Floridas raíces

El soberano viento de los bosques lejanos, saturado de fuertes perfumes, pasaba con el susurro melancólico de las altas frondas.  (H. Frías: Tomóchic.)

Este divagar sin rumbo por tierras de mi nacimiento fue motivado por cierta foto añeja donde el tiempo oscureció la blancura y empalideció los negros, y será la cercanía de mi viaje reciente a mis terrones zacatecanos, será  la foto de marras, que estoy mirando, será esta hora neblinosa del atardecer o la mansedumbre de una llovizna que de repente alebrestan bandazos de viento. ¿Cuál será la raíz de este mi ánimo macilento que se contrista y arropa en vagorosas, indefinibles  nostalgias y tristuras por el tiempo que se me fue para nunca más? Y esta opresión de costillas adentro, y este ánimo contristado…

Pero no pensar mal; no pensar bien, más propiamente. La foto que tengo bajo mis pupilas no es la de hembra garrida, no es la de la sota moza cuyo nombre, añudado al mío (con eñe), grabé en el tronco de aquel eucalipto en el parquecillo municipal. (Hoy, signos del tiempo, otra pareja de enamorados eternizó sus nombres a un lado del nuestro: Ciro y Martín, y el tosco grabado de algo levemente parecido a un aguacate, un corazón, uno de los compañones. Las veredas del amor…)

Dos palomitas azules / paradas en un romero / la más chiquita decía / no hay amor como el primero.  (Y esta tristura…)

De un caserío bienamado es la foto, de mi zacatecana Jalpa Mineral,  y  muestra un retazo de caserío, una calle trazada a cordel, la ermita (dos cuernitos y un caparazón de caracol), e imponente telón de fondo, toda crestas, barrancos y peñascales, la serranía. Morones. Majestuosa. Descomunal. El Cañón de Juchipila arropa la tierra de mi querencia, la de niñez, adolescencia y primera juventud. Hoy voy por la quinta, y la vivo como ser la primera; como ser la última. La contemplación de la foto me he puesto a rumiar recuerdos con saborcillo a nostalgia. Y aquel suspirar…

Una noche pasé en descampado, que fue de remotas hogueras, viejos sones de la tierra trovados  en falsete la primera voz y la segunda grave, largo son que arranca ecos  desflecados de sembradío yuntero a coamil:

No me busques por veredas – mi bien – búscame por travesías – allá encontrarás, si quieres  – el amor que te tenia. (Aolí…)

Versadas de la provincia, tonadas del interior, que son la sangre y el zumo del paisano ayuntado a la tierra, al cogollo de la tierra, a su hendeja; estoy por decir la hendeja por donde fui parido y la  hendeja a donde habré de volver. A la paz de la tierra, la mía. Yo, su pertenencia, sin más.

Estuve en mi terruño y volví a paladear sus comidas sápidas y picantes, delicias del paladar campirano rudamente indigestas para el arrimadizo. Mi lengua recordó la dulzura de la pitahaya, colores hurtados al mejor Tamayo, y es  así como de mis derrumbaderos he traído conmigo olores de humo de ocote y sabores de aceite y miel, tactos, sonidos, imágenes de esas que junto a la caja de cartón acarrea el paisano que viene a buscar la sobrevivencia,  a hacer por la vida en esta inconmensurable colmena de laboriosas abejas de salario mínimo, de zánganos del puesto público y de (cuándo iba a faltar) la abeja reina de cuento de hadas, efímero cuanto real, en el que cada seis años todas, por turnos, se sienten reinas del colmenar, si no es que sus hadas madrinas. Y si no, ¿recuerdan ustedes a la Sahagún? ¿Habrán podido olvidarla? Yo no, para mi desgracia.

¿Por qué les comparto mis provincianas vivencias?  Eso, después. (Vale.)

Mágico pueblo

Patria: tu superficie es el maíz, – tus minas el palacio del Rey de Oros , – y tu cielo, las garzas en desliz – y el relámpago verde de los loros. (La Suave Patria, poema de Ramón López Velarde.)

No. Reformas y privatizaciones las dejo para mejor ocasión. Hoy no, que la nostalgia y sus tristuras me han sorprendido indefenso, y entonces…

Porque algunos de ustedes, fuereños avecindados en esta ciudad, vivan en el recuerdo sus bienamados derrumbaderos, y los citadinos columbren el ánima de la mal llamada provincia, por un momento dejo de lado temas sensibles para nosotros, los de requemante actualidad,  para entregarles algunas vivencias de la visita a mis zacatecanos terrones, los de mi Jalpa Mineral. Y entonces…

Aquí y ahora, frente a todos ustedes, traigo la nostalgia de  los terrones de mi Jalpa Mineral, en el Estado de Zacatecas, el hontanar provinciano de tantos de los que hoy habitamos este hormiguero descomunal, que el amontonamiento de humanos hemos terminado por deshumanizar, cruel paradoja. Mis valedores:

Unos días acabo de pasar en mi tierra, que fueron de magia, de encantamiento y encontronazo con la raíz de mis años muchachos, que se me huyeron para nunca más. Hoy regreso cargado de energía, de esa corriente galvánica que nos insufla la madre tierra, que es decir nuestro origen, nuestro hontanar. Mi tierra…

Ah, esa entrañable tierruca cuya añoranza todos nosotros, fuereños en esta ciudad, cargamos acá, entre los costillares, tamal envuelto con telas del corazón y añoranza de donde sacamos la fortaleza para sobrevivir en este humano hormiguero que una demencial cargazón de humanos terminó por deshumanizar, feo contrasentido. Todo ello me lo entienden ustedes, tecos y meños, jarochos y panzas verdes, costeños, chileros y corvas dulces y gente de la montaña, del altiplano, del mar y del trópico. ¿No les ocurre que un día amanecemos (o anochecemos, según) con la nostalgia añudada aquí, miren, en el cogote, y en los costillares, y en la virilidad? Aquella tierruca donde fuimos a nacer, a florear, y algunos, suertudos, hasta a echar vaina.

Acabo de regresar del viaje por tierras de mi andadura y vengo con los sentidos cargados de antiguas esencias, hoy renovadas, mente y memoria retacadas de imágenes y sensaciones que me retoñaron después de vegetar, semiolvidadas por cosas del áspero oficio del diario vivir: que si el aroma de yerba macerada, de fruta en agraz, de majada; que si el sonido del esquilón, de la esquila, del cencerro en el pescuezo de la vaquilla caponera; detrás, bebiéndole los alientos, toretes en atorrenciado vigor, con los güeyes detrás, ya en los  mansurrones superada toda preocupación que no sea la de pastura a su hora A lo lejos, la primera llamada al ángelus.

Ah, el caserío de mi nacimiento, sabor a frutilla cortada de la rama a la orilla de la vereda y lejanías azulencas allá donde el llano se muere en las faldas de una agresiva y retadora la serranía de Morones. Y encima del cresterío ese cielo limpísimo, como acabado de inaugurar, y en el cielo la rueda de cuervos y zopilotes, de gavilancillos y auras pelonas. Allá, en el llano, reverberos. Mediodía.

Intimas, familiares, las casucas circundaban mi sueño, una de ellas nidal de la sota moza que conmigo jugó la trova del primer amor. Ella, mi futura Nallieli. ¿Me permiten? Un traguito; infusión, por supuesto, que conmigo el enemigo (el licor) topó en hueso; en tepetate. Y entonces ocurrió, mis valedores…

Nostalgias y remembranzas siguen mañana. (Vale.)

Justicia de voz indígena

La población indígena, mis valedores. Víctima hoy día de racismo, discriminación racial y desmedro en sus derechos políticos, económicos y culturales, en la XII edición del Día Internacional de los Pueblos Indígenas (9 de agosto) la UNICEF insta a los gobiernos de América Latina y el Caribe a cumplir esos derechos. Tal advertencia no atañe a nuestro país, porque aquí el indígena ya  cuenta con su ración de justicia.

¿O acaso no pura justicia  esa Cartilla de los Indígenas que a su hora publicó el gobierno en forma de un cuadernillo minúsculo (cabe en la palma de la mano) que lo proclama: “Los indígenas tenemos los derechos de todas las personas (hombres y mujeres, niños y adultos, sin distinción de raza, nacionalidad, idioma, pensamiento, creencias religiosas o políticas, o nivel económico), establecidas en la Declaración  Univ. de los Derechos Humanos, la Carga Magna, sus leyes secundarias y los pactos y convenios internacionales firmados por México?

La tal cartilla lo proclama con voz indígena: Tenemos derecho a la vida, a la libertad y a ser tratados con dignidad y respeto. A no ser torturados, ni  detenidos ni encarcelados a menos que se nos acuse de cometer una infracción o un delito. A que la ley se nos aplique por igual como a todos. En caso de algún delito a ser juzgados conforme a la ley. Contar con las garantías que establece la Constitución. Tener abogado defensor, y si no hablamos el idioma español, a que nos auxilie un traductor que conozca nuestra lengua y a que se nos considere inocentes mientras no se pruebe lo contrario.

Tenemos derecho a no ser discriminados y a que se respeten prácticas, usos, costumbres y tradiciones étnicas, lingüísticas, religiosas, sociales, políticas o culturales que no atenten contra los principios establecidos en la Constitución ni contra los derechos de persona alguna. A que impere en nuestra familia la igualdad de derechos para el hombre y la mujer, el niño y la niña. Las mujeres tenemos derecho a un trato digno y respeto como seres humanos; a que no se nos someta a ningún tipo de violencia física, psicológica, moral o sexual, y a que no se nos haga víctimas de discriminación respecto de los varones.

A la libertad de pensamiento,  conciencia y  religión, así como a la libertad de cambiar de religión. A reunirnos pacíficamente o asociarnos con cualquier fin lícito, sin que pueda obligársenos a pertenecer a grupos o partidos. A participar en asuntos políticos, directamente o a través de representantes libremente elegidos. A elegir o ser elegidos popularmente para cargos públicos, con garantía de sufragio universal, libre y secreto. A satisfacer oportuna, adecuada y suficientemente nuestras necesidades de salud, seguridad, educación, vivienda y ambiente sano. A que se respeten nuestros derechos laborales y sindicales. A participar en actividades artísticas, culturales o científicas, y a que se protejan nuestros derechos autorales. A que ningún gobierno, grupo o individuo nos coarte tales derechos.

Es obligación de los servidores públicos: No cobrarnos por sus servicios.  Darnos atención e información sin discriminación alguna. Responder por escrito a nuestras demandas. De los inspectores, policías preventivos y judiciales, agentes del Ministerio Público y de los jueces; y de todos los funcionarios dentro del ámbito de su competencia: ¡Tratarnos con respeto! ¡Darnos protección y seguridad! ¡No abusar de su autoridad!»

Sí, ¿y? ¿Qué dice la realidad? Ah, la simulación. Ah, México. (Qué país.)

¡Este puño..!

Me lanzo a preparar esta campaña. Sé que muchos compañeros, por todo el país, acompañarán este esfuerzo. ¡Recojamos firmas por toda la República! (Reciente exhortación de eso que queda de Cuauhtémoc Cárdenas.)

Recoger firmas. ¿No es elocuente la historia del país respecto a la «eficacia» de las firmas como  táctica para imponer la voluntad de las masas contra la del Poder?  ¿Recoger firmas? ¿No fue el caso de la CONASUPO y de otros escándalos de corrupción cuando millones de firmas culminaron con la misma «roque-señal» que  aguarda a las que acumulen Cárdenas y sus chuchos colaboracionistas de «Nueva Izquierda»?

La cultura política. Nunca antes nos reporta más utilidad o más la echamos de menos como en los tiempos de los entreguistas proyankis. De extenso análisis sobre formas de lucha social que me entrega el maestro entresaco estos párrafos que juzgo aleccionadores para hoy y el mañana.

«Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un enemigo se puede ubicar sus  puntos vulnerables. Entendamos que su fortaleza es directamente proporcional a nuestra debilidad. Hay que autoanalizarnos para detectar lo que nos torna débiles.

El enemigo histórico de nuestro cambio social  aplica una forma de control y dominio con excelentes resultados: infiltra en los movimientos sociales formas de lucha ineficaces y obsoletas. Una vez introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual cobra vida propia: muchos luchadores sociales, con su falta de lucidez,  se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante los agentes gubernamentales solo necesitan darle mantenimiento a su concepción inoculada en el movimiento social.

Los movimientos sociales han caído en esa trampa estratégica, de la que deriva gran parte de sus derrotas. El razonamiento estratégico que siempre repetimos se sintetiza en la fórmula «razón+ legalidad + consenso popular = triunfo». Planteamiento sencillo: si tenemos la razón, la ley y el apoyo popular, el resultado cierto es el triunfo. A nuestra estrategia el gobierno le opone esta síntesis: poder económico,  político y armas = triunfo. La razón desarmada no ha podido, hasta hoy, derrotar al  poder armado. (No armas de fuego sino creación de sistemas de lucha pacífica superiores a  tales las armas.)

Durante décadas se han creado “conjuros mágicos”; se pregonan slogans en la creencia de que el grito desgarrador de esas frases es suficiente para ganar. Nuestros conjuros no han logrado hacer daño, porque los muertos no se entierran solos. No basta con satanizar a un enemigo poderoso para vencerlo. Las palabras carentes de fuerza motriz debidamente organizada y dirigida científicamente en el combate no producen triunfos históricos. (Tomar nota.)

En nuestras marchas lanzamos como pregón mágico  la consigna: El pueblo unido jamás será vencido. No entendemos que para que el pueblo se una no basta un pregón que produzca el milagro. El pueblo no se va unir por si solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicas avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A la marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva de denunciar un problema, una inconformidad,  y preparar a las bases combatientes para pasar a formas de lucha específicas de su área de operación que sean el todo de la lucha. ¿Por qué no se cuestiona a pesar de haber demostrado su inutilidad como arma contra la injusticia? Porque se nos ha convertido en un dogma».

(Después.)

Asquerosa bacteria

Y aquí estoy, esperando, mientras percibo cómo el microbio, con toda la cepa invasora, deambula por mi organismo, carcome mis órganos y vive  a mis costillas (y a mi riñón, mi hígado y, sobre todo, a mis compañones, si algo de ellos sobrevive). No sé como seguir  soportando su inmunda presencia ni cómo logre expulsar la familia de asquerosos bichos que me corroe por dentro.  Yo aquí, sentado, aguardando, esforzándome. Cuánto tiempo tendré que esperar todavía…

¿Dónde pesqué la infección? Aquí, donde más. Todo esto que me rodea es sucio, insalubre, asqueroso,  y saturado de heces excrementosas. Mi organismo siempre ha sido receptor pasivo de toda suerte (mala) de amibas, lombrices, bacterias y demás seres inmundos, pero nunca antes tuve que padecer el que a estas horas me corroe el bajo vientre. Noche y día lo percibo en esta zona blanda de mi organismo, y en la de este otro lado, y en la de más allá, siempre nutriéndose de mi zumo vital. Trágico.

Qué zona de mi organismo se haya librado de la infección, qué cantidad de hemoglobina me haya costado el corrosivo accionar del microbio, qué daños no siga causando en la carne, la sangre, la médula de los huesos. Yo aquí permanezco, doblado  por el dolor de mis cavidades internas. Ahora mismo esta bocanada de bilis. Negra…

Pero lo peor me aconteció ayer, anteayer, algún día de estos: con su cepa de virus el bicho  intentó concentrarse en mi propio cerebro. ¿Qué?  ¿El  nauseabundo  infectar mis ideas? A pura fuerza de voluntad lo impedí. Entonces la cepa de virus, con una que otra bacteria, alguna lombriz y diversas amibas, intentó hacer su reunión en mi pecho. ¡Nunca! Corrompidas criaturas, cómo voy a permitir que así infecten mi corazón. Tétrico.

Tétrico, sí, porque mientras ejerzo mi periodismo o me abstraigo en la lectura o escucho a Bach, de repente el punzadón por las regiones del colon, del pulmón, de los intestinos. Conozco entonces que la voracidad del bicho castiga mi pleura, mi esófago, la vesícula; y aquí el  regueldo con sabor a bilis,  a sangre fresca, recién derramada. Y la náusea. Yo sigo aquí, sentado, la frente perlada de frío sudor. Un solapado suspirillo y algún pujidillo me salen del puro cogollo del corazón. Y aquí sigo, doliéndome y esperando,  desesperado, porque percibo que el virus, con su cepa de microbios, está donde debe estar, en el intestino grueso, ya cerca de la salida, con su conjunto de bicharajos en conciliábulo excrementoso. Atroz.

Y aquí sigo, a dos nalgas, intentando arrojar virus, cepa, bacterias, amibas, lombrices, todo lo que acompaña al invasor. Las quijadas remachadas y los ojos abiertos de par en par intento expulsarlos a todos, porque después de este SIDA de la reforma energética con que enferma mi organismo, ¿con qué clase de cáncer me infectará después? Y todo esto a lo impune, porque de mis glóbulos blancos, los supuestos atacantes del virus, qué puedo esperar, que no sean los consabidos reniego, las mega-marchitas y, puño en alto, las consignas cargadas de pensamiento mágico: «¡No a la privatización del energético!» «Este puño sí se ve!» «¡El pueblo unido jamás será vencido!»

Y al virus invasor, vendepatrias proyanqui,  le quedan aún cinco años de permanencia en un organismo tan lastimado como es el mío, y su vida significa mi muerte. ¿Mis defensores, en tanto? Los  glóbulos blancos «al ataque». Consulta popular. ¿Nada más? ¿Y después de la consulta qué? ¿No pensar, no autocrítica, no creación de tácticas triunfadoras? Ah, México.(Qué país.)

Hijos putativos

Cuidado, mis valedores. Mucho cuidado. Mantenernos alerta frente a la reforma energética que pretenden algunos burócratas de vocación proyanki, esa camada de hijos putativos del Consenso de Washington. Cuidado, que de allá, precisamente, procede el Memorandum Brzezinski,  fechado hace algunos ayeres, pero vigente hoy todavía. Y si no, juzguen ustedes:

“Debemos incluir las conversaciones sobre gas y petróleo de México dentro de una amplia agenda de cuestiones bilaterales, incluyendo la de los indocumentados. La clave para hacer avanzar las conversaciones bilaterales son los energéticos. Los mexicanos nos han dejado la puerta abierta. Toca a nosotros decidir si ya es tiempo de entrar, o cuándo«. Mis valedores:

¿Habrá entre nosotros  asunto más sensible que el petróleo «de México» y más riesgoso que la pretendida reforma de Peña y colaboracionistas del Neo-PAN y chuchos de Nueva Izquierda, que ha terminado por politizarse y provocar opiniones contrapunteadas? Elocuente:  a favor los voceros oficiosos y oficiales del Sistema de Poder; en contra, catedráticos de la UNAM, El Colegio de México y demás organismos de estudios superiores. Gráfico.

Así pues, a oxigenar la memoria histórica y atenernos a las advertencias del genio americano, el visionario José Martí, que  desde el XIX nos prevenía:

¡Cuidado! Norteamérica tiene sobre nuestros países miras de distintas de las nuestras. Cuidado. Jamás hubo en América asunto que requiriese más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convide que los Estados Unidos –potentes, prepotentes, determinados a extender sus dominios en nuestra América mestiza- hacen a las naciones americanas de menor poder.

Pero no sólo el patriota y apóstol: ahora mismo y aquí entre nosotros, respecto a la memoria histórica lo afirma C.A. Rojas, historiador:

“La enseñanza actual de la historia de México está muy atrasada. Se sigue pensando que esa disciplina es una ciencia que estudia el pasado. Esto es grave, por no enseñarnos la historia de una forma que nos ayude a explicarnos el presente y no hay un rescate de la memoria de la sociedad. Ante conflictos y hechos políticos, se reacciona de una forma inmediatista, se pierde la perspectiva temporal vasta que nos explicaría los sucesos actuales».

Cierto es, y ante la amenaza de reforma petrolera que intenta el vecino rapaz con el concurso de los funcionarios de vocación proyanki,  van aquí expresiones diversas procedentes del país norteño. Primero, en 1808,  The Times:

“Basta una ojeada al mapa de América para comprender que México forma geográficamente, y por otros conceptos, un todo con Estados Unidos.  Sus ferrocarriles, que enlazan todos los puertos y ciudades importantes, son en realidad una expansión de nuestra red ferroviaria. Sus costas, continuaciones no interrumpidas de las nuestras. La superficie es igual a la totalidad de Inglaterra, Francia, Alemania y Austria-Hungría. ¡Hermosa provincia tropical para adquirirla para nosotros!”

The Herald, de Nueva York, 1871:

“La condición actual de México no promete otra cosa que la anarquía. La nación se desliza sobre el precipicio con tal rapidez que es imposible detenerla. Ha tocado los límites de la desgracia y sus dirigentes parecen determinados a completar su ruina. Tal situación de cosas ha seguido hasta llegar a una total bancarrota, sin que goce de crédito interior ni exterior. México será tarde o temprano absorbida por los Estados Unidos. Tal es su destino manifiesto».

(Sigo mañana.)

El PEMEX de Romero Deschamps

Los petroleros son la aristocracia obrera, con beneficios únicos que abarcan, además de salarios más sustanciosos que el resto de los sindicatos del país, créditos, becas, servicio médico, vacaciones, vivienda, etc. (J. Torres.)
A PEMEX me referí ayer, y hoy sigo con comentarios que juzgo elocuentes acerca de una paraestatal cuya historia accidentada es flor y espejo de la del propio país: luchas, tropiezos, pequeños logros y fracasos grandísimos, aparejados a la sañuda defensa de soberanía o vergonzantes y vergonzosas claudicaciones frente a las acechanzas del vecino imperial. PEMEX, riqueza, corrupción, México.
A 75 años de nacionalizada y desde los Merino y Vivanco hasta los Aldana y Romero Deschamps, mis valedores: ¿habrán variado las condiciones originales de la paraestatal en cuanto a erradicar (paliar, al menos) la inaudita corrupción en la que sobrevive siempre claveteada de números y focos rojos? ¿Ha cambiado desde 1978, cuando el Arq. Mario Basáñez le abocetaba este retrato hablado?
“Como la mayoría de los sindicatos del país, el de PEMEX favorece los intereses de la empresa, desarrollando un sindicalismo revisionista y mediatizado, en el que es cotidiano el tráfico de los contratos y las plantas de trabajo, el control enajenante del obrero mediante la cooperativa de consumo que funciona como una verdadera tienda de raya. Debido a sus recursos económicos ha permitido a sus líderes, en contubernio con los altos funcionarios de PEMEX, enriquecerse a costa del trabajador”.
Poza Rica. Por sus inagotables yacimientos y su tradición petrolera, el arq. J.A. Saade Atille la toma como prototipo de las equivocaciones y corruptelas que durante décadas registra la industria petrolera. «Pero también Tabasco también, y Chiapas, Campeche, etc».
En 1978 el arquitecto Mario Basáñez: “PEMEX ha sido la principal fuente de trabajo para la población, pero la riqueza ha sido mal distribuida, ya que desde las compañías petroleras la asignación del salario sigue siendo injusta debido al sistema empresarial capitalista que prevalece en PEMEX. El empleado y el obrero de la planta de PEMEX constituye la élite del proletariado».
Hace algún tiempo, el matutino publicó datos escalofriantes:
“PEMEX, campeón mundial en empleo, último en ingresos. Las pruebas: con sus 138 mil 701 trabajadores, la paraestatal mexicana se ubica en primer lugar de una lista que incluye empresas de EU, el Reino Unido, España, Venezuela y Brasil. A la hora del rendimiento, con sus 284.l miles de dólares anuales por trabajador, su ubica al final de la tabla, muy lejos de la cifra record que en productividad registra la norteamericana Exxon Mobil: 1,956.9 dólares.” Atroz.
Fechado en Washington hace tres décadas lo estipulaba el Memorandum Brzezinski: “Debemos incluir las conversaciones sobre gas y petróleo de México dentro de una amplia agenda de cuestiones bilaterales, incluyendo la de los indocumentados. La clave para hacer avanzar las conversaciones bilaterales son los energéticos. Los mexicanos nos han dejado la puerta abierta. Toca a nosotros decidir si ya es tiempo de entrar, o cuándo».
Y una más: “G.W. Bush podría ofrecer a México fondos para convertir PEMEX en la mejor empresa petrolera del mundo. Si Bush padre proporcionó una ayuda similar a Salinas, el apoyo ahora tendría más razón: Bush hijo y el mexicano quieren integrar un acuerdo energético norteamericano. Necesitamos más energía. Así de simple, dice Bush.”
Mis valedores: de este tamaño es México. (Nuestro país.)

A privatizar

El arresto de dirigentes sindicales de PEMEX tiene por objeto permitir la privatización, antes que ningún intento de moralización de la industria petrolera (Financial Times, enero, 1989.)

¡El sindicato petrolero es el más honesto de todo el país! ¡El sindicato petrolero no es un sindicato blanco! ¡Es revolucionario, y los ataques provienen de los enemigos de la Revolución! (Miguel Osorio Marbán, priísta.)

Que la memoria histórica no se nos pierda,  mis valedores. Cómo, cuándo fue que Lázaro Cárdenas expropió el energético en beneficio de nuestro país y lo que gobiernos priístas y de Acción Nacional hay hecho con esa herencia «de todos nosotros». Que no se pierda la memoria histórica,  hoy que a lo subrepticio los vendepatrias entregan PEMEX al capital extranjero. Es México, este país, el de Peña, el de Madero, el de Zambrano y el resto de chuchos colaboracionistas de «Nueva Izquierda«. A propósito:

Desde la expropiación hasta el día de hoy la historia del energético sintetiza la del propio país: sus luchas, tropiezos, acechanzas del vecino imperial, logros pequeños y fracasos grandísimos, a los que hay que agregar la corrupción desbozalada e impune de su “sindicato” (organismo corporativo de control de obreros),  manejado directa o sesgadamente por toda una galería de hampones, desde La Quina Hernández, Aldana y Rogelio Montemayor hasta Romero Deschamps, todos peritos en la impericia, sé lo que digo, y en el saqueo, la depredación y el bandidaje desbozalado. Mis valedores: van aquí algunos botoncillos de muestra que arrancan con el testimonio de Julián Amado Saade Atille, Superintendente Gral. del Complejo Petroquímico de Poza Rica (el primero que se fundó en el país), citado en el semanario de 1978 por Isabel Morales:

“A 40 años de su nacionalización, a la industria petrolera mexicana la mantienen a flote los técnicos responsables, mientras algunos dirigentes sindicales y políticos persisten en hundirla.         Poza Rica es síntesis de las corruptelas y equivocaciones que registra la historia de PEMEX.

El petrolero nombra la prehistoria de la corrupción en PEMEX: Jaime J. Merino y Pedro Vivanco, dos caciques corruptos de los años 50., y a contratistas que tiempo después se aprovecharon de la corrupción: Díaz Serrano y políticos priístas, dirigentes sindicales y compañías transnacionales. México.

“Los antiguos dirigentes de PEMEX (Merino, Vivanco, etc.) son ahora contratistas, y los que en 1954 actuaban como tales (Díaz Serrano), ahora fungen de directivos de la empresa más importante del país. Porque México es tan rico en energético que esta riqueza sólo es comparable a su cantidad de pillos. Políticos y líderes sindicales están acabando no sólo con PEMEX, sino con el país entero. PEMEX no está mal: lo está todo el país, sólo que ahora se pretende que la empresa subsidie todo, llámese industria nacional, empresas transnacionales, corrupción, políticos, contratistas o líderes sindicales. Todo”.

Y que los políticos sólo se acuerdan de PEMEX para acomodar a sus recomendados en puestos claves o cuando quieren que tal o cual contrato se otorgue a alguno de sus colaboradores. “PEMEX tiene que cargar con los errores de todos, los de antes y los de ahora. En la empresa hay deficiencias en todos los órdenes. El trabajo de las compañías contratistas es lento, malo y caro, en tanto que el de los propios petroleros es deficiente. La actuación de los dirigentes sindicales y empresariales se concreta a quedar bien con los que están arriba”. Ah, México.

(Esto sigue mañana.)

Las aguas bajan turbias

La reforma energética, mis valedores, ¿un riesgo, una amenaza, una oportunidad? ¿La inminente reforma al 27 Constitucional significa privatización del petróleo? ¿Falsa alarma y temores infundados? ¿La industria petrolera no está, en los hechos, privatizada desde hace décadas?

Y cuánto se han polarizado las opiniones de algunos observadores que ven la reforma como un peligro inminente mientras otros la consideran una oportunidad de crecimiento para el país. En pocos momentos de la  historia reciente tales puntos de vista se había expresado tan divididos y polarizados, tan radicales y contrapunteados. Reforma energética sí, dicen los «reaccionarios de derecha» y los colaboracionistas de izquierda.  No a la solapada maniobra de privatización, claman los analistas allegados a la UNAM. Y aquí lo riesgoso: nunca antes en los años recientes se habían concentrado los temores y la repulsa de unas masas sociales para las que el energético es  santo y seña de identidad nacional. Es a ese descontento social   al que la mayoría de los «medios» se enfrentan en la tarea de apaciguar. Mis valedores:

¿En manos de quién o de quienes, quiénes salvaguardan a estas horas la riqueza petrolera y el 27 Constitucional? Priístas de la alzada de Pena Nieto, Beltrones y Osorio Chong, apuntalados por neo-panistas que encabeza Gustavo A. Madero y los chuchos colaboracionistas de «Nueva Izquierda«, imagínense.

Los riesgos del patrimonio petrolero en manos del neo-panismo: en su sexenio lo aseguraba Felipe Calderón:

La inversión privada en PEMEX, garantizará el desarrollo nacional para las próximas generaciones. PEMEX se fortalecerá, y así contaremos con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, hospitales, clínicas, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda».Sin más.

Para entender cabalmente la propuesta presidencial de reforma energética hay que acudir a la historia, porque esa maniobra se inscribe en un proceso histórico que se remonta al surgimiento y ascenso de la burguesía, al triunfo del estado liberal contra el estado social, al mercantilismo, el capitalismo, el nuevo orden mundial, El Consenso de Washington, el modelo neoliberal, etc.

La burguesía, desde la Revolución Industrial, forzó al Estado a adelgazarse, y que su papel se redujese a la creación de leyes favorables al  gran capital y ser el árbitro de las relaciones obrero-patronales. “Ante la ley todos somos iguales”, proclaman industrial, comerciante y banquero una vez que el Estado decretó unas leyes a la medida de ese gran capital. Por cuanto a nuestro país:

En México no se estableció de lleno la política neoliberal hasta el sexenio de Miguel de la Madrid. Hasta entonces los gobiernos del PRI declaraban atenerse a las conquistas sociales de la Revolución reflejadas en la Carta Fundamental. Con Salinas el país abrió sus fronteras a un neoliberalismo cuyos máximos oficiantes fueron Margaret Taatcher en Inglaterra, Ronald Reagan en EU y Juan Pablo II en El Vaticano. A propósito:

Al igual que el día de hoy, PEMEX fue hace algunos ayeres motivo de escándalo porque manipulaciones de funcionarios proyanquis  provocaron un clima ominoso que llevó a la movilización ciudadana encabezada por López Obrador. De inmediato respondió el clero católico:

La lucha por PEMEX no es de falsos profetas e iluminados. AMLO qué sabe del tema. Calderón, en cambio, tiene argumentos, y son sustentables. ¡Que los católicos no salgan a manifestarse en las calles!”

Qué país. (Sigo mañana.)

Zurdos

La mano izquierda, mis valedores. Que un zurdo atrae siempre la mala suerte, jura la creencia popular sin más base que la ignorancia. A propósito, el incidente se produjo en la tertulia de anoche cuando al codazo de la tía Conchis el espejo brincó de la pared a la alfombra. La conserje de Cádiz, la mano diestra en la boca:

–  Válgame, ¿no les digo? Esta mañana me levanté con el pie izquierdo.

Silencio. Luego el maestro: “Así que con el pie izquierdo. Detestable es nuestra costumbre de discriminar lo mismo a mujeres que a indígenas, y tanto al extranjero como a la preferencia sexual distinta. Aquí alguno podría asegurarse limpio de culpa, ¿pero acaso estamos conscientes de la discriminación que a diario, desde que nacimos y en perjuicio propio venimos ejerciendo contra nosotros mismos?»

“¿De nosotros mismos?”, pensé. (Quedo, en el aparato,  Bach.)

– “Me levanté con el pie izquierdo”. ¿Esa frase no evidencia la discriminación que a favor del lado derecho de nuestro cuerpo aplicamos contra el izquierdo? Y no sólo es tolerar tal discriminación; para nuestra desgracia, la fomentamos todos los días. Contertulios: miremos nuestras dos manos. Esta es la diestra, esta otra, la siniestra; ésta es la derecha, y esta la chueca, la zurda, la inhábil. ¿Y desde cuándo cayó el mal fario sobre la izquierda? Desde que el mítico Crono(s), para castrar a su padre Urano, le sujeta los genitales con la mano izquierda, que desde entonces carga el estigma del mal aguero, y hasta el día de hoy».

Mirábamos del envés nuestras manos, del revés, las meneábamos. “Toda la civilización ha sido forjada con la diestra y para los diestros, y es así como los humanos estamos mutilados, hemipléjicos, cuando pudiésemos, cuando debiéramos poseer dos manos diestras”.

(Nunca se me había ocurrido.) Y fue ahí, mis valedores, donde me percaté del perjuicio que sin darnos cuenta nos causamos a nosotros mismos. El maestro, sus referencias históricas:

“Cuando Jacob, con la complicidad de su madre, perpetra el fraude horroroso contra Esaú y se apodera de la primogenitura, ¿para el testimonio qué mano coloca bajo los genitales de Isaac su padre, si no es la diestra? ¿Y con qué mano es bendecido al recibir la fraudulenta primogenitura?”

Y que en el drama inconmensurable de la Crucifixión, ¿hacia qué mano ubica Mateo al Buen Ladrón? ¿Y al tal Gestas, padre que fue de los Bribiesca, Sahagún y Montiel,  Gordillo, Salinas, Romero Deschamps  y ralea de compinches,  ladrones todos de nuestros dineros públicos?

Al asumir su cargo el presidente gringo, hijo putativo del puritano fundador, ¿con cuál mano jura sobre la Biblia? También quien jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con la diestra lo jura.

En el templo los clérigos y los padres en el hogar nos saturan de bendiciones. ¿Con qué mano las dibujan?

Dios, llegado el Juicio Final, va a clamar en el Valle de Josaf: “¡A mi diestra los justos, que conmigo estarán en el Paraíso. A  mi siniestra los réprobos, destinados al fuego y la eterna condenación!” Y la exhortación del maestro:

– Limpien su mente de consejas y creencias, contertulios, acerca de que un zurdo acarrea la mala suerte. Esa es una vil superstición.

Será, ¿pero a mí por que se me vino a la mente la efigie del matancero de la mano zurda que de herencia nos dejó sólo sangre, llanto y salación? A mantenernos  prevenidos y alerta,  mis valedores, porque ahora se le antojó a Margarita Zavala salir por el PAN y llevarlo a Los Pinos.  ¿No será zurda? (¡Cuidado!)

Lo siento por Harvard

“No Colibrí a la Izquierda, como nos lo presenta la historia oficial. Por su instinto sanguinario y su aspecto espantable, Huitzilopochtli significa “Colibrí Siniestro”.

Tal afirma el cronista, y a propósito:  el Día Internacional de los Zurdos, que se conmemora el día de hoy. ¿Zurdo alguno de ustedes? ¿Sufre, por zurdo, alguna (mala)  suerte de discriminación? Porque tal es la condición de las masas: rechazar todo y a todos los que de alguna forma son diferentes. Ahora que viéndolo bien, la discriminación contra la mano zurda la ejercemos y padecemos todos, porque nos hemos mutilado de manera voluntaria la mano izquierda hasta convertirnos en hemipléjicos y manejarnos al 50 por ciento de nuestra capacidad manual, sin  apenas darnos cuenta del potencial que desperdiciamos.

Toda la civilización ha sido forjada con la mano diestra, dije a ustedes algún día de estos, y ello porque nos hemos mutilado de la otra mitad. ¿Por qué razón, insensatos, dejamos la zurda sin el adiestramiento de la diestra? ¿Por qué la cultura ancestral clasifica de negativo todo lo que concierne a la mano zurda?  ¿Cómo, cuándo, por qué se originó esa maldición? Una pista para encontrar la respuesta pudiese encontrarse en el mito de la antigua Grecia: con la diestra cercenó Crono(s) la virilidad de Urano (Saturno), mientras que con la izquierda le afianzaba los genitales, maniobra que la marcó de impura e indigna de la misma educación que la diestra, mutilando con ello nuestra potencia manual. Nosotros, aun sin conocer el mito, a menospreciar la zurda, lóbrego.

Y ya que andamos por la recoleta región testicular: ¿cuál de sus manos colocó Jacob en la virilidad de un su padre anciano y casi ciego a la hora en que se hace pasar por Esaú, el primogénito, y de forma fraudulenta dar testimonio (testículo, la raíz del vocablo) para así apoderarse de la primogenitura y sus muchas ventajas? La diestra, sí, por supuesto. ¿Y con qué mano bendijo el viejo Isaac al tramposo, si no con la diestra? ¿En dónde  están a estas horas, si nos atenemos al Libro, lo mismo el padre engañado que  el hijo inescrupuloso, con todo y madre que le inspiró el fraude y lo ayudó a perpetrarlo? Ellos a la diestra de Dios Padre, según la Promesa. Para los ubicados a la zurda, la maldición. “¡Id, malditos, al fuego eterno!”, clama Jahavé en el Valle de Josafat a los desdichados a los que ha sentado a su izquierda.

Discriminación.  El  universo se divide en dos mundos que se atraen o repelen, se implican o excluyen según graviten hacia uno u otro sentido de los polos y mutuamente se complementen. Todas las oposiciones que presenta Madre Natura muestran ese dualismo dialéctico que para nosotros es motivo de discriminación: luz y tiniebla, día y noche, oriente y sur frente a norte y  poniente. Por uno la vida asciende y resplandece; por otro desciende y se apaga. Arriba moran, inmortales,  los dioses; acá, los mortales que se traga la tierra; más abajo se ocultan las serpientes, y en la profundidad los demonios. Para la cultura de la discriminación el cielo es la diestra, y la tierra la zurda.

Día Internacional de los Zurdos. “Discriminación aberrante”, enfatizó el maestro en la tertulia de anoche. “Eso es ignorancia, superstición. ¿Están ustedes de acuerdo?”. Todos, sí, por supuesto. Pues sí, pero de repente, en el silencio que siguió a la pregunta, El Síquiri:

– ¿Será zurdo Mancera? ¿Y López Obrador?  ¿Manlio Fabio ? Porque un zurdo más y al país se lo acaba de cargar la tizn…

(¡Sh..!)

Divino tesoro…

Hoy se celebra, mis valedores, el Día Internacional de la Juventud. Yo, atenazado por la nostalgia, abro la jaula a la parvada de recuerdos,  y este amago de suspiro. Qué tiempos.  Guadalajara…

¿Conque ése era yo por aquel entonces? Ah, tiempos de mi primera juventud, años que fueron de la abundancia de ideales y la carencia económica; de la escasez de ropa y la prodigalidad de una greña que escurría Glostora. Aquellos tiempos, mis tiempos, que fueron los del primer amor (todos los amores son el primero), con la sota moza deambulando por el parque arbolado y uno acá, bebiéndosela con los ojos, el sudor en las manos y la taquicardia en un corazón lacerado de ansias amorosas. Templo Expiatorio.

Pero no sólo mirar de lejos y suspirar: de vecino tenía San Juan de Dios, por aquel entonces claveteado de antros, piqueras y mancebías, enfermedades venéreas, doctores abortistas y la iglesia de San Juan para el harponazo de penicilina espiritual. Las noches de sábado yo, hormona alborotada, de turbio en turbio las pasaba encuevado en el muy honorable salón para familias La Nalgada (la moneda del cliente daba el derecho de pegar a la bailadora sabrosa palmada ya en la derecha, ya en la zurda, a escoger). Y venga en la sinfonola “Pachito e’ che”, y el Benny: “Pero qué bonito y sabroso”. Almendra, danzón. (Tú, pulsera y arracadas, ¿qué sería de tí..?)

Ya va amaneciendo, ya el etílico malestar (no era mi caso, que conmigo el licor topó en tepetate) se enrosca en el vientre y trepa a la cabeza: la hora ha sonado de aliviar la panza con pancita caliente y dejar sitio a la media de ostiones, y volver a vivir. Y el primer  bostezo de las campanas.

Domingo; a misa de doce y, liviana la conciencia, vámonos a tirar dos que tres clavados. No, como los Salinas,  en los dineros públicos. No en el erario público, sino en la pública alberca, sede de gloriosos panzazos. De repente la noche, y al amparo de la oscuridad cómplice… Mis valedores: ¿los estaré aburriendo? Por sí o por no, aquí aderezo el guisado con una salsa sicalíptica:

Yo arriba, resoplando; ella abajo, jadeante, y la pareja, que no tenía para cuando acabar. Aclaro: yo, desde lo alto de la gayola, miraba debajo de mí la pantalla del Regís, donde para la pareja del Gordo y el Flaco todo era correr, brincar, caer, levantarse y volver a caer; y ya tropiezan, ya derriban el jarrón, esa lámpara, la fuente de frutas; y resbalan, chillan, se soban, hacen muecas, visajes; y que sigan los tumbos y los mojicones. A mí, todavía con la sangre dulzona sin llegar al punto de la diabetes; a mí, que aún conservábame virgen de cultura política, cantatas de Bach y los clásicos lobanillos del áspero oficio del diario vivir una vida tersa a veces  y a veces agónica, las chistosadas del cómico me los reblandecían, me humedecían de risa ojos, belfos y algún esfínter. Qué joven fui una vez. El Regis.

Fanático fui del cine mexicano, con sólo que la película fuese mala a morir, que entonces me hacía vivir, y siendo, como eran, cintas mexicanas, ¿cuál abstenerme de ver? ¿Cuál, Charito Granados? ¿Cuál, Maritoña Pons? Todas eran mis favoritas: esta comedia, la tragicomedia, el dramón pasional, la tragedia de involuntario humor, todas. En la sana ignorancia de mi juventud no alcanzaba a percatarme de que a una película mexicana (blanco y negro) se le suprimen quejumbrosos boleros, falsetes de falsos galanes de rancho de utilería y rumberas de penacho y trusa en convulsivos zangoloteos,  y qué viene sobrando, sino un … (Sigo después.)

Peligroso

Hagamos de cuenta que fuimos basura – vino el remolino y nos alevantó. (Tonadilla popular.)

Peligroso me parece, dije a ustedes el viernes anterior,  que Margarita Zavala amenace con incrustarse en la burocracia política del país como dirigente de Acción Nacional  (¿»dirigenta», debo decir, disparate del tamaño de «presidenta»?), esto como vía para luego posar  sus dos reales en el sillón de Los Pinos. Peligroso, sigo diciendo ahora mismo, porque tal como escribí alguna vez ante ese vendaval que se llamó Marta,  y que con su segundo marido integró del 2000 al 2006 la «pareja presidencial»:

A las masas la de plasma me las tiene aturdidas, manipuladas; un pícaro con audacia las haría votar por la Niurka o cualquiera otra aventurera de esas. Las masas se van a la propaganda, al falso carisma, al relumbrón. Las masas, señora Marta, precisan de ídolos, no de estadistas. Quienes hubiese votado por usted son los mismos que votaron por el empresario y segundo marido de usted, y ahí el resultado. ¡Vamos,  México!

A tí te lo dije, Marta; entiéndelo tú, Zavala…

Así pues, mis valedores, la esposa del matancero del sexenio anterior intenta recorrer el pantanoso camino que conduce a Los Pinos. Yo, discípulo fiel de la historia, recuerdo los intentos de aquella Marta de Fox y su conducta desarreglada, que a los mexicanos tanto nos vino a costar en moneda nacional, o sea en dólares, durante los seis años que gobernó como parte integrante de la «pareja presidencial». ¡Vamos, México!

Aquí, ahora mismo, continúo con el recado que el viernes pasado envié a la esposa del matancero Calderón. Señora:

¿Se tantea usted capaz de un ejercicio de autocrítica como para  ya instalada en Los Pinos no ir a caer en los alardes baratos, carísimos para mí y los demás, de nueva rica? ¿Quién me asegura que ya logrado su intento no perderá cordura y decoro, y entonces aflore en público toda la zafiedad de algunas otras, y la supina ignorancia de todas ellas, y su codicia desbozalada y rampante vulgaridad cuando «primeras damas»? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento usted también por nunca haber sido, busca, por compensación de no ser, tener?

Sus derroches los pagaríamos yo y la multitud de aturdidos que hubiésemos caído en su hechizo y cruzáramos su nombre en la papeleta?  ¿Qué nueva catástrofe podría ocurrir si de pronto le brotasen,  salpullido de la mediocridad, esos instintos rupestres, pedestres, de la arribista, y a lo compulsivo le diera por figurar, por atragantarse de protagonismo y alumbrar su figura con todo el fulgor de todos los reflectores, las candilejas y los fuegos de artificio,  y a mis costillas se rodease de lujos, derroches y toda suerte de alardes de nueva rica? Señora:

Tiene padres, tal vez, como los tuvo Marta.  Tiene hijos como ella, y toda una familia detrás. ¿Caerá usted también en la abyección de atascar de dinero ajeno a toda esa parentela? ¿Dará mi dinero al padre, al hijo, al Espíritu Santo? Y lo catastrófico:

Manejar los restos del PAN no me parece empresa que requiera condiciones de excepción; peor de lo que lo dejó el carnicero no puede estar. Pero de ahí intentar treparse a Los Pinos, señora: ¿usted con madera de estadista? ¿Presidente de mi país? (¿»Presidenta» debo decir, como «jueza» y residenta»?)  No. Lo que es por mi voto usted nunca de los nuncas va a dar a Los Pinos. Usted hasta aquí llegó. Fue flor de un día, o más propiamente: flor de un sexenio, el de su marido. No más. Vale, y firmo para constancia. ¿O a lo mejor..? ¿O a lo peor..? (Lóbrego.)

Esa torva amenaza

Y aquí el peligro, mis valedores. Hace algunos ayeres lo expresé frente a todos ustedes  y hoy lo reitero porque se va concretando la amenaza que tanto temía. Se trata de una mujer.

Ella, la cautivadora, como a Ulises-Odiseo la sirena del mito, ya comienza a cantarme. A lo lejos. Yo, como el héroe, con cera me bloqueo los oídos. Ella tiende sus redes. De carnada me apronta una imagen si no hermosa, sí hermoseada, relujada con primor. Yo cerrando los ojos la dejo pasar; a ella, la cautivadora que a lo lejos me sonríe, me camela, guíñame un ojo; a ella, la mágica Circe que se me ha quedado en la mente. (No me tientes, hechicera…)

Miro su foto; la observo hasta bizquear. En ella advierto la imagen de una sirena ya madurona cuyo rostro no es bello, pero que aparece hermoseado por el maquillaje y el ángulo favorecedor. Le observo lo enérgico de sus rasgos, la apostura de su continente, su presencia y lo que el rostro evidencia del carácter de quien aspira a la entelequia: firmeza, audacia, decisión, la pura mesura, la ponderación. Pues sí, pero no…

No, que ella es mujer casada y, por lo que sé, de firme moral personal y arraigadas creencias religiosas. ¡Católica, válgame Dios, el de los ateos! Como sea, tal parece que anda en agencias de ganarse mi voluntad, algo que no ha de lograr, de eso estoy muy seguro. Desconfío de ella. Arisco, sí, por supuesto. Por ella misma conozco parte de su currículo, salpimentado de cualidades morales como mujer, hija, compañera de varón. Que ha logrado integrar una muy unida familia; que ambiciosa no es y que de modesta se precia, y de firmeza en amores y convicciones. La mujer fuerte de la parábola, pues.

Pues sí, pero no, que mi voluntad nunca va a conquistar con el puro currículo. No a este perro viejo en el oficio de seducir y ser seducido. Miro su foto y digo entre mí: “Eso que me dice se lo dice a tantos”. Y en lugar de que me le brinde me le blindo y me parapeto frente a las artes de matrona seductora que se exhibe ante las niñas, ellas tan candidas (las de mis ojos). Al influjo de sus cantos de sirena me hago atar al palo mayor y, como ocurre con Odiseo, la cera lacera mis oídos (cera de campeche, no cerilla por higiene deficiente), pero me evita el peligro de caer al hechizo de su reclamo musical. Yo, de tenerla enfrente, diría a la señora del cabello luengo, la mirada firme y, al parecer, el carácter roqueño:

– Señora mía (de su marido, más propiamente): cualidades humanas valiosas advierto en usted, ¿pero qué tal si una vez que la declare mi soberana pega el soberano cambiazo? ¿Qué,  si al respirar los aires de las alturas (gracias a mí y a tantos más que cayeran al hechizo de sus cantos), aflora en usted ese pequeño Mr. Hyde que todos llevamos dentro y que, mal que bien, mantenemos encadenado? Porque usted bien conoce que los de allá arriba son aires enrarecidos, que marean y trastornan y absorben el seso. Señora:

No creo que en usted se diese esa metamorfosis atroz,  de crisálida a gusanillo de seda (y joyas, dineros, derroches alucinantes) que sufrieron sus antecesoras, y nosotros con ellas, en la pretensión de escalar alturas para las que no tenían cualidades. A usted la percibo (la percibía por aquel entonces) una señora de espíritu, que es decir de razón, imaginación, lógica, vida interior, decoro, sensibilidad y la suficiente cultura como para no caer en los excesos de toda arribista. Usted perdone mi exceso de suspicacia, pero, doña Margarita Zavala, yo le pregunto…

(La tal pregunta,  mañana.)

¿Guantánamo, Abu Graib?

Con una mi amiga acabo de entrar al banco de aquí a la vuelta,  y qué experiencia espeluznante.

Horas amargas, interminables, tuvimos que soportar a pie firme porque a la espera del par de asientos frente al empleado del banco los usuarios no disponíamos de una mala silla donde posar nuestras dos reales. Que ya nos toque turno, ánimas santas (voy que vuelo para beato).

Y así pasó una hora, y pasaron dos, y yo ya aflojaba esta pierna, ya descansaba la otra y de reojo miraba a la amiga, rostro y escote húmedos de sudor. Caramba, decía entre mí, ¿Ningún gerente del banco tendrá la  necesaria sensibilidad humana como para percatarse de tan fiera situación? ¿Este banco no dispone del dinero suficiente para comprarse 6 sillas de plástico para quienes llevamos horas aguardando al que nos ha de atender? ¿Por qué esta carencia de sillas en un organismo extranjero que con dinero nuestro ha ganado miles de millones? ¿No tendrá para sus clientes, cuando menos para las mujeres, un pobre banquillo, así sea el de los acusados? Humillante.

Mis zancas, acalambradas. Alterada la circulación de la sangre, una de ellas sufría una marabunta de hormigas trepándole rumbo a las alilayas, pero la otra no, esa se me había dormido  y soñaba con el sillón.  De repente, mis valedores…

De repente observé adelante de mí a ese anciano que por fin, luego de  horas de espera lograba instalarse frente al joven empleado de vestimenta impecable, y aquel chorrito de voz humildosa frente al empleado sobrón: “Señor, yo quisiera..” ¡Y el dinero era suyo, del pedigueño!

Observé a mi amiga: su resistencia comenzaba a flaquear. “Vámonos ya”, le propuse. Ya mañana Dios dirá. (Que la aureola de beato sea a mi medida) ¿Dios? Y yo por qué, dirá con la vetusta frase de Fox. Y sí, la amiga y yo nos vinimos, pero sin dinero para la despensa semanal. Con las manos vacías.

– Vacías no; me traje esta propaganda.

Por descansar los pies nos fuimos a Cádiz, donde relaté al maestro nuestra ruda experiencia bancaria. «Lea esa propaganda», me dijo.   En voz alta leí, con clichés y sintaxis bancaria también:

“Estimado(a) cliente: ¡Le damos la mas cordial bienvenida! (A tal servicio de sádicos llaman cordial bienvenida.) “Nuestro principal interés es brindarle el mejor de los servicios con una atención personalizada. Nos sentimos honrados con su preferencia, nuestro compromiso es satisfacer sus necesidades a través de una gran variedad de productos y servicios, con la finalidad de hacerle más sencillas sus actividades financieras. Ponemos a su disposición la mejor tecnología de nuestros sistemas ¡Pusieran media docena de sillas y personal suficiente para los cinco cubículos!) “Tecnología que nos permite estar a la vanguardia y tener clientes satisfechos. ¡Todo el personal de la sucursal lo atenderá con gusto!” (Qué poca madre extranjera.)

– ¿Captan ustedes la moraleja?

– ¿Moraleja?, dije yo. «Pues…»

–  La semejanza con quienes gobiernan este país.

Dijo mi amiga: «Pues…»

– Piensen. Ahorradores y masas sociales somos los dueños del dinero y de México,  nuestra casa común, pero banco y políticos nos tratan como si nos hicieran el favor. Para tenernos domesticados qué propaganda melosa en radio, TV y periódicos, pero no acudamos a exigir derechos u ahorros, porque entonces banquero y político se quitan el antifaz y esto es maltratar a unas masas agachonas y sufridoras que nada han aprendido más allá de renegar y exigir a quienes ni nos ven ni nos oyen. ¿Ya entendieron la moraleja?

(Pues…)

¿Guantánamo? ¿Abu Graib?

Que las desgracias no vienen solas, jura ese lugar común que con mi persona pareció confirmarse la mañana de ayer. En el vehículo transitaba por alguna de las avenidas de esta ciudad en dirección al domicilio de una cierta amiga viuda a la que le iba a hacer un favor, y pisaba el acelerador mientras me derretía con la sonata de Bach en la radio cuando,  en una de esas,  dí vuelta a la izquierda y de súbito: horror, como si la vuelta hubiese sido a la  «nueva izquierda» de todos los chuchos de la ciudad, y los resultados: en la remecida de fierros, hojalata y cristales, todo el frente del auto quedó con rasgos faciales de Chucho Zambrano con injerto de Andrés Granier. Esperpéntico.

Estacioné el chocado, me bajé y examiné la trompa del contrincante. Un cochecito compacto, ¿se imaginan ustedes? Si arrugado y chueco quedó mi chocante y en situación de viejo que implora el asilo de ancianos, el compacto quedó para la silla de ruedas. Y qué hacer.

¿Qué hacer? ¿Para qué pagamos puntualmente los servicios de la aseguradora? Yo, con la preocupación de llegar con la amiga: «A esperar, dije al del compacto. Ya conoce usted esta situación. De aquí a la llegada de los ajustadores, y luego  los trámites, la pesadilla, el horror. Un día perdido».

Y a aguardar, yo con la preocupación del favor que iba a hacerle a la amiga. Y aquel fruncimiento de nervios a la perspectiva de no ir a completar la docena y media de documentos que me iba a requerir el ajustador. Comencé a mojar el sweater. (De las axilas, nomás. Y aquella corazonada.) Me dispuse a aguardar.

¿A aguardar? Diez minutos no habían pasado cuando el par de ajustadores, el del compacto y el mío, ya se aplicaban a valuar los daños, y  ya le examinaban a este la trompa, y al otro le toqueteaban la cola, y los olisqueaban, y que escriba aquí nombre y alias,  y que firme aquí, allá y acullá, y que la huella de su gordo  al pie de página, y que ya puede retirarse. «Vete, y no choques más».

– ¿Ya? ¿Estoy libre? ¿En absoluta libertad?  ¿Sin ficharme?  ¿Sin fianza? ¿Así nomás?

Y en taxi allá voy, rumbo al domicilio de la amiga a la que yo, insensato de miércoles (era jueves) iba a hacer el favor de acompañar a la institución donde tiene su cuenta bancaria, de la que pretendía retirar la mitad del capital  para el pago de la despensa semanal. ¿Cómo fui a aceptar meterme  al cubil financiero?

– No tenga miedo (la amiga).  El banco, obvio,  no es mexicano. Los trámites deben ser rápidos.  Mire el folleto.

Miré, leí: «En (aquí las siglas) no tienes que esperar». Así, con  tuteo confianzudo. Yo, a la perspectiva del agradecimiento de la amiga reciente (viuda ella, para más señas), me había dejado enganchar. Y aquella corazonada…

Mis valedores: ¿Guantánamo, Abu Graib? ¡El Archipiélago Gulag, donde se nos sometió a aquella refinada tortura psicológica!  Horas y horas de espanto y horror. ¿Cómo fue que   pudimos salir con vida, o casi?

La entrada al banco no fue problemática. Registrarnos, exhibir desde el acta de nacimiento hasta el comprobante de no antecedentes penales ni pertenencia a los Zetas, La Familia o los Caballeros templarios. Y que va a tener que dejar su billetera, su credencial de elector y los resultados de su último análisis de colcoscopía y triglicéridos. ¿Va a ceder sus órganos?

Me permitieron abandonar el cubículo de revisión; pálido, desvencijado después del examen prostático, con la amiga me dirigí hacia el área de los cubículos. «Aquí no tienes que esperar».  Esperé. (Sigo mañana.)

Fernando, el espino del Metro

El líder Espino mantiene en la nómina del Metro a por lo menos 22 familiares (parejas, hijos, suegra,etc.)  con sueldo de hasta 21 mil pesos a un costo de medio millón de pesos mensuales. El CEN del sindicato ocupa 42 plazas de confianza. Sueldos de 20 mil mensuales.

Al deterioro del Metro me referí el viernes pasado, y hoy continúo con mis anotaciones como usuario del transporte colectivo.

Examiné el resto del vagón: los indicadores de ruta despapelados, descarapelados, leprosos. Y qué fue de aquella agradable voz femenina que en el sistema de sonido de los vagones iba anunciando  el nombre  de la estación a la que nos aproximábamos y la hora exacta. El vagón, como todo joven (sangre roja, caliente),  cantaba al andar, canto jocundo de enamorado. Hoy, viejo asmático… ¡Dios!

“Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy iba ya en frieguiza! Hoy, al llegar a su máxima velocidad, la femenina voz: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, con alzhaimer y demás achaques de la edad, farfullaba dislates y  una cosa por otra. Yo, ¿por qué me encogí en el asiento? ¿Por qué aquella pena, la vergüenza aquella, la nostalgia? La vejez, el aletazo de la Descarnada…

Un soterrado quejido al arribar a la estación. Un largo lamento cuando lo forzaban a continuar. Como que en su queja reclamaba la piedad del depósito donde descansar antes del inevitable deshuesadero. Y allá vamos, a querer o no, él  rechinando y no precisamente de limpio, que debajo de los asientos observé el pomo de plástico, la caja embarrada de salsas y mayonesas, el pegote de la goma de mascar, todo oliendo a desgaste, desajuste, aflojamiento, vetustez. (Mi ánimo se añublaba). En su pelleja los viejos grafitos: “Warriors”, “Puto yo”. Fechas, mensajes, entrañables nombres que el punzón garrapateó en los cristales: “Isa, Lisa, “María”, «Aída» (tú, la de todos los días). El aletazo del tiempo que se nos fue para nunca más, dejándonos a su paso tan sólo un desplumadero de recuerdos. No lloro, nomás me… en fin.

Y allá vamos, el reumático y el suspirante, el gotoso de los engranes artríticos y el pasajero que meditaba,  se dolía, y en silencio moqueaba. Allá vamos, en la tripa de la madre tierra, metros debajo de donde la vida fluye de cara al sol. A quejido, pujido y jadeos avanzábamos entre cimbrar de articulaciones mal ajustadas. Y de repente la súbita sacudida. En lo oscuro del túnel y entre dos estaciones se engarrotó el convoy. ¡Se apagaron las luces! ¡Jesucris…!

De inmediato, la iluminación, qué alivio, por más que sólo al 60  por ciento, y pistojeando. Sentí que en la cabina de mandos el operador soltaba  la rienda y clavaba el acicate en los corvejones del anciano anquilosado que al castigo reventó en rechinantes lamentos y estridencia de  ventosidad. En el equipo de sonido: “Por favor, permita el libre cierre de puertas”. Válgame. Y ya se avistan las luces de la terminal, y ya el operador aplica los frenos, y al rejón, el viejo asmático suelta el  lamento que implora piedad. Yo, mi ánimo gemelo del ánima del vagón, andaba ya al borde de los pucheros y la lagrimilla, y fue entonces cuando alcancé a ver de ganchete:  «Potrero». ¿Que qué? Tíznale, ¿cómo de que «Potrero», si yo iba nomás, a «Viveros»? Quise brincarme las trancas, corrí a la puerta, y en un convoy a su máxima velocidad grité, y los ojos de todos encima de mí:

– ¡Bajan, chofer! ¡Esquinaaa..!

A rehabilitar el Metro. Es hora. Es ahora. (¡Ya!)