Morbo y escándalo

En la cárcel nació El Quijote, sátira de los libros de caballerías que nos lleva a la risa y la pena, el humor y la compasión, la tristeza y la carcajada.

El libro, mis valedores, expresión cumbre del talento humano. Un parto maravilloso de lo mejor del pensamiento universal, cada libro constituye una revelación, un milagro repetido que parió la imaginación de los clásicos de la milenaria cultura asiáticas, la griega, la alemana y la de Italia y España. Todas. Nace un libro, y el mundo de la cultura universal lo recibe y aprovecha los conocimientos que encierran sus páginas. A propósito:

¿Que autor es el preferido de alguno de ustedes? ¿Qué género? ¿Novela, tal vez, ensayo, poesía, mito? ¿Qué están leyendo por estos días?

Yo soy lector por oficio y por beneficio. Varios años de mi vida los he dejado entre el aroma de la imprenta y la tinta impresa.  Soy, al propio tiempo, escritor. He forjado una decena de volúmenes que abarcan teatro, relato, novela y ensayo. Todos han encontrado alojamiento en casas editoriales de mucho prestigio que no se desacreditaron con tales títulos, a juicio mío. Tengo aquí en mi gaveta, dos de estas obras inéditas. De teatro las dos, que pongo a  la disposición del director o el conjunto teatral que se interese por ellos. Van de manera gratuita, qué más, qué mejor.

No. Ninguna lleva la marca del realismo costumbrista ni el realismo de tesis, de denuncia, documental, no.  En estas obras cabalgan la magia y el encantamiento,  o están a la pura medida del cesto de la basura. “Gringo gallón”, una de ellas.

Hay obras buenas y malas, de alta y de baja calidad, aunque tal clasificación se basa en elementos subjetivos que pueden variar en el tiempo o en el espacio.

No, esto los libros que han salido de mis manos no lo digo por hacerme propaganda ni a ellos ninguna suerte de publicidad. No la necesitan. Yo, y esto únicamente por voluntad mía, desde hace décadas fui  sometido al ninguneo por parte de gente del medio, y todos en paz. Digo lo que digo por otras razones. Mis valedores:

¿Pues qué ocurre con la creación literaria? ¿Qué con la redacción y publicación de un volumen? Antes la producción literaria era resultado de un esfuerzo descomunal. Un libro era obra de profesionales del oficio, ¿pero ahora? Hoy día qué diarrea de libracos escritos por quién y por quiénes, válgame. ¿Quién que es o finge ser no ha parido su libro, ya con fórceps o ya por cesárea? ¿Quién no ha abortado alguno de esos engendros, en ocasiones pagando él mismo, ella misma, los costos del parto?

Libros de morbo y de escándalo, intrascendentes o mal forjados y sin pizca de interés, libros para satisfacer odios, rencores y vanidades, tramados algunos tan sólo para el autor o sus allegados, que a lo enfermizo tratan de ver su nombre,  su retrato hablado, en alguna de las referencias del mamotreto de marras, efímero. Y otra más:

¿Qué periodista no ha expelido su libro, casi siempre de coyuntura? ¿Qué recluso, qué político no ha malparido su libro? ¿Quién, en el ramo del espectáculo, no se ha echado dos, tres, en torno a su oficio, su profesión? Una escritora Zapata,  otra que se firma Irma Tigresa, una Wornat. Moviendo la testa,  Hamlet: “palabras, palabras, puras condenadas palabras”. Mis valedores:

¿Yo cómo me vería, una tanga sobre los compañones, moviendo las nalgas al compás de una música guapachosa? ¿Y cómo se ve la Niurka mostrando las páginas donde cuenta que el coime le mantiene “siempre hasta los bordes el tanque de gasolina”? (¡Puagh!)

Mediocridad e idealismo

Un rasgo común entre un joven europeo que ataca con bombas incendiarias y el muchacho que asalta y viola en un microbús: ambos son incapaces de ponerse en el lugar de los demás. Sin  la oportunidad de leer, su imaginación y su sensibilidad quedaron muertas

(José Emilio Pacheco, escritor.)

Y perdonando la curiosidad, mis valedores: ustedes, durante los doce  meses que van del año, ¿cuántos libros leyeron? ¿Cuántos alcanzaron a leer?  ¿Cuántas horas dedicaron a la lectura? Y a ver la televisión, ¿cuántas horas? ¿A cuál de los dos ejercicios (leer, ver TV) favorece el balance? Entonces rindámonos a la evidencia: cada uno de nosotros, en cuanto humano, es  lo que su espíritu es, y su espíritu es eso que le dimos por alimento. Y entonces la conclusión: somos entes de ideales o somos mediocres. Sin vuelta de hoja. Sin más.  Sin cambio de canal, para que algunos me entiendan.

Y luego por qué somos como somos; por qué estamos como estamos; por qué nos damos gobiernos como el del Verbo Encarnado, por qué lo permitimos; por qué soportamos a semejante Tartufo (lean esa obra de Moliere)  que ha  convertido el patrio territorio en un delirante almácigo de cadáveres descuartizados; por qué nos negamos a pensar y crear esa estrategia y la táctica correspondiente que nos lleven a darnos un gobierno aliado al que obedecer como sus mandantes. ¿No está ahí, mis valedores, la explicación del por qué nos hemos atornillado en el puro reniego y la pura mega-marchita, que de pura no tiene nada semejante redrojillo histórico? Ah, este nuestro país que así exhibe tan siniestro balance entre el ejercicio de la lectura y el de las horas que dedicamos aplastados a dos nalgas frente al cinescopio, en una postura que remeda la de El Pensador de Rodin,  pero que en materia de espíritu y de intelecto es la postura que se adopta a la hora y punto del lugar excusado…

Y hablando de leer, mis valedores: ¿alguno de ustedes conoce la obra de Kafka, o lo citan  como al Quijote, Romeo y Julieta, Fuenteovejuna o la Biblia, sólo de oídas? Que esta situación es kafkiana, y que si Kafka escribiese hoy día acerca de México su literatura sería costumbrista, y tonteras de ese calibre. Los mediocres son temerarios, y  no les arredra ponerse en evidencia como ignorantes que piensan con cabeza ajena y sólo repiten opiniones y conceptos que escuchan en los diversos medios de condicionamiento de masas. Lóbrego.

Uno, mediocre e ignorante, ayuno del más elemental sentido de recato y autocrítica, es ese de triste memoria como presidente del país que hoy, tragicómica figura del esperpento y la picaresca política, sigue causando lástimas y verguenza ajena. Hablo de un Vicente Fox que a medias de su sexenio se permitía la desmesura de llenarse la boca con citas de  “José Luis Borgues”, al igual que la “señora Marta”, la “pareja presidencial”, tan zafia e ignorante como él, que convertía a Rabindranath Tagore en “La Gran Rabina Tagore”. válgame. También el autor de El proceso iba a pasar por el bochorno de la cita del palurdo de Hummer y Jaguar blanco, y aquí me parece válida la aclaración:

Desde Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles hasta Salinas y Ernesto Zedillo todos, en los seis años justos de su mandato –que nada tuvieron de justos la mayoría de ellos- jugaron de forma espléndida el papel del personaje de Lewis Carroll que aparece en la obra titulada Al otro lado del espejo: Aludo, por supuesto,  a Humpty- Dumpty. (Del tema hablaré mañana.)