¡Este puño..!

Me lanzo a preparar esta campaña. Sé que muchos compañeros, por todo el país, acompañarán este esfuerzo. ¡Recojamos firmas por toda la República! (Reciente exhortación de eso que queda de Cuauhtémoc Cárdenas.)

Recoger firmas. ¿No es elocuente la historia del país respecto a la «eficacia» de las firmas como  táctica para imponer la voluntad de las masas contra la del Poder?  ¿Recoger firmas? ¿No fue el caso de la CONASUPO y de otros escándalos de corrupción cuando millones de firmas culminaron con la misma «roque-señal» que  aguarda a las que acumulen Cárdenas y sus chuchos colaboracionistas de «Nueva Izquierda»?

La cultura política. Nunca antes nos reporta más utilidad o más la echamos de menos como en los tiempos de los entreguistas proyankis. De extenso análisis sobre formas de lucha social que me entrega el maestro entresaco estos párrafos que juzgo aleccionadores para hoy y el mañana.

«Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un enemigo se puede ubicar sus  puntos vulnerables. Entendamos que su fortaleza es directamente proporcional a nuestra debilidad. Hay que autoanalizarnos para detectar lo que nos torna débiles.

El enemigo histórico de nuestro cambio social  aplica una forma de control y dominio con excelentes resultados: infiltra en los movimientos sociales formas de lucha ineficaces y obsoletas. Una vez introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual cobra vida propia: muchos luchadores sociales, con su falta de lucidez,  se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante los agentes gubernamentales solo necesitan darle mantenimiento a su concepción inoculada en el movimiento social.

Los movimientos sociales han caído en esa trampa estratégica, de la que deriva gran parte de sus derrotas. El razonamiento estratégico que siempre repetimos se sintetiza en la fórmula «razón+ legalidad + consenso popular = triunfo». Planteamiento sencillo: si tenemos la razón, la ley y el apoyo popular, el resultado cierto es el triunfo. A nuestra estrategia el gobierno le opone esta síntesis: poder económico,  político y armas = triunfo. La razón desarmada no ha podido, hasta hoy, derrotar al  poder armado. (No armas de fuego sino creación de sistemas de lucha pacífica superiores a  tales las armas.)

Durante décadas se han creado “conjuros mágicos”; se pregonan slogans en la creencia de que el grito desgarrador de esas frases es suficiente para ganar. Nuestros conjuros no han logrado hacer daño, porque los muertos no se entierran solos. No basta con satanizar a un enemigo poderoso para vencerlo. Las palabras carentes de fuerza motriz debidamente organizada y dirigida científicamente en el combate no producen triunfos históricos. (Tomar nota.)

En nuestras marchas lanzamos como pregón mágico  la consigna: El pueblo unido jamás será vencido. No entendemos que para que el pueblo se una no basta un pregón que produzca el milagro. El pueblo no se va unir por si solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicas avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A la marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva de denunciar un problema, una inconformidad,  y preparar a las bases combatientes para pasar a formas de lucha específicas de su área de operación que sean el todo de la lucha. ¿Por qué no se cuestiona a pesar de haber demostrado su inutilidad como arma contra la injusticia? Porque se nos ha convertido en un dogma».

(Después.)

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