Los invasores llegaron al Castillo de Chapultepec pisoteando cuerpos de héroes, y la bandera de las barras y las estrellas ondeó sobre aquel memorable lugar después de que los alumnos del Colegio Militar hubieron dado su vida por defender el último reducto de la Patria. El mismo 13 de septiembre las tropas del general Scott se hacían dueñas de la capital de la República. ¡El 16 de septiembre de 1847 la bandera del invasor ondeaba, airosa, en el Palacio Nacional!
En esa batalla las balas invasoras iban a sacrificar el Batallón de San Blas con todo y su comandante, don Santiago Xicoténcatl, mientras que no lejos, con 5 mil de a caballo, Juan Alvarez solicitaba a López de Santa Anna la orden para entrar en acción, que le negó el vendepatrias. La historia que escriben ciertos felones no es eso que enseñan los libros de historia. La historia es una gigantesca zopilotera y gran hedor. Santa Anna….
Esa de l847 iba a ser la primera de las tantas invasiones de todo tipo que en contra de nuestro país perpetró ese naciente imperio acerca de cuya peligrosidad muy a tiempo nos previnieron el Conde de Aranda, Bolívar y el genio americano José Martí, patriota y apóstol, e intelectual que con hechos demostró su amor a México, un amor apenas superado por el amor a su patria, a la que dio su existencia en la batalla de Dos Ríos, en mayo de l895.
José Martí. Tanto tiempo vivió entre nosotros y tanto entendió esta tierra que en cierta ocasión, refiriéndose a los apuntes que algún pintor norteamericano hiciese de nuestro país cuando lo visitó sin lograr comprenderlo, así protestó el apóstol cubano:
– No se paró a ver lo que México ha vencido ni a medir el esfuerzo por los obstáculos que se le ponían, ni a calcular lo que va a vencer con el empuje acumulado. No vio el trabajo titánico de sus hombres nuevos para sacar los brazos con la libertad en salvo, por encima de las torres de las iglesias; ni la fatiga heroica de la generación liberal que lleva a cuestas el país resucitado…
México y Cuba: a propósito: hace algunos años cayó en mi correo electrónico un texto firmado por una Celia Hart que yo, según mi costumbre y al acto reflejo (tanta basura ensucia mi correo) intenté borrar, eliminándolo para nunca más, pero leí las primeras líneas, y válgame; al rato, conmovido hasta el tuétano y a riesgo de violar esta regla o aquel derecho de autor, me propuse ofrecerlo a todos ustedes año con año por estas fechas, como la expresión limpia, genuina, de alguien que desde su perspectiva (tiempo, distancia, lugar) nos entrega una síntesis del México que fue y es hoy día para algunos que lo contemplan desde el exterior.
Aquí, para conocernos, para reconocernos en espejo ajeno, las expresiones de Celia Hart, cubana y americana de la América Mestiza que así celebró en su país nuestras fiestas patrias:
“Cuánto me hubiese gustado estar con el padre Hidalgo el 16 de Septiembre de 1810. Nuca se tuvo más fe en Dios que en aquel día. Aquel sacerdote brillante y culto, no fue una excepción de la regla: el talento, la virtud y el compromiso se dieron la mano para saber querer más que ningún otro hombre a México y a la Revolución. Estas dos palabras no debieron jamás separarse, porque es imposible que la independencia de un pueblo se gane sin dosis elevada de revolución.
El Siglo de las Luces cayó en mis tierras americanas como música para la libertad. ¿Hidalgo, hombre de edad? ¿Quién dice que para amar y construir se tiene una determinada edad?
(Sigo mañana.)
Autor: Tomás Mojarro
Del Verbo Encarnado
Y cómo pudiera ser más desolador el panorama de la educación pública en este país, con la dirigente de los maestros atacando a Alonso Lujambio el de SEP, al que acusa de descuidar su encomienda por trabajar para el 2012, mientras el tal, designado por el de Los Pinos, se esfuerza por salvar del naufragio lo poco rescatable de esa mojiganga que apodan Bicentenario, con su apéndice en el 1910. La prueba ENLACE, en tanto, revela que el nivel de conocimiento de los estudiantes de primaria y secundaria es desalentador, sobre todo en Historia. Pues sí, pero el de Los Pinos presume en público que a sus hijos los educan monjas del Verbo Encarnado. Es la trágica decena ultraconservadora en un país muy distinto al que soñaron liberales como Ignacio Ramírez, que así rechazaba la educación “religiosa”:
¿Formar una sociedad jerárquica, donde todos obedezcan y muy pocos piensen, donde el arte y la ciencia enmudezcan cuando habla el dogma? ¿Retroceder hasta los siglos de la barbarie? ¿Se quiere que el sacerdote nos acompañe en la cuna, en el lecho conyugal, en los placeres, en las desgracias y hasta en las puertas de la muerte..?
“La soberanía individual rechaza los dogmas, porque todo dogma es una voluntad ajena y toda soberanía quiere ser independiente Hoy, en el mundo del conocimiento científico, ¿qué asiento pueden tener entre nosotros las revelaciones y los oráculos?”
No calculaba Ramírez que ha regresado el reino de las sotanas, y que las monjas del Verbo Encarnado educan no sólo a los hijos del de Los Pinos, que simbólicamente imparten su educación religiosa, de “verdad revelada” y pensamiento mágico, a los hijos de los hijos de todo el país. Es México.
Del pensamiento liberal: “¿Cuál es el mínimo de los conocimientos que por ahora se exige a todo miembro de la familia humana? Lectura, escritura, aritmética, geografía, historia, un oficio o los principios de una profesión, y algunos rudimentos en las leyes y civismo, conocimientos bastantes para que la juventud aspire al título de padre o de madre de familia ¡Y para llenar tantas exigencias del siglo se nos propone un Ripalda!
No se nos diga que ese catecismo es el compendio de lo que Dios ha dicho. ¿Cuándo autorizó Dios a unos oscuros frailes y clérigos para que le compendiaran sus palabras? ¿Por qué ustedes, ripaldistas, condenan a la multitud a tan completa ignorancia? Porque bajo la máscara de la religión se oculta el espíritu de dominio; con el catecismo no aumentáis el número de los cristianos, sino únicamente marcáis servidores”.
El gobierno representa la ley civil; los clérigos quisieran que representara la ley religiosa para dominarlo y para realzar la pretensión de que al Papa otorguemos entera obediencia. ¡El Napoleón del cesarismo cristiano! El clero no demanda al gobierno fe, sino coacción; quiere que la autoridad amenace a los que no crean; para esto necesitaríamos inventar un cuarto poder: el creyente. No trastornará el mundo sus instituciones para volver a la teocracia.
Nosotros todavía les enseñamos más, y es a no condenar a ninguno a la ignorancia, obligándoles a creer lo que no les podemos probar. ¡Les enseñamos con voz y con el ejemplo a no hacer traición a la patria!” Al México cristero, vale decir, de Riveras, Sandovales y Onésimos. ¿Culpa del chaparrito de lentes? Culpa nuestra, que nos negamos a pensar, como nos acusaba Ramírez cuando los liberales limpiaron de fanatismos este país para que hoy, de repente, haiga sido como haiga sido… Es México. (Este país.)
¿Quemar El Corán?
Yo, por mi parte, ni conmemoré el derrumbe de las Torres Gemelas ni intenté quemar el Corán. Yo tuve presente que el 11 de septiembre del 2001 fue el pretexto perfecto de un Bush para destruir y arrasar todo un país, y que hoy, más de 100 mil víctimas y más de 700 mil millones de dólares de por medio, el invasor se retira del campo en desastre gacha la testa, sin triunfo ni gloria, porque para el terrorista universal Iraq representó un segundo Vietnam. Es la historia.
Fue un 11 de septiembre del 203. Bush invadía Iraq, y aun se asombraba: “Yo no sé por qué nos odia todo el mundo. Estoy asombrado porque sé lo buenos que somos”.
“No, señor presidente, le refutó R.M. Bowman, ex director de la Guerra de las Galaxias. Ni somos buenos ni le dijo la verdad al pueblo estadunidense acerca de por qué somos blanco del terrorismo: ¿porque representamos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo? ¡Mentiras! Porque nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas. ¿En cuántos países hemos derrocado a líderes electos popularmente y los hemos sustituido por dictadores militares títeres, anuentes a vender su propio pueblo a las corporaciones multinacionales de EU? Lo hicimos en Irán, donde depusimos a Mossadegh porque quería nacionalizar el petróleo; lo sustituimos por el Sha y entrenamos, armamos y pagamos su odiada guardia nacional, que esclavizó y brutalizó al pueblo iraní. Todo ello con el fin de proteger los intereses financieros de nuestras compañías petroleras. ¿Es sorprendente que haya tantas personas en Irán que nos odien?””.
Odiosas como aquella de Santiago de Chile un 11 de septiembre de 1973, que costaría la vida a don Salvador Allende, presidente constitucional de la república de Chile. Al complot contra su gobierno socialista alude el cronista de la CIA: “R.M. Helms, entonces su director, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970. Nixon le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Tenía que evitarse que el marxista Salvador Allende llegara a La Moneda.
– Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile. Tienes 10 millones de dólares y más, si es necesario, pero…¡haz chillar la economía..!
Santiago de Chile. “Existían muchos intereses económicos. Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de EU que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, los militares quebraran el régimen democrático e impusieran la dictadura”.
El brazo ejecutor en 1973 fue aquel Augusto Pinochet de amarga memoria, ese que antes de fallecer, viejo, achacoso, con fama pública de multi-asesino y corrompido hasta el tuétano de un alma en ruinas, tartajeaba con trémula vocecilla de vahído, desguanzo, ultratumba:
– Pido perdón si es que en aquel entonces cometí algún error…
“¿Por qué nos odian?, se quejaba Bush, protector de halcones israelíes. Ante la masacre de Jenín, en Cisjordania, lo denunció un horrorizado Terje Roed-Larsen, de la ONU: El campo de refugiados fue escenario de horrores que superan el entendimiento humano. Vi gente en total conmoción, sus casas destruidas. Vi familias tratando de desenterrar gente bajo montañas de piedras. Desde hace mucho no se había visto una destrucción masiva de esta dimensión. Es un infierno. Moralmente es repugnante”. Después, ¿hablar del “Holocausto”? En fin.
Don Salvador Allende. (A su memoria.)
Los aviones, directo al blanco
Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran el escenario del caos. Luego las calles vacías, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…
Exacto, mis valedores: ahí se puso a prueba nuestra capacidad de asombro, de indignación, de esa reacción que moviese la conciencia internacional para evaluar cabalmente el ataque del terrorismo internacional; maniobra cruel, artera y certera contra la vida democrática de todo un país. Lo extraño es que el mundo no haya reaccionado con las correspondientes manifestaciones de ira, dolor, acciones vindicatorias. Ahí se exhibió el ilimitado poder manipulador de conciencias sintetizado en un cinescopio, un micrófono, la prensa escrita, que suman, restan, dividen y multiplican a las masas sociales, según les aporte ganancias políticas, económicas, etc.
Porque fue un día como hoy cuando se produjo una tragedia que, preparada y perpetrada por el citado terrorismo internacional, vino a lastimar la conciencia de todo un pueblo; pero los “medios” indujeron a la opinión mundial a desentenderse del tamaño del crimen, el sufrimiento, la sangre derramada. Por que nosotros, yo con ustedes, no vayamos a extraviar la memoria histórica, aquí el recordatorio anual de la sangre derramada. Terrorismo internacional:
Los aviones iban directo al blanco. Pero no, por supuesto, yo no me presto (yo no me alquilo) a la feroz manipulación de los “medios”, ni mi mente ha sido colonizada como para tomar agregarme, yo también, al coro internacional de las plañideras y entonar (¿yo también? ¿También yo?) la endecha multitudinaria de las Torres Gemelas de la metrópoli imperial, cuando tan a lo vivo me lastima aquello que el terrorista internacional, precisamente el imperio norteamericano, perpetró un 11 de septiembre de 1973 en uno de nuestros países de la patria continental, la América de Miranda, Bolívar, San Martín y tantos más, la anchurosa América Mestiza del genio José Martí. Yo no.
Yo aludo al palacio de La Moneda en llamas allá en Santiago de Chile, con el victimario encuevado en La Casa Blanca, allá en Washington. La república de Chile y don Salvador Allende, su presidente constitucional, no iban a ser la excepción entre todos los pueblos al sur del Bravo que han sido lastimados por esa calamidad de la que ya advertía el Conde de Aranda a finales del siglo XVIII, y contra la que nos alertaba en el XIX José Martí. Cuando no se atiende, mis valedores, la letra de la historia con sangre entra. Y tal ocurrió el 11 de septiembre de 1973. ¿Me permiten ustedes, por ello mismo, que haga la crónica de la tragedia chilena, y deje para el clamor mundial lo ocurrido un 11 de septiembre del 2001?
La víctima: todo el pueblo chileno, con don Salvador Allende, su presidente constitucional. El magnicidio lo tramó en La Casa Blanca Richard Nixon, la CIA como cerebro de la maniobra terrorista. Sin vida saldría del palacio de La Moneda Don Salvador, en Santiago de Chile. De La Casa Blanca, en Washington, Nixon iba a salir expulsado tiempo después. Es la historia.
Años más tarde, un 11 de septiembre, G.W. Bush halló el pretexto perfecto para invadir Iraq, y aun se asombraba: “Yo no sé por qué nos odia todo el mundo. Estoy asombrado porque sé lo buenos que somos”.
(Esto continúa el lunes.)
Macabrón
Esta vez la canción de cuna, mis valedores, esa azucarada tonadilla, suma y síntesis de amor, ternura y besos que la madre modula a media voz en tanto se filtra, por la ventana entreabierta, la luna llena. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, de repente desflórase aquel silencioso desparramadero de estrellas errantes. La madre, pupilas de luz, formula un deseo por la dicha del molotito de carne que se acaba de dormir. Y a propósito, el cuentecillo infantil…
Erase que se era, allá en tiempos y regiones de los sueños color de rosa, un reino feliz, con un caserío al que cariñosamente nombraban ciudad perdida, en el lacerado corazón del basural. Y ocurrió que una noche, en su Disneylandia de láminas y cartón, dormitaba un querubín: vientre rebosante de esos bichitos que se crían en tales reinos de encantamiento: amibas, lombrices, salmonela, estafilococos. Poéticos nombres…
He ahí al querube, que lloriquea y se remueve en esa adorable muestra de la artesanía popular: un huacal aguacatero forrado con páginas “sociales”. En eso, que entra al castillo el rey, y que al llanto del heredero se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el día: una caja de chicles y tarugaditas de plástico made in China, para luego acercarse a la cuna de tules y gasas de color azul (cachos de periódico): “¡Cuñá, cuñá!”
– ¿Por qué llora, mi hijo? ¿Los cólicos, las chinches, la chinche hambre?
– ¡Cuñá, cuñá, cuñá..!, el serafín redobla sus lloros.
– Duérmase, mi niño, que voy a contarle un cuento de cuna. De huacal.
Y ahí, en la noche del mundo feliz, la voz abrojuda tartajea el cuento infantil. “Durante esta administración la inversión extranjera ha sido de casi 80 mil millones de dólares”. ¿No te alegras, ¿mi hijo? Y otra más: “Hemos apoyado a las pequeñas y medianas empresas cuatro veces más que en cualquier otro sexenio”. ¿No aplaudes?
Y el prodigio del cuento de hadas: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, a amainar el hipo, a entrecerrar los párpados. La voz del rey: “Nuestra economía creció 7.6 %. Hemos logrado…”
Lástima, que a la alcoba entra la reina del castillo, en sus manos la ropa recién lavada, roja ajena. “Pero viejo, qué le estás contando a mi criatura. Duérmelo con un cuento dulzón, no con ese macabrón…
– Haiga sido como haiga sido Marianito se durmió, ¿no?
– Pero, viejo, que un cuento de ese tamaño me lo puede traumar. Si a mí, que soy una adulta, con solo oírlo contar (con una vocecilla que no me puedo sacar de los tímpanos), me soltó el estómago…
– Se durmió, ¿no?
Sh…lástima: a la voz destemplada del rey, la criatura entreabrió los párpados y “¡cuñá, cuñá!”, con todo el desconsuelo que produce el testerazo contra la realidad: el hambre, los bichos, el cólico. “¿Ves, mujer, por tus escrúpulos?”
– Pero viejo, comprende que ese cuento es para arrullar mediocres domesticados, no a una criatura como mi bebecito…
– Se había dormido, ¿no? Va el cuento otra vez.
– Atúrdelo, pues. Atarántalo como a cualquier mexicano, y que Dios nos perdone.
– Allá voy. “Nuestra economía se recupera.” “Miles de niños padecen abusos, desnutrición y analfabetismo”.
Y el chillido, el alarido de querube. “¡Viejo, después del cuento de Calderón te seguiste de filo con la realidad nacional.
– Tíznale, pues por qué lo publican en la misma página…
Es noche cerrada en el reino mágico que nombran ciudad perdida, noche lacerada a los alaridos del querubín. Y qué hacer. ¡Calderón, otro cuento, que el angelito no cesa de llorar! (¡Cuñá..!)
Ku-Klux-Klan
A lo que en materia de oportunismo ha llegado el instinto rapaz y logrero, mis valedores: que Memín Pinguín se suma a los festejos del Bicentenario de la Independencia mexicana para explicar cómo fue la Independencia de México.
Que por el oportunismo de los editores no se tope el país con los conceptos ásperos, abrojudos, de los funcionarios gringos que hace un lustro condenaron la emisión de los timbres postales con la imagen del negrito mexicano, acción por la que tacharon de racista nuestro país. Asqueante su doble moral, ese doble discurso que manejan los puritanos del Norte, escandalizados porque a cierta cantante negra le asomó la mitad de un seno (moralina, cinismo, falso pudor), cuando una de sus más rentables industrias es la pornografía. ¿Y no es EU el país de los WASP (blancos, anglosajones y puritanos), el del racismo en agravio de negros y extranjeros (“mexicanos grasientos frijoleros color de lodo”)? Ah, pero que crispación ante la figura de ese extraño espécimen de color negro, un Memín Pinguín que en México cae en el terreno del exotismo barato. Una astilla de historia:
Dificultosa la coexistencia del negro con sus paisanos de piel blanca durante la guerra civil (1861-65) que confrontó a los yankis del norte con los confederados esclavistas sureños del sur. Los esclavos negros intuyeron la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros libres intentaron enlistarse con las fuerzas de la Unión. Su entrenamiento militar fue prohibido por la policía. El gobierno federal evitó el alistamiento de negros en el ejército, y la doble moral: Lincoln los rechazó desde 1861. Pero la creciente agitación de los negros preocupó al gobierno, que creó un Depto. de Colonización con ánimo de regresarlos a África o a alguna una isla del Caribe. Fracaso total.
El negro, por fin, logró enlistarse en el ejército, pero fue objeto del encarnizamiento sureño, que los discriminaba, les negaba toda posibilidad de ascenso a algún rango militar y les pagaba la mitad del salario que al soldado blanco. Muchas compañías de combatientes negros adoptaron la digna postura de no aceptar dicha paga. El ejército se negó a tomar prisioneros; los heridos eran asesinados…
Tiempo después se gestarían nuevas formas de explotación de los campesinos negros, que fueron forzados a regresar a las plantaciones. Ante su resistencia se emplearon métodos represivos de enorme violencia. El negro logró ejercer el sufragio bajo el terrorismo racial de los oligarcas que, para mantenerlos lejos de las urnas, emplearon argumentos engañosos, propagaron amenazas, organizaron y armaron bandas y crearon sociedades secretas para imponerse y coaccionar, mediante la tortura, la violencia y el crimen, tanto a los negros como a los simpatizantes blancos.
Entre estas sociedades está el Ku-Klux-Klan, integrado en 1865 en Pulaski, Tennessee, como un club de jóvenes de familias prominentes que pronto se extendió por el sur hasta quedar formalmente organizado en 1868 para oponerse a “la influencia africana en el gobierno y la sociedad, prever la entremezcla de razas y defender la supremacía política y social de la raza blanca”. Otra organización terrorista de los terratenientes: los Caballeros de la Blanca Camelia (Lousiana 1867), que también se extendió con rapidez para que la cruz en llamas iluminara los linchamientos de negros. Pero hoy, de repente, más allá de ridículos Memín Pinguines, ¡un negro en la Casa Blanca! (Seguiré con el tema.)
La Madre Teresa
Fallecida un 5 de septiembre de 1997, su muerte pasó inadvertida en razón de cierto suceso que retrata la mediocridad de unas masas manipuladas aquí y en los países que pasan por cultos y refinados: por aquellos días murió junto con su amante una mujer disoluta, y la atención del orbe cubrió de flores y lágrimas el féretro de la meretriz. Pobre de Lady Di, tan bella que era, tan elegante…
Pero en la fabulilla de mi invención ni allá ni aquí tuvo suerte la religiosa por una sola razón: su visita al DF coincidió con la de Juan Pablo II, que enloqueció a unas masas delirantes, alucinadas. ¡Nos visita Su Santidad! ¡Psicosis colectiva y éxtasis de ¿religiosa? exaltación! Y a organizar la valla monumental desde el aeropuerto Benito Juárez (en el nombre captar la ironía) hasta la basílica de Guadalupe, con el recaudo, el aderezo y la guarnición de danzantes y peregrinos, coros y cánticos, plegarias e invocaciones, ovaciones y porras, confeti, rosas y serpentinas y un trigal de pancartas con la vera efigie de JPII a todo color, en transmisión directa, radio y TV, de costra a costra y de frontera a frontera. ¡Tú eres amigo! ¡México siempre fiel! ¡Júntese la cristiandad! ¡A recibir a JPII, y que la valla vaya directamente al Guiness!
En tanto, callada la boca, a la terminal de autobuses llegaba una tal Madre Teresa, cuya vida dedicó a los redrojillos humanos desgarrados por lepra y demás lacras malignas y contagiosas. La religiosa adoptó la pobreza como forma de vida, que tronos y púrpuras y ostentación de crucifijos de oro le repugnaban; humilde como fue, pero de veras, evitó halagos, aclamaciones, ostentaciones y demás vanidades; religiosa en verdad, huyó de inciensos y ritos huecos. La monja era pura de ánima y cuerpo, de dicho y acciones, y sublimó el sacrificio de sí misma para amar al prójimo más que a sí misma. Descendiente directa de los profetas, que su doctrina la apuntalaron con la verdad de los hechos, vivió en las antípodas de los Norbertos Rivera, Sandoval y Onésimos, que heredaron esa doctrina y la repiten como fórmula vacía porque les falta congruencia con las acciones. Ellos dicen caridad, dicen misericordia, dicen sacrificio y pobreza, dicen humildad, con la lengua: la de Calcuta lo decía con hechos. Ella, sin comitiva ni comisión de recibimiento, arribó a la ciudad por la terminal de autobuses.
Fue una tarde lluviosa. Yo aquella tarde me topé con la religiosa en algún caserío perdido, de pie frente a aquel leprosario de mala muerte (de mala vida) que se alza más allá del terreno baldío convertido en lodazal. De este lado, bajo un arboluco, la Madre Teresa se disponía a cruzar lodo, charcos, inmundicias. Ahí saltó el oficioso: “Permítame proteger sus sandalias con estas botas de plástico”.
Gentil, pero enérgica, la monja rehusó con un movimiento de cabeza.
– Mire que de aquí a la entrada hay un buen trecho de lodo y estiércol.
La seráfica de Calcuta volvió a negar con la testa. Ella, que venía a lavar, desinfectar y vendar llagas agusanadas, bubas purulentosas, pestilentes lobanillos y carnes en putrefacción, ¿ascos a un poco de barro?
– Aunque, después de todo, no se manchará en demasía. ¿Ve esa tandada de señores recostada a medio lodazal? Son políticos y periodistas, todos adictos a Calderón, que ofrecen a usted sus lomos para que la inmundicia no le manche las sandalias.
La Madre Teresa observó la siembra de lomos. Pensó, meditó, suspiró. “Sea por Dios. Preste acá esas botas de goma”.
La moraleja, ¿cuál? (Piensen.)
De miércoles
Nuestra economía ya se está recuperando. En casi cuatro años hemos otorgado 2.5 millones de créditos y otros 2.5 millones de subsidios para viviendas, más del doble que en el mismo período del sexenio anterior.
Ya no, señor presidente. Ya no más. No con usted. Este país, en cuya gobierno fue impuesto, ya no es el que apenas ayer avanzaba a jalones de informes presidenciales; ya no es aquel cuya esperanza irracional se afianzaba cada primero de septiembre con el figurón en turno oficiando el rito anual: rostro para el mármol, índice en alto, catarata de cifras descomunales y el retumbar de las frases para el bronce como las que usted intentó la mañana del pasado jueves en su monólogo ante una leva de dos millares de reclutados que usted obligó a encerrarse en el patio del Palacio Nacional:
“¡Sólo unidos prosperamos. Es la hora del cambio para convertir a México en el país que está llamado a ser!”
Ya no, señor presidente. Frases ya no. Para histrionismos está usted muy lejos de aquellos soberbios demagogos pri-gobiernistas: voz, estatura, presencia, carisma, personalidad. Con semejantes patrañeros se agotó la magia que en la hornaza de unas cifras y un viva México encendían año con año la esperanza irracional de las masas. Con personajes de la alzada de usted no va a revivir aquel adolescente país que de ayer a hoy se transfiguraba; que anochecía ayer sombrío, hoy escuchaba al santón y mañana amanecía renacido al calorcillo del Quinto Sol. El Ave Fénix renacía de sus cenizas porque la magia de un taumaturgo le dio luz y clave, y le desbastó obstáculos y lo echó a andar. Todo con el ensalmo de unos datos, al conjuro de unas cifras y a la advocación de un viva México…
Y amanecer optimista y robustecido; con los mismos problemas, con la pobreza de siempre, y el desempleo y la pública inseguridad, pero retoñando porque la voz de un predestinado le recompuso la esperanza irracional. Ahora ya no. Con usted no, cuando menos. No con sus vomitivos “mensajes” yo habré de reflexionar como en la Edad Oscura del PRI-Gobierno:
“¿Pues qué clase de país es el nuestro? ¿Por qué avanza a jalones de informes presidenciales? ¿Cómo es posible que el rito anual de este quinto sol de pacotilla determine el ánimo colectivo de todo un país? Porque año con año, una y otra vez, cada primero de septiembre se repite esa licuefacción de la sangre de San Genaro, ese prodigio nacional en el que la voz de un santón obra en el ánimo de millones de humanos para apaciguar temores, calmar rebeldías, amansar violencias y disipar nubarrones que oscurecían el futuro. De un día para otro”.
Ya no. Con usted, señor presidente, el “mensaje” de miércoles (¿jueves?) apesta a formol, a cadaverina. Una masas sociales crédulas nunca más. Sean los hechos los que convenzan, y esos hechos no van a ser los de usted, ciertamente. ¿O existirá aún ese cándido que dé credibilidad a rastrojo como el que pronunció usted en el soliloquio de marras?
“¡Se aplicaron recursos por ll mil 042.9 millones de pesos (…) Mediante la aplicación de esta inversión se construyeron, rehabilitaron y ampliaron..!
Basta, señor presidente. Cifras maquilladas ya no. Ya no verdades a medias, que son mentiras completas. ¿O piensa usted que las masas sociales serán capaces de digerir ese informe de miércoles? ¿Que los mexicanos seguimos tan aturdidos como siempre, tan dependientes como nunca, que seguimos esperando del enemigo histórico lo que nos negamos a ejecutar por nosotros mismos? (Sh…)
Llovió en el jardín
Llovió en el jardín. Lluvia mansa, que intentaba pasar inadvertida. Al aroma de la bugambilia recién bañada se me vino encima la evocación. Al contemplar la llovizna me punzó la añoranza, la tristura por los años dorados de la niñez, esos que para mí transcurrieron acunados en la paz y el amor de mis buenas gentes y al arropo de los derrumbaderos zacatecanos de mi Jalpa Mineral. Qué tiempos, qué niño fui una vez, qué feliz. Y pensar que yo no lo sabía; de haberlo sabido… En fin.
“Fue mi libro de texto un amor escolar”.
No mi profesora, quede esto claro. Ella sólo me enseñó el silabario (el de San Miguel, yo tierno aún, y ya ella pasada de tueste). Más tarde iba a llegar la niña de mis amores tempranos, que sigue siendo de mis amores tardíos. Ella, la sota moza que allá en mis terrenos acaba de fallecer. Accidente automovilístico. Ella, tan llena de vida, por la que yo me desvivía. Yo aquí todavía a estas horas, mientras que la niña de mis amores al arrimo de un álamo del camposanto descansa en su paz. Caprichos macabros que tiene La Parca…
Pero fuera tristuras; si la bienamada descansa en su paz, haya paz también de este lado. Haya sosiego, el que necesito para relatar a todos ustedes un suceso que aconteció en tiempo de aguas, cuando esa coqueta y frutal sota moza que es mi Jalpa Mineral muda de ropas, se despoja del pardo sayal del oficio de tinieblas, las rogativas cuaresmales y las postrimerías del alma para al filo de las primeras tormentas echarse encima sedas, gasas y encajes de festividad, vaporosas y olorosas a albahaca, geranio, yedra, jazmín. Y aquel tufo (ardor, fecundidad) de hembra en brama que se desasosiega y despide humores de fermento, humus, mantillo, encelando al cielo para que la empape, y después parir. Primavera. Y aquellos chamacos cómo quedar reducidos al aula escolar.
– ¡Al paseo, a la excursión. En fila india todos!
De ser “india”, que entre nosotros es decir indígena, la fila india tendría que ser de cazcanes, sangre de bravos y temerarios que al mando de Tenamaxtle mandaron al mundo de la paz eterna al Tonatiúh, nada menos. Al valeroso crudelísimo que fue el soldado aventurero Pedro de Alvarado. “Hasta tu muerte o la mía”, la divisa del guerrero cazcán. Pero a la excursión escolar me referí en un principio.
A La Cañada, La Villita, El Santuario todos los de las primeras letras, pastoreados por el mínimo (bajo de estatura) profesor Máximo. Yo, circundado por aquel mundo de feracidad y horizontes revenidos de verdes, allá voy, un ojo al gato y otro a la niña de mis dos ojos, a la que con las puras pupilas me bebía. Ella por aquel entonces ajena a mis amorosos afanes, y años más tarde al trágico fin que le aguardaba por culpa de un irracional alcoholizado que manejaba el volante de su camioneta. Ella, el primer amor. A lo lejos facetea falseteando el cantador de la Costa Chica:
Dos palomitas azules – paradas en un romero – la más chiquita decía – no hay amor como el primero…
Pero esa chiquita, inexperta a su edad, ignoraba que todos los amores nuevos (no los amoríos) son siempre el primero. Conste.
Y vámonos al paseo todos los niños de escuela, y échate a espulgar bajíos y laderas (sus escurrimientos, orgasmos de vivas aguas), y aspira a todo pulmón el olor de la guayaba, el membrillo, el guamúchil; y qué diablos le ocurre a esa lagartija, que avanza a remolque sobre esa otra, y frente a la gloria de verdes pelambres de la sabinera, a cantar a gritos…
(Ese canto, más tarde.)
México viejo
Porque antes que mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como aguas…
Que todo ocurrió la tarde del domingo anterior, Día del Anciano, dije a ustedes ayer. Que, deprimido por la ausencia de mi única y como algunos se refugian (en plan de fuga, qué contrasentido) ya sea en la droga que se fuma, en la que se inhala o en esa, la más dañina de todas, que libremente se vende embotellada, yo me arropé entre los libros de mi biblioteca, tomé al azar un volumen de poemas y ahí el incidente: al abrir el libro se me vino a las manos aquel mensaje en cuyas primeras líneas algún ser anónimo se quejaba de que su hijo menor, el más amado de todos, lo internó en un asilo de alias rimbombante: “residencia”. El manuscrito:
“Fue en el asilo donde acabé de envejecer. Pero, fuerzas de debilidad, logré fugarme y me vine a refugiar, solo y mi alma, en este cuartucho de azotea, vecino de gatos y lavaderos, abierto a vientos, lluvias y carrasperas. (Afuera de mi covacha las palomas a zureos reniegan de la llovizna.)
Tardes de domingo como esta son las más deprimentes para el que envejece en una soledad de lomo engrifado como gata en brama. Por tratar de conjurarla me he aplicado a abrevar remembranzas en mi altero de viejas fotos, que más me dañan que aligerarme el espíritu. Aquí, macollo de ausencias, el oficio de mis fieles difuntos: desvaídos rasgos de la que fue mi amantísima (canto, risa, el geranio, el no-me-olvides, el deseo tensado, trenzado, en el catre de latón). Qué joven fui una vez…
No me pregunten qué quise decir – es que tenia un nudo en las palabras.
Me he puesto a brujulear mis fotos: hijas, partos, nietos, parientes ya muertos o más distantes todavía: desbalagados. Ah, esta herida que no cesa:
el hijo fallecido por oscuro conflicto de la sota moza, sota de bastos. Ausente uno más, que de mí se ha olvidado, pero cuyo olvido fue menos ingrato que el corazón de pedernal que me encerró en el asilo. En estas corrosivas tardes de domingo intento olvidar y recuerdo; busco recordar, y olvido. (Olvidar, invoco al piadoso alzhaimer…)
¿Dónde mi juventud? Se me trasminó entre los años. Tan escaso de dones como sobrado de ilusiones fui padeciendo gozosas heridas de la sucesión de mujeres que, costras de las heridas, me dejaron estas fotos, dedicatoria y fecha vetustas y unos marchitos pétalos emparedados entre sonetos, rimas y redondillas. De súbito, inesperado, el fogonazo: llegó ella, la única, y ahora mi mente burbujea de recuerdos: romanzas y trovas, luna llena y mandolina y ventana grifa de bugambilias. Y aquí estoy, y avizoro el final, y porque esta soledad pesa cual cresta de roca desprendida de la mente para dar en el corazón, envío este mensaje a ver si alguno…”
Al llegar a este punto (estos tres puntos) el manuscrito se interrumpe. Yo, el papelillo en la diestra, por la ventana miro una tarde que la llovizna torna remedo de noche, y de noche todas las tardes son pardas. ¿Quién sería el solitario? Yo, rumiante de soledades, ¿qué hubiese podido darle más allá un trueque de tristura por pesadumbre? Un súbito suspirillo, en las pupilas el picor. Contemplé la tarde aterida, observé el matutino: “Solos, millones de viejos”.
Día del Anciano. ¿Alguno se percató de la fecha, alguno agasajó a su “adulto mayor”, como le apoda el eufemismo ridículo? Mis valedores, quien sepa de edad, achaques y añejos pedimentos de auxilio conocerá la causa de esta mi depresión. Senectud, cuántos suspiros se cometen en tu nombre. Y qué hacer. (En fin.)
El elefante encadenado
Para qué el aprendizaje de la teoría política, dije a ustedes ayer. Para qué estudiar, si troquelado en la mente portamos el cuerpo de tras catálogos que nos infiltró el entonces presidente Echeverría: el catálogo de agravios: el gobierno es malo, muy malo; el de buenas intenciones: el gobierno debe ser bueno, muy bueno; y el de la acción: exijámosle. Y ya. Para qué el libro, el aula, el maestro. Para qué más. Mis valedores: ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra propia ignorancia. Nuestra pura ignorancia nos convierte en colaboradores del Poder, y eso, de ciudadanos, nos convierte en súbditos. Siniestro.
Aquí El elefante encadenado, que prometí ayer, relato a la pura medida para ilustrar de forma gráfica y elocuente la evidencia de un poder popular que está ahí, al servicio de todos nosotros, con tan sólo que sepamos generarlo entre todos. Del autor, Jorge Bucay, no doy referencia, por desconocerlas. La narración:
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y de ellos los animales, especialmente el elefante. La enorme bestia, durante la función, hacía exhibición de peso, tamaño y fuerza descomunal. Pues sí, pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
La estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra, y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Yo, a mis pocos años de edad, aún confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté por el misterio del elefante a algún maestro, a algún padre, o algún tío, y ese alguien me explicó que el elefante no se escapaba porque, con toda su fuera, estaba impedido para huir; estaba amaestrado.
– ¿Si está amaestrado por qué lo encadenan?
No recibí respuesta coherente…
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca; únicamente lo recordaba al encontrarme con otros que se habían hecho la misma pregunta. De repente, por suerte para mí, fui a descubrir a alguno lo bastante sabio como para darme la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca desde que era muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse, y que a pesar de su esfuerzo no pudo lograrlo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Me puedo imaginar que el elefante se durmió agotado, y que al otro día volvió a probar, y también al otro y al siguiente, y así hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. (¿Vamos captando la moraleja, mis valedores?)
Poderoso y enorme, el elefante del circo no escapa porque cree, pobrín él, que no puede. Tiene el recuerdo de su impotencia, la que experimentó a poco de haber nacido, y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás intentó de nuevo poner a prueba su fuerza. Mis valedores…
¿Entendemos, seremos capaces de entender el “síndrome del elefante encadenado?” Porque si no, si ni aun así, entonces qué otro remedio: a seguir renegando, exigiendo justicia y forjando mega-marchitas. Per secula seculorum. (Lóbrego.)
Calderón habla. Los capos actúan
Aquí finaliza el acta que da fe de la aprehensión de Francisco Rafael Arellano Félix, lograda por el entonces Subprocurador de la PGR Mario Ruiz Massieu, presunto suicida:
Los detenidos en la casa ubicada en la calle de Ramón López Velarde No. 5608-C del Frac. Montebello, en Tijuana, B.C. fueron: Luis Enrique Cortés Zatarain, Tomás Adán Velarde Espinosa, Benjamín de la Peña Farías, Diego González Martínez, Francisco Arellano Barrio Nuevo (menor) y Benoy Arellano Barrio Nuevo (menor).
Francisco Rafael es el hermano mayor de Ramón, Javier y Benjamín Arellano Félix, contra quienes también hay órdenes de aprehensión por delitos del fuero federal.
La Procuraduría tiene plenamente identificados a los miembros de esa familia. De ellos, varios, aunque no están directamente involucrados en el narcotráfico, presuntamente auxilian a los hermanos en el lavado de dinero, en la construcción de casas de seguridad y en la administración de la enorme fortuna de la familia. En el momento de su detención, Francisco Rafael Arellano Félix ofreció a los agentes de la Policía Judicial Federal cien mil dólares a cambio de que lo dejaran en libertad, señalando que tenía dicha cantidad en una casa cercana, misma que posteriormente y con orden judicial fue cateada, encontrándose efectivamente cerca de 150 mil dólares en efectivo. Por lo anterior, la PGR se encuentra integrando la averiguación previa correspondiente por el delito de cohecho en grado de tentativa.
Francisco Rafael Arellano es también prófugo de la justicia de EU., en donde se le busca por tres diferentes juicios y por delitos de posesión e intento de distribución de una substancia controlada y brincar fianza. Estos juicios son de los años 1980, 1986 y 1989. En México, con fundamento en el artículo 4º. del Código Penal se ha iniciado el procedimiento para someterlo a delito por estos delitos cometidos en el extranjero.
También en México, anteriormente ha estado sujeto a tres juicios penales. En 1978 en unión de su esposa por delitos contra la salud. En 1988 de nueva cuenta por delitos contra la salud y en 1989 por portación de arma de uso exclusivo de las fuerzas armadas. En los tres juicios logró evadir la justicia. En uno de ellos, se le vinculó con la transportación de cinco y media toneladas de marihuana. El Juez de Distrito dictó formal prisión, la cual fue apelada y el Magistrado respectivo la revocó. En otras ocasiones se le detuvo en posesión de más de dos y medio kilogramos de cocaína y 454 gramos de heroína. También logró su libertad y esta Procuraduría no tiene otro dato porque el expediente está perdido. Sin embargo, él mismo aclara que lo absolvió un Juez de Distrito en Tijuana.
En el tercer juicio, también fue absuelto.
Francisco Rafael Arellano Félix es el hermano mayor de Ramón, Javier y Benjamín Arellano Félix, contra quienes también hay órdenes de aprehensión por delitos del fuero federal”.
Narcotraficantes, recuérdenlo, que una noche de aquellas acudieron a la nunciatura de El Vaticano en nuestro país en procura de un arreglo pactado con el entonces presidente Salinas, el cual se reunió con Gerónimo Prigione, nuncio apostólico de El Vaticano, y Jorge Carpizo, titular de la PGR. Se determinó que los capos más buscados aquí y en EU se fueran a casa, y la paz. ¿El pretexto para tal resolución? Lo revelaría Jorge Carpizo tiempo después:
“Los dejamos irse a su casa para evitar un escándalo de alcance internacional”.
Más tarde: Posadas Ocampo, asesinado. (México.)
Chile puro
(El fútbol, como espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación “por delegación” en las proezas que requieren fuerza, destreza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida…)
Aquí sigue la glosa del editorial gráfico que en 6 cuadros publicó Palomo después del “México 86″, cuyo logotipo fue el Pique, un chile vestido de futbolista y sombrero alón. ¡Y a golear! ¡Sí se puede! ¡Vamos México..!
Y fuimos eliminados (¿nosotros?) El primer cuadro lo glosé ayer, con el Pique, estereotipo del mexicano, que dormita sentado a dos nalgas, los lomos recargados en el pitayo y el gorro alón cubriéndole el rostro. En su sueño, según me lo han manipulado los alquilones del cinescopio, alabíos delirantes de las Perras Bravas y al aire los pechos de la Chica Chiquitibún. Y esos meneos, y tales cachonderías. ¡Vamos, México!
Cuadro 2o. Lástima: frente a los alemanes fallamos (¿nosotros?) el decisivo penal, y el estremecimiento: en los sueños de Juancho Pueblo un globito de colores (verde, blanco, etc.), estalló en girones en el aire de junio. La Esperanza Verde quedó fuera del Mundial. Pasmado de espanto, el Pique se ha quedado atónito, y sus sueños onanistas se le tornan pesadilla. En su ensoñación se esfuman los triunfalistas alaridos de unas frenéticas Perras Bravas, las tetas al aire de la Chica Chiquitibún y los montones de dólares que se esperaba. Montones quedan, pero de basura tricolor y un reguero de botellas vacías. Azorado, el Pique Juancho Pueblo, solo y su alma como siempre ha estado, pela los de apipizca ¿Y lo que a alaridos me prometió Televisa?
Cuadro 3o. Todo he terminado. En la pesadilla el Pique terminó en monigote grotesco, desencantado y más pobre que antes del “México 86“ y los aullidos triunfales de los perros (Bemúdez)…
Cuadro 4o. Ave María. No miren. Indecoroso espectáculo. El Pique ha perdido camiseta y botines, balón y calzones, y honor. El “México 68″ me lo dejó encueradito. Abochornado, con el alón se cubre sus muy pocas vergüenzas…
Quinto cuadro. En el Goloso de Santa Ursula se lucen los que sí saben jugar. Acá, afuera, Juancho Pueblo a pagar la factura del “México 68“: más pobreza más desempleo, mayor aumento de la canasta básica, de la depresión, de la opresión, de la represión de las protestas populares. México.
Cuadro final: Terminó el sueño onanista y hay que despertar a la realidad. Y la realidad hace al Pique pelar unos tomates redondos entre el ala del gorro y el tafilete del sarape; unos ojillos que rebrillan de frustración, desencanto, temor, espanto ante la realidad que ha de enfrentar después del “México 86” que (ah, Televisa) iba a ser de gloria para un pobre Pique Adán en pelota(s) después de la caída. Y cómo no, si tras del fementido espejismo de ilusorios triunfos y galas y honras y benéficos que en trovas, baladas, romanzas, odas (no odas, loas) le cantaron los alquilones del espectáculo… el Pique se ha quedado sin balón, sin botines, sin rostro, sin brazos ni piernas, sin nada más que lo que ha sido y lo que le queda al mexicano: puro chile. Sin más. Mis valedores…
Cuidado, que esto nos pudiese ocurrir (¿a nosotros?) en el Sudáfrica 2010. A Francia ya la vencimos (¿a Francia? ¿nosotros?), pero por si en el encuentro final fuésemos a ser vencidos (¿nosotros?), ¿que? ¿Ni en cabeza ajena ni en chile propio pudiésemos escarmentar? (Ah, México.)
La noche quedó atrás
Sigo la crónica del chiverío que enajenó al mentecato que fui de joven, y la reanudo con el recuerdo del Tigre Sepúlveda, que en la defensa central ganaba contiendas con la sola estampa de una camiseta a rayas, unos mostachos aguamieleros y un mirar así, miren, de fiera en brama. Y a palidecer, esos margaritones del Atlas, que allá viene el Tigre Sepúlveda…
Te honro a la distancia de tantos ayeres, zambo aborigen genial, pesadilla de rivales, honra y prez de Atemajac. En la defensa izquierda…¡Jamaicón Villegas, y ya!
Nuño: sacrificio, entrega, dinamismo puro y puro pundonor. No, y aquel inolvidable… ¿cómo se llamaba el inolvidable tirador de media distancia? Pero qué inolvidable zurdo el que se me olvidó; que manera de avanzar: pique, freno, descolgadas escalofriantes y el sonoro rugir del balón al ángulo superior de la portería. ¡Y autogol del inolvidable! Mi chiverío…
Como si lo estuviera viendo: el Marimbas Vidrio mentado. Me acuerdo que cuando tomaba el esférico en el área chica se picaba por el… Un momento: el Marimbas Vidrio no, que ese era de los otros, o sea de los mediocampistas del Atlas. Es que de aquello hace ya tantos abriles, tantos diciembres…
Pero tú cómo te me ibas a olvidar, símbolo garrochón de mi juventud primeriza. De pie te saludo, chiva grande, tú al que así anunciaban todos los altoparlantes de todos los estadios donde se practica el futbol:
“¡En la portería de las Chivas… Jaime… Tubo… Gómez..!
Y palcos, sombra preferente y sol general se cimbraban y se venían, aunque nomás de chiquitibunes. ¡Ah, Tubo de mil batallas, espejo y flor de mi chiverío desde que fuiste chivita de las fuerzas inferiores hasta que llegas a chivón! Ah, Tubo reputado, que por el honor del Rebaño Sagrado salías a partírtela (me refiero a la madre, no seas mal pensado). Un Tubo que fue honra y prez del club rojiblanco cuando no era propiedad de algún mercachifle, sino de un consejo de beneméritos que ni dueños parecían. El Guadalajara de los Colomitos lejanos, allá por los rumbos de Zapopan, por aquel entonces todavía limpio de narcos. De los Colomitos fragantes…
Dije Colomitos y de golpe se me viene el paisaje sombreado del que fue establo del chiverío y querencia de mis años nuevos, los que se me murieron en olor de virgen zapopana y de primerizo amor: Con la ilusión de que volvieras – mi corazón abrió la puerta – y tus pisadas confundí – con el latir – del corazón… (Me los estoy sintiendo mojados; los ojos…)
Al filo de la nostalgia, mis valedores, me he puesto a rememorar el perfil de las campeonísimas Chivas de los años 60, cuando no había en todo sol general un fanático más entrañudo que yo, aquel mentecato que, con los amigos, al excusado arrojaba razón y lógica para comentar que “jugamos bien, no fallamos a la hora del escopetazo”. “¡Goleamos..!”
A esto quería yo llegar: como alguno de ustedes, dipsómano que logró la curación, como el vicioso que con su puro par (de pulmones) venció el cigarrito, así yo; manipulación futbolera nunca más. Crecí, maduré también mentalmente, ejercité el oficio de pensar y el de la autocrítica, me libré del cretino que fui por aquel entonces, el idiota útil al que Televisa manejó como le dictaron sus electrónicos compañones. Ya abandoné la exaltación impuesta que me traía delirando. Ya me lavé de la mugre mental que me mantenía en la pasividad y la dependencia: cigarrito, licor, futbol, cinescopio. De amores: el libro y unas faldas de mujer. Es cuanto. Y ya. A vivir. Qué más. Qué mejor. (Vale.)
TVAzteca
La televisión constituye un medio sibilino de introducirse en la conciencia de los asalariados, a quienes se les lava el cerebro, a voluntad de las clases dominantes, a fin de que no sean peligrosos políticamente queriendo subvertir el orden constituido…
Hablé ayer, mis valedores, de aquel benemérito Canal 13 todavía propiedad del Estado, precursor de esa degenerada TVAzteca hoy propiedad privada del duopolio de apellidos Salinas, Pliego y De Gortari. Fue en aquella televisión estatal donde algunos años laboré como colaborador de Jorge Saldaña, conductor de Sopa de letras, El juicio de los discos, concursos culturales entre niños y adolescentes de diversas escuelas y tantos otros programas que fallecieron para nunca más. Por aquel entonces, en una especie de Declaración de principios, sus autoridades definieron al Canal 13, que no era un instrumento para fomentar el consumo indiscriminado o para vulgarizar los patrones culturales nacionales, ni para ofrecer una visión simplista y deformada de los problemas del país y sus soluciones. Los objetivos del Canal 13: “evitar que se caiga en una visión puramente competitiva con la televisión comercial, ya sea a través de medidas como los ratings (sic) o de las utilidades que se puedan obtener a través de la venta de tiempo de transmisiones”. La síntesis:
1)- La difusión pública, o sea la necesidad y la obligación gubernamental de dar a conocer informaciones sobre la sociedad y sobre la propia gestión del gobierno. 2)- La utilización del medio masivo que es la televisión para propósitos de difusión de cultura y recreación popular. 3)- La utilización de la TV para influir en los hábitos sociales, en las formas concretas de comportamiento, de manera tal que la TV estatal no sea un instrumento más de fomento al consumo indiscriminado o a la vulgarización de nuestros patrones culturales, o a la visión simplista y deformadora de nuestros problemas y de sus soluciones.
Qué bien. La televisión mercenaria, en cambio, convence a las masas manipuladas por la información de que no están vencidas, reprimidas y explotadas, y de que en esta es la sociedad de las oportunidades donde todo el mundo puede ser rico por las loterías, las quin
Y es que la televisión estatal intentaba inducir el paso de lo trivial a lo profundo y de estimular la participación popular consciente en vez de condicionar y aprovechar mercantilmente la respuesta pasiva. “Su costo no debe computarse como una pérdida para el canal y un subsidio del Estado. “Se trata del costo que el estado legítimamente cubre para atender parte de sus funciones. Su programación permite que buena parte de ella difunda cultura popular sin caer en el extremo de una programación que sólo interesara a reducidos grupos intelectuales, ni en el otro, de producir lo que venda en forma más fácil, aunque ello implique una programación vulgar e insulsa, o una manipulación de los sentimientos de los espectadores”.
Ese era, mis valedores; ese fue el Canal 13 que yo conocí, canal del Estado. Y en qué estado quedó después de que Los Salinas Pliego y De Gortari la convirtieron (pervirtieron) en esa TV Azteca que proporciona el alimento espiritual a su clientela cautiva: el clásico pasecito a la red, telenovelas, nalgas jóvenes en pantaletas y la reina de eso que los gringos de segunda llaman el “rating”: ¡la sublimación de la nota roja! En eso fue a parar el canal del Estado que yo conocí. Y es que esto es México. (Nuestro país.)
Perros de Guerra
¿Existe tarea más ingrata que recordar un pasado repleto de desdichas, cargado de iniquidades..?
Tal se duele Carlos B. Delorme, historiador, después de analizar episodios patrios tan dolorosos como la toma de Chapultepec (sept., 1847) por tropas norteamericanas. Un pasado que por culpa de López de Santa Anna, el primer vendepatrias en la historia del país, iba a ser de verguenza para los mexicanos. Cuántos culiprontos proyanquis seguirían ese ejemplo para entregar al gringo retazos de soberanía nacional. El pretexto del presidente W. Wilson para invadir la ciudad y puerto de Veracruz y tornarla tres veces heroica:
“Sabedor Huerta de la carga que traía el Antilla ordenó el bloqueo de Tampico y despachó dos cañoneros para que lo hiciesen efectivo; entonces el gobierno americano se opuso, declarando que Tampico era puerto abierto y debía quedar abierto, y mandó dos poderosos acorazados, que siguieron de cerca de los cañoneros y protegieron el desembarco de las municiones”.
Sí Chacal, no proyanki esta vez. No por su culpa, como tampoco de don Venustiano Carranza, la de barras y estrellas, para verguenza nacional, amaneció tremolando a toda asta en el palacio de gobierno de esta ciudad capital, como ocurrió en 1847 por causa de aquel López de Santana modelo y precursor de vendepatrias.
Fue en 1914, un 21 de abril, cuando W. Wilson ordenó a sus tropas invadir la ciudad de Veracruz. El telegrama que preludiaba la crisis: “Chihuahua, 21 de febrero, 1914. Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juarez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa”.
La amenazante reacción de Washington: “Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Usted obrará inmediatamente. W.H. Bryan, Sec. de Estado”.
Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber don Venustiano Carranza al de la Casa Blanca. Pues sí, pero la fementida Doctrina Monroe estaba vigente desde 1823. La prensa de Washington: “Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza no hace más que dar una bofetada al Presidente Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida la Doctrina Monroe ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley” (sic).
Washington, 15 abril, 1914. “El Presidente Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar a la bandera de las barras y las estrellas. Opina el Senador por Chilton, Virginia Occidental: ¡Yo los obligará a saludar a la bandera, así tuviera que volar toda la ciudad”.
El Senador W. Borah: “Yo sólo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México, nunca será arriada. Este es el principio de la marcha de Estados Unidos hasta el Canal de Panamá…”
Ante tal situación, aquel 21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos… Por que el Sistema no nos termine de distorsionar o de plano extinguir la memoria histórica, mañana la crónica del desembarco de marines gringos al puerto de Veracruz. (Vale.)
Estado y sociedad
“Para vivir mejor, la sociedad civil crea, como un utensilio, el Estado. Luego, el Estado se impone, y la sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado. A esto lleva el intervencionismo del Estado: el pueblo se convierte en carne y pasta que alimenta el mero artefacto y máquina que es el Estado. El esqueleto se come la carne en torno a él. El andamio se hace propietario e inquilino de la casa”.
Y a propósito de ese Estado opresor y represor a su hora, ¿no conocen ustedes el cuentecillo de El elefante encadenado? De conocerlo, ¿sigue en nosotros la resistencia a pensar, a la autocrítica, a la creación de estrategias para darnos ese gobierno ideal, que mande obedeciendo? ¿O habremos se seguir confrontándonos con ese Estado prepotente y atrabiliario con la pura fuerza del reniego, el verbo e-xi-gir y la toma de la vía pública, para recibir del Poder el desprecio y la mofa: “ni los veo, ni los oigo, ni los siento, y háganle como quieran”? El elefante encadenado, mis valedores…
Para aquellos de ustedes que no conocen el cuento lo relataré después. Porque todos nosotros, a semejanza del proboscidio… en fin.
Porque es el criterio de muchos de ustedes, expresado de viva voz o en sus mensajes telefónicos: sueño guajiro el tuyo, y no más, me contestan. Tal es la reacción de ciertos radioescuchas de nuestro espacio comunitario de Domingo 6, que se transmite cada domingo en Radio Universidad, cuando les propongo, como vía para que aflore en nosotros el poder popular que nos capacite para darnos un gobierno al que obedecer como sus mandantes, la organización celular autogestionaria. “Sueños guajiros, valedor”. Puros sueños guajiros, replican, y ante la propuesta responda el sarcasmo, la ironía, la burleta…
¿Semejantes irónicos no se habrán puesto a pensar, y en un ejercicio de autocrítica caer en la cuenta de que cuando befan y vejan esta propuesta y la tachan de irrealizable se están befando a sí mismos, exhibiéndose de adolescentes mentales incapaces de crecer, de madurar, de hacer algo por sí mismos? Y qué hacer: a seguir delegando, y a seguir soportando las desmesuras del Estado, y a seguir refugiándose en el escepticismo y en la única ley que respetan, la del menor esfuerzo y así continuar, inmaduros, con el reniego puntual, el e-xi-gir y la mega-marchita nuestra de todos los días contra las medidas del Sistema de poder, tan perjudiciales para nosotros…
Fue el propio Poder el que nos infiltró tan inútiles métodos de defensa. Y si no, ¿dieron algún resultado favorable para las masas sociales las grandes movilizaciones de médicos, maestros y ferrocarrileros a finales de los años 50? ¿Y ahora? Nunca de nada nos han servido, juran la Historia y la realidad objetiva. Pero no, que el dogma de fe es más poderoso que toda clase de pruebas. Dogma y prejuicio nos impiden pensar, y entonces llevar a cabo ese ejercicio de autocrítica donde vamos a toparnos con una realidad tan evidente como la inutilidad del reniego, la exigencia y la mega-marchita…
Más tarde, ya en el Poder, Echeverría nos iba a castrar con su cuerpo de los tres catálogos, vigente hoy mismo entre masas sociales y comentaristas del periodismo: el de agravios: el poder es malo, muy malo; el de buenas intenciones: el poder debe ser bueno, muy bueno; el de la acción: exijámosle”.
Y ya. Todo resuelto. Ya para qué leer, pensar, estudiar. Ya tenemos la suficiente cultura política. (El elefante encadenado, mañana.)
Recuerdos de infancia
Nativo soy de un poblado que en mis años tiernos vivía un tiempo congelado en la rutina del diario vivir que cabía en el marco del canto del gallo y un madrugar de campanas, un día rayonado a ladridos, rebuznos, mugidos de toros en brama para, ya al pardear, allá el cencerro, el olor a majada y el toque de esquilas que convocaban al ángelus. Y hasta otro día, calca del anterior y molde para el que vendrá después. La noche de mi región: pacífica convivencia del trasnochado con la bruja, y el ánima en pena, y el derrame de bilis. Cruz, cruz…
Pero de súbito, mis valedores, la rutina se trizó cierto mediodía cuando, ojos de azoro, miramos que en penco cuatralbo, con un lucero en la frente, el lucero de la revolución, fusca al cinto y en la testa la gorra norteña “cuatro pedradas”, entraba nada menos que don Pánfilo Natera en persona. Yo, con dos docenas de aturdidos de primeras letras, boca abierta y en la diestra la tricolor de papel, de repente escuché en la troca atascada de músicos… ¡el himno nacional! “¡Mexicanos, al grito de..!”Yo, inflado de tricolor emoción:
– Cuando crezca voy a ser revolucionario.
Como crecer, no fui un Gulliver que digamos, y como revolucionario no pasé de liliputiense, pero la lucha se le ha hecho en lo que llevo de vida. En fin, que crecí en edad y tuve ocasión de escuchar, siempre en horas de excepción y yo siempre en posición de firmes, los acordes del himno patrio. Húmedas las pupilas, una fuerza interna me forzaba a alzarme y soñar en la patria libre, digna como algún día iba a ser su paisanaje. Era mi himno patrio, inaccesible al deshonor…
¿Que si belicosas las cuartetas que redactó Bocanegra? Tales eran los tiempos mexicanos. ¿Que alabanzas a Huerta el Chacal? Culpas fueron del tiempo y no del bardo: “Del guerrero inmortal de Zempoala – te defiende la espada terrible, – y sostiene su brazo invencible – tu sagrado pendón tricolor”.
¿Que exaltación del “bravo adalid” que terminaría dándoselas de emperador? “Si a la lid contra hueste enemiga – nos convoca la trompa guerrera, – de Iturbide la sacra bandera -¡Mexicanos!, valientes seguid”.
¿Y? Actualizarlo como ahora quedó, y en paz su convocatoria a la guerra. Pues sí, pero aquí mi pregunta, mi preocupación, mi mortificación…
¿Envejecí del espíritu? ¿Después de vejez apátrida? ¿Qué metamorfosis sufrió mi sensibilidad, que todavía hoy tanto me siguen emocionando los acordes de La Marsellesa, del Himno de Riego, del de la Gran Bretaña, pero no del mío, hermoso como es? ¿Por qué la insensibilidad? El himno patrio, es obvio, sigue siendo el mismo. ¿Entonces? Sospecho, mis valedores, que el daño se ubica no en ese que es flor y espejo patrio, pero tampoco en mí. Que la carcoma está en la rutina, en la saturación. Porque ahora resulta que como consecuencia, según he leído por ahí, de alguna disposición (deposición) de doña Margarita cuando la hermana predilecta del hombre de la(s) pompa(s) y circunstancias era todopoderosa, en todas las estaciones de radio, puntualmente, el guerrero pregón me anuncia que finaliza la nocturna programación, con el último acorde cediendo espacio a un noticiario redactado en un español de masquiña, de pacotilla. Día con día el himno patrio como cortinilla de la programación radiofónica. A la misma hora todos los días. Y qué molestia con tal rutina, que me cegó las fuentes del entusiasmo cívico. Y aquí mi pregunta: ¿sólo a mí me acontece el fenómeno? ¿A alguno de ustedes no? “¡Mexicanos!” (Bueno.)
Yo, muerto de hambre…
De los infelices a los que el pantano engulló hablé a ustedes ayer, tragedia de la que pude enterarme por el mensaje encerrado en una botella que encontré a la orilla de cierta región pantanosa. Texto de frases nerviosas, describe el tránsito de los desdichados desde que sanos de cuerpo y espíritu bordeaban el barrizal hasta que fueron presa de las aguas pútridas. Aquí el final del mensaje:
Yo, el último de la comitiva, presencié el momento en que todos, por turno, fueron tragados por las aguas ponzoñosas y pasaron a mejor vida. Yo quería salvarme. Creía haberme salvado. Lo intenté hasta el agotamiento, pero de súbito la atracción del barro caldoso comenzó a ejercer una malsana atracción sobre mí, débil de cuerpo y espíritu. En precario equilibrio sobre esta lengua de tierra firme y prendido al tronco de un arbolillo, mi mente afiebrada ponderaba mi crítica situación. Fatigado por mantenerme aferrado a la lengua de tierra cuyas riberas muerden unas aguas en oscuro fermento, envidié a los desgraciados que pasaron a mejor vida y fui prisa fácil para delirios y calosfríos…
Aquí estoy, por asidero el ramaje de este arbolillo canijo, pupilas hipnotizadas por las miasmas del barrizal tembloroso por el chacualeo de algunos lomos loderos, culebras y demás bicharajos que habitan el tremedal. Aquí me sostengo, lamentando mi lóbrega suerte mientras que los otros pasaron a mejor vida. Aquí me esfuerzo por evitar lodos y pudrición, consciente de que los otros, por dejarse ganar por las aguas inmundas, ya están pisando tierra firme, qué contrasentido. Yo aquí, zozobra y angustias, me afianzo en precario equilibro dentro de esta lengua de tierra, las dos manos aferradas a la ramilla de este arbusto sarmentoso. Fiebre y delirios, me doy a calcular las posibilidades de alcanzar la otra orilla y pisar tierra firme. Ultimo recurso, me he puesto a redactar este mensaje que nadie habrá de leer…
Boca amarga, contemplo el aguadal y sus fétidos borborigmos, y reflexiono en lo incierto de mi futuro. Los estremecimientos que bicharajos producen en la piel del pantano me provocan una maligna fascinación. ¿Y si yo también? ¿Si tan sólo soltase mis manos del clavo ardiente? Y de repente, ¿cómo fue? Porque me he decidido, y elijo la pudrición. Yo también elijo pasar a mejor vida. Yo hasta aquí llego, me rindo, no aguanto más, abandono el esfuerzo y decido entregarme, yo también, al arropo ventral de las miasmas, fementida prolongación de un pantano que hasta hoy crucé sin mancharme.
La suerte está echada, y aquí mi fin. El lodazal, sin límites, es tentación que no cesa. Hoy perdí los arrestos postreros, y ante el espectáculo de los otros, que así pasaron a mejor vida retozando en el barrizal, humillo la testa y marco unas señas telefónicas
– Santo señor de Los Pinos, le suplico me admita en su corte celestial. Permítame hozar, yo también, en las mismas miasmas, que es decir en la misma nómina. Mi celular aguarda sus órdenes, yo uno más de sus voceros, señor. A mí también, como a ellos, tutéeme, o aún mejor: twitéeme. A mí también sobrecito, espacio en la TV y estrellita en la frente. Quiero, yo también, con su coro de validos, a balidos cantarle en tono de sol:
“Bécame – bécame mucho – como si fuera esta noche – la última etc”.
Aquí aguardo su venia para clavarme en el tremedal y, de periodista muerto de hambre, pasar a mejor vida. Yo también. ¡SOS!
(Pobre infeliz, ¿no les parece? En fin.)
Daños colaterales
Las víctimas del siniestro, ¿quiénes serían? ¿Serían gambusinos, exploradores, colonizadores, gente de azar y aventuras? A saber. Lo único cierto es que fue el suyo un final espantable: terminar sepultados en el vientre del barrizal, bajo las aguas muertas de aquel pantano sin límites. El Señor los tenga en su reino (los va a tener; los tiene). El mensaje de auxilio (¡SOS!) que de alguno encontré en aquella botella extraviada en el matojal decía: Este es el fin. Mi ánimo se derrumba y doblo las manos. Durante un par de jornadas acaricié la esperanza de que me habría librado del sañudo destino que aniquiló a los demás, pero no; cuando ya creía pisar tierra maciza me veo en la pulpa del tremedal. El de Arriba me valga (me va a valer).
En jornadas interminables acredité con espanto la caída sucesiva de los compañeros de ruta. Sé que es mi turno. Con mil precauciones veníamos avanzando por ver si lográsemos alcanzar tierra firme. Fue aquella una travesía de pánico a través de la tierra marcada por la purulencia, las miasmas, la pudrición. Palmo a palmo, como a tientas, avanzábamos, un pie posando donde habíase apoyado el anterior, tentaleando por dar con las partes menos blandas del terreno, las que pudiesen soportar unos cuerpos que, aunque escuálidos, eran peso brutal para lo fibroso de aquel barrizal tembloroso que chacualeaba a la agitación de algunos lomos loderos: culebras y demás bicharajos que habitan el tremedal. Con espanto contemplaba la muerte en redor, y era tanto el desaliento que llegué a envidiar al reptil de las miasmas que regüeldan burbujas de venenosos fermentos, materias orgánicas en descomposición. El reptil, en las dichas miasmas, su elemento. El aguadal…
Llega la noche y las cosas se engrifan de brillos fosforescentes; el barro caldoso regurgita, retiembla y se cimbra en soterrados sacudimientos en derredor de las raíces de unos arbolillos fantasmales, leprosas ánimas de esta tierra purulentosa. Luego despunta el día ya pizarroso o ya violento de sol, y entonces a tientas comienza a avanzar el malaventurado entre la peste y la descomposición, aliento anudado en el gañote al pisar, al dar el paso adelante, al resbalar. Al resbalar a lo pútrido, horror…
Porque he visto enterrarse en el lodo, uno a uno, a los otros. De súbito se derrumbó el infeliz resbalándose en el pantano como en oscura vaselina. Con un repentino clamor lo miramos desaparecer, brazo en alto de erizados dedos, ojos brotándose o párpados remachados. El Señor los tenga en su seno (los va a tener, los tiene). Quienes quedábamos, mientras tanto, nos santiguamos al contemplar como hipnotizados que tras de succionarlos el barro viscoso volvía a la calma y a regurgitar en el proceso de tornar limo al desdichado. Así hasta que yo, solo y mi alma, retacado de espanto y de soledad, me santigüé al desaparecer el penúltimo de los desgraciados. El último, yo. Pero un día…
Recuerdo que me vi en lo que tomé por tierra firme; me erguí entonces, respiré a cabalidad, di entrada a la nueva esperanza. Más allá, el paraíso de una tierra maciza de árboles, aves, lomeríos. Dando gracias al cielo eché a andar (y sonreía desgraciado de mí. ¿Tierra firme?)
Este es mi fin. Me rindo, porque mis últimas fuerzas se han desmoronado. Creí haber salvado el pantano y arañado tierra firme, pero todo fue falsa fachada y esperanza fallida. Bajo la apariencia de tierra sólida todo es pudrición. Me rindo.
(El final del desdichado, mañana.)