¿Y la moraleja?

El Ave Fénix, mis valedores. El mito del Fénix, actualizado. ¿Podremos advertir  la elocuencia de sus símbolos?

Cuenta el relato que cierto empresario negociaba con un soberbio zoológico donde, no obstante, algo se echaba en falta: el Ave Félix. Tanto lo buscó el empresario Poldero, que finalmente ahí tenía el Fénix. Perfecto. Sí, pero no, que los visitantes terminaron por desentenderse de un pajarraco que nada tenía de espectacular. “Admiran changos y leones, aclaró el administrador, o al cocodrilo que se tragó a una mujer, pero cómo interesarse en un ser tan pacífico y apacible como el Ave Fénix”.

– A cambiarlo por uno escandaloso, decidió Poldero.

– Imposible. Sólo este existe en el mundo, y no tiene pareja. De viejo se prende fuego y emerge milagrosamente renacido. Tal es el Fénix.

– Quizá después de la quema mude de condición. Envejezcámoslo.

– Entonces (fijaros bien) Poldero le disminuyó a la mitad y luego a la cuarta parte su ración de comida, pero el Fénix no envejeció. Le suprimió la calefacción, y nada. Le atascó la jaula con pájaros belicosos que lo acosaban. Nada. ¿Que el clima de su país es seco? A encerrarlo en una mínima jaula con regadera en el techo. Cada noche Poldero la ponía a funcionar. El Fénix comenzó a toser.

¡Eureka, ya ha envejecido! ¡No tarda en prenderse fuego! Poldero inició una campaña publicitaria. “El ave favorita del público se acerca a su fin”. Para que acelerase el proceso y forjara su nido atiborró la jaula de malolientes haces de paja y mohosos alambres de púas.

Por fin. La hora había sonado. Ese día (¿van tomando nota?) el Fénix comenzó a revolver la paja. Poldero se apresuró a firmar un contrato por los derechos de radio, cine y televisión. Y a iniciar los preparativos.

Era una hermosa tarde de sábado. Durante algunas semanas, por vender tantos boletos como fuese posible, Poldero había estado excitando la curiosidad y el morbo del público. Y el día llegó. El gigantesco auditorio donde se montó el espectáculo se atiborró de morbosos. En la jaula del Fénix se colocaron luces. Desde un altavoz, el anuncio del espectáculo que estaba por ocurrir frente al público.

– ¡El Fénix, distinguidos visitantes, es el aristócrata de las aves. Sólo las más raras y costosas maderas orientales lo tientan a construir su extraño nido de amor!

– Introduzcamos en la jaula (el administrador) un manojo de ramas  aromáticas.

– ¿Y por qué gastar en semejantes refinamientos?, Poldero.

– Es la tradición.

– Quemarlo con nuestro petróleo.

– Tú lo vendiste al gringo.

– Que nos venda tantito.

La jaula del ave quedó empantanada del ajeno energético.

– ¡El Fénix renacerá ante los ojos de  ustedes!

Un estremecimiento sacudió el opaco plumaje. Tambaleante, el Fénix descendió de su percha. Con movimientos cansinos se acunó en los charcos del petróleo. Los equipos de cine y televisión se activaron. Estallantes, las luces alumbraron la jaula. Poldero, a todo volumen:

– ¡Este es el momento que hemos ha esperado con ansiedad! ¡El Fénix renace  ante nuestros ojos!

Anidado en su pira, el Fénix pareció caer dormido, y ahí la desilusión de un público vicioso del morbo, la nota roja, lo espectacular. Y fue entonces. De súbito, el Fénix se irguió, contempló la muchedumbre y… ¡Fénix y pira estallaron en llamas que abrasaron el gigantesco auditorio! ¡En dos minutos todo quedó reducido a cenizas, y miles y miles, incluyendo a Poldero el mercachifle, perecieron en el incendio!

(¿La moraleja?)

Moral y política

Esta vez el saqueo y la depredación que perpetra la burocracia política en los dineros públicos, mis valedores. Hasta la semana anterior yo consideraba altamente punible semejante modelo de corrupción lucrativa e impune, pero ya no, porque el burócrata de Los Pinos me ha hecho cambiar de opinión. La corrupción, lo afirmó hace apenas un par de semanas, “es un tema inscrito en el orden cultural y social, un asunto casi humano que siempre ha estado en la historia de la humanidad”. Con razón, y como para dar más validez a su aserto, fue a expresar tales conceptos, como si no tuviese donde más, ¡en la sede del Fondo de Cultura  Económica, que es decir en el corazón de la cultura universal, donde tengo varios libros publicados!

El ejercicio de la política es esa rama de la moral  que procura el bien colectivo con el recurso de resolver en la práctica los problemas que plantea la convivencia de los hombres libres que integran una sociedad libre también. Actividad noble por excelencia, la política se avoca al bien común al crear, cumplir y hacer cumplir un entramado de leyes que procuran la aplicación de la justicia y la adecuada distribución de bienes y servicios en beneficio de la comunidad, esencia que es de esa justicia. Bien.

Esto, en la teoría clásica, porque ya en el terreno de los hechos y de forma concreta en nuestro país, la conducta de la burocracia política se aparta de la definición clásica y con sus acciones descompuestas se acarrea el desprestigio y la mala voluntad de unos gobernados que observan, impotentes por la ignorancia en que los mantienen ese mismo sistema político, cómo los tales que integran esa burocracia anteponen su interés de medro personal y de grupo a los intereses colectivos. Es México.

Pero si hasta ese grado ha llegado la burocracia política a desprestigiar la actividad de la administración pública y a granjearse el repudio de la comunidad, ¿por qué ese pleito feroz por un puesto burocrático dentro del gobierno? Por  una razón más que evidente: la economía, los dineros públicos. La clave de las luchas políticas se localiza en el elemento económico, sin más.

Porque política y economía son dos hermanos siameses casi imposibles de separación,  de modo tal que  tras el poder político se descubre en seguida el verdadero y profundo motivo de la lucha por ese poder: la economía, que de no producir tan sustanciosas ganancias personales y de grupo difícilmente se advertiría esa fiebre compulsiva del político por acceder al poder, afianzarlo y, de ser posible, ensancharlo. Maquiavélico.

La economía constituye un problema de posesión y reparto de  la riqueza común, donde la política no significa más que una vocación secundaria. La codicia por el medro económico dentro y fuera de la ley es la razón principal de la lucha política en el país,  y no más.

Así pues, los gastos aberrantes que perpetran, sé lo que digo, la presidencia del país, los poderes legislativo y judicial, las gubernaturas y el resto de las instituciones que concretan el Sistema de poder, son actos de corrupción, por supuesto, pero quién pudiese criticarlos, si “la corrupción es un tema casi humano que siempre ha estado presente en la historia de la humanidad”. (¡!)

A propósito: los periodistas que  escucharon tales conceptos sobre la corrupción, “un asunto social y cultural, un tema casi humano”, ¿algo replicaron a Peña, algo le criticaron y contradijeron, y con razones  de peso lo hicieron rectificar tan delirantes asertos? Ah, el periodismo, mi oficio. (Uf.)

Ku-Klux-Klán

América ¿qué imagen crees que damos cuando jóvenes protestan sin violencia pidiendo que el país de los libres y la patria de los valientes escuche su grito, y pones francotiradores en el tejado y les apuntas con armas?”( Rev. Al Sharpton, en el sepelio del negro asesinado.)

Así fue, mis valedores. Policías blancos ultimaron el pasado  9 de agosto al  negro Michael Brown, infamia que se perpetró ¡en un país gobernado por un negro! Con el sepelio finalizan dos semanas de protestas y disturbios  que regresan al país vecino a los tiempos de la esclavitud y la segregación de la negritud en todos los sitios públicos. No han sido erradicadas, al parecer,  las manifestaciones raciales de un país marcado por las capuchas blancas y las cruces en llamas que alumbraban el linchamiento del infeliz negro caído en desgracia de los “arios puros”. Puro racismo, sin más.

El árbol de la horca. Tal puede nombrarse el árbol blanco destinado en Jena, Lousiana, para gente de raza blanca bajo el que varios estudiantes negros se atrevieron a sestear hace algún tiempo.

.        Aquel crimen desató un conflicto de racismo e injusticia que generó una tumultuosa movilización de protesta “que parece marcar el arranque de un movimiento nacional semejante al de los años 60 por cuestión de derechos civiles en los Estados Unidos”, dije entonces. Cuándo iba a imaginar que a la vuelta del tiempo, con un afroamericano en  La Casa Blanca, seguirían perpetrándose crímenes de odio como el que ocurrió en 1992 en la Cd. de Los Angeles, donde unos policías blancos propinaron salvaje golpiza a un negro de nombre Rodney King, con el resultado de media ciudad incendiada y un reguero de más de medio centenar de cadáveres.

Conflictos raciales. En un principio fue la rivalidad entre los confederados esclavistas sureños y los yankis del norte de Estados Unidos, que los llevó a la Guerra de Secesión de 1861-65. Los esclavos negros intuyeron la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros libres intentaron enlistarse con las fuerzas de la Unión. Su entrenamiento militar fue prohibido por la policía. El gobierno federal evitó el alistamiento de negros en el ejército. Lincoln los rechazó en 1861 y en los años siguientes.

La presencia activa y la agitación de las masas negras preocupó al gobierno, que creó un Depto. de Colonización con el plan de retornarlos a Africa o a alguna una isla del Caribe. Fracasó tal política.

“El negro, por fin, logró enlistarse en el ejército, pero fue objeto del encarnizamiento sureño, que se negó a tomarlos prisioneros; los heridos eran asesinados; el ejército los discriminaba; se les cerraba la posibilidad de ascenso a cualquier rango militar y se les pagaba la mitad del salario que al soldado blanco. Muchas compañías de combatientes negros, ante el problema de la paga,  adoptaron la digna postura de no aceptarla.

Se gestarían nuevas formas de explotación de los campesinos negros, quienes fueron forzados a regresar a las plantaciones. Ante su resistencia se emplearon métodos represivos de enorme violencia.

El ejercicio del sufragio lo ejercieron los negros bajo el terrorismo racial de los oligarcas que, para mantenerlos alejados de las urnas, emplearon argumentos engañosos, propagaron atemorizantes amenazas, a lo subrepticio organizaron y armaron bandas y crearon sociedades secretas para imponerse y coaccionar, mediante la tortura, la violencia y el crimen, tanto a los negros como a los simpatizantes blancos”. En fin. Todo eso sucedió ayer. ¿Y hoy?

(Obama.)

Don Carlos Romero Deschamps

Conócete a ti mismo, aconsejaba el Oráculo de Delfos, que Sócrates tomó de divisa. y en conocer al humano se vienen empeñando todos los filósofos de todo tiempo y lugar. De Samuel Ramos a Santiago Ramírez  y algunos más, los estudiosos de nuestro país se han dedicado a rastrear desde sus raíces “el perfil del hombre y la cultura en México”. ¿Usted ha leído, La fenomenología del relajo o El laberinto de la soledad?  “Conócete”.

La filosofía, señor Romero Deschamps, ha producido también estupendos análisis acerca de la Etica, la Moral y otros valores de la axiología en estudios como el de los clásicos (Kant, Spinoza) y contemporáneos como Sánchez Vázquez y varios más, que ayudan en la casi imposible superación de una sociedad enferma como es la nuestra, que a pesar de nombrarse mayoritariamente católica muestra en sus hechos ser huérfana de valores, y ahí la lóbrega proliferación de parejas mal avenidas, embarazos de adolescentes, adicción al licor y otras drogas, a toda edad y nivel social. La corrupción en pleno, señor Romero Deschamps.

Para mí, hasta hace unos días, con las familias Salinas, Montiel, Fox, Bribiesca, Sahangún y tantísimas más, eran usted y sus críos todo un modelo de esa nauseabunda corrupción permitida por  una comunidad desidiosa. Pues sí,  mi señor, pero no.

Corrupto lo es, por supuesto, desde que era chalán de La Quina hasta que creó su propio estercolero,  y cínica es su corrupción, y ostentosa e impune, pero a partir de esta semana ya su merdosa condición no me escandaliza. ¿Y cómo, señor,  si “¡la  corrupción es un tema inscrito en el orden social y cultural,  un tema casi humano que siempre ha estado en la historia de la humanidad!” Ahora me explico, 15 meses después, que al ser interrogado en forma directa por los reporteros  sobre los lujos que exhiben usted, sus perros e hijos, el Peña de las síntesis filosóficas sobre la corrupción les haya salido con rodeos:

-A Carlos Romero Deschamps lo respetan los integrantes del Sindicato de Trabajadores Petrolero de la República Mexicana. Se trata de un dirigente trabajador. Tiene el respeto de su gremio.

Y ya. ¿Corrupto? Sí, por supuesto. ¿Pero no lo es toda la humanidad? Su corrupción, ¿no es un fenómeno cultural? ¿Por qué, entonces, el partido político de Peña no iba a absolver de corrupción al redrojo humano priísta  Cuauhtémoc Gutiérrez?

Yo, después de desechar las tesis de Paz, Villegas y algunos más sobre nuestras raíces, idiosincrasia y falta de identidad,  hoy reconozco en usted a uno de los mexicanos emblemáticos, que con toda razón pudiesen clamar con el clásico: “humano soy, y nada de lo humano me es ajeno”, porque es usted un mexicano universal, como lo pretendía Alfonso Reyes. Su biografía personal, señor Romero Deschamps, muestra estar corrompida hasta el tuétano de los entresijos, pero por eso es “casi humana,  inherente a nuestra cultura y presente en la…”

Para Peña tremendo dilema, señor: al embrocarse la banda presidencial juró cumplir y hacer cumplir la ley. Hoy  jura que antes de entregarlo a manos extranjeras va a eliminar la corrupción de PEMEX. La corrupción es usted, pero sus sinverguenzadas son culturales. ¿Entonces? ¿Cómo resolver el dilema?  ¿Cómo ir contra un bribón cuya corrupción es..?  A propósito:

¿Está enterado de cuál haya sido la respuesta de los periodistas que (¡en el recinto del Fondo de Cultura Económica, ese foro de cultura universal donde tengo varios libros publicados!) escucharon la afirmación presidencial? (¡Agh!)

Ancianos

Senectud, cuántos suspiros se cometen en tu nombre…

Yo desde en la mañana arrastraba una indefinida depresión (ella me arrastraba a mí), y qué hacer, sino aferrarme al último recurso, ese que para unos es la botella, para otros el rezo, para Fox el Prozac, para Calderón el trago amargo del exilio y para Peña las ventas de cochera. El recurso, para mí, es acunarme en mis libros, y caprichos de la casualidad: apenas abriendo el volumen (poemas), a penas me remitió. Las tristuras, por conjurarlas, se refinaron.

Y no quiero morir. No quisiera morir – Amo la vida porque está colmada de poesía – Y de odio y rabia y lágrimas…

El suspirillo, las vagorosas tristezas. Ya cerraba el libro cuando el papel encogido a dobleces se me vino a las manos. Lo fui desdoblando, leyéndolo, contristándome al tenor de la tarde aterida de amagos lluviosos. Era un añejo mensaje sin principio ni término, amarillento de vidas y años,  en el que alguien que se confesaba viejo en edad (no “adulto mayor”, cursi eufemismo) aludía a su drama personal. Leí, y el anciano, ¿vive o muere a estas horas?

“…con engaños y  tras de sustraerme a la mala mis pertenencias, en un asilo me fue a encarcelar el menor de los hijos, el más amado de todos. ¿Cuándo ocurrió? Eso no logro ubicarlo, tanto se me ha raído la  memoria…

En el asilo acabé de envejecer. Pero, fuerzas de flaqueza, logré fugarme y  me vine a esconder de mis hijos, solo y mi alma, en este cuartucho de azotea, vecino de gatos y lavaderos, abierto a vientos, lluvias y carrasperas. (Afuera de mi covacha las palomas, a zureos, reniegan de la llovizna.)

Tarde de domingo. Son estas las más melancólicas para quien envejece de una soledad de lomo engrifado como gata en brama. Por  conjurarla me he puesto a abrevar remembranzas en mi altero de viejas fotos, que más me dañan que aligerarme el ánimo. Ahí, macollo de ausencias, el oficio de mis fieles difuntos: desvaídos rasgos de la que fue mi amantísima (canto, risa, el picor de la especia, el geranio, el no-me-olvides, el deseo encuevado en el catre de latón). Qué joven fui una vez…

Me he puesto a barajar mis fotos: hijas, partos, nietos, hijos ya muertos o aún más distantes: desbalagados, o todavía más: desagradecidos. Ah, esta herida que no cesa, el hijo fallecido por oscuro conflicto entre la sota moza y la sota de bastos. Ausente uno más, que de mi se ha olvidado,  pero cuyo olvido fue menos ingrato que el corazón de pedernal que me encerró en el asilo. En estas ácidas, oxidadas tardes de domingo, intento olvidar y recuerdo; procuro recordar, y olvido. Olvidar. Invoco el piadoso alzhaimer…

Obsesión: aún tan escaso de años y bienes como sobrado de ilusiones, fui padeciendo gozosas heridas de aquella sucesión de mujeres que, costras de las laceraciones, me dejaron no más que estas fotos, dedicatoria y fecha vetustas, y unos marchitos pétalos emparedados entre sonetos, rimas y redondillas. De súbito, el fogonazo: llegó ella, la Mujer, y ahora mi mente burbujea de romanzas y trovas, luna llena, mandolina y ventana grifa de dalias. Y aquí estoy, y avizoro el final, y porque esta soledad pesa como plancha de acero sobre mente y corazón, voy a enviar este mensaje a ver si alguno…”

Tengo un nudo en las palabras.

Aquí termina el escrito. El papel en la diestra, por la ventana miro una tarde que la llovizna torna remedo de anochecer, y de noche todas las tardes son pardas. ¿Quién sería el desdichado del clamor de auxilio? Su biografía, ¿no acaso, semejante a la mía? (Dolor…)

El hombre feliz

“… ahorcado, desnudo, y con un mensaje al pie. No ha sido identificado”.

Sin identificar el suicida como tampoco el reino de fábula donde ocurrió el deceso, por más que sí hay noticias del reyecito que “haiga sido como haiga sido” logró encaramarse en el trono y sentar en él sus dos reales. Era el tal un fulanillo de aspecto, voz y lenguaje mediocres hasta la médula, “uno chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes”, como lo describió uno de sus vasallos, y aquejado de hipo, que a cada rato: ¡hic!

Lo disfrazaron de militar. No lo hubiesen hecho: ahí le brotaron los instintos destructivos,  y como andaba ebrio de cólera convirtió en cementerio su reino. ¡Cuántos miles de cadáveres caben en seis años de masacre y devastación, duelos, llantos y desesperación! Ante la tormenta de sangre derramada (muertos, heridos, desaparecidos, “daño colateral” de niños, mujeres, ancianos) unos culpaban a su insania mental y otros al vino (de consagrar. Era beato del Verbo Encarnado). Pero sería la cruda moral porque se le agotaban los tiros de su pistola o los días de tomar de blanco a los que se ponían al alcance de sus antiparras, lo cierto es que al reyecito le atacó una maligna depresión que ni el brindar a cada momento sus mejores capacidades en la administración del reino lograba amenguarle. Llamó entonces a su ministro de ¡salud!

– Prepárame una copa bien grande de algún bebedizo que remedie mi depresión.

Y sí. Viajes vienen y viajes van del botiquín guardado en el sótano (barricas de roble),  pero nada: fórmulas añejas o recién embotelladas resultaron inútiles. Cada mañana el reyecito amanecía con la cruda depresión acentuada. Ni aun cifras, datos y gráficas de la cosecha de sangre que le presentaba el ministro de la defensa le mejoraban su humor.

– Le hago notar, majestad, que hemos aumentado la cuota de muerte con estudiantes, niños de escuela y hasta el 10 por ciento de “daño colateral”. De los tales no existen expedientes que registren su identidad. No se ejecuta juicio ninguno. Todo, según lo ordena su majestad, es impunidad.

El reuecito no estaba en su juicio. La depresión lo enajenaba.  Y como ya me bebí la bodega de medicinas sin un buen resultado, acudir a la magia.

Y sí. A las “limpias” con ramas de hediondilla. Nada. Y qué hacer. Dénme más alcohol (friegas). Y fue entonces: cierto viajero se allegó al palacio:

Para curar tu sed de salud y tu cruda depresión vístete con la camisa del hombre feliz.

Y a buscar días y meses al afortunado, pero nada; tanto rastrillaron el reino buscando al hombre feliz que en una de esas (no andaba en su pleno juicio. Insolación) se fueron a extraviar en un sitio desértico,  y entonces:   oh prodigio: en la tierra baldía el canto del hombre feliz, que  al cantar castraba un espino para de sus semillas forjarse un taco. El reyecito:

– Hey, tú, ¿eres feliz?

– Lo soy, ¿tú gustas?

– Despójate de tu camisa, te la voy a privatizar.

Pero el hombre feliz no tenía camisa. “Tu reinado me dejó hasta sin camisa”.

– ¿Sin camisa y feliz? ¿De dónde esa felicidad?

– De que tú pronto te largas.

El reyecito nomás suspiró (a su manera ¡hic!)

Mis valedores: al descamisado lo acaban de encontrar ahorcado, y en el  recado: “No creí que el reyecito tuviese la desverguenza de volver al reino, ni que sus víctimas lo permitieran,  ni que yo, pendejo de mí,  me alegrara con la coronación del sucesor, que  mis calzones malbarató a los gringos”.

(¡Hic!)

El periodismo, mi oficio

“Leo en El Comercio, el diario que superó todas las formas de la infamia en su campaña contra Ollanta Humala, un editorial escrito con gran moderación y, se diría, con entusiasmo, por la política económica que Humala se propone aplicar en Perú”. (M.Vargas Llosa.)

Y que ahora lo alaban también jerarcas diversos de la iniciativa privada.  “¿Qué ha ocurrido para que todos se volvieran humalistas de pronto?” Mis valedores: tal la fascinación que en tantos colegas provoca el Poder. Yo, cuando me iniciaba en la radio, la TV y la prensa escrita, observé a los del oficio, y lo que vi me llevó a postular en ocho palabras el lema de mi actividad periodística: “Ni un ataque gratuito ni un elogio pagado”. Y hasta la fecha. A propósito:

De ese embeleco que apodan libertad de prensa recuerdo el material atroz que ante el estallido del 68 en Tlatelolco exudaban algunos medios de acondicionamiento social, como El Heraldo, hoy felizmente  difunto, y que clamaba,  a resultas de la masacre de Tlatelolco:

“Transformados en opulentos burgueses, algunos montaron una grotesca conspiración golpista para derribar al gobierno y montar la dictadura marxista. Se estrellaron contra el Presidente Díaz Ordaz, a quien apoyó el ejército. Sólo contaron con la militancia aborregada de la clase social más manipulable por su inexperiencia e inmadurez: algunos estudiantes de universidades dominadas por la caterva intelectualoide del marxismo.

Utilizaron a su santón y lamebotas castrista (sic): Lázaro Cárdenas, quien montado en el toldo de su auto, en el zócalo, arengó a una masa de gritones para ocupar Palacio Nacional. La respuesta de los motineros enemigos de México: ¡Revolución Sí, Olimpiada No! Pero obreros,  campesinos, clases medias y la Nación entera les dieron la espalda.

El 2 de octubre los traidores lanzaron a las juventudes a su última trampa sangrienta. Su estrategia: provocar a nuestro Ejército, que no cayó en la trampa. Nuestros soldados fueron agredidos por los francotiradores terroristas que previamente se habían escondido en lo alto de los edificios. El Ejército protegió a los civiles que se vieron envueltos en la balacera. El complot traicionero de la antipatria roja fue aplastado y el Ejército salvó a nuestra nación. Si México es libre es gracias a la valerosa y fiel acción del Ejército Mexicano, que afrontó la guerrilla del golpismo extranjerizante, fundado en las férreas y patrióticas voluntades del Presidente Díaz Ordaz.

Al designársele embajador en España Díaz Ordaz recordó en una entrevista de prensa que si de algo se sentía orgulloso era de su conducta en los trágicos meses del 68, pero más de sus acciones el 2 de octubre. ‘Puse todo en la balanza, mi seguridad, mi nombre, mi honor, mi vida misma, pero al fin salvé a México de haber perdido nuestra libertad’.

La conjura comunista fue la gran derrotada. México y sus libertades los ganadores, gracias a la firmeza patriótica de Díaz Ordaz y nuestro Ejército Nacional.¡Y que sigan chillando los huérfanos del Kremlin!”

El periodismo, mi oficio. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: “Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué?  / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.

El  periodismo, mi oficio. (¡Uf!)

Humano y animal

Así debe ser el político, según Maquiavelo. Tanto debe tener de animal como de humano porque existen dos modos de combatir: con las leyes y con la fuerza. La primera es característica del humano; la segunda, de la bestia. La primera no siempre es suficiente, y entonces hay que comportarse como irracional. Ejemplo es el del centauro Quirón, cabeza de humano y cuerpo de equino, que educó a héroes mitológicos como Jasón, Aquiles, Belerofonte y otros más.  Tal es el símbolo del político, que debe participar de ambas características: la fuerza  y la inteligencia, porque una sola no subsiste sin su complemento. Maquiavélico.

Otro ejemplo: en su profesión, el político debe transformarse en zorro y en león. El zorro no puede protegerse de los lobos ni el león de las trampas que colocan los cazadores.  Pero el  zorro sabe eludir las trampas y el león no teme a los lobos. Ambas características debe aunar el político. Y vaya que en ese terreno sembrado de trampas  merodean los lobos. Mis valedores:

Maquiavelo se compara con el  pintor. Tal como el que dibuja un paisaje se sitúa  en el llano para apreciar montañas, y para apreciar el llano se debe trepar a la montaña, así un ciudadano común, como se dice el florentino, desde el llano intenta conocer la naturaleza del político, el cual, desde su eminencia, está obligado a conocer el llano. A la manera de los médicos buenos,  que junto con la práctica de su profesión se perfeccionan con el estudio de la teoría y nunca terminan de aprender, así debería ser el  político de carrera. Los profesionales de la política que manejan la administración pública del país cuánto conocerán de esa teoría indispensable que los faculta para ejercer cabalmente su profesión. No existe un buen político que no conozca a fondo y practique lo que aún es vigente de las reglas establecidas por Maquiavelo, personaje que marcó toda una época en la ciencia política. Sin embargo…

Entre los políticos mexicanos pocos parecen haberlo leído ni puesto en práctica sus enseñanzas, según denuncian sus propias acciones. López Portillo, tal vez, y algún otro, ¿pero los demás? ¿Pero el Fox de “José Luis Borgues” y un Peña que cuando candidato a la presidencia del país, en plena feria libresca, atribuyó a Carlos Fuentes El águila y la serpiente?

¿Fox leería la sentencia de Maquiavelo: “Quien es elegido príncipe con el favor popular debe conservar como amigas a esas masas sociales que lo llevaron al poder”? Y a la medida del actual o sus asesores: “Si el partido principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os parece más útil y más conveniente para la conservación de vuestra dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal caso, la honradez y la virtud son perniciosas”.

¿Culto Fox? ¿Buen lector de “José Luis Borgues”? ¿Culto el sucesor, ese que ¡vino! a estrenarse como carnicero a Los Pinos? Ese que ¡vino! a inaugurar un puerto en Ahome, Sin., y parecía ebrio (de rabia) al regañar a Pérez Jácome, por aquel entonces titular de Comunicaciones:

– Eso sí, el letrero quedó muy chiquito,  secretario, ¡eh!, yo sé que les recortan todo el presupuesto en publicidad allá en la Cámara, pero ¡no exageren, hombre! Ese parece un permiso de taxi, digo, para el tamaño de la obra, ¿no? Hay que hacer otro pa´l puertón que tenemos, no un letrerito.

¿Culto ese que ¡vino! a expresarse de Carlos Pascual, el entonces embajador de EUen nuestro país: “Ese le echa mucha crema a sus tacos”?

¿Culto el desvergonzado que se ha atrevido a volver al país? (¡Hic!)

Moscas, arañas y legisladores

Hablé ayer, mis valedores, de esas perniciosas alianzas que ha perpetrado el PRI con el PAN, su socio natural, y que se le han agregado los chuchos y la pedacería, para entre todos  ejecutar el trabajo sucio de Washington, con Los Pinos en compinchaje.   Nosotros también, más allá de diferencias de todo tipo, en determinadas coyunturas históricas podemos concertar alianzas provechosas para la colectividad. Aquí, a modo de ejemplo, la fabulilla de La mosca y la araña, que recreo para todos ustedes:

El individuo de marras disfrutaba con la destrucción. Y ocurrió que aquel día pepenó una araña y la encerró en un pomo de vidrio. ¿Y si le acerco una mosca y disfruto de la lucha de dos enemigos naturales? Tomó uno de esos insectos, lo encerró con la araña y se dispuso a presenciar el final, pero extraño: nada ocurría. Entonces…

Para incitarlos a la lucha los privó de alimentos y se puso a aguardar un día, dos, varios. Nada. Haya cosa…

Pues sí, la araña parecía dispuesta a atacar, y a huir la mosca, a defenderse, a sobrevivir. El hombre, a la expectativa, esperaba disfrutar de la destrucción, pero nada. Entre los adversarios naturales nada ocurría.

En el fondo del recipiente la araña  parecía desinteresada de la que habrá de ser su alimento, aquella mosca atejonada en lo más  alto de su prisión. Días después fueron trasladados a recipientes más amplios, que de manera antinatural habían aumentado de tamaño. De alimento, nada, y a esperar. Días. A la expectativa…

De no creerse: mosca y araña iban creciendo de tamaño; una parecía más feroz que nunca, y la otra más que nunca dispuesta a luchar por su vida. El hombre las observaba regodeándose ante la inminente destrucción del débil por el más fuerte. Lo de costumbre. Y ahora, con ese tamaño descomunal, mucho mejor resultaría el espectáculo. No llevaba prisa. Se decidió por la espera hasta rematar su experimento. Colocó mosca y  araña en un recipiente mucho más grande que el anterior. Y al desenlace.

¿Desenlace? Nada ocurrió, bostezo y aburrimiento. Esto no responde  a la lógica, pensó el hombre, y a esperar que a los dictados de Madre Natura  los adversarios naturales se enfrenten: Nada. Ahora  tuvo que utilizar  un acuario de proporciones descomunales, tanto habían crecido los protagonistas de un drama que no tardaría en alcanzar su final.

¡Y la fecha llegó!  Transcurrió la mañana, vino la tarde, vino el principio de la noche,  con los ojos del hombre enfocados en la pared del acuario. La araña, ya de un tamaño monstruoso, se había retirado a un rincón; la mosca, a otro un poco más alto. Gigantescas, inmóviles…

¿Y eso? ¿Qué ocurría con el par de rivales? Porque no parecían observarse antes del ataque, sino que miraban hacia un rumbo distinto, distante. ¿Qué miran, qué esperan dos cautivos ya de tamaño descomunal?  Cavilando, aguardando, el hombre se adormeció frente al acuario, y fue entonces….

Entonces fue. Lenta, la araña se desplazó en dirección de la mosca, que se movió también y se aproximó a la araña. Los dos se ubicaron bajo la tapa del acuario, y aplicando los lomos la hicieron saltar, y  salieron ambos, y en unos minutos del hombre sólo quedaron los…

¿Después? Los que por necesidad vital fueron aliados volverán a actuar según su naturaleza.  Y ya. Esto, con bichos enemigos a muerte, algo distinto a lo que ocurre en el terreno politiquero, donde moscas y arañas son hermanas siamesas. ¿Pero nosotros? ¿Nosotros qué? ¿Cuándo nosotros? ¿A seguir exigiendo nosotros a moscas y arañas? (¿Qué?)

Compinches

En el pantanoso terreno de la política nacional, mis valedores,  todo el tiempo se fragua toda clase de alianzas, la mayoría negativas para nosotros en la medida en que  benefician a un Poder del que forman parte esencial.  Esto ocurre ahora mismo con el compinchaje de diputados y senadores del Tricolor con sus pares de Acción Nacional, que en alianza integran mayoría en el Congreso, (Por cuestiones de medro personal y de grupo se les añaden los poquiteros del  Verde, el Panal y los chuchos talamanteros de nueva izquierda. Pereza me da plantarle mayúsculas.) Es así como ésos perpetran por estos días la maniobra de regresar a manos extranjeras el petróleo que Cárdenas nacionalizó en 1938. Esos ahora ejecutan el sucio trabajo de Washington y su representante oficioso en Los Pinos Caso cerrado.  Es México.  Mis valedores:

Con ánimo de que recobremos la memoria histórica transcribo la lista de algunas de las alianzas que diputados y senadores del Revolucionario Ins. en el Congreso han concertado en los años recientes con legisladores de las “braguetas bendecidas”, que dijo aquél. En semejantes maniobras no han representado a quienes dicen y deben representar, sino a sí mismos, y no ante nosotros, sino ante el presidente en turno. Aquí las tales alianzas:

1989.- PRI y PAN votaron juntos la legislación electoral salinista para eliminar las coaliciones y candidaturas comunes de los partidos.

1991. PRI y PAN votaron juntos la quema de los paquetes electorales de 1988 para eliminar la evidencia del fraude  que arrebató al triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas.

1992. PRI y PAN votaron juntos un resolutivo para apoyar la elevación de cuotas en la UNAM propuesta por el rector Sarukhán.

Ese año PRI y PAN reformaron el artículo 27 Constitucional para privatizar el ejido.

1993. PRI y PAN votaron juntos la reforma al Código Penal para permitir la libertad bajo fianza a los servidores públicos corruptos.

1998. PRI y PAN recortaron el presupuesto del Distrito Federal y el de las universidades públicas.

1998.- PRI y PAN, aliados, aprobaron el Fobaproa. PRI y PAN impulsan, juntos los mismos proyectos lesivos a la ciudadanía. (Aberrante.)

Y llegó Peña,  y en alianza con un Legislativo logrero (quid pro quo) impuso el Pacto por México, que malparió reformas tan lesivas para nosotros como la energética y la que vino a menoscabar los derechos del trabajador.

Pero en materia de alianzas no todo es cuestión de ventajistas maniobras del  PRI con el PAN ni de éste con la chuchería colaboracionista. No todo es materia de compra-venta a la manera de la mafia talamantera del PRD, pragmático-utilitaristas. Alianzas legítimas y necesarias se producen fuera del Poder para beneficio colectivo, y esto lo ilustra la fabulilla que hoy comienzo a relatar para ustedes y que mañana he de terminar.

Y es que hay de alianzas a alianzas. No es igual que los políticos unan sus fuerzas para medrar en perjuicio de la población a que organismos como el Sindicato Mexicano de Electricistas en su momento hayan establecido alianzas con otras fuerzas sociales para resistir la embestida del Sistema de Poder. Porque, mis valedores, no olvidar la premisa: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Publicada entre hoy y mañana, la fabulilla ajena, que yo recreo para todos ustedes, exhibe a cabalidad la diferencia entre alianzas de ventajistas y alianzas provechosas para la colectividad. Así pues…

Erase que se era un individuo que disfrutaba de la destrucción. Y ocurrió que cierto día capturó una araña y… (Sigo mañana.)

¡Pobre México!

Esos, los vendepatrias apátridas. Yo estoy convencido, mis valedores,  de que nunca antes como hoy se había enajenado la soberanía del país al vecino imperial. Esto lo comentábamos en la tertulia de anoche, y aquel desprecio por los sumisos, los serviles, los ventajistas y ocasionados que por medro personal y de grupo se culimpinan ante el que les reporta más provecho personal y de grupo. Una seña del maestro en la tertulia de anoche. Callamos. Lo ví desplegar aquel diario amarillento de vejez. “Es que es de 1885. Pobre México, se titula el comentario, y su parte fundamental”:

 “Mientras que el vulgo ignorante y los periodistas vendidos batían palmas cuando se acordaron concesiones ferrocarrileras a nuestros vecinos, los seres pensantes temieron por el porvenir de esta patria, víctima infortunada de ambiciones bastardas. Los hombres pensantes veían en esas concesiones un peligro inminente para México. No se equivocaron.

En recompensa de las espléndidas subvenciones concedidas a los yankees, éstos están arruinando al país por medio del contrabando y a ciertas tarifas de conveniencia, concertadas de forma embozada para proteger la industria extranjera con graves perjuicios de los intereses nacionales. México ha dado millones sobre millones a las empresas ferrocarrileras, para que lo arruinen. ¡Pobre país!

El Ministro de Fomento desconfió de los manejos yankee, y sólo apoyó las tarifas de una manera provisional y por corto plazo: cumplióse éste, prorrogóse en seguida, ha vuelto a cumplirse; y  no se ha podido lograr que la Empresa del Ferrocarril Central modifique sus tarifas; rehúsa reformarlas y para ello se vale de rémoras y pretextos inadmisibles. Nuestros agradecidos y caritativos empresarios, los americanos, obran ya en este país como si estuvieran en su casa. La conquista pacífica comienza ya a producir sus  frutos podridos. ¿Qué sucederá mañana?

D.. Porfirio, que rompió con las previsiones del inteligente y previsor Benito Juárez, puso a los yankees un puente de plata para que desde Nueva York pudiesen venir a esta capital, sin incomodidades, sin riesgos y a costa nuestra. Hay que sacar al país de este espantoso atolladero. ¡Ojalá no sea ya demasiado tarde! Si hemos de romper con los que se tomaron media República hace 38 años, y ahora tratan de apoderarse del resto por medios ingeniosos, que sea luego. Mañana la obra será más difícil porque se habrán creado y robustecido aquí grandes intereses americanos. ¿Qué opina acerca de esto el Gral. Díaz?

Por una mera casualidad, el Ministro de Fomento desconfió de los manejos yankees, y sólo apoyó las tarifas de una manera provisional y por corto plazo: cumplióse éste, prorrogóse en seguida, ha vuelto a cumplirse; y sin embargo no se ha podido conseguir que la Empresa del Ferrocarril Central modifique sus laterales tarifas; rehúsa reformarlas y para ello se vale de rémoras y pretextos inadmisibles. Por lo visto, nuestros agradecidos y caritativos empresarios, los americanos, ya obran aquí como si estuvieran en su casa. La conquista pacífica comienza ya a producir sus  frutos mostrencos.

¿Qué sucederá mañana? D. Porfirio, que rompió con las inveteradas preocupaciones del inteligente y previsor Benito Juárez, puso a los yankees un puente de plata para que pudiesen venir a esta capital, sin incomodidades, sin riesgos y a costa nuestra”.

Fox, sobre los cuestionados servicios múltiples: Tú, gringo, haces el agujero, sacas el energético y me lo entregas. ¿Cuál pérdida de soberanía?

De vocación vendepatrias. (Sigo después.)

Soberanía nacional

Del vendedor ambulante que atropellé con el volks contaba a ustedes ayer, y que semanas más tarde mi única y yo pudimos localizar arrumbado en el camastro del hospital de barriada. El incidente ocurrió cuando el buscavidas intentaba venderme un altero de fotos tres equis: “Baratas,  patrón, écheles un ojo”.

Los dos les eché, y el rechinido de las vulcanizadas. Me bajé del volks, y ya que había dañado al vendedor, que su sacrificio no fuese en vano: le dejé ir unos billetes, tomé el altero de glúteos y pubis (depilados, lástima) y, valiente que soy, huí a todo lo que daban los cuatro cilindros. Ello, semana atrás. Ahora, en el cuarto de hospital:

– Aquí donde me ven yo no soy un cualquiera. Zapatero remendón. En Zacatecas tenía mi taller, pero en este país la madre tierra se nos volvió madrastra y me aventó a la aventura, a buscar el qué comer pa mis gentes, que allá se quedaron. Pero pa los fregados el hambre, como la muerte, es pareja…

Nos mostró una foto: la familia ausente; “Ella, los hijos”. Las pupilas de mi única resplandecieron, rasas de humana compasión. “Lindos de veras”, y sonreía, fulgurantes pupilas. Dije:

– Quisiera en algo remediar el daño. Yo lo lastimé y…

– ¿Usté? No, su tartana nomás me arrempujó.

– ¿No soy yo el responsable?

– No usted; los seráficos patrulleros, mi señor. Fueron los blue demon los que me madrificaron, aquí con perdón de la seño güerita.

– No entiendo. Yo, al dar el frenón…

– El rechinido de llantas fue el que alertó a los cuicos de miércoles, con perdón. Ellos vieron cuando usté me dio los billetes, y tolete al frente se me dejaron venir. Yo con las dos apreté mis dineros y lógico: en nuestro Estado de derecho los doberman no tuvieron más remedio que aplicarme la ley y sí, leyes vienen y leyes van, caigan donde cayeren, y a machacar carnes y astillar huesos. Yo, como cualquier cristiano al que le cái encima la legalidad, perdí el conocimiento, la venta del día y la fayuca. La ley es la ley.

Tragué saliva. Qué más.

– Pero mi buena fortuna: no se tiraron  a matar.

– Su buena fortuna es que lo hayamos localizado. Prepárese para el alegrón.

– Apoco ya enchiqueraron a las honorables familias Salinas, Montiel, Bribiesca y Sahagún. O qué: ¿a Fox ya le dieron por El Tamarindillo, tan apestoso? Ay, perdón.

– Mejor aún. Mucho mejor. Oiga el mensaje que le envía Peña sobre la reforma energética:  Es un gran paso para el futuro de los mexicanos. Aprovecharemos mejor y de forma sustentable nuestros recursos energéticos.

– ¿Me lo  envió Peña?

– Y otro más: Se han sentado las bases para una nueva etapa de desarrollo y bienestar para las familias mexicanas.

– ¿Ese también me lo envió?

– Alentador, ¿no? Y el titular de Hacienda: La renta petrolera seguirá siendo de los mexicanos.

– ¿Eso me manda decir?

– Y que con la reforma energética mejorará nuestra economía familiar y que al año  tendremos 250 mil nuevos empleos.

-¿Eso me aseguró?

– Y que usted lo va a palpar.

– ¿Yo lo voy a palpar?

– El crecimiento económico.

Me vio, parpadeó, enterró la cabeza en las sábanas, lo oí sollozar de emoción y musitar una plegaria de acción de gracias, y se sacudía. “¿Ves,  Nallieli? La noticia le arrancó las lágrimas y agradece al buen Dios, al buen  Peña y a sus buenos socios”.

– Cuál Peña, cuál  Dios, cuáles socios.  Primero le ganó la risa, y ahora está vomitando esa sarta de malas razones, óyelo.

Lo oí. Puras de madre a arriba para todos. Y sin pedir perdón. Nos escurrimos rumbo a la calle. Sin hacer ruido. (Qué más.)

Buscavidas

Existen millones de mexicanos en el ambulantaje

Traumatismo global con enfriamiento de tibias, que por poco enfría la existencia del infeliz. Aquel domingo, por fin, había logrado dar con el paradero del vendedor ambulante al que días antes atropellé con mi volks. allá por el norte de la ciudad. Ahora allí estábamos mi única y yo ante el camastro del hombre en desgracia: ñengo él, despernancado, solo y su alma en la tarde del domingo, mortecina imagen de la humana soledad. De ganchete miré a mi Nallieli, su discreto suspirar. Ella, humanísima…

– Aquí nomás, viendo pasar la vida, aunque la única ventana da a ese muro de ladrillo. ¿Cómo fue que me localizaron?

– Le traje rosas –Nallieli.

– Y cigarros. Tabaco negro. ¿Le gustan los negros?

Nos dispusimos a hacer compañía al desvalido esa desvalida tarde tan melancólica como son para el solitario  todas las tardes de domingo, muy a propósito para el fruncimiento del ánimo de los viajeros y los desahuciados, de los cautivos y los abandonados, de los que han llegado al límite en el áspero oficio del diario vivir. Desde su camastro, el despernancado nos sonrió con su desmolada sonrisa. “Ya no soporto el sentimiento de culpa”,  le dije.

–          Usted no se culpe, mi valedor. Culpe a mi mala estrella.

Mi única, mientras tanto, se ocupaba de cosas nimias, y tan humanas: que en la jarra haya agua fresca, que las revistas estén a la mano, que el cómodo no esté desacomodado. Nallieli, consuelo de los afligidos…

La crónica: días antes iba yo por la calle en el volks, cavilando sobre la crisis global de mi economía doméstica; ¿cómo solventarla? En eso, de repente, que a carrera tendida se me echa encima la vehemente faz de un vendedor ambulante (este que ahora lengueteaba el titán de grosella que le arrimó mi Nallieli). El buscavidas:

– ¡Tapetes baratos, patrón! ¡Chinos de Taiwán, fayuca legítima!

Con la testa negué y metí el segundón a la cucaracheta, pero caramba, que al parejo del volks. corría el de los tapetes, y con esta mano se pepenó a la portezuela y con esta otra y ante los mostachos me aprontó sus aguacates:

–          ¡Sin semilla, patrón, cuánto ofrece por el guicolito!

Su testa en el interior del vehículo, su boca soplándome en la oreja izquierda la operación comercial. Aceleré mientras alzaba el cristal de la portezuela, y así avancé unos metros, cuando el estertor; “¡Agh…agh..!” ¡En la Tula (mi madre.) Y que meto el frenón, y que bajo el cristal. Pescuezo liberado, el vendedor tragaba tarascadas de smog. “No se preocupe, patrón, que ya estoy acostumbrado. Mire: relojes de plástico, Cartier, coreanos legítimos”.

Arranqué el volks., pero el hombre pegó un reparo y en el cofre se detuvo. Agua, franela y jabón. En precario equilibrio. A toda velocidad entraba yo en la glorieta, que tomé al estilo gángster, y el acelerón. A través del parabrisas, el vendedor aprontó un manojo de fotos: pechos al vapor, glúteos al aire, los sexos, su sonrisa vertical. Ante semejantes alardes femeninos doble ancho enrojecí de iracundia. ¡Cómo se atreve! ¡A mí enseñarme esa pornografía! ¡Suponer que yo fuese a adquirir mercadería tan rastrera! Yo, caliente ante pubis y nalgas a todo color (caliente por la iracundia) di un quebrón al volante, y el rechinón de los frenos, el derrapón de las llantas, y el buscavidas de la vía pública, atropellado.

Eché pie a tierra, y ya que había perjudicado al vendedor, le arrojé unos billetes, tomé el altero de pechos, glúteos y pubis, y…

(Sigo mañana.)

¿Diestro, siniestro?

“No Colibrí a la Izquierda, como nos lo presenta la historia oficial. Por su instinto sanguinario y su aspecto espantable, Huitzilopochtli significa “Colibrí Siniestro”.

Tal afirma el cronista, cuando el colibrí verdaderamente siniestro habitó alguna vez en Los Pinos, y así nos fue a todos con él. A propósito del Día Internacional de los Zurdos, que se conmemoró ayer,  ¿zurdo alguno de ustedes y sufre por ello alguna suerte de discriminación? Porque tal es la condición de las masas: rechazar todo y a todos los que de alguna forma son diferentes, y aquí lo trágico: la discriminación contra la mano zurda la ejercemos y padecemos todos, porque nos hemos mutilado de manera voluntaria la mano izquierda hasta convertirnos en hemipléjicos, y al 50 por ciento manejarnos nuestra capacidad manual, sin  apenas darnos cuenta del potencial que desperdiciamos.

Toda la civilización ha sido forjada con la mano diestra porque nos hemos mutilado de la otra mitad. ¿Por qué razón dejamos la zurda sin el adiestramiento de la derecha? ¿Por qué la cultura ancestral clasifica de negativo todo lo que concierne a la izquierda?  ¿Cómo, cuándo, por qué se originó esa maldición? Una pista para encontrar la respuesta pudiese encontrarse en el mito de la antigua Grecia: con la diestra cercenó Crono la virilidad de Urano en tanto que con la izquierda le afianzaba los genitales, maniobra que la marcó de impura e indigna de la misma educación que la diestra, mutilando con ello nuestra potencia manual. Nosotros, aun sin conocer el mito, a menospreciar nuestra zurda…

Y ya aventurándonos por la recoleta región testicular: ¿cuál de sus manos colocó Jacob en la virilidad de un su padre anciano y casi ciego a la hora en que se hace pasar por Esaú, el primogénito, para en forma fraudulenta dar testimonio (testi-testículos) de ser Esaú y apoderarse de la primogenitura, con todas las ventajas que ello supone? La diestra, sí, por supuesto. ¿Y con qué mano bendijo el viejo Isaac al tramposo, si no con la diestra? ¿En dónde  están a estas horas, si nos atenemos al Libro, lo mismo el padre engañado que  el hijo inescrupuloso, con todo y madre que le inspiró el fraude y lo ayudó a perpetrarlo? Ellos, de acuerdo con la Promesa, a la diestra de Dios padre. Para los que arrojó a su mano siniestra, la maldición. “¡Id, malditos, al fuego eterno!”, clama en el Valle de Josafat.

Discriminación.  El  universo se divide en dos mundos que se atraen o repelen, se implican o excluyen según graviten hacia uno u otro sentido de los polos; y así mutuamente se complementan. Todas las oposiciones que presenta Madre Natura muestran ese dualismo fundamental: noche y día,  luz y tiniebla, oriente y sur frente a norte y  poniente. Por uno la vida asciende y resplandece; por otro desciende y se extingue. En lo alto moran, inmortales,  los dioses; acá, los mortales que se traga la tierra; más abajo se ocultan las serpientes, y en la profundidad, los demonios. Para la cultura de la discriminación el cielo es la diestra y la tierra la zurda. Uf.

Día Internacional de los Zurdos, que fue ayer. Mis valedores: a evitar la discriminación por causa de la diferencia, pero un momento: ¿Peña no será zurdo como Calderón? Porque si nos atenemos al mito que confiere características diferentes al diestro y al zurdo,  qué mano diestra nos fue a resultar Peña con sus obsequios al gringo, pero qué mano siniestra para dejarnos sin petróleo y sin gas. ¿Y nosotros, mientras tanto? ¿Nosotros qué? Ah, masas, ah, México. (Qué país.)

Serviciales

El Perro, mis valedores. Así  se nombra el relato de un L. Turrent cuyo texto sinteticé para ustedes hace años y luego arrumbé en el desván de las carpetas en desuso. Pero válgame, que el tema del perro al que alude el autor cobra hoy tan requemante actualidad que justifica reiterar en el simbolismo de “El Perro”, dedicado esta vez al Legislativo y anexas, serviciales de Washington. Júzguenlo ustedes.

Soplaban los vientos de la Revolución. El militar del cuento era rudo, áspero, insensible. Su servicial, por contras, era un ser insignificante despreciado, infeliz. Era “El Perro”, como le apodaban, mote elocuente. ¿Van ustedes tomando nota? Pensar en legisladores y anexas.

Y ocurrió que al depreciado aquel le achacaron un crimen del que era inocente, y muy a la usanza “revolucionaria” me lo iban a fusilar en un muro del cementerio. “¡Preparen armas! ¡Apunten!”

¿Fusilar al pusilánime? ¿Cómo, si no podían mantenerlo de pie? Un desmayo de ánimo, un desmayo de piernas, y aquel terror que acalambra y acogota al débil de espíritu y temple desfalleciente. Un cobardón. El oficial de mando:

– ¡Párese, hijo de la tiznada! ¡Muera como los hombres!

Pero una vez más el terror, el desmayo,  y ahora  el azar: el coronel que relata el suceso se enteró del incidente, acudió con los de turno y salvó la vida al pusilánime. No lo hubiera hecho; de ahí en adelante, la sumisión absoluta del recién resucitado por el oficial que, desprecio y lástima, le salvara la vida. El apocado se arrimó a la casa de su salvador y se dio a servirlo en todo y con todo, hasta granjearse el apodo de “El Perro”. Abyección pura.

“Ahí lo tenía siempre, sus ojos humildes puestos en mí. Me daban ganas de echarlo, tal como se hace con un perro de verdad, para que no siguiera cuidándome el sueño, pero él me seguía como mi sombra. Repugnante su servilismo”.

Y de pronto, a deshoras de la noche:

– ¡Que vienen los carrancistas! ¡Que no podremos resistir!

Y a la huída. Por salvar la cuera (lo único con que pudieron huir), los villistas huyeron del caserío tratando de ganar la sierra perseguidos por los primeros balazos. “No tuve tiempo de ensillar mi caballo. Iba a pie trepando cuestas y bordeando desfiladeros”. La luz del amanecer suponía nuevos peligros. Y a correr, los plomos silbándoles por los lomos.

“De repente, el galope aquel. Nos parapetamos”.

Y ahí, ante el asombro de todos,  va apareciendo “El Perro”, que traía el caballo del coronel. “Las balas silbaban entre los árboles, pero iba entonces sobre mi caballo. Detrás de mí, en ancas, mi sombra, aquel “perro” que había cruzado las líneas enemigas y recibido los disparos de los carrancistas. Como montaba muy mal, se sujetaba en mis hombros con manos temblorosas. Muerto de miedo, como en el cementerio, cuando lo iban a fusilar. Corría mi caballo. Huíamos del peligro. Nada atendía sino esa fuga”.

Por fin. Ya estaban en la zona dominada por los villistas. El coronel detuvo su cabalgadura. “Sólo entonces miré aquellas manos lívidas sobre mis hombros. Horriblemente crispadas”.

Y que al intentar volverse hacia el servicial, éste resbaló y dio contra el suelo. Una bala destinada al coronel había sido absorbida por los lomos de “El Perro”. El militar lo llevó a sepultar al camposanto. “Pero la última visión que conservo de él: junto a un depósito de basura vi un perro muerto, de vientre inflado y patas encogidas, con unos ojos turbios tercamente fijos en la basura”.

Al Legislativo y anexas, ¿qué memoria histórica les aguarda? (Agh.)

Y todavía aplauden

La Bicha y el Rosco, mis valedores, esa pareja de gatos domésticos que han aceptado vivir en esta su casa (la de ellos),  al amor y cuidados de mi gente, que se les ha aquerenciado (a los dos). Mansos de corazón, medio día se lo pasan durmiendo entre ronroneos, y el otro medio remoliendo croquetas, y todavía se dan tiempo para condescender, si a modo traen el humor, con arrumacos como esos con los que los incomodan el guerejo Ariel y mi Mayahuel de las zarcas pupilas, ella tan hermosa que en ratos creo que lo hace a propósito. Luego de permitir a lo displicente que les soben los lomos, la Bicha y el Rosco tornan al sueño (apenas se insinúen las sombras nocturnas, el par de bolas de pelos van a escabullirse por la azotehuela hasta las  azoteas vecinas y habrá de aplicarse a “forjar una patria espeluznante”, que dijo López Velarde.

Pues sí, pero aquí lo asombroso, lo que me llenó de estupor y me llevó a formular un hervidero de reflexiones, interrogantes e hipótesis que a su hora formularé ante todos ustedes: ocurrió que  ayer, anteayer,  solicitamos los servicios del veterinario, que acudió ya prevenido para aplicar a la pareja de gatos su ración de vacunas.  La Bicha y el Rosco, en tanto, ronroneaban su siesta acá arriba, sobre mi mesa de trabajo, engarruñados entre libros, carpetas y discos compactos. Música de concierto. ¿Terminarán por deleitarse con Bach? (Favor de ir tomando nota, porque el incidente encierra su muy buena  moraleja que a todos concierne. Sigo.)

Y fue entonces.  Ocurrió que en llegando el veterinario, la puerta abierta por aquello del sigilo total,  y mientras el susodicho aguardaba allá abajo, subió Mayahuel y con la naturalidad de costumbre y acariciándola tomó a la Bicha, y al Rosco el Ariel, pero ándenle, de no creerse: el par de animalejos revuélvese entre los brazos que los acunaban, y bufan, se encrespan, se engrifan, se crispan y se acalambran, tirando arañazos y tarascadas. ¿Pues cómo se enteraron de..?  Y en mala hora acudí en auxilio de la de las zarcas pupilas: recibí generosa ración de arañazos, tatuajes de hemoglobina que me cuadricularon la pelleja, pa su. Abajo, aguardando en silencio, el veterinario…

Y qué hacer. Aída (tú, la de todos los días) compartió con nosotros la ración de arañazos y ayudó a bajar el dúo de  rebeldes sin causa hasta donde el veterinario los tomó entre arañazos y  rápido, me jeringó al par:  próstata, rabia,   moquillo, parásitos, papanicolau. Y la paz. Yo, de regreso frente al trabajo, me puse a reflexionar en el incidente de los mininos. Mientras me daba el pasón ¡de yodo! sobre la desatinada caligrafía de los arañazos, que hagan de cuenta electrocardiogramas de esquizofrénico en brama, me puse a reflexionar en relación al misterio del que fui testigo, verdugo y víctima. En mi mente formulaba aquella sucesión de preguntas, y no me explicaba la razón del extraño incidente. Con trabajos volví a la lectura del matutino, que había suspendido para meterme a amansador. Leí, acalambrado al estilo del Rosco:

Consuma el Senado la reforma energética. Tras la votación, la mayoría de los senadores se puso de pie para aplaudir, con el notorio entusiasmo de los priístas y panistas.

Y que el titular del Ejecutivo “tuiteó” el mensaje:

Expreso mi mayor reconocimiento a las cámaras de senadores y diputados. Felicidades a México.

¿La relación de lo que ocurrió con el Rosco y la Bicha y el  saqueo de nuestra casa común para beneficiar petroleras de EU? Esa, mañana. (Vale.)

¿Felicidades a México?

Ilustrativo el suceso ocurrido  con la Bicha y el Rosco,   que comencé a relatar ayer aquí mismo. Júzguenlo ustedes.

Esa mañana los consentidos de la familia ronroneaban su siesta de la media mañana aquí, sobre mi mesa de trabajo, mientras que yo por el matutino me iba enterando de que se remata el saqueo: El Senado de la Repúlica consumó la reforma energética al desahogar el último paquete de leyes secundarias, con el engaño monumental de un cierto Videgaray, según la historia demuestra que tales tufaradas de demagogia son sólo viles embustes:  Ha sido aprobada la Reforma Energética. Mi mayor reconocimiento a las cámaras de senadores y de diputados. Felicidades a México. Y que Hoy se da un gran paso para el futuro de los mexicanos, según el Ejecutivo.

(Lo dicho, mis valedores: ya nos perdieron el respeto. Ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra pura ignorancia y por nuestra pura ignorancia nos tornan colaboracionistas del enemigo histórico.)

El desparramadero de bilis negra me amargaba la boca cuando ocurrió el felino incidente. Allá, varios pisos abajo, sin ruido y sin tocar el timbre llegó el veterinario que aplicaría su vacuna a la Bicha y al Rosco. El  mundo en silencio y mientras Mayahuel tomaba como siempre a la Bicha y la acariciaba,  y al Rosco el Ariel, y le sobaba el lomo,  de súbito aquellas fieras se  engrifan, se revuelven y encrespan, y ahí el bufar y el rechinar de dientes. Ya terminada la encomienda del veterinario y el par de mininos escondido en alguna covacha de alguna azotea, mis brazos trizados a arañazos tomaron el matutino y válgame, el arañazo de cierta Bicha  priísta:

¡El PRI retornó a Los Pinos porque los panistas olvidaron sus promesas para acordarse de sus arcas personales!

¡Así lo acusó el PRI de los Salinas, Montiel, esa Gordillo cautiva y ese Romero Deschamps que goza de su inicua libertad! Ahora los arañazos los sufrí en pleno espíritu.  ¿Conque  volvemos a las andadas? ¿Conque las masas nada de escarmentar? ¿Conque logramos encaramar en Los Pinos a ese Tricolor que creó, institucionalizó y durante 72 larguísimos años usufructuó una demencial corrupción lucrativa e impune, a ese que apenas vuelto al poder ya hurta al país su energético para ponerlo en manos de los gigantescos consorcios petroleros del vecino imperial? Mis valedores:

¿Cómo fue que el par de mininos presintió el peligro? ¿Qué intuición les encendió focos rojos en el cerebro? ¿Qué sexto sentido, qué sexto instinto los llevó a  ventear el peligro, ignorantes como estaban de un veterinario que llegó sin apenas darse a notar? ¿Cómo la Bicha y el Rosco lograron presentir los harponazos de las vacunas, cómo ventearon la agresión a su físico? ¿Qué pulsión primitiva de los primitivos tiempos los alertó? ¿Habrá madre más sabia que Madre Natura, que así  dotó a dos mininos del instinto de sobrevivencia capaz de captar el peligro? ¿Por qué esa misma  Madre no nos dotó a los humanos de una centésima parte de la capacidad de ventear el peligro con que equipó al Rosco? ¿Por qué sí a los gatos  y que los humanos soporten, indiferentes, esa plaga histórica del país, el Tricolor de Peña en Los Pinos? ¿Qué nos sobra a los humanos? ¿A los mexicanos que nos hace falta? ¿Qué nos conmueve y nos mueve al asombro y a la indignación? ¿Ya extraviamos de raíz la memoria histórica? ¿Ya perdimos la capacidad de acción? Ese saqueo de PRI, PAN y chuchos  a nuestra casa común, ¿quedará impune? ¿Todos nosotros ajenos e impávidos?  (Ah.)

¿Y así hablar del holocausto?

Lo dije ayer y hoy lo digo, mis valedores: después de los horrores perpetrados por los israelíes en la franja de  Gaza,  ¿hablar de un  “pueblo elegido”? Tras el reguero de cadáveres de niños guerreros asesinados con el arma en la mano (una resortera para enfrentar con pedruzcos los tanques del “pueblo elegido”), ¿creer a Moshe Katsaw, que en el 2001, cuando presidente de Israel, lo afirmaba:

Existe una enorme distancia entre nosotros, los judíos, y nuestros enemigos. No sólo en habilidad, sino en moralidad, cultura, santidad de vida y conciencia. Ellos son nuestros vecinos, pero aunque parece una distancia de unos pocos metros, aquí existe gente que no pertenece a nuestro mundo, sino  a una galaxia diferente?

“En la prensa (N. Chomsky, analista político) se pinta a Israel como el símbolo de la decencia humana, con valores morales excepcionales. “De vez en cuando se equivocan, pero vean lo nobles que son”. A ningún otro país que comete tales atrocidades se le trata así. Israel tiene una especie de carta blanca como ningún otro país en el mundo. Si los rusos hubieran tratado a los judíos como Israel a los palestinos quizá les habríamos atacado con bombas atómicas. A Israel se le permite atacar Líbano y matar. En uno de sus ataques mató a unas 20 mil personas. Bombardeó con saña la capital frente a la TV. Invadió el sur de Líbano. A favor de la invasión, EU vetó todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que trataban de poner fin a la agresión. Israel sigue aferrado a los territorios ocupados. Se ha anexionado una gran parte. Los EU les apoyan”.

Los validos de Washington siguen desgarrando a las víctimas del “pueblo elegido”.

Golda Meier, en 1969: “Los palestinos nunca han existido, y si existen, lástima, no hay nadie a quién regresárselos”.

De Las guerras secretas de la CIA:  “El 7 de junio de 1981 se recibió aviso de que Israel, con aviones de combate suministrados por los EU, acababa de bombardear y destruir el reactor nuclear de Iraq (…) Israel disponía de acceso casi ilimitado a las fotografías por satélite obtenidas por los EU, y las había utilizado para preparar su ataque. Casey, director de la CIA, había recibido la visita de Ariel Sharon, ex ministro de Defensa de Israel, un truculento ex general del bando de los halcones. Israel facilitaba apoyo paramilitar encubierto a la milicia cristiana más importante del Líbano, el derechista partido falangista dirigido por Gemayel, belicista implacable”.
El jefe Heilbrun del Comité para la Reelección Gral. de Sholmo Lahat, en octubre de 1983: “¡Tenemos que matar a todos los palestinos, a menos que ellos mismos se resignen a vivir aquí como lo que deben ser: esclavos!

En sendos discursos (1982 y 1988), Menahem Beguin: “Los palestinos son bestias caminando sobre dos piernas (…) Podrían ser aplastados como animalejos (…) sus cabezas aplastadas contra las paredes”.

Frente a la masacre de Junín, en Cisjordania, lo expresó Terje Roed-Larsen, enviado especial de la ONU:

El campo de refugiados fue escenario de horrores que superan el entendimiento humano. Vi gente en total conmoción, cuyas casas habían sido destruidas. Vi familias tratando de desenterrar gente bajo montañas de piedras, pedazo a pedazo. Desde hace muchos no se había visto una destrucción masiva de esta dimensión. Es un infierno. Moralmente es repugnante…

Israel, Líbano, Gaza, El Pentágono. ¿Quién es la víctima? ¿Quién es el verdugo. (Alá. Dios.)

Hijos de Leputa

Por cuanto a Los viajes de Gulliver, la novela de Jonathan Swift, ahora recuerdo el episodio aquel donde los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la academia de Laputa, cuyos sabios lo enteraron de sus descubrimientos científicos, “¿Escuchó el informe que rindió el Benefactor ante los habitantes de Laputa? Nuestros logros sirvieron de base para el documento”.

¡Y lo que encontró el visitante en materia de logros científicos! Helo ahí, frente a los sabios que ensayan experimentos diversos, algunos de los cuales describí en días pasados. Ahora el equipo de arquitectos mostraba a Gulliver los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “que escucharía usted sobre ‘vivienda popular’ en el informe del Padre Patricio, que en seguida pondrá en operación dentro de su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de  la abeja y la araña”.

Conoció Gulliver al artista becado por el Benefactor (vía Conaculta, presupuesto multimillonario con cargo a los de Laputa). Ciego de nacimiento, el becario estaba a cargo del arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.

El rubro de Cultura que informó el Benefactor: “Nuestro artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el  olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre los hijos de Laputa (gobernada por el Benefactor, cuya la estatua se alza en la plaza mayor de Lagado”. “¿Dónde lo he visto?,  pensó Gulliver. Porque a ese liliputiense yo lo conozco”.)

– ¿Escuchó usted en el informe del Padre Patricio la portentosa reforma que logró su gobierno en el rango de la Educación Pública?

Al aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La  cara  del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme dióme un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito “separando las varias partes del excremento, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.

Con este logro científico ya no habrá más hambre en Laputa. ¿Escuchó usted el informe de nuestro Benefactor?

Pero ahí la dificultad: ¿quién proveerá al científico de la monstruosa acumulación de excrementos que se habrá de necesitar?  Que el de la estatua y su corte. “¿Pero ellos solos se bastarán para aportar toda la materia prima?”

– No, por supuesto. Esos desechos que apestan la atmósfera de Laputa no saldrán sólo de los políticos. Todos los habitantes, quién más, quién menos, aportaremos nuestra ración de inmundicias a la pestilencia general de Laputa. Todos.

¿Y soportan la pestilencia? “Ya acostumbrados, los de Laputa no percibimos nuestros hedores”. Y que una buena porción de materia prima es proporcionada por el propio Benefactor y los de su corte. “¿Ha  escuchado usted las reformas laboral, energética y otras más que ha ideado el monarca y aprobado sus cortesanos?”

¡Unas reformas que olían a desechos de Maderos quemados y chuchos novoizquierderos! (¡Puagh!)

Cuídamelo, Virgencita

Y como bomba que estalla en la sala:

– ¡Ustedes dejaron que un zurdo manoseara el país!

En la tertulia, silencio. Se detuvieron los comentarios acerca del cuentecillo de la anciana aquella que  imploraba a los dioses preservasen la  salud del monarca cuando el tal, disfrazado de paisano común, al oir la plegaria: “¿Tanto lo amas?”,  pregunta.

–  ¿Amarlo? Yo lo aborrezco y desprecio como el resto del reino.

¿Entonces? Es que cada uno de los soberanos nos resultó peor que el anterior, “y siendo el actual un perverso, ¿qué podemos esperar del sucesor?”

Esa charla inocentona se vino a empachar cuando alguno dejó ir la pregunta: ¿para ustedes cuál ha sido el peor presidente de México? Y que para mí ha sido el de Taltelolco, y que para mí fue ese Echeverría que desde Gobernación, primero, y desde Los Pinos, más tarde, provocó la guerra sucia.

–  Un momento. El peor fue el garañón de la(s) pompa(s) y circunstancias que devastó la economía del país.

Y que dónde dejan a la “pareja presidencial” y el desperdicio de los excedentes petroleros. En eso, ¡vino! el apellido Calderón:

– Convénzase: la peor de todas las plagas que se han encuevado en Los Pinos ha sido ese que ¡vino! de Michoacán. ¿Ya se olvidaron del fraude electoral del 2006 y cuando sus guaruras a la viva fuerza lo metieron a la sede del Congreso y a la viva fuerza, años más tarde, lo fueron a arrojar al  desván de la historia con todo y partido político?

Pensé en la sangre, el dolor y el duelo que provocó el carnicero del Verbo Encarnado cuando en eso ¡vino! a opinar  mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins.,cuya ebriedad persistente se debe sólo a dos causas: que su partido fue vomitado de Los Pinos y que la mayoría de unas  masas apáticas lo regresó al poder.

– Lo que pasa es que México fue manejado por un pinche zurdo.

¿Que qué? El maestro: “¿Un  zurdo dice usted? Zurdo o diestro, ¿influye ese detalle en el destino del país?

– A wevo, maestro. Lo dice la historia.

¿Calderón, el peor gobernante del país? El también intentó despojar de sus reservas petroleras a la Nación, pero no contaba con que el Legislativo no se lo iba a permitir. ¿Pero la zurda de Calderón influyó como factor para su mal gobierno?

– Claro, sí, todos los zurdos están salados.

Y aquel amamantón a su cacardienta. El maestro:

– ¿Y ahora, licenciado? ¿Qué le ocurre a este país ahora que lo maneja uno de mano diestra?

Silencio. “¿No fue esa diestra la que invitó a los colaboracionistas del PAN y chuchos de Nueva Izquierda a firmar esa maniobra tóxica a la que endilgaron el alias de Pacto por México? ¿Qué mano estampó la firma en los documentos de la reforma laboral, el primero de los recientes hachazos de Washington? ¿No fue la diestra la que garabateó con la firma el documento respectivo? ¿Y las sucesivas reformas educativa, energética y la del agradecimiento a Televisa por el papel que jugó en el pasado proceso electoral? ¿No se firmó con la diestra aquel documento? Esa mano diestra (para todo tipo de maniobras perjudiciales contra el país)  ¿no repartió ventajas y privilegios a favor de los intereses de Azcárraga? ¿Con cual mano, si no con la diestra, agradeció (¡a manos llenas, qué surrealismo!) a los dóciles chuchos, corderos y similares que con todo y Peña se sometieron a los intereses de Washington? ¿Entonces? ¿Cuestión de zurda o derecha la ruina de este país?”

Silencio en la sala. Vi que los contertulios se iban escurriendo por esa puerta. Yo, desde anoche, por sí o por no, me he vuelto de un rezandero…

(Uf,)