Irracional (II)

Tantas idas y venidas – tantas vueltas y revueltas -quiero, amiga, que me digas – ¿son de alguna utilidad?

Marchas, plantones, polémicas, controversias. Y que si este debate y que si aquellas encuestas, y que si una TV «democrática», y que si… mis valedores: ¿si leyésemos, a propósito,  Pancho Papadas, relato de Vargas Pardo? Aquí, en el estilo sápido del autor, la síntesis:

Al pueblo llegó un cilindrero, y el máistro Delfino, cuetero de profesión, le ofreció un tostón por su mono huasteco. “Si no me lo robé, oiga. Tres pesos y el mono es suyo”.

Y como unos estamos a fregar y otros a no dejarnos, el máistro dejó el tostón y cargó con el mono. Todo fue verlo llegar, y los chamacos dejan de chambiar. “¡Mi apá compró un mono. ¡A quemarle un buscapiés por el cicirisco!” (Tomar nota)

Ahí se inician las jugarreras de los bribones. Día con día maltratarlo. “A aventarlo a la tina de fermentar”. “¡Que se ponga bien pando como mi apá! ¡Que se hogue!”

Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y va pa adentro otra vez. “¡A rellenarle las tripas de pólvora pa que truene!”

Pobre carcaje de pelos y huesos descoyuntados. ¿Pues no se les ocurrió a los bellacos meterle un chicloso entre las muelas y un chile por la trasera? El huasteco daba maromas sin saber a qué mortificación atender primero.

– ¡A darle toques! ¡Miren cómo se  retuerce!

Pobre infeliz. Los chamacos le tronaban cohetes y le ataban a la cola mechas ardiendo. Ya el animalito fue quedándose ñengo, trasijadón, descoyuntado. Como que no andaba ya en sus cabales, como que apenas aguantaba la vida, como que ya todo le daba igual, como que soñaba en morirse. Atejonado en un rincón, las manos en la cabeza, el montoncito de sufrimientos pelaba unos ojillos rebrillosos de espanto. (¿Van ustedes tomando nota?)

Ese día llegó el máistro Delfino: “¡A trabajar, que hay muchos pedidos pa las fiestas de la iglesia! ¡Pónganle doble carga al barril! ¡A moler la pólvora, brutos! ¡Con mucho cuidado pónganle el nitro y la señal!

Trabajaron hasta tarde, le cebaron doble carga de nitro al barril y le pusieron, como señal de peligro, un hilacho blanco. Y la runfla de malandrines a la cocina a comer. (Reflexionar.)

Solo y su alma en el taller se quedó el huasteco, bolita de sufridero. Ahí permaneció sin moverse, montoncillo de pelos y güesos, nomás mirando. Sombra ya de sí mismo, miraba sin pistojear, quién sabe en que se fijaba tanto, como a piense y piense, como si de pronto reflexionara…

Y fue entonces. De repente el huasteco se alzó, se enderezó, se rascó las costillas, pegó un berrido, se dejó ir hasta el barril de pólvora, le desenredó la tira de hilacho y con ella se alejó y fue a treparse allá, lejos, en aquel  guamúchil.

Después de la comida (fijaros bien), la sarta de bergantes entró al taller pa seguir chambiando. El máistro Delfino, como no vio ninguna señal de peligro en la manivela del barril, se fue a darle vuelta con todas sus ganas.

– ¡Ni siquiera el nitro le han puesto, güevones! – Y güevones fue lo último que dijo en su vida, porque ¡brrumm!, en mil pedazos su mundo. Mis valedores:

Al mono huasteco los brutos lo habían agotado a maltratos. A Pancho Papadas, un irracional, el sufrimiento cotidiano lo elevó hasta la hazaña de pensar, y adquirir conciencia de que quienes así lo golpeaban no eran aliados, sino enemigos de su bienestar. El arma del irracional fue la pólvora, la del racional, la organización celular autogestionaria, superior a la pólvora. ¿O a seguir exigiendo? (Válgame.)

Irracional

Pero no sólo la marcha-plantón y el e-xi-gir al Sistema. Otras tácticas también han generado enorme provecho para todo el país. El conjuro y la  «limpia«, pongamos por caso. Cuando candidato presidencial  Salinas se sometió a una limpia, y hasta hoy alcanzan los beneficios que ello trajo al país, ¿no es cierto? La crónica.  Guelatao, Oax.

“¿Y esos huevos?”, pregunta Salinas.

– Para que se vayan sus pendientes. Para que cuando presidente de México se­pa cumplir sus promesas. Señor Dios nues­tro…”

Y comienza la limpia. El curandero bendice a Salinas con cuatro velas. El lleva  un bastón adornado con cintas de colores.

– Ruega por nosotros. Salinas mira fijo los ojos negros de la curandera, siente sus manos recorrer su cuerpo. “Padre mío / Santa alma del purgatorio / Santísima Trinidad / Madre mía / Mamacita linda / Virgen santísima…”

La curandera lo limpia con un ramo de hojas de naranjo que pasea por todo su cuerpo hasta las piernas: “Para que le dé fuerza / para que tenga salud». (Salinas sostiene la mirada en el frente, casi inexpresivo.) “Usted es nuestro padre / Dios mío / Jesús mío”. Leoba lo bendice con ramos de rosas rojas y lo limpia con el aroma y los pétalos. Guadalupe centra en él la mirada y el rezo, mueve su cuerpo y apenas levanta los pies de la alfombra amarilla del cempasúchitl, lo va “persinando” y le acaricia el cuerpo con las hojas de ruda y poleo. El mira al frente, intenta entregarse al ritual. Pero el espacio multicolor, santo y pagano, junto a la laguna encantada, profana el rito y lo vuelve espectáculo de cámaras y flashazos.

Esperanza le muestra tres huevos benditos, con ellos recorre lentamente su rostro que no sabe qué músculo mover, su cabeza cuello, hombros, pecho, torso y piernas. “Ruega por nosotros”. Bañan sus manos con colonias preparadas de aromas de hierbas. El les informa muy cerca, al oído, que la ceremonia debe concluir.

Leoba levanta el crucifijo, testigo mudo del ritual, se lo acerca a los labios, pero Salinas, en acto político pagano ante Benito Juárez, declina el beso. Gira la cabeza hacia un lado y en desagravio abraza a las curanderas, mujeres arrugadas de rostros morenos casi impenetrables, de ojos negros cargados de tiempo y de magia de manos pequeñas que saben acariciar para limpiar, de dedos cortitos llenos de anillos.

El curandero Antonio, de Jamitepec, le ofrece el cáliz de agua de ruda. El candidato apresura el trago. “Para que le dé fuerza”. Alejo Maximino y Alfonso García vinieron desde Huautla de Jiménez a presidir el ritual “Prendimos las velas para que no tenga tropiezos”. Las 12 velas chorreantes de cera amarilla posan a los pies del Juárez niño, pastorcito de cuatro ovejas, que hace las veces de altar.

– Que el dueño del cerro lo proteja Las velas encendidas le hacen homenaje al licenciado Benito Juárez para que le dé apoyo a De Gortari. Que la fuerza una al país que hoy está cuarteado. Queremos abrir su expediente para que no tenga problemas.

– ¿Pueden ver su destino?

– Sí, cómo no, con los hongos, que nos permiten ver lo invisible, vemos el futuro del licenciado, un futuro, el de Salinas, que va a ser de una acrisolada honradez. (¡!)

Más tarde dirían a Salinas: “No queremoscompletar 500 años de olvido y de incomprensión. También los indios tenemos alma.Si te vas de aquí seguro de que los indios tenemos una cabeza para pensar,un corazón para querer y unos brazos para trabajar. Que tu suerte sea nuestra suerte”. ¿Y? ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Distintos a  los de la marcha-plantón? (¿Qué?)

La lucha práctica

Si queremos combatir al Poder debemos entenderlo. El pensamiento que se deja engañar a sí mismo guiándose por el deseo no va a ayudarnos, y el reclamar fórmulas optimistas resultará anticuado e inútil como lo es una danza india para provocar la lluvia.(E. Fromm.)

¿Y qué? ¿A treinta y dos días  de marcar una boleta electoral seguimos con el ánimo efervescente y a flor de mente la incertidumbre sobre cuál de los cuatro será el mejor o, cuando menos, el menos malo? ¿Ya en nuestra mente preparamos el voto para entregárselo a éste,  aquélla o aquél? ¿Ya nos convencimos (nos convencieron) de que éste, aquélla o aquél va a obrar por nosotros el milagro de ese cambio que precisamos con urgencia? ¿Este, aquél o aquélla va a anularse y anular  el Sistema para crearnos un gobierno aliado de todos nosotros? Mis valedores:

Cómo fue que descendimos a tal grado de pasividad en el ejercicio político que nuestro papel se reduce a cruzar una papeleta cada tres y seis años lo explican la historia y la teoría política. Uno de los maestros estudiosos del tema, protagonista que ha sido de la lucha social desde l966, analiza las tácticas y estrategias que el Sistema de poder y sus voceros oficiosos han tramado para llevar a las masas al proceso electoral como única forma de cambio. Aquí, con dedicatoria especial al grupo «Yo soy 132»,  la parte inicial de La lucha práctica.

Desde mediados de los años setentas el Sistema de control del Estado Mexicano consiguió que la inconformidad social fuera canalizándose, de acuerdo al dogma que inoculó en las masas sociales, por la vía electoral y en el contexto de una democracia representativa, ocultando los avances logrados por los movimientos sociales que a base de democracia participativa habían impuesto en las áreas de influencia de ese Sistema de control con vistas al cambio.

No escatimó el gobierno recursos económicos y humanos para introducir en la conciencia colectiva el esquema electoral de la democracia representativa, contraria a la democracia participativa, y con ello ampliar la clase política que garantizara la enajenación al sistema neoliberal y al control de la corrupción como arma estratégica. También intensificó las formas de cooptación de líderes y activistas, creando todo una legión de colaboracionistas que se encargó y sigue encargándose de impedir que las masas sociales miren la realidad con sus propios ojos y con su propia ideología.

Al ser arrebatada a las bases, la soberanía pasa a ser parte del poder cupular. En el Sindicato Nac. de Trabajadores de la Educación, por ejemplo, la soberanía no radica en las bases magisteriales sino en la agente gubernamental Elba Esther Gordillo. De enfrentarse al gremio magisterial como simple lideresa obvio es que nunca hubiese llegado al puesto que detenta, con perjuicio de la educación.  Este ejemplo vale para ubicar todos los órganos corporativos de control de trabajadores a los que mañosamente se les emboza con el nombre de «sindicatos».

Las formas de lucha obsoletas, una vez que son infiltradas en el imaginario colectivo, se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual la forma obsoleta cobra vida propia. Los propios luchadores sociales, con su falta de lucidez, se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado semejante fenómeno enajenante, el gobierno ya sólo necesita darle «mantenimiento» a semejante maniobra  inoculada en el movimiento social. (La lucha práctica sigue después.)

Atenco, factura pendiente

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un mediocre Peña Nieto puntero en la carrera presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culata de rifle, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y ese  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular (el territorio patrio) las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano. Atenco.

Fue en el 2006, los días tres y cuatro de mayo, cuando una venta de flores se convirtió en la guerra florida de los machetes, con la brutal incursión de los uniformados de Peña Nieto, lobo con piel de humanista y máscara de demócrata cuya respuesta a los requerimientos de 132 estudiantes universitaria hace un par de semanas fue una mala copia del autócrata Díaz Ordaz:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Ahí comenzó a pagar su deuda por el crimen de Atenco, aunque todavía no al precio de las atrocidades que perpetró con su horda de sicópatas de la «violencia legal». El ejecutor intelectual de un asesinato y un delirio de sangraduras encabeza las preferencias en la carrera presidencial. Tal es el poder de Televisa; tal es la desmemoria de las masas sociales. Peña Nieto.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando de un Peña Nieto que ahora amenaza con encuevarse en Los Pinos. Es México.

Ahí quedan los restos de una violencia que el Díaz Ordaz de masquiña provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Aberrante.

Tal es la justicia en México. Tal  es el sañudo violador los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa lo mantienen como posible sucesor del Verbo Encarnado. «Para  tiene el Estado la violencia legal». Peña Nieto.

Pero ante la pasividad y la indiferencia de quienes se disponen a votar: América del Valle sentenció a los agresores, comenzando con el de la «violencia legal»:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de San Salvador Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Año del 2006, tres y cuatro de mayo. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No, cuando menos, el primero de julio próximo. ¿O tal vez..? Es Atenco, es Peña Nieto,  son ustedes (Es México.)

¡Sí se pudo!

 

Trascendental en la historia del país puede resultar su movimiento, compañeros  estudiantes del movimiento «Soy 132», con tan sólo que se liberen de dogmas y se avoquen al ejercicio de pensar. Va aquí, para todos ustedes, la síntesis del documento en que mi maestro sintetiza la historia, la realidad objetiva y su experiencia personal como militante de movimientos sociales.

La lucha práctica. Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un adversario, puede encontrarse aquello que lo torna vulnerable a pesar de mantener el poder.

Un principio fundamental consiste en entender que la fortaleza del enemigo es directamente proporcional a la debilidad nuestra. En este sentido tenemos que autoanalizarnos y detectar todo aquello que nos hace débiles.

El adversario  ha sintetizado una forma de control y dominio que le proporciona excelentes resultados: introduce en los movimientos sociales concepciones y formas de lucha ineficaces y obsoletas que una vez que son introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual la forma obsoleta de concebir las cosas cobra vida propia. Los mismos luchadores sociales, con su falta de lucidez, se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante, los agentes gubernamentales sólo necesitan darle mantenimiento a esa  su concepción inoculada en el movimiento social.

La razón desarmada no ha podido, hasta este momento, derrotar al irracionalismo del poder armado. (Cuando hablamos de armarse no nos referimos a tomar las armas de fuego, sino de crear sistemas de lucha pacífica superiores a las armas de fuego. Esto que parece imposible se debe a que la metodología que nos han inculcado nos lleva a buscar la solución en el ámbito del conocimiento en donde no se encuentra la respuesta correcta a nuestros propósitos. Los elementos metodológicos con que contamos: gritos, «slogans», muchedumbres que exigen en la vía pública,  nos arrojan al círculo vicioso en donde siempre llegaremos a las conclusiones ineficaces que el gobierno necesita para seguir controlándonos.)

La marcha-mitin. En nuestras marchas enarbolamos como pregón mágico la consigna «el pueblo unido jamás será vencido». No se entiende que para que el pueblo se una no basta un grito que invoque la realización de un milagro. El pueblo no se va a unir  por sí solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicamente avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A la marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva, que es la de demostrar una inconformidad y preparar a las bases  para pasar a formas de lucha específicas de su área de operación. En forma equivocada se le ha asignado  a un medio la capacidad de ser el todo de la lucha.  Tal dogma no se cuestiona a pesar de haber demostrado una y otra vez sus limitaciones,  su nula eficacia.

Ese dogma nos deja desarmados. Al convertirla en el todo de la lucha se desnaturaliza su función práctica y se le transforma en liturgia secular, en peregrinación que enarbola conjuros  que claman por el milagro que nos produzca los resultados que pretendía nuestro movimiento inicial. Con el tiempo los marchantes-peregrinos se desencantan: «no fuimos escuchados. El milagro no se produjo». Se cae entonces en el derrotismo con el que seguiremos controlados por el Poder.

Volveré con el documento, compañeros estudiantes, pero por la justeza e importancia de su lucha,  ¿no vale la pena pensar? (¿Qué?)

Del esperpento

A manera de despedida, el presidente Calderón nos pide, como buen sueño o deseo lo recordemos como el primer gobernante en combatir el crimen organizado. No será el único motivo que tendremos para recordarlo, hay otros que nos pasarán por la memoria. R. Cremoux.)

Se afirma, mis valedores,  que los dioses enloquecen a quien quieren perder, pero a mi juicio es otra la realidad. Faltos de temple y carácter cuanto sobrados de odios, ambición y soberbia, algunos no son capaces de soportar un conflicto superior a sus fuerzas y se desbarrancan en la sombría región de la locura. De la ficción y a memoria recuerdo, junto a locos notables como los de Maupassant y el de Gogol, al trágico rey Lear, cuyas locuras de cuando cuerdo  lo llevaron a la cordura y a las estrujantes escenas del viejo al que en pleno delirio abate la tempestad. El anciano insensato es, creo yo, el más humano de todos los trágicos entes de Shakespeare, el más trágico de sus humanísimos personajes. Lean El Rey Lear.

Y ya en los anchurosos terrenos de la mitología: en el sitio de Troya fue muerto Aquiles y porque lo consideró de justicia, Ayax reclamaba para sí  las armas del inmortal (ni tanto). Cuando Agamenón cedió esas armas a Odiseo-Ulises, tanta fue la cólera en Ayax, que se atrevió a increpar a los dioses, culpa la más penada del Olimpo: la hybris: desmesura y soberbia. Fue así como el sobrón fue castigado con la locura y la obnubilación que llevó al infeliz a tomar por hordas enemigas a un inocente hato de ovejas, pero el refinado sadismo:

Tal como siglos más tarde Cervantes a don Quijote y con la aviesa intención de que se avergonzara de su hazaña ridícula,  los dioses devolvieron la razón al héroe. Intolerable sadismo, mis valedores. ¿Cómo procedió, ya cuerdo, el guerrero? Caminó hasta la playa, y en la arena enterró su espada y se recostó en ella. Del lado del corazón.

 ¿Don Quijote? Derrumbado en su cama, desencantado y agónico, renegó de pasadas locuras. A Sancho, que lo excitaba a levantarse y echarse a andar detrás de endriagos y dulcineas,  respondió el cuerdo, y aquí lo patético de la razón recobrada, que ya no se deja llevar por el fulgurante idealismo:

«No, Sancho amigo: en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño».

Triste, sí, mas no importa; se perdió un idealista y un soñador, pero esa bella locura es contagiosa: el Sancho Panza que fue zafio y vulgar es ahora el iluminado que anhela volver a los caminos del ideal (a abrir esos caminos) y enfrentar a gigantes, endriagos en nombre de dulcineas, y entre los astros volar a lomos de Clavileño. La locura del ideal no muere con el claudicante, que  otro tenderá el ala rumbo a “esa excelsitud inasible”. Los genocidas, por contras, esos torvos personajes  que sobreviven chapoteando en charcos y lloraderos de sangre…

Mis valedores: ¿a partir de diciembre qué fin tendrá ese al que  angustia y desesperación llevan a acometer la empresa imposible de excusar lo inexcusable? ¿Cómo justificar que en cinco años apenas a penas y empobrecimiento condenó a doce millones de desdichados? ¿Intentar, al modo  de lady Macbeth,  la empresa imposible de lavar de sangre sus manos? ¿El delirante montón de asesinados  no le habrá asesinado el sueño, como al propio Macbeth? ¿Cómo atarantar la conciencia? ¿Prozac? ¿Cantidades industriales de licor? ¿Cómo? Si los dioses enloquecen al que quieren perder, ¿no habrá perdido al de marras para enloquecerlo a partir de diciembre? ¿Lo rescatará la misericordia del Verbo Encarnado? ¿Qué? (México.)

Sotanas y narcos

“Son intereses jacobinos los que intentan deslegitimar la misión eclesiástica. ¿Acaso es un crimen que los narcotraficantes arrepentidos de sus pecados se acerquen a la Iglesia? Ella, la Iglesia, no está obligada a rendir información sobre los recursos que le entran»

(C. Abascal cuando Sec. de Gobernación.)

¿Así que gobernadores corruptos? ¿Y ciertos jerarcas católicos?  «Las limosnas de los narcos  se purifican al entrar a la Iglesia»: Ramón Godínez, entonces obispo de Aguascalientes.

El religioso  Leonardo Boff: “Es profundamente antiético que jerarcas de la Iglesia Católica Mexicana se hayan visto envueltos en problemas con el narcotráfico. El poder religioso entra siempre en articulación con el poder político y el poder económico. Si el poder religioso no es vigilado, controlado, y si no mantiene su altura ética, degenera en los negocios sucios».

El Teólogo de la Liberación fue desmentido por el obispo Sergio Obeso: “Rechazo que la Iglesia utilice dinero del narcotráfico. Se pueden decir tantas cosas, pero hay que probarlas».

Carlos Quintero, obispo: “Claro que sí, lo acepto: recursos del narcotráfico han llegado hasta las arcas de la Iglesia, particularmente en esta frontera. En Tijuana hay familias que han sostenido parroquias con dinero del narcotráfico. Seamos realistas. Si, no podemos ocultar el mal, pero tampoco debemos omitir las cosas buenas del mal. Aquí hemos encontrado familias buenas que han ayudado a sostener el seminario y muchas otras que han aumentado el número de parroquias».

Y un sacerdote José Raúl Soto,  de la Universidad Pontificia de México:

“Aquí, en la basílica de Guadalupe, los narcotraficantes son muy generosos. Sin dejar de ser traficantes de drogas ayudan y dan limosnas que nosotros ya las quisiéramos hacer. Los más generosos han sido Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes”.

Alberto Athié sacerdote: “La Iglesia Católica Mexicana se mantendrá siempre abierta a los narcotraficantes, sí, pero sólo para pedirles que abandonen su actividad. Ellos, los narcotraficantes, son vistos como los más malos entre los malos, pero en muchas ocasiones son diferentes. No podemos identificarlos como personas esencialmente malas. Hay quienes tienen la inquietud de buscar el bien y con sus generosas limosnas hacer cosas a favor de la comunidad”.

“Yo sí reconozco que recibo sus donativos”, afirma Ernesto Alvarez, sacerdote amigo de la familia de Amado Carrillo Fuentes, al que se dice acompañó en un viaje por Tierra Santa y celebró, en El Guamuchilillo, Sin.,la misa de cuerpo presente en el sepelio de “El Señor de los cielos”.

Feligreses de Malpaso, Ags., acusaron al cura: “Mantiene relaciones con narcos. Ellos le obsequiaron una camioneta y una arma de fuego. Maneja una sola capilla de una población de tres mil habitantes, pero tiene dos cuentas bancarias, una con más de un millón 300 mil pesos”.

Jerónimo Prigione, cuando nuncio apostólico de El Vaticano en nuestro país: “Fue el padre Gerardo Montaño el enlace entre los  Arellano Félix y yo. Pero no volveré a tener contacto alguno ni a entrevistarme con otros narcotraficantes”.

Onésimo Cepeda, empresario taurino y obispo:  “Nosotros los clérigos les podemos decir a Amado Carrillo y demás narcotraficantes: Váyanse, hijos, el Señor los perdona y no pequen más».

Fechada en 1997:  “La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público no prevé sanciones por el caso de las narco-limosnas ni habrá modificaciones al respecto”. Sin más.  A los gobernadores corruptos la ley. ¿Y a las sotanas?  (México.)

Señores justicias

En mundos y tiempos de fábulas existió un avaro que en buen escondite atesoraba alteros de monedas de oro y en la cocina tres cachos de queso y uno de pan, provisiones que, magras y ruines, vivían siempre expuestas a la voracidad de un hervidero de ratas que infestaban el tugurio del avaro aquel. A la vista del poco queso y poco pan siempre mordisqueados se desesperaba el ruincejo, y qué hacer. ¿Trampas en las que tuviese que malgastar rajuelas de queso? ¡Nunca dispendio tal! ¿Un gato? ¡Menos! ¿Los resecos trozos de pan y los míseros cachos de queso exponerlos  también al gato? ¡Nunca! ¿Custodiar en persona las provisiones a costillas del sueño y las horas dedicadas al deleite onanista de cachondear, flor de tacto, las amarillas rodelas? ¡Jamás! Pero entonces qué hacer…

El avaro se devana los sesos piensa que te piensa, trama que te planea, pero  no hallaba la solución. Y así se pasaba los días de claro en claro y de turbio en turbio las noches, y de congoja en congoja su vida entera, penduleando de la depresión al insomnio,  y de ahí a la angustia. Pero aquel día, de repente:

– ¡La solución! (Tomar nota, señores justicias.)

Y ocurrió que con paciencia y salivita, como es fama se logra todo en el salivero mundo de ratas, avaros y señores justicias, el codicioso ejecutó la primera parte del plan, que fue armarse de paciencia y de una escoba y apostarse cerca del agujero que daba al bajo mundo de los roedores. Y a esperar, vigilar, contener el aliento, hasta que de repente cayó una rata.

Y a encerrarla en una jaula de alambre, y a dejarla sin comer. (¿Captan el plan?)

Y ocurrió que al paso y peso del tiempo (que todo lo cura, lo enferma, lo agrava y agravia)  la rata bufaba de hambre, brincoteando y acalambrándose.  El avaro, entonces, le fue cebando cachos de carne fresca, con la que le amansó el hambre. Pero a ver: ¿un  avaro derrochando en filetes? Carne era,  sí, pero de una rata que acababa de asesinar a escobazos. ¿Pescan ustedes la idea?

Y así los siguientes días: tres rajuelas de carne de rata le amansaron el hambre, pero luego a cerrar la despensa, y hasta más ver. ¿La siguen pescando, señores justicias? A carne de rata sobrevivió la reclusa, y le fue tomando sabor y le agarró el gusto, pero  al suspendérsele  todo era bufar y convulsionarse. ¿Adivinan ustedes el resto?

Exacto: con la roedora en delirio por un ayuno de días, el avaro aprontó la jaula a la boca del agujero que hervía de ratas, abrió la reja y dejó escapar el famélico animal, que de ahí en adelante inició una terrible devastación y una mortandad espantosa entre los roedores, que devolvió la calma al ruincejo después de que aquel su ingenio le hubo ahorrado el gasto del gato y el queso en la ratonera. Y aquí mi mensaje: señores justicias.

Ratas ya tienen en su poder, civiles y de uniforme que conocen el mundo del narco y el del perseguidor. Presas como las tienen  en celdas de alta seguridad, tales ratas andan a estas horas como perros del mal, espuma en la boca y bilis desparramada. Bilis negra. ¿Y si se decidieran ustedes, señores justicias? Ya vejaron a esas ratas, las maltrataron y enfurecieron al máximo. Una argolla de control y a soltarlas allá por los rumbos de Michoacán, Sinaloa, Chihuahua, todo el país…

¿Será más mortífera esa contienda que la abominable guerra particular del devoto Verbo Encarnado? A no ser que  tema alguno de ustedes que  tras de las confidencias de algún roedor venga la DEA y les pise la cola.   Pudiera ser. ¿Que no? ¿No es México? (En fin.)

Mediocridad

Las masas sociales, mis valedores.  Por demás elocuente el dilema que se les planteó a principios del mes, cuando los medios de condicionamiento las pusieron a  escoger, en la misma noche, entre un partido futbolero y varios partidos políticos representados por sendos aspirantes a la presidencia del país.  Rudo y permanente dilema, que esta vez se resolvió en una especie de empate entre  la demagogia y el esférico. ¡Gooo!

Dilema rudo, en verdad. ¿Qué habrá resultado más provechoso para quienes tuvieron que elegir entre el debate entre las patadas en una cancha de futbol y las patadas de los candidatos del Poder? ¿Cuál de ambas opciones dejó una migaja de beneficio para el individuo y para las masas sociales? ¿Cuál beneficio, cuánto de beneficio? Al final del encuentro pelotero o de la pelotera de los políticos, ¿qué de provecho le quedó  al espectador de la «democracia» o del encuentro futbolero? ¿Algunos grados habrá escapado de la mediocridad, del intolerable subdesarrollo mental en que lo ha mantenido la calidad de la educación que  imparte  esa altanera Gordillo que hasta al de mecha corta acaba de doblarle el filo? Pero sí, aquí el beneficio que a las masas les dejó el dilema: ya en futbol tienen sus milagrosos «Santos», como en mes y medio tendrán su «santo» milagroso que les va a conceder  el prodigio de transformar el país gracias a que el día señalado trazaron a su favor  una equis en la papeleta electoral.  Así de fácil. Así de milagroso.  Los santos sexenales, en tanto…

Esos en brama hoy día, a estas mismas horas, quemando  copal al santito de la papeleta electoral. Esos, en la industria del chiqueo y la alabanza a  unas masas a las que ensalzan de viva voz, en persona y en anuncios publicitarios desde todos los medios de condicionamiento de masas. Esos, al clamor y el juramento de ver por  «los más necesitados»,  porque «primero los pobres; haré más por los que menos tienen». La náusea. Mis valedores:

Esa es la industria que más dividendos aporta al fascismo y demás sistemas de poder. Oigan, si no, pero sin darles crédito,  los juramentos de amor y devoción de los candidatos del Sistema a «los que menos tienen», gente pobre (pobre gente)  acarreada al olor del refresco y el taco hasta el templete del santo demagogo que clama, palabras al viento, ventosidades:

«¡Nunca más un México sin oportunidades! ¡Nunca un México sin justicia, sin respeto a la ley, sin respeto a los derechos humanos!» Ante un contingente de gente pobre acarreada hasta el templete del santo de su devoción: «Los desheredados de la fortuna son mi interés. Yo, de contar con su voto,  he de rescatarlos de situación tan atroz». De pie, índice en alto, frente al grupito de indígenas que se logró acarrear: «Nunca un México sin sus comunidades autóctonas integradas al desarrollo nacional!» Ante los campesinos: «Voy a reactivar las luchas agrarias». ¿Jóvenes «nini»? «¡Seré el presidente del empleo!» Frente a los trabajadores arremolinados en el zócalo el  Día del Trabajo: «Seré el abanderado de todos ustedes, el sector obrero!»

Y terminaron por aplaudir  esos mal llamados «sindicalistas», el pecho forrado con la camiseta de este partido o del candidato aquel, que a simples productores de votos los ha reducido el Poder. Mis valedores:

¿Llegaremos a entender algún día que esos candidatos son del Sistema y no de todos nosotros? ¿Seguiremos soportando la democracia representativa, que usurpó la soberanía que nos corresponde a través de la democracia participativa?  (Lástima.)

La fe del carbonero

Cuando el nivel de educación de la población no es el adecuado, el candidato que más promete tiene altas probabilidades de ganar una elección, sabiendo que no podrá cumplir y termina por defraudar a quienes a lo ingenuo confiaron en él (…) Con el tiempo la gente aprenderá las lecciones de la historia y terminará por votar conforme a sus más profundas convicciones y no de acuerdo a sus emociones motivadas en discursos demagógicos y vacíos de sentido».

(M.A. Bovero,  Univ. de Turín, citado por el articulista.)

El proceso «electoral» y las masas sociales. En relación a los candidatos presidenciales una mayoría de votantes se prende a la esperanza del santito sexenal y no admiten disidencias ni herejías de ningún tipo. A mí, que no manifiesto efervescencia por ninguno de los presuntos, quienes ponen su esperanza en Peña me tachan de obnubilado, y de obtuso los esperanzados en López Obrador.  A la hoguera el relapso. Y cómo no, si en mi periodismo no doy trazas de depositar mi esperanza en ninguno de los presuntos. Los obcecados tienen razón: a quemar al réprobo.

La tienen, porque para mí ninguno de los candidatos del Sistema de poder, que no de nosotros, las masas sociales,  es el santito sexenal que interceda ante Dios para que nos mande la lluvia o nos detenga la inundación.  Yo cómo pudiese proceder de ese modo, si me apoyo en la historia, esa estrella polar de todo analista objetivo y carente de mala fe. Yo con sus enseñanzas compruebo que los intereses que se juegan hoy no son los de las masas sociales, sino de forma exclusiva los del Sistema de poder, como lo fueron los del anterior sexenio y los de sus predecesores. En por ello que ni tengo preferencia por ninguno de sus candidatos ni me aferro al recurso del pensamiento mágico que se tornó dogma indestructible, calcárea sobrevivencia de un mundo de magia y encantamiento del hombre de la caverna prehistórica. ¿Sabía alguno de ustedes que en las sequías recurrentes que azotan la región de Jalisco los feligreses de la Virgen de Zapopan pasean a la Generala  por las riberas del lago de Chapala?

Y a esto quería yo llegar. Una vez que el candidato nos ha fallado en proyectos, compromisos y promesas de campaña, a demandar de inmediato su cumplimiento con el recurso de la marcha, el plantón y  las concentraciones de multitudes que han tomado la calle y ¡e-xi-gen que se produzca el prodigio. ¿Qué ocurrió con las multitudes que en el 2006  e-xi-gían  a gritos el recuento voto por voto y casilla por casilla? ¿Qué resultado benéfico para los partidarios del candidato derrotado (por las buenas o por las malas) acarreó  la toma del Paseo de la Reforma? Yo (mírenlo en la página valedor. org), palabras más o menos dije a López Obrador en la fabulilla correspondiente publicada en la fecha: «Ya mostró usted sus armas, y son las del derrotado». Acerté, y no porque sea profeta, sino porque estudio y asimilo las lecciones que ofrece la historia. Sin más.

Pues sí, pero esas desaforadas ganas de creer, de no perder una desfalleciente esperanza. En la compulsión por adecuar al candidato de su preferencia a sus propios deseos y a sus necesidades, los del fervor inducido no advierten o no quieren advertir que su santito de yeso trae su propio proyecto de gobierno, personal y de grupo, y  que ese proyecto no es el de los votantes, y aun resulta contrario al interés de todos  nosotros.  ¡Malhaya sea el pensamiento mágico de unas masas que por no confiar en sí mismas delegan en el santito de terracota! Es México. (Nuestro país.)

Medieval

Surgida de varias iniciativas, México aprueba la Ley General de Víctimas, que  servirá para facilitar los trámites a los afectados y a sus familiares.

«¿Así que exigir no produce buenos resultados, mi valedor? ¿Qué me dice ahora de la estrategia aplicada por Sicilia en su Movimiento por la paz con Justicia y Dignidad?»

Leí el donaire en mi correo electrónico. Pensé unos instantes y luego, del respectivo librero, tomé el ejemplar de El Conde Lucanor, escrito en 1335 por el Infante Don Juan Manuel, en donde el Conde de marras, enfrentado a algún problema del diario vivir, consulta con su ayudante Patronio, que por medio de ejemplos le resuelve la situación. Aquí un problema apócrifo y una respuesta real. Habla el Conde:

«El despotismo del monarca sexenal y su corte es ya intolerable. He comprendido que la comunidad necesita un cambio, pero radical, a fondo. ¿Para lograrlo los paisanos deberemos plantarnos ante el palacio real y exigir ese cambio que precisamos? La respuesta de  Patronio:

«Señor Conde Lucanor, una zorra entró una noche en un corral donde había gallinas y tanto se entretuvo en comerlas que, cuando pensó marcharse, ya era de día y las gentes estaban en las calles. Cuando comprobó que no se podía esconder, salió sin hacer ruido a la calle y se echó en el suelo como si estuviese muerta. Al verla, la gente pensó que lo estaba y nadie le hizo caso.

Al cabo de un rato pasó por allí un hombre que dijo que los cabellos de la frente de la zorra eran buenos para evitar el mal de ojo a los niños, y, así, le trasquiló con unas tijeras los pelos de la frente.

Después se acercó otro, que dijo lo mismo sobre los pelos del lomo; después otro, que le cortó los de la ijada; y tantos le cortaron el pelo que la dejaron repelada. A pesar de todo, la zorra no se movió, porque pensaba que perder el pelo no era un daño muy grave.

Después se acercó otro hombre, que dijo que la uña del pulgar de la zorra era muy buena para los tumores; y se la quitó. La zorra seguía sin moverse.

Después llegó otro que dijo que los dientes de zorra eran buenos para el dolor de muelas. Le quitó uno, y la zorra tampoco se movió esta vez.

Por último, pasado un rato, llegó uno que dijo que el corazón de la zorra era bueno para el dolor del corazón, y echó mano al cuchillo para sacárselo».

¿Que qué? ¿El corazón? ¿Cómo que el corazón? Todo le aguanto a los lugareños: que me forjen marchas, plantones y huelgas de hambre. Me entrevisto con Sicilia y sus marchantes y les apruebo las leye que  e-xi-jan. Todo les doy, incluyendo elecciones con candidatos donde escoger. Total, que se trata de mis candidatos. Eso y más. Lo que quieran les doy.  ¿Pero un verdadero cambio en el Sistema de poder?

«Viendo la zorra que le querían quitar el corazón, y que si se lo quitaban no era algo de lo que pudiera prescindir, y que por ello moriría, pensó que era mejor arriesgarlo todo antes que perder ciertamente su vida. Y así se esforzó por escapar y salvó la vida». Mis valedores:

¿Entendimos la moraleja? ¿Será el propio Sistema de poder el que haga por nosotros ese cambio por un Sistema aliado nuestro, que significaría la muerte del actual? La raposa, ¿suicidarse por amor a nosotros?  «E-xi-gir-me, y no más. Yo les proporciono cuantas leyes,  placebos y chiqueadores de ruda me e-xi-jan. Pero hasta ahí».

El final de la nota de prensa, con esa sintaxis: «De cualquier manera, la Ley General de Víctimas aún no cuenta con recursos económicos para instalar los mecanismos ‘que contempla’«.  Es México. (Mi país.)

 

Esperpéntico

Favorable, el saldo económico. Las generaciones me recordarán por haber combatido al narco. Actué a tiempo. La lucha va por buen camino.

El ser y sus desviaciones.  ¿Alguno de ustedes conoce el caso de San Simón Estilita, que vivió en lo alto de una columna? ¿Alguno habrá leído Bartleby, donde Melville narra el caso del escribano aquel que cierta mañana, al recibir de su jefe la orden: “Copie estos documentos”, “preferiría no hacerlo”, contestó? De ahí a su desastroso final se mantuvo en su extraña actitud de resistencia pasiva. Léanlo. ¿O «preferiría no hacerlo»?

Cierta comedia de un Jardiel Poncela que no respeto como escritor consigna el caso de Edgardo, cincuentón que un mal día, al resultado de una decepción amorosa, decidió nunca más levantarse de la cama, donde llevó a cabo su vida de todos los días, hasta que cierta noche…

Leí de la chifladura del sabio aquel, personaje incidental de Mascaró, el cazador americano, novela de Haroldo Conti, que lo llevó a perfeccionar una bicicleta voladora con la que se dio a vivir en las alturas y desde su eminencia regodearse en orinar a los viandantes. Y qué decir del protagonista de El barón rampante, novela de Italo Calvino, al que pega la chifladura de vivir trepado a los árboles del bosque cercano a la ciudad, y ahí llevar una vida social «normal”, sin nunca volver a poner un pie en tierra. Excéntrico.

Oskar, personaje de El tambor de hojalata, de Günter Grass; un día a sus diez años de edad, decide nunca crecer, y es así como de adolescente transcurre su tiempo vital. En plena chifladura, El licenciado Vidriera, de  Cervantes, se cree forjado de vidrio, y toda su vida se cuida de que nadie lo vaya a romper. Y a esto quería yo llegar.

A ese otro, mis valedores, yo no le pido que de repente se sienta de vidrio y viva temeroso de que algún desesperado me lo vaya a quebrar. Cómo pedirle que se encarame hasta la punta de una columna y ahí se engarrote, de hinojos y en oración, hasta que muera. No le voy a pedir que de súbito decida atornillarse a su cama y que desde la cama contemple el transcurso de los episodios nacionales, sin más. No le habré de suplicar que se encarame en algún armatoste volador, porque desde allá arriba seguiría emporcándonos con sus desechos corporales. No. Yo, del tal…

Del tal sólo hubiera querido que, al modo de Bartleby, y tan medianejo como él, tuviese los ríñones que de pronto le salieron al escribano, de modo tal que cuando el gringo le impuso esa Iniciativa Mérida, los agentes de la DEA o los contratos en PEMEX él, de repente varón de tamaños, a las exigencias de Washington hubiese replicado: “Prefería no hacerlo”.

De él quisiera que, al contrario de El barón rampante, ya se bajara de la copa, la de Los Pinos, que no están para sus pinitos políticos, y que  por fin dejara de andarse por las ramas. Y lo mejor de lo mejor:

Que al igual que los monjes cenobitas, de aquí a diciembre hablara con las neuronas, no con las glándulas salivales. Que por aquello de que ya nadie lo toma en cuenta dejara de hacerse notar opinando, declarando, recalando, reculando, acosando, acusando, atacando, atracando, desdiciéndose. Que pensara para hablar y no  hablara para pensar y darnos a todos en qué pensar, y alarmarnos, y detestar esa salivosa diarrea que a todos salpica. Que resistiera la compulsión. ¿Imposible? Ariel, mi hijo psicoanalista, pudiera auxiliarlo. Ansiolíticos retroalimentados. Una trepanación, cuando menos. Silencie esa vocecita, que su tiempo ya feneció. (Cállese.)

Holocausto

Marcelo Ebrard esta vez. El jefe de gobierno del DDF y los corralones  (¿de su propiedad?) donde va a caer el vehículo al que pescaron descuidado. Mi volks. fue uno de ellos. Ayer mismo corrí a pagar una fianza altísima y logré liberarlo de esa prisión de alta seguridad que es el corralón. Amarga la boca, desparramada una bilis negra y bebiendo una de valeriana para amansar  el cableado nervioso, dejé  el volks. reponiéndose en la cochera (ya con antecedentes penales, fichado y con su expediente abierto) e inicié el ejercicio de un inútil onanismo mental. Don Marcelo:

¿Ha leído El Proceso, de Kafka? Peor es la burocracia con que se manejas los corralones. ¿Ha visto en una película esa fila de prisioneros judíos a los que (desnudos, un jabón en la mano) encerraban en galerones con duchas que soltaban  gas venenoso? Lo que no ha visto, o tiene de piedra el corazón, es esa fila de desesperados que avanzan a dos, tres por hora rumbo a la covacha donde se atejona un blue demon para arrebatarnos la fianza con qué sacar un ánima del purgatorio. Anima de cuatro ruedas.  Señor:

¿Un solo cobrador? ¿Un solitario blue demon atejonado en aquella covacha ya oscura al punto del mediodía, cuando la cola avanza a dos, tres víctimas por hora, bajo el rayo del sol? ¿No alcanza el presupuesto para conchavarse uno más, encuevarlo en otro cuartucho y que de manera menos tardada (menos abominable) nos hiciera pagar lo que no debemos? ¿Nuestros impuestos, 18 o 20 mil millones con los que le hacen propaganda al valido de los dos Salinas, el orejón y el de lentes, no alcanzan para un verdugo más? (Aquel jovencillo que no alcanzó a cubrir el total de la fianza: «¿Puedo mirar mi moto?» «Pero no se le arrime demasiado, jovenazo».  De lejos la contemplaba, y lo que es el amor: a un lado dos motos grandes,  potentes, pero para él su motoneta era el más hermoso adorno de un lóbrego corralón.). Y la viva metáfora de la burocracia, señor Casaubón:

La joven que recibió mis originales y les sacó copias me veía la cara, miraba la foto, me volvía a mirar («¿le cái que es usté? Se ve rete cachetiado, qué distinto en la foto». «Es que me la tomé ya hace un par de semanas»); ella hacía su labor en una silla de ruedas mientras que acá, a la intemperie, una treintena  de víctimas me antecedía y otra treintena sentía yo detrás de la cola, qué feo se oyó. Con cada víctima se tardaba el blue demon el tanto de 20, 30 minutos; y en la cola, señor Casaubón,  aguardaban mujeres con sus criaturas, mujeres  embarazadas, un hijo con la madre llorando a lágrima viva (era al revés). Una guera robusta, único ser que protestaba:

– ¡Ya mero me exigen  mi acta de defunción!

– Con dos copias, señito -el blue demon, alzada la visera del casco. Y el de la fila: «Eso,  si no  alcanza a llegar con vida hasta la puerta del cobrador».

Yo, como los demás aguantando a pie firme, pero como los demás  ya aflojando el derecho, que la pierna se me acalambró, ya el izquierdo, en el que comencé a perder sensibilidad. Me recargaba en la pared, intentaba ponerme en cuclillas, agitaba esta zanca, no fuera la gangrena. Observé a la señora que, acá bajita la voz, con el rosario en la mano imploraba el milagro de que avanzara la cola. Y la media tarde, con un firmamento que amenazaba lluvia…

Un tejabán, señor jefe del DDF. Unas cuantas butacas, unas bancas de madera, unos tabicones que sirvan de asiento a quienes miré a punto del desmayo. Los niños, señor, las criaturas…

(Más de la atrocidad, un día de estos.)