¿Con los beatos del Verbo Encarnado?

¿Ir por más, como arengó el de Los Pinos a los mexicanos?  ¿Ir por más, porque, según clamó el domingo pasado, México no se merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido? ¿Ir por más, porque hoy tenemos una democracia en la cual gozamos plenamente de nuestros derechos y de nuestras libertades?  Con él y congéneres, ¿ir por más? ¿Ustedes qué le contestan? Tal vez lo mismo que manifestaron hace un par de años:

Más de la mitad de los mexicanos se encuentran insatisfechos con la manera como la democracia funciona en México. La mayoría considera que la situación política es inestable y califica negativamente el nivel democrático.

Porque, mis valedores, si tanta democracia tenemos con el Verbo Encarnado, ¿en qué ha beneficiado a las masas sociales a la hora de la comida familiar?  ¿Democracia que sirve lo mismo  para un barrido que para un fregado; para 112.3 millones de fregados en este país?  Democracia. La definición del analista Heinz Dieterich:

– Como una de las características de los sistemas sociales avanzados, la democracia  puede concebirse en tres dimensiones: la social, entendida como la calidad de vida material. La formal, entendida como la existencia de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas instituciones y entidades que componen el sistema social, y la participativa, entendida como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías.

¿Conque hoy tenemos “una democracia en la cual gozamos plenamente de nuestros derechos y de nuestras libertades?” ¿Derechos de qué, libertades de cuáles? Con cuánta razón lo afirmó Montesquieu hace siglos:

La gran ventaja de los representantes es su capacidad para discutir los asuntos políticos. El pueblo no es apto para ello en absoluto, lo cual constituye uno de los grandes inconvenientes de la democracia.

Pero qué vocablo mejor para manipular a las masas que el esa reputadísima palabra que Calderón no se apea de los labios, sin explicar a qué clase de “democracia” se refiere. ¿Que se trata de anatematizar a una cúpula priísta que “haiga sido como haiga sido” lo ayudó a penetrar en el recinto legislativo (por la de atrás)  para la toma de protesta,  y que desde entonces cogobierna con él?  Democracia. ¿Que se intenta conjurar los focos rojos y la crispación que el  propio “demócrata”   ha generado en las masas del país?  Democracia.

Democracia así, sin apellidos, la misma para los mega-ricos y los mega-fregados del país y sin aclarar de qué democracia se trata, si la burguesa, la socialista o la liberal, y en cuál de sus vertientes social, formal, participativa, representativa, político-electoral (electorera, en el caso nuestro). Temerario, sin recato y con una ausencia total de autocrítica, Calderón, sin recato, se atreve a afirmarlo:

México no se merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido. (Válgame.)

Todo político mediocre, mis valedores, “empuja hacia delante palabras como si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumbre (¡democracia!). Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido tomada antes de que nos hayamos podido poner en guardia”. (Democracia. Sigo después.)

“Nuestros … héroes”

El ánimo, en la tertulia de anoche, no era el mejor. Extendidos sobre la mesa tres matutinos exhibían un pavoroso vacío de poder y unas medidas de gobierno desastrosas para el país. Habló la tía Conchis:  “Un consuelo me queda: que la única del edificio que fue a dárselo a Calderón es La Maconda.

(La señora viuda de Vélez, panista y adoradora del Verbo Encarnado que fue a darle su voto.)

– ¿Es ese un consuelo para nosotros? –La Lichona.

Allá abajo, de repente, la ráfaga de metralleta. Al rato la colonia se engrifó de sirenas. ¿Patrullas, ambulancias? Yo, mentalmente, la oración al Cristo de mi cabecera.

– Nosotros no merecíamos al Calderón…

– ¿No? ¿Está usted seguro, don Tintoreto? (El maestro, que se había concretado a escucharnos.) “¿Conocen, acaso,  Los mensajeros?”

– ¿Mensajeros de qué, de dónde, de cuándo? –el juguero.

– El relato Los Mensajeros, que describe el episodio aquel de los desdichados de alguna villa miseria obligados por el Sistema de poder a financiar un programa de vuelos espaciales. La TV, al servicio de ese Sistema del que forma parte integral,  juraba a los lugareños que eran ellos, al delegar en sus astronautas, los héroes conquistadores del universo. Los payos se la creían y pagaban la factura de naves, astronautas y burocracia adyacente.

– ¡Un teletón, pero a lo bestia! –El Síquiri.

– Así manipulados, los pobretes sobrellevaban miseria, avitaminosis, enfermedades y analfabetismo, y al sentirse héroes del firmamento…

– ¡Héroes por delegación, como los del clásico pasecito a la red!

– …copulaban con bríos renovados. Las mujeres imaginaban que un astronauta se las llevaba más allá de Venus y el hambre, el sufrimiento y la desesperanza…

Pues sí, pero un día, de repente, la nave espacial en que los desarrapados de la villa miseria habían depositado su esperanza irracional, se desplomó entre las malolientes cabañas de cartón. “¡Cómo dimos de alaridos! ¡El estallido nos hizo llorar a millones de ilusos! Fueron tristes nuestras lágrimas de decepción. En pocos minutos la nave en la que habíamos delegado para sentirnos conquistadores del cielo se había reducido a un gusano de fierros retorcidos.

Pasada la explosión rodeamos cadáveres y metales.  Fue horrible  nuestra pena, amargo el llanto por la nave destrozada y la promesa incumplida. No habían sabido estar a la altura de nuestra dignidad. ¿Por qué se insultaba nuestra fe en quienes habíamos delegado? Decidimos saquear el templo de la esperanza frustrada. Con furiosa energía saqueamos los restos. Al amanecer sólo quedaban cenizas de lo que fue nuestra nave espacial…

Ya no seguimos con la mirada a nuestros conquistadores del cielo. Ahora hemos vuelto a la vida de siempre: rebuscar desperdicios, robar a transeúntes, fornicar toscamente. Hoy despreciamos a nuestros héroes. Les hemos perdido la fe, y cada vez que sorprendemos a uno de nuestros niños mirando hacia el cielo lo golpeamos sin misericordia”.  El maestro:

¿La moraleja, contertulios? El mexicano, siempre renuente a crecer, madurar y asumir, ¿no pasa toda su vida delegando en sus astronautas  cada tres, seis años? Delegó en Echeverría, y venga la desilusión. Con JLP retoñe la irracional esperanza, y el desencanto. Ah, pero con De la Madrid sí. ¿Que no? Ya el Sistema nos apronta a Salinas y Zedillo. ¿Tampoco? Pero ahora, con Fox, ¡al cambio! ¿Nos engañó? Bienvenido el presidente del empleo. ¿Y? ¿Quién, quiénes, siempre delegan en sus falsos héroes? ¿Quién, quienes pagan todo a todos sus astronautas?  (México.)

Salto de calidad

Francisco I. Madero, mis valedores, un cierto vitivinicultor simpatizante de Porfirio Díaz y espiritista que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en México. El y no los Flores Magón. Es la historia. Es México. Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:

Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna.

 (…) Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria.

Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.

Se entusiasmó Ramón López Velarde:

– Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.

El entonces estudiante de Derecho iba a agregar que, para su desgracia, “el coahuilense se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra: que los antirreleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República”. (Más tarde, tocante a la revolución y sus consecuencias, el poeta confesaría “una íntima tristeza reaccionaria”, válgame.)

El cambio de poderes: noviembre de 1914. Así iba a calificar la elección de Madero el editorialista de El País: “Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores”.

Dentro del contexto de sus principios liberales su gobierno se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas, por su parte, podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente: No obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa, por ejemplo, fue utilizada por sus enemigos políticos para atacarlo y ridiculizarlo, y así desprestigiar ante la sociedad la imagen presidencial. (Busquen ustedes la sátira demoledora de José Juan Tablada,  poeta que derivaría en  huertista, que así comienza su ataque al vitivinicultor convertido en revolucionario:

“Tú qué adalid vas a ser…”

La ofensiva contra Madero estaba orquestada por los sectores sociales  favorecidos por el antiguo régimen porfirista: hacendados y banqueros, comerciantes, militares y periodistas. Dentro del propio grupo revolucionario que apoyó a Madero se registraron rebeliones como la de los zapatistas, que se distanciaron de él  porque se negó a cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis. Y es que apenas subió al gobierno, el “agrarista” se apresuró a desconocer sus promesas de crear la pequeña propiedad. (Sigo el lunes.)

A don Porfirio, gratitud nacional

Al menos eso sugiere Francisco I. Madero en La sucesión presidencial,  obra que redactó dos años antes de lanzarse a la lucha armada, cuando iba a estallar, cargado de agitación y energía, su Plan de San Luis. Esla historia. Es México. Hoy, en vísperas de la conmemoración del salto de calidad que logró derrocar al que parecía inconmovible, aquí una semblanza personal que de Porfirio Díaz nos legó Madero, víctima, actor y testigo de aquellos años de turbulencia y depredación. Porque hay que desacralizar una historia oficial  en tantos sentidos parcial y convenenciera y porque  el retrato resulta hoy, en las riberas de la efemérides, particularmente significativo por quien es el lisonjeado y quien el lisonjeador yo, en contracanto (en contrapunto, a contracorriente) de la historia oficial, muestro aquí, con sus propias palabras,  a un  Francisco I. Madero que en La sucesión presidencial se muestra como admirador decidido del dictador:

El general Díaz, con su mano de hierro ha acabado con nuestro espíritu turbulento e inquieto y ahora que tenemos la calma necesaria y que comprendemos cuán deseable es el reino de la ley, ahora sí estamos aptos para concurrir pacíficamente a las urnas electorales.

Curioso, mis valedores. La humana condición. Culpas son del tiempo, que no del mártir, tales conceptos, humazo  del  copal que en 1908 y ante el altar del dictador, depredador y genocida (Tomóchic, indígenas yaquis, Cananea y Río Blanco, etc.) quemó el honesto vitivinicultor a quien tocó en suerte iniciar, para la historia oficial,  el movimiento revolucionario de 1810, mérito hurtado a los hermanos Flores Magón. Y a propósito…

¿Habrá, entre los gobernantes de este país figura que se equipare en cuanto a cimas y simas,  luces y sombras, al “héroe de la Patria” y dictador que haiga sido como haiga sido y en alto la bandera de la “no reelección”, invadió a la viva fuerza el palacio de gobierno?  Mañana se habrá de conmemorar el estallido de sangre y hornaza que iba a dar con los huesos del héroe y dictador en un cementerio de París. Rigores de la historia. Es México.

Porfirio Díaz. Ni sólo héroe patrio ni únicamente villano, que el de Oaxaca supo ganarse esas y muchas más calificaciones. Tal es la conclusión en que coinciden historiadores y demás estudiosos que analizan el pro y el contra del reeleccionista que se proclamaba adalid la “no reelección”. ¿Lo dije antes? Es la historia; es México.

En fin, que contexto obligado en vísperas de los festejos patrios del 20 de noviembre, aquí y ahora he engranado para todos ustedes este sartal de alabanzas con las que  en Madero se aplica a colorear la estampa del dictador. Juzguen ustedes el siguiente retazo de biografía familiar del dictador:

La vida privada del general es intachable; como padre de familia ha sabido dirigir con acierto la educación de sus hijos. Como esposo, es un modelo. Ha prestado dos grandes servicios a la patria: acabar con el militarismo y borrar los odios que dividían a la gran familia mexicana.

Porfirio Díaz y la plaga endémica del mexicano de ayer y hoy:

“Los progresos aterradores del alcoholismo. ¿Por qué no emplea el general Díaz su mano de hierro para extirpar esa gangrena social? El pueblo bajo nunca se ve obligado a ir a la escuela y encuentra en todas partes el medio de satisfacer sus instintos bestiales…”

Y conceptos como los siguientes, para mí incomprensibles en uno que se nos quedó en la historia, en el bronce, en el mármol: (Esos, mañana.)

Balada de la mediocridad

A usted me dirijo, señor presidente, con la debida aclaración: yo no voté por usted. No me agradó que llegara a la presidencia, ni cómo fue que lograse llegar empujado por la fuerza de codos y brazos, y por la puerta de atrás de la Historia, su puerta excusada. Yo no lo estimo, no le tengo un asomo de voluntad ni lo admiro, nomás eso me faltaba. ¿El objeto de mi recado? Paso a expresarlo.

Lo prevengo, señor: el destino de usted no va a ser simplemente el olvido cuando deje de ser o de aparentarlo. No va usted a pasar al desván de la Historia por la desmemoria de 110 millones de olvidadizos. Qué diera usted por que el Verbo Encarnado le otorgase la gracia de ese olvido misericordioso, pero no, que sería un expediente facilón. ¿Olvido de todas las masas sociales, cuando a usted lo contemplan alrededor de 60 mil cadáveres, la mitad de esa cifra integrada por mujeres y niños, adultos y ancianos, muertos a punta de plomo mientras que la otra mitad cuenta ancianos, criaturas y niños en edad escolar que fallecieron de hambre por culpa de las políticas económicas y financieras que usted aplica, sañudo, al acatar las órdenes de allá arriba, de  Washington?

Que diera usted por que del 2012 en adelante fuese su suerte la de uno al que he de referirme, que varios años vivió encuevado allá por sus rumbos, señor, los de Chapultepec. Ese tampoco brilló con luz propia, que fue siempre una mediocre sombra de sí mismo. Ensoberbecido fantasmón, muestra viva del esperpento y la ridiculez, la complacencia de unas masas facilonas lo exaltaron hasta un nivel que él nunca, por sus hechos, llegó a merecer. Al final de su ciclo en Chapultepec ya nadie hacía aprecio de él, redrojo ya de regreso a su condición de sombra, polvo, nada. Señor presidente:

Dos ingredientes sazonan estas reflexiones: la primera es esa suerte de tristura que deja en el ánimo todo lo efímero y mortecino, lo que se pierde o se ausenta, lo que se desgaja para nunca más; la segunda:   impaciencia ante la desidia de unas masas enajenadas, a las que el duopolio de la televisión manipula y torna dóciles y dependientes hasta el grado de que propicien que al rumbo de los pinos llegase otro mediocre al que las muchedumbres también aclamaron a punta de papeletas de voto porque ese parece ser el destino de las masas populares: aclamar la mediocridad. Siempre, por más que en el caso de usted lo aclamaran no más allá de las dos docenas, siempre al otro lado de las “vallas artes” y los miles de guardianes que lo protegen de algún exasperado dispuesto a cambiar su vida por la de usted. (El saldría perdiendo en el trueque, créamelo.)

En fin, que el hoy desahuciado fue apenas ayer Quinto Sol de los macehuales. Para ellos fue ayer Tonatihú con ribetes de Quetzalcóatl y flama ante cuyos fulgores rondaban moscas y moscardones y uno que otro mayatón. Hoy, finalmente, el infeliz amanece a ser sombra de olvido, y no más. Dentro de mí, señor presidente,  percibo un amago de compasión por el anterior apestado, el derrumbado anterior, el desdichado que así cayó en la desgracia, mediocre infeliz; pero luego hago cuentas de todo el incienso y copal inmerecido que a su hora y desde todos los medios de condicionamiento de masas le quemaron tantos serviles (ser viles), y entonces sí:  en lo íntimo de mi ser me alegro de su defenestración como el que en un tiempo fue el  consentido de las mayorías encandiladas con la masquiña, la  hojalata, el relumbrón.

Esto aún no termina, señor presidente. (Vale.)

Dientes blanquísimos

El desprecio y la iracundia se concentran en el actual. Por cuanto a Vicente Fox, zafio y protagónico, hoy se nos torna el rey de burlas que ya erige a este en Premio Nobel o ya cantinflea de política. Pues sí, pero al modo de la leyenda apócrifa: mientras todos los viandantes se cubrían la nariz y hacían comentarios vituperosos ante un perro muerto, el Cristo le descubrió una cualidad: “sus dientes son blanquísimos”.  Así los de Fox. Porque, mis valedores…

No quisiera más ventura – ni más dicha merecer – que de tu boca a la mía – no cupiera un alfiler…

Miro las fotos de hace tres años y de hace unos días. Y ellos dos, Fox y Marta, la misma pareja. Más bataneados de años y días, pero juntos los dos. En la foto de hace años, la pareja trenzada de brazos, sonriendo al mirarse a los ojos, mielecita en penca. El, físicamente disminuido en la foto reciente; ella, un organismo gastado y ataques de vejez en el rostro, pero juntos los dos, Fox y Marta, un amor inmune al tiempo, anudados de brazos hoy lo mismo que ayer.  En ambas fotos ese amor senil, y tan joven, cuando en tantas parejas públicas cuanto anónimas la disolución es seña de identidad. Sus dientes son blanquísimos…

Me gusta hablar del amor. Declarar el amor. Proclamarlo, gozarlo, sumergirme en él. Fue por ello que hace años, cuando el presidente Fox se casó con su Marta y vi en las fotos sus bocas unidas, alabé al varón. Sin ironía; sin sarcasmo. “Pero no azozobrarse”, aclaré para evitar suspicacias. “No me he vuelto de los intelectuales orgánicos que viven de culimpinarse. Mi loa va para ese varón que, según los indicios padece de cierta dolencia en su corazón que de corazón le alabo, dolencia común y tan poco común entre los humanos”. Fox vive ese estado de gracia que es el amor. Cómo no entender sus desplantes frente a la amantísima y que hoy mismo padezco ese achaque en la carne viva de la viva entraña de cada telilla del corazón. (Aolí.) Lo entiendo y aplaudo: a mí, enamorado al que el fervor amoroso me brota en el rostro como esplendorosa erisipela, voces me faltan para gritarlo en público y en  privado, que de la abundancia del corazón hablan las trovas:

Ay, malhaya, malhaya – vengo diciendo – que me quiten el gusto – de estarla viendo…

Cómo no exaltar al Fox enamorado frente a las historias de amoríos clandestinos de tantos de los anteriores. López Mateos, garañón que, carisma, juventud, coche deportivo y buen físico, para negocios de cachonderías le echó de ribete el prestigio de la figura presidencial; y esos grotescos y  sórdidos amoríos de un adefesio todo dientes y jetas, un Díaz Ordaz que se refocilaba con los silicones, las cirugías y lo todo  postizo,  incluyendo los lunares, de cuanta bataclana accedía a soportar, por amor al billete, que el hocicudo la embijara de sangre fresca (Tlatelolco) donde hubiese puesto las manos: tetas, glúteos, entrepierna y anexas. ¿Alharaquiento el amor de Fox? Compárenlo con el miserable del que en vida se vació en una descabellada compulsión por todo lo que oliera a pompa(s) y circunstancias, ese JLP que de Los Pinos hizo leonera y del teléfono rojo instrumento para enlaces de pantaleta. Ah, su alardoso currículo  de garañón y padrillo, de morueco y burro manadero. Marta y Fox, latrocinios aparte, hoy mismo trenzados, como trenzados ayer. Bien hayan.

Si Vicente quiere a Marta – y ella es todo su querer – ya la besa, ya la exalta – ya no sabe ni qué hacer.  (Aolí.)

De mulas y de corderos

La crisis económica.- Una crisis que los encargados de la economía debieron prever, pero que nada hicieron por evitar. Ellos han estudiado, hasta donde lo permite la deficiencia de los conocimientos económicos, la cuestión de los periodos críticos, recurrentes, sin llegar a ningún resultado positivo.

¿Ustedes aceptan estos conceptos? ¿Con economistas del peso de Carstens o el carisma de Ernesto  Cordero? Yo no. Difiero de la opinión del articulista porque,  entre otros motivos, publicó su texto en El Demócrata  del 14 de octubre, pero de 1915. ¿Resucitar sus conceptos? ¿Para qué? Para que juzguen ustedes si alguna vigencia pudiesen exhibir en el México actual. Ahí mismo, en el matutino, noticias y comentarios de rabiosa actualidad:

Rodolfo Gaona triunfa en Puebla. El pueblo, al terminar la corrida, trataba de sacar en hombros al torero, pero éste rehuyó modestamente ese homenaje de la afición poblana.

Nuestra pobre democracia. La abstención es un delito por culpa; la comisión de fraudes en las elecciones es un delito con agravantes. Si hay que reformar, la solución no es reformar en la superficie, en las epidérmicas leyes de procedimientos, sino irnos a la médula. Estamos casi privados de un verdadero Poder Legislativo; puesto que no ha podido expedir ni una sola ley de importancia, ¿para qué le sirve a nuestro país..?

Anuncios clasificados: Vendo mi casa en la 2ª. calle de Camelias 46. Mide 722 metros cuadrados. Vale 4 mil…

Los héroes de la crisis.- Cuando los precios fueron aumentando, los jornales, los sueldos y las utilidades de las clases obreras iban a la zaga de los precios. El patrón se resistía y el trabajador se empeñaba, y en medio del sacrificio se infló terriblemente el costo de la vida. Las víctimas son las mismas de siempre: los obreros que viven de su trabajo, las clases medias y submedias. Contener o suprimir la especulación es algo heroico y digno, pero, desgraciadamente, la creación de comisiones oficiales en medio de una crisis sólo contribuye a llevar la especulación hasta el propio seno del gobierno…

Deportes.-  Jorge Carpentier se prepara; sostendrá una lucha con el campeón estadunidense Jack Dempsey.

La severa crisis global.-  Señores comerciantes: ustedes siguen en sus trece, sosteniendo montos inverosímiles, con perjuicio de nuestras clases populares. El motivo de las huelgas, el aumento de salarios que los obreros exigen es debido a la actitud crecientemente utilitaria del comercio. Seamos razonables, ajustémonos a lo justo y equitativo, evitando efervescencias y trastornos que afecten la tranquilidad pública. Pongamos nuestro contingente de patriotas verdaderos. Con las estrangulaciones no se consigue sino la asfixia y la muerte. En las primeras huelgas sentirán los del dinero las duras lecciones que el pueblo, arrastrado por el hambre, ha dado al comercio en no pocas ocasiones. ¡Y no queremos huelgas, ni brazos que se levanten airados demandando justicia! ¡Es preferible hacer justicia antes de que se derrame el torrente de las indignaciones populares!

Un ensayo de reconstrucción.- No hay que gastar las energías inventando esquemas y tramando proyectos y planes de saliva. Hay que hacer planes sobre la tierra. La palabra reconstrucción sólo adquiere vida y consistencia cuando se une a los conceptos de acción, de progreso, de fuerza y de trabajo efectivo. (Ahí le hablan, Calderón.)

Mulas. Cuarenta mansas y treinta y dos brutas. Niño Perdido 82.

Tal era el México de hace 95 años. ¿Y el de hoy?  (¡Cordero!)

Autores intelectuales

La inteligencia es sólo una parte del hombre, y no la mejor…

Y a propósito, mis valedores: ¿conocen ustedes algunas obras de Shakespeare, el máximo autor en idioma inglés? Hamlet, Macbeth, El rey Lear,  ¿cuántas habrán leído o visto representadas en el escenario?  ¿Recuerda alguno La Tempestad, con tres personajes simbólicos y a la exacta medida de los intelectuales enquistados en el Sistema de Poder? Ellos son:   Próspero,  que invade la isla donde ocurre la tragedia y que reduce a un par de nativos a una suerte de esclavitud: Ariel, genio del aire, la idea y el espíritu, y Calibán, que personifica el vicio, la torpeza, la rebeldía,  la carnalidad. Pero semejante visión  es maniquea y simplista, según estudio reciente de Fernández Retamar,   escritor y ensayista cubano:

Calibán, el rebelde, era el dueño de una tierra de que fue despojado a la viva fuerza por el invasor, mientras que Ariel es el intelectual obsequioso que se pone al servicio del invasor contra el rebelde nativo y dueño de la isla; el intelectual toma partido a favor del Poder y sus desmesuras contra quienes se atreven a rebelarse. ¿El precio por la ejecución del trabajo sucio? Una estrellita en la frente; una beca del Fonca, de Conaculta y en los comelitones palaciegos cantarle a su benefactor:

“Bécame – bécame mucho – como si fuera esta beca la última vez…”

Un parlamento de La Tempestad: Ariel, todo un intelectual: – ¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, grave señor! ¡Vengo a ponerme a las órdenes de tu mejor deseo; haya que hender los aires, nadar, sumergirse en el fango (en el fuego, dice la obra), cabalgar sobre las rizadas nubes, a tu servicio estoy; dispón de Ariel y de todo su influjo”.

Próspero, mientras los perros persiguen al rebelde Calibán: – Ariel, mi polluelo, pájaro mío: ve y encarga a los duendes que trituren las junturas de Calibán con secas convulsiones: que encojan sus músculos con terribles calambres. (Ariel:- Sí, dueño mío…)

Esto leyendo me ampollan la mente esos nombres, las cataduras de los caraduras, con sus torvos conceptos de  intelectuales Arieles, genios del aire (ese que forma el alma del carrizo)  siempre cercanos al Próspero sexenal, a quien “justifican” todas sus medidas de gobierno contra las masas sociales.

Hoy sólo algún Ariel temerario se atreve a quemar copal ante la mediocridad del que haiga sido como haiga sido etc., pero no está por demás recordar las opiniones que en 1968 ventosearon a favor de Díaz Hordas, de LEA en 1971 y del Próspero sexenal Zedillo cuando se echó con todos sus policías contra la UNAM y  los estudiantes en huelga. Entonces las opiniones de los intelectuales Arieles:

IKram Antaki: “Presidente habemus”.

Héctor Aguilar C.:“No obstante lo ocurrido, Zedillo no es ni podrá ser un presidente autoritario”.

Carlos Fuentes: “La UNAM no es una universidad elitista, pero tampoco debe ser de lumpens o de baja clase media ofendida”.

Federico Reyes F.: “El operativo fue muy cuidado, sin víctimas que lamentar. La administración de la violencia legítima también puede ser profesional”.

¡Aquel Carlos Monsiváis!  “Sí, yo firmé el desplegado aprobatorio (de la invasión a la UNAM) porque en ese momento creí que era lo mejor, estaba todo tan empantanado, y por el fastidio ante una huelga tan prolongada. Por eso también participé en un manifiesto de intelectuales, guiado por una certeza: es mejor dialogar en la Universidad abierta y evitar así la represión”.

Dice Hamlet: el resto es silencio. (Ariel.)

Con la iglesia topamos…

México, 1º. de noviembre. La Pastoral Castrense del Consejo Episcopal Latinoamericano se reúne en el país para replantear su estrategia: que el Ejército les abra las puertas y evitar que los soldados caigan en la corrupción…

Así es, mis valedores: las aguas bajan turbias. Anubarrado se advierte el horizonte, y en la pradera soplan vientos electrizados. Tan ominosa turbulencia tiene su gestación en etapas de conflicto que desde tiempo añejos vive el país, y que entran en crisis por el vacío de poder que se origina en Los Pinos. Hoy, por ejemplo, el ejercicio de una política corrupta contamina la religión, y un ejército corrupto de esa religión contamina la política a un grado tal que entre ambas nulifican la aplicación de la justicia y desacreditan el ejército nacional, última institución que aún logra conservar cierto margen de prestigio y respeto de las masas sociales.

¿El nivel de eficacia que alcanza hoy el quehacer político? Fácil empresa rastrearlo: con que calibremos los beneficios que ha producido en las mayorías y el grado de paz y orden social que prevalece en el territorio. La influencia del clero político se puede captar en la “moral pública” de unas masas que en su aplastante mayoría se declaran católicas. Por cuanto a la justicia…

La acción de la justicia en las masas resulta muy difícil de rastrear. Conocemos la corrupción que genera el Estado, y ahí donde existe la corrupción no hay cabida para la justicia, como ahí donde existe la justicia no cabe la corrupción. Entre nosotros un elemento coexiste, familiar para todos y que todos conocemos: la injusticia. Todos, o casi todos, podemos hablar de la injusticia porque de ella siempre hay un testigo, que es la víctima. Por cuanto a la justicia, esa desconocida, constituye el supremo valor del humano y de la comunidad y la clave para alcanzar el máximo de felicidad en el máximo de humanos. Como virtud social busca que las libertades y la repartición de bienes sean las adecuadas. Así se alcanzarían la felicidad y una vida digna para la comunidad aquí y ahora, no en otros mundos, tan improbables, ya que no existe un testimonio veraz, uno solo, que, más allá de la pura fe, certifique su existencia. Mis valedores…

Siendo la justicia aspiración suprema del hombre, es la injusticia su segunda naturaleza La desigualdad está presente desde el nacimiento del humano y lo acompaña hasta que deja de ser. Sin la justicia en la comunidad afloran los peores instintos y se cae en la aberración y el linchamiento, esa patología que la ignorancia nombra “justicia por propia mano”. Mediocres caídos en el más bajo nivel de bestialismo, los linchadores no distinguen entre justicia y venganza. Si lo proclamaran: “es venganza, pero con todo conocimiento vamos a perpetrar el linchamiento”, no sería tan terrible esa que constituye la más baja y salvaje manifestación de animalidad. A propósito:

¿En la turba de linchadores podríamos imaginar a un catedrático rociando con gasolina a un humano agónico? ¿Encendiendo el cerillo para que la carne humana arda hasta la muerte? Esa animalidad, ¿justicia? En el México de una política religiosa, una religión política y un ejército que se desacredita, ¿justicia?

México, 25 de octubre. La Iglesia Católica quiere poder político. Impulsa una iniciativa para cambiar el 24 constitucional e introducir el concepto de “libertad religiosa”, con la que podrá ser votado y ocupar puestos públicos, y definir a qué partido o candidato apoyar.

(Dios…)

Taller de Lectura – 21 Marzo 2010

Taller de lectura correspondiente al 21 de marzo del 2010. En este taller el maestro Tomás Mojarro habla acerca de la poesía en México y se enfoca en dos de sus principales representantes: Jaime Sabines y Ramón López Velarde.