¡Yo soy Oaxaca!

“Soy Oaxaca en la presencia de sus siete regiones; en sus trajes de vértigos en colorido que roban al paisaje los tonos de su luz; en el perfil moreno de sus mujeres disímiles de carácter, a veces místicas, humildes, soñadoras y también alegres y agresivas en la belleza; fieles hasta la obsesión y sacrificadas hasta el coraje!

La Guelaguetza. mis valedores. Los  Lunes del Cerro. En la añoranza mantengo las imágenes de Oaxaca.  Cierro los ojos, me miro de piel adentro y me veo mano con mano de una mujer, una sota moza que es flor y espejo de Ciudad Ixtepec: mi Nallieli («Yo te amo», en zapoteco). Con ella planeaba asistir al espectáculo, magia y esplendor, de la Guelaguetza, soberbia expresión de cultura, folklore, raíz, tradición y seña de identidad de ese abanico y mosaico de tantos pueblos: Oaxaca. El gusto se nos frustró, lástima.

¿Alguno de ustedes habrá asistido a los Lunes del Cerro en el del Fortín, ribereño de la ciudad? ¿Alguno ha admirado esa que es, a ojos, oídos y espíritu, maravilla de color y fulgores y encantamiento de sones, tonadas, clamor y recitaciones de música y flor, holanes y plumas, y brillos y cintas y juegos coreográficos que saben a raíz de un pueblo que es tantos pueblos, y esencia e idiosincrasia, e identidad? ¡Yo soy Oaxaca!

Y hablo con la voz de mi fértil suelo, de mis agrestes montañas, de mis fecundos bosques y de mi tierra erosionada; con los cafetos y la copra señoreando el cielo con la brisa de un mar intensamente azul, que retrata entre sus aguas las alturas; también, y con el agrio dulzón de mis piñas derramando sus mieles en las bocas que rezan un rito de emoción. Así, con esos labios, voy a dialogar hacia mí misma. (Cálida trova de F. H. Domínguez.)

Mis valedores: cerrados los ojos contemplo la parvada de danzantes llegados de las siete regiones, cuajarón de penachos y máscaras, danzas y ofrendas, que al vivo rayo del sol ejecutan un mágico ceremonial acompasado a tonadas que a toda garganta y a pecho abierto claman en tono mayor, o salmodian a lo hondo, a lo melancólico, en un acompasado tono menor. Desde hace algún tiempo me abstengo de asistir, que me lo impide un poderoso obstáculo.

Y cuánto echamos de menos, mi única y su servidor, la asistencia a los Lunes del Cerro,  fiesta que es de los sentidos y el espíritu. Hace tiempo, mi mano en la de mi istmeña, año con año presenciaba esa síntesis y amalgama de lo indígena, mestizo y español, donde se quema el copal a Centéotl, diosa del maíz tierno, y el incienso a La del Carmen que se nos vino de España y convive en santa paz con la Princesa Donají, el rey Cosijoeza  y el arrogante Zahuindanda, Flechador del Sol.  Nos abstenemos de asistir a la contemplación de la «briosa raza de bailadores de jarabe», que dijo aquel.

Contando las horas se nos iban los días, pero nos hemos quedado vestidos y alborozados, con zeta, yo con mi chaleco de pelos y mi única con los collares de monedas de oro, su atuendo de tehuana y el “resplandor” con que habría de enmarcar el resplandor de su rostro.  ¿El causante del acto fallido? Un delincuente que yo, olvidando que vivo la justicia mexicana, hubiese jurado que no iba a terminar su sexenio porque de repente iba a cambiar el palacio de gobierno por el de Lecumberri. El de alta seguridad, más propiamente, pero nada. Justicia a la mexicana. Mi Nallieli y su amador hemos dejado vacío nuestro lugar en el Cerro del Fortín porque sospecho que ahí pudiese encontrarme con Ulises Ruin, Ruiz de alias.  Es la justicia. Es México. (Qué país.)

Un pensamiento en “¡Yo soy Oaxaca!

  1. Busco el libro de espacios culturales no recuerdo el autor ,pero habla de tradiciones y leyendas de Oaxaca

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