Aquí finaliza el teatro del absurdo cuyo primer acto se escenificó ayer aquí mismo. Supuestamente ocurrió que Leonardo Valdés, consejero presidente del IFE, se presentó ante el ministerio público llevando consigo un detenido.
– ¡Intentó estafarme con este billete de lotería burdamente alterado!
Agente del ministerio público examinando el billete:- Qué falsificación más chafa, digo. Quede el cuerpo del delito anexado al acta. ¿Y luego, señor licenciado Valdés? ¿En qué paró el palito del 7 alterado? ¿En qué quedó el 69 en el billete alterado?
L. V.- Yo nomás dejando hablar aquí al delincuente, a ver hasta dónde llegaban su cinismo o su pendejez (cámbiese en el acta “pendejez” por “tontería”). Y él, necio: “Usted cobra el billete premiado, A mí déme nomás lo que cargue en su cartera, que me urge».
(Como ausente, el acusado.)
– Y nada, que de repente me enchilo, y que me lo pepeno del pescuezo, y que llamo a dos blue demons (quede asentado en el acta que dije «dos agentes policíacos»), y que me jalo aquí al reo a presentar mi denuncia. Mire que querer estafar a todo un consejero presidente del IFE con el viejo truco del billete premiado.
M.P.: – Qué bárbaro, delincuente. ¿No viste con quién te estabas metiendo? ¿No sabes distinguir entre un «prole» y todo un señor Valdés?
L.V.: – ¿Sabías quién era yo cuando intentaste estafarme con el billete premiado?
(Ahí habló el aludido, despaciosa voz): – Sabía que es usted el del IFE, claro que sí.
-¿Y así te atreviste, cabrón? (Cámbiese ese «cabrón» por un «insensato») ¿Intentaste transarme con la vieja?
M.P.: – ¿Ah, también con su señora esposa? ¿Hay fotos del acto, videos? ¿Podemos ver el cuerpo, o sea del delito?
– Con la vieja estafa del billete premiado. Así que me reconociste, y así y todo te atreviste a pasarme a joder.
Acusado: – Lo reconocí, por supuesto, y eso fue lo que me dio valor: ese es Leonardo Valdés, el individuo más cándido y más a modo para la estafa del billete premiado. Con ese voy a agenciarme unos billetes, pensé.
L.V.: – ¡Tíznale! Firmaste tu sentencia de muerte. ¿Así de ingenuo me imaginaste?
– Ingenuo o cínico, según. ¿Somos ingenuos o somos cínicos, don Valdés? Si somos ingenuos para creernos el cuento de que no hubo fraude con Soriana ni con las tarjetas de Monex, ¿por qué no fuimos ingenuos para caer en la estafa del billete premiado?
– ¡Híngale! ¡Facilíteme su garrote, señor comandante!
M.P.: -¡Cortando cartucho, cabo Sasafraz!
– Pero ya veo que usted nada tiene de ingenuo, qué ingenuo va a ser. Cínicos me resultaron usted, el Sergio García Ramírez consejero de quita y pon, y toda esa ralea de compinches. ¿Ingenuos? ¡Cínicos e inescrupulosos que perpetraron no la pobre estafa del billete alterado, sino la desvergonzada de un Peña respetuoso de la ley y un López Obrador corrupto, el único que rebasó los topes de campaña! ¿Ingenuos ustedes? Ingenuas las masas si se creyeron el cuento, y peor si no lo creyeron, porque entonces se exhiben de pasivas y desidiosas.
M.P.: ¡Oficinistas y policías: arresto al que siga aplaudiendo!
– Me equivoqué con usted, don Valdés. Como presidente del IFE me resultó no ingenuo, sino bribón. Y ni hablar, a pagar mi delito.
M.P.: – ¡Silencio y canten macanas, o yo también acabaré aplaudiendo aquí al criminal, y de paso al «peligro para México«! ¡Y tú, hampón, a ver si hablas tan chulo ora que te aplíquemos la primera calentada, la nocturnal! ¿No, señor presidente del IFE , licenciado Valdés?
(¡Agh!)