Tlatelolco

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco. ¿A dónde vamos? ¡Oh amigos! Luego, eso fue verdad. Ya abandonan la Ciudad de México. El humo se está levantando. La niebla se está extendiendo…

Fue un día como el próximo domingo, pero de hace 43 años, cuando Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, anocheció empantanada de sangre recién derramada, para que al día siguiente amaneciera pulcra, recién relujada, como si horas antes no la hubiesen crispado de cadáveres. ¿Cuántos civiles asesinados? Doscientos, según documentos desclasificados en Washington, por más que muy otra es la historia oficial.

Fue en 1978. Los reporteros se acercaron al Gral. José Hernández Toledo, jefe que fue del Batallón Olimpia la tarde de Tlatelolco:

– General, ¿realmente falleció el número de personas que se afirma murieron el 2 de octubre del 68?

Rotunda, la respuesta del  militar: “No, miren, en Tlatelolco no falleció ninguno”.

La historia oficial, ese interesado manipuleo de la crónica que viene desde Tlacaélel (¿desde antes?) en una tradición que han mantenido los alquilones al servicio del Poder, como aquel de nombre Rafael Solana, hoy difunto y ya desde antes muerto en vida, una vida que dedicó a quemar incienso a los premios literarios, al presidente en turno y a la belleza de la que fuese “primera dama”. De la masacre (¡no genocidio!) de Tlatelolco lo publicó el Solana de marras:

– Ganas de exagerar que tiene la gente.  El 2 de octubre fue una catástrofe de muchísimas menores proporciones que un accidente de aviación no muy grande, o que unas vacaciones de Semana Santa en las carreteras del país, mucho menor que el incendio de un teatro, ¿y a eso se le ha pretendido  dar dimensiones de epopeya? ¿Y se ha llegado a la exageración ridícula de decir antes de Tlatelolco y después de Tlatelolco? Pero cómo, ¿acaso, cuando el choque de trenes en Topilejo, se llegó a decir antes de Topilejo y después de Topilejo? Qué ganas de exagerar…

Que Tlatelolco nunca más. Hoy, cuando aquí, allá y en todos los rumbos de la rosa se encienden los focos rojos, cuando las aguas bajan turbias y parece que el Poder intenta despertar al México bronco, vale decir desde lo íntimo del cogollo del espíritu:

Que Tlatelolco nunca más. Nunca…

Pero lo que es el poder de los medios de condicionamiento sobre unas masas domesticadas:  en el sangrante amanecer de Tlatelolco la ciudad capital amaneció  en brama olímpica, colguijes y banderitas  tremolando al viento como signo de confraternidad, mientras el represor autócrata, manos tintas en sangre, clamaba ante la rosa de los vientos:

– ¡Todo es posible en la paz!

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos; con esa lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados

Bueno, sí, pero más allá de la historia oficial,  ¿qué fue lo que realmente se perpetró en Tlatelolco? ¿Cuáles fueron sus antecedentes, y qué consecuencias produjo en nuestro país? Lo apuntaba The York Times hace unos años:

“Si la historia la escriben los ganadores, la de México podría sufrir una importante corrección. Una Comisión de la Verdad sería ser una ventana hacia un panorama de secretos, una caja de Pandora política. De ser abierta, podría destruir al Revolucionario Institucional, que durante 71 años de dominio en México controló el flujo de información, los archivos del Estado y la versión oficial de la historia. Muchos capítulos de la versión oficial son falsos o están llenos de huecos”.

Mis valedores: es  Tlatelolco. Es México. (Este país.)

¡Quémenlos!

El comunismo destruye a la familia, Comunismo en México nunca, Muera el comunismo, Dios, patria, familia y libertad. ¡Viva México! ¡Muera el comunismo! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!” (Pancartas y mantas.)

Tlatelolco ayer; hoy, el aborto. ¿Cuánto ha avanzado el país en respeto a derechos humanos  desde el MURO y cristeros tardíos hasta el Estado laico que encarcela a mujeres que se atreven a abortar? Por de entender mejor los sucesos de Tlatelolco presenté ayer ante ustedes la parte inicial de la crónica que en septiembre de 1968 publicó El Heraldo, de infeliz memoria, sobre la encerrona que llevaron a cabo militantes del MURO y fanáticos de la prédica clerical. Mis valedores:

Hoy, según sus acciones, Washington, el gran capital, las sotanas, El Yunque y el duopolio de televisión marcan los rumbos del país a un beato del Verbo Encarnado que un 1º. de diciembre, al embrocarse la banda presidencial, juró cumplir y hacer cumplir la Constitución. Laus Deo. Aquí finaliza la crónica de El Heraldo sobre el acto masivo que los dirigentes de la Coalición de Organizaciones para la Defensa de los Valores Nacionales (sic) realizaron en el estadio futbolero de esta ciudad para apoyar la inminente represión cuartelera contra los “comunistas” y el “oro de Moscú”.

“Cuando ya había casi 12 mil personas dieron la orden, y un grupo de muchachos salió al ruedo con un monigote de cartón que representaba a los guerrilleros: gorra cuartelera, camisa y pantalón verde, luengas barbas, en las manos un libro nefando: el diario del Che. El vocerío creció: gritos exasperantes (sic) exigían: ¡Quémenlo, quémenlo, quémenlo!

Subrayaban su exigencia con enérgicos ademanes, con el pulgar tenso apuntando hacia la arena. Alfonso Aguerrebere, desde el micrófono, estimulaba esas manifestaciones: ¡Queremos Ches muertos! ¡Gasolina! ¡Dónde hay gasolina! La multitud rugía, exaltada: ¡Mueran! ¡Gasolina! Algunos acercaron cerillos al guerrillero, y segundos después todo allí era fuego, gritos incontenibles, histeria. Los presentes entonaron nuestro sagrado Himno Nacional Mexicano”.

De la gasolina y El Heraldo al linchamiento: Puebla, 18 de sept., 1968. “Un campesino y 3 excursionistas fueron linchados por los habitantes de San Miguel Canoa, instigados por el cura Enrique Meza.  “¡Son comunistas!”

Todo se inició cuando un grupo de excursionistas empleados de la Universidad Autónoma de Puebla y un amigo procedente del DF trataron de ascender al monte Malintzin, a cuyas faldas se encuentra San Miguel Canoa. Obligados por el mal tiempo regresaron al pueblo y por lo avanzado de la hora no les fue posible hallar transporte para el regreso. Buscaron asilo para pernoctar en San Miguel Canoa, pueblito de 5 mil habitantes. Se les negó. El campesino Lucas García ofreció  su casa a los jóvenes. Al rato las campanas de la capilla repicaban. Por el micrófono del Zócalo se informó: había un grupo de comunistas que iban a izar una bandera rojinegra. Dos mil lugareños armados con rifles, cuchillos y pistolas, fueron a la casa de Lucas, exigiendo la entrega de los excursionistas. De nada valieron las explicaciones; él y varios empleados de la UAP fueron sacrificados a machetazos. De milagro escaparon cuatro, uno fingiéndose muerto tras de recibir un machetazo en la cabeza”.

De Tlatelolco, mis valedores,  a la celda carcelaria para las embarazadas que se atreven a abortar, ¿cuánto ha avanzado el Estado laico que rigen televisión,  mega-ricos, sotanas y beatos del Verbo Encarnado? Clama el poeta: Mi país. (Ah, mi país.)

 

 

Tlatelolco

Del Derecho Internacional: “Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”.

El dos de octubre, mis valedores, ¿genocidio? ¿Sabemos, acaso, lo que es genocidio?  Tengo en la mente la imagen un líder estudiantil del 68 que, exasperado, muestra en sus manos fotos de cuerpos descuartizados, tirlangas de civiles, baños de sangre inocente:

–          ¿Más pruebas del genocidio? ¡Esta es una muestra clara del genocidio!

Genocidio es el término creado por el jurista polaco R. Lemkin y adoptado por el Derecho Internacional, que en el proceso del 1945 en Nuremberg lo utilizó para calificar las acciones de barbarie y vandalismo perpetradas por los criminales de guerra del Tercer Reich:  “Se trata de un genocidio deliberado y metódico, es decir, el exterminio de grupos raciales y nacionales de la población civil de ciertos terrenos ocupados, con el fin de aniquilar determinadas razas y partes de naciones y pueblos, grupos raciales y religiosos, en particular judíos, polacos y gitanos, etc”.

Del Texto de la Convención sobre Prevención y Castigo de Delitos de Genocidio:

Las partes contratantes, considerando que la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado que el genocidio es un delito de Derecho Internacional contrario al espíritu y a los fines de las UN y que el mundo civilizado condena; reconociendo que en todos los periodos de la Historia el genocidio ha infligido grandes pérdidas a la humanidad; convencidas de que para liberar a la humanidad de un flagelo tan odioso se necesita la cooperación internacional, conviene en lo siguiente:

Art. I. Las Partes contratantes confirman que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de Derecho internacional que ellas se comprometen a prevenir y a sancionar. a) matanza de miembros del grupo; b) lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial; d) medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

Art. III. Serán castigados los actos siguientes: a) el genocidio; b) la asociación para cometer genocidio; c) la instigación directa y pública a cometer genocidio; d) la tentativa de genocidio; e) la complicidad en el genocidio. IV. Las personas que hayan cometido genocidio o cualquiera de los actos enumerados en el artículo III serán castigadas, ya se trate de gobernantes, funcionarios o particulares.

Así hasta el No. XI, que alude a trámites y procedimientos a los que se sometió dicha Convención, que desde 1950 “estuvo a disposición de los países que aún no se adhirieran a ella y quisieran hacerlo”.

Genocidio: un ejemplo en América:

“En 1974 la Com. Int. de Investigaciones de los Crímenes de la Junta militar de Chile hizo constar que desde el otoño de 1973 se efectuaba en ese país una acción de exterminio entre los indios araucanos y los gitanos”.

El término genocidio, mis valedores, ¿quedaría claro? Aquello atroz perpetrado el 2 de octubre de l968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco,  ¿genocidio, masacre?

Tlatelolco, 10 de Junio, El Charco, El Bosque, Acteal,  Nunca más, fue el clamor de las masas sociales. Nunca más. Llegó entonces el gobierno del Verbo Encarnado, con 50 mil cadáveres en sus alforjas, y entonces… (México.)

¿Lamebotas castrista?

Leo en El Comercio, el diario que superó todas las formas de la infamia en su campaña contra Ollanta Humala, un editorial escrito con gran moderación y, se diría, con entusiasmo, por la política económica que Humala se propone aplicar en Perú”. (M.Vargas Llosa, en Reforma del domingo anterior.)

Y que ahora lo alaban también jerarcas diversos de la iniciativa privada.  “¿Qué ha ocurrido para que todos se volvieran humanistas de pronto?” Mis valedores: tal es mi oficio de periodista, esa es la fascinación que en tantos colegas provoca el Poder. Yo, cuando me iniciaba en la radio, la TV y la prensa escrita, observé a los del oficio, y lo que vi me llevó a postular en ocho palabras el lema de mi actividad periodístaca: “Ni un ataque gratuito ni un elogio pagado”. Y hasta la fecha. A propósito…

Ahora que prácticamente pasó inadvertido un tal día de la libertad de prensa recuerdo aquel material atroz que ante el estallido del 68 en Tlatelolco exudaban algunos medios de condicionamiento de masas, como aquel hoy difunto sin que de él sobreviva memoria ni de su nombre, y que a resultas de la masacre de Tlatelolco en 1968 clamaba en su sección editorial:

“Transformados en opulentos burgueses, algunos montaron una grotesca conspiración golpista para derribar al gobierno y montar la dictadura marxista. Se estrellaron contra el Sr. Presidente Díaz Ordaz, a quien apoyó resueltamente el ejército. Sólo contaron con la militancia aborregada de la clase social más fácilmente manipulable por su inexperiencia e inmadurez: algunos estudiantes de universidades dominadas por la caterva intelectualoide del marxismo.

Utilizaron a su santón y lamebotas castrista: Lázaro Cárdenas, quien montado en el toldo de su auto, en el zócalo capitalino, arengó a una masa de gritones para ocupar Palacio Nacional. La respuesta de los motineros enemigos de México: ‘¡Revolución Sí, Olimpiada No!’ Pero obreros,  campesinos, clases medias y la Nación entera les dieron la espalda.

El 2 de octubre los traidores lanzaron a las juventudes a su última trampa sangrienta. Su estrategia: provocar a nuestras Fuerzas Armadas. Nuestro Ejército no cayó en la trampa. Nuestros soldados fueron agredidos por los francotiradores terroristas que previamente se habían escondido en lo alto de los edificios. El Ejército protegió a los civiles que se vieron envueltos en la balacera. El complot traicionero de la antipatria roja fue aplastado y el Ejército salvó a nuestra nación Si México es libre es gracias a la valerosa y fiel acción del Ejército Mexicano, que afrontó la guerrilla del golpismo extranjerizante, fundado en las férreas y patrióticas voluntades del Presidente Díaz Ordaz.

Al designársele embajador en España Díaz Ordaz recordó en una entrevista de prensa que si de algo se sentía orgulloso era de su conducta en los trágicos meses del 68, pero más de sus acciones el 2 de octubre. ‘Puse todo en la balanza, mi seguridad, mi nombre, mi honor, mi vida misma, pero al fin salvé a México de haber perdido nuestra libertad’.

La conjura comunista fue la gran derrotada. México y sus libertades los ganadores, gracias a la firmeza patriótica de Díaz Ordaz y nuestro Ejército Nacional.¡Y que sigan chillando los huérfanos del Kremlin!”

El periodismo, mi oficio. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué?  / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.

El  periodismo, mi oficio. (Dios.)