Mal haya el cortoplacismo

Porque esperar que un cambio benéfico para todos nosotros, los integrantes de las masas sociales, nos llegue desde el Sistema de poder, significa no escarmentar; que confiar a lo terco en la Super-estructura que rige el país equivale a correr, como el ratón de laboratorio, en una banda sin fin, sin nunca salir de un mismo sitio, sin nunca llegar a ningún lugar, sin siquiera saber a dónde intentamos llegar. Tales son los inconvenientes de esperar contra toda esperanza, contra la realidad objetiva y las enseñanzas históricas. Por eso mismo, mis valedores,  no voy a perder mi tiempo de vida con el análisis de eso horroroso (y tan predecible) que acaba de acontecer en Coahuila, Nayarit y el Estado de México.
Nada me importa comentar más allá de la diferencia que observo entre el  político pragmático-utilitarista y el que más allá de pérdidas y ganancias politiqueras de corto plazo  se mantiene fiel a su ideología, sus principios y sus convicciones. Tope en lo que topare. Y no más.
Por exhibir a los arribistas y los logreros de las maniobras politiqueras ahora consigno aquí, para todos ustedes, las machincuepas de trapecistas del pasado reciente, antecesores directos de los chuchos y círigos  medio-hermanos que maniobran hoy día de acuerdo a la ventaja personal y de mafia. Para iniciar la relación,  aquí un esbozo, un retrato hablado de aquello que se perpetró, sé lo que digo, con el destape de aquel reputado López Portillo, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo? La crónica de la infamia, tan semejante a la actual:
Veintidós de septiembre de 1975. Apenas Echeverría ordenaba al PRI que designara de candidato a López Portillo, rápida de reflejos cierta oportunista Sara Orrnelas, dirigente de vendedores de lotería, hizo pegar con cinta canela en los lomos de los tales vendedores (en la tela de sus chamarras, quiero decir):
“¡El gremio en pleno con López Portillo!”
– ¿Pero cómo sabía usted que el bueno era el extitular de Hacienda? –le preguntó el reportero-. Hace unos minutos que se esparció la noticia y ya el zócalo está repleto de billeteros que apoyan al candidato tricolor. ¿Usted ya sabía del destape?
– No, qué va, contestó Sara Ornelas-.  Yo qué iba a imaginarme que don Pepe era el bueno. Lo que pasa es que vino un billetero que vendía cachitos en el zócalo y me dio la novedad. Fue cuando entre todos le organizamos al licenciado su mitin de apoyo. Pero esto de las chamarritas con las iniciales de don Pepe a la espalda fue algo de veras vaciado, muy simpático, ¿no? Resulta que en cuanto supe lo del licenciado, que en ese momento llamo a todas las billeteras y ahí nos tiene, que en menos que se los cuento les pegamos las letra Jota Ele Pe, y nos fuimos al edificio de la Secretaría esa. ¿Cual era, tú? -Y al recibir la respuesta de uno de los billeteros-: Hacienda sí, allá frente al zócalo, ¿no?
Y lo que entonces significaba la “oposición”: de inmediato, el PPS, Partido Popular Socialista (el “nini-ni”, según el dicho popular: ni partido, ni popular y mucho menos socialista), proclamó a López Portillo su candidato oficial. Y declaraba el diputado pepinosocialista Ortiz Mendoza:
– ¡Sí, nosotros los del PPS reconocemos como nuestro candidato a don José López Portillo! ¡Pero no lo hacemos porque se trate de la cargada no, sino como una táctica y una estrategia típicamente marxista!
La crónica de la ignominia continúa el lunes. Aguárdenla.
“¡En el Estado de México (Ebrard) los perredistas debimos ir en coalición con Acción Nacional! (La náusea.)

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