¿Será zurdo Peña?

“No Colibrí a la Izquierda, como nos lo presenta la historia oficial. Por su instinto sanguinario y su aspecto espantable, Huitzilopochtli significa “Colibrí Siniestro”.

Tal afirma el cronista, cuando el colibrí verdaderamente siniestro habitó alguna vez en Los Pinos, y así nos fue a todos con el tal. A propósito: el Día Internacional de los Zurdos, que se conmemora el día de hoy. ¿Zurdo alguno de ustedes y sufre por ello alguna suerte de discriminación? Porque tal es la condición de las masas: rechazar todo y a todos los que de alguna forma son diferentes, y aquí lo trágico:  la discriminación contra la mano zurda la ejercemos y padecemos todos, porque nos hemos mutilado de manera voluntaria la mano izquierda hasta convertirnos en hemipléjicos y manejarnos al 50 por ciento de nuestra capacidad manual, sin  apenas darnos cuenta del potencial que desperdiciamos.

Toda la civilización ha sido forjada con la mano diestra porque nos hemos mutilado de la otra mitad. ¿Por qué razón dejamos la zurda sin el adiestramiento de la diestra? ¿Por qué la cultura ancestral clasifica de negativo todo lo que concierne a la zurda?  ¿Cómo, cuándo, por qué se originó esa maldición? Una pista para encontrar la respuesta pudiese encontrarse en el mito de la antigua Grecia: con la diestra cercenó Crono la virilidad de Urano (Saturno), mientras que con la izquierda le afianzaba los genitales, maniobra que la marcó de impura e indigna de la misma educación que la diestra, mutilando con ello nuestra potencia manual. Nosotros, aun sin conocer el mito, a menospreciar la zurda…

Y ya que andamos por la recoleta región testicular: ¿cuál de sus manos colocó Jacob en la virilidad de un su padre anciano y casi ciego a la hora en que se hace pasar por Esaú el primogénito y de forma fraudulenta dar testimonio (testi, de testículos) para así apoderarse de la primogenitura, con todas las ventajas que ello supone? La diestra, sí, por supuesto. ¿Y con qué mano bendijo el viejo Isaac al tramposo, si no con la diestra? ¿En dónde  están a estas horas, si nos atenemos al Libro, lo mismo el padre engañado que  el hijo inescrupuloso, con todo y madre que le inspiró el fraude y lo ayudó a perpetrarlo? Ellos, de acuerdo con la Promesa, a la diestra de Dios. Para los ubicados a la zurda, la maldición. “¡Id, malditos, al fuego eterno!”, clama en el Valle de Josafat a los desdichados a los que ha sentado a su izquierda.

Discriminación.  El  universo se divide en dos mundos que se atraen o repelen, se implican o excluyen según graviten hacia uno u otro sentido de los polos y mutuamente se complementan. Todas las oposiciones que presenta Madre Natura muestran ese dualismo fundamental que para nosotros es motivo de discriminación: luz y tiniebla, día y noche, oriente y sur frente a norte y  poniente. Por uno la vida asciende y resplandece; por otro desciende y se apaga. Arriba moran, inmortales,  los dioses; acá, los mortales que se traga la tierra; más abajo se ocultan las serpientes, y en la profundidad los demonios. Para la cultura de la discriminación el cielo es la diestra, y la tierra la zurda.

Del Día Internacional de los Zurdos. “Discriminación aberrante”, enfatizó el maestro en la tertulia de anoche. “Eso es ignorancia y superstición. ¿Están ustedes de acuerdo?”. Todos, sí, por supuesto. Pues sí, pero de repente, en el silencio que siguió a la pregunta, El Síquiri, cautelosa voz:

– ¿Será zurdo Peña? Porque un zurdo más y al país se lo acaba de cargar la…

(Sh…)

Escatología gubernamental

Así que el 5 de junio Día de Luto Nacional…

– ¡Qué mierda de gobierno!

Tremenda requisitoria de un mexicano  que así califica el gobierno del Verbo Encarnado: de simple lodo biológico.

Aplastante, sí, ¿pero por qué el exabrupto?  ¿Por la crisis recurrente que en todos los órdenes cimbra el país? ¿Por la pobreza, la  carestía, el desempleo, la ingerencia de Washington en asuntos internos de este país,  el borbollón de sangre, luto, dolor y lágrimas que ha producido la guerra particular del Verbo Encarnado hasta el grado de convertir la imagen de México en una verguenza internacional? ¡Qué mierda de gobierno!

Ese fue el exabrupto que a principios de junio lanzó un ciudadano a escasos metros de la residencia oficial de Los Pinos. Lodo biológico.

Pero no. No fue la pobreza ni fue el desempleo. La escatológica expresión fue provocada por la justicia a que en el presente sexenio están sometidas las masas sociales. Porque en una comunidad la justicia es sangre y oxígeno, que es decir todo, y esa comunidad no es nada cuando la privan de la justicia y aplican las leyes a lo selectivo, a lo discrecional, a lo convenenciero. En verdad, mis valedores, qué lodo biológico de un gobierno al que una sola ventaja le advierto: que va de salida.

Pero a propósito: el  exabrupto contra Los Pinos lo lanzó a principios de junio del 2010 el mexicano Abraham Fraijo, padre de una de las 49 criaturas que fallecieron un año antes, Emilia de nombre, en la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora. Qué justicia de excremento, se pudiese expresar ante los hechos del presente gobierno. A mediados de semana de aquel junio, por fin, el de Los Pinos accedió a recibir a unos cuantos padres de las víctimas, una lista selectiva de ellos, los que parecían menos dispuestos a linchar a Calderón. “Porque sí, se exaspera Gabriela Warkentin en el matutino: “Porque se mantiene cuidado de la imagen, de las palabras, de las presencias. Parálisis y mezquindad, así es como se lee”, puntualiza.

Por su parte, Calderón prometió ir a Hermosillo en fecha próxima, pero más tarde en Los Pinos, por temor al linchamiento, se anunció su abstención. Que compañones de lodo biológico.

La dicha entrevista se cometió, sé lo que digo, a puerta cerrada, pero trascendió el diálogo entre los padres hoy huérfanos de sus hijos y el titular del Ejecutivo, que así intentó domesticarlos:

– Les ofrezco Seguro Social para los niños lesionados.

– Queremos justicia.

–  Les ofrezco una ceremonia oficial el 5 de junio, con pase de lista de todas las víctimas, por riguroso orden alfabético.

– ¡Justicia! ¡Sólo queremos justicia!

Demeritando la enseñanza oficial, el de Los Pinos  elevó la oferta: “Que los sobrevivientes estudien en escuelas privadas”. Y a un año de distancia:  También les ofrezco que habrá apoyo psicológico para los menores lesionados”.

–  ¡Justicia!

– Puedo decretar el 5 de junio como Día de Luto Nacional.

Ellos, tercos: justicia.

– Les ofrezco estudiar cuidadosamente las conclusiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Porque a un año de distancia, los magistrados de marras ya emitieron sus señalamientos sobre el almácigo de cadáveres de criaturas, mientras que a la justicia le cubren los ojos con una gruesa venda de fojas y folios e impunidad. Por aquellos días comentaba Alberto Barranco:

“ABC de la impunidad…”

Es que por ahí se pronuncia a sotto voce, porque ahí se asordina, se acalla algún apellido de prosapia sexenal: Gómez del Campo.

Qué mierda de gobierno… (En fin.)

Jauría

¿Qué quedó de nosotros? Mi ciudad y yo mismo, ¿dónde fuimos a extraviarnos? La calle de mi barrio, ¿en qué ha venido a parar? Al primer canto del gallo y al primer rayo del sol salía yo a caminarla, rumorosa de jilgueros, cenzontles, canarios y torcacitas. Limpia mi calle, olorosa a eucalipto y a patio recién lavado, que yo recorría con pisada firme y un optimismo que me hacía imaginar color de rosa el futuro de mi ciudad. Pero en eso que llega a Los Pinos el beato del Verbo Encarnado y con fauces de alto poder desfigura el rostro de la Suave Patria

Es por eso que ahora, por miedo al secuestro virtual, verbal o efectivo, no me atrevo a salir de mi depto (él, mientras tanto, bien arropado en su bunker particular) y mucho menos andar por mi calle si no es con el sol bien alto. Me topo entonces, y aquí su ruda metamorfosis, con un zoco turbio de tufos a cebolla y orégano, a epazote, cilantro y fritangas al mojo de ajo, que ventosean unas casas que apenas ayer fueron hogares y hoy, gracias al hombrecillo del bunker, han degenerado en patéticos changarros que en calidad de saldos ofrecen toda suerte de sopas y sopes, la chalupa y la carnaza,  el pambazo, la garnacha y esas tortas ahogadas en toda clase grasas y sebos, mantecas y aceites, comestibles algunos. De portones con reminiscencias del porfirismo cuelgan hoy,  saldo y remates, los calzones usados y las chanclas viejas. Yo a traspiés caracoleo entre latas y frascos vacíos, papel de envoltorio embijado de sebos pestíferos y restos de yerba: las narcotienditas, espinillas en el rostro de mi calle. Patético. De tarde en tarde, corazón bandolero, me arriesgo a salir a la calle a esa hora de entre dos luces en que  La Porciúncula llama a la primera del Angelus. El corazón en la boca…

Camino, sí, pero ahí me salta el primer ladrido; lo libro y me acosa el gruñido; avanzo, y una discordante sinfonía de aullidos que van del pit-bull y el rod-willer al perraco de la calle que una mujer de la calle recogió, qué buen corazón. (Ahora mismo, mientras esto redacto, ¿los oyen? En las orejas me chillan los perros de mi vecino de al lado.) El temor, el temblor, el terror de mi barrio, que se manifiesta a ladridos…

A la dama del perraco callejero, la única en el vecindario que ha aceptado cruzar palabra conmigo, le comenté ayer la discordante sinfonía que tasajea el amanecer. “Aturden el barrio a ladridos. ¿No le parece el de los vecinos una precaución que raya en psicosis?”

– ¿Y qué otro remedio le queda al jodido para conjurar su miedo? ¿Esconderlo en un bunker como lo esconde uno al que me abstengo de nombrar porque se me agria la malpasada de anoche?  ¿Conseguirse pelotones de guaruras del Estado Mayor Presidencial, federales, la DEA? ¿Dos o tres mastines de pedigrí como esos que  al tanto más cuanto le pelan al Peje  colmillos y premolares desde sus medios de condicionamiento de masas? ¿Doberman como esa soberbia jauría que mantiene el de Los Pinos?

(Achis, achis.) “¿Cómo cree que intenta espantar a López Obrador, si no es cuchileándole a esos podencos a los que se suman los chuchos de Nueva Izquierda? «¡Echenle montón! Después, para ustedes, las sobras del comelitón”.

La náusea. Oyendo a la sota moza a la mente se me vinieron, vaciladores, aquellos versitos:

“Cuando un mastín forastero – pasa por una ciudad – chuchos de la vecindad – le van a oler el trasero. – El mastín (grave, mohíno) – ve la turba que babea – alza la pata, los mea – y prosigue su camino”.

(Sin más.)

Virgos que remendar

La Celestina, mis valedores, de la que a su hora afirmó Cervantes: “Libro, a mi entender, divino, si no encubriera más lo humano”. La Celestina. ¿Conocen la historia de la alcahueta inmortal? ¿Alguno ha leído la Tragicomedia de Fernando de Rojas, fundamental de la picaresca española y, con El Quijote y todo Quevedo, obra cumbre del acervo literario español? La Celestina, esa maestra suprema del alcahuetaje, zurcidora de virgos, bruja y ensalmadora, y esperpento genial. La nota del diario me la trajo a la mente:

Aumenta la demanda ante los ginecólogos para la reconstrucción del himen por parte de jóvenes casaderas que quieren engañar al novio. La himenoplastia consiste en coser con hilos finísimos, o con hebras del cabello de la paciente unir las secciones desgarradas del himen. Esta operación se realiza horas antes de la boda, para que en el lecho, el flamante marido piense que se ha casado con una mujer virgen”.

Pero aquí el riesgo: “Por lo regular, la novia se delata en la noche de bodas porque se comporta sexualmente mejor que una mujer sin experiencia».

Terminé de leer, y reflejo condicionado: ¡La Celestina, componedora de virgos! Fui al estante, tomé mi ejemplar. A la distancia de más de 500 años sigue ufanándose: “Pocas vírgenes has visto tú en esta ciudad que hayan abierto tienda a vender de quien yo no haya sido corredora de su primer hilado. ¿Pues qué? ¿Habíame de mantener del viento? ¿Conócesme otra hacienda más que este oficio?”

Y que son varios miles de virgos los que ha remendado esa inmoral que a una Areusa avergonzada porque la visitaban dos, aconseja:

“Aprende de tu prima, que tanto ha aprovechado mis consejos: uno en la cama y el otro en la puerta y otro que suspira por ella en su casa, y con todos cumple (…) Y todos piensan que no hay otro y le dan lo que ha menester. ¿Y tú piensas que con dos que tengas, que las tablas de la cama lo han de descubrir? ¿De una sola gotera te mantienes? Más pueden dos y más cuatro, y más dan».

Celestina cínica, tercerona inmoral, que así arruina a tantos por alcahuetear a Calixto, y que Melibea se le rinda sexualmente. Yo quería seguir leyendo, pero ya era la medianoche, y aquel sopor, el letargo, la duermevela. Me dormí. (Por suerte La Celestina es sólo ficción de la España del XVI. Hoy, aquí, entre nosotros, qué tendría que hacer una tercerona. Y fue entonces.)

– ¿Aquí qué tendría que hacer, dices tú, que te pasas de cándido? (Cascada su voz, pero entera en sus dejos toledanos.) ¿Acaso no sabes que en tu país viven y medran docenas de Celestinas hermanas mías y primas carnales, todas discípulas mías, todas iguales o mejores que yo misma para zurcir doncellitas desvirgadas?

– ¿Ah, sí? (Salte ya de mi sueño, vieja embustera, causa de malos amores de trasputín y  traspatio.) «¿Y quiénes son esas zurcidoras de virgos rotos que operan en México?»

Valdés Zurita y Luna Ramos, para empezar.

Ajale. Mi sueño comenzó a ser pesadilla cuando puso en mis manos aquellos papeles. «¡Oiga, que son las leyes con que los funcionarios del IFE y el TRIFE sancionaron el reciente proceso electoral!»

– Leyes impolutas que los violadores volvieron putas.  Ah, pero ahora los hipócritas intentan disimular los destrozos, y yo digo: ¿Qué saben Valdés y Luna de zurcir virgos? Mira los costurones con que los violadores pretenden venderlas a ustedes en calidad de doncellas. Obsérvalas, pobrecillas:  desfloradas y vueltas a remendar. ¿Qué hace La Celestina en México, dices? ¿Cómo anda el virgo de tu Carta Magna? (Válgame.)

 

Macarena y Pancho Rojas

De repente, en plena tertulia, el escándalo. Las dos rijosas irrumpen por esa puerta, una llevando a la otra a remolque. La tía Conchis, jadeante:

– ¡Resuelto el misterio de la ropa perdida! ¡Vacía tu bolsón, Macarena!

La aludida, trabajadora doméstica de La Maconda (Sra. viuda de Vélez), intentaba zafarse, huir, escapar por la puerta falsa; no la del suicidio, sino la de servicio. “¡Vacíalo!”

– Nomás porque una es pobre la tratan de humillar, y tampoco.

– ¡Tu bolsón, Macarena, vacíalo aquí delante de todos!

Y ahí fue, mis valedores. Al unísono eran interrogados aquí La Maconda sobre el robo de ropa y allá Pancho Rojas sobre la compra de votos, y los dos inculpados  recurrieron a la tramposa maniobra de la «desubicación». Oí a la inculpada y al legislador:

– ¡Aunque pobre doméstica tengo mis derechos humanos!

– ¡Los priístas somos los principales interesados en que se aclare esta situación! ¡Porque nuestros actos han sido siempre éticos y legales!

– ¡Vacía tu bolsón!

– ¡No voy a caer en provocaciones!

– ¡Nosotros no vamos a caer en provocaciones.

– ¡Vacíalo!

A querer o no. Ahí, el desparramadero de sedas y ropita de algodón.

– ¿Hubo compra de votos y mucha mano negra en el triunfo de Peña?

–  Responderemos con acciones en beneficio del país.

– ¿Pero hubo graves irregularidades en el proceso electoral? ¿Sì o no?

– Esas obras son las acciones que propuso el triunfador en las urnas:  modernizaciòn de la vida econòmica para crear los empleos que se requieren.

– ¿Hubo o no hubo irregularidades graves, por màs que IFE y TRIFE, criterio de miércoles,  juren que fueron «leves»,

– Esto lo lograremos mediante un alto y sostenido crecimiento econòmico con el concurso de los sectores privado y social.

– ¡Què hay de Soriana y Monex?

– Todo esto lo lograremos con reformas profundas como la hacendaria y laboral.

– ¡Vacìe la bolsa de los votos, de las tarjetas de Monex y los millones en efectivo que demuestran el exceso en el gasto de su propaganda electoral!

A querer o no. La Macarena y Pancho Rojas variaron su respectivo bolsón. Y ándenle que ahí,  en la alfombra, a la vista de todos, el desparramadero. “¡Mi brasier de fayuca! ¡Mi fondo, que andaba perdido!”

Y ahí las sedas grifas de alforzas, encajes, tira bordada en forma de corazón. Chonchines de este tamañito, y esos sostenes con unas copas que ni las del torneo Libertadores.

– ¡Mi peluca tordilla y mi beibidol! ¡Esas pantimedias como que las quiero reconocer! ¡Mi porta-ligas!

– ¡Viejo, los que me compraste para mi cumpleaños! ¡Y estos colorados, que me los puse el 31 de diciembre! ¡Y estos calados que calamos tú y yo en una noche  pasional!  Primera lavada y volaron del tendedero!

Quedaban esos chonchines minusculitos, color magenta, cocolitos violeta y al frente moñito fiusha y un corazoncito traspasado, todo en diminutivito. Yo, de reojo mirábalos, cuando el juguero:

– ¿Son suyos, seño Lichona? ¿De usted, señito Maconda?

Yo, el sofocón. Un color se me iba y un trago de saliva se me venía cuando el Jerásimo: “Esos choninos, ¿no los conozco?” (Trágame, tierra. Alfombra y duela, más bien.)

La tía Conchis:  “¿Por qué escondías esta ropa en tu cuarto?”

– ¡Basta!, y al levantón, Valdès Zurita, invitado a la tertulia,  da con tetera y florero en la alfombra: “¡Exijo respeto para el triunfador y respeto por la democracia!

Alejandro Ramos, titular del TRIFE: «¡Todo fue legalito, y punto!»

Yo, con el sofocón de que identificaran al dueño del chonchín fiusha, me solté aplaudiendo. «Bien por nuestra democracia»! (¡Bravo!)

Libre y asociado

Así pues, mis valedores, el gobierno del Verbo Encarnado se culimpina  ante las exigencias del vecino imperial. A cierta noticia del pasado martes me referí ayer aquí mismo, donde lo asienta el articulista:

Fuentes diplomáticas estadunidenses nos comentan que ese gobierno «espera resultados» pronto por parte de la PGR en torno a las investigaciones de casos de agresiones y amenazas en contra de periodistas y comunicadores en México.

Y la coincidencia, por demás elocuente: de cara a  la conmemoración de la toma del Cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, compruebo que Cuba, en los hechos, confiere sentido a vocablos como soberanía e independencia,  vacíos en el  vocinglero discurso oficial de Los Pinos.

La nota de marras, empalmada a la conmemoración de la Cuba libre, me llevó a releer los poemas del poeta cubano Nicolás Guillén, que mueven, remueven conciencias  sin abandonar el plano del arte ni esos moldes de esencia cubanísima y universales, con la cadencia y el canto y el contracanto de un folklore que es mixtura de dos borbollones de sangre entremezclada: “Azúcar para el café – lo que ella endulza me sabe – como si le echaran hiel.

Malo. Por aquel entonces el poeta comienza apenas –a penas- a descascararse de su primera juventud, y es cuando a la vista de unos coronelitos de terracota y unos yanquis que han habilitado de mancebía la tierra cubana, escribe ¡a sus apenas 32 años! Si me muriera ahora mismo – Si me muriera ahora mismo, madre – ¡Qué alegre me iba a poner..!

Mal rodaban las cosas. Guillén, como quien no quiere la cosa –como quien no quiere la vida-, por no quedarse en la trova de las tristuras decidió involucrarse, pero hasta el cuello, en la militancia política. Viajó, asistió a congresos, hizo periodismo militante y por la causa del socialismo visitó fábricas, convenció remisos mientras seguía produciendo sus versos mágicos, con esas sonoridades y esos retumbos de instrumento percusor (precursor) que cantaban esas verdades que desenmohecen conciencias adormecidas de trópico, ron y analfabetismo. Y la esperanza, que los sucesos del Moncada y Sierra Maestra concretarían:

 Ay, diana, ya tocarás – de madrugada, algún día – tu toque de rebeldía – Ay, diana, ya tocarás.

Curioso: el mismo que de joven mentaba la muerte como un don apetecible, según vive aprende el oficio de la esperanza, que es el del rejuvenecimiento. El buen tiempo no iba a tardar para la cubanidad. Y llegó, y  entonces Guillén, ya joven a sus 57 años, con su poema Tengo celebró:

Tengo, vamos a ver – tengo el gusto de andar por mi país – dueño de cuanto hay en él – mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener – Tengo, vamos a ver – tengo lo que tenía que tener.

Mis valedores: el ánimo quebrantado ante los acólitos del  Imperio,  de golpe me llega la voz Guillén con estas preguntas que azozobran, que espeluznan:

¿Cómo estás, Puerto Rico – tú de socio asociado en sociedad? – ¿En qué lengua me entiendes,  – en qué lengua, por fin, te podré hablar? Si en yes, – si en sí, – si en bien, – si en well,, – si en mal, – si en bad, – si en very bad…

Guillén dice Puerto Rico; yo digo México, este al que el beato del Verbo Encarnado befa y humilla al permitir que el de la Casa Blanca «espere prontos resultados» de un gobierno sometido, que en silencio soporta (propicia) ese tono prepotente del vecino imperial. Yo digo México, al que le castran lo libre mientras me le zurcen lo asociado. (Tétrico.)

Ni Huerta, el Chacal

Yo quiero ser el presidente. Quiero serlo porque me hiere en el ánimo mi país. Porque lo miro en semejante estado de postración, con unas instituciones mortecinas por culpa de quienes las manipulan en su provecho personal y de mafia. Porque observo una comunidad en crispación y polarizada como consecuencia de un proceso electoral empedrado de irregularidades que a muy pocos dejó satisfechos. Esa es la razón de mi empeño.

Yo quiero ser el presidente porque siento el deber moral de  restaurar el tejido social deshilachado después de las elecciones y consolidar un orden social desestabilizado por causa de una democracia onerosa e ineficiente, y porque siento la obligación moral de regresar la confianza de las masas sociales en sus instituciones democráticas.

Yo aspiro a ser el factor de concordia entre unos partidos políticos que se confrontan en función de  la ventaja personal y un Legislativo cuyas iniciativas resultan estériles y aun perjudiciales para una ciudadanía a la que se supone que representan

Yo quiero ser el presidente para enfrentar el deterioro en el poder adquisitivo de los salarios, detener la carrera alcista de los productos de primera necesidad y  evitar el desplome de millones de mexicanos en condiciones de pobreza y de pobreza extrema.

Yo quiero ser el presidente porque contemplo allá afuera un país desgarrado por una crudelísima guerra, tan mal planeada como ineficaz y resuelta de la manera más inadecuada;  una guerra fratricida en la que no se advierte cuál pueda ser el final.

Quiero ser el presidente porque veo que esa guerra provocada de forma unilateral e imprudente convirtió el territorio patrio en el cementerio de varias decenas de miles de cadáveres colgados de los puentes, y descoyuntados, descabezados y desintegrados hasta el grado de tornarse irreconocibles.

Quiero ser el presidente porque percibo allá afuera un clima de lamento y de lágrimas, y escucho el llanto de viudas y huérfanos por sus deudos heridos, asesinados o desaparecidos, y observo la huida y dispersión de los pobladores,  que dejan detrás pueblos fantasmas. Yo quiero ser el presidente. Lo necesito, porque México ha caído a ser hoy mismo la verguenza internacional. Intolerable.

Yo quiero ser el presidente para remendar ese mapa de mi país que hace apenas seis años estaba intacto y hoy desgarra la violencia demencial, porque «el interés de las bandas del crimen organizado por controlar territorios y expandir el mercado de las drogas a través del narcomenudeo provocó la violencia brutal, irracional y estúpida que se registra en varios lugares del país». ¿Podré lograr la anterior, ya como presidente? ¿Qué opinan ustedes?

De acuerdo, pues. Fuera máscaras. Evitemos hipocresías

De acuerdo, pues. Basta de hipocresías. Fuera máscaras.  No seguir encubriendo la verdad, y la mera verdad es que yo quiero ser el presidente no sólo porque, mediocre irredento, me enamoré del poder y le tomé el gusto al protagonismo, sino porque estoy solo, perdido, desamparado y a merced de un país al que agravié como ni Huerta el Chacal. Y como simple ciudadano cómo poder defenderme, a dónde huir, dónde esconderme, dónde encontrar protección contra unas víctimas que sueñan con mi muerte violenta. ¿La conseguirán?

Qué recurso me queda, si no es el de la presidencia. Y es así, amigas y amigos: con el pretexto de la mentada refundación, ¡yo quiero ser el presidente de Acción Nacional! ¡Haiga sido como haiga sido!

Y este miedo pánico, Verbo Encarnado. (Dios...)

Sicalíptica

Del amor hablé ayer aquí mismo, mis valedores,  y que para ir de visita a la casa de mi sota moza subí a la azotea por mis chonchines de lujo. Pues sí, pero lástima: las tormentas nocharniegas me los dejaron empapados, y qué hacer.

A lo sonámbulo deambulé entre los tendederos de la azotea, hasta que de repente, en el hotel de allá enfrente,  que da a Los Pinos,  ¿y esa luz, y esa ventana, y las sedas sobre la alfombra, y aquella cama,  y encima..?

Lo que vi  a lo vouyerista; lo que escuché y lo que supe: que el de la cama no podía rematar la faena. Impotente, sí.

– Ay, bárbaro, qué tallón. Cinco años y medio de puros tallones. Yo así no, si no se para el negocio mejor párale a la propaganda.  Ya me tienes toda mojada, pero sólo con  tus chorros de sudor. Déjala de ese tamañito, Felipe. Reconoce que no pudiste. ¿Qué? Apoco te sigue la cruda…

– Cuál cruda,  ahí voy de nuevo. Tú flojita, ¿ves? Esa rodilla, no me la claves, aguántame. Me extraña, si yo soy pero que gallo de espuela. A ver, no le frunzas.

– Ay, que torcida me diste, Felipillo. No, ya me entró, sí, pero esta urgencia de ir al bañito.

– Pérate, si yo nunca había fallado. Hasta bien pedro podía ponerle, me extraña.  –Jadeos, estrujones, Kama Sutra forzado, frustrado. En mí la lástima había anulado la morbosidad. Pobrín del pobre hombrecillo, pensé. “A ver, así, mira, como si te colocaras en suerte para una inyección intramuscular. Pero no en el brazo, amiga».

– Ay, ya estoy molida, muerta de cansancio. Mañana, ¿sí?

Vi el rostro del terco aquel: desencajado, desmadejado, los ojos brillantes de pánico, y alborotadas las cejas. “Me extraña, si yo soy de los que pa pronto».

– Pues sí, pero ya están cantando los gallos. Y ese ladrar de perros…

– Yo a esos perros, como decía mi asesor político, ni los veo, ni los oigo. Mira, amiga, necesito más flexibilidad, mucha apertura, o sea  democrática. Anda, por tu madre.

– Por la tuya, Felipillo, déjame ya.

– Y luego esa rodilla, la izquierda, que se me encaja en el nervio. Qué fregar con esa izquierda democrática, que quiere mamar de la ubre.  Mira, si te pusieras así como… ¿Has visto una conejita cuando se dobla así,  para luego pegar el brinco? Así, así, no te me descuadres, déjame perfilarme.

Tensón, desesperación, impaciencia contenida, impotencia, que hagan de cuenta delantero mexicano del clásico pasecito a la red: llegue y llegue a la puerta contraria, y al tirar a gol, vil cancetinazo. Por cuanto a esa pobre virilidad: exánime. Pero ándenle, que de repente, desgarrada voz:

– ¡No, Felipe, no, por dónde andas, qué haces, despistado!

Yo lo estiré, el pescuezo, pero ándenle, que en eso que se apaga la luz. Felipillo  y su Comisión Federal de Electricidad, que valen lo que ese redrojo del cuarto de hotel. Me quedé a oscuras. ¿Y ahora? Con desgano pensé en regresar al tendedero, comprobar que mi íntima prenda seguía empapada y enfilar hacia mi habitación, qué remedio. Pero esta morbosidad vouyerista… Ya el escenario en tinieblas, me embebí en los ruidillos, y los traducía mi imaginación. Oí la vocesilla aguada también:

Mi gestión quedará marcada por la búsqueda incesante en la seguridad, la justicia y la aplicación de la ley.

Mis valedores: fue entonces. Sentí cómo la masa social se alzaba de la cama, y a gritos:

– ¡Felipe, sicalíptico, qué haces! ¡Basta ya de  bla, bla! ¡Cinco años y meses de pura lengua,  pero de acciones, nada! Y a pura lengua fíjate que no…

Me sorprendí aplaudiendo. Yo sin calzones, pero aplaudiendo. (Qué pena.)

Tú, el impotente

Mi compromiso ha sido con los fines de la seguridad, la justicia y el bien común. El  “santo y seña”, la guía señera en la conducción del rumbo del País es seguridad, justicia, de bien común y, por supuesto, la preservación y vigencia de la ley y de la democracia misma.

Esta vez las escenas sicalípticas. Lo que ahora voy a contarles ocurrió la medianoche de ayer. Porque, mis valedores,  yo tengo un pecado nuevo y ando oliendo a manta nueva, quiero decir:  en los preparativos de mi cita amorosa con la recién llegada a mi vida, bien haya mi vida,  trepé a la azotea y en el tendedero comprobé, para mi desdicha, que el chonchín (morado, cocolitos magenta) seguía empapado por las tormentas nocharniegas,  y qué hacer. Buscando alguna solución deambulaba a lo sonámbulo entre los tendederos de la azotea (edificio de Cádiz) cuando en eso: ¿y eso? Sin proponérmelo observé la luz encendida en aquella habitación del hotel de enfrente,, el que da directamente a Los Pinos, y observé en la alfombra unas íntimas sedas,  y enfrente un catre rechinador, y encima…

– Ya cálmate, que te puede dar un infarto. Mejor dejamos esto para mañana.

– No dejes para mañana lo que puedas travesear hoy.

– Pero es que hoy no puedes, ni pudiste ayer. No pudiste en cinco años y medio y quieres poder en cuestión de horas. Anda, vístete ya, que va siendo hora de que desocupes en cuarto. Bájate y vámonos.

– Oh, tú aguanta tantito. Paciencia, que  ya casi, ¿ves?

– Veo, y me das lástima, Felipillo santo…

Pelambre en desorden, sudor. El susodicho, cueros vivos, se agita en la misión imposible de rendir la plaza y entrar a saco frente a una muralla todavía incólume. Y cómo no, si el ariete, así, miren, todo desmadejado, válgame.

– Yo con otras  nunca antes había fallado, amiga. A ver, tú, blandita, como desmadejada. Así, así. A ver, ahí te voy…

Fatiga, jadeos, amagos de angustia, tensión. “Tú aguántame, amiga. Tantita paciencia. ¿Ves? Son los nervios, pero creo que ya mero. Ya casito”.

– Es que estoy muy magullada. Esto de acá, mira, ya se me engarrotó. Y como tú no te engarrotas….

– Tranquila, amiga, que orita reacciono. Si yo soy pero que mira, yo pa pronto, si hasta esa fama he tenido. Haiga sido como haiga sido, el mío como el encendedor de la propaganda: no sabe fallar.

– Pues sí, pero lo que es hoy…

–   Me extraña, si yo, mira: un gallito bravo, un gaucho veloz. Yo pa pronto: pas, pas, y va pa dentro. Pérate, ¿sí? Mi segundo aire…

– El segundo y el tercero. Llevas ya varios aires…

Angustia, desesperación, y los intentos frustrados, y esos desacompasados movimientos, y el desatino, y aquellos jadeos…

– Pero si para mí esto de aliarme en la cama es PAN comido con botana de chucho de Nueva Izquierda. PAN y circo, maroma y teatro,  mis meros moles. Me extraña que orita… A ver, si levantaras esta. Así, flojita.  ¿Y si  te voltearas?

– ¿Como los chaqueteros chuchos Robles, Zambrano,  Ortega,  Arce y Círigo?

– Uh, ya me sacaste de concentración. Aguántame tantito así, mira, entibada, como si fueras a…

– Me estás lastimando. Mejor lo dejáramos para otro día.

– No me explico. Si yo, te lo juro, huy, si te contara, yo la pura efectividad, para qué iba a engañarte. Hasta me decían: qué bárbaro. Mira, si te flexionaras así, como dándome de frente para que yo tenga chance de…

Sudores, jadeos, resoplidos, pánico. “Ya me torcí, espérate. Ya me torciste, más bien. Ay,  condenado Felipillo santo…»

Más de ese tal Felipillo condenado -por la Historia-,  mañana. (Vale.)

¿Racista México?

El domingo pasado, ¿lo supo alguno de ustedes?, la mala conciencia del mundo «civilizado» celebró el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Y qué mejor ocasión para las cifras espectaculares: que los hombres trabajan 27 horas y 24 minutos a la semana; que la trabajadora doméstica, 56 horas con 18 minutos (Sic).

Y que ella trabaja por sueldos ínfimos, sin prestaciones laborales ni servicios médicos, a lo que hay que agregar la discriminación por parte de la patroncita: gata, india, chacha, floja, tragona, en fin. Ah, pero en México, jura el discurso oficial, se han abolido racismo y esclavitud.

– ¿Abolido? Cuando yo trato de exigir mis derechos me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata?

Por salarios de hambre estas modernas esclavas tienen que cumplir jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones y para todos ser la  “sirvienta”, la “criada”, la “muchacha”, la “gata”, y no más. Aun cuando integran más de 2 millones que luchan por mejorar sus condiciones laborales, son víctimas de explotación, discriminación, abusos y hostigamiento sexual; porque, como se jacta el  patroncito: ¡Para carne buena y barata – la de la gata! Abyecto.

Por que calculemos el trecho que nuestro país haya avanzado en materia de derechos humanos con la abolición del racismo  y la esclavitud de la auxiliar doméstica transcribo palabra a palabra la escenilla hogareña que ocurrió en la  Grecia de hace 25 siglos:

Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Pero cuando mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan. Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bribona. Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienen sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza!

¿El asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Preguntar sobre el fabricante de cierto adminículo  consolador de mujeres solitarias, que  confeccionaba el zapatero.

En 25 siglos, de la esclava a la “chacha”,  ¿alguna evolución? Dos expresiones  que “exaltan” a la auxiliar doméstica. Sabines:

“Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las gatitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución». (¿Que que?)

Este otro, mejor:

Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos- está frente a mí y el humo del café – Mi hermosa criada pálida como un escualo – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan – Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua”.

Ella,  la esclava moderna. (México.)

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De protagónicos y resentidos

El hoy y el ayer en la sucesión presidencial, mis valedores. Hoy, a resultas del reciente proceso electoral, el clima político comienza a descomponerse mientras que los protagonismos florecen por los rumbos de IFEs, TRIFEs y  cortes supremas,jóvenes descontentos y comentaristas de todos los medios de condicionamiento de masas, las susodichas  incluidas. La verborrea en pleno. El cortoplacismo. México.

Pero, según todos los indicios el PRI, irremediablemente,  regresa a Los Pinos, y es como para preguntarse: ¿tornará el estilo tricolor de gobernar? ¿Volverán traiciones, venganzas, resentimientos? ¿El monarca en turno designará a su sucesor?  Aquí, a modo de muestra, el testimonio de cómo se ejecutó el relevo de gobierno de Echeverría al último tlatoani de la era «revolucionaria» del país. Cuenta López Portillo en  Mis tiempos, su libro de memorias:

“El 17 de septiembre de 1975. Brusca, aunque no inesperadamente, LEA me dijo algo como esto: Señor licenciado López Portillo, el Partido me ha encomendado preguntarle si aceptaría usted la responsabilidad de todo esto, y con un gesto envolvió el ámbito del Poder Ejecutivo, concentrado allí en el despacho de Los Pinos”:

– Sí, señor Presidente. Acepto.

– Bien. Entonces prepárese usted, pero no se lo diga a nadie, ni a su esposa ni a sus hijos.

“Otro día: ¡Te felicito, Pepe! Me dio un abrazo y me condujo al salón contiguo (…) Yo me sentía fuerte, poderoso, capaz…”

“Debo destacar un punto especialmente doloroso para mí, lleno de recuerdos, lealtades y afectos para LEA. Las autoridades de  Gobernación (…) me pasaban  información inquietante sobre las actividades que se concentraban en el ex presidente y que se vinculaban con las de quienes habían sido sus colaboradores, especialmente Muñoz Ledo y Gómez Villanueva (…) Por primera vez en mi vida, iba, poco a poco, asumiendo guardia frente a un viejo amigo. Mantenía abiertas sus relaciones públicas con mucha gente, entre la que se contaban muchos resentidos, desencantados, desubicados, que vaciaban en él angustias y rabias.

“Dentro de su función y su historia, (como candidato) respeté a LEA y  estuve atento a sus problemas y decisiones, políticas y aspiraciones, y los respaldé. (…) En todo participé, espontáneamente, o a su petición, incluso y contra mi opinión…

El día 8 de abril anoté: Ayer solicité a Luis Echeverría que aceptara la Embajada en París (…) Se disciplina (…) Culminó, junto con una magnífica amistad, el problema de la difícil relación con él».

Y la conclusión referida a De la Madrid, que hoy pudiera aludir a algún beato del Verbo Encarnado:

“México, desde 1982, ha hecho todo lo que los acreedores extranjeros han solicitado. Ha adquirido más deuda, reducido los salarios, contraído el presupuesto de operación del gobierno, comenzado a vender empresas referida a De la Madrid, pudiera hoy aludir a algún  devoto del Verbo Encarnado:estatales, devaluado la moneda, reducido las tarifas, suavizado las restricciones en la inversión extranjera y estimulado las exportaciones no petroleras para compensar el descenso en los ingresos petroleros (…) De la Madrid trató de hacer que la economía pareciera saludable antes de las elecciones presidenciales en México”.

Y ahora pronto, nube negra en este que el de Los Pinos convirtió en un Estado de excepción por  espionaje, derroches demenciales de los dineros públicos y una democracia de simulación, nos avientan encima al PRI. ¿Y nosotros, mientras tanto? Ah, México. (Qué país.)

Yo no me voy a morir

Tal dijo Unamuno, y no se murió. Lo mató la muerte, que es otro cantar. Por cuanto al tema de la trascendencia que inicié el viernes pasado: en conjunción con la vinculación, el arraigo, la identidad y algunos otros que dan al humano la salud mental, la trascendencia se logra con obras de beneficio colectivo con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a la Madre Natura el don inconmensurable de la vida, y con las que alienta la secreta esperanza de permanecer en la memoria de los beneficiados. Plantar un árbol, engendrar un hijo, escribir un libro, vale decir: practicar el humanismo para «no morir del todo». La trascendencia, al alcance del humanista como del delincuente, según.

Porque también con acciones negativas se llega a la memoria colectiva. Así han logrado trascender los grandes malhechores a la medida de Barba Azul, El descuartizador y Harry S. Truman, como de dintel adentro los  Goyo Cárdenas, Sobera de la Flor, El Mochaorejas,  tantos…

Así hoy mismo Fox,  el hombre de San Cristóbal,  y así ha de sobrevivir en la memoria colectiva como el corrupto que en su combate personal con el dragón de los tres colores nos resultó también un  sinverguenza que se contaminó  con las lacras del Tricolor, comenzando por una corrupción personal, familiar y de mafia, lucrativa e impune. Fox.

Ese tal  vegeta en su cubil de San Cristóbal con una familia postiza y una fama pública a ras del albañal como primer marido de una primera esposa, segundo de una de segunda, padre de hijos adoptivos que mal se llevan con los adoptivos hijastros, mamadores todos de las «buscas» sexenales. Pero hablando de mediocres…

Anda por ahí un infeliz, golem de pacotilla creado por López Obrador  y en su momento inflado hasta la nausea por la inquina de ciertos medios para atacar al trascuerno al tabasqueño.  Porque al tal Juanito, que a él me refiero,  los “medios” lo calentaron y mandaron a flotar, y perdió la cordura hasta el grado de que tantos lo vieron hace algunos ayeres cargando su estatua (hueca, de barro los pies) en un diablo menos pobre diablo que el aborto de la industria periodística. Así trascendió el Juanito con el que el tabasqueño impuso su ley. Juanitos.

Esto  me remite a otro mediocre hasta el tuétano, que haiga sido como haiga sido logró colarse a la historia, así haiga sido por la puerta de atrás y  valido de una maniobra de malas artes que le granjeó el odio de muchos, de muchos más el desprecio y el aborrecimiento de los más. Maldito per secula seculorum.

El pequeñajo no valía un tanto así, miren, según lo acusaba su biografía personal, chata y vulgar; pero como todo mediocre con aspiraciones padecía la compulsión de la notoriedad. Y cómo lograrla, que sus hechos muy poco valían. ¿Cómo? Abriendo con ganzúa el portón de la historia y colándose por la puerta de atrás. Y fue sí como apenas llegando a donde no merecía incendió, destruyó, provocó ruina y desesperación. Todo en grande, en correspondencia directa con su propia pequeñez de humano redrojillo.

Pero redrojillo y todo logró trascender,  por más que a fuego y ruinas que cimbraron la ciudad, la región, el mundo. Quién como el pequeñajo para la trascendencia negativa y atroz.

Ese, sí,  el que ustedes están pensando. Ese que incendió  el templo de Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo. ¿Que si el borreguero, que tal fue su ocupación, logró trascender? Busquen su nombre en cualquier diccionario:  Eróstrato. ¿Que semejante infeliz no ha sido el único? (Pues…)

No del todo morir

La trascendencia, mis valedores, ese elemento psíquico que unido a la vinculación, el arraigo, la identidad y varios más, confiere al humano la salud mental. La trascendencia se logra a base de obras que beneficien a los demás, con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a Madre Natura el don inconmensurable de la vida. La trascendencia.

En diversos programas de radio suelo analizar dichos y acciones de personajes relevantes en la historia del país, y al recorrer la  galería de tantos  figurones indefectiblemente me topo con una constante: la parcialidad y el maniqueísmo de la historia oficial, esa embustera. Este y este otro, excelsos; aquel, y el otro, nefastos.  Blanco y negro. Sin matices, a conveniencia del Poder y de sus oficiantes en turno. Sin más.

Por vía de ejemplos en el periodo de la Conquista: por cobardón y dado al pensamiento mágico logró trascender el tlatoani Moctezuma Xocoyoltzin, y por su estatura de héroe lo consigue Cuauhtémoc, todo esto en la aviesa versión oficial que oculta a lo púdico las malas acciones del «único héroe a la altura del arte», definición de López Velarde que nunca he querido entender. La historia oficial oculta púdicamente las acciones negativas  del «Aguila que desciende«, como la violencia que ejecutó en contra de  Cuitláhuac y  su nombre final de Fernando Cortés Cuauhtémoc, como se dejó bautizar el nuevo cristiano, que a la hora del sufrimiento invocaba al Dios del conquistador. Nada de esto se asienta en la historia oficial. Es México, nuestro país.

La trascendencia,  esa secreta esperanza de no morirnos del todo. Que  cuando yo sea difunto y según pasen los días, las semanas (los meses, ¿será mucho pedir?), alguno llegue a acordarse de mí; que me recuerde de buen talante, o al menos no disgustado del todo. Esta necesidad de trascendencia como uno de los condicionantes, repito, de la salud mental…

En algún programa de radio me referí a la Conquista, y de la Independencia digo a todos ustedes aquí y ahora:  ¿habrá personaje  más ensalzado por la historia oficial que Miguel Hidalgo? ¿Habrá héroes purísimos más olvidados que Fray Melchor de Talamantes, Azcárate y Primo Verdad?

Y estalló la Revolución, y con ella, ¿quién más venerado que Francisco I. Madero, espiritista y vitivinicultor? ¿Quienes más olvidados que Ricardo y Enrique  Flores Magón? Zopilotera y hedor esa historia oficial, oficialista…

Pero de pronto nos cayó encima el Tricolor, y de los individuos que sentaron sus dos reales en la presidencial, ¿alguno, de aquel almácigo de mediocres, depredadores y uno que otro asesino, merece la trascendencia, con todo y que se apoyaron en las muletas del periodismo oficioso?  Jueces, fiscales y abogados defensores, los medios de condicionamiento de masas se la viven quemando copal ante el sillón  el santón sexenal, pero no pueden evitar que contra servilismo y cortesanía al tanto más cuanto se alce el juicio del tiempo, y  los santones al desván de la historia. Desde el primer Nopalito en la historia reciente del país hasta el resto de irremediables mediocres. No el Tata Cárdenas, por supuesto; él, que nos dio ese petróleo cuyos restos ahora ofrece Peña a los gringos. Don Lázaro ha salido limpio, o casi, del juicio histórico.

Pero hablando de mediocres:  porque logró la hazaña de arrojar del paraíso al Adán tricolor, un Fox mediocre hasta el tuétano de los entresijos, sé lo que digo, logró arañar la anhelada trascendencia, pero… (Más de Fox y su apestoso Tamarindillo, el lunes.)

Zoológico

Esta vez el Poder y las masas. Para ilustrar su conflictiva  relación mi maestro plantea la siguiente analogía: ese Poder, enemigo histórico del cambio que requerimos (responsabilidad nuestra e intransferible),  es un tigre que merodea en los alrededores del caserío. ¿Cuidarnos de él, anularlo, o ¡e-xi-gir-le! que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? Al enemigo se le vence, no se le exige (nada de armas de fuego).

Por su parte el político canadiense T. Douglas ha creado una fabulilla: las masas formamos Ratolandia, población de roedores. Para integrar el gobierno hemos elegido a una mafia de gatos a los cuales, a la vista de los destrozos que causan en la ratuna población, los alternamos  periódicamente: de los gatos blancos a los negros,  y de ahí a los pintos, y vuelta a empezar ahora con los albinos. Pero los gatos siguen devorando ratones. ¿Inexplicable? Mis valedores:

Esta vez, limitaciones de espacio, dejo de lado las formas de organización ciudadana que habrán de cambiar tan crítica situación para centrarme en la transcripción de dos notas muy a propósito como para leer entre líneas. La primera: ciertos versitos que, destinados a un Pedro F. de C..  me llegan por añadidura. Transcribo:

«El león falleció ¡triste desgracia!- y van con la más pura democracia,- a nombrar- nuevo Rey los animales.

Las propagandas hubo electorales,- prometieron “la mar” los oradores-. y… aquí tenéis algunos electores:

Aunque parézcales a ustedes bobo- las ovejas votaron por el lobo – como son unos buenos corazones. – Por el gato votaron los ratones:- a pesar de su fama de ladinas- por la zorra votaron las gallinas;- la paloma inocente,- inocente votó por la serpiente. – Las moscas, nada hurañas,- querían que reinaran las arañas;- el sapo ansía y la rana sueña- con el feliz reinar de la cigüeña.

Con  un gusano me topo – que a votar se encamina por el topo; – el topo no se queja, mas su voto – su voto se lo da a la comadreja.

Los peces, que sucumben por su boca,- eligieron gustosos a la foca;- el caballo y el perro, no os asombre,- votaron por el hombre.

Y con dolor profundo- por no poder encaminarse al trote,- arrastrábase un asno moribundo- a dar su voto al zopilote.

Caro lector ¿qué inconsecuencias notas?- Dime… ¿no haces lo mismo cuando votas

¿Ustedes, mis valedores, qué le contestan al versificador?

Y este mensaje que yo aplico al «renovado» PRI de vuelta en Los Pinos, dirigido a quienes, a querer o no, seremos sus gobernados:

«En el PRI cumplimos lo que prometemos.

Sólo los necios pueden creer que

no lucharemos contra la corrupción.

La honestidad y la transparencia son fundamentales

para alcanzar nuestros ideales

Demostraremos que es una gran estupidez creer que

las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos.

Aseguramos sin resquicio de duda que

la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.

Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean o añoran que

se puede seguir gobernando con las mañas de la vieja política.

Cuando asumamos el poder haremos lo imposible para que

se acaben las jubilaciones de privilegio y los negocios.

No permitiremos de ningún modo que

los niños mueran de hambre.

Cumpliremos nuestros propósitos aunque

los recursos económicos se hayan agotado.

Ejerceremos el poder hasta que

Comprendan desde ahora que…»

Y ahora, al llegar a este punto lean la nota a la inversa, del último al primer renglón. ¿El resultado? Y pensar que fueron 18 millones de votos y que nosotros, las minorías… (Ah, México.)

Rencoroso y terrible

Y algunos de nuestros soldados decían que aquello que veían si era entre sueños.

Tal cuenta Bernal Díaz, sus pupilas encandiladas a la vista de una ciudad cuyas torres, cúes, muros de calicanto y pirámides se erguían sobre el espejo de la laguna. México-Tenochtitlan. Siglos y décadas más tarde, un cierto conquistador conquistado clamaría en un su poema que tituló México:

Eres antiguo horror de cumbres – que se asombran batidas por pirámides – trueno oscuro de selvas observadas -por cien mil ojos lentos de serpientes.

Tal fue Rafael Alberti, poeta español que primero nos conoció por los ojos de Bernal Díaz y más tarde paso a paso por el país. El poeta tornaba de una errancia hasta donde lo arrojara la bota del Franco dictador. En 1935 reseñó su encuentro -su encontronazo- con este México que él miró aún con jota, y cuyos conceptos, a mi ver, adquieren renovada actualidad hoy día que miro (CIA, DEA, FBI) la presencia encimosa del gringo sobre nuestro país. Y qué intensas y viscerales las impresiones que le produjo el choque con la tierra que conquistó la tizona de un cascorvo al que auxiliaron el Tonatihú de la barba bermeja y detrás arroyos de cempoaltecas ardidos  y  tlaxcaltecas salidos de madre. Retazos de crónica y de poema:

“El Méjico de Bernal Díaz está vivo, como él, pero dentro de un Méjico de hoy. Por eso mi encuentro con Bernal Díaz no es el tropiezo con un muerto, ni siquiera con un resucitado. Es el encuentro con la realidad viva, palpitante, en movimiento».

Así, de asombro a deslumbramiento, el poeta recorre la vieja y la Nueva Españay una ciudad de México todavía a la medida de sus habitantes, y reconoce que no puede asimilar, de un solo golpe, el encontronazo con esa realidad mexicana que se ha topado tan de repente:

“Triste historia es mi aventura, comparada con la de Bernal. Yo no libré batallas con los mejicanos, porque me rendí al primer día. Pero me incorporé enseguida con todo mi entusiasmo a la ebullición de su sangre, y mi aventura mejicana, como sucede en las más fabulosas y secretas, no la puedo contar todavía».

Pero la cuenta, y se pone a discurrir, a lo apasionado, sobre el nacimiento de nuestro mestizaje, y aun se permite especular con eso que ha venido a tornarse lugar común: que por conjurar el terror a la muerte la hacemos calavera de azúcar y la engullimos entre carcajadas, válgame..

De la vecindad con el gringo vecino y distante: “Los problemas actuales de Méjico no se presentan ya a punta de lanza. Son los problemas internos de soberanía e independencia económica. Su nacionalismo revolucionario no son palabras sin sentido, si los hechos las van cumpliendo como se espera».

Contra los gachupines que alambican – residuos coloniales por sus venas – prepara tu fusil. Tú eres el indio – poblador de la sangre del criollo – Si él y tú sois Méjico, ninguno – duerma, trabaje, llore y se despierte – sin saber que una mano lo estrangula…

“En el exterior, Méjico es el único país americano capaz de oponerse a la gente del norte y reconquistarse. Temible, hermético, violento, rencoroso, no ha perdonado a los conquistadores. Y este sentimiento lo padece el criollo, descendiente  del encomendero; y lo padecen visitantes como Valle-lnclán, quien se hubiera batido contra Hernán Cortés hasta perder el otro brazo, y lo padecí yo, y hoy quizá lo padecería el mismo Bernal Díaz, si advirtiera la invisible presencia del pabellón yanqui en Méjico«.

¡Contra el gringo prepara tu fusil. No te resignes!

¿Con Peña? ¿Con ese? (Uf.)

Las tandas de La principal

Edificante espectáculo ese que cimbra a estas horas soportes y lonas de La Nacional, con unas tandas donde tanto roban (cámara)  equilibristas y saltimbanquis, el maromero y el transformista, el profesional de la cuerda floja y del  pastelazo. Los payasos del circo.

Dije circo, y la evocación  me llevó al tiempo de mi niñez. De repente la memoria se me alumbró con entrañables imágenes del circo trashumante de mi niñez. Qué tiempos. Qué joven fui una vez. El niño que fui hace carretadas de tiempos, de vidas. Y qué evocación de la magia circense, esa magia intemporal que exuda la carpa con tufo a pelambre de león y tigre enjaulados, de contorsionistas  y águilas humanas…

El circo, encanto secreto que encandila al niño que se nos quedó así de virgen y así de inocente dentro de cada uno. El Brothers Hermanos,  errante espectáculo que hollando los bajíos de la memoria de tarde en tarde cruza la noche de nuestros años primeros, en el filo de la duermevela donde desfila, en los sueños soñados despiertos, esa caravana de alucinación que cruza nuestra niñez y se nos queda, raigón de magia y encantamiento, junto a las consejas de la abuela, los primerizos amores –zozobra y temblor- con la vecinita, y la tonada de cuna que nos solía cantar Tula, mi madre.  Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…

La magia del circo, su tufo de exóticos animales, garra, joroba y moteada piel; ojos de ferocidad y espantables rugidos que ponen el pánico en el  niño que a todo vivir  deshoja  la flor de su edad, que es la del candor y, apreciable virtud, de la credulidad. Desde sus jaulas las fieras nos hablan (nos rugen) de tierras ausentes, de mundos que vienen quedando al otro lado del mundo; fieras que hasta antes del circo sólo habíamos entrevisto en el libro de estampas y en la cena neoliberal: el tapir, el jaguar, el dromedario que, de jorobado, simula ser el nahual (¡no anual, nahual! Computadora estúpida, no me corrijas. ¿De mitología meshica quién va a saber más,  yo o Bill Gates?); nahual, decía, del obrero en los tiempos del “presidente del empleo”, y el camello también, que en su doble  joroba viene a representar no al obrero, sino lo más ardoroso: a esos hijos de la desdicha que son los desempleados de mi país. Es México. Son sus galletas de animalitos.

El circo. A su contacto fui niño otra vez,  limpio de costras y costurones que va dejando en nosotros, negra viruela, el áspero oficio del diario vivir, con lo que ello supone de ilusiones fallidas,  malaventurados amores y mal saturadas heridas después del desamor de Martha, la ausencia de María y el conflicto con la Verónica (tomé puros nombres a tí cercanos, Nazareno, tú me has de perdonar), y tantas heridas y sangraduras, tantas mataduras y lobanillos y jiotes sentimentales…

Un domingo en la tarde me tiré al ruedo (el de tres pistas.) Al entrar vínome a recibir la tufarada a camello y tigre sarnoso, que es decir a visión y revisión de mis años muchachos, y en la tarde festiva  fui niño otra vez, y otra vez ingenuo, y por eso mismo feliz, o casi, y de nuevo percibí en mi boca el sabor de la risa, aquí en este México nuestro donde tan pocos motivos nos van quedando para reír, que los dichos y hechos de los cirqueros de La Nacional no nos invitan a la risa sino al rencor y la verguenza, propia y ajena. En fin, que ya en la carpa me acomodé en un asiento de pino que, como Los Pinos, se comienza a apolillar. Sin más. (La fabulilla, después.)

Destazadero

Aquí el final de la pesadilla del bunker arropado en los pinos.  Porque, a querer o no,  es el final. Con sólo resistir de aquí a diciembre, total…

En su pesadilla el chaparrín convocó al Verbo Encarnado. No él, sino el perito en desprecios y aborrecimientos se le apareció en sueños, que el del bunker no mereció más. «Vámonos, toma mi mano».

«¿A dónde me lleva, Díaz Hordas

“A agasajarte con lo que por falta de méritos no has conocido.Toma mi mano”.

«Se resbala, señor. ¿Se la untó con aceite de cocina? Huelen a…»

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por las jetas. (Hasta el bunker, como gritos de parturienta, un aullar de sirenas de ambulancia en contrapunto con las sirenas de los vehículos policiales. En los bandazos del viento, tufos de sangre. Fresca, recién derramada.)

“Vamos a donde escuches el son deleitoso de los aplausos, las aclamaciones. Levántate”.

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por unos labios de este grosor.    “Usted bromea. ¿Aplausos a mí? ¿Aclamaciones a mi persona? Tendría que escucharlos en una grabación, detrás de vallas de acero y de una muralla de lomos y nalgas verde olivo que me traen de huelegases”.

Pero, mis valedores, ahí fue. En sueños, el malquerido fue transportado por el Mefistófeles cimarrón a través del éter hasta la ceja de alguna barranca umbría repechada entre roquedales. Ahí Fausto y su Mefistófeles de masquiña hicieron pie.            “Los lugareños la nombran Barranca del Eco. Es aquí donde yo, en vida –vida es un decir-, después del destazadero venía a consolarme solito. Masturbación mental. Pon atención”.

Y acercándose al filo de la barranca, el aborrecido de Tlatelolco toma aire y se echa a aplaudir mientras grita a todo vuelo de voz: “¡Vivaa Díaz Hordaas!”

La Barranca del Eco, entre lúgubres desgarramientos: “¡Ívaa-Íaz-ordaas!” Y aquellos aplausos, ecos de aplausos, ecos de ecos. “¿Ves qué fácil? Anda, hazte ovacionar de gratis. Una vez en tu vida date el agasajo».

Y sí, dicho y hecho. A la tentación de las ovaciones y en la medianía de la pesadilla (el manchón en la almohada; babilla verdinegra, espesa), el despreciado del bunker se acerca a la ceja de la barranca, enarca la ceja zurda, se suelta aplaudiendo que hagan de cuenta que llegó Obama,  y  se pone a ulular, voz, estridente: “¡Amigas, amigos, viva el presidente del empleo!»

Y aquel batir de las palmas. Se frena. Aguza la oreja. Nada. «¡Viva el presidente abstemiooo!»

La Barranca del Eco, silencio. ¿Huraña, hostil, caprichosa?

“¡Viva el presidente que cumplió todas sus promesas de campañaaa!»

Como asqueada ante la tufarada de mal aliento, la barranca reprime sus ecos.

“(Ni esto mereces», piensa Díaz Hordas.) «Anda, inténtalo otra vez. ¡Pero con huevos!”

Traga aire. Desconfiadón: “¡Viva el presidente de los pobresss!” Y sí esta vez. Al grito del chaparrín  el mundo mineral (peña viva, peñascales) le arroja, a pulmón de roca, el bofetón en la cara:  “¡Vivan-los-muertos-que-cargas-en-la concienciaaa!»

Y qué claridad, cuánta contundencia. A la desesperada, contra el roquedal su aliento corrompido:  “¡Viva el presidente que combate la corrupciónnn!» El roquedal: “Viva-tu camposanto-particular-de-60- mil-muertosss!»

Díaz Hordas observa de reojo al chaparrín. (Y luego dicen que el matancero fui yo). Reprime el asco. «Inténtalo otra vez».

«¡Viva el presidente que defendió la soberanía nacionaal!»

Y fue entonces. La Barranca del Eco: «¿Quieres-aplausos? Anda-a-que-te aplaudan-tus-víctimas, matancero-de-miércoles!»

Era jueves. (En fin.)

Amenaza tormenta

Crimen Imperfecto  es un relato escrito por Gonzalo Fortea, que aquí sintetizo con dedicatoria especial  para los titulares del IFE y el TRIFE, Leonardo Valdés Zurita y Alejandro Luna Ramos, La síntesis del relato del mencionado Fortea:

– Sí, señor fiscal. Soy un asesino.

Mi defensor se levantó, indignado: “¡No se reconoce culpable!”

– Pero maté a la víctima.

El juez: “Demuéstrelo. ¿Tiene testigos?” Yo: “No se buscan testigos para cometer un crimen”. El juez: “Quizá a usted le hubiera convenido tener uno. ¿Dónde está el arma homicida?” Yo: “La perdí. Puede que la haya arrojado a una alcantarilla”. El juez: “Toda la zona se registró en su día y el arma no apareció. Tendrá usted que demostrar su crimen”.

El fiscal estaba nervioso. Le hice un gesto como diciéndole: no se preocupe, lo conseguiremos. Se animó: “¿Los motivos del crimen?” Yo: “Robarla, naturalmente. Me encontraba en una situación muy difícil. Hacía dos meses que había perdido mi empleo. Necesitaba dinero para poder comer. Creí que el piso estaba vacío, pero de pronto apareció la señora. La maté para que no se pusiese a gritar”. Mi defensor: “¿Gritar? Paralítica, no podía emitir sonido alguno”. Yo: “No lo sabía. Tuve miedo, perdí la cabeza y la maté”.

– No nos convence, dijo el juez. “¡Ustedes no estaban ahí, y yo sí!”. “Demuéstrelo”, dijo el juez, y el abogado defensor: “Usted afirma que penetró en la casa con intención de robar. ¿Qué fue lo que robó?” Yo: “Nada, no encontré nada”. “Sin embargo, la anciana señora guardaba una importante colección de joyas en uno de los cajones de la cómoda, que no estaba cerrado con llave”.

– Nada encontré.

– ¿Usted nos toma por imbéciles?  La cómoda no fue registrada. No había huellas dactilares.

– Utilicé guantes.

– No se observaba el menor desorden.

Mi abogado defensor: “Señor juez, señores del jurado: el asesinato conlleva pena de muerte.  ¿Vamos a consentir que el acusado se ría de nuestras sagradas instituciones justicieras y que utilice el dinero y el prestigio del Estado para consumar lo que sería su suicidio? ¿Hemos de volvernos idiotas para creer en su desmañada sarta de absurdos? Observen su rostro cansado. “Es que estoy aburrido. (Me levanté.) ¡Ya está bien!”

El juez golpeó la mesa: “El acusado se abstendrá de alzar la voz”. Dije: “¡Soy culpable!” “¡Cállese! ¡No invente que es culpable!”“¡Protesto!”, gritó el fiscal. “¡Denegada la protesta”, sentenció el juez. “Puede retirarse el jurado a deliberar”

– No es necesario, señor juez. Todos estamos de acuerdo.

– Levántese el acusado.

Cuando salí a la calle el fiscal caminaba con la cabeza hundida mientras se dirigía a su automóvil. Un hombre se me acercó sonriendo. Era mi abogado defensor, con la diestra tendida. “Enhorabuena, señor Peña Nieto”.

– Maté a la vieja -le dije-. La vieja democracia. Para ello mis operadores pusieron en práctica todas las viejas trampas, toda la subcultura del fraude del viejo PRI, con un derroche demencial de dineros públicos en la compra del voto. Maté a la tal democracia y usted lo sabe, Leonardo Valdés.

– Claro, sí, ¿y eso qué importa en México?

Subió al auto. Yo, ahora, aquí estoy, el recinto atascado de cómplices, planeando entre todos el reparto de utilidades ahora que comencemos a administrarnos el país. La conciencia, tranquila. Todo legal. No hubo trampas. Si acaso, «rregularidades». Nada que altere los resultados de la votación,  jura el juez Luna Ramos.

Allá, afuera, por todos los rumbos, retumban amagos de tormenta.  Nada grave. (Es México.)

Destino de pueblos débiles

Así que ya hay sucesor en Los Pinos. El PRI-Gobierno regresa, quién lo dijera. El Tricolor, ¿un partido de Estado, como en los tiempos antiguos? ¿Dictadura perfecta, una vez más? ¿De quién es el mérito? ¿Culpa de quién o de quienes? Porque de lo ocurrido debe haber responsables. Las masas sociales, por supuesto. Todos nosotros,  a querer o no.

En fin, que el país tiene ya  sucesor, un Peña incoloro, desdibujado, del que por ahora  poco hay qué comentar. Tarea va a ser de los medios de condicionamiento de masas forjarle carisma y una estatura de estadista que va a durarle seis años, y yo digo a los abatidos por los resultados de la votación:

Otro debió ser el elegido, a juicio de tantos, pero ánimo, no lacerarse en demasía, consolarse con la reflexión: ¿el desteñido sucesor podrá y  querrá sobrepasar el tope de los más de 60 mil cadáveres del Verbo Encarnado?

Y ya puestos en plan de especulación: ¿vuelve la dinastía tricolor? ¿Tapado, dedazo, delfín? Pienso, al respecto, en los comentarios entre burlescos y escandalizados que la sucesión presidencial provocaba en los observadores extranjeros. En el hispanófobo  Samuel P. Huntington, pongamos por caso:

 “Los presidentes mexicanos son seleccionados a través de un complejo y misterioso proceso dentro del partido oficial, al que se le denomina auscultación. Aquí entran recomendaciones, consultas, discusiones y el consenso general del actual presidente, quien desempeña el papel principal”

La revista Look:  “Este arrogante cambio de un gobierno nacional tiene lugar dentro de uno de los instrumentos políticos más deformes e intangibles, pero disciplinado y efectivo que haya ideado hombre alguno: el PRI.

La revista francesa América Latina: “La diversidad de las corrientes políticas que se sienten en el seno del PRI no impide una absoluta solidaridad en el momento de decisiones capitales. La nominación de un candidato es hecha en forma ardua, proceso que provoca muchas veces profundas tensiones internas. Pero cuando la decisión se ha tomado, la unidad se acentúa en torno del hombre que deberá ser el candidato del PRI a la presidencia de la república».

Y otra más. ¿Peña el borroso logró reunir los requisitos básicos de un aspirante presidencial? «El candidato debe contar con la aceptación del presidente en turno.

Deberá encontrarse en perfecto estado de salud y no ser violentamente feo. A pesar de que se le considere muy hombre no deberá ser muy macho. Será un hombre de familia, con una esposa que se interese en los asuntos públicos y políticos del país, pero sin interferir de forma decisiva en ellos. No ha de ser  extranjera. Norteamericana, mucho menos.

La religión del presidenciable podrá variar del catolicismo romano a la del libre pensador; pero en forma alguna ser un fanático.

Deberá ser conocido nacionalmente, y tener el consenso de los principales grupos políticos y sociales del país. No podrá identificarse profundamente con alguna de las alas extremistas del PRI, la derecha o  la izquierda.

Al joven mexicano que diga: quiere ser presidente algún día, se le juzga no como un patriota, sino como un idiota. Si abriga esa ambición debe disimular sus pensamientos, ingresar a la burocracia del PRI, trabajar con obediencia y confiar en la suerte».

Mis valedores: ¿han vuelto esos tiempos que imaginábamos en el desván de la historia? ¿Eso, y no más, merecemos? ¿A un Peña incoloro, quintacolumnista de la televisión en Los Pinos?  Destino de pueblos débiles, que se niegan a pensar. (Trágico.)