Dolor, consuelo, demandas

La Caravana del consuelo, mis valedores, que en Ciudad Juárez remató su recorrido por la Ruta del dolor con la firma del Pacto ciudadano que exige al Estado, entre muchas otras demandas, la cancelación inmediata de la Iniciativa Mérida, juicio político al de Los Pinos y al titular de Seguridad y exterminio total de la corrupción pública. Así de fácil. Así de sencillo. A la estridencia de la caravana y la desmesura de las demandas, expuse ayer aquí mismo la conciencia y la falta de conciencia de enemigo histórico, teoría que he venido expresando ante todos ustedes con la analogía del tigre y los lugareños. Ahora pronto la fábula de Ratolandia, que imaginó el político canadiense Tommy Douglas y transcribí en este espacio hace algunas semanas, ilustra a cabalidad el concepto de enemigo histórico: según ella las masas sociales somos una comunidad de ratones que se ha dado un gobierno de gatos. Mis valedores:
Ratolandia está gobernada por una gavilla de gatos. Ahí es donde se ubica la conciencia de enemigo histórico. ¿Si estuviésemos conscientes de situación tan calamitosa para todos nosotros seríamos tan insensatos como para exigir a los gatos que muden de naturaleza y por amor a nosotros se priven de su alimento, que somos los integrantes de la comunidad? ¿Exigirles, demandarles, como sí se  exigiría, para provecho común, a un gobierno nuestro, un gobierno aliado, al que obedecer como sus mandantes? ¿Apuntalar nuestra exigencia con la táctica del plantón, la caravana y la mega-marchita, cuando es tarea y obligación perentoria de todos nosotros encontrar las tácticas efectivas, sin salirnos de la ley,  para desplazarlos y darnos un gobierno aliado? Y el final de la fábula:
Cansados de probar un gobierno de gatos negros, que al resultarles dañeros cambiaron por un gobierno de gatos blancos, y luego estos por uno de gatos pintos, maniobra que denominaron coalición, a alguno de los ratones se le ocurre la idea: “¿Y si para |finiquitar de raíz esta situación calamitosa para todos nosotros, integrásemos un gobierno ya no de gatos, sino de ratones?”
¿Ah, con que intentando  subvertir el orden? Y al calabozo. Y a continuar Ratolandia e-xi-gien-do al gobierno de gatos, y a forjarle caravanas por la ruta del dolor. A propósito:
Ayer dije que acabo de escuchar en la radio las opiniones “políticas” de los activistas Isabel Miranda,  Eduardo Gallo, Alejandro Martí y Javier Sicilia. Este último, en especial, surge de la nada como un personaje de arrastre en unas masas sociales laceradas por el Verbo Encarnado,  y válgame, que me alarmé; al escucharlos he reafirmado mi rechazo al simple movimiento espontáneo de masas y mi respeto irrestricto por el conocimiento científico y, en general, por la cultura política, con la certidumbre de que  no se adquieren de forma automática porque se haya sufrido la pérdida de un ser amado, y de que quien posee el don de congregar multitudes adquiere, de forma correlativa, la obligación de estudiar la historia, la realidad objetiva y la teoría política. ¿O un ciego guiando  una comunidad de ciegos?
Recuerdo, a propósito de líderes, muchedumbres y memoria histórica, aquello horroroso que perpetraron Cuauhtémoc Cárdenas en agosto de 1994, repleto el zócalo de descontentos por el triunfo de Zedillo en las urnas,  y A.M. López Obrador, zócalo lleno y Paseo de la Reforma tomado, después de la privatización personal de Los Pinos por parte de algún hijo desobediente del Verbo Encarnado.  (Pero de esto hablaré después.)

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