¿Voto minoritario?

Lo que se esperaba, mis valedores, lo que se temía se ha consumado. Enrique Peña gobierna el país y se espera y se teme que lo gobierne hasta el 2018. Como ocurre en algunas versiones de la democracia liberal, las mayorías se impusieron, y las minorías no tienen más recurso que resignarse. ¿O qué, resistencia civil?

Pero a ver, un momento: ¿fue la mayoría de votos la que lleva a  Peña Nieto al poder? Los 15 millones de papeletas del triunfador rebasan las que cosecharon Vázquez Mota y López Obrador? Por cuanto al voto duro, el voto cautivo, el voto corporativo que llevó al priísta a Los Pinos, ese fue el de campesinos,  obreros y organizaciones populares, que es decir el de los mexicanos menos favorecidos por la economía y la educación. Este es el sufragio corporativo, base y estructura de todo sistema fascista como los que florecieron en la Europa de entreguerras, de 1918 a 1939. También regresa el Tricolor al gobierno gracias al voto inducido desde los medios de condicionamiento de masas. Mis valedores:

Peña es el presidente del país. El PRI del autoritarismo y la corrupción delirante retorna a Los Pinos. Hoy todos los medios impresos y electrónicos se empalagan en loas a «nuestra democracia».  ¿Que resta a unas minorías que,  bien contado su número, resultan ser mayorías? ¿Acaso la propuesta de López Obrador, candidato perdidoso por segunda vez, que como respuesta al dictamen del TRIFE, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, propone la desobediencia civil? Pero lo advierte la teoría política: ninguna estrategia como la del boicot, la movilización de masas o la desobediencia civil rebasarán el nivel de lo espontáneo  (efímero) si no tienen como cimientos la fuerza de unas masas organizadas a la manera de los comités autogestionarios en donde cabe como forma de lucha la desobediencia civil. ¿Pero en qué consiste semejante estrategia?

Desobediencia civil. Antecedente remoto se ubica en el mito de Antígona, hija de Edipo, al que sirvió de guía cuando él se arrancó los ojos, y que más tarde ejerció la piedad con su hermano Polinice hasta el grado extremo de perder la vida.

Antígona, trágico personaje de la mitología griega, es la protagonista de una de ocho tragedias que sobrevienen de las tantas que escribió Sófocles. Ahí, el rey Creón publica un edicto prohibiendo que se sepulte a Polinice, muerto en el ataque a la ciudad de Tebas. La desobediencia será castigada con la vida. El desobediente será sepultado vivo.

Antes de dar sepultura a su hermano, ante el tirano expone sus argumentos: ante una ley injusta que va en contra de la justicia y a favor de la innoble venganza imperan las leyes eternas que establecen los dioses para impartir verdadera justicia. «Serás sepultada viva», determina Creón. «Cumple con tu deber. Yo he de cumplir con el mío», le responde Antígona.

La hija de Edipo no había sido educada, como los héroes,  para las hazañas heroicas. Antígona cumplió un deber de conciencia. Ejerció la desobediencia civil,  y eso la eleva por sobre todos los héroes.

¿En qué consiste esta forma de lucha contra un injusto  Sistema de poder? De entre las muchas definiciones: «Desobediencia civil: cualquier acto o proceso de oposición pública a una ley o una política adoptada por un gobierno establecido, cuando se tiene conciencia de que sus actos son ilegales o de discutible legalidad, y es llevada a cabo y mantenida para conseguir unos fines sociales concretos». Sin más.

«Democracia»,   resistencia civil, México.  (Vale.)

¿Brujo mayor, bruja blanca?

El ignorante vive en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos y temores y de vanas esperanzas. Es crédulo como el salvaje y el niño.

Y esas supersticiones, pústulas purulentosas, revientan en todo tiempo y lugar, pero es en estos días de fin de año cuando sueltan toda su virulencia Es hoy cuando el vividor, el embelecador y toda suerte de charlatanes, se dan a medrar con la ignorancia la credulidad y la irracionalidad de esos pobres de espíritu que, en un intento de reforzar su desfalleciente sentido de la vida y una vez que les ha fallado la fe en su Dios, en los políticos y sobre todo en sí mismos, depositan toda la carga de su irracional esperanza en el licor, en la droga o en Saturno y Plutón. Y vengan sobre los lomos del crédulo el ensalmo y la limpia, el sortilegio y el talismán, y a echarle dinero bueno al malo, y a cebar los ahorros de los picaros de la engañifa y la estafa.

Desde la fe,  semanario católico: “La astrología, creencia antigua planteada en nuestros días como ciencia, es pura charlatanería Si fuera científica, si fuera cierta, si fuera ciencia arrojaría predicciones con cierto grado de precisión, como las ciencias naturales, para un mismo signo en un mismo día vemos que no es así”.

Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. Los ignorantes adoptan como realidades lo que son puras ilusiones”. Y La Biblia: “No os volváis a los encantadores y a los adivinos: no los consultéis ensuciándocon ellos (…) No serás practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón ni mágico, ni quien pregunte a los muertos. Es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas».

Desde la Fe: “El pretender conocer el futuro mediante el horóscopo lo único que se consigue es poner la vida en manos de simples suposiciones”. Y esta verdad, para que la mediten esos “religiosos” practicantes de una fe meramente milagrera: “Ni siquiera Dios quebranta la libertad, mucho menos lo pueden hacer un planeta o una estrella».

Una que en la radio comercial se enjaretó el alias de  “bruja blanca”:  La Luna entró en su signo a las 22 horas y eso ha exaltado tu tenacidad en el terreno profesional. (Bueno…)

¿Una ciencia astrología? El científico: “Según ella el sol, la luna, las estrellas y los planetas, pueden influir en lo que sucede en la tierra, pero las propiedades zodiacales de las diversas constelaciones son pura imaginación. Los astrólogos primitivos no sabían nada de Urano, Neptuno o Plutón, que fueron descubiertos cuando se inventó el telescopio. Entonces, ¿cómo se trató de sus influencias en las tablas astrológicas trazadas siglos antes? Además. ¿por qué debería ser buena o mala influencia de planetas, cuando la ciencia sabe ahora que los planetas son acumulaciones de rocas o gases inanimados en viaje por el espacio?  ¿Por qué debería ser buena o mala la influencia de planetas, cuando la ciencia sabe ahora que todos son básicamente acumulaciones de rocas o de gases inanimados en viaje por el espacio?”

La astrología y el científico: El tiempo del viaje del Sol entre la constelaciones como hoy lo ve un observador en la Tierra está atrasado por más de un mes de lo que era hace dos mil años, cuando se trazaron las tablas astrológicas. La astrología no tiene, no puede tener base racional ni científica.

La ciencia. ¿Con semejante ignorancia qué tiene que ver la ciencia? (¿Qué?)

Los muladares de la superstición

El ignorante vive en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos y temores y de vanas esperanzas. Es crédulo es como el salvaje y el niño.

Y esas supersticiones, pústulas purulentosas, revientan en todo tiempo y lugar, pero es en estos días de principios de año cuando sueltan toda su virulencia Es ahora cuando el vividor, el embelecador y toda suerte de charlatanes se dan a medrar con la ignorancia, la credulidad y la irracionalidad de esos pobres de espíritu que en el  intento de reforzar su desfalleciente sentido de la vida y una vez que les ha fallado la fe en su Dios, en los políticos y sobre todo en sí mismos, depositan toda la carga de su irracional esperanza en el licor, la droga, Saturno y Plutón. Y vengan sobre los lomos del crédulo el ensalmo y la limpia, el sortilegio y el talismán, y a echarle dinero bueno al malo, y a cebar los ahorros de los picaros de la engañifa y la estafa.

El hombre no necesita, para avanzar, las muletas de ninguna superstición. Las supersticiones nos hacen retroceder en razón inversa a nuestra capacidad de vivir. En razón directa a nuestra propia mediocridad. Todo progreso moral es el triunfo de una verdad sobre una superstición.

Las fuerzas morales emancipan al humano de ese yugo nefasto. El varón de ideales concilia sus sentimientos con su razón a tenor del aforismo clásico: no hay religión más elevada que la verdad.  Y que todo progreso moral presupone el triunfo de la verdad sobre la superstición. Y la síntesis de eso horroroso que ocurre en los muladares del pensamiento mágico: la ignorancia, el dogma, el prejuicio, la debilidad. Año nuevo, vieja superstición. Lástima.

Es así, por “arte de magia”, como en un terreno abonado por la ignorancia retoña una vez más y florece y echa vaina la industria del fraude que perpetran brujas y brujos, zahoríes y augures, hechiceros y ensalmadores, el falso adivino y los embusteros del arcano, los arúspices de la irracionalidad y toda la cáfila de charlatanes de la falsa esperanza. El arranque del año es la edad de oro de pícaros buscavidas peritos del fraude y de la engañifa, cuyas víctimas se encuentran entre los cándidos, los ignorantes y los analfabetos funcionales, y aún más doloroso: entre los débiles, los angustiados y los desprotegidos, tan pobres de espíritu como de bienes terrenales. Y rápido, a comprar  zarandajas “mágicas…”

Hoy les propongo, mis valedores, que hablemos de brujos, santones y merolicos; de pícaros, de videntes, de vividores que medran con la neurosis de los angustiados. Hablemos esta vez del pensamiento mágico, ese universo de embuste,  fantasmagoría y esperanza irracional en que se refugian los pobres de espíritu cuyo carácter encanijado se deja vencer por una realidad objetiva que los rebasa en el áspero oficio del diario vivir una vida dificultosa.  Hablemos de los embelecos del pensamiento mágico que florecen en estos días iniciales del año, cuando en algunos aflora lo que guardamos de crédulos e inseguros, que nos  fuerza a refugiarnos en lo pretendidamente sobrenatural. El pasado oprime a los débiles y los ata a dogmas que otros forjaron; los muertos se imponen a mortecinos en razón inversa a nuestra capacidad de vivir. El pensamiento mágico.

No, y los fementidos horóscopos. De Acuario afirma en la radio una tal “bruja blanca”, negociante de basura “mágica”:

Católicos y charlatanes

Las supersticiones perpetúan el odio y la injusticia. Son residuos fósiles de creencias ya extinguidas; del remoto pasado, inmenso sepulcro, se levantan sus fantasmas para cruzar el paso a los que investigan la verdad. Son males que en el porvenir no tendrán remedio si es irreparable la mentira que esclaviza a los hombres y la ignorancia que los domestica.  (J. Ingenieros.)

La industria de la superstición, mis valedores, esa plaga recurrente,  grotesca superchería que vive su época de oro a principios de cada año, tiempos en que florece y echa su fruto mostrenco. ¿Los logreros? Los de cada día y  cada año: brujas blancas, brujos “mayores” y el engaño de los «mensajes estrelleros».. ¿Sus víctimas? Los pobres de siempre, sobre todo de espíritu, que se niegan a crecer, a madurar y, criaturas irremediables, andan en busca de la teta materna. Son esos crédulos que,  impotentes para enfrentar por sí mismos los coletazos del áspero oficio del diario vivir, buscan la protección de la “limpia”, el tarot y demás zarandajas (amuleto, talismán) de las que medran los charlatanes.

Pero lo que más admira es que  las víctimas voluntarias de las «brujas blancas» se asuman católicos. Cómo admitir que quienes tengan como guía las enseñanzas bíblicas puedan creer en semejantes supercherías. ¿No, acaso, se los prohíbe la Biblia, y el Papa y los cardenales? ¿Qué clase de catolicismo es el ésos que así recurren a aberraciones tales como el ensalmo y los amuletos de brujos, videntes y demás charlatanes? La religiosidad del católico: ¿creer en su Dios, confiar en él o en Venus cuando anda en la cuarta casa de Júpiter y demás embustes? ¿Qué dice, al respecto, la Biblia? Leo, en el Levítico (si el católico quisiera entender):

“No os volváis a los encantadores y adivinos: no los consultéis ensuciándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios”.  en Crónicas, el caso del crédulo, ignorante rey de los descendientes de Abrahám:

“De 12 años era Manasés cuando comenzó a reinar, y 55 años reinó en Jerusalén. Mas hizo lo malo en ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las gentes que había echado Jehová delante de los hijos de Israel. Porque Manasés (…) adoró a todo el ejército de los cielos, y a él sirvió (…) Y miraba en los tiempos, miraba en agueros, era dado a adivinaciones, y consultaba pithones,  Consultaba y encantadores, y subió de punto en hacer lo malo en ojos de Jehová para irritarle”. (Si el católico entendiera los conceptos vertidos en el semanario Desde la fe, vocero oficial del Episcopado Mexicano:

«El acudir a prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurarle su salud, además de ser gravemente contrarias a la virtud de la fe, son un fraude».

Un fraude, delito en el que caen esos charlatanes que como las «brujas blancas» desde la radio, la televisión y los medios impresos inducen al de carácter endeble y temple de jericalla a creer en los astros, someterse a “limpias” y, por salir del bache económico hundirse más al echarle dinero bueno al malo. En el Código penal: «Fraudes». En su artículo 386: “Comete el delito de fraude el que engañando a uno o aprovechándose del error en que éste se halla se hace ilícitamente de alguna cosa o alcanza un lucro indebido”.

Y que ese delito se castigará  con penas que van de la multa en metálico a los días, meses o años de prisión. (Sigo mañana.)

Los viejos somos así

Por olvidar invoco el piadoso alzhaimer…

Algo les contaba ayer, mis valedores. ¿Qué les contaba? ¿Día de qué celebramos ayer? Ah, sí, el Día del Abuelo, que conmemoré en compañía de todas las gentes de mi familia, y las charlas aquellas, y las risas, los abrazos, los parabienes. ¡Día del Abuelo, júbilo colectivo!

(Pero a ver, un momento, fuera el alzhaimer. Yo no tengo familia con qué celebrar. Soy solo, sin más, y no existe compañía más peligrosa que la soledad. Hablando solo termina el desventurado, y algo más: tampoco tengo la buena ventura de ser abuelo. No conocí la dicha agridulce del nietecillo. No me lo dieron  el Tomás primogénito ni Mayahuel, esa sota moza tan bella que en ocasiones parece hacerlo a propósito. Pero este alzhaimer terco, que se ha aquerenciado conmigo. (¿Qué les contaba en la fabulilla?)

Y la coincidencia, mis valedores: amanecí con el ánimo marchito por una  terca depresioncilla que me llevó a aferrarme al libro, y en el de poemas antañones me fui a topar con aquel papeluco donde algún solitario se dolía del aislamiento, de la soledad, de los amores que se fueron, de los hijos ingratos. Aquí el final:

«Me he puesto a barajar mis fotos: partos,  hijas, nietos, hijos ya muertos o más distantes todavía: desbalagados, o todavía más distantes: desagradecidos. Ah, esta herida que no cesa, el hijo fallecido por oscuro conflicto entre la sota moza y la sota de bastos. Ausente uno más, que de mi se ha olvidado,  pero cuyo olvido fue menos ingrato que el de roqueño corazón que me encerró en el asilo. En estas ácidas, corrosivas tardes de domingo, intento olvidar y recuerdo; procuro recordar, y olvido. Olvidar, invocar el piadoso alzhaimer…

Obsesión: aún tan escaso de años y bienes como sobrado de ilusiones, fui padeciendo gozosas heridas de aquella sucesión de mujeres que, costras de las heridas, me dejaron no más que estas fotos, dedicatoria, fechas vetustas y unos marchitos pétalos emparedados entre sonetos, rimas y redondillas. De súbito, el fogonazo: llegó ella, la Mujer, y ahora mi mente burbujea de romanzas y trovas, luna llena, mandolina y ventana grifa de dalias. Y aquí estoy, y avizoro el final, y porque esta soledad pesa como plancha de acero sobre mente y corazón, voy a enviar este mensaje a ver si alguno…”

Ese “alguno” fui yo, y aquí finaliza el manuscrito. El papel en la diestra, por la ventana miré una tarde que la llovizna tornaba remedo de anochecer, y de noche todas las tardes son pardas. ¿Quién será, cómo sería el del clamoroso pedimento de auxilio? Yo, entera mi soledad, qué hubiese podido compartirle, si no tristuras para intercambiarlas como monedillas en desuso, descontinuadas…

Un suspirillo; en las pupilas el picor. Contemplé la tarde aterida, vi el encabezado del matutino:  “Solos,  millones de viejos”.

No me pregunten qué quise decir – es que tenía un nudo en las palabras.

Pero ayer mismo, mis valedores, ¿celebró alguno el Día del Abuelo? ¿Alguno se percató de la fecha de hace unos meses, Día del Adulto Mayor, eufemismo ridículo? En fin; alguno de ustedes que sepa de edad, achaques y añejos gritos de auxilio, conocerá la causa de esta mi depresión, que acabó de recrudecer el mensaje que me aguardaba en alguna de las páginas del poemario del siglo anterior.

«Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…»

Senectud, cuántos suspiros se cometen en tu nombre. Y qué hacer. No lloro, nomás me acuerdo. Trato de recordar, pero este alzhaimer persistente… en fin.

(¿Qué les decía?)

Desconsuelo y dolor

Salir con la frente en alto a pesar del dolor…

Leí la frase doliente, dije a ustedes ayer, y venteé la tragedia. Observé las fotos que publicó el matutino (de esto hace algunos ayeres): rostros de niños, de jóvenes y maduros, un puro ardimiento y un majestuoso dolor,  que a lágrima viva y a puño crispado expresan pena, rabia, desesperación. Yo, apenas las miré en el periódico, me sentí reblandecido al ajeno dolor. ¿Un nuevo episodio de violencia en brama entre la R-15 y la AK-47? ¿El resultado del “daño colateral”, como llama a la matanza de niños, doncellas y embarazadas el jefe nato de mi general Galván? Me sorprendí haciendo pucheros, me fui al morbo de los detalles, y fue entonces. De súbito…

Leí la noticia, y válgame: las tales muestra del sufrir colectivo tan sólo me provocaron desprecio, impaciencia, exasperación. ¿Por insensible? No, que el desprecio, el desdén hacia estos rasgos lacrimosos fue mi reacción natural a las causas del llorar colectivo: ¡en el graderío del estadio futbolero un equipo del clásico pasecito a la red había caído a los infiernos de la segunda división, y sus fanáticos se retorcían a la pena, la impotencia, la desesperación! ¡El Necaxa, que descendía a los infiernos de la “Primera A“ y arrastraba a su Perra Brava al llorar y el rechinar de dientes! Y los puños que se alzan al cielo, y los rostros acalambrados, y ese que (pudibundo Julio César al recibir las mortales puñaladas) oculta en la camiseta listada de rojo y de blanco los visajes que le arranca el insufrible dolorimiento. Así viejos y niños, ese en la flor de la edad y ese par de jovencitas que se deshacen en llanto. ¡Por las peripecias del clásico pasecito a la red! Ah, héroes vencidos, héroes por delegación..!

Yo, ¿honrar esas lágrimas, las mismas y de la misma calidad de las que se han desparramado a la advocación de Pedro Infante, Juan Pablo II, La Morenita, la telenovela? Miré las fotos, medité en el “Salir con la frente en alto“, del futbolista en derrota, pensé en los del llanto colectivo:

“El fútbol, espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación de las proezas donde se requiere fuerza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida. El futbol, deporte por delegación, es privativo de la sociedad de clases. Las clases altas practican personalmente el deporte (golf, polo, tenis, equitación): sólo las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del fútbol que los entrena para la dependencia, la pasividad, la permanente minoría de edad mental”. Mis valedores:

Las lágrimas de los de la foto, ¿espontáneas? Por supuesto que no. Son pasiones, emociones y reacciones mañosamente inducidas a lo artificial y artificioso en el débil de espíritu. Son los opiáceos de las masas oprimidas, deprimidas, enajenadas. Alineación, manipulación, dependencia, televisión. ¡Nos bañamos en oro! ¡Los héroes, la gloria, México!

Pero felicidades: el llanto quedó atrás. Para el que apenas ayer se retorcía las entrañas «su» Necaxa vuelve a pastar en la grama de la primera división. Hoy, la alegría se tiñe de rojo y blanco; es la “alegría” con que el Sistema apuntala en las masas un agónico sentido del diario vivir una vida que se arrastra al ras del desánimo. Pornografía, licor y el clásico pasecito a la red. Y no pensar, no reflexionar. Felicidades por «su» Necaxa. (Es México.)

¿Será zurdo Peña?

“No Colibrí a la Izquierda, como nos lo presenta la historia oficial. Por su instinto sanguinario y su aspecto espantable, Huitzilopochtli significa “Colibrí Siniestro”.

Tal afirma el cronista, cuando el colibrí verdaderamente siniestro habitó alguna vez en Los Pinos, y así nos fue a todos con el tal. A propósito: el Día Internacional de los Zurdos, que se conmemora el día de hoy. ¿Zurdo alguno de ustedes y sufre por ello alguna suerte de discriminación? Porque tal es la condición de las masas: rechazar todo y a todos los que de alguna forma son diferentes, y aquí lo trágico:  la discriminación contra la mano zurda la ejercemos y padecemos todos, porque nos hemos mutilado de manera voluntaria la mano izquierda hasta convertirnos en hemipléjicos y manejarnos al 50 por ciento de nuestra capacidad manual, sin  apenas darnos cuenta del potencial que desperdiciamos.

Toda la civilización ha sido forjada con la mano diestra porque nos hemos mutilado de la otra mitad. ¿Por qué razón dejamos la zurda sin el adiestramiento de la diestra? ¿Por qué la cultura ancestral clasifica de negativo todo lo que concierne a la zurda?  ¿Cómo, cuándo, por qué se originó esa maldición? Una pista para encontrar la respuesta pudiese encontrarse en el mito de la antigua Grecia: con la diestra cercenó Crono la virilidad de Urano (Saturno), mientras que con la izquierda le afianzaba los genitales, maniobra que la marcó de impura e indigna de la misma educación que la diestra, mutilando con ello nuestra potencia manual. Nosotros, aun sin conocer el mito, a menospreciar la zurda…

Y ya que andamos por la recoleta región testicular: ¿cuál de sus manos colocó Jacob en la virilidad de un su padre anciano y casi ciego a la hora en que se hace pasar por Esaú el primogénito y de forma fraudulenta dar testimonio (testi, de testículos) para así apoderarse de la primogenitura, con todas las ventajas que ello supone? La diestra, sí, por supuesto. ¿Y con qué mano bendijo el viejo Isaac al tramposo, si no con la diestra? ¿En dónde  están a estas horas, si nos atenemos al Libro, lo mismo el padre engañado que  el hijo inescrupuloso, con todo y madre que le inspiró el fraude y lo ayudó a perpetrarlo? Ellos, de acuerdo con la Promesa, a la diestra de Dios. Para los ubicados a la zurda, la maldición. “¡Id, malditos, al fuego eterno!”, clama en el Valle de Josafat a los desdichados a los que ha sentado a su izquierda.

Discriminación.  El  universo se divide en dos mundos que se atraen o repelen, se implican o excluyen según graviten hacia uno u otro sentido de los polos y mutuamente se complementan. Todas las oposiciones que presenta Madre Natura muestran ese dualismo fundamental que para nosotros es motivo de discriminación: luz y tiniebla, día y noche, oriente y sur frente a norte y  poniente. Por uno la vida asciende y resplandece; por otro desciende y se apaga. Arriba moran, inmortales,  los dioses; acá, los mortales que se traga la tierra; más abajo se ocultan las serpientes, y en la profundidad los demonios. Para la cultura de la discriminación el cielo es la diestra, y la tierra la zurda.

Del Día Internacional de los Zurdos. “Discriminación aberrante”, enfatizó el maestro en la tertulia de anoche. “Eso es ignorancia y superstición. ¿Están ustedes de acuerdo?”. Todos, sí, por supuesto. Pues sí, pero de repente, en el silencio que siguió a la pregunta, El Síquiri, cautelosa voz:

– ¿Será zurdo Peña? Porque un zurdo más y al país se lo acaba de cargar la…

(Sh…)

Hermano en el camino, Solalinde

Por su protagonismo al frente del albergue Hermanos en el Camino, el sacerdote Alejandro Solalinde ha sido destituido del cargo por la jerarquía católica.

Una más de ese clero político que no admite más protagonismos que los de Rivera  y congéneres, protagonismo que se magnificó en el reciente proceso electoral, donde la sotana y la capa pluvial inclinaron las preferencias del voto en los pobres de espíritu. El retrato hablado del candidato, en palabras del obispo  Onésimo Cepeda:

Uno con la cola limpia: ese es el candidato ideal.

Tan horroroso protagonismo viene exacerbándose desde 1988 en los tiempos recientes, cuando un Salinas urgido de “legitimación” desnaturalizó el 130 constitucional, del que a su hora afirmó Dn. Jesús Reyes Heroles:

Respeto a la religión y respeto a la política, que no otra cosa es nuestro Art. 130 constitucional. Salinas: “Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro”.

El reculón salinista desbozaló el protagonismo de un clero que desde el púlpito y ya sin recato lanza anatemas y excomuniones, condena leyes, exalta a Peña, sataniza a aquél y controla el voto de los pobres de espíritu. «Desde los orígenes de Hispanoamérica, afirma el historiador, religión y política dependieron una de otra y se influyen una a la otra».

Dn. José Ma. Luis Mora, político liberal: “Todo lo que incide en el fervor se capitaliza en poder político para la Iglesia. A mayor fervor popular, mayor control sobre los fieles, quienes, sin racionalidad,  se caracterizan por un alto nivel emocional. Cada mexicano debe preguntarse a sí mismo si el pueblo existe para el clero o si el clero ha sido creado para satisfacer las necesidades del pueblo”.

El clero político: «La ley para la despenalización del aborto aprobada por la ALDF pone en evidencia el rostro autoritario y fascista del PRD».

Contra el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo el obispo Jonás Guerrero: «¿Qué diríamos de El Mochaorejas si nos dijeran que tiene derecho a secuestrar, a cortar los dedos de sus víctimas, a asesinar a nuestros familiares? Ahora ´’se justifican’ los actos vandálicos de los asambleístas del PRD, que ellos llaman derechos´».

Santiago Creel cuando Sec. de Gobernación de un Estado laico: «El gobierno  reconoce sin disimulo el papel trascendental de la Iglesia Católica, ahora en posibilidad de realizar abiertamente sus actividades, de brindar un servicio y de difundir su mensaje eucarístico de luz y vida».

El sacerdote V. Amil, citado por J. Meyer: “Ya sea que el príncipe haga buen o mal uso de su poder, ese poder siempre es conferido por Dios. Incluso si su gobierno es tiránico hasta el punto de que deje de ser un príncipe y se convierta en un demonio, incluso entonces… debemos seguirle siendo fieles, no permitiéndonos más recurso que el de apelar a Dios, Rey de Reyes que puede en el momento oportuno ayudarnos en nuestras tribulaciones».

Dn. Jesús Reyes Heroles:

«En el pasado, a nombre de la religión, se entró en el cambalache político; se politizó en el mal sentido la religión y se dio origen a una mezcla lesiva a la libertad de conciencia y a la dignidad religiosa. En otros países a nombre del cristianismo se hace mala política, se entra en el toma y daca del comercio de las cosas y de los hombres. Nuestra Ley impide estas actitudes que desmedran la religión».

Eso, ayer. ¿Y hoy, en el sexenio del Verbo Encarnado? (Dios.)

Nada hay nuevo debajo del sol

Cuando se aproximan las elecciones la política entra en celo y los políticos se animalizan y no atienden a nada que no sea el orgasmo electoral.

Porque nos puede servir de contexto, mis valedores. Dicho hace seis años en nuestro programa Domingo 6 (Radio UNAM),  ¿difiere de lo que hoy se afirma o se niega en la estridencia verborreica del gradualismo, del  cortoplacismo? Juzguen ustedes.

Y cuántos barriles de tinta, cuántos charcos de saliva se arrojan en el análisis del tinglado que el Sistema de poder la levantado para remachar la manipulación de unas masas ávidas, dependientes y desprotegidas, con nuevas paladas de carbón a la caldera politiquera  que acaben de  enfervorizar a los esperanzados a favor de este y en contra de aquél de los cinco candidatos no de todos nosotros, sino del Poder. El enajenado con la política de corto plazo:

– ¿Para ti quién ganó el debate? ¿Afectó la ausencia de López Obrador? ¿Y las propuestas de Campa, de Patricia Mercado,  de Calderón? ¿Tú le crees a Madrazo?

Al hipotético preguntón le respondo: ¿qué dice, al respecto, la historia? ¿Del primer Nopalito al actual se ha producido ese cambio que de aquel Pascual al  Vicente de hoy día prometieron a las masas sociales? ¿De Ortiz Rubio a Fox cuánto se ha depreciado el poder adquisitivo del asalariado y crecido el de los Slim? Los candidatos, ¿son nuestros candidatos, líderes naturales que  desde la fábrica, la oficina, el pequeño comercio o el agro, han venido trabajando con nosotros en la tarea de modificar para el bien colectivo las condiciones dificultosas del paisanaje? ¿Los candidatos, por contras, no lo son de los partidos políticos? ¿Son de la base social de los tales partidos o de la cúpula? ¿El Poder es aliado nuestro en la tarea de lograr ese cambio histórico que con tanta urgencia necesitamos, o es enemigo histórico de ese cambio, que significaría sustituirlo por un gobierno al que habremos de obedecer como sus mandantes? Ese cambio, ¿es tarea del Sistema o de todos nosotros? El insistente:

– ¿Pero en el debate del pasado martes quién resultó vencedor?

– Pregúntele a su vecino, a su pariente, al compañero del taller o la oficina.

– ¿El tiene cultura política y está autorizado para darme una respuesta satisfactoria?

–  El sabe tanto como usted mismo, pero escuche su respuesta y sabrá que su criterio político, como el de todas las masas del país, está perfectamente moldeado,  modelado y condicionado, por los voceros oficiosos de radio, medios impresos y, sobre todo, de Televisa y TV Azteca. Pero eso sí: cada uno de los que den a usted su opinión van a estar convencidos de que tales son sus opiniones, no las de los enajenadores de radio, periódicos y televisión.

– Bueno, sí, pero el debate.

– Copia de prácticas gringas, que una claque política tan mediocre como la mexicana no es capaz de crear, además de que la condiciona su vocación colonial.

– Pero la votación…

– La votación. Los votantes tenemos plena libertad de elegir al candidato que nos ofrezca los mejores proyectos de gobierno, pero no el poder para obligar al  candidato a que  cumpla sus compromisos de campaña. ¿Qué nos dice la historia en torno a promesas y realizaciones de LEA, JLP, el primer mediocre de las cejas alacranadas (De la Madrid) y Salinas, Zedillo, Fox?

Pero el esperanzado irredento: Bueno, sí, pero con AMLO va a ser distinto. O con  Madrazo, Patricia Mercado, Campa Cifrián. ¡Con el chaparrito Calderón ya la hicimos! Tan buena gente como parece…

Es México. (Mi país.)

El orgasmo del voto

En las elecciones los políticos mexicanos creen que pueden ganar, y el olor de la victoria los empuja a arrollarlo todo. Buscan con desesperación el orgasmo de los votos, y como se están disputando a la hembra electoral, rechinan los dientes amenazantes, lanzas acometidas salvajes y tiran zarpazos sin recato alguno.

(L.M. Anson, citado por F. Arreola.)

A tiro de piedra, mis valedores. Nuestro voto se ubica a la distancia de cinco días del siguiente domingo, cuando todos los votantes vamos a sufragar. A cruzar una papeleta, y ya. Es todo. Ahí termina el papel activo de las masas sociales en el terreno del ejercicio político que se rige por el sistema de la democracia representativa. De ahí en adelante el  triunfador en los comicios va a mandar sin obedecer, y los votantes a obedecer sin mandar. Democracia representativa.

En fin. La caldera político-electoral se requema en plena ebullición, con una presión tal que  la  aguja marca la línea roja. Ya irá cediendo de manera paulatina y aminorando los hervores, y lo inevitable: muchos de los votantes caerán en la exaltación y otros tantos en la inconformidad o la resignación.  Qué más. Qué otra cosa se puede esperar de esa maniobra ambigua que los mercachifles nos han vendido,  carísima, por democracia.

Eso, a partir del domingo próximo. Por hoy, mientras tanto, el ánimo colectivo  anda a estas horas bailando al son que le toca la diarrea de opiniones, consideraciones  y puntos de vista que se generan en radio, televisión y medios impresos, y al ritmo del son verborreico la masa social ya se alegra o se enfurece, ya se alienta o desanímase, sin detenerse a reflexionar en qué medida piensa con cabeza propia o ajena, y que el suyo puede ser un estado de ánimo inducido por intereses ajenos; contrarios, incluso, a los de las masas sociales.

Hoy, por lo pronto, padecemos el tiempo de las encuestas, imitación servil de sistemas políticos como el del vecino imperial. A estas horas nuestro país se estremece y convulsiona al sonoro rugir de la encuesta de opinión. «¿Qué opina usted de..?»  Esto, cuando otra debe ser la pregunta fundamental: «¿Sabe usted algo del tema?» Y una más: «¿Usted qué sabe del tema

Pero no. Nuestro amor propio nunca se privaría de contestar cualquiera de las preguntas de cualquier entrevistador sobre el más abstruso, el más complicado de los temas propuestos. «Yo opino que…»

Las encuestas. En torno a la escandalosa proliferación de encuestas que se han perpetrado, sé lo que digo, se escandaliza el matutino español:

«Los medios mexicanos están completamente inmersos en la batalla de las encuestas (…) Desde la campaña presidencial de 2000 -que acabó con Vicente Fox como ganador y supuso la alternancia de Gobierno- las encuestas electorales comenzaron a vivir una edad dorada que en la campaña de este año se ha convertido casi en una fiebre. Según los últimos datos del IFE, entre el 12 de abril y el 26 de mayo se publicaron 680 encuestas. Una media de catorce al día«.

Pues sí, pero la plaga de las encuestas no viene sola, que la acompaña un achaque más: el debate. Tres se han ejecutado, y alguno de los candidatos, al pretexto de que ese ejercicio representa un muy valioso material para que el votante posea materia de juicio a la hora de cruzar la boleta electoral (algo por demás improbable), ¡pedía una docena!

El debate. A propósito y a modo de comparación muy a propósito como para leer entre líneas: uno de los debates del sexenio anterior, AMLO ausente… (Sigo mañana.)

Desmemoria y esperpento

¿Conque es muy posible que el PRI regrese a Los Pinos? ¿Conque la historia de   70 penosos años de presidencialismo autocrático y autoritario pueden dar en  el basurero de la historia, sin más? ¿Tornará ese estilo personal de gobernar de los Echeverría, Díaz Ordaz y congéneres? ¿Regresarán los tiempos del santón, del chamán, del iluminado, cuando la hoja del árbol político no osaba moverse sin la autorización del mesías sexenal? ¿A la distancia de 15 meses habrá vuelto para nuestro país  la parafernalia del informe presidencial con todo y su besamanos al estilo del López Portillo de la(s) pompa(s) y circunstancias? ¿Rendirá el hoy aspirante del Tricolor el rito anual del informe, con todo y su alucinante ciclón de datos y cifras estadísticas (ver anexos)? ¿Volverá el país al delirio de una claque enajenada en frenesí de vivas, aplausos y porras bajo un aluvión de confeti y serpentinas y al estrépito de matracas y chirimías? Mis valedores:

Curioso fenómeno aquel del presidencialismo en nuestro país. Curioso y un tanto inquietante. Tal fue mi conclusión ayer tarde, que pasé revisando viejos periódicos y examinando crónicas, reseñas y opiniones editoriales en torno a los varios informes de gobierno que a su hora rindieron Echeverría, López Portillo, y algunos de sus predecesores. Al final en mi ánimo quedó una leve zozobra y un tufo a temor, y me preguntaba:

¿Pues qué clase de país es este México, que así “avanza” a jalones de ritos presidenciales? Y hoy digo: ¿cómo era posible que la liturgia anual determinase en forma tan decisiva la vida pública del país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repetía esa  licuefacción de la sangre de San Genaro, ese prodigio nacional en  que la voz de un taumaturgo obraba en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, amansar rebeldías, atemperar enconos y disipar nubarrones y turbulencias que oscurecían el futuro; todo ello de un día para otro, de la mañana de hoy al amanecer de mañana. inconcebible. Este país.

Y frente al rito chamánico qué valían pruebas; que la vida de una nación depende no de un varón sino de un juego complejo y múltiple de causas y efectos, de factores internos y externos, del gobierno, la cúpula castrense, el clero político, los dirigentes obreros y los grandes capitales de aquí y del exterior. Eran los tiempos en que el país, ave Fénix, renacía año con año al conjuro de una sola voz, mágica voz,  la de un presidencialismo que amenaza resucitar. Y ante un “¡Honorable Congreso de la Unión!” y un “¡Viva México!” qué valían los hechos…

Curioso país; cuánto hay en nosotros de mágico y de infantil, de milagrero e irracional, con unas masas que encomiendan suerte y destino a las frases de un chamán la mañana de un primero de septiembre. Extraño país que sabía transfigurarse de este día para el siguiente; que hoy anochecía oscuro para mañana renacer al modo del mundo náhuatl al calorcillo del Quinto Sol; porque la magia de un dios sexenal le dio luz y clave, le borró obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, de unas cifras, de un viva México. Otro día el país amanecía  a ser distinto y robustecido; con los mismos problemas, pero distinto. ¿La realidad objetiva? Ninguna realidad importaba, que la voz presidencial recompuso la confianza y levantó el espíritu una vez más, y nos volvió menos abrumados que el día anterior. José López Portillo, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? (De ese y alguno más, el lunes.)

¡Sí se pudo!

 

Trascendental en la historia del país puede resultar su movimiento, compañeros  estudiantes del movimiento «Soy 132», con tan sólo que se liberen de dogmas y se avoquen al ejercicio de pensar. Va aquí, para todos ustedes, la síntesis del documento en que mi maestro sintetiza la historia, la realidad objetiva y su experiencia personal como militante de movimientos sociales.

La lucha práctica. Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un adversario, puede encontrarse aquello que lo torna vulnerable a pesar de mantener el poder.

Un principio fundamental consiste en entender que la fortaleza del enemigo es directamente proporcional a la debilidad nuestra. En este sentido tenemos que autoanalizarnos y detectar todo aquello que nos hace débiles.

El adversario  ha sintetizado una forma de control y dominio que le proporciona excelentes resultados: introduce en los movimientos sociales concepciones y formas de lucha ineficaces y obsoletas que una vez que son introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual la forma obsoleta de concebir las cosas cobra vida propia. Los mismos luchadores sociales, con su falta de lucidez, se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante, los agentes gubernamentales sólo necesitan darle mantenimiento a esa  su concepción inoculada en el movimiento social.

La razón desarmada no ha podido, hasta este momento, derrotar al irracionalismo del poder armado. (Cuando hablamos de armarse no nos referimos a tomar las armas de fuego, sino de crear sistemas de lucha pacífica superiores a las armas de fuego. Esto que parece imposible se debe a que la metodología que nos han inculcado nos lleva a buscar la solución en el ámbito del conocimiento en donde no se encuentra la respuesta correcta a nuestros propósitos. Los elementos metodológicos con que contamos: gritos, «slogans», muchedumbres que exigen en la vía pública,  nos arrojan al círculo vicioso en donde siempre llegaremos a las conclusiones ineficaces que el gobierno necesita para seguir controlándonos.)

La marcha-mitin. En nuestras marchas enarbolamos como pregón mágico la consigna «el pueblo unido jamás será vencido». No se entiende que para que el pueblo se una no basta un grito que invoque la realización de un milagro. El pueblo no se va a unir  por sí solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicamente avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A la marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva, que es la de demostrar una inconformidad y preparar a las bases  para pasar a formas de lucha específicas de su área de operación. En forma equivocada se le ha asignado  a un medio la capacidad de ser el todo de la lucha.  Tal dogma no se cuestiona a pesar de haber demostrado una y otra vez sus limitaciones,  su nula eficacia.

Ese dogma nos deja desarmados. Al convertirla en el todo de la lucha se desnaturaliza su función práctica y se le transforma en liturgia secular, en peregrinación que enarbola conjuros  que claman por el milagro que nos produzca los resultados que pretendía nuestro movimiento inicial. Con el tiempo los marchantes-peregrinos se desencantan: «no fuimos escuchados. El milagro no se produjo». Se cae entonces en el derrotismo con el que seguiremos controlados por el Poder.

Volveré con el documento, compañeros estudiantes, pero por la justeza e importancia de su lucha,  ¿no vale la pena pensar? (¿Qué?)

Mujer divina

La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos. La primera opresión de clases coincide con la del sexo femenino por parte del masculino. (F. Engels.)

La mujer mexicana, mis valedores. Que en esta fecha, leí por ahí,  se conmemora una borrosa ceremonia dedicada a ensalzar el tanto de unas 12 horas a nuestra víctima de discriminación, vejaciones y toda suerte, mala suerte, de violencias que en su contra perpetra esta comunidad machista. Ahí están, para certificarlo,  las cruces en diversos panteones de Chihuahua y el Edo. de México. Por sí o por no, sea o no sea fecha de celebración, hoy he de recopilar opiniones machistas en torno a la mujer. Para empezar, La Biblia:

«Buscarás con ardor a tu marido,  y él te dominará y  será tu dueño».

Tal clama Dios en el Génesis, y más adelante, en labios del profeta, a su pueblo elegido: “¡Practicaste la prostitución con esos egipcios de gran potencia sexual (…) Te entregaste a la prostitución con los asirios, y ni aun así quedaste satisfecha (…) A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas (…) ¡Sólo en eso eres diferente a las demás prostitutas!”

Pero la violencia contra la mujer está no sólo en La Biblia ni es de hoy; es de siempre. Clama, en la tragedia griega, un Hipólito virgen y ofendido porque Fedra, la madrastra, le ofrecía su amor:

“Qué azote tan grande es la mujer, pues el padre, que la engendra y la educa, da la dote y la casa para librarse de ella; el que recibe en su hogar esta peste destructora goza engalanando a una pésima estatua, y la viste con sus mejores ropas, y el desventurado gasta así sus rentas. Si alguna ha de vivir con nosotros, la mejor es la inepta. Aborrezco a la sabia; que no albergue un mismo lecho a la que sepa más que yo, y más de lo que le conviene a una mujer. Porque Cipris hace a las doctas las más depravadas”.

Y ya en tiempos modernos: Aurora Dupin (George Sand, su seudónimo),  mujer inteligente, escritora y compañera de Chopin:

“¡Las mujeres, al carecer de profundidad en sus exposiciones y de ilación en sus ideas, no pueden poseer genio (…) La mujer es imbécil por naturaleza”.

Y una Lady W. Montagú: “Lo único que me reconcilia con el hecho de ser mujer es que esto me protege del peligro de casarme con una”.

Lúcido, Octavio Paz: “La opresión de la mujer sólo ha podido sostenerse con el reforzamiento continuo de una ideología que es impuesta y reforzada a través de las instituciones, las leyes, la familia, la educación y los medios masivos de comunicación!” (Los medios de condicionamiento de masas, más justamente.)

Ya en nuestros terrenos: La vocera del Instituto Nacional de la Mujer: “En Michoacán, para poder trabajar, la mujer tiene que pedir permiso a su esposo. En México, el abuso sexual de menores no es considerado como delito grave. En la legislación de 24 Estados hay figuras discriminatorias y vejatorias de los derechos de la mujer, a grato tal que mucho más penado que una violación es el robo de ganado…”

Del testimonio de alguna de tantas víctimas de los violadores que andan sueltos por todos los rumbos del territorio patrio:

Yo luché contra ellos, se lo juro…” Imposible contener el llanto. “Al sentirme violada me abandoné… traté de no pensar… de que pasaran rápido aquellos minutos tan largos –languidece toda ella-. Tan largos…”

¿Conque hoy Día de la mujer mexicana? ¿La conciencia, que remuerde a los machos?  (México.)

Disparatorio

Tertulia de anoche en mi depto. de Cádiz. Invitado por mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., se presentó aquel personaje que en silencio se puso a escuchar la controversia de los contertulios: que si república amorosa, y que si el chaquetazo de la Miranda, y que si Josefina  en Los Pinos, ¿y que en qué te basas? Pues en que ya hasta guapa la están sacando en las fotos.

Observé al invitado: mediana edad, porte altivo, atildado atuendo y tan perfumado como perfumado resultó el tabaco de su pipa. De repente se animó a tomar la palabra, y entonces…

Al escucharlo se me vino a memoria la tierra de mi nacimiento y hogar de  mis años muchachos. Jalpa Mineral era por aquel entonces un poblado de gente pobre, pero llegó el bracerismo y los indocumentados se fueron, y en el pueblo comenzó a caer la pepena de dólares. Pues sí, pero en mi terruño  ya no quedan hombres, que no sea aquel almácigo de viejos que sentados a la puerta de la vivienda aguardan, pacíficos, que la muerte pase por ellos. Adultos y jóvenes andan en la pizca del betabel y los dólares de Texas y California. Mis valedores:

Pobre entre los pobres fue mi familia. Yo vengo siendo sobrino de un sastre de mala muerte (lo aplastó una carreta) e  hijo de zapatero remendón. Este recién llegado a la tertulia me vino a recordar cierta polémica en que una vez se enzarzaron el sastre y el zapatero. Aquel sostenía la tesis de que es elegante un varón si porta buena ropa  por más que traiga zapatos viejos, y el remendón, por contras: el hombre siempre será elegante si calza choclos flamantes, así sus trapos sean de pobrete. Ropa o zapatos; su mentalidad de gente pobre no podía imaginar a un hombre con recursos económicos para cubrir ambos gastos.

En la tertulia, el del atuendo impecable hablaba de asuntos políticos.

– Bueno, yo diría, o sea que en materia de grilla política, ¿verdad?, podemos decir que unos le van ora sí que al Peje, ¿no? Pero la verdad, hay que ver que Josefina como que se va perfilando,  quiero decir, para darnos ora sí que tamaña sorpresa. Pudiera ser, aunque digo, a lo mejor…

Mis valedores: en esta tierra de pobres hispanohablantes que no damos importancia al lenguaje y que ni siquiera estamos conscientes de la forma en que lo destazamos apenas abriendo la boca, muy bien vestidos podemos presentarnos ante los demás, pero a la hora de hablar…e

– Bueno, pero o sea: menos mal (dirá aquí alguno). Para mí que más vale andar siempre de las de acá, echando tiros con un atuendo bien elegantón. Porque después de todo si hablas como todos, ¿quién va a notarte algo raro? Total…

Si hablas como todos: un lenguaje empedrado de clisés y muletillas, para luego encajar en cada frase los «este», «o sea», «y bueno», «yo diría»,  «de repente, verdá?» y un gratuito e inmotivado «¿no?» Ustedes conocen ese catálogo del disparate donde se apretujan los hoy inicia, a la brevedad, política agresiva y el asqueroso «tiene» dos semanas que no la veo. Ahí el traje cortado a la medida y los finos zapatos del visitante se fueron al voladero, que en su forma de expresión mostró en plena lengua la infamante marca del mediocre. Mis valedores:

¿No nos merecería más respeto un individuo que más allá del atuendo corriente, con su lenguaje mostrase que a él no lo ha desfigurado el subdesarrollo verbal? ¿Qué será más de culpar, como dijo la monja, el figurín peripuesto que padece halitosis verbal, o el de ropa nada vistosa que se exprese con propiedad? O sea, la verdad. (Digo, ¿no?)

Sotanas y pedofilia

La barca de Pedro, mis valedores. El artefacto hace agua por todas partes y está a punto de zozobrar. Esto viene repitiéndose de forma periódica, pero desde hace decenas de siglos el navío sigue adelante con su navegación, conducido por una tripulación que aglutina a reverendos de toda laya, desde padrecitos virtuosos hasta padrecitos de varias criaturas nacidas de distintas madres.  La barca de Pedro. A propósito:

Que entre la jerarquía católica la pedofilia del sacerdote no se considera delito, recurso que evita el escándalo y la denuncia penal contra ese sacerdote pedófilo al que la jerarquía católica se concreta a reubicar en distinta parroquia, y la paz. Recuérdese el célebre caso del padre Marcial Maciel, a quien arropó El Vaticano y que así «justifica» un  Renato Ascencio, por aquel entonces obispo de Ciudad Juárez:

– La ropa sucia se lava en casa. Nosotros tenemos nuestras propias autoridades y procedemos  través de nuestros propios tribunales eclesiásticos. En caso de detectar a sacerdotes que abusen sexualmente de menores, la jerarquía católica no los entregará a las autoridades judiciales, sino que los juzgará en sus tribunales y con sus propias leyes, no más.

¿El rigor de esas leyes? Roberto Blancarte, estudioso del tema: «La  pena máxima que el derecho canónico puede establecer en casos de abuso sexual es la pérdida del carácter clerical (…) y de una vida de oración y penitencia. Penas ligeras  comparadas con las que se quiere aplicar a quienes practican abortos».

Y como para apuntalar la aseveración de Blancarte, la noticia del pasado viernes:  «Un sacerdote católico de Nueva York, de los principales organizadores de la multitudinaria misa que ofició el papa Benedicto XVI en el estadio de los Yanquees en 2008, es acusado de haber abusado de una decena de adolescentes en los años ochenta en un colegio del barrio de Harlem. El cura pedófilo fue castigado por la Santa Sede a una vida de oración y penitencia».

– Lo que me recuerda (le recordó al maestro en nuestra tertulia de anoche) el suceso que aconteció en el XVI en Sevilla, según nos queda constancia en los escritos de Melchor de Santa Cruz. Aquí, lenguaje antañón, la crónica:

«Un sacerdote mató a un zapatero de la misma ciudad, y un hijo suyo fue a pedir justicia; condenóle el juez de la iglesia en que no dijese misa en un año.

Dende a pocos días el Rey don Pedro vino a Sevilla, y el hijo del muerto se fue al Rey y le dijo cómo el arcediano de Sevilla había muerto a su padre. El Rey le preguntó si había pedido justicia. El le contó el caso como pasaba. El Rey dijo: ¿Serás tú hombre para matarle, pues no te hacen justicia? Respondió: Sí señor. Pues hazlo, dijo el Rey. Esto era víspera de la fiesta del Corpus Cristi. Y el día siguiente, como el arcediano iba en la procesión cerca del Rey, dióle dos puñaladas y cayó muerto.

Prendióle la justicia, y mandó el Rey que lo trujesen ante él. Y preguntóle por qué había muerto a aquel hombre. Señor, porque mató a mi padre, y aunque pedí justicia, no me la hicieron.

El juez de la Iglesia, que estaba cerca, respondió que sí se la había hecho justicia, y muy cumplida, por cierto. El Rey quiso saber la justicia que se le había hecho. El juez respondió que le había condenado que en un año no dijese misa. El Rey dijo a su alcalde: Soltad este hombre, y yo le condeno que en un año no cosa zapatos».

Mis valedores: ¿a los alcahuetes de garañones de sotana arriscada les podría servir de lección? ¿Ustedes qué opinan?  (Trágico.)

Radioactividad

El duopolio de la televisión, mis valedores. Del tema hablé ayer aquí mismo a todos ustedes,  y de los perjuicios que causan en algunos pobres de espíritu esos denominados «líderes de opinión», muchos de ellos voceros oficiosos del Sistema de poder del que forma parte el duopolio de marras. Semejantes perjuicios se tornan críticos en tiempos de plena efervescencia electoral. Como ejemplo de la manipulación que aplican los medios de condicionamiento de masas redacté una síntesis de «Miguel y María», relato que alude a aquel par de jubilados que viven una existencia  monótona, gris, insignificante, sin imaginación. Un par de mediocres, como lo somos todos si exceptuamos a los idealistas.  Concluye el relato:

Miguel y María cenaban los restos de la comida del mediodía frente al cinescopio donde el locutor recitaba, engolada voz,  las noticias de la nota roja cuando, de repente: «En la esquina de Avenida 10 y Calle 13, suburbio de la ciudad, un ómnibus se trepó  a la banqueta repleta de gente, atropellando al matrimonio de Miguel González y María Martínez de González. La señora falleció en el acto, y el señor González cuando era trasladado al hospital«.

Miguel y María permanecen en silencio. En un silencio larguísimo. El resto de las noticias ya nada importa. Luego María, retirando los restos de comida fría:

– ¿Oíste eso, Miguel? ¿Somos nosotros los muertos? ¿Ya estamos muertos, Miguel?

Un titubeo. El locutor hacía el recuento de pérdidas y ganancias en la bolsa de valores.  Tensa voz, angustiada, María:

– ¿Ya estamos muertos, Miguel? Lo acaban de decir en la televisión. Tengo miedo.

María, por favor. Las víctimas se llaman como nosotros. Eso es todo.

– ¿No seremos nosotros los fallecidos? Es la televisión la que lo acaba de decir.

– ¿Y eso qué? Tranquilízate. Las víctimas se llaman González y Martínez como los miles que viven en esta ciudad. Olvídalo, sigue cenando.

Un nuevo silencio. María pareció tranquilizarse, pero su actitud ya no fue la misma. “Pero Miguel, si estuvimos en esa misma esquina a la hora en que fuimos a cobrar nuestra pensión. Tengo miedo, Miguel, mucho miedo…”

– ¿Pero miedo de qué? A ver, ¿tienes algún hueso roto, te duele algo, te reventó un autobús, estás metida en un ataúd? ¿Estás muerta, acaso?

– Hablaron de eso, de que ya estamos muertos, Miguel. Lo dijo la televisión, y la televisión nunca  se equivoca. Tomaría los datos de la policía, y la policía tampoco se equivoca. Le voy a rezar a la Virgen. Tú también arrodíllate.

Silencio. Llegaba la media noche. Comenzó a llover.

Miguel, no quiero que estés muerto, tengo mucho miedo, Miguel.

El aludido no contestó. Afuera los ruidos se asordinaban. La pareja de ancianos se había quedado absorta frente al cinescopio. La noche, electrizada, tenía un sabor a desdicha, «a eso insondable de la vida y de la muerte».

– ¿Esto no será la muerte, Miguel? Tengo miedo de estar muerta y no saberlo. ¿La muerte pudiera ser así..?

Impresionado por la oscuridad de la noche, de la vida y de la muerte, Miguel no contestó, pero supo que estaban fatalmente solos. Nadie, ante la noticia de su muerte, se había ocupado de ellos; nadie en la aplastante mediocridad de una vida de jubilados. Y fue entonces: de repente  Miguel encontró aquella solución, la que cuadra a todos los pobres de espíritu viciosos del cinescopio y ahora pronto de la pantalla de plasma:

– No te preocupes más, mujer. Total, ya mañana, en el noticiario, López Loret Aristegui dirá si estamos muertos o no.

Y ya. (Lóbrego.)

Muerto el espíritu

Los televidentes, mis valedores, esos pobres de espíritu que, hipnotizados por el cinescopio o la pantalla de plasma,  viven, piensan y actúan (si eso es actuar,  pensar y vivir) de acuerdo a la manipulación de los mal llamados  «líderes de opinión», la mayoría de los cuales aleccionan a las masas sociales de acuerdo a los intereses del Sistema de poder, del que esas empresas de televisión forman parte y donde actúan con un protagonismo cada vez más determinante. Y a propósito:

Nunca  como en los tiempos del proceso electoral es definitiva la influencia de tales medios de condicionamiento de masas para inducir en el televidente la intención del voto, con el agravante de que la víctima es convencida de que no actúa enajenada, sino de acuerdo a su propio criterio. Trágico.

Esto lo ilustran en forma soberbia aquel par de adictos y dependientes, Miguel y María,  personajes de cierto relato argentino del que resalto el incidente central. Juzguen ustedes.

La tal es (¿o era?) una pareja de jubilados que en su modesta vivienda sobrevive (¿sobrevivía?) como cualquier pareja de mediocres irredentos: comiendo, tejiendo, regando macetas, entregando media existencia al televisor y recibiendo de frente y sin protección alguna el material altamente radiactivo que a semejantes mediocres entrega el duopolio de televisión, desde la nota roja y las series gringas hasta las telenovelas, el clásico pasecito a la red y las jovencitas que al son de la cumbia cimarrona bailotean en calzones minus-culitos. Y ocurrió aquella noche de febrero…

Frente al cinescopio, Miguel observó de reojo a María: “Qué vieja está. Qué joven fue una vez.  Cuántos años hará desde aquel entonces». Cada vez más anciana, pensó. Cada vez más cerca de la muerte. Como yo, como todos, que para el humano tal es la única certeza: la muerte. Miguel seguía absorbiendo del aparato manipulador las historias de siempre, que van desde una violencia inaudita hasta la extrema felicidad. Sin matices.

“Nunca un tema de pobreza, nunca una historia sobre las miserables pensiones que recibimos los viejos burócratas. Siempre problemas del corazón; nunca del estómago”. Desde la otra parte de la casa la voz de María:

– ¿Ya cenas, Miguel? ¿Vienes al comedor?

– Aquí mismo. Pero rápido, que ya viene el noticiario.

Y el noticiario llegó. María había traído la cena, y ambos, absortos en el cinescopio, se pusieron a comer los restos de la comida del mediodía. De repente, a medias del catálogo de noticias intrascendentes, ahí aparece la reina de la programación, la soberana del nivel de audiencia: la nota roja. Fue entonces cuando el cinescopio se cimbro, morboso y aspaventero, al ventear de la sangre, de la estridencia, del horror. El hablantín del micrófono:

“En la esquina de Avenida 10 y Calle 13, suburbio de la ciudad, un ómnibus se trepó a la banqueta repleta de gente, atropellando al matrimonio de Miguel González y María Martínez de González. La señora falleció en el acto, y el señor González cuando era trasladado al hospital. El conductor del colectivo logró darse a la fuga. Pasando a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico…»

Aquí, en la sala, silencio. Un larguísimo silencio. Un quejidillo de María, que había retirado el plato de comida fría. «¿Oíste eso, Miguel?»  El resto de las noticias ya no importaba.

Miguel, ¿oíste? ¿Somos nosotros los muertos?

– Por Dios, María, se trata de una equivocación; de una coincidencia.

– Tengo miedo, Miguel.  ¿No seremos nosotros los muertos?

(El desenlace, mañana.)