Humano y animal

Así debe ser el político, según Maquiavelo. Tanto debe tener de animal como de humano porque existen dos modos de combatir: con las leyes y con la fuerza. La primera es característica del humano; la segunda, de la bestia. La primera no siempre es suficiente, y entonces hay que comportarse como irracional. Ejemplo es el del centauro Quirón, cabeza de humano y cuerpo de equino, que educó a héroes mitológicos como Jasón, Aquiles, Belerofonte y otros más.  Tal es el símbolo del político, que debe participar de ambas características: la fuerza  y la inteligencia, porque una sola no subsiste sin su complemento. Maquiavélico.

Otro ejemplo: en su profesión, el político debe transformarse en zorro y en león. El zorro no puede protegerse de los lobos ni el león de las trampas que colocan los cazadores.  Pero el  zorro sabe eludir las trampas y el león no teme a los lobos. Ambas características debe aunar el político. Y vaya que en ese terreno sembrado de trampas  merodean los lobos. Mis valedores:

Maquiavelo se compara con el  pintor. Tal como el que dibuja un paisaje se sitúa  en el llano para apreciar montañas, y para apreciar el llano se debe trepar a la montaña, así un ciudadano común, como se dice el florentino, desde el llano intenta conocer la naturaleza del político, el cual, desde su eminencia, está obligado a conocer el llano. A la manera de los médicos buenos,  que junto con la práctica de su profesión se perfeccionan con el estudio de la teoría y nunca terminan de aprender, así debería ser el  político de carrera. Los profesionales de la política que manejan la administración pública del país cuánto conocerán de esa teoría indispensable que los faculta para ejercer cabalmente su profesión. No existe un buen político que no conozca a fondo y practique lo que aún es vigente de las reglas establecidas por Maquiavelo, personaje que marcó toda una época en la ciencia política. Sin embargo…

Entre los políticos mexicanos pocos parecen haberlo leído ni puesto en práctica sus enseñanzas, según denuncian sus propias acciones. López Portillo, tal vez, y algún otro, ¿pero los demás? ¿Pero el Fox de “José Luis Borgues” y un Peña que cuando candidato a la presidencia del país, en plena feria libresca, atribuyó a Carlos Fuentes El águila y la serpiente?

¿Fox leería la sentencia de Maquiavelo: “Quien es elegido príncipe con el favor popular debe conservar como amigas a esas masas sociales que lo llevaron al poder”? Y a la medida del actual o sus asesores: “Si el partido principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os parece más útil y más conveniente para la conservación de vuestra dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal caso, la honradez y la virtud son perniciosas”.

¿Culto Fox? ¿Buen lector de “José Luis Borgues”? ¿Culto el sucesor, ese que ¡vino! a estrenarse como carnicero a Los Pinos? Ese que ¡vino! a inaugurar un puerto en Ahome, Sin., y parecía ebrio (de rabia) al regañar a Pérez Jácome, por aquel entonces titular de Comunicaciones:

– Eso sí, el letrero quedó muy chiquito,  secretario, ¡eh!, yo sé que les recortan todo el presupuesto en publicidad allá en la Cámara, pero ¡no exageren, hombre! Ese parece un permiso de taxi, digo, para el tamaño de la obra, ¿no? Hay que hacer otro pa´l puertón que tenemos, no un letrerito.

¿Culto ese que ¡vino! a expresarse de Carlos Pascual, el entonces embajador de EUen nuestro país: “Ese le echa mucha crema a sus tacos”?

¿Culto el desvergonzado que se ha atrevido a volver al país? (¡Hic!)

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