¡Sí-se-pú-do!

Esa fascinación, ese abandono de sí mismo que el futbol ejerce sobre amplias masas populares constituye un vasto movimiento de diversión y de mistificación; cumple una función de compensación simbólica y de exultorio. Los capitalismos lo utilizan como medio de adiestramiento gregario y control psicológico de las masas a través de sus reflejos condicionados.

Sigue aquí la transcripción de opiniones, iniciada ayer aquí mismo, de estudiosos que analizan ese fenómeno de enajenación colectiva: el futbol.

“No tenía idea de la explosión de locura que se produce si se encierra en la misma probeta una crisis económica, un desencanto por las instituciones del país, una bolsa de café y una virgen de madera dorada, y esa mezcla se deja desintegrar bajo el sol mojado de los tristes trópicos. Jamás un país me había dado la impresión de estar enajenado en bloque, pasmado entre un pasado ausente y un porvenir ilegible. Si en ese cuerpo enorme y febril se inocula pasión futbolística, la razón se tambalea. En ese organismo en estado de baja resistencia el cáncer del futbol ataca uno tras otro a todos los órganos y los roe ferozmente”.

El deporte por delegación es un fenómeno  de la sociedad industrial de masas, el santo y seña de la sociedad de clases. Las clases altas practican personalmente el deporte  (golf, tenis, equitación, esgrima, polo, etc.); sólo las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del futbol. La inmensa mayoría del pueblo rara vez toca un balón, y se vuelve espectador pasivo que participa por delegación de los triunfos de su cuadro predilecto, a cuyos partidos asiste a distancia, desde una tribuna, enajenándose en el jugador profesional, al que eleva a la categoría de ídolo.

Separado de la experiencia real, el futbol se convierte en un símbolo abstracto y lejano, en una deformación caricaturesca de la comunicación interhumana, que ejerce una poderosa fascinación y dominación sobre el espectador pasivo.

El futbol constituye para los regímenes reaccionarios un medio de despolitización de las masas, un señuelo para alejar a la juventud de las ideologías. El menosprecio hacia el fanático se evidencia hasta en las condiciones inhumanas que se le hacen sufrir en los estadios, que son lo más parecido que existe a un campo de concentración, donde ni siquiera falta el alambrado de púas.

La comunicación espontánea que se produce en el futbol es del tipo de las multitudes instantáneas que se forman en ocasión de un linchamiento, y no es de extrañar que muy frecuentemente termine violencia.

De súbito, desde las galerías, rompen a rodar las pasiones crispadas, las imaginaciones de fuerza de los insultos, los frustrados deseos semanales, y la multitud de los partidarios sugiere de pronto la imagen de un viejo decrépito que se exaspera en sus vanos esfuerzos por poseer a una adolescente…

La verdadera pasión es fría. El entusiasmo, en cambio, es por excelencia el arma de los impotentes.

Por cuanto a los merolicronistas (radio, TV y prensa escrita): “Tienden a acentuar el carácter estético del futbol. Hablan de estilos y técnicas, pero que no los engañen: sólo intentan crear una seudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de las masas a las que no se les permite tener acceso a la cultura. Hacen un serio estudio de algo de lo que nada hay que comentar, aparte de algunas elementales reglas de juego. Pero el futbol es rey, dios, dictador, negocio, enfermedad,  enajenación, manipulación y política. Todo, menos un deporte. (El resto, en otra ocasión.)

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