Programa Domingo 6 de Radio UNAM, correspondiente al 30 de junio del año 2013.
Etiqueta: Tomás Mojarro
Pemex
Reforma energética. Mis valedores: mucho cuidado con las trampas verbales de Peña y sus corifeos. Afirma la historia que la pretendida reforma de Pemex promovida por Peña y avalada por unos Corderos derechistas y unos Chuchos de «izquierda» siempre dispuestos a ejecutar la obra negra y el trabajo sucio del gobierno en turno, no es el primer intento encubierto de privatización del energético. Se trata de una paraestatal que es abastecedora no sólo de billones de pesos para la administración pública, sino también de pugnas «ideológicas», intereses políticos y económicos, una desbozalada corrupción y saqueos demenciales. Aquí, indicios del discurso tramposo y la demagogia de los diversos «mandatarios» desde un De la Madrid que abrió la puerta al neoliberalismo hasta un Peña cuya demagogia y trampas verbales, expresadas ante los grandes empresarios, derivaron a «todos los mexicanos» los beneficios que sólo alcanzan al gran capital:
«Este es momento para México porque estamos todos, gobierno y sociedad, decididos a generar la sinergia necesaria para impulsarlo a mejores condiciones en beneficio de todos los mexicanos».
Reforma energética. A su hora, Calderón: “La inversión privada en PEMEX, garantizará el desarrollo nacional en las próximas generaciones. PEMEX se fortalecerá, y así contaremos con recursos para vivir mejor: escuelas, medicinas, hospitales, clínicas, carreteras, agua potable, vivienda, electricidad. Con la reforma tendremos los recursos para crear universidades. La inversión privada nos permitirá superar la pobreza y garantizar la educación y la salud de los mexicanos. Habrá fondos para todas las entidades del país; tren suburbano en la zona metropolitana, tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; servicios más elementales para la población, disminuir la brecha de la desigualdad, construir un México mejor, solidario, terminar con la pobreza y la desigualdad, acelerar el paso por la justicia, construir el México unido que todos queremos, cerrar la brecha de México con el México agraviado, olvidado, con el México de la pobreza».
Fox: “Las privatizaciones sacarán adelante al país. Los recursos excedentes se destinarán al pago de la deuda social”.
De la Madrid: «La política privatizadora permitirá encauzar el desarrollo integral del país y el crecimiento autosuficiente”.
Salinas: “Este cambio es nacionalista. Celebremos el nuevo desarrollo. Estas reformas estructurales permitirán democratizar el capital, atender los objetivos nacionales de la soberanía y de la justicia y recorrer la vía moderna de México”.
Financial Times: El arresto de dirigentes sindicales de PEMEX tiene por objeto la privatización y no un intento de moralización de la industria petrolera.
Zedillo en 1996: “La privatización que promovemos en ferrocarriles, telecomunicaciones, terminales portuarias, aeroportuarias, gas natural y petroquímica secundaria, marchan de acuerdo con los tiempos previstos y en forma exitosa”.
Y la respuesta de Romero Deschamps: “¡En nombre de todos los petroleros del país y en el mío propio, gracias, señor presidente por esta lección de democracia, por el ejemplo de patriotismo y por esta muestra de sensibilidad al sentir del pueblo de México, por escuchar los argumentos y darnos su respaldo! ¡Gracias a su patriotismo, su democracia y su sensibilidad, el petróleo y sus derivados están a salvo de la privatización! ¡Gracias a nombre del pueblo de México, señor presidente!
Y le aplaudieron. Es México. (Este país.)
Taller de Teoría Política – 29 junio 2013
Taller de teoría política, realizado el 29 de junio del año 2013 en el centro cultural El Juglar.
¡Excrementos!
A Los viajes de Gulliver, novela de Swift, me referí ayer aquí mismo, y concretamente a la academia de Lagado, capital de Laputa, y los audaces experimentos que en el reputado centro de experimentación realizan los científicos. El final de la historia:
Los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la academia, cuyos sabios le mostraron unos experimentos que los habrían de llevar a revolucionar las técnicas hasta hoy aplicadas al arte y la ciencia. Y lo que en materia de estudio científico encontró el visitante. Mírenlo ahí, frente a los sabios que laboran en audaces experimentos que habrán de asombrar al mundo. Ahora el equipo de arquitectos le mostraba los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “con los que el Padre Patricio habrá de concretar su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de la abeja y la araña».
Conoció Gulliver a la artista ciega de nacimiento que tenía a su cargo el arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.
– Nuestra artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre todos los hijos de Laputa.
Condujeron a Gulliver al aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La cara del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme diome un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito separando las varias partes de los desechos humanos, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.
– Con este logro científico ya no habrá hambre en Laputa.
Pero aquí la dificultad: «¿Quién proveerá a los científicos de la gigantesca acumulación de excrementos que se habrán de necesitar?»
– Una buena parte será aportada por los chuchos.
– Ah, excremento de perro.
– De los chuchos de Nueva Izquierda. De Ortega y Zambrano, principalmente.
– ¿Ellos solos? Empresa imposible.
– Pero además contamos con las heces de toda la burocracia política y las de la gran masa social de Laputa. No obstante, cuando manifestamos al Benefactor que nos seguiría faltando la indispensable materia prima para concretar nuestro experimento, el Padre Patricio se las ingenió para generar la cantidad suficiente de materia prima para elaborar los alimentos con que piensa satisfacer el hambre de los habitantes del país.
No comprendió Gulliver cómo sería posible producir tantas heces.
– Es la fortuna de ser gobernados por un verdadero estadista. ¿Sabía que el Benefactor afina los trámites para llenar de excrementos Laputa?
– Insignificante, su cotidiana aportación.
– Pues sí, pero nuestro Visionario ya se dispone, con el auxilio de un Cordero, una runfla de chuchos y la apatía de los hijos de…este país, a convertir en excremento toda la industria de Pemex, ¿se imagina? ¿Qué le parece el proyecto de nuestro Benefactor?
Gulliver agachó la cabeza, y entre dientes decía: todo esto es México. (Nuestro país.)
Gulliver y sus viajes
¿Quién de ustedes ha leído la novela de Jonathan Swift? Obra de interés esencial para todos nosotros, Los viajes de Gulliver se publicó allá por el 1720, pero su actualidad es categórica hoy día, con sólo que para aprovechar a cabalidad sus enseñanzas sepamos desentrañar sus significados múltiples.
Ahora he de referirme al viaje de Gulliver a la ciudad de Lagado, capital de un imaginario país (que Swift denomina Balnibarbas) donde conoce a diversos proyectistas especulativos y arbitristas políticos, como los llama el autor. ¿El aspecto de la ciudad capital?
En su libro de memorias cuenta Guliiver que en Lagado las casas se miran ruinosas, que los transeúntes caminan de prisa y ofrecen un aspecto huraño, muchos de ellos cubiertos de andrajos. Por cuanto a los terrenos labrantíos: “Vi a muchos labradores trabajando el suelo, pero no advertí perspectiva alguna de crecimiento de hierba o grano, aunque la tierra era excelente. No pude explicarme la causa de que habiendo tantas manos, cabezas y rostros ocupados y preocupados en campo y ciudad, no se descubriese ningún buen efecto de sus actividades e inquietudes, ya que, muy al contrario, nunca había visto yo suelo tan infortunadamente cultivado, casas tan mal aderezadas y ruinosas, ni gentes cuyas ropas y apariencia delatasen tanta miseria y necesidad”.
¿Y dónde operaban los susodichos arbitristas y proyectistas? En un muy famoso edificio de aquella ciudad. Según la crónica de sus viajes, en aquel edificio el visitante conoció a un ingeniosísimo arquitecto que había descubierto un método para construir casas empezando por el tejado y descendiendo hasta los cimientos, “lo que justificó mostrándome análoga práctica de dos industriosos insectos: la araña y la abeja”. Proyectismo.
Cierta funcionaría, ciega de nacimiento, era la encargada del arte pictórico. La artista trabajaba con diversos aprendices, ciegos de nacimiento también, en la mezcla de pinturas de todos colores, que serían la materia prima para el equipo de artistas plásticos privados de la vista que dotarían al país de una muy apreciada obra pictórica. ¿Cómo operaban los aprendices? La funcionaría les enseñaba a distinguir los colores por el tacto y el olor. “Esta artista gozaba de gran apoyo y admiración en todo el país gobernado por el proyectista especulativo y promotor de la sabiduría especulativa».
Y que cierto funcionario, manos y rostro enhollinado, llevaba años trabajando en un proyecto para extraer rayos de sol de los pepinos, que debían ser puestos en recipientes herméticamente sellados y sacados para caldear el aire en los más fríos e inclementes veranos. “Me aseguró que no dudaba de que en unos ocho años podría proporcionar a los jardines del palacio rayos de sol suficientes a una tarifa razonable. Pero necesitaba una mayor cantidad de pepinos”.
En otro departamento encontré a un arbitrista que había encontrado el modo de cultivar la tierra con cerdos, evitando los gastos de arados, ganado y mano de obra. El método era este: en un acre de superficie se enterraban, a seis pulgadas de distancia y ocho de profundidad, cierta cantidad de dátiles, nueces, bellotas y otros vegetales de que gustan los puercos. Luego, soltando a seiscientos o más de éstos en el campo, el tal, de allí a pocos días, habría sido revuelto hasta las raíces por los animales en busca de aquellos alimentos, dejándolo apto para la siembra y abonado con sus excrementos.
¡Excrementos! ¡Un tremendo hedor me detuvo!
La crónica de Gulliver sigue mañana. (Vale.)
Del esperpento
Ustedes, señores, ¿conocen el cine mexicano? ¿Recuerdan las cintas de humor, casi siempre involuntario? Yo ahora mismo, empapado de nostalgia, me pongo a rememorar los sketches de aquellas beneméritas matronas del bataclán y el sainete que parió la carpa y que más tarde se lucieron en escenarios del teatro y la radio,
y en el cine vinieron a despercudir la pantalla de las intolerables parrafadas de un Arturo García ya encaramado en el alias De Córdoba. «No tiene la menor importancia». Agh.
¿Recuerdan ustedes a pioneras de la comicidad como Amelia Wilhelm y a sus discípulas y seguidoras Martha Ofelia Galindo y María Luisa Alcalá, pasando por las clásicas Delia Magaña, Virma González, Las Kúkaras, la Viveros y la Arozamena y esa Salinas que, chapoteando en la fosa séptica de cualquier Aventurera malamente apodada obra de teatro resulta menos repugnantona que la otra Salinas, Adrianita? Las cómicas.
Hoy, en el ejercicio de la nostalgia, recuerdo a aquella soberbia Susana Cabrera, a la que algún reportero, micrófono al frente, interroga: “¿Profesión?” “Payasa”, contesta sin titubear. Payasa.
Susana Cabrera. Qué símbolo insuperable, qué espléndida caracterización de la talonera del arrabal. Cierro los ojos y de párpados adentro contemplo la fina estampa de la ramera de la que la «payasa» hacía toda una creación. Señores, ¿la observan ustedes? Allí, rameruca en procura de clientes, en la esquina de la avenida con alguna transversal, pierna derecha plegada, el tacón del zapato contra la pared. Noche cerrada. La prostituta aguarda fumando (tabaco, posiblemente) a la espera del marchante. «¿Un servicio, papito?»
Obsérvenla. Vean el atuendo de la depravación: minifalda que deja los muslos a la intemperie y esa blusita, y esos pechotes, y el cigarrito en la diestra, quizá de tabaco. Guila barata, piruja del arrabal, un rostro de pútrida con cargazón de cosméticos, jetas estallantes de carmín, vientre rotundo, aguayones tamaño familiar y un temperamento tropical en corpachón de tamal mal fajado. No, y esas caderas presas (¿arraigadas?) en una mini-mini tres tallas menores de lo que a gritos, proclamas y mega-marchitas imploran, demandan, exigen semejantes carnazas, flor y almendra de la depravación. “¿Un servicio, papito? Te hago de todo». ¡Ay, Cabrera! ¿La visualizan?
Observen ustedes que bajo las ojeras de pintura se esconden las ojeras del vicio y las desveladas. En este cachete un lunar simulado, y en el cogote una verruga auténtica de cerdoso escobillón. ¿Las postizas? De este tamaño, miren; tirantes, enhiestas, revolcadas en rímmel. Y con las pestañas la peluca tordilla, y al cuadril el bolsón con los trastos del oficio. Guila del arrabal.
Señor Peña. ministros de cortes supremas y ralea de jueces y similares: espléndida caracterización de su «justicia» es esa de la Cabrera: en la zurda la balanza y en la diestra el pomo de cacardí. De venda en el rostro, la pantaleta, con los ojillos apicarados al descubierto. Ah, su «justicia», puta vieja y viciosa, alcahueta de corruptos y compinches que los solapan. Eso, y no más, han hecho de una «justicia» selectiva, logrera y aprovechada de la ocasión, donde danzan a lo esperpéntico las deyecciones morales de unas ratas Gordillo, Granier, Moreira, Yarrington, Fox y familia Bribiesca-Sahagún que marchan al son de la flauta del Hamelín Salinas. Señor Peña, a propósito:
¿En qué reclusorio purga sus raterías el azote de las ratas, su pariente (de ellas y de usted), don Arturo Montiel? (Agh.)
Usted no puede morir
(A su hora me informaron que mi padre había muerto allá, en su nidal zacatecano, pero juro que está vivo todavía, o qué hiciera yo sin esa estrella polar. Aquí, el retablillo anual a Don Juan, mi padre.)
A usted le hablo, señor; a usted que es como la patria: inaccesible al deshonor, y de quien se aprende (con el ejemplo) valores morales de los que norman la humana conducta: justicia, verdad, libertad, amasijo que da sustancia a la varonía. Porque usted fue (es) decencia, dignidad y humanitarismo en todos sus actos de cada día. Porque tan comprensivo fue para con los demás como severo con usted mismo. Porque valedor lo fue de todos, y generosidad y humanismo en el trance en que hay que abrirse las telas del corazón. Filósofo de lo fugaz, del fatalismo suave y sin estridencias, usted se mantuvo tan ajeno al ruiderío como aledaño de la sonrisa y el buen humor. El pudor y el decoro, la vergüenza y la dignidad, padre Juan.
Lo miro y miro de ojos adentro a tal varón de virtudes, pura reciedumbre y verticalidad, y una conciencia que en la humana conducta sólo un par de colores distingue: el blanco y el negro, sin más; el de la dignidad y el de su contraparte; sin medias tintas y sin matices, sin disculpas ni tartufismos. Y ya.
Miro esos ojos donde se columbran, machihembrados, mansedumbre y rebeldía, severidad y comprensión, la tolerancia, la gravedad y el humor juguetón, como también una que otra lagrimilla de las enjundiosas, todo a su hora. Porque claro, usted tiene el don de las lágrimas, y ese don me lo enseñó a practicar con mesura; con decoro, aclaro; con claro decoro. Mis valedores:
Zapatero de nacimiento, o casi, don Juan fue cristiano en el mejor, en el único sentido del vocablo, el de la obra de amor a sus semejantes; religioso y creyente fue, pero sin fanatismos, sin sectarismos, sin dogmatismos, y tan respetuoso del ajeno derecho, la disensión y la disidencia, como de lo propio y lo natural. Mi padre, filósofo sin tratados de filosofía, antes de echarme su bendición porque la vida nos separaba me dijo cosas: que si habrá que volar sobre el vocerío y la estridencia, y volar tan alto como lo acepten las fuerzas; que apartar de sí la quincalla y moldear el espíritu; que, rebelde a toda mediocridad, “álzate, vuélvete pura ánima y después de encomendarte a Dios, el tuyo; sé siempre varón a los ojos de tu conciencia, tu único juez”. Y me echó encima su bendición, y con ella (sé que alguno me va a entender) me tornó indestructible, invulnerable con su bendición. La de Don Juan, mi padre…
Óigame, usted que me hablaba quedo y sonreía: frente a mi zozobra lo miro todo el tiempo, y de tarde en tarde frente a mi paz interior, cuando emparejo mis hechos a mis proclamas. Lo tengo enfrente, donde quiera que estemos usted y yo, y sonríe, y sé entonces que para mí nada está perdido. Eso es todo, padre Juan. Con mi amor, el testimonio: usted es la sabiduría que encamina, el consejo que guía, la ponderación que sosiega, el ejemplo que incita, la ausente presencia que sanciona mis actos y el impulso para poner la proa hacia esa estrella inasible. La conciencia de mi conciencia. Usted, padre…
Muy cierto, señor; ya lo veo, incómodo, menear la cabeza. Decirle esto que le digo salía sobrando, y en público, más aún; pero cuántos de quienes en fecha impuesta celebraron, uncidos al calendario del comercio y del regalito, tienen seco el corazón para la figura del padre. Algo podrá decirles esto que le digo a usted, padre Juan. Y la paz. (A su memoria.)
Taller de Lectura – 23 junio 2013
Taller de lectura correspondiente al 23 de junio del 2013.
Mediocridad con galletas marías
El teatro y el cine, mis valedores. Tanto los amo que ante su escasa calidad en esta ciudad no asisto a la función de teatro ni a la sala de cine. Y como tanto desmerece una cinta rentada para la video y el cine casero, no voy a agredir a director, actores y cuerpo técnico, que así se esforzaron. Recuerdo el cine de mi primera juventud (vivo la quinta, pero a todo vivir): cientos de bodrios producidos al año. Centro y Sudamérica se hablaban de tú con Cantinflas, Tintan, Pardavé, la Aguelita de México…
Ahora mismo rememoro aquella sala de barrio crujiente de muéganos y palomitas de maíz. En gran acercamiento la “grupa bisiesta” de Maritoña Pons, sudorosos aguayones de meneos oscilantes y trepidatorios, 8 grados en la de Richter, al ritmo de la guaracha en frenesí de timbales y tumbadoras. “Ya empezó la guaracha del salón”. Qué tiempos…
Pero no todo es eterno, jura el cantar, y menos en la sala del cine. Un mal día (un mal sexenio) las balagardas del Guero Castro asaltaron los América y Churubusco, y entonces: fin de toda una época de cine, que atrás quedaba la ceja arriscada de Lola del Río jugando las contras con la de Pedro Armendáriz. Pero, mis valedores…
Acabo de reincidir. Qué no haremos o dejaremos de hacer por los coqueteos insinuantes de la consentida:
– Bergmaniana, un triángulo pasional. Mi marido anda de viaje. ¿Vamos?
Enfrentados a unos ojos estrelleros cómo no claudicar. Y allá vamos, y llegamos a la sala de cine. No ya uno de aquellos mausoleos monumentales de raída alfombra roja y tufo a todo lo humano, sino una coquetona salita picada de gringo. Entramos. Yo, aquella corazonada…
Y el encontronazo con la aplastante zafiedad, una incultura crujiente de golosina chatarra que Texas nos avienta en plena boca y el ruidajo del ponchis-ponchis importado junto con lo de chupar, lamer, beber, remoler. «Animo, compañero».
Calló el ponchis-ponchis. En la pantalla una hora de comerciales y entonces: ella, él y el otro, a sufrir, y yo con ellos. Drama, tragedia, desgarraduras. Triángulo pasional. Yo, por penetrar en el mundo mágico del arte, trataba de salir del mundo ramplón de unas quijadas con estrépito y ritmo de trapiches. Imposible; los ávidos trapiches remolían pistaches y eructaban aguas negras. Mis valedores: ¿cómo se puede alimentar con el arte el espíritu mientras la tripa con palomitas? Y un cambio más: ya no el ruidajo de los comentarios con acento de arrabal del cine de barrio, sino el ruidajo con sonsonete de pirruris, ¡y de repente el celular! A gritos. Un enjambre de celulares, y palomitas, papitas, gansitos, chocolatines de importación. Mi ajena mujer me oprimía la diestra y, tal si tratase de amenguarle temblorina y sudoración, se la colocaba aquí, allá, acullá, sudorosa también. «Animo».
Llegó el clímax de la tragedia pasional: amante y casada infiel sostienen aquella noche su postrer entrevista en un cafecito de Estocolmo. Al salir, él va a quitarse la vida. Ella, en tanto…
Rincón en penumbra, tazas de café, galletas en la mesita, y florero, y unos rostros de ansiedad que proyectan el drama del rompimiento. Yo, atragantado de emoción. Y fue entonces. Del lado izquierdo la señora obesa, al marido:
– ¡Mira, viejo, galletas marías!
Magia, tensión, emoción, angustia; todo se me chorreó, todo se lo llevaron las galletas marías. “¡Nena, escapémonos!”
Nos escapamos. Juré que cine nunca más. Y así hasta hoy. Nunca más convivir con la mediocridad. He dicho, y firmo para constancia. (Vale.)
Taller de Teoría Política – 22 junio 2013
Taller de teoría política, realizado el 22 de junio del año 2013 en el centro cultural El Juglar.
La linterna mágica
El cine nacional, mis valedores. Es propósito declarado de cada nuevo sexenio mejorar la calidad cinematográfica. Como si todo fuese intenciones, gobierno, dinero y leyes; como si no se tratara, antes que de arieles y diosas de plata, de talento y algo más. Como pruebas, las cintas del neorrealismo que produjo una Italia en ruinas tras de perder una guerra mundial, obras maestras a las que todo faltó, menos talento. Roma, ciudad abierta, Milagro en Milán, Ladrones de bicicletas…
La industria, en nuestro país, como que alzaba esperanzas: ya se produjo El apando, ya se logró Canoa, como antes El esqueleto de la señora Morales, y aquellas inolvidables Esquina bajan y Hay lugar para dos, de Alejandro Galindo, ese viejo formidable que en Ni hablar del peluquín se engulle el relato de Averchenko sin darle el crédito.
Pues sí, pero más allá de las esperanzas que alentaban Tlayucan, Tiburoneros y algunas más, con la invasión de las Sashas y Gueros Castro de ayer y hoy el cine mexicano se abarraganó en tráfico de chicharrón con pelos, con pelos y señales de ficheras, taloneras y demás flor y nata de la mancebía, la vagina, el clítoris y el albur, machihembrados. La industria del nalgatorio como productora de dinero, en auge; como calidad, en picada, en plena degradación. Y a esto quería yo llegar:
¿Se percatan ustedes de que el cine cimarrón, el de trayectoria centenaria y momentos de sombra –tantos- como de luz –tan pocos-, ha venido empotrando la cámara en emplazamientos distintos? A ver.
Desde Santa hasta Allá en el rancho grande y anexas, el cine tricolor emplazó su cámara en el patio interior de la hacienda, enfocada en la ventana (madreselva, bugamvilias) de la casta Lupita, que a la luz de la luna recibía, mordizqueando el rebozo, los requiebros y las romanzas de su charro cantor:
Mujer, abre tu ventana – para que escuches mi voz…
Y la gayola, que se venía (de aplausos). Qué tiempos aquellos…
Tras de la borrachera de cintas campiranas, en donde se cuentan aparte los logros mejores de Fernando de Fuentes y El Indio Fernández (Pueblerina y Enamorada, esta con un final que, plagio de Morocco, lo supera con creces), que preludiaba la denominada “época de oro” (que llegó, cabello envaselinado, echando humo por boca y nariz), vino el desgaste de un género que terminó en charritos de banqueta y picapleitos de piquera soldados al gollete del pomo, que a la menor provocación se soltaban berreando eso híbrido que apodan bolero ranchero, Dios haya perdonado al Javier cuya existencia física no iba a pasar de sombras nada más. Debajo del bigotito, el cigarrito. Solís.
La cámara varió de emplazamiento y penetró al hogar de la clase alta mexicana (alta es un decir), y se apoderó de la sala y del gran salón, entre el piano de cola y la cola de una Andrea Palma que tiznaba la pantalla con el humo del cigarrito, sólo que con una larga boquilla encajada a la bocaza estallante de carmín. En el aparato de radio con facha y tamaño de catafalco, la sacarinosa voz: “Amor, por ti bebí mi propio…” En fin.
Aquí el conflicto ya no surgía entre las calenturas del hacendado y los celos del caporal, Emma Roldán como tercerona, sino entre el flemático Linares Rivas y un atildado Arturo García que en esas andanzas ya era De Córdoba. Sus diálogos: almidonados, hijos legítimos y naturales de los Bracho, Max Aub, Magdaleno, Revueltas. En gran acercamiento, el De Córdoba arrojaba en bocanadas sus pulidas parrafadas en pleno rostro de Irasema Dilián. (Sigo mañana.)
Amo tanto cine y teatro…
Tanto los amo que por eso mismo no voy al teatro ni voy al cine. Al teatro, porque al actor que más grita le dan su premio. ¿Al cine? El motivo lo aclararé después. El cine nacional.
Ahora mismo leo en el matutino que «a los mexicanos les gusta ir al cine, al grado de que durante 2012 el País se convirtió en el cuarto mercado del mundo en venta de boletos». Y que «con el 40 por ciento de sus cines digitalizados, México es puntero en Latinoamérica«. Que la industria está en auge en nuestro país, y que en el 2012 realizó l12 filmes (contra los mil 178 de la India), y que la industria es reconocida aquí y el exterior. De forma encomiosa se publican nombres para mí desconocidos, como un Gael, un Del Toro y un Diego Luna, con los títulos de sus cintas. Cuánto quisiera disfrutar de las buenas películas, pero mi falta de ánimo me lo impide. Yo no tengo el valor de enfrentar el estrépito que, los ojos clavados en la pantalla, producen muelas y premolares remoliendo bolsones de comida chatarra. Y luego esos comentarios a toda voz…
Huí de la sala de cine para nunca más. ¿Lo ocurrido aquella negra noche de mi mal? Fue hace años; tras una ausencia de lustros retorné al cine. La sota moza que me concede la gracia de su intimidad me pidió que viéramos una cinta que parecía dedicada al par: el triángulo amoroso y el drama pasional “Quien tú ya sabes salió de viaje, ¿Vamos?”
Fuimos. Con la esperanza de que el cinéfilo de mi país se hubiese civilizado me arriesgué a regresar; pero Dios, qué regreso: yo, el ánimo encogido a la pesadilla de las mega-marchitas, salí de casa con tres horas de anticipación, y sí, tránsito embotellado, desvío de vehículos, cierre de avenidas, el caos. Abandoné el volks. y (los compas taxistas conocen de atajos y contraflujos) tomé el ecológico. Ya cuando los marchantes coparon el taxi, porque no me coparan a mí (la “o” convertida en “a”), pagué la dejada y a trotar, o del triángulo pasional alcanzo nomás el triángulo. Al trote corto llegué a la taquilla, me reuní con la dama, y al salón, y qué cambio respecto al viejo concepto de cine que me había forzado a huir…
Ahora ya no los dos pisos del galerón monumental sino la salita íntima, lujosa, confortable. Aquí ya no desleídas cortinas de rojo terciopelo que se remecen a los embates de La Boa, sino un cortinaje flamante que se convulsiona al estrépito del ponchis-ponchis gringo. No, y los asistentes: ya no la plebe que devastó la dulcería: paletas, pepitas, muéganos, palomitas de maíz. Ahora palomitas de maíz, refrescos de cola, chocolatines de importación. Se me encogieron. ¡Por no convivir con la plaga de los traga-palomitas, había desertado del cine! Intenté recular. Mi nena me oprimió el brazo: valor.
Al ponchis-ponchis siguió una hora de anuncios comerciales, vertiginosas imágenes a 10 mil decibeles, y por fin el drama de pura estirpe bergmaniana: ella, él y el otro, a sufrir, y yo con ellos. Drama, tragedia, desgarraduras: triángulo pasional. Yo, por penetrar en el mundo mágico del arte, trataba de salir del mundo ramplón de los traga-palomitas. Imposible; los ávidos trapiches a lo estridente remolían pistaches y eructaban aguas negras, y yo pregunto, mis valedores: ¿se puede alimentar con el arte el espíritu y al propio tiempo la tripa con palomitas? Y un cambio más: ahora ya no el ruidajo de los comentarios con acento arrabalero, sino el ruidajo con sonsonete de pirruris. Y de repente, friégale: plaga que no imaginaba, el celular. (Este horror sigue después.)
Huevos, perros, guardería
Las criaturas calcinadas en la guardería ABC, mis valedores. Aquello, demencial, ocurrió a principios de junio del 2009, cuando tras una secuencia criminal de circunstancias imprudentes (¿o alguna acción criminal?) cuarenta y nueve niños perecieron calcinados en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, por entonces mal gobernada por un Eduardo Bours político del PAN e industrial productor de huevo que por esa circunstancia parece haberse salvado: por sus puros productos. Detrás de él, huevos e impunidad, asomaba la oreja un Felipe Calderón que alcahueteó la justicia por cuestión de que una de las dueñas de la guardería siniestrada se nombra Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo, que viene siendo pariente de una Margarita Zavala hoy todavía esposa del ebrio de poder y otros ingredientes. Caprichos de una «justicia» alcahueta y excesos del huevo en México, nuestro país. Mis valedores:
Adviertan ustedes que en esos Bours, Marcia y Calderón se ajusta a cabalidad el clamor furibundo de un bíblico Isaías que al arrojar su anatema a los malditos parecía tener en mente a los protegidos de una burriciega «justicia» que administrase el magistrado Góngora Pimentel. Clama Isaías:
“Todas las bestias del campo, todas las fieras del bosque, venid a devorar. Esos perros comilones son insaciables.
Todos ellos son perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; Todos ellos siguen sus propios caminos, Embriaguémonos (Calderón), y será el día de mañana como este, o mucho más excelente.
Sois como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. ¿No sois vosotros generación mentirosa? Perece el justo, y no hay quien piense en ello; no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Mas vosotros llegaos acá, hijos de la hechicera, generación del adúltero y la fornicaria. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad. Vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua.
No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de áspides y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos (Bours) morirá, y si los apretasen, saldrán víboras.
Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos. Sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos (Marcia). Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos. Torcidas son sus veredas.
Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos; a tientas, como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos. Gruñimos como osos todos nosotros, y gemimos lastimeramente como palomos; esperamos justicia, y no la hay; salvación, y se alejó de nosotros. Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión, porque pereció el derecho”. México.
Criaturas sacrificadas a la avaricia de las Marcias Matilde y compinches. A su memoria. (Trágico.)
Cieno y lodo. Criaturas calcinadas
Y con ellas calcinada también la justicia que en este país han impartido los Góngora de ayer y hoy. Es México. Por estos días, a cuatro años y días de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, se me vienen a la mente ciertos apellidos ahijados de una «justicia» alcahueta: Bours, Calderón, Zavala, Gómez del Campo…
Para comenzar a operar, la guardería ABC presentó el acta constitutiva de su sociedad, en la cual aparecen como dueñas…
Porque sólo quien ha sentido la pérdida de un hijo pudiese imaginar lo que han padecido esos desdichados a los que de repente dejaron huérfanos de sus niños y los contemplaron en llagas vivas y en estado agónico. En cada padre y en cada madre de esas criaturas se refina y recrudece el dolor, porque la de las víctimas no fue muerte natural, sino provocada por esa corrupción productiva e impune que saturó el gobierno de ese beato del Verbo Encarnado que vivió y ha vivido ebrio de poder y de otros ingredientes.
En el acta aparecen como dueñas Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonerra y María Fernanda Camou Guillot.
Sí, la primera de ellas (algunos “medios” diluyen el dato) sangre de la sangre de Margarita Zavala, todavía hace meses residente de Los Pinos. Y por si tal horror no fuese suficiente, los deudos han sentido también el chicotazo de una requemante injusticia, del cinismo oficial, de la insensibilidad de los señores justicias que al horror de la hornaza nombran “incidente”; que desde junio de hace cuatro años de ocurrido (¿perpetrado?) el incendio, no empiezan a fincar responsabilidades y aplicar la ley contra esos bellacos que de la guardería ABC chupaban medio millón de pesos al mes; que ya desde ahora lo aclaran: de los implicados en el holocausto nadie habrá de pisar la cárcel. (Desde el penal de alta seguridad de El Altiplano los contemplaban Ignacio del Valle y compañeros defensores de su tierra aplastados por una sentencia de más de un siglo aunque no secuestraron, asesinaron o mamaron nuestros dineros retacando de víctimas una bodega que engulló a las criaturas en llamas vivas. Es la «justicia» mexicana. Atroz.)
Yo, a la vista de cuarenta y nueve cadáveres calcinados y algunos niños agónicos y traumatizados de por vida, cuando no de por muerte, presentía el dolor, la rabia impotente y la exasperación de la madre, del padre, de los familiares de sus criaturas víctimas, sin que nunca los Bours y Calderón salieran a dar la cara, porque los asesinos intelectuales, que tan sólo eso tienen de intelectual, son de su parentela. Y como esos injustos son beatos, los peores a la hora de la corrupción, por ver si quisieran entenderme, que mucho lo dudo, les hablé en su momento y hoy lo repito con palabras bíblicas, las del profeta, que mundos de siglos atrás, al lanzar su anatema, parecía mirar hacia el rumbo de Bours, de Marcia Matilde, de su pariente Zavala, de Calderón. El profeta bíblico:
“Todas las bestias del campo, todas las fieras del bosque, venid a devorar. Esos perros comilones son insaciables».
(Marcia Matilde, Zavala, Bours, Calderón.)
«Cada uno busca su propio provecho. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos. (Calderón.)
Porque vuestras manos están contaminadas de sangre«.
Marcia Matilde es su nombre, y es pariente de Margarita Zavala, hoy todavía esposa del hombre que ha vivido ebrio de poder y otros ingredientes.
La maldición del profeta contra los réprobos continúa mañana; continúa cada día, siempre. (Ah, México.)
Taller de Lectura – 16 junio 2013
Taller de lectura correspondiente al 16 de junio del 2013.
Es mi barrio
Mediodía. Hice garras el matutino y lo tiré a la basura. Desde la ventana del cuarto piso contemplo allá abajo la extensión panorámica de mi barrio. Dejo ir la mirada tras esa fuga de calles, y plazas, y parques públicos, casas, patios, azoteas, todo ese humano paisaje afanándose en el áspero oficio del diario vivir. Mi barrio.
Me gusta mi barrio, con sus típicos perfiles: allá, en la contra-esquina, la tintorería de don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, donde resucitan mis camisas con un oportuno recambio de cuello y puños, que hagan de cuenta recién bautizadas. (De repente, en el pulso tranquilo de la barriada, el santo y seña de este país: una descarga, una ráfaga de AK-47, un acelerón de motores y luego, clamor de parturientas, el aullido de las sirenas de patrullas y ambulancias. Cuántos difuntos serían esta vez. México.
Taquicardia. La intento amansar observando al zapatero remendón que pone a mi barrio punteras y medias suelas, con sus tacones de mucho lucir. Al cobijo del eucalipto la mano abierta de esa vejancona derrengada de tiña, abandono, vejez. Tan tosca ella, tan retraída. Mi única, corazón de mieles, logró que la anciana aceptase esa silla baja que le mandó forjar con el carpintero de aquí a la vuelta. “Y con su descuento, señito, a los buenos marchantes”; él, que ya nos repara una mesa, ya encera un librero, ya arregla la pata del catre en que duerme a estertores su tricolor borrachera mi primo el Jerásimo, licenciado del recién resucitado Revolucionario Ins. (Por cierto: ¿en qué piquera de qué barriada seguirá celebrando mi consanguíneo?)
Estoy mirando mi barrio. No me resulta simpático El Cejas, con su negocio de pornografía que disfraza con la venta de monas, pastas, Extasis. Me ve venir y me corta el camino; su burla sardónica: “Andele, bigotón, conque votando por Peña”. Yo cambio de acera.
¡Malvados advenedizos! Cuando los de la vulcanizadora no están recubriendo repelos de llantas se la viven chutando, driblando y tirando a gol, que ya anotaron en los cristales de todas las ventanas (con los delanteros del Tricolor no habría peligro.) Y ya me dan por atrás (chanfleado el esférico), y ya avientan sollamados envites a La Lichona, que va pasando. Cábulas.
Ese que se oye a dos cuadras es el silbato del afinador; ese otro, el altoparlante del merolico. El ropavejero antes de Calderón: “¡Ropa usada que vendan!” Hoy: “¡Ropa usada que compren!” El barrio «estrena» chonchines de segundos cachetes. Texanos. México.
Mi barrio, que fue de clases medias altas, luego medias-medias y que hoy anda con las medias al filo de los tobillos, barrio que conocí garapiñado de boutiques y comederos de lujo; que cae en picada de más a menos, cuando antes iba de menos a más; que en la escala social y económica desciende escalones mientras le resucitan, variopintos, los personajes que son santo y seña del arrabal: el sastre que adapta a mi medida la ropa usada, la costurera del zurcido invisible, y el limpiabotas, el limpiaparabrisas, el tragafuegos, el músico ambulante, el vendedor, el payasito de las cuatro esquinas. Mi barrio.
¿El matutino, por qué lo eché a la basura? Frente a la atroz realidad de mi barrio el gobierno lo acaba de asegurar: “La economía mexicana crecerá al 4 por ciento». Y que muy socio de China, y que…
El peso, en tanto, en caída libre. Qué país este México. (En fin.)
Taller de Teoría Política – 15 junio 2013
Taller de teoría política, realizado el 15 de junio del año 2013 en el centro cultural El Juglar.
¿No hay valor civil?
Usted está donde debe estar, maestra Gordillo. Donde debería haber estado desde hace tiempo. Hasta donde sus acciones, estricta relación de causa y efecto, la llevaron a ubicarse, sin más. Terrible debe ser para usted experimentar en conciencia propia ese sentimiento que mienta el clásico:
«Nada hay más doloroso que en la desgracia recordar los tiempos dichosos».
Y qué tiempos, señora: riqueza, poder, abundancia. Abundancia de riqueza y de poder. A contracorriente del arropo y el confort que le proporcionaban mansiones aquí y allá, el día de hoy una celda carcelaria, con cuanta pena y cuanto sufrimiento alberga la tal. Pero por sobre la pérdida de todo lo placentero que una escarcela repleta puede aportar, perdió usted la libertad. Nada menos. No me refiero a la fama pública, que opiniones ajenas nunca le llegaron a importar en relación a la forma poco escrupulosa con la que usted se apropió de dineros ajenos. Muchos años han transcurrido desde la hora y punto en que usted debería estar en prisión. Resabios de una justicia alcahueta. Su encarcelamiento, más que oler a justicia, hiede a maniobra politiquera, pero en fin. Señora Gordillo:
Ahora que la han reducido a morir en vida o a vivir su muerte entre cuatro paredes tiene usted toneladas de tiempo para aplicarse al ejercicio de pensar, de meditar, de sopesar sus acciones y las ajenas. Derribada en los resbaladizos terrenos de la «justicia», yo me atrevo a sugerirle, si aún no se le ha ocurrido, el tema siguiente de reflexión:
Mereciendo usted, como merece, que esa «justicia» atacada de mal aliento la mantenga privada de su libertad, ¿ningún otro personaje de la burocracia política merece «en justicia», correr la misma suerte que usted? Porque ocurriría entonces, si alguno más lo ameritase y no se encuentra recluido en una celda semejante a la de usted, que el país padecería una «justicia selectiva», que de justicia tiene el alias, cuando más Así considerada la situación, maestra Gordillo:
¿Algún otro personaje del ambiente político, a juicio de usted, merece la cárcel? ¿Conoce a alguno, tal vez? ¿A varios? ¿Cuál o cuáles de quienes hoy mismo andan sueltos deberían correr la misma suerte de usted? De saber el nombre de alguno o de algunos, ¿es la disciplina partidista la que la fuerza a mantenerse en silencio? ¿No los acusa por miedo a presuntas represalias? ¿Los ha acusado, pero sus nombres se mantienen ocultos?
Acúselos, maestra. Atrévase, que ya nada tiene que perder, y a una deshonrada como usted la honraría un tanto. Exhiba a esos corruptos, ¿o prefiere que acá afuera nosotros, las masas sociales, sigamos en la ignorancia de que más allá de su persona puede haber algún otro político ladrón, depredador, saqueador de los dineros que aportamos todos y que deberían destinarse al beneficio de todos?
Valor civil, maestra Gordillo. De haberlos, denuncie a sus congéneres en materia de robo de los dineros públicos. Se lo demandan no sólo las masas sociales, sino también personajes de la altura moral, tome nota, de Adrianita, Raúl y Carlos Salinas, de las honorables familias de Arturo Montiel, de Vicente Fox y familia postiza, de los hijos de toda su reverenda Marta y de la señora Sahagún (¡Vamos, México!) Si no denuncia a los sinverguenzas de los que usted tal vez tenga conocimiento de qué forma pudiesen adivinarlo funcionarios tan honorables como Andrés Granier, César Nava, Ricardo Aldana y la honorabilísima familia de don Carlos Romero Deschamps…
Valor civil, maestra Gordillo. (Animo.)
¿Día de qué?
¿Libertad de qué? ¿De prensa y expresión? ¿En México? ¿No huelen las tales a formol y cadaverina? Lo afirma el matutino:
La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles, acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por falsas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría sólo concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto…
Hermosos conceptos, y tan actuales, estos que publicó Excélsior. Pues sí, pero lástima: los publicó no el Excélsior de hoy, sino el de 1917, y más lástima aún: que aquel Excélsior haya venido a caer en este de hoy día, 96 años más tarde, donde hace meses apenas el articulista ponderaba “la sonrisa de Calderón”. Sobre la industria de los medios el periodista:
Todos ellos están atravesados por la corrupción. Es un problema que va de los chayos entregados a los reporteros hasta las componendas entre los empresarios de la prensa y el poder político.
Porque los medios son industria y comercio, una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de una industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario o la estación de radio o de televisión, una industria con intereses comerciales.
En tanto instrumentos, los medios no juegan más papel que el que le asignen sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o medios de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.
No existe la información por la información. Se informa para orientar en determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. El grueso de las ganancias de la prensa escrita, radio y TV no proviene de la venta de noticias, sino de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que prensa escrita, radio y TV defiendan los intereses de los anunciantes.
Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los medios producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual ejecutan dentro de la exactitud más minuciosa al reproducir los hechos. El dueño del medio, por interés económico y para privilegiar el de los patrocinadores mientras se somete al usuario, su enemigo histórico, al de marras lo atiborra de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos y todo lo que alimenta a las masas de ombligo a abajo.
¿Libertad de prensa, libertad de expresión? ¿En México? ¿En el México del PRI, de Televisa, de TVAzteca? (¿Sí?)
La corte de los milagros
El 10 de junio, mis valedores. Peritos de la obra negra y el trabajo sucio, los consabidos intelectuales orgánicos se avocaron al intento inútil de lavar una sangre aún fresca después del halconazo de Echeverría. El contexto histórico:
“Al llegar a la México-Tacuba se escuchó un disparo de lanzagranadas y aparecieron unos mil halcones que portaban macanas, varillas forradas y garrotes de bambú. Sus cargas eran respaldadas por descargas de gases lacrimógenos. Venían armados con metralletas, fusiles automáticos M-1, M-2 y M-16. Comenzaron a caer compañeros. Muertos unos, otros heridos.
Los estudiantes destruyen una panel de la policía; otros toman un camión con el que tratan de embestir a los halcones. Son ametrallados. Los halcones asaltan a balazos el Rubén Leñero y se llevan a varios heridos. Los halcones se entregaban a la persecución, a la masacre, a la caza de seres humanos con la complacencia de los granaderos».
Halcones, estudiantes, Echeverría. Desde el día siguiente de perpetrada la masacre del 10 de junio de 1971 expresaron opiniones unánimes diversos obispos y periodistas, políticos, intelectuales y el propio Echeverría, hoy encuevado en la impunidad lo que de él no se haya podrido. Así, frente a unos encrespados periodistas que le reclamaban la masacre, se expresó el carnicero:
– ¡Si ustedes están indignados yo lo estoy más! ¡Yo deploro y condeno los acontecimientos en los que varios jóvenes perdieron la vida! ¡Me dispongo a pedir la inmediata renuncia de..!
Carlos Fuentes: «Con la renuncia de Martínez Domínguez el Presidente demostró quién es el Presidente: ¡Echeverría, señores!» (Alabaría más tarde la decisión de Zedillo de invadir la UNAM con el ejército, y Carlos Ramírez lo aclararía después: “Lo peor fue que Fuentes se hizo eco del discurso difundido por el candidato presidencial del PRI de que el CGH estaba penetrado por Sendero Luminoso, del Perú, aunque luego se supo que había sido una perversidad sembrada por el propio Labastida”.)
El halconazo y voceros del PRI: «Algunos grupos, sin tesis ni bandera, pretenden trastornar el orden público. ¡No lo permitiremos!»
José Garibi, cardenal arzobispo de Guadalajara: «Exhorto a los jóvenes a que reclamen lo que sea justo, pero siempre por los caminos legales. Es de lamentarse que los jóvenes de quienes México espera mucho, tomen caminos equivocados. Que estos muchachos, llenos de entusiasmo, de optimismo por la vida, tomen un ideal digno».
(En torno a Echeverría, autor de la maniobra de excarcelar dirigentes del 68 para cooptarlos y que desde dentro desmantelasen el Comunista Mexicano, la opinión de Heberto Castillo: «¡Compañeros: yo estoy a favor de las medidas tomadas por Echeverría! ¡Esto revela que podemos avanzar y actuar luchando por la vía legal. ¡Las brechas para el diálogo democrático están abiertas, debemos transitarlas! ¡No empujemos al Presidente al lado de los sectores más reaccionarios! ¿Lucha de clases? Nunca. Yo estoy contra odios inútiles.)
Y Carlos Fuentes, intelectual: «Después del Tlatelolco del 68, en los sucesos del 10 de junio del 71 Echeverría no tenía sino dos opciones: una era reprimir, otra, democratizar. Evidentemente no ha tomado el camino de la represión, sino el de la democratización, un camino en bien del país. Afortunadamente, creo que los hechos de hoy nos dan una enorme esperanza de que el camino de la democratización ha triunfado. ¡Echeverría, señores! ¡Echeverría o el fascismo!»
Mis valedores: todo esto es México. (Nuestro país.)