Psicosis

Mi barrio, mi calle, yo mismo. Nosotros, los de entonces,  ya no somos los mismos. El barrio que solía recorrer, ¿en dónde se me extravió? Mi calle, ¿en que se me vino a transformar? Al primer canto del gallo y al primer rayo del sol solía caminarla, rumorosa de jilgueros, cenzontles, canarios. Limpia mi calle, olorosa a eucalipto y a patio recién lavado, que yo recorría con pisada firme, optimista, con el  mañana de mi ciudad color de rosa, rosa mexicano (mexicano de mí). No lloro, nomás me…

Porque ocurre que ahora, zacatón de miércoles, por miedo al secuestro virtual, verbal o efectivo, no me atrevo a salir de mi depto (no de algún bunker particular, como el que tanto presumes, Verbo Encarnado) y mucho menos andar por mi calle si no es con el sol bien alto. Me topo entonces, y aquí su ruda metamorfosis, con un zoco turbio de tufos a cebolla y orégano, a epazote, cilantro y fritangas al mojo de ajo, que ventosean unas casas que apenas ayer fueron hogares y hoy, gracias al hombrecillo del bunker, se han metamorfoseado en patéticos changarros que ofrecen toda suerte de sopas y sopes, la chalupa y la carnaza,  el pambazo, la garnacha y esas tortas ahogadas en toda clase grasas y sebos, mantecas y aceites, comestibles algunos. En  los venerables portones que huelen a reminiscencias del porfirismo, las cartulinas que ofertan la ropa usada y los zapatos viejos. Yo a traspiés caracoleo entre  pomos, latas y frascos vacíos, papel de envoltorio embijado de sebos pestíferos y restos de yerba: las narcotienditas, espinillas en el rostro del barrio. Patético…

De tanto en tanto, corazón bandolero, me arriesgo a salir a la calle (en un momento la primera del ángelus en  de La Porciúncula). Y es a esa hora, mis valedores…

Avanzo, y ahí me salta el primer ladrido; lo libro y me acosa el gruñido; avanzo, y una discordante sinfonía de aullidos que van del pit-bull y el rod-willer al perraco de la calle que una de la calle recogió, qué buen corazón. (Ahora mismo, mientras esto redacto, ¿los oyen? En las orejas me chillan los de mi vecino de al lado.) El temor, el temblor, el terror de mi barrio, que se manifiesta a ladridos…

A la señora del perraco callejero, la única en el vecindario que ha aceptado cruzar palabra conmigo, le comenté la discordante sinfonía de ladridos que tasajeaba el amanecer. “Aturden el barrio a ladridos. ¿No le parece una precaución que raya en la psicosis?”

–  ¿Y cómo quiere que los jodidos conjuren su miedo? ¿Que se construyan un bunker particular, como el que farolea uno que me abstengo de nombrar porque se me agria la cruda?  ¿Qué solución le queda al jodido, que no sea un perraco ladrador?  ¿Un bunker particular, miles de guaruras del Estado Mayor Presidencial, federales, la DEA? Un perro, qué más. Pero si hasta el de Gobernación. ¿No se le frunce a él también el cicirisco? ¿No  imita él también al fregadaje? ¿No cuenta con una buena jauría de bravos mastines, herencia de los Gómez Mont y congéneres?

(Achis, achis.) “¿Cómo cree que esos de allá arriba controlan el pánico que les provoca López Obrador, si no es cuchileándole a esos feroces ladradores al tanto más cuanto,  los chuchos de Nueva Izquierda? ¡Echenle montón! Después, las sobras de la merienda, y la paz”. ¿Ha escuchado sus versos?”

“Cuando un mastín forastero – pasa por una ciudad – chuchos de la vecindad – le van a oler el trasero. – El mastín (grave, mohíno) – ve la turba que babea – alza la pata, los mea – y prosigue su camino”.

Perracos. (Agh.)

Justicia y futbol

Los futbolistas paraguayos Vera y Barreiro fueron víctimas de extorsiones telefónicas. Tienen la intención de dejar el país en cuanto sea posible, con todo y familia.

No creo que esos futbolistas deberían preocuparse hasta el grado que lo expusieron el pasado jueves. Ellos viven una  “justicia” particular, mexicana. Baso mi creencia en dos hechos ocurridos hace algunos ayeres: el secuestro del padre del entonces futbolista Jorge Campos, y simultáneamente el de Primitivo, un hermano de Sor Ruperta Díaz, misionera franciscana. Yo, ante la clase de justicia que se aplicó a ambos secuestros, envié a la monja este mensaje que a Vera y Barreiro los puede aleccionar:

Madre franciscana:  “Todos somos iguales, pero unos son más iguales que otros, afirma Orwell. Por otra parte, ¿sabe de futbol? ¿Sabe que  un equipo se forma con 11 jugadores? Las atribuciones del jugador son juventud, estatura, fortaleza, técnica y mucho amor a la camiseta. Y cómo no amarla, si ahí, entre pecho y espalda, porta la propaganda de las transnacionales que lo enriquecen hasta la náusea: aguas negras, tabaco, cervezas, en fin.

No sólo dólares le regala el jueguito; fama también, y honores y distinciones, y la adoración de la Perra Brava,  ese hincha que hincha las arcas de los alquilones y demás mercachifles del jueguito manipulador con el que los pobres de espíritu se sienten héroes por delegación. El ascendiente que logran de una fanaticada ávida de hazañas que no puede o no quiere realizar por sí misma, júzguelo por este detalle: a cierto jugador de un equipo de esos le acaban de secuestrar a su papacito, un tal Ñoño Campos. ¡Al padre del portero de la selección mexicana del clásico pasecito a la red! ¡Inaudito!

Madre Ruperta: ¿hasta su reducto religioso le llegaría la convulsión, la compulsión nacional? La escandalera y el cacareo que alzaron radio, TV y periódicos llevó a la Perra Brava a arrodillarse, alzar los brazos y orar, llorar, darse  golpes de pecho, tomar litros de licor y tomar como propia la tragedia del jugador priísta y su ñoño padre, más priísta todavía. Madre Ruperta:

Toda la policía, en brama y desbozalada, se echó tras los rastros de los secuestradores, y pronto apareció el  Noño priísta gracias a la presión de todos los mexicanos (menos yo, madre; de tantas cosas tengo que avergonzarme, pero de esa no). ¿Los dólares del rescate? Tres juegos en la cancha y ahí están. ¿Y los secuestradores? Ya en la cárcel. Justicia pronta, expedita, mexicana…

Madre: a su hermano lo secuestraron desde hace meses. Puso usted la denuncia ante las instancias correspondientes, y aun dio los nombres de los presuntos secuestradores. ¿Y? Las autoridades se niegan a girar una orden de aprehensión. “Es que no nos consta que hayan sido ellos”. ¿Y radio, TV, periódicos, madre, ellos tan estrepitosos con el caso del Ñoño Campos? Con la tragedia de Primitivo, silencio.  ¿Ve, madre, lo que sucede en este país con una justicia supeditada a la fama de la víctima y al criterio de los “medios”? ¿Por qué Primitivo Díaz Camacho, secuestrado desde hace meses y  tal vez sacrificado a estas horas, no fue portero de fútbol? Clamó el cursilón del periódico,  con el Noño ya de vuelta en el hogar:

Y Campos volvió a sonreír…”

¿Comprende ahora, madre, por qué en México hay que saber de fútbol, jugarlo y volverse tan importante para la justicia mexicana que de inmediato se avienten a rastrear, morder, torturar, hasta en cosa de días liberarle a su Ñoño padre? (Conque, futbolistas Vera y Barreiro… en fin.)

Salto de calidad

Francisco I. Madero, mis valedores, un cierto vitivinicultor simpatizante de Porfirio Díaz y espiritista que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en México. El y no los Flores Magón. Es la historia. Es México. Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:

Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna.

 (…) Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria.

Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.

Se entusiasmó Ramón López Velarde:

– Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.

El entonces estudiante de Derecho iba a agregar que, para su desgracia, “el coahuilense se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra: que los antirreleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República”. (Más tarde, tocante a la revolución y sus consecuencias, el poeta confesaría “una íntima tristeza reaccionaria”, válgame.)

El cambio de poderes: noviembre de 1914. Así iba a calificar la elección de Madero el editorialista de El País: “Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores”.

Dentro del contexto de sus principios liberales su gobierno se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas, por su parte, podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente: No obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa, por ejemplo, fue utilizada por sus enemigos políticos para atacarlo y ridiculizarlo, y así desprestigiar ante la sociedad la imagen presidencial. (Busquen ustedes la sátira demoledora de José Juan Tablada,  poeta que derivaría en  huertista, que así comienza su ataque al vitivinicultor convertido en revolucionario:

“Tú qué adalid vas a ser…”

La ofensiva contra Madero estaba orquestada por los sectores sociales  favorecidos por el antiguo régimen porfirista: hacendados y banqueros, comerciantes, militares y periodistas. Dentro del propio grupo revolucionario que apoyó a Madero se registraron rebeliones como la de los zapatistas, que se distanciaron de él  porque se negó a cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis. Y es que apenas subió al gobierno, el “agrarista” se apresuró a desconocer sus promesas de crear la pequeña propiedad. (Sigo el lunes.)

A don Porfirio, gratitud nacional

Al menos eso sugiere Francisco I. Madero en La sucesión presidencial,  obra que redactó dos años antes de lanzarse a la lucha armada, cuando iba a estallar, cargado de agitación y energía, su Plan de San Luis. Esla historia. Es México. Hoy, en vísperas de la conmemoración del salto de calidad que logró derrocar al que parecía inconmovible, aquí una semblanza personal que de Porfirio Díaz nos legó Madero, víctima, actor y testigo de aquellos años de turbulencia y depredación. Porque hay que desacralizar una historia oficial  en tantos sentidos parcial y convenenciera y porque  el retrato resulta hoy, en las riberas de la efemérides, particularmente significativo por quien es el lisonjeado y quien el lisonjeador yo, en contracanto (en contrapunto, a contracorriente) de la historia oficial, muestro aquí, con sus propias palabras,  a un  Francisco I. Madero que en La sucesión presidencial se muestra como admirador decidido del dictador:

El general Díaz, con su mano de hierro ha acabado con nuestro espíritu turbulento e inquieto y ahora que tenemos la calma necesaria y que comprendemos cuán deseable es el reino de la ley, ahora sí estamos aptos para concurrir pacíficamente a las urnas electorales.

Curioso, mis valedores. La humana condición. Culpas son del tiempo, que no del mártir, tales conceptos, humazo  del  copal que en 1908 y ante el altar del dictador, depredador y genocida (Tomóchic, indígenas yaquis, Cananea y Río Blanco, etc.) quemó el honesto vitivinicultor a quien tocó en suerte iniciar, para la historia oficial,  el movimiento revolucionario de 1810, mérito hurtado a los hermanos Flores Magón. Y a propósito…

¿Habrá, entre los gobernantes de este país figura que se equipare en cuanto a cimas y simas,  luces y sombras, al “héroe de la Patria” y dictador que haiga sido como haiga sido y en alto la bandera de la “no reelección”, invadió a la viva fuerza el palacio de gobierno?  Mañana se habrá de conmemorar el estallido de sangre y hornaza que iba a dar con los huesos del héroe y dictador en un cementerio de París. Rigores de la historia. Es México.

Porfirio Díaz. Ni sólo héroe patrio ni únicamente villano, que el de Oaxaca supo ganarse esas y muchas más calificaciones. Tal es la conclusión en que coinciden historiadores y demás estudiosos que analizan el pro y el contra del reeleccionista que se proclamaba adalid la “no reelección”. ¿Lo dije antes? Es la historia; es México.

En fin, que contexto obligado en vísperas de los festejos patrios del 20 de noviembre, aquí y ahora he engranado para todos ustedes este sartal de alabanzas con las que  en Madero se aplica a colorear la estampa del dictador. Juzguen ustedes el siguiente retazo de biografía familiar del dictador:

La vida privada del general es intachable; como padre de familia ha sabido dirigir con acierto la educación de sus hijos. Como esposo, es un modelo. Ha prestado dos grandes servicios a la patria: acabar con el militarismo y borrar los odios que dividían a la gran familia mexicana.

Porfirio Díaz y la plaga endémica del mexicano de ayer y hoy:

“Los progresos aterradores del alcoholismo. ¿Por qué no emplea el general Díaz su mano de hierro para extirpar esa gangrena social? El pueblo bajo nunca se ve obligado a ir a la escuela y encuentra en todas partes el medio de satisfacer sus instintos bestiales…”

Y conceptos como los siguientes, para mí incomprensibles en uno que se nos quedó en la historia, en el bronce, en el mármol: (Esos, mañana.)

Haiga sido como haiga sido

Será la entrada del presente mes, serán estas lloviznas nocherniegas, será que siento el ánimo fruncido de asco y desprecio por ese infeliz que allá, por los pinos, está a punto de ausentarse, que de hecho ya se ausentó,  que falleció, que nació muerto y en olor de formol y cadaverina. Mi espíritu debería estar de fiesta porque desaparece de mi conciencia ese sobrevalorado que haiga sido como haiga sido ahora cae al desván de la historia, que es decir al olvido, la indiferencia, la muerte, y ya…

Esto presupone que al mediocrillo lo habrán de chispar de las primeras planas, que en carne viva habrá de sufrir la quemadura del abandono, la indiferencia, la extinción. Algún insulto, si acaso; desganado, que no vale cebarse en un infeliz que más allá de la gloria falsa de las candilejas que le aprontaron los “medios” no pasó de ser un pequeñajo al que en la medida de las aclamaciones al tanto más cuanto yo repudiaba. Porque, mis valedores, que se va o se fue, eso es un hecho. Y si no, ¿dónde están las multitudes que apenas ayer aclamaban al bienamado, telilla del corazón? Los mimos y los aplausos, ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto chiqueo y de las fotos en primera plana? Como dedo chiquito lo trataban los “medios”, como niña de sus ojos, como monito de sololoy, como a  ídolo popular (impuesto) lo aplaudían y cada gesto le festejaban, cada pirueta, cada mohín. Para él todo era buen placer, y yo digo: las ternezas, los placeres, y los humos de copal, ¿qué fue de la escandalera?

Aprended, flores, de mí – lo que va de ayer a hoy – que ayer maravilla fui – y hoy sombra de mi no soy…

Yo nunca fui de sus paniaguados. No me uncí al carretón de sus cortesanos de oficio y de beneficio; repugnancia me provocaban las peregrinaciones de cortesanos serviles, logreros y ventajistas, con su exhibición barata -carísima- de idolatría. Yo no, que nunca pretendí cercanía con él. Yo siempre de lejecitos, porque desde que trepó al sitial entre frondas y pinos me cayó en el caracol del ombligo, que Palillo decía. (Mi única, arrimadita a mis lomos, mira lo que voy escribiendo, y musita de boca a oreja: “Ha de ser cosa de noviembre, mi amor, que siempre te torna melancólico y falto de tolerancia con la mediocridad”. Pudiera ser.)

Sea como puede que sea, para mí el tal, desde que nació a la popularidad facilona que otorgan los “medios”, siempre fue un plomo, un  hígado, un sangre pesada mediocre y vulgar. Sin más. Ah, pero todavía hace algún tiempo aquel espectáculo, abyección pura, de una borregada que se vivía festejando semejante catadura, un tanto sombría. Qué tiempos.

Pero eso ya se acabó, pobre infatuado. Desencantados, esos que ayer organizaban romerías para ir en peregrinación a aclamarlo le vuelven la espalda. El mediocre fue arrojado a su espacio natural, el  desván de la historia, y que allá por los pinos venga pronto algún animal menos vulgar.

Pobre del pobre oso panda, digo;  qué fin tendría. Si siga olvidado en su jaula o ya lo hayan chispado de por los pinos. A saber.

Y ahora, de pronto, foto a todo color, una anciana aparece con un animalejo peludo en los brazos, y la noticia: “Totalmente conmovida se sintió la reina Sofía de España con unos pandas gemelos de apenas dos meses, quienes (sic) nacieron en el Zoo Acuarium de Madrid. La soberana los abrazó, los besó y hasta les dio su biberón”.

Cuando chiquito en la cuna – todos me querían mecer -ora que estoy grandecito – ninguno me puede ver. Condición de humanos. (Felipe.)

 

Balada de la mediocridad

A usted me dirijo, señor presidente, con la debida aclaración: yo no voté por usted. No me agradó que llegara a la presidencia, ni cómo fue que lograse llegar empujado por la fuerza de codos y brazos, y por la puerta de atrás de la Historia, su puerta excusada. Yo no lo estimo, no le tengo un asomo de voluntad ni lo admiro, nomás eso me faltaba. ¿El objeto de mi recado? Paso a expresarlo.

Lo prevengo, señor: el destino de usted no va a ser simplemente el olvido cuando deje de ser o de aparentarlo. No va usted a pasar al desván de la Historia por la desmemoria de 110 millones de olvidadizos. Qué diera usted por que el Verbo Encarnado le otorgase la gracia de ese olvido misericordioso, pero no, que sería un expediente facilón. ¿Olvido de todas las masas sociales, cuando a usted lo contemplan alrededor de 60 mil cadáveres, la mitad de esa cifra integrada por mujeres y niños, adultos y ancianos, muertos a punta de plomo mientras que la otra mitad cuenta ancianos, criaturas y niños en edad escolar que fallecieron de hambre por culpa de las políticas económicas y financieras que usted aplica, sañudo, al acatar las órdenes de allá arriba, de  Washington?

Que diera usted por que del 2012 en adelante fuese su suerte la de uno al que he de referirme, que varios años vivió encuevado allá por sus rumbos, señor, los de Chapultepec. Ese tampoco brilló con luz propia, que fue siempre una mediocre sombra de sí mismo. Ensoberbecido fantasmón, muestra viva del esperpento y la ridiculez, la complacencia de unas masas facilonas lo exaltaron hasta un nivel que él nunca, por sus hechos, llegó a merecer. Al final de su ciclo en Chapultepec ya nadie hacía aprecio de él, redrojo ya de regreso a su condición de sombra, polvo, nada. Señor presidente:

Dos ingredientes sazonan estas reflexiones: la primera es esa suerte de tristura que deja en el ánimo todo lo efímero y mortecino, lo que se pierde o se ausenta, lo que se desgaja para nunca más; la segunda:   impaciencia ante la desidia de unas masas enajenadas, a las que el duopolio de la televisión manipula y torna dóciles y dependientes hasta el grado de que propicien que al rumbo de los pinos llegase otro mediocre al que las muchedumbres también aclamaron a punta de papeletas de voto porque ese parece ser el destino de las masas populares: aclamar la mediocridad. Siempre, por más que en el caso de usted lo aclamaran no más allá de las dos docenas, siempre al otro lado de las “vallas artes” y los miles de guardianes que lo protegen de algún exasperado dispuesto a cambiar su vida por la de usted. (El saldría perdiendo en el trueque, créamelo.)

En fin, que el hoy desahuciado fue apenas ayer Quinto Sol de los macehuales. Para ellos fue ayer Tonatihú con ribetes de Quetzalcóatl y flama ante cuyos fulgores rondaban moscas y moscardones y uno que otro mayatón. Hoy, finalmente, el infeliz amanece a ser sombra de olvido, y no más. Dentro de mí, señor presidente,  percibo un amago de compasión por el anterior apestado, el derrumbado anterior, el desdichado que así cayó en la desgracia, mediocre infeliz; pero luego hago cuentas de todo el incienso y copal inmerecido que a su hora y desde todos los medios de condicionamiento de masas le quemaron tantos serviles (ser viles), y entonces sí:  en lo íntimo de mi ser me alegro de su defenestración como el que en un tiempo fue el  consentido de las mayorías encandiladas con la masquiña, la  hojalata, el relumbrón.

Esto aún no termina, señor presidente. (Vale.)

Dientes blanquísimos

El desprecio y la iracundia se concentran en el actual. Por cuanto a Vicente Fox, zafio y protagónico, hoy se nos torna el rey de burlas que ya erige a este en Premio Nobel o ya cantinflea de política. Pues sí, pero al modo de la leyenda apócrifa: mientras todos los viandantes se cubrían la nariz y hacían comentarios vituperosos ante un perro muerto, el Cristo le descubrió una cualidad: “sus dientes son blanquísimos”.  Así los de Fox. Porque, mis valedores…

No quisiera más ventura – ni más dicha merecer – que de tu boca a la mía – no cupiera un alfiler…

Miro las fotos de hace tres años y de hace unos días. Y ellos dos, Fox y Marta, la misma pareja. Más bataneados de años y días, pero juntos los dos. En la foto de hace años, la pareja trenzada de brazos, sonriendo al mirarse a los ojos, mielecita en penca. El, físicamente disminuido en la foto reciente; ella, un organismo gastado y ataques de vejez en el rostro, pero juntos los dos, Fox y Marta, un amor inmune al tiempo, anudados de brazos hoy lo mismo que ayer.  En ambas fotos ese amor senil, y tan joven, cuando en tantas parejas públicas cuanto anónimas la disolución es seña de identidad. Sus dientes son blanquísimos…

Me gusta hablar del amor. Declarar el amor. Proclamarlo, gozarlo, sumergirme en él. Fue por ello que hace años, cuando el presidente Fox se casó con su Marta y vi en las fotos sus bocas unidas, alabé al varón. Sin ironía; sin sarcasmo. “Pero no azozobrarse”, aclaré para evitar suspicacias. “No me he vuelto de los intelectuales orgánicos que viven de culimpinarse. Mi loa va para ese varón que, según los indicios padece de cierta dolencia en su corazón que de corazón le alabo, dolencia común y tan poco común entre los humanos”. Fox vive ese estado de gracia que es el amor. Cómo no entender sus desplantes frente a la amantísima y que hoy mismo padezco ese achaque en la carne viva de la viva entraña de cada telilla del corazón. (Aolí.) Lo entiendo y aplaudo: a mí, enamorado al que el fervor amoroso me brota en el rostro como esplendorosa erisipela, voces me faltan para gritarlo en público y en  privado, que de la abundancia del corazón hablan las trovas:

Ay, malhaya, malhaya – vengo diciendo – que me quiten el gusto – de estarla viendo…

Cómo no exaltar al Fox enamorado frente a las historias de amoríos clandestinos de tantos de los anteriores. López Mateos, garañón que, carisma, juventud, coche deportivo y buen físico, para negocios de cachonderías le echó de ribete el prestigio de la figura presidencial; y esos grotescos y  sórdidos amoríos de un adefesio todo dientes y jetas, un Díaz Ordaz que se refocilaba con los silicones, las cirugías y lo todo  postizo,  incluyendo los lunares, de cuanta bataclana accedía a soportar, por amor al billete, que el hocicudo la embijara de sangre fresca (Tlatelolco) donde hubiese puesto las manos: tetas, glúteos, entrepierna y anexas. ¿Alharaquiento el amor de Fox? Compárenlo con el miserable del que en vida se vació en una descabellada compulsión por todo lo que oliera a pompa(s) y circunstancias, ese JLP que de Los Pinos hizo leonera y del teléfono rojo instrumento para enlaces de pantaleta. Ah, su alardoso currículo  de garañón y padrillo, de morueco y burro manadero. Marta y Fox, latrocinios aparte, hoy mismo trenzados, como trenzados ayer. Bien hayan.

Si Vicente quiere a Marta – y ella es todo su querer – ya la besa, ya la exalta – ya no sabe ni qué hacer.  (Aolí.)

De mulas y de corderos

La crisis económica.- Una crisis que los encargados de la economía debieron prever, pero que nada hicieron por evitar. Ellos han estudiado, hasta donde lo permite la deficiencia de los conocimientos económicos, la cuestión de los periodos críticos, recurrentes, sin llegar a ningún resultado positivo.

¿Ustedes aceptan estos conceptos? ¿Con economistas del peso de Carstens o el carisma de Ernesto  Cordero? Yo no. Difiero de la opinión del articulista porque,  entre otros motivos, publicó su texto en El Demócrata  del 14 de octubre, pero de 1915. ¿Resucitar sus conceptos? ¿Para qué? Para que juzguen ustedes si alguna vigencia pudiesen exhibir en el México actual. Ahí mismo, en el matutino, noticias y comentarios de rabiosa actualidad:

Rodolfo Gaona triunfa en Puebla. El pueblo, al terminar la corrida, trataba de sacar en hombros al torero, pero éste rehuyó modestamente ese homenaje de la afición poblana.

Nuestra pobre democracia. La abstención es un delito por culpa; la comisión de fraudes en las elecciones es un delito con agravantes. Si hay que reformar, la solución no es reformar en la superficie, en las epidérmicas leyes de procedimientos, sino irnos a la médula. Estamos casi privados de un verdadero Poder Legislativo; puesto que no ha podido expedir ni una sola ley de importancia, ¿para qué le sirve a nuestro país..?

Anuncios clasificados: Vendo mi casa en la 2ª. calle de Camelias 46. Mide 722 metros cuadrados. Vale 4 mil…

Los héroes de la crisis.- Cuando los precios fueron aumentando, los jornales, los sueldos y las utilidades de las clases obreras iban a la zaga de los precios. El patrón se resistía y el trabajador se empeñaba, y en medio del sacrificio se infló terriblemente el costo de la vida. Las víctimas son las mismas de siempre: los obreros que viven de su trabajo, las clases medias y submedias. Contener o suprimir la especulación es algo heroico y digno, pero, desgraciadamente, la creación de comisiones oficiales en medio de una crisis sólo contribuye a llevar la especulación hasta el propio seno del gobierno…

Deportes.-  Jorge Carpentier se prepara; sostendrá una lucha con el campeón estadunidense Jack Dempsey.

La severa crisis global.-  Señores comerciantes: ustedes siguen en sus trece, sosteniendo montos inverosímiles, con perjuicio de nuestras clases populares. El motivo de las huelgas, el aumento de salarios que los obreros exigen es debido a la actitud crecientemente utilitaria del comercio. Seamos razonables, ajustémonos a lo justo y equitativo, evitando efervescencias y trastornos que afecten la tranquilidad pública. Pongamos nuestro contingente de patriotas verdaderos. Con las estrangulaciones no se consigue sino la asfixia y la muerte. En las primeras huelgas sentirán los del dinero las duras lecciones que el pueblo, arrastrado por el hambre, ha dado al comercio en no pocas ocasiones. ¡Y no queremos huelgas, ni brazos que se levanten airados demandando justicia! ¡Es preferible hacer justicia antes de que se derrame el torrente de las indignaciones populares!

Un ensayo de reconstrucción.- No hay que gastar las energías inventando esquemas y tramando proyectos y planes de saliva. Hay que hacer planes sobre la tierra. La palabra reconstrucción sólo adquiere vida y consistencia cuando se une a los conceptos de acción, de progreso, de fuerza y de trabajo efectivo. (Ahí le hablan, Calderón.)

Mulas. Cuarenta mansas y treinta y dos brutas. Niño Perdido 82.

Tal era el México de hace 95 años. ¿Y el de hoy?  (¡Cordero!)

Autores intelectuales

La inteligencia es sólo una parte del hombre, y no la mejor…

Y a propósito, mis valedores: ¿conocen ustedes algunas obras de Shakespeare, el máximo autor en idioma inglés? Hamlet, Macbeth, El rey Lear,  ¿cuántas habrán leído o visto representadas en el escenario?  ¿Recuerda alguno La Tempestad, con tres personajes simbólicos y a la exacta medida de los intelectuales enquistados en el Sistema de Poder? Ellos son:   Próspero,  que invade la isla donde ocurre la tragedia y que reduce a un par de nativos a una suerte de esclavitud: Ariel, genio del aire, la idea y el espíritu, y Calibán, que personifica el vicio, la torpeza, la rebeldía,  la carnalidad. Pero semejante visión  es maniquea y simplista, según estudio reciente de Fernández Retamar,   escritor y ensayista cubano:

Calibán, el rebelde, era el dueño de una tierra de que fue despojado a la viva fuerza por el invasor, mientras que Ariel es el intelectual obsequioso que se pone al servicio del invasor contra el rebelde nativo y dueño de la isla; el intelectual toma partido a favor del Poder y sus desmesuras contra quienes se atreven a rebelarse. ¿El precio por la ejecución del trabajo sucio? Una estrellita en la frente; una beca del Fonca, de Conaculta y en los comelitones palaciegos cantarle a su benefactor:

“Bécame – bécame mucho – como si fuera esta beca la última vez…”

Un parlamento de La Tempestad: Ariel, todo un intelectual: – ¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, grave señor! ¡Vengo a ponerme a las órdenes de tu mejor deseo; haya que hender los aires, nadar, sumergirse en el fango (en el fuego, dice la obra), cabalgar sobre las rizadas nubes, a tu servicio estoy; dispón de Ariel y de todo su influjo”.

Próspero, mientras los perros persiguen al rebelde Calibán: – Ariel, mi polluelo, pájaro mío: ve y encarga a los duendes que trituren las junturas de Calibán con secas convulsiones: que encojan sus músculos con terribles calambres. (Ariel:- Sí, dueño mío…)

Esto leyendo me ampollan la mente esos nombres, las cataduras de los caraduras, con sus torvos conceptos de  intelectuales Arieles, genios del aire (ese que forma el alma del carrizo)  siempre cercanos al Próspero sexenal, a quien “justifican” todas sus medidas de gobierno contra las masas sociales.

Hoy sólo algún Ariel temerario se atreve a quemar copal ante la mediocridad del que haiga sido como haiga sido etc., pero no está por demás recordar las opiniones que en 1968 ventosearon a favor de Díaz Hordas, de LEA en 1971 y del Próspero sexenal Zedillo cuando se echó con todos sus policías contra la UNAM y  los estudiantes en huelga. Entonces las opiniones de los intelectuales Arieles:

IKram Antaki: “Presidente habemus”.

Héctor Aguilar C.:“No obstante lo ocurrido, Zedillo no es ni podrá ser un presidente autoritario”.

Carlos Fuentes: “La UNAM no es una universidad elitista, pero tampoco debe ser de lumpens o de baja clase media ofendida”.

Federico Reyes F.: “El operativo fue muy cuidado, sin víctimas que lamentar. La administración de la violencia legítima también puede ser profesional”.

¡Aquel Carlos Monsiváis!  “Sí, yo firmé el desplegado aprobatorio (de la invasión a la UNAM) porque en ese momento creí que era lo mejor, estaba todo tan empantanado, y por el fastidio ante una huelga tan prolongada. Por eso también participé en un manifiesto de intelectuales, guiado por una certeza: es mejor dialogar en la Universidad abierta y evitar así la represión”.

Dice Hamlet: el resto es silencio. (Ariel.)

Terrorismo sagrado

Terrorismo que hizo explosión la madrugada de ayer y que  me dejó el sistema nervioso hecho garras. Porque ocurrió que yo en sueños acariciaba a mi amantísima ausente cuando, de súbito, el estallido. “Párpados atrozmente abiertos a la fuerza”, brinqué del sueño a la explosiva realidad. ¡Terrorismo! ¿O sería el tanque de gas? Cuál gas, si a la primera explosión sucedieron muchas más: una a una, dos a dos, en manada. Pistojeé, miré al techo, calculé la forma de huir. ¡Pólvora!

Por el estrépito logré ubicar la fuente del terrorismo: la ermita de Santa Rita, la santa de mi barrio, que a deshoras de la madrugada alborotaba el fervor de unos penitentes en brama religiosa. ¡Bum, burrrum! El mastique de los vidrios comenzó a chisparse. El Rosco y su runfla de gatos, en la azotea, aquellos espantables aullidos como en medio del trance amoroso, como orgía sexual. Los perracos, lo supe más tarde, huían despavoridos, desparramando desechos. El barrio, convulsionado. Los estallidos activaron las alarmas de todos los coches del vecindario. Santa Rita de Casia…

Tembloriqueando bajé a la cocina y me preparé la primera vasija de infusión del día. Más tarde se reunirían conmigo algunos vecinos que daban su versión del estrépito parido por un rito religioso que ahora, a media mañana, se resolvía en música de banda, de tambora, de mariachis, de licor. Los bandazos de viento acarreaban retazos de la melodía, trompeta y guitarrón, desde el templo católico:

 “Esta noche saco un gallo – y lo saco con linterna – y lo paso por tu casa – a ver qué chivo me cuerna…

Cocina, comedor, cuarto de trabajo: a cada bombazo, histéricas y con tufo de cable chamuscado, las lámparas arrojaban luces altas, bajas, pálidas, rojizas. Llegó mi vecina del 16: “¿Lo pasará a creer? A cada explosión las hornillas encendidas en mi estufa se apagaban, y las apagadas se encendían”.

El vecino Fabián: “A los bombazos oí a mis dos fieras rod-wailer quejarse en la azotea. Subí, y válgame: atejonadas en un rincón, cimbrándose al espeluzno”.

Mediodía. Yo, solo y mi alma, pensando, nomás pensando. El indispensable estallido de pólvora en el templo de Santa Rita no sería tan grave de no haberse producido metástasis en todos los templos de la ciudad (del país), porque a cada capillita le llega su fiestecita. Mis valedores: ¿semejante derroche de pólvora qué quiere dar a entender? ¿Un alarde de religiosidad? ¿Armar alboroto, y friéguese el vecindario, sus nervios, su sueño, su tranquilidad? ¿En nombre de qué, de quién o de quiénes? ¿Qué ley los ampara contra el supuesto protector de vecinos, ese Bando de Policía y Buen Gobierno que, con su nuevo título, prohíbe ruidajos que afecten al vecindario? Yo hubiese querido que semejante terrorismo “religioso” hubiese estallado en las orejas de los políticos que se llenan la boca con su “estado de derecho y respeto a la ley”. ¡Bum, bummm..!

El padrecito, ancho, orondo y protagónico, se sentiría reina por un día, por una noche y una madrugada, con el vecindario aguantando a pie firme, que no a pierna suelta, la agresión de una pólvora (china) cuya venta “está prohibida en México”. El barrio, en tanto, la taquicardia…

Noche cerrada de un día difícil. Nublazón de humo. Partículas de pólvora suspendidas en el aire. Pestilencia por los flatos que ventoseó el de Santa Rita (el templo). Yo, al intento de dormir, imploré el auxilio del Cristo de mi cabecera. ¿Pero esas ojeras, ese divino rostro desencajado? Me dio una lástima. Y ni cómo auxiliarlo.  (Dios.)

Con la iglesia topamos…

México, 1º. de noviembre. La Pastoral Castrense del Consejo Episcopal Latinoamericano se reúne en el país para replantear su estrategia: que el Ejército les abra las puertas y evitar que los soldados caigan en la corrupción…

Así es, mis valedores: las aguas bajan turbias. Anubarrado se advierte el horizonte, y en la pradera soplan vientos electrizados. Tan ominosa turbulencia tiene su gestación en etapas de conflicto que desde tiempo añejos vive el país, y que entran en crisis por el vacío de poder que se origina en Los Pinos. Hoy, por ejemplo, el ejercicio de una política corrupta contamina la religión, y un ejército corrupto de esa religión contamina la política a un grado tal que entre ambas nulifican la aplicación de la justicia y desacreditan el ejército nacional, última institución que aún logra conservar cierto margen de prestigio y respeto de las masas sociales.

¿El nivel de eficacia que alcanza hoy el quehacer político? Fácil empresa rastrearlo: con que calibremos los beneficios que ha producido en las mayorías y el grado de paz y orden social que prevalece en el territorio. La influencia del clero político se puede captar en la “moral pública” de unas masas que en su aplastante mayoría se declaran católicas. Por cuanto a la justicia…

La acción de la justicia en las masas resulta muy difícil de rastrear. Conocemos la corrupción que genera el Estado, y ahí donde existe la corrupción no hay cabida para la justicia, como ahí donde existe la justicia no cabe la corrupción. Entre nosotros un elemento coexiste, familiar para todos y que todos conocemos: la injusticia. Todos, o casi todos, podemos hablar de la injusticia porque de ella siempre hay un testigo, que es la víctima. Por cuanto a la justicia, esa desconocida, constituye el supremo valor del humano y de la comunidad y la clave para alcanzar el máximo de felicidad en el máximo de humanos. Como virtud social busca que las libertades y la repartición de bienes sean las adecuadas. Así se alcanzarían la felicidad y una vida digna para la comunidad aquí y ahora, no en otros mundos, tan improbables, ya que no existe un testimonio veraz, uno solo, que, más allá de la pura fe, certifique su existencia. Mis valedores…

Siendo la justicia aspiración suprema del hombre, es la injusticia su segunda naturaleza La desigualdad está presente desde el nacimiento del humano y lo acompaña hasta que deja de ser. Sin la justicia en la comunidad afloran los peores instintos y se cae en la aberración y el linchamiento, esa patología que la ignorancia nombra “justicia por propia mano”. Mediocres caídos en el más bajo nivel de bestialismo, los linchadores no distinguen entre justicia y venganza. Si lo proclamaran: “es venganza, pero con todo conocimiento vamos a perpetrar el linchamiento”, no sería tan terrible esa que constituye la más baja y salvaje manifestación de animalidad. A propósito:

¿En la turba de linchadores podríamos imaginar a un catedrático rociando con gasolina a un humano agónico? ¿Encendiendo el cerillo para que la carne humana arda hasta la muerte? Esa animalidad, ¿justicia? En el México de una política religiosa, una religión política y un ejército que se desacredita, ¿justicia?

México, 25 de octubre. La Iglesia Católica quiere poder político. Impulsa una iniciativa para cambiar el 24 constitucional e introducir el concepto de “libertad religiosa”, con la que podrá ser votado y ocupar puestos públicos, y definir a qué partido o candidato apoyar.

(Dios…)

Obama y los perros de guerra

Los resultados en el proceso electoral en Estados Unidos, mis valedores. Duro revés han propinado los republicanos a un demócrata  Obama apenas ayer consentido en las urnas. ¿Pues qué, con la victoria de los tales volverá el mundo a los tiempos de la más ruda política del terrorista de Estado  contra los pueblos débiles, sin más? Aquí un esbozo de la marca que han impuesto los republicanos en la industria de la guerra imperial.

Japón, 1945. El presidente Truman, tercero en impopularidad después de Nixon y GW. Bush (a este lo repudió el 76 por ciento de sus compatriotas) ensayó dos ataques atómicos sobre ciudades civiles japonesas, matando directa o indirectamente a más de 500 mil civiles. Corea.- En 1950, Estados Unidos entró en guerra con Corea del Norte, provocando gran cantidad y variedad de crímenes contra la población  civil. Quince años más tarde invadía Vietnam y atacaba militarmente a los norvietnamitas, iniciando una guerra de más de una década. El Pentágono empleó armas de destrucción masiva terribles, como el napalm.

Cuba, 1967: John F. Kennedy trata someter el gobierno de Castro; sus mercenarios desembarcan en Bahía de Cochinos, y los cochinos son vencidos a lo estrepitoso. Kennedy inicia un prolongado bloqueo contra la Isla, que la hunde en una prolongada crisis económica. Ahora Obama insinuaba  revisión al bloqueo.

Chile.- En 1973, Richard Nixon financia a mercenarios y militares chilenos de ultraderecha, y con ellos derroca y asesina al presidente constitucional, Dr. Don Salvador Allende.  Para luego desatar una violenta represión contra el allendismo con resultado de millares de muertos y desaparecidos. Argentina. En 1982, el gobierno de EU brindó importante apoyo logístico a los ingleses de la Thatcher en la Guerra de las Malvinas, contrariando el espíritu de la Doctrina Monroe (“protección” del continente), creada por EU en 1823, y los tratados establecidos con Argentina, que garantizaban el resguardo continental.

China.- Durante los ataques a Kosovo tropas de EU destruyeron la embajada china en ese país. Y los ataques a Timor Oriental, y los contras en Nicaragua financiados y apoyados por EU con la desestabilización de los gobiernos, sus economías y finanzas por parte de la CIA en prácticamente todos los países del orbe.

Palestina.- En 1982, miles de palestinos indefensos fueron masacrados en campos de concentración de Israel, en oposición a todos los demás países de la ONU y con sólo el apoyo norteamericano. Granada.- En 1982, Estados Unidos intervino militarmente en la isla, en una invasión tan breve como cruenta, donde se causaron muertes de civiles.  Libia.- En 1986 sufrió ataques aéreos por parte de Estados Unidos, muriendo con la población civil uno de los hijos del líder libio Al-Gadafy.

Sirio-libaneses.- En 1988, Israel, con apoyo logístico de la Casa Blanca, invade el sur del Líbano, maniobra que origina matanzas de civiles palestinos y en una fuerte condena internacional a Israel, y un renovado apoyo de los perros de guerra de Estados Unidos, que en 1989 arroja sus fuerzas militares contra Manuel Antonio Noriega, dictador de Panamá, a un costo de miles de civiles sacrificados por los marines del norte. Y qué decir de Afganistán, y más tarde Iraq, atacado en 1991 por una coalición multinacional encabezada por tropas del republicano Bush y continuó Bush Jr., del mismo partido, todo a un costo de cuando menos 500 mil niños iraquíes. Y ahora, tras el leñazo republicano a Barak Obama, ¿qué viene después? (Lóbrego.)