el olor de la victoria los empuja a arrollarlo todo. Buscan con desesperación el orgasmo de los votos, y como se están disputando a la hembra electoral, rechinan los dientes amenazantes, lanzas acometidas salvajes y tiran zarpazos sin recato alguno.

(L.M. Anson, citado por F. Arreola.)

A tiro de piedra, mis valedores. Nuestro voto se ubica a la distancia de cinco días del siguiente domingo, cuando todos los votantes vamos a sufragar. A cruzar una papeleta, y ya. Es todo. Ahí termina el papel activo de las masas sociales en el terreno del ejercicio político que se rige por el sistema de la democracia representativa. De ahí en adelante el  triunfador en los comicios va a mandar sin obedecer, y los votantes a obedecer sin mandar. Democracia representativa.

En fin. La caldera político-electoral se requema en plena ebullición, con una presión tal que  la  aguja marca la línea roja. Ya irá cediendo de manera paulatina y aminorando los hervores, y lo inevitable: muchos de los votantes caerán en la exaltación y otros tantos en la inconformidad o la resignación.  Qué más. Qué otra cosa se puede esperar de esa maniobra ambigua que los mercachifles nos han vendido,  carísima, por democracia.

Eso, a partir del domingo próximo. Por hoy, mientras tanto, el ánimo colectivo  anda a estas horas bailando al son que le toca la diarrea de opiniones, consideraciones  y puntos de vista que se generan en radio, televisión y medios impresos, y al ritmo del son verborreico la masa social ya se alegra o se enfurece, ya se alienta o desanímase, sin detenerse a reflexionar en qué medida piensa con cabeza propia o ajena, y que el suyo puede ser un estado de ánimo inducido por intereses ajenos; contrarios, incluso, a los de las masas sociales.

Hoy, por lo pronto, padecemos el tiempo de las encuestas, imitación servil de sistemas políticos como el del vecino imperial. A estas horas nuestro país se estremece y convulsiona al sonoro rugir de la encuesta de opinión. «¿Qué opina usted de..?»  Esto, cuando otra debe ser la pregunta fundamental: «¿Sabe usted algo del tema?» Y una más: «¿Usted qué sabe del tema

Pero no. Nuestro amor propio nunca se privaría de contestar cualquiera de las preguntas de cualquier entrevistador sobre el más abstruso, el más complicado de los temas propuestos. «Yo opino que…»

Las encuestas. En torno a la escandalosa proliferación de encuestas que se han perpetrado, sé lo que digo, se escandaliza el matutino español:

«Los medios mexicanos están completamente inmersos en la batalla de las encuestas (…) Desde la campaña presidencial de 2000 -que acabó con Vicente Fox como ganador y supuso la alternancia de Gobierno- las encuestas electorales comenzaron a vivir una edad dorada que en la campaña de este año se ha convertido casi en una fiebre. Según los últimos datos del IFE, entre el 12 de abril y el 26 de mayo se publicaron 680 encuestas. Una media de catorce al día«.

Pues sí, pero la plaga de las encuestas no viene sola, que la acompaña un achaque más: el debate. Tres se han ejecutado, y alguno de los candidatos, al pretexto de que ese ejercicio representa un muy valioso material para que el votante posea materia de juicio a la hora de cruzar la boleta electoral (algo por demás improbable), ¡pedía una docena!

El debate. A propósito y a modo de comparación muy a propósito como para leer entre líneas: uno de los debates del sexenio anterior, AMLO ausente… (Sigo mañana.)

Pero no escarmentamos

Un pueblo desinformado y resignado bajo un poder omnímodo cae en la servidumbre y la degradación política y moral hasta el grado de un animal doméstico.

Tiempos son estos, mis valedores,  de verborrea,  confusionismo y manipulación de criterios. Por si a base de humildad alguno aceptase realizar hoy mismo un ejercicio de autocrítica va aquí la tesis de Fromm que a modo de espejo refleja de forma exacta el fenómeno de manipulación en que nos han sumergido la televisión y demás medios de condicionamiento de masas. Y hablando del tema, ¿qué opinan ustedes de los candidatos presidenciales? ¿Por cuál de ellos piensan votar? A propósito:

Para el psicoanalista existen dos clases de pensamiento: el genuino y el «pseudopensamiento«. El ejemplo, revelador:

Supóngase que estamos en una isla con pescadores y veraneantes llegados de la ciudad. Deseamos conocer qué tiempo hará y preguntamos a un pescador y a dos veraneantes que han oído por la radio el pronóstico del tiempo. El pescador, con su larga experiencia, reflexiona sobre el problema. Con su conocimiento del significado que en la predicción del tiempo tienen la dirección del viento, temperatura, humedad, etc, emite su juicio. Quizá se acuerde del pronóstico emitido por la radio y lo cite como favorable o contrario a su propia predicción, pero  lo esencial:  se trata de su opinión, del resultado de su pensamiento.

El primero de los veraneantes, al interrogarlo, sabe que del tiempo no entiende ni se siente obligado a saberlo, y se limita a replicar: «Todo lo que sé es que el pronóstico radial es este».

El otro veraneante es distinto. Aunque nada sepa del tiempo cree saber mucho, porque es de esas personas que se sienten obligadas a saber contestar a todas las preguntas. Piensa durante un rato y luego nos comunica su opinión, que resulta ser la del pronóstico radial. Le preguntamos sus razones. «Teniendo en cuenta tal dirección del viento, la temperatura, etc, he llegado a esa conclusión«.

Su respuesta es la misma que la del pescador, pero si lo analizamos con más detenimiento notaremos que ha escuchado el pronóstico radial y lo ha aceptado, pero sintiéndose impulsado a tener su  propia opinión en este asunto olvida que sólo está repitiendo las afirmaciones autorizadas de algún otro, pero cree que es la que él mismo ha alcanzado por su propio pensamiento.

Se trata sólo de seudorrazones;  su propósito es hacer aparecer la opinión como el resultado de su propio esfuerzo mental. Tiene la ilusión de haber llegado a una opinión propia, pero en realidad sólo ha adoptado la de una autoridad sin haberse percatado de tal proceso. Podría ser él quien tenga razón y no el pescador, pero mientras la opinión correcta no es  suya, la del pescador, aun cuando se hubiera equivocado, no dejaría de ser su propia opinión.

Este mismo fenómeno se observa al estudiar las opiniones de la gente sobre temas como  la política. Preguntemos a cualquier lector de diarios o televidente lo que piensa acerca de algún problema público. Nos dará como  su opinión una relación más o menos exacta de lo que ha visto o leído, y, sin embargo, y esto es lo esencial, está convencido de que cuanto dice es el resultado de su propio pensamiento.

Mis valedores:  cuando los llega a topar el individuo de las encuestas, ¿en cuál de los tres casos se asumen ustedes: el del pescador, el del que dice saber sólo lo que escuchó en la radio o el caso patético del tercero, que sin dudarlo contesta al encuestador?

Mucho cuidado. Autocrítica. (En fin.)

Y la paz

Del humor inestable de madre Natura me quejé ayer, y cómo no iba a quejarme, si de esta  a la otra semana nos trae sudorosos o tiritando, este día  soles en brama y este otro cielos anubarrados y repentinos chubascos. El temperamento de la Carlotta, qué le vamos a hacer.

Aquella tarde navegaba en la internet y visité tierras lejas y lugares exóticos cuando, de súbito, ¿y eso? Quedéme ratón en mano. El de la computadora. La luz se apagó y se encendió el ventarrón, y soliviantó el limonero, excitó la buganvilia y arrancó aromas y petalillos a la madreselva y madres anexas. Y qué hacer, sino aguardar la vuelta de la energía eléctrica. Y fue entonces.

De repente se va el chaparrón, el viento desgarra los cielos y a la tierra desciende la paz. Miré hacia el firmamento recién asperjado de luz, y en la comba paz y el irisado silencio como nunca antes entendí a  Pagaza, el místico:

Tiende la tarde el silencioso manto – de albos vapores y húmedas neblinas – Y los valles y lagos y colinas – mudos deponen su divino encanto – Las estrellas, en solio de amaranto – al horizonte yérguense vecinas – salpicando de gotas cristalinas –  las negras hojas del dormido acanto. – De un árbol a otro en verberar se afana – nocturna el ave con pesado vuelo – las auras leves y la sombra vana – Y, presa el alma de pavor y duelo – al místico rumor de la campana – se encoge y treme, y se remonta al cielo

Y la tarde, y la paz, y los altos cielos que, gatitos,  se abajan y se me arriman a que les rasque la panza. De repente, mis valedores: ¿y eso? ¿Qué, dónde? Ahí, semioculto en la higuera (esta no maldecida por la rabieta del Nazareno), el cenzontle, molotito emplumado, rompió a cantar; y qué limpidez de escalas y qué equilibrio de melodía quebradiza, pero entera siempre, emplumada garganta que hacía escoleta, purísimo cristal, en el ramaje recién llovido.

Yo, escuchándolo, ¿en qué mágica geografía me encontré? La mente se me pobló de techumbres y bardas y un río rumoroso de jarales y jacalazúchiles, y aguardaba en cualquier momento el mugir de las reses de vuelta al redil. Mi Jalpa Mineral, que es decir mi hontanar, el de mis años muchachos, escondida en su nicho de peña viva, donde vivió y vive bajo tierra la niña de mi primer amor, el único. Escuchando al cantor en aquella paz y en el tiempo que señalaba la agonía del Justo, apareció otro poeta, Othón, y susurraba, quedo:

Oid la campanita, cómo suena – el toque del clarín, cómo arrebata – las quejas en que el viento se desata – y del agua el rodar sobre la arena (…) – Todo esto hay en mis cantos, me enamora – la noche; de los hombres soy delicia – y paz, y en los árboles cubierto – sólo yo alcé mi voz consoladora – como una blanda y celestial caricia – cuando Jesús agonizó en el huerto.

Suspiré y dije entre mí (y me brotó del ánima del alma): “Señor: gracias te doy porque esta tarde, con su minuto de paz, tu santa mano alejó de nosotros al beato del Verbo Encarnado, que fue a codearse con jerarcas neoliberales y un carnicero Nobel de la Paz. Importante se habrá sentido el anfitrión, cuando nadie puede aumentar a su estatura un codo, como tú mismo lo afirmaste en la Biblia.

Gracias, Señor, porque en este minuto de paz olvidé el macabro legado de tu siervo Felipe: terror y cuerpos decapitados, descuartizados, bombazos, incendios que achicharran medio centenar de criaturas, y lágrimas,  luto, dolor. Él distante, he recordado el dulcísimo sabor de la paz.  Que de tarde en tarde se vayan Felipe y la energía eléctrica”. (Amen.)

(Lejas, no lejanas. Amen sin acento. Gracias.)

Nuestros astronautas

¿Alguna moraleja le pudiésemos pescar al cuentecillo?

«Las naves espaciales dejaban tras de sí sus estelas estallantes de luz. Desde nuestras chozas las mirábamos hundirse en el firmamento en representación de nosotros, los que costeábamos el proyecto espacial. Acuclillados frente a la abollada cacerola en que hervían las hebrillas de carne sabíamos que la nave enviada al espacio era nuestra nave y nuestros los astronautas. Éramos los pioneros de la era espacial. Nosotros…

De noche, insomnes en el jergón, escuchábamos un lejano zumbido de reactores que rasgaban la inmensidad. Entonces, más allá de la anemia, sentíamos aumentar la presión sanguínea. Nuestros astronautas, en los que habíamos delegado  todo el orgullo de ser, de sentirnos  héroes hazañosos, burilaban en el espacio el verso del himno al progreso. Nosotros, felices…

Al hurgar en los montones de desperdicios algo qué llevar a la choza nos topábamos con el diario que anunciaba el lanzamiento de nuevas naves espaciales. Sus tripulantes eran ángeles de esperanza, de riqueza futura para nosotros. Tomados de nuestras mujeres, apretando esos huesecillos náufragos de carne y rodeados del enjambre de nuestros niños, sus moscas, enfermedades endémicas y avitaminosis, sentíamos la garganta anudada de emoción: nuestros representantes proseguían la carrera espacial de todos nosotros, los de acá abajo. Nuestro amor, devoción y recursos económicos los acompañaban. Éramos los arquitectos del Cosmos.

Cada día, al mascar las hilachas de carne, levantábamos la cabeza para observar estrellas humanas rumbo a la eternidad, y aquel nudo en la garganta. Al tomar a nuestras mujeres nos nacía un rescoldo de placer en el vientre. Estábamos copulando en representación de nuestros enviados celestes. Al sentir nuestro renaciente vigor sollozaban las mujeres, resignadas a recibir un hijo más en sus destartaladas entrañas,  su mente gozando con los navegantes que se las llevaban consigo más allá del Sol y el terror, de Júpiter y las penas, de Plutón y el hambre Cuánta felicidad…

¡Ah, los alaridos cuando la nave espacial se desplomó más allá de nuestras cabañas! La explosión hizo llorar a los niños y desgajarse por dentro a millones de ilusos mendigos de la hazaña ajena que delegamos en esos que tripularon la nave espacial denominada México. La decepción nos forzó a soltar acres lágrimas. Nuestra  esperanza se redujo a un gusano retorcido y disforme que ventoseaba un humo pestilente, y no más…

Honda fue nuestra pena y amargo el llanto por las promesas incumplidas de quienes no estuvieron a la altura de los que delegamos en ellos, y que nos hicieron volver a la realidad de la choza, el hambre, la desesperanza. En silencio nos fuimos acercando a los restos ennegrecidos y renegamos ante ellos. De nuestra esperanza colectiva sólo quedaban un agujero y una ceniza que el viento dispersó en las chozas. Nosotros, los que pagamos a nuestros ángeles…

Hemos vuelto a la vida de siempre: buscar desperdicios, robar a transeúntes, fornicar toscamente. Los astronautas nos defraudaron del primero al más reciente de los “Nopalitos”. Hoy, al sorprender a nuestros niños mirando al cielo, los golpeamos rudamente Yo, insomne, en la madrugada suelo preguntarme: ¿quién será más niño, quiénes estará más golpeados, ellos o nosotros? Ah, esta compulsión de nunca asumir, de delegar siempre en quienes siempre van a terminar defraudándonos. Esta terca, irracional esperanza de inmaduros que se niegan a crecer. Ah, México». (Este país.)

¿A tanto podremos llegar?

Curioso país; cuánto hay en nosotros de mágico y de infantil, de milagrero e irracional, con unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre.

Eso es lo que ocurría durante las épocas del presidencialismo autoritario, tricolor su partido político al igual que la banda presidencial,  cuando el informe septembrino se denominaba «el día del presidente», que era de porras, aplausos y besamanos. Qué tiempos aquellos, que amenazan con retornar. Hoy, para leer un remedo de informe, el beato del Verbo Encarnado se ha visto forzado a convocar a los asalariados de la nómina y con ellos encuevarse en algún recinto hasta donde no lo alcance el repudio popular. Forzada, esporádica, alguna tanda de aplausos. Y ya. Y yo les pregunto, mis valedores: ¿están por volver los carnavales aquellos que organizaban a los santones  Echeverría y López Portillo?

Pudiera ocurrir, porque eso es México, nuestro país: la tierra del santón y del taumaturgo, del mago cortado a imagen y semejanza de nuestra esperanza siempre defraudada y renacida siempre, una y otra vez. Porque el carismático sexenal (sin importar que antes de llegar a Los Pinos haya sido un oscuro burócrata sin presencia ninguna) es nuestro espejo fiel, el símbolo que hemos colocado más allá del bien y del mal durante seis años justos, ni un día más. Y qué importa que el sumo sacerdote, antes de ahora, haya existido en la distante dimensión de lo humano, de lo mediocre; de un día para otro a lo portentoso, como sucede todo en el país del surrealismo tropical, el mesías va a arrojarse a la hoguera, purulentillo Nanahuatzin de la mitología náhuatl, para renacer Quinto Sol en el cielo de Anáhuac y ejercer las artes del chamán, el baqueano, el iluminado, del ente providencial que en su palabra da la clave y la contraseña, la seña de identidad, la mañana de un primero de septiembre. Es México.

Ayer la tarde pasé leyendo comentarios editoriales del pasado cercano, y sí, todos dicen los mismos lugares comunes después de cada informe presidencial; y es verdad lo que dicen, porque en su momento lo ha sido. Porque era la misma siempre, siempre distinta porque siempre igual, la ceremonia lustral de esa resurrección del alma colectiva que se producía en nuestra tierra a cada informe de gobierno. Eran los tiempos del Señor Presidente. Era su día, ¿lo recuerdan ustedes..?

Y entonces, tras el aplauso final, ¿crisis recurrente, carestía, corrupción, desempleo? Nada nos importa nada de nada. Ya habló el Presidente, inicial mayúscula. El chamán ha encendido el fuego del Quinto Sol. México amaneció parido otra vez, con su esperanza intacta. Y ya. Todo con el hechizo de un informe presidencial.

Era placebo para las masas sociales. La autosugestión, de no haber algo mejor a la mano. Cuánto fui a echar de menos la tarde de ayer el rito anual del informe que rendía puntualmente “nuestro Señor Presidente”, y su delirante ciclón  de datos y cifras estadísticas (ver anexos), y el éxtasis de una claque enajenada en frenesí de  vivas, aplausos y porras bajo un alucinante vendaval de confeti y serpentinas en medio de una borrachera de matracas y chirimías. Pienso, y el suspirillo furtivo: lo que va de Echeverría al beato del Verbo Encarnado, al que le está vedado el acceso al jacalón de San Lázaro. Mis valedores:

¿Volverán los tiempos aquellos de una claque enloquecida que puesta de pie ovaciona al priísta? Lo dijo el poeta: Mi país. Ah, mi país…

(Este, el de todos nosotros.)

Desmemoria y esperpento

¿Conque es muy posible que el PRI regrese a Los Pinos? ¿Conque la historia de   70 penosos años de presidencialismo autocrático y autoritario pueden dar en  el basurero de la historia, sin más? ¿Tornará ese estilo personal de gobernar de los Echeverría, Díaz Ordaz y congéneres? ¿Regresarán los tiempos del santón, del chamán, del iluminado, cuando la hoja del árbol político no osaba moverse sin la autorización del mesías sexenal? ¿A la distancia de 15 meses habrá vuelto para nuestro país  la parafernalia del informe presidencial con todo y su besamanos al estilo del López Portillo de la(s) pompa(s) y circunstancias? ¿Rendirá el hoy aspirante del Tricolor el rito anual del informe, con todo y su alucinante ciclón de datos y cifras estadísticas (ver anexos)? ¿Volverá el país al delirio de una claque enajenada en frenesí de vivas, aplausos y porras bajo un aluvión de confeti y serpentinas y al estrépito de matracas y chirimías? Mis valedores:

Curioso fenómeno aquel del presidencialismo en nuestro país. Curioso y un tanto inquietante. Tal fue mi conclusión ayer tarde, que pasé revisando viejos periódicos y examinando crónicas, reseñas y opiniones editoriales en torno a los varios informes de gobierno que a su hora rindieron Echeverría, López Portillo, y algunos de sus predecesores. Al final en mi ánimo quedó una leve zozobra y un tufo a temor, y me preguntaba:

¿Pues qué clase de país es este México, que así “avanza” a jalones de ritos presidenciales? Y hoy digo: ¿cómo era posible que la liturgia anual determinase en forma tan decisiva la vida pública del país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repetía esa  licuefacción de la sangre de San Genaro, ese prodigio nacional en  que la voz de un taumaturgo obraba en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, amansar rebeldías, atemperar enconos y disipar nubarrones y turbulencias que oscurecían el futuro; todo ello de un día para otro, de la mañana de hoy al amanecer de mañana. inconcebible. Este país.

Y frente al rito chamánico qué valían pruebas; que la vida de una nación depende no de un varón sino de un juego complejo y múltiple de causas y efectos, de factores internos y externos, del gobierno, la cúpula castrense, el clero político, los dirigentes obreros y los grandes capitales de aquí y del exterior. Eran los tiempos en que el país, ave Fénix, renacía año con año al conjuro de una sola voz, mágica voz,  la de un presidencialismo que amenaza resucitar. Y ante un “¡Honorable Congreso de la Unión!” y un “¡Viva México!” qué valían los hechos…

Curioso país; cuánto hay en nosotros de mágico y de infantil, de milagrero e irracional, con unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre. Extraño país que sabía transfigurarse de este día para el siguiente; que hoy anochecía oscuro para mañana renacer al modo del mundo náhuatl al calorcillo del Quinto Sol; porque la magia de un dios sexenal le dio luz y clave, le borró obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, de unas cifras, de un viva México. Otro día el país amanecía  a ser distinto y robustecido; con los mismos problemas, pero distinto. ¿La realidad objetiva? Ninguna realidad importaba, que la voz presidencial recompuso la confianza y levantó el espíritu una vez más, y nos volvió menos abrumados que el día anterior. José López Portillo, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? (De ese y alguno más, el lunes.)

La corte de los milagros

Y qué acción gubernamental, por más atroz que resulte, no va a ser «justificada» por los intelectuales orgánicos. La matanza de estudiantes por orden de Echeverría, pongamos por caso. El contexto histórico:

“Al llegar a la México-Tacuba se escuchó un disparo de lanzagranadas y aparecieron unos mil halcones que portaban macanas, varillas forradas y garrotes de bambú. Sus cargas eran respaldadas por descargas de gases lacrimógenos. Venían armados con metralletas, fusiles automáticos M-1, M-2 y M-16. Comenzaron a caer compañeros. Muertos unos, otros heridos.

Estudiantes destruyen una panel de la policía; otros toman un camión con el que tratan de embestir a los halcones. Son ametrallados. Los halcones asaltan a balazos el Rubén Leñero y se llevan a varios heridos».

Los halcones se entregaban a la persecución, a la masacre, a la caza de seres humanos y al saqueo y la destrucción, con la complacencia de los granaderos.

Halcones, estudiantes, Echeverría. De la masacre del 10 de junio, mis valedores, ¿qué opinaron desde el día siguiente obispos y periodistas, políticos e intelectuales? El            propio

Echeverría, hoy encuevado en la impunidad, se manifestó frente a unos encrespados periodistas que le reclamaban la masacre:

– ¡Si ustedes están indignados yo lo estoy más!  ¡Yo deploro y condeno los acontecimientos en los que varios jóvenes perdieron la vida!

Y el embuste que en su guerra fallida contra el narco usa Calderón:  «¡Que los mexicanos no se dejen sorprender por movimientos opuestos entre sí, ambos evidentemente minoritarios, cuyo único objetivo es la anarquía! La institución encargada dará todos los pasos que se requieran para tocar el fondo del asunto y detener a los culpables. En cuanto la investigación haya llegado a sus conclusiones ¡yo  tomaré las medidas oportunas lo antes posible!»

Carlos Fuentes: «Con la renuncia de Martínez Domínguez el Presidente de México ha demostrado quién es el Presidente: ¡Echeverría, señores!»

Y voceros del PRI: «Algunos grupos, sin tesis ni bandera, pretenden trastornar el orden público. ¡No lo permitiremos!»

Monseñor José Garibi, cardenal arzobispo de la diócesis de Guadalajara:

– Exhorto a los jóvenes a que reclamen lo que sea justo, pero siempre por los caminos legales. Es de lamentarse que los jóvenes de quienes México espera mucho, tomen caminos equivocados. Que estos muchachos, llenos de entusiasmo, de optimismo por la vida, tomen un ideal digno de ellos.

Sobre Echeverría, autor de la maniobra de excarcelar dirigentes del 68 para cooptarlos y que desde dentro desmantelasen los logros del movimiento estudiantil, Heberto Castillo, dirigente del 68 recién excarcelado y más tarde colaboracionista del gobierno del matancero:

– ¡Compañeros: yo estoy  a favor de las medidas tomadas por el presidente Echeverría! ¡Esto revela que podemos avanzar y actuar luchando por la vía legal. ¡Las brechas para el diálogo democrático están abiertas, debemos transitarlas! ¡No empujemos al Presidente al lado de los sectores más reaccionarios!

Carlos Fuentes, intelectual:

– Después de los sucesos del 68 Echeverría no tenía sino dos opciones: una era reprimir, otra era democratizar. Creo que evidentemente no ha tomado el camino de la represión, sino el de la democratización, un camino en bien del país. Afortunadamente, creo que los hechos de hoy nos dan una enorme esperanza de que el camino de la democratización ha triunfado. ¡Echeverría, señores! ¡Echeverría o el fascismo!

Mis valedores:  es México. (Nuestro país.)

Hora cero

Rivera de San Cosme, 10 de junio de 1971. En Jueves de Corpus sangriento lo cuenta uno de los halcones:

“¡Y llegó la hora cero! Cuando faltaban siete minutos para las cinco de la tarde arrancó la descubierta de la manifestación. Se empezó a escuchar el grito de guerra: ¡México…libertad! ¡México… libertad!

La contraparte: «Los nuestros ripostaron: ¡Viva Nuevo León! ¡Viva el che Guevara! ¡Libertad para los presos políticos!

A las 3:45 p.m. advertimos que había mucha vigilancia policíaca. Caminamos rumbo a la Av. Instituto Técnico y al cruzar Nogal la observamos invadida por camiones de bomberos, carros de agentes y policías de tránsito. Seguimos caminando rumbo a la México-Tacuba, en la que divisamos transportes de granaderos y 5 tanques, y en ambas contraesquinas del cine Cosmos grupos numerosos de jóvenes armados con palos y en actitud provocadora. Vimos a unos militares que, al parecer, daban las órdenes y controlaban a todos los elementos policíacos y a los grupos de choque”.

El halcón: “Salíamos de nuestra trinchera. Yo había recorrido lo que sería el campo de batalla y me había cerciorado de que no había gente sospechosa en los  pasillos donde metí a los halcones armados con metralletas y pistolas. Esas vecindades cercanas son de lo más estratégicas por angostas y semioscuras. Me agradaron unas rejitas de una casa desde las cuales se puede disparar como si fueran trincheras. La orden que nos dio El Fish”:

– ¡Pártanles todita la madre! Ah, pero a los periodistas patadas, golpes y romperles las cámaras. A ellos ni un balazo, ni una cuchillada.

El estudiante: “Al llegar a la México-Tacuba se escuchó un disparo de lanzagranadas, e inmediatamente aparecieron, de atrás de los granaderos, unos mil halcones divididos en seis grupos, que portaban garrotes de bambú de dos metros, macanas y varillas forradas. Sus cargas eran respaldadas por descargas de gases lacrimógenos”.

Uno de los halcones que rociaron de víctimas la Rivera de San Cosme: “A mí me sudaban las manos. Tenía seca la boca. Venían como diez mil estudiantes y gente del pueblo. Nada mansos se notaban. Algunos traían metralletas, palos, cuchillos, unos bultos. ¿Granadas de mano? Di el grito: ¡Halcones! ¡Halcones!”

El estudiante: “Oímos los gritos del grupo armado con palos. Iba por el cine Cosmos. Luego se oyeron los primeros disparos. De pronto parecía que los disparos provenían de todas partes».

El halcón: “Unos estudiantes destruyen una panel de la policía; otros toman un camión con el que tratan de embestirnos. Los repelemos. Al ataque con todo. De atrás escuché el tableteo que hizo caer a medio metro de mí a un halcón herido con cuatro balas en la espalda y nuca. Ahogándose en su sangre que vomitaba con fuerza, pues estaba herido en los dos pulmones, me rogó:

– ¡Ayúdame… no me dejes… ayúdame, hermanito..!”

La visión, la versión del estudiante: “Los halcones ahora volvían al ataque armados con metralletas, fusiles automáticos M-1, M-2 y M-16. Comenzaron a caer muchos compañeros. Muertos unos, otros heridos. Los halcones se entregaban al saqueo y la destrucción, con la anuencia de los granaderos. Después de saquear algunas casas y hasta secuestrar a sus moradores, incluso con todo y niños, comenzaron a aparecer más halcones en las azoteas, disparando a diestra y siniestra”.

Como remate de la jornada: “Los halcones asaltan a balazos el Rubén Leñero y se llevan a varios heridos».

¿Y Echeverría? ¿Y la justicia?  ¿Y México? (Qué país.)

El halconazo

Diez de junio, 1971-10 de junio, 2012. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No olviden que fue un día como el próximo domingo cuando, después del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, el Poder volvió a regar de sangre el espacio público. De la masacre del 10 de junio existe, claro, un culpable, y el culpable vive todavía, y vive ahí nomás, encuevado al arrimo de San Jerónimo y de la selectiva aplicación de las leyes en este país. Es México. Mis valedores:

Por revivir la memoria histórica en algunos de ustedes, si ello es posible, aquí les doy, como lo vengo haciendo desde hace años por estas fechas,  pormenores del halconazo que iba a enrojecer de sangre derramada la ciudad capital. ¿Lo recordará Echeverría? Según lo escribe uno de los halcones en su libro de pastar rojas:

Tensos y preparados, la adrenalina en ebullición, El Fish y compinches velaban armas. Su carrera de violencias, que años antes arrancó en el Depto. del DF para desalojar el ambulantaje del Centro Histórico, culminaba con la misión del 10 de junio de 1971: atacar estudiantes en la vía pública. Si al costo de heridos, qué importa. De muertos y desaparecidos, mejor. Urgía un escarmiento. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar.

Los halcones. Miro en el libro sus fotos, media plana cada rufián. Dieciocho a veintitantos años de edad. Tiernos, sí, pero ya endurecidos, muestran su catadura insolente de retadoras pupilas que miran de frente como para la ficha signalética. Años más tarde, aquel Jueves de Corpus sangriento los  llamó El Fish, su jefe:

“Habla a los halcones. Vamos a trabajar de nuevo”. “¿Con el gobierno?” “¡No! –me dijo casi gritando-. Vamos a servir de brigadas de choque para los más ricos de México. Están aterrorizados con el avance del comunismo en la UNAM, en el Poli, en las Normales y en toda la población. Ellos nos van a pagar. Los ricos no tienen alma apostólica. No perdonan. Fueron injuriados en público y, con la caída de Elizondo, lesionados en sus intereses. Están sedientos de venganza.

Los estudiantes iban a injuriar a LEA, a cometer atropellos y a provocar la represión del ejército y de la policía, desacreditados por la masacre de Tlatelolco. Ellos no reaccionarían, pero nosotros sí. Los haríamos pedazos”.

Un día antes los jefes ultimaron detalles. Habían alquilado un cuarto enfrente de la Normal para tener derecho a la azotea y atisbar los movimientos del enemigo, y alquilado cuartos vacíos, realizado inspecciones estratégicas y obrado según las órdenes recibidas. Tres años antes se había perpetrado la matanza de Tlatelolco. Ahora se preparaba la movilización de estudiantes en apoyo a la Univ. de Nuevo León y en repudio al gobernador. Exigencias a LEA, las consabidas: ¡Democratización de la enseñanza! – ¡No a una reforma educativa antidemocrática! – ¡Democracia sindical! – ¡Libertad a todos los presos políticos del país! – ¡Cese de Elizondo!

La Alianza Popular Estudiantil había distribuido folletos en donde se especificaba, y esto da idea del clima ominoso y la gravedad que presentían los “marchantes”: Ir a la manifestación con gente conocida. Si se incorpora a la mitad busque un grupo conocido. No lleve libreta de direcciones. Avisar a alguien para que notifique en caso de desaparición. Organízate internamente con las gente que conoces. No dejarse provocar.

¿Sospecharían algunos que vivían la víspera de su muerte violenta, y otros más que serían desangrados, desgarrados, desaparecidos hasta el día de hoy? (Sigo después.)

Compañeros marchantes

Porque hay de marchas a marchas. De movilización a movilización. Aquí, el testimonio de la marcha que en tiempos de Bush realizaron los cubanos por las calles habaneras. “Los forzó a marchar el tirano”, clamaron «medios» de EU., y un cubano les dio la razón:

– ¡Sí, yo marché obligado!

Conmigo tienen razón cuando aseguran que los cubanos fuimos obligados a la Gran Marcha, como antes firmamos la Iniciativa de Modificación de la Constitución. Efectivamente: yo acudí presionado al Malecón, y estoy convencido de que igual les ocurrió a otros de los nueve millones de participantes de todo el archipiélago. De esa misma forma suscribí el documento,  que al final resultó avalado por millones de cubanos mayores de 16 años de edad.

Me obligaron, sí, pero no fue nadie del Gobierno ni del Partido. Me obligaron la memoria, la actualidad y el mañana. Temprano en esas fechas, Félix Varela tocó a las puertas de mi corazón. Al ilustre Presbítero lo acompañaban el Céspedes Padre de la Patria, el Generalísimo dominicano que convirtió el machete en alma independentista, el Bayardo Agramonte, el Calixto de las tres guerras y una estrella en la frente, el Maceo de fuerza en el brazo y en la mente, el Martí Autor Intelectual, el Camilo del pueblo y el Che de América.

Me obligaron los 20 mil hermanos torturados y asesinados por esbirros de la tiranía batistiana, esos mismos prófugos de toda justicia que aún se pasean por las calles de EU donde gozan de privilegios otorgados por las autoridades para detonar explosivos, atentar contra dirigentes de otros países, aumentar fortunas con el tráfico de drogas y de personas, secuestrar a niños…
Me sentí obligado por el Enero de Libertad y el Girón de Victorias, por los niños alfabetizadores en aquella gesta de cartilla y farol. Me obligó la alegría de saber que la tasa de mortalidad infantil es de apenas 6.2 por cada mil nacidos vivos. Y es que disponemos de más de 67 mil médicos a dos pasos del hogar, y de los cuales casi dos mil prestan sus modestos esfuerzos a 110 pueblos desposeídos en otras tierras del mundo.

Me obligaron los científicos de la ingeniería genética y la biotecnología que fabrican armamentos para hacerle la guerra a plagas y enfermedades, y salvar millones de vidas en cualquier rincón del orbe. Y las sonrisas infantiles arrancadas de una muerte segura por la vacunación contra 13 dolencias curables, que flagelan a la niñez de otras latitudes. Me obligaron los millones de alumnos en todos los niveles de la enseñanza, cada vez mejor preparados por sus  maestros, en más de 50 universidades, de sólo tres que existían en 1959, y en los miles de escuelas con equipos de computación, TV y videos para las tele-clases hasta en el más recóndito rincón de nuestra geografía,

Fui obligado a marchar por los abuelos que saben de su vejez garantizada  y por las mujeres, que conquistaron su derecho a la igualdad y que en muchos frentes han sobrepasado a los hombres. Me obligó el orgullo de la Escuela Cubana de Ballet y el Cine  nacional y los más de 60 títulos olímpicos…

Yo marché obligado por el fraude de los sargentos políticos de Miami, y quien con sus discursitos volvió a ofrecerle la Enmienda Plat endulzada a este pueblo mío que se cansó de decir yes  cuando aprendimos a no bajar la cabeza como esclavos, para impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos, y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.         ¡Sí, yo marché obligado!

¿Y los “marchantes” de mi país? (Es México.)

Gasolinazos

Estremecido te invoco, payaso del arrabal; te honro en el horror de la hora aciaga y en los días del espanto.

Todo ocurrió a esa hora mortecina en que acosada por las farolas municipales huye la tarde. Yo, en la banca del parque, con un mi amigo rumiaba asuntos del sentimiento, de los amores idos, del tiempo que pasa para nunca más, de las cosas que en el camino se quedan, de que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismo. Y el suspirar…

Más allá, la vida que pasa a frenazos, acelerones, altisonancias. De coche a coche, cuando el semáforo en rojo, un rumoroso panal de buscavidas: chicles, flores, tapetes para auto y fregaderitas de plástico y artesanía con las que medio México sobrevive vendiéndolas a la otra mitad. Y entonces, oh dolor, pobre payaso que malabareaba sus pelotas (de goma); y de mano en mano se le cuatrapeaban, y allá va la tricolor, y acá le rebrinca la verde, y allá le rebota la azul, y tiene que alagartarse bajo la panza del Neón para pepenar la amarilla, que hasta allá fue a dar. Ridículo.

– Pobrín. Tú y yo aquí tristeando, cuando ese pobre payaso…

Se le quedó viendo. “A ese yo lo conozco. Claro, es el Boquerones. Vamos a saludarlo”.

Joven de cuerpo, pintarrajeado el semblante, en la testa greñuda una peluca ya medio calva. Mi amigo se le acercó: “¿No es usted tragafuegos?”

– El mejor del rumbo. ¿Por qué la pregunta?

– Como veo que cambió de giro y anda en la payasada.

– Es que el hambre es cabrona, y a puras pelotas hay que aplacarla.

– ¿Podría hacernos el acto del lanzallamas?

– Los lanzallamas los ando haciendo sobre pedido. ¿Por qué no se cotizan los dos y me llegan al precio?

Cerrado el trato entró en la caseta del encargado del parque, abrió en la puerta un par de candados y con el cuidado con que se maneja la nitroglicerina sacó aquella latita.   «Sésguense, que ái les voy”.

Y allá troza el aire la primera columna de fuego, con la lata alcoholera entre los brazos. Y allá va la segunda llamarada, y la tercera, y ya.  “Servidos”.

¿Ya? ¿Fue todo? Pagamos. Y allá va el tragafuego a seguir haciendo el ridículo con sus pelotas (de goma). La tristeza, en vez de írsenos, se enconó.

– Bueno, ¿Y por qué el Boquerones cambiaría de profesión?

– Por el costo de la gasolina. ¿Te fijaste en las llamas?

– El chispoteo, dirás. Antes unas columnas de fuego que encendían la vía pública, que sollamaban a los viandantes y chamuscaban cejas y pestañas del chafirete. Qué horrísono el zumbar de aquellas llamas de apocalipsis, de infierno de Dante. ¿Lo de hace rato? No un órgano, un organillo de viejo impotente, un soplidillo de monja, un moco de guajolote. Tales llamas fueron como el sol de invierno y las amantes frígidas: calientan, pero no satisfacen.

– Pero el Boquerones qué culpa tiene.  Harto hace. ¿no ves que para cubrir costos la gasolina la campechanea con agua al 85 por ciento? Por eso fue que de fuego salía nomás el chisguete y un rociadón de agua y baba y gargajos que hasta acá me alcanzaron a salpicar. El rugido del fuego ¿no lo notaste? Con la garganta, estilo ventrílocuo: ¡fuzz, fuzzz!

Y que el pobre ya nomás se echó tres. Culpa del beato del Verbo Encarnado.  No que antes columnas de fuego para iluminar el mundo. “¿Por qué en mi México todo se va degradando? Estado, políticos, sociedad. Como en los chorros de lumbre del Boquerones todo en nosotros ya es más la saliva que las llamas. Gasolinazos.

Callamos. Nos fuimos yendo por la penumbra de un ensayo de noche aún sin amacizar. Más melancólicos que antes. Es México. (Mi país.)

Irracional (II)

Tantas idas y venidas – tantas vueltas y revueltas -quiero, amiga, que me digas – ¿son de alguna utilidad?

Marchas, plantones, polémicas, controversias. Y que si este debate y que si aquellas encuestas, y que si una TV «democrática», y que si… mis valedores: ¿si leyésemos, a propósito,  Pancho Papadas, relato de Vargas Pardo? Aquí, en el estilo sápido del autor, la síntesis:

Al pueblo llegó un cilindrero, y el máistro Delfino, cuetero de profesión, le ofreció un tostón por su mono huasteco. “Si no me lo robé, oiga. Tres pesos y el mono es suyo”.

Y como unos estamos a fregar y otros a no dejarnos, el máistro dejó el tostón y cargó con el mono. Todo fue verlo llegar, y los chamacos dejan de chambiar. “¡Mi apá compró un mono. ¡A quemarle un buscapiés por el cicirisco!” (Tomar nota)

Ahí se inician las jugarreras de los bribones. Día con día maltratarlo. “A aventarlo a la tina de fermentar”. “¡Que se ponga bien pando como mi apá! ¡Que se hogue!”

Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y va pa adentro otra vez. “¡A rellenarle las tripas de pólvora pa que truene!”

Pobre carcaje de pelos y huesos descoyuntados. ¿Pues no se les ocurrió a los bellacos meterle un chicloso entre las muelas y un chile por la trasera? El huasteco daba maromas sin saber a qué mortificación atender primero.

– ¡A darle toques! ¡Miren cómo se  retuerce!

Pobre infeliz. Los chamacos le tronaban cohetes y le ataban a la cola mechas ardiendo. Ya el animalito fue quedándose ñengo, trasijadón, descoyuntado. Como que no andaba ya en sus cabales, como que apenas aguantaba la vida, como que ya todo le daba igual, como que soñaba en morirse. Atejonado en un rincón, las manos en la cabeza, el montoncito de sufrimientos pelaba unos ojillos rebrillosos de espanto. (¿Van ustedes tomando nota?)

Ese día llegó el máistro Delfino: “¡A trabajar, que hay muchos pedidos pa las fiestas de la iglesia! ¡Pónganle doble carga al barril! ¡A moler la pólvora, brutos! ¡Con mucho cuidado pónganle el nitro y la señal!

Trabajaron hasta tarde, le cebaron doble carga de nitro al barril y le pusieron, como señal de peligro, un hilacho blanco. Y la runfla de malandrines a la cocina a comer. (Reflexionar.)

Solo y su alma en el taller se quedó el huasteco, bolita de sufridero. Ahí permaneció sin moverse, montoncillo de pelos y güesos, nomás mirando. Sombra ya de sí mismo, miraba sin pistojear, quién sabe en que se fijaba tanto, como a piense y piense, como si de pronto reflexionara…

Y fue entonces. De repente el huasteco se alzó, se enderezó, se rascó las costillas, pegó un berrido, se dejó ir hasta el barril de pólvora, le desenredó la tira de hilacho y con ella se alejó y fue a treparse allá, lejos, en aquel  guamúchil.

Después de la comida (fijaros bien), la sarta de bergantes entró al taller pa seguir chambiando. El máistro Delfino, como no vio ninguna señal de peligro en la manivela del barril, se fue a darle vuelta con todas sus ganas.

– ¡Ni siquiera el nitro le han puesto, güevones! – Y güevones fue lo último que dijo en su vida, porque ¡brrumm!, en mil pedazos su mundo. Mis valedores:

Al mono huasteco los brutos lo habían agotado a maltratos. A Pancho Papadas, un irracional, el sufrimiento cotidiano lo elevó hasta la hazaña de pensar, y adquirir conciencia de que quienes así lo golpeaban no eran aliados, sino enemigos de su bienestar. El arma del irracional fue la pólvora, la del racional, la organización celular autogestionaria, superior a la pólvora. ¿O a seguir exigiendo? (Válgame.)

Irracional

Pero no sólo la marcha-plantón y el e-xi-gir al Sistema. Otras tácticas también han generado enorme provecho para todo el país. El conjuro y la  «limpia«, pongamos por caso. Cuando candidato presidencial  Salinas se sometió a una limpia, y hasta hoy alcanzan los beneficios que ello trajo al país, ¿no es cierto? La crónica.  Guelatao, Oax.

“¿Y esos huevos?”, pregunta Salinas.

– Para que se vayan sus pendientes. Para que cuando presidente de México se­pa cumplir sus promesas. Señor Dios nues­tro…”

Y comienza la limpia. El curandero bendice a Salinas con cuatro velas. El lleva  un bastón adornado con cintas de colores.

– Ruega por nosotros. Salinas mira fijo los ojos negros de la curandera, siente sus manos recorrer su cuerpo. “Padre mío / Santa alma del purgatorio / Santísima Trinidad / Madre mía / Mamacita linda / Virgen santísima…”

La curandera lo limpia con un ramo de hojas de naranjo que pasea por todo su cuerpo hasta las piernas: “Para que le dé fuerza / para que tenga salud». (Salinas sostiene la mirada en el frente, casi inexpresivo.) “Usted es nuestro padre / Dios mío / Jesús mío”. Leoba lo bendice con ramos de rosas rojas y lo limpia con el aroma y los pétalos. Guadalupe centra en él la mirada y el rezo, mueve su cuerpo y apenas levanta los pies de la alfombra amarilla del cempasúchitl, lo va “persinando” y le acaricia el cuerpo con las hojas de ruda y poleo. El mira al frente, intenta entregarse al ritual. Pero el espacio multicolor, santo y pagano, junto a la laguna encantada, profana el rito y lo vuelve espectáculo de cámaras y flashazos.

Esperanza le muestra tres huevos benditos, con ellos recorre lentamente su rostro que no sabe qué músculo mover, su cabeza cuello, hombros, pecho, torso y piernas. “Ruega por nosotros”. Bañan sus manos con colonias preparadas de aromas de hierbas. El les informa muy cerca, al oído, que la ceremonia debe concluir.

Leoba levanta el crucifijo, testigo mudo del ritual, se lo acerca a los labios, pero Salinas, en acto político pagano ante Benito Juárez, declina el beso. Gira la cabeza hacia un lado y en desagravio abraza a las curanderas, mujeres arrugadas de rostros morenos casi impenetrables, de ojos negros cargados de tiempo y de magia de manos pequeñas que saben acariciar para limpiar, de dedos cortitos llenos de anillos.

El curandero Antonio, de Jamitepec, le ofrece el cáliz de agua de ruda. El candidato apresura el trago. “Para que le dé fuerza”. Alejo Maximino y Alfonso García vinieron desde Huautla de Jiménez a presidir el ritual “Prendimos las velas para que no tenga tropiezos”. Las 12 velas chorreantes de cera amarilla posan a los pies del Juárez niño, pastorcito de cuatro ovejas, que hace las veces de altar.

– Que el dueño del cerro lo proteja Las velas encendidas le hacen homenaje al licenciado Benito Juárez para que le dé apoyo a De Gortari. Que la fuerza una al país que hoy está cuarteado. Queremos abrir su expediente para que no tenga problemas.

– ¿Pueden ver su destino?

– Sí, cómo no, con los hongos, que nos permiten ver lo invisible, vemos el futuro del licenciado, un futuro, el de Salinas, que va a ser de una acrisolada honradez. (¡!)

Más tarde dirían a Salinas: “No queremoscompletar 500 años de olvido y de incomprensión. También los indios tenemos alma.Si te vas de aquí seguro de que los indios tenemos una cabeza para pensar,un corazón para querer y unos brazos para trabajar. Que tu suerte sea nuestra suerte”. ¿Y? ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Distintos a  los de la marcha-plantón? (¿Qué?)

La lucha práctica

Si queremos combatir al Poder debemos entenderlo. El pensamiento que se deja engañar a sí mismo guiándose por el deseo no va a ayudarnos, y el reclamar fórmulas optimistas resultará anticuado e inútil como lo es una danza india para provocar la lluvia.(E. Fromm.)

¿Y qué? ¿A treinta y dos días  de marcar una boleta electoral seguimos con el ánimo efervescente y a flor de mente la incertidumbre sobre cuál de los cuatro será el mejor o, cuando menos, el menos malo? ¿Ya en nuestra mente preparamos el voto para entregárselo a éste,  aquélla o aquél? ¿Ya nos convencimos (nos convencieron) de que éste, aquélla o aquél va a obrar por nosotros el milagro de ese cambio que precisamos con urgencia? ¿Este, aquél o aquélla va a anularse y anular  el Sistema para crearnos un gobierno aliado de todos nosotros? Mis valedores:

Cómo fue que descendimos a tal grado de pasividad en el ejercicio político que nuestro papel se reduce a cruzar una papeleta cada tres y seis años lo explican la historia y la teoría política. Uno de los maestros estudiosos del tema, protagonista que ha sido de la lucha social desde l966, analiza las tácticas y estrategias que el Sistema de poder y sus voceros oficiosos han tramado para llevar a las masas al proceso electoral como única forma de cambio. Aquí, con dedicatoria especial al grupo «Yo soy 132»,  la parte inicial de La lucha práctica.

Desde mediados de los años setentas el Sistema de control del Estado Mexicano consiguió que la inconformidad social fuera canalizándose, de acuerdo al dogma que inoculó en las masas sociales, por la vía electoral y en el contexto de una democracia representativa, ocultando los avances logrados por los movimientos sociales que a base de democracia participativa habían impuesto en las áreas de influencia de ese Sistema de control con vistas al cambio.

No escatimó el gobierno recursos económicos y humanos para introducir en la conciencia colectiva el esquema electoral de la democracia representativa, contraria a la democracia participativa, y con ello ampliar la clase política que garantizara la enajenación al sistema neoliberal y al control de la corrupción como arma estratégica. También intensificó las formas de cooptación de líderes y activistas, creando todo una legión de colaboracionistas que se encargó y sigue encargándose de impedir que las masas sociales miren la realidad con sus propios ojos y con su propia ideología.

Al ser arrebatada a las bases, la soberanía pasa a ser parte del poder cupular. En el Sindicato Nac. de Trabajadores de la Educación, por ejemplo, la soberanía no radica en las bases magisteriales sino en la agente gubernamental Elba Esther Gordillo. De enfrentarse al gremio magisterial como simple lideresa obvio es que nunca hubiese llegado al puesto que detenta, con perjuicio de la educación.  Este ejemplo vale para ubicar todos los órganos corporativos de control de trabajadores a los que mañosamente se les emboza con el nombre de «sindicatos».

Las formas de lucha obsoletas, una vez que son infiltradas en el imaginario colectivo, se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual la forma obsoleta cobra vida propia. Los propios luchadores sociales, con su falta de lucidez, se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado semejante fenómeno enajenante, el gobierno ya sólo necesita darle «mantenimiento» a semejante maniobra  inoculada en el movimiento social. (La lucha práctica sigue después.)

Atenco, factura pendiente

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un mediocre Peña Nieto puntero en la carrera presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culata de rifle, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y ese  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular (el territorio patrio) las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano. Atenco.

Fue en el 2006, los días tres y cuatro de mayo, cuando una venta de flores se convirtió en la guerra florida de los machetes, con la brutal incursión de los uniformados de Peña Nieto, lobo con piel de humanista y máscara de demócrata cuya respuesta a los requerimientos de 132 estudiantes universitaria hace un par de semanas fue una mala copia del autócrata Díaz Ordaz:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Ahí comenzó a pagar su deuda por el crimen de Atenco, aunque todavía no al precio de las atrocidades que perpetró con su horda de sicópatas de la «violencia legal». El ejecutor intelectual de un asesinato y un delirio de sangraduras encabeza las preferencias en la carrera presidencial. Tal es el poder de Televisa; tal es la desmemoria de las masas sociales. Peña Nieto.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando de un Peña Nieto que ahora amenaza con encuevarse en Los Pinos. Es México.

Ahí quedan los restos de una violencia que el Díaz Ordaz de masquiña provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Aberrante.

Tal es la justicia en México. Tal  es el sañudo violador los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa lo mantienen como posible sucesor del Verbo Encarnado. «Para  tiene el Estado la violencia legal». Peña Nieto.

Pero ante la pasividad y la indiferencia de quienes se disponen a votar: América del Valle sentenció a los agresores, comenzando con el de la «violencia legal»:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de San Salvador Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Año del 2006, tres y cuatro de mayo. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No, cuando menos, el primero de julio próximo. ¿O tal vez..? Es Atenco, es Peña Nieto,  son ustedes (Es México.)