El juicio de los vecinos sobre el presente sexenio, mis valedores. Fue opinión general en la tertulia de anoche: el sexenio del Verbo Encarnado nos ha resultado de la pura chiflada. Y a proceder en consecuencia. Yo, a modo de motivación para apuntalar la propuesta de don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, leí para los contertulios las siguientes noticias publicadas en plena campaña que encaramó al michoacano en Los Pinos:
Rechifla al PAN Edomex opaca el inicio de campaña de Felipe Calderón. Fue una silbatina de más de cinco minutos”. Silbatina y sillazos en el arranque de campaña de Roberto Madrazo, con una pelea donde volaron sillas y golpes. Al recibir a Madrazo, en Pachuca, la silbatina de los estudiantes fue general.
Eso, en aquel entonces, y lo predecible: el verdadero madrazo contra los mexicanos resultó ser ese que ahora mismo perpetra, sé lo que digo, la primera de cien giras que en apenas tres meses llevará a cabo a lo largo y ancho del territorio nacional. Todo por la pepena de votos. ¿Seremos tan aturdidos que..?
En fin, que ante el peligro de que nos vaya a tocar el coletazo de una de las tales giras los vecinos del vecindario no queremos permanecer a la orilla de la historia, y con tal fin nos estamos preparando para recibir al de Los Pinos como él se merece.
Don Tintoreto, se angostan o enanchan corbatas, llevó a cabo un sondeo entre los vecinos, y válgame el Verbo Encarnado, que el resultado fue desolador: nadie en el vecindario, si exceptuamos al ponente, El Síquiri y el joven juguero, dominaba el arte de los chiflidos, y qué hacer. Por consenso, aclamación general y alguno que otro chiflido, el propio autor de la iniciativa resultó comisionado para entrenarnos, con los otros expertos en comisión de consejero y encargado del control de calidad. El mentor titular suspiró, la meneó, se la rascó:
– A ver qué puedo hacer con ustedes. Tal vez con paciencia y salivita… Pero eso sí: entre los educandos tendrá que haber mucha disciplina. Doña Pragedis, por principio de cuentas: a los entrenamientos acude con su dentadura completa, la de arriba y la de abajo, o así como viene ahora mejor ni se me presente a la cátedra.
Y es así, mis valedores, como en este mi depto. de Cádiz, habilitado de salón de prácticas, nos congregamos docena y media del vecindario, que intentamos aprender el arte misterioso del chiflido. (¿Quién iba a imaginar ese fenómeno colectivo que se produjo después? ¿Instinto, milagro, fenómeno paranormal?)
– Pero ya, de volada a la praxis -se impacientaba El Síquiri-, o llegaré tarde al torneo. Estoy en muerte súbita. (Torneo de billar.)
Don Tintoreto, muy en su papel: “La teoría en primer término, vamos a ver: hay de chiflidos a chiflidos. Uno fue el del arriero y otro el del oficiante del mecapal. Uno es el del patrón y otro el del desempleado. De un modo chifla el microbusero, muy distinto al del chavo banda. Pero hoy un factor ha logrado unificar el lenguaje de la chiflada; 114.5 millones de mexicanos al unísono chiflamos en el mismo tono, con la misma cadencia, el mismo son y una intención idéntica cuando logramos avistar en la distancia, más allá del cerco de militares, al chaparrito de lentes. Recomiendo topar apuntes.
Nomás me quedé pensando, y el espeluzno me estremeció las zonas abajeñas: a las masas todo se nos va en chiflidos, que es decir en pura música de viento. Y qué hacer, si las masas sociales nos negamos al ejercicio de pensar.
(Mañana.)