Moscas, arañas y legisladores

Hablé ayer, mis valedores, de esas perniciosas alianzas que ha perpetrado el PRI con el PAN, su socio natural, y que se le han agregado los chuchos y la pedacería, para entre todos  ejecutar el trabajo sucio de Washington, con Los Pinos en compinchaje.   Nosotros también, más allá de diferencias de todo tipo, en determinadas coyunturas históricas podemos concertar alianzas provechosas para la colectividad. Aquí, a modo de ejemplo, la fabulilla de La mosca y la araña, que recreo para todos ustedes:

El individuo de marras disfrutaba con la destrucción. Y ocurrió que aquel día pepenó una araña y la encerró en un pomo de vidrio. ¿Y si le acerco una mosca y disfruto de la lucha de dos enemigos naturales? Tomó uno de esos insectos, lo encerró con la araña y se dispuso a presenciar el final, pero extraño: nada ocurría. Entonces…

Para incitarlos a la lucha los privó de alimentos y se puso a aguardar un día, dos, varios. Nada. Haya cosa…

Pues sí, la araña parecía dispuesta a atacar, y a huir la mosca, a defenderse, a sobrevivir. El hombre, a la expectativa, esperaba disfrutar de la destrucción, pero nada. Entre los adversarios naturales nada ocurría.

En el fondo del recipiente la araña  parecía desinteresada de la que habrá de ser su alimento, aquella mosca atejonada en lo más  alto de su prisión. Días después fueron trasladados a recipientes más amplios, que de manera antinatural habían aumentado de tamaño. De alimento, nada, y a esperar. Días. A la expectativa…

De no creerse: mosca y araña iban creciendo de tamaño; una parecía más feroz que nunca, y la otra más que nunca dispuesta a luchar por su vida. El hombre las observaba regodeándose ante la inminente destrucción del débil por el más fuerte. Lo de costumbre. Y ahora, con ese tamaño descomunal, mucho mejor resultaría el espectáculo. No llevaba prisa. Se decidió por la espera hasta rematar su experimento. Colocó mosca y  araña en un recipiente mucho más grande que el anterior. Y al desenlace.

¿Desenlace? Nada ocurrió, bostezo y aburrimiento. Esto no responde  a la lógica, pensó el hombre, y a esperar que a los dictados de Madre Natura  los adversarios naturales se enfrenten: Nada. Ahora  tuvo que utilizar  un acuario de proporciones descomunales, tanto habían crecido los protagonistas de un drama que no tardaría en alcanzar su final.

¡Y la fecha llegó!  Transcurrió la mañana, vino la tarde, vino el principio de la noche,  con los ojos del hombre enfocados en la pared del acuario. La araña, ya de un tamaño monstruoso, se había retirado a un rincón; la mosca, a otro un poco más alto. Gigantescas, inmóviles…

¿Y eso? ¿Qué ocurría con el par de rivales? Porque no parecían observarse antes del ataque, sino que miraban hacia un rumbo distinto, distante. ¿Qué miran, qué esperan dos cautivos ya de tamaño descomunal?  Cavilando, aguardando, el hombre se adormeció frente al acuario, y fue entonces….

Entonces fue. Lenta, la araña se desplazó en dirección de la mosca, que se movió también y se aproximó a la araña. Los dos se ubicaron bajo la tapa del acuario, y aplicando los lomos la hicieron saltar, y  salieron ambos, y en unos minutos del hombre sólo quedaron los…

¿Después? Los que por necesidad vital fueron aliados volverán a actuar según su naturaleza.  Y ya. Esto, con bichos enemigos a muerte, algo distinto a lo que ocurre en el terreno politiquero, donde moscas y arañas son hermanas siamesas. ¿Pero nosotros? ¿Nosotros qué? ¿Cuándo nosotros? ¿A seguir exigiendo nosotros a moscas y arañas? (¿Qué?)

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