De tumbas y mártires

Ya nos faltaron al respeto, mis valedores. Ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra pura ignorancia, y por nuestra pura ignorancia nos tornan colaboracionistas de ese enemigo histórico tan amigo de la alternancia como enemigo del cambio, que sería su extinción. Y a propósito de la ignorancia:

¿De qué manera puede interpretarse aquello que ocurrió el pasado 21 de abril? El hombre de Los Pinos,  según es su obligación, acudió a oficiar el rito correspondiente a la invasión de tropas norteamericanas a territorio mexicano, desmesura que se perpetró el 21 de abril de 1914 contra la tantas veces heroica ciudad y puerto de Veracruz. Allí estuvo presente, como para preservar entera la memoria histórica, el presidente del país.

En el escenario del asesinato de patriotas mexicanos víctimas de  las balas expansivas dum-dum se ofició una ceremonia que el gobierno tituló  oficialmente «Aniversario de la defensa del puerto de Veracruz«, con el hombre de Los Pinos haciendo honor a la memoria de las víctimas de la invasión de soldados gringos:

– ¡No estoy dispuesto a cederle la plaza al enemigo! ¡México no se rinde  y no se rendirá, antes bien avanzará contundentemente hasta la victoria en su lucha contra el crimen organizado!

¿Contra el qué, dijo el de Los Pinos? ¿Y la sustancia de la conmemoración? ¿Y el territorio patrio pisoteado por los invasores? ¿Y los marines gringos, arma embrazada, posesionados de las calles de Veracruz? ¿Y los caídos Aureliano Monfort, gendarme, Andrés Montes, carpintero, y José Azueta y Virgilio Uribe, cadetes de la Escuela Naval? ¿La historia patria sirvió al de Los Pinos tan sólo para proyectar (¡Una vez más!) su obsesión delirante, su delirio compulsivo por esa guerra perdida con la que multiplicó hasta la ignominia el número de víctimas del gringo invasor? Atroz.

Este día, mientras tanto, el mundo conmemora la epopeya de Chicago, donde el 1o. de mayo de 1886  la «ley» del Sistema asesino a unos trabajadores que reclamaban justicia para el de salario mínimo, y a propósito: ¿el hombre de Los Pinos qué ira a decir al respecto? ¿Por nombrar a Spies, héroe civil, se referirá al Chapo Guzmán? ¿Dirá en lugar de Fisher, Heriberto Lazcano? ¿Mentará el nombre del Mayo Zambada por el de Louis Lingg?

Aquí, contra el escamoteo que esos del Sistema de poder perpetran contra la memoria histórica, patrimonio de toda la comunidad, va un esbozo de aquello que sucedió en la ciudad de Chicago hace siglo y cuarto corrido:

Aquel primero de mayo, dicen las crónicas, amaneció caluroso. Muy temprano salió el sol, dorando los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte  ocho obreros aguardaban la horca. Un ruido de cerraduras marca el final. Uno de los que aguardan la muerte detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos afuera”, dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. «Vamos afuera».

El crimen fue perpetrado por el capitalismo (Chicago, 1º. de mayo, 1886) contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un pago salarial menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango de mártires: August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. Uno de los sentenciados, rumbo al patíbulo:

«Así pues, llegó la hora de la verdad…»

Mis valedores: aquí habré de contrastar lo que dijeron los luchadores civiles a la hora de su asesinato y lo que en el Día del Obrero Mundial haya dicho el hombre del Verbo Encarnado. (Vale.)

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