Hijos de Leputa

Por cuanto a Los viajes de Gulliver, la novela de Jonathan Swift, ahora recuerdo el episodio aquel donde los anfitriones llevaron a Gulliver a visitar la academia de Laputa, cuyos sabios lo enteraron de sus descubrimientos científicos, “¿Escuchó el informe que rindió el Benefactor ante los habitantes de Laputa? Nuestros logros sirvieron de base para el documento”.

¡Y lo que encontró el visitante en materia de logros científicos! Helo ahí, frente a los sabios que ensayan experimentos diversos, algunos de los cuales describí en días pasados. Ahora el equipo de arquitectos mostraba a Gulliver los avances logrados en las técnicas de construcción de casas y edificios “que escucharía usted sobre ‘vivienda popular’ en el informe del Padre Patricio, que en seguida pondrá en operación dentro de su ambicioso programa de vivienda popular. Nuestra técnica revolucionaria consiste en comenzar la edificación por los techos e ir descendiendo hasta los cimientos. Con ello sólo tomamos el ejemplo de  la abeja y la araña”.

Conoció Gulliver al artista becado por el Benefactor (vía Conaculta, presupuesto multimillonario con cargo a los de Laputa). Ciego de nacimiento, el becario estaba a cargo del arte pictórico, y trabajaba con aprendices ciegos también, artistas plásticos a quienes enseñaba a mezclar pinturas de todos colores y pintar lienzos con los que dotaban a Laputa de una muy apreciada obra pictórica.

El rubro de Cultura que informó el Benefactor: “Nuestro artista enseña a los aprendices a mezclar colores por el tacto y el  olor. Es un genio pictórico que goza de un bien ganado prestigio entre los hijos de Laputa (gobernada por el Benefactor, cuya la estatua se alza en la plaza mayor de Lagado”. “¿Dónde lo he visto?,  pensó Gulliver. Porque a ese liliputiense yo lo conozco”.)

– ¿Escuchó usted en el informe del Padre Patricio la portentosa reforma que logró su gobierno en el rango de la Educación Pública?

Al aula siguiente, y entonces, de súbito: “¡Un tremendo hedor me detuvo! ¡Excrementos! Mi guía me aconsejó que no ofendiese al sabio mostrando mi repugnancia. Mucho cuidado con taparme la nariz. La  cara  del sabio tenía un pálido color amarillo; sus manos y ropas estaban embadurnadas de inmundicia. Al verme dióme un estrecho abrazo. Contuve la respiración. ¿Su tarea? Intentar convertir los excrementos humanos en alimento para Laputa. El sabio lograría su propósito “separando las varias partes del excremento, eliminando el olor que les da la bilis, disolviendo lo no aprovechable y quitando la mucosidad”.

Con este logro científico ya no habrá más hambre en Laputa. ¿Escuchó usted el informe de nuestro Benefactor?

Pero ahí la dificultad: ¿quién proveerá al científico de la monstruosa acumulación de excrementos que se habrá de necesitar?  Que el de la estatua y su corte. “¿Pero ellos solos se bastarán para aportar toda la materia prima?”

– No, por supuesto. Esos desechos que apestan la atmósfera de Laputa no saldrán sólo de los políticos. Todos los habitantes, quién más, quién menos, aportaremos nuestra ración de inmundicias a la pestilencia general de Laputa. Todos.

¿Y soportan la pestilencia? “Ya acostumbrados, los de Laputa no percibimos nuestros hedores”. Y que una buena porción de materia prima es proporcionada por el propio Benefactor y los de su corte. “¿Ha  escuchado usted las reformas laboral, energética y otras más que ha ideado el monarca y aprobado sus cortesanos?”

¡Unas reformas que olían a desechos de Maderos quemados y chuchos novoizquierderos! (¡Puagh!)

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