Del sancho, denme razón

Que hablen otros del Don Quijote, caballero sin tacha, espejo y flor de la andante caballería. Yo, porque también nos incumbe, les traigo a cuento (a fabulilla) la presencia del escudero, y es que, ¿me lo creerán? ocurrió que un día de estos me lo fui a topar por ahí de la media tarde, ya al pardear, en la medianía del páramo castellano. Y qué derrengado lo observé, culpa del zafio humor y el maltrato de los payos que en la Barataría me lo tuvieron a yerbas y agua durante los días del fingido gobierno. Ah, el grueso humor de los necios…

Y es que unos mentados duques, por hacer burla de él, fingieron ponerlo de gobernante en la ínsula Barataría, donde fue objeto de chanzas, burletas, donaires y malas bromas de los lugareños, que estaban en el secreto. Ahora Sancho venía, solo y su alma, por los campos de MontieL.

– Qué pasó, no tizne, no venga a mentarme ese corrupto de miércoles.

Por los campos de Castilla. Lo atraje con suavidad, lo senté a la vera de la vereda, le ofrecí un cacho de queso con agua del manantial. «Qué bueno que les largó su gubernatura», pensé al verlo tan derrengado, sobre todo del ánimo.

– Pero yo renuncié como varón honrado, no como un sinvergüenza Montiel, y no fueron las vejaciones las que me hicieron renunciar (mascaba con avidez). Visto está que a mí, sombra negra, me sigue

la salación. En la Barataría o con mi don Quijote, da igual: mojicones, garrotazos, malpasadas, manteadas, algunas de manta y otras de madre-Suspiró, y oteaba la ínsula, que se columbraba allá, en la purísima lejanía. «No fue benigno el gobierno, por lo que veo», me atreví a opinar.

– Y cómo iba a serlo, si todo fue llegar yo a la Barataría y los paisas a burlarse de mí, yo ajeno a la conjura Un volco de campanas fue el recibimiento, y un soplar de chirimías y badajear de tambores la fiesta de bienvenida En fingido triunfo me condujeron hasta el sillón donde a lo solemne me invistieron de gobernador. Y a la impartición de justicia..

– ¿Usted? -no puede sofrenar la indiscreción, qué pena

– Yo, sí. No seré la Suprema Corte, pero soy varón, cargo las vergüenzas en su lugar y estoy acostumbrado a manejar hatos de cabras y algún chivón. ¿Algo más se precisa para impartir justicia?

Mientras él seguía mascando yo recordaba la crónica de Cervantes. El asiento de gobernador aún sin tibiar, los payos presentaron a Sancho los casos que ameritaban justicia; mozas garridas en pleitos de honra viudas en entredicho, vecinos que se querellan por piezas de oro, en fin. Ahí sentenció Sancho y ahí resplandeció la Justicia mayúscula, no una justicia que mal aborta Montieles, Madrazos, Manolos Bribiesca, Fobaproas. He aquí al escudero inmortal, meneando la vara de la Justicia y absolviendo a éste y condenando a aquél mientras desenreda tramposas querellas y nutre a los lugareños con el fruto dulcísimo de la Justicia, sustento de espíritus. En esas llegó la noche, y Sancho se disponía a la merienda reparadora y el lecho no reparador, porque el escudero iba a dormir solo, cuando en eso, la huida..

– ¿Huida yo? Está usted muy mal informado. Si hambre y privaciones padecí cuando gobernante, ello fue porque no soy logrero sino hombre de bien, y porque los payos se confabularon para mortificar al escudero metido a gobernador (zapatero a tus etc.), al que mantuvieron a frutillas y tragos de agua mientras ellos se allegaban perdices y salpicón. Pero perdices son cosa de antaño. Por estas fechas el paisano se alimenta peor que yo mismo: yerbas, nopales y esperanzas. Lástima que ya empiezan a escasear. Más antes, muchas tunas ya limpias de espinas: hoy, muchas espinas ya limpias de tunas…
– Paupérrima, la tal Barataría

– Paquísima querrá decir: bosques, aguas, buenas tierras y vetas preñadas de todo metal. Hasta petróleo, eche cuentas.

– ¿Y los payos enyerbándose a puras yerbas? No entiendo.

– Rica es la Barataría pero como si no lo fuese; riqueza tal ya no es de los lugareños, que los gobernantes vendepatrias y entreguistas se las dieron a los del Norte. Yo quise recuperar la soberanía de la ínsul, ¿pero solo?

– Cómo de que solo. ¿Y entonces los paisas..?

– ¿Esos? A quéjese y quéjese, a reniegue y reniegue, a exige y exige y a espera y espera una y otra vez, irracional esperanza, que esta vez sí se les haga con el nuevo en Los Pinos. Y a desilusionarse una vez más, y vuelta a empezar, ratoncillos desbocados en una banda sin fin. Fue por eso que decidí renunciar: por vergüenza ella ajena también. Grábese esto: cuando en la dieta de todos los días no se tiene la precaución de incluir huevos se acaba sobreviviendo a punta de yerbas, y a puras yerbas ya cuáles huevos. ¿La pescó, bigotón?
Me quedé pensando. Me palpé, por las dudas, y …¡ el puro huequito!(Válgame.)

¿Justicia, Fox, linchamientos?

Si a miles de personas las torturan en este país, ¿de qué se queja la señora Cacho? ¿Qué la hace diferente o importante para distraer a la Corte en un caso individual..?

Tal acaba de asegurarlo un Salvador Aguirre Anguiano, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y siguió tan campante. Muy cierto resulta, y para describirlo me atengo al título de la obra de la ensayista norteamericana que cita el periodista Méndez Acosta: el nuestro es un tiempo de canallas. El tiempo de los canallas, precisamente, sobre todo en asuntos de ley y justicia. Tiempo de canallas, y lo que resulta más grave, y cito el título de otro libro famoso: los canallas duermen en paz, luego de que intereses mostrencos de tufo politiquero los arrastraron a la desmesura de extender patente de impunidad a cierto gobernante que en obsequio de una mafia de pederastas violó los derechos fundamentales de una profesional del periodismo. ¿Lo dije antes? Es México.

Aberrante resulta que los propios jueces, que por aferrarse a la letra y desdeñar el espíritu de las leyes, con ellas mismas hayan perpetrado tan descomunal injusticia. Y es que, por lo visto, en este país leyes y justicia son elementos contrapunteados, dos entidades separadas y aun antagónicas, y es una lástima, porque la justicia es, con la vida, el supremo valor del humano y de la comunidad, y un medio con el que se alcanza el máximo de felicidad -de bienestar, cuando menos- para el mayor número de humanos, ya que es por medio de la justicia como se intenta que las libertades y la repartición de bienes sean las adecuadas. Lástima..

Así es: la justicia con la propia vida, constituye el supremo valor del humano y la máxima virtud de toda comunidad. La justicia es la suprema aspiración del humano, pero para el humano, ruda paradoja es la injusticia su segunda naturaleza La desigualdad está presente en el hombre desde su nacimiento, y lo acompaña hasta que deja de ser. Tan escasa resulta entre los humanos, y tan apreciada que la imaginación le ha ideado y urdido mundos ideales, donde tal aspiración es un hecho fehaciente: para los habitantes de tales mundos imaginarios existe una perfecta justicia El Edén y La Antártida, La Edad de oro, La Ciudad del Sol, La ciudad de Dios, . La Utopia, El Falansterio y el socialismo ideal, en fin. Utopías son estas imaginadas en razón directa de nuestra imperfección como humanos.

De la justicia poco sabemos los mexicanos, pero con la injusticia todos estamos familiarizados, porque de ella existen siempre entre nosotros cuando menos un par de testigos: la víctima y el victimario. Esta vez, mis valedores, la testigo y víctima de la injusticia tiene un nombre propio y una profesión: Lydia Cacho, periodista Los injustos: una mafia de pederastas, un gobernador, una Suprema Corte de Injusticia de la Nación. Es México.

Cuando en una comunidad no existe la justicia en las masas afloran los peores instintos. Es entonces cuando los agraviados están dispuestos al linchamiento, esa patología que los tales apodan, a lo ignorante, «hacerse justicia por propia mano». Mediocres caídos en el más bajo nivel de bestialismo, no saben distinguir entre lo que es justicia y lo que no pasa de ser vil venganza Esa que no constituye la más baja, atroz y salvaje manifestación de animalidad sería menos aberrante, si los linchadores lo declarasen:

– Es venganza lo sabemos bien, pero con todo y serlo, vamos a perpetrar el linchamiento.
Mis valedores: ¿imaginan ustedes a unos catedráticos de la UNAM participando en un linchamiento? ¿Rociando con gasolina a un humano indefenso? ¿Encendiendo el cerillo para que el ente humano arda hasta que pierda la vida? Para que una turba enardecida perpetre un linchamiento (y todavía le apode «justicia»), ¿cuánto ha sido preciso carecer de la dicha justicia? Pederastia, violación, Suprema Corte de Justicia. San Martin Cuautlalpan, 7 de dic. del 2007: «Elementos de la Agencia de Seguridad Estatal rescataron al profesor de primaria Villegas García de manos de 200 vecinos enardecidos quienes lo querían linchar ante la presunción de que habla violado a una alumna…»

Justicia y Suprema Corta(e) de la Nación… (en el próximo.)

La carne manda

Esta sentencia, mis valedores, ¿viene de Freud, del Tenorio o del Kama Sutra? Aquí, entre dos suspirillos y por no perder la costumbre, la repito yo, gusanillo que se anida en la pulpa de la soledad. La carne manda. No lloro, nomás me acuerdo…

La carne manda. Tal es el nombre de la carnicería de aquí a dos cuadras, hasta donde me descolgué ayer con ánimo de merecer mis 200 gramos de retazo con hueso, pellejos y menudencias para mi perro (supiera el morrongo que me despacha -en el sentido honesto del término-que yo ni a perraco llego). La carne manda, cortes finos, los precios más bajos de la entidad. Atención esmerada a sus clientes, favorecedores, amigos y público en general Llame, nosotros vamos…

Y así fue el asunto: ayer, a media mañana, enfilé rumbo al carnoso establecimiento con ánimo de surtir mi pedido de pellejos, retacería y menudencias. Ya iba yo salivando; y sí, entré al cárnico local, y ahí se me vino, de golpe, el colorido aspecto del negocio aquel: gachos hasta la caramba de lomos y pulpas, cuetes y sirlón, chambarete y retazo con hueso, bofes,

costillas y menudencias, tripa gorda y aledaños. Ahí, echado en el rincón, y me dio una pena mirarlo, el clásico Solovino, ñengo él, trasijadón, metáfora viva, aunque a medio morir, de un paisanaje víctima a estas horas del capitalismo salvaje que, por la vía de su gerente general en la sucursal mexicana, le impone el Imperio a punta de gasolinazos. Es México

¿Qué en qué se parece el perraco de la carnicería a los 105 millones de paisas que habitamos este país? Casi en nada: el perraco está ahí nomás, mirando la cara y lambiéndose el vamos a decir hocico. El parecido, piénsenlo. Como siempre, detrás del mostrador, observé al carnicero con su bata blanca manchada de sangraza que hagan de cuenta doctorcito del hospital general. Entrando apenas, le dije:

– Amigo carnoso: ¿a cómo le amanecieron hoy sus menudencias..?’

Ni caso me hizo. El carnívoro siguió en los preparativos para destazar un animal. Vi cómo empuñó su instrumento para destazar la res en canal (puntiagudo, filoso, de acero templado), para luego afilarlo minuciosamente con la chaira, que no es ningún albur, porque así se llama. Yo, entonces, me quedé observando al de los y las bofes y menudencias. «Señor…»

Tosco de aspecto, jetón, rostro como desbastado a hachazos, sombrías las facciones de forajido, de ex presidiario que se fugó del penal, y esa mirada huidiza, sesgada, rescoldo de una conciencia podrida A ese no me lo den por bueno, pensé. ¿Quién podrá se el carnicero este? En algún lugar he visto esa carita de… de… de matancero, pues de qué más. El cual,
una vez que afiló el verduguillo, tranchete, guaparra moruna o como se llame, le probó el filo, acomodó en el medio tronco de madera la carne que se disponía a destazar, a abrir el canal. ¿Era un borrego, un guey, un cabro, tal vez en aumentativo? ¿Qué res se disponía a abrir en canal? Dije: «Sus menudencias».

Pero un momento. ¡Reconocí al carnicero, claro que lo reconocí! Ya se me hacía cara conocida Pues cómo carambas no, si lo he visto en tantas fotos de nota roja Pues sí, pero entonces, ¿la vaca, el buey chivo, cabrito o cabro grandón? A ver si lo reconozco. Pero… ¡no puede ser! Cuál cabro, cuál chivo, cuál buey. ¡Es un animal familiar para tantos! ¡Y tendido con él, para aprovechar el tajarrazo, tiene un borrego a medio morir, válgame..!

Y ocurrió, mis valedores, que antes de tirase amatar, a destazar al animalejo que tenía bajo el machete, y despellejarlo, y dejarlo para el menudeo, el morrongo mira hacia el frente, allá para el rumbo de Chapultepec, de zoológico, y lo que vino después me provocó asco, repugnancia, de modo tal que me salí sin más pellejos que estos, miren, los que me va aportando, y gratis, el padrecito Tiempo. Todavía al retirarme escuchaba a Jesús Ortega, el chucho más chucho de todos los chuchos talamanteros:

– ¿Corte en canal, destazarlo, quitarle el cuero, patrón? ¿En cuántos cachos le dejo el Peje? El PRD, ¿se lo preparo pa albóndigas? ¿Carne molida pa picadillo, patrón? Usted dice
Brazo en alto, machete en mano y… ¡rájale!. (Puagh.)

Baile, mi rey..

Los bailes populares. Cómo olvidar aquéllos (taquicardia, sudor, trepidaciones) que de escenario tuvieron, ¿tienen todavía?, el Salón Los Angeles, y quien no conoce Los Angeles no conoce la gloria; el California Dancing Club, dos orquestas dos; el Salón Colonia, que problemas financieros están a punto de cerrar, si no es que ya lo cerraron, y tantos más que han sido. Los bailongos…

Los vieron y vivieron todos ustedes que arañan el tostón o de plano reciben bono de «tercera edad». Ya entre semana, ya el sábado, todos a embrocarse el buen tacuche, o sea el tando, el plumaje, y los cascorros de dos vistas, en blanco y negro, y a danzonear como Dios y El Nereidas lo mandan. Ah, los tiempos que fueron no de un simple Fox sino del fox trot, del bugi y la conga, la guaracha y el danzón; las épocas de la rumba y el mambo y el chachachá, y ahora a moverlas al ritmo de la salsa y el rocanrol, y vuelta al danzón, que no es de las modas efímeras. «¡Hey, familia..!»

Qué tiempos. (Ella, la de la piel canela y el púrpura corazón bordado en la blusa transparente y sutil. Ella, que siendo tan niña me enseñó a pecar. ¿Cuál fue tu nombre, dónde te hallas a estas horas, qué tierras andas pisando, vives todavía? Y es que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. ¿Me permiten? Los moquis, el lagrimón…)

Hoy día, en la era del terrorismo de Estado, que es el de Bush y sus perros de guerra, del mal, pareciera que vuelve la moda del baile de salón. Cuento de nunca acabar y esto lo viví la noche del sábado anterior en la cancha de La Floresta, salón para bautizos, primeras comuniones, quince años, fiestas de graduación, bodas, defunciones y vuelta a empezar con bautizos. El maestro de ceremonias: «Tú, quinceañera feliz, que arribas a la edad de las ilusiones color de rosa. Pido un aplauso aquí para la agraciada…»

Llegué al Floresta, me atejoné en un rincón, observé a las parejas: entusiastas, escurriendo sudor; todas, al son de la Sonora Rastacuera, bailoteaban pecho a pecho, cachete con cachete, cuadril con cuadril, monte con monte (de Venus), y muévete como… (agréguenle el resto.) En el equipo de sonido se había soltado aquella música en brama, descoyuntada epilepsia, que forzaba a bailadoras y bailadores a zangolotearse como al afecto del calambre, de las convulsiones. Y de repente, mis valedores…

Lo insólito: aquella pareja tan dispareja Ella una morena en la medianía de la edad; a remolque llevaba y traía a cierto chaparrín al que cargaba en vilo; el cual, todo apocado, entre sudores de pena y jadeos imploraba con aquella su vocecita «Le suplico que me baje y entienda por favor que a este bailongo yo no vine a bailar y menos a que me bailen. Bájeme, señorita se lo suplico…»

La morenaza sin escuchar, meneaba al jetoncito y lo traqueteaba al ritmo de la delicada romanza «¡Lósquestán bailando ya saben, ya saben!» Zancas al aire, jadeante, asfixiándose, el peloncito: ¿No habrá modo, digo? ¿Me está oyendo? Ya bájeme, que me entran ganas de guacarear».

Qué lo iba a oír. Qué lo iba a bajar. Ahora al grito de ¡rock!, ya lo estruja ya coge (de perinola), lo zangolotea me Ío trae a remolque y a punta de asfixia porque, baila bailando, le incrustó la cara con todo y mostachos, en el parteaguas coyuntural del pecho, que se la corta (la respiración). El de lentes jala oxígeno a lo desatinado, y válgame: la prieta lo aprieta lo carga en vilo y lo hace bailar como se le hinchan sus ganglios. El, a remolque, pataleado al aire y a la de a hueso dejándose remolcar.

– Ya bájeme y nos echamos un carrereado, ¿no? Un acuerdo conjunto, algún plan para taparle el ojo. Al macho, quiero decir…

Y ocurrió, mis valedores, que de repente: ¡El rescapetate! Acechando y sosteniéndose en el sostén de la morenaza oí, suplicar al de la vocecita ‘Ya seño Condoleezza, ya miando (¿qué?) ya miando, mariando y queriendo guacarear. Yo sólo vine a suplicarle que disfrace tantito la Iniciativa Mérida. Que usted o su patrón, señito, declaren ante el mundo que la idea fue mía nomás; que no den a maliciar que por mi carácter de jericalla, Bush ha tomado de su excusado el territorio y la soberanía de este país. Y luego yo, que a la de a cojón, tengo que limpiar el batidillo…»

Ah, la vergüenza al que patalea zanquitas al aire, la genocida perra de guerra (sonrisa de burla donaire, ironías) muestra unos dientes blanquísimos:

– Ohu, chaparritou, Bailar ousté divinamente…
Really? (Ouh…)

A la rorro, niño…

«Lo que me recuerda», dijo el maestro en la tertulia de anoche, «la cancioncilla con que nuestra madre nos arrullaba en la cuna». Nomás me quedé pensando, porque yo, mis valedores, de que tuve madre estoy bien seguro, ¿pero canción? Sólo me consta que cuna no conocí: yo, petate, que nací no pobre, sino indigente Adquirí y preservo la cultura de la pobreza Y la paz.

– Pero aquí el bigotón -la tía Conchis ; que hable de la canción de cuna o calle para siempre.

Hablé. La canción de cuna que la madre modula a media voz en tanto que por la ventana se filtra la luna. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, desflórase el silencioso desparramadero de estrellas errantes, y yo me apresuro a expresar un deseo: «Que ella, mi única…»

La canción de cuna y el cuentecillo infantil. Erase que se era, allá en tiempos de los sueños color de rosa -rosa mexicano-, un reino feliz, y en el reino feliz un caserío más feliz todavía, al que solían apodar ciudad perdida: un derramadero de chocitas, magia y encantamiento, que en techos y muros, restos de anuncios comerciales, cantaba la chispa de la vida Qué bien.

Y ocurrió, mis valedores, que en uno de tales hogares color de rosa rosa mexicano, cierta noche de agosto dormitaba un tierno infante, querubín como trazado a la imaginación de Disney: vientre color de rosa rebosante de esos bichitos rosa mexicano, que se crían en los rosados intestinos de los infantes en esta democracia rosa amibas, lombrices, solitaria salmoneras, estafilococos. Poéticos nombres. Y el poeta mi país; ah, mi país…

He ahí al querube removiéndose en su cuna adorable muestra de la artesanía popular: un huacal aguacatero forrado con las páginas de sociales, páginas cuic de la gente bonita Y qué palidez marfilínea en la piel del rorro, que a dos pulmones berrea «¡Cuña cuñáaa..!»

En eso que el rey del hogar penetra el castillo, y que al llanto del heredero -heredero del Fóbaproa, la deuda externa los gasolinazos – se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el -¿santo?- día chicles, clinis, aguacates sin semilla tarugaditas de plástico. Fayuca Taiwan. En su huacal, desmorecido, el querube: «¡Cuña cuñaá..»:»

– Por qué llora el niño.

– ¡Cuña cuñáaa.!

– ¿Los cólicos, mi hijo? ¿Las pulgas, las chinches? ¿Qué tiene mi niño?

Y que cuña, cuña, y de ahí no lo sacan. El padre, entrañitas tiernas y reblandecida congoja busca leche, azúcar, pan, algo en la alacena Vacía

– Ya sé. Para dormirte sin cenar te voy a contar un cuento.

El cuento infantil, tartajeado con voz abrojuda en el silencio nocturnal de un tercermundismo rosa Y la magia prodigiosa del cuento: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, amaina el » hipar, entrecierra los párpados, y entonces la voz del paisa tórnase tenue, sutil, hasta que… lástima porque ahí entra al dormitorio real la reina del castillo, en sus manos las ropas (ajenas) que acaba de lavar. «Pero viejo, qué le estás contando a mi criatura Para un inocente sólo Perrault, Andersen, los cuentos de la abuela..»

– Se durmió, ¿no?

– Pero eso puede dañar su cerebrito, tierno todavía

– Se durmió, ¿sí o no?

Sht.. Y lo previsible: a la voz destemplada del paisa el durmiente abre los párpados y: ¡cuña, cuña, etc!», con todo el desconsuelo del mundo tercermundista, que ha vuelto a darse el testarazo contra el hambre, los bichos, el cólico, la rosada realidad de la democracia color rosa mexicano.

– ¿Ves, mujer, lo que hicieron tus escrúpulos?

– Es que ese es un cuento para arrullar aturdidos y manipulados, pasivos y dependientes, y domesticados, no a mi criatura

– Se había dormido, ¿no? Va otra vez y tú guarda tus escrúpulos. Oye el cuento, mi niño: «En enero agregamos nueva ayuda económica para el gasto en luz y gas en los 5 millones de hogares más pobres del país y la Estrategia Cien por Cien para llevar obras y servicios, piso firme, drenaje, agua clínicas, escuelas, a los 100 municipios más pobres del país. Hemos invertido ya este año mil 700 millones, casi tres veces más de lo invertido el año pasado…»

– Sigúele, viejo, que, como buen mexicano, ya vas apendejando al niño con el
«optimismo» Calderón. Tú sigúele, y que Dios te perdone.

– «En 3 décadas (¡¿lo oyes, mi hijo?!), ¡nuestra economía será una de las 5 más grandes del mundo..!»

Mis valedores: como bajo los efectos del chemo, la mota o la grapa con cacardí, la víctima entona los párpados, se estremece en sueños, se agita en espasmos, y aquel suspiro. Hay cada padre. A la rorro, paisas(México)

La TV y el Gran Canal

Las empresas de televisión mexicana exigimos que el presidente del país garantice el pleno ejercicio de la libertad de expresión…

– Ricardo Salinas Pliego, propietario de TVAzteca-

TV Azteca Pronto habrán de cumplirse quince años de soportar la radiación, mis valedores. La contaminación. Espiritual, cultural. Quince años en los que las vivas aguas de los ríos vienen recibiendo, metafóricamente, desechos fabriles, de fosas sépticas y albañales. Quince años de inundaciones de ríos de aguas negras, afluentes del Gran Canal. Quince años en los que los vientos han diseminado las miasmas del fecalismo a cielo abierto, como a cielo abierto se amontonan los tiraderos de basura que inficionan los aires. Quince años cumplirá a mediados del 2008 (lo único que sí cumple) esa fuente de contaminación apodada TV Azteca, de cuyo propietario aparente, un Ricardo Salinas Pliego, lo afirmaba hace algunos ayeres la periodista Gabriela Aguilar:

«Hombre peculiar, apoyador del PRI, no cree en la democracia y piensa que ésta no existe en México. Añora haber vivido en tiempos de la conquista, no como indio; como conquistador. Cuando juega en Las Vegas, lo hace sin perder más de un limite de diez mil dólares'».

Hoy, ante la reforma que se ha realizado de una de las libertades del ente humano, libertad regulada como, sin excepción alguna, lo están todas las demás, el vendedor de aparatos electrodomésticos clama a lo aspaventero:

¡No debemos permitir que las ambiciones poltticas de unos cuantos echen al basurero de la historia la lucha de millones de mexicanos por conquistar la libertad de expresión..!

TV Azteca en los hogares de las masas sociales. «La televisión (Lorenzo Meyer, de EL Colegio de México) es un medio de información y formación de opinión pública demasiado importante para ser dejado enteramente en manos de personas como Salinas…»

¿Razón por la que el Estado malbarató los canales 7 y 13 al heredero de Elektra? Meyer:

«La opinión pública mexicana es, básicamente, una opinión desinformada, tal y como la requiere el sistema en que vivimos».

Porque PRI, PRD y PAN pretenden imponer su visión a los millones de mexicanos en los contenidos de los programas de televisión… -Salinas Pliego-

«Su discurso es deplorable» Y que como persona privada tiene derecho a sus opiniones, por disparatadas y absurdas que puedan parecer. Salinas está muy en su derecho de considerar que la mujer no puede ser la igual del hombre, sino un complemento, o que la TV es básicamente un instrumento mediante el cual la gente se distrae y se relaja.»Pero cuando alguien recibe y asume la responsabilidad de explotar una concesión que le hace la sociedad para bien servir al interés colectivo, entonces lo que hace y dice en público deja de ser un asunto meramente de opinión para convertirse en algo más serio: materia de interés público y de debate».

¿Por qué la televisión del Estado quedó en manos de quien vino a quedar? Dos hipótesis del historiador; a) la enorme simplificación del mundo que hacen los economistas neoliberales mexicanos, llevó al secretario de Hacienda a privatizar los canales de televisión del Estado fijándose única y exclusivamente en quien pagaba más, olvidándose por entero del papel de la televisión, y b) el maquiavelismo gubernamental dejó los dos canales del Estado en manos de alguien funcional a la prolongación del estilo autoritario de informar y crear opinión pública…

Juran sus publicistas y los ignorantes: la televisión es la verdad, porque la imagen no miente y una imagen vale mil palabras. ¡Mentira vil! Pregúntenselo a Sartori. léanlo en opiniones lapidarias sobre la industria del cinescopio:

– Los noticiarios de la televisión ofrecen al espectador la sensación de que lo que ve es verdad, que los hechos vistos por él suceden tal y como él los ve. Y sin embargo, no es así. La televisión puede mentir y falsear la verdad, exactamente igual que cualquier otro instrumento de comunicación. La diferencia es que la fuerza de la veracidad inherente a la imagen hace la mentira más eficaz y, por lo tanto, más peligrosa…

Libertad de expresión. Nov. 28 del 2007:

«La conductora Laura Bozzo regresará a las pantallas con su talk show Laura en América. Laura está feliz. Anuncia el nuevo formato: Hay nuevas secciones como el hecho de que yo voy con cámara hasta el hotel o el lugar donde se encuentren los infieles y los cacho, y esto hace más interesante al programa». «Libertad» de expresión.

(¡Dios!)

De qué me sirve la vida…

Que la noche de mi mal el Mercedes Benz (el volks. cremita, quise decir) me falló en algún ignoto barrio del norte, les decía ayer, y que la única luz que columbré a lo lejos fue la de La Reyna Sochil. curados de chilacayote. Afuera, sentado a dos posas y contra el muro los lomos, con aquellos cuatro, seis teporochos, me enzarcé en una charla que duró lo que aquella de a litro que me vi forzado a ofertarles. Y qué modo de aflorar y desflorar, al amor cacarcremitadiento, penas y lloros, quebrantos y duelos y demás penurias de la vida arrastrada Habló el de la chamarra verdosa, dril y cochambre:

– Aquí onde me ve, todo dado a la perdición, yo viví tiempos mejores. Pero la traición de una tirana, cuándo no. ¿Usté no ha sufrido penas de amor..?

Que si las he sufrido, pensé. Vivo con ellas, y ellas cohabitan conmigo. Nací con ellas enquistadas en la enjundia del ánima, y es hora que en ese ardimiento muero porque no muero. Penas de esas he sufrido, Suspiré. Me pegué al gollete del titán de grosella A lo lejos, el aullar de la ambulancia, que en su desgarro parecía gritar: «¡Ay, mis hijoz Bribiezca!» El pretil de la piquera se erizó de gatos, erizados espinazos en la fragua de una brama espeluznante. De repente, un ladrido por el altoparlante: «¡Ese del volks, ¿qué no oye? Oríllese pa la orilla.!» Acá, en el antro, el cantor anónimo, bordoneando arpegios en sol mayor: Celebrando a mi manera la derrota de mi pobre corazón.

Flor de la autocompasión. Acá, el caches del inmundo licor: «Mi jefecita santa, que se fue y me dejó solo y mi alma en el mundo» «Mi chamaco; lo vi morir, mi niño…» «Me acuerdo que ella y mis muchachos salieron a despedirme, porque me iba a la chamba Al rato, la inundación. No volví a saber de ellos. Agarré y puse tierra de por medio. Mi gente…»

El gemidillo convulso, el sorber de la humedad, la fuga de una realidad intolerable para un carácter de jericalla, menguado por el licor -Uno me llamó la atención; ese que, saturado de alcohol, permanecía así, miren, culimpinado, con el rostro aplastado sobre el piso de la banqueta En su derredor, qué asco: babas, bascas, desechos pestilentes. Hice una seña a los otros: «¿Y ese..?» Silencio. Algún suspirillo. Bandazos de viento: De qué me sirve la vida… Y entonces uno habló: «A ese respétele su dolor y su drama, mi señor. Ese nos llegó pero que muy tatemado de su alma, y así lo verá desde hace semanas. Bien se le adivinan las intenciones de quedar en la suerte. Ese suicida, ahí donde lo ve, ya huele a ofrenda de muertos en vísperas de Navidad.

Las tristuras siguieron, y el chupeteo cacardiento, y entonces, válgame, el derrotado aquel, el más vencido de los vencidos, de pronto se removió; culimpinado como estaba se dejó caer; un temblor, un estremecimiento; la mano, trémula, rastreando el pomo. Yo, en susurro: «¿Traición amorosa, tal vez?» Un trago, un amamanten. Gimoteó, baba y mocos. Qué tragedia sería la que lo arrastró hasta el averno de los teporochos. ¿Una mujer, esa sota moza que amamos tantito más que a nosotros mismos, la Nallieli que de un día para otro se nos fue de la existencia para nunca más, y ahí terminó la existencia para nosotros, y ojos que te vieron ir? Mi Nallieli..,

– ¿Traición amorosa? No mame Mire: (Sollamando con su aliento mi oreja, el acomedido susurró retazos del drama descomunal) Me estremecí. La humana compasión: «Querría pagarle otra de a litro», dije.

ya nos alcanzó a los que hemos invertido media vida en el pomo. Ese anda toreando a la muerte, o sea..

y buscando que se lo coja entre los cuernos. Mejor se aventara al Metro, le digo yo, pero cada quién su muerte, o sea ¿Se pone con otro chupito, mi señor? A ver, mi chueco, entre pa dentro y arrástrese uno.

El redrojillo se había revenido en sollozos mal amansados. Algo intentó decir, pero se lo taponó el vómito, y para mí fue bastante. Huí. Que los muertos entierren a sus muertos. Hoy me pregunto: del suicida qué será a estas horas, si viva o logró su intento. ¿Su drama? Calcúlenlo: que una única hija tenía en este mundo. Una niña Que un cierto industrial de la mezclilla se la violó allá en Cancún. Que la niña se suicidó semanas después. El, aniquilado, buscó a las autoridades y dio con ellas; buscó justicia, pero justicia nunca encontró. Por seguir vivo, estrategia torcida, comenzó a morir entre gorgotear de aguardiente. De qué me sirve la vida Pero ándenle, que un buen día ahí, repentina, la esperanza nueva un cierto candidato presidencial, chacremitaparrito, jetoncito, ceja izquierda alacranada «Mi repudio y mi más enérgico rechazo a Mario Marín. Una barbarie. Exijo una investigación exhaustiva, caiga quien caiga ¡Me vale que sean el gobernador y un empresario poderoso!»

¡Eso! Eso era lo que el huérfano de su niña aguardaba castigo a los paidóficremitalos. Justicia, sin más. «El, fanático de El Peje, vio que el otro iba a hacerle justicia y le dio su voto. Y sí: el otro llegó a Los Pinos, y de repente, el pasado lunes: «En el caso de la exoneración de Mario Marín lo que debemos hacer y hemos hecho es actuar en el marco de la ley y respetando las instancias que deben resolver, como la Corte y el Poder Legislativo».

¿Que qué? «La bocarada de basca y fue ahí, donde usté lo fue a encontrar, exonerándose de la vida». Pero la justicia.. (México)

Aquí estoy, entre botellas…

«Y cómo no, si ando desgajado por dentro y urgido de olvidar esta pena que me aniquila y no me deja vivir» No, no, un momento: no amontones pretextos para tu vicio, tú con tu pobre carácter de malvavisco. No. Penas todos cargamos encima, y no por eso nos vamos a encenagamos en el licor. ¿O exagero, quizá? Porque de mí sé decir que conmigo la cacardiosidad topó en hueso, en piedra, en tepetate Pero a propósito, mis valedores…

Aquí y ahora me propongo hablar de los vencidos de la vida, esos redrojos humanos que, débiles de carácter y perdida la brega contra un sañudo destino que los superó en redaños, han bajado la guardia y se entregan de lleno al licor, a la vida arrastrada, a la muerte lenta y la perdición. Drogadictos, alcohólicos, espantajos humanos. ¿Alguno de ustedes habrá observado a tales bagazos, cascajos, cáscaras basurientas que se arremolinan al amor y al olor, a la pestilencia de la piquera? Son los gorkianos ex-hombres, los humillados y ofendidos de Dostoievski, las almas muertas de Gogol. Son los destinos trágicos de que habla Cocioli. Los viciosos, pues.

Con varios de ellos me topé un día de estos en el callejón de barrio bajo, en los intestinos de un remoto arrabal, a esa hora de entre dos luces en que la tarde, acosada por la jauría de farolas y esquilas, huye en volandas con la noche en amenazas de desfloración. Del taller de lectura norteño regresaba hacia el sur cuando en eso, de súbito, el cremita, que me la empezó a hacer de fumarola Tres explosiones falsas como promesa de Calderón y una hedentina a quemado que hagan de cuenta la sagrada familia de Fox, el vehículo detenido como sexenio panista, con un motor más muerto que esperanzas en el de Los Pinos. Bajé del BMW (el volks cremita, quise decir), y procedí a levantar trompa y trasera (las del susodicho). Pero nada; sistema de encendido y carburación, cuatrapeados, como Fox, como el que no impuso en Los Pinos…

Náufrago de las cuatro esquinas, detrás de algún valimiento mandé ansiosas miradas hacia callejas y callejones: cuál de los cuatro será el mejor. Elegí el quinto, menos lóbrego, y vino a encontrarme, en retazos, la barriobajera tonada que se engrifa de amores y desencuentros, ausencias y soterrados dolorimientos que el alcohol despelleja: Porque esta vida que llevo -si no fuera porque bebo- no la habría de merecer…

Pian pianito, al amor de la trova que se machihembra al bandazo de viento me fui acercando al charco amarillo que se cuajaba al pie del farol, charco de luz legañosa Detrás, en la semipenumbra, vetustez y abandono, La reyna Sochil, curados de apio y chilacayote. Aquí y allá, manos anónimas, los consabidos grafitos: Pipo estuvo aquí. La Lola ya. Puto yo. (Válgame). Adentro de la piquera, la tonada que reblandecía corazones en salmuera vinosa La derrota de mí pobre corazón…

Pensé: «Que por aquí alguno entienda de explosiones falsas va a estar muy brasa, cuando no carbón». Di un paso, dos, tres. Pisé una cáscara de melón «¡Ora, güey!», rezongó la cascara, que resultó no ser de melón, sino humana La cáscara que el güey había pisado era una mano. Levanté el botín (de orejeta, no de los botines que en abyecta impunidad se han levantado los Montiel, Bribiesca, el apestoso El Tamarindillo. «Perdón, chiquilla o chiquillo», dije

– Ah, travieso (me albureó). Pero no hay pedro. Se copera pal pomo, ¿sí?

Piastojeé, y pude distinguirlos: en la banqueta regados al amor del tufo aguardentoso, aquel tenderete de humanos desechos, deshechos como desechos humanos después de la digestión; uno yacía en posición fetal, otro más se enroscaba se erguía aquél sobre el eje de la cintura, y chasqueaban todos unos belfos en rescoldo, solamados de sed. «Un refine, ¿sí, ése.?».

Teporochones, muy a la orden. Cuatro, seis sin contar los perracos y el par de ratas jariosas que, apalancándose en uno de mis botines, se afanaban en la bíblica maniobra de reproducirse y poblar la tierra (como si para ratas no nos bastasen los Salinas y la Gordillo). Uno de los redrojos aventó aquel gargajo:

– ¡Aguas, el esputo..!

– Ya ¿A su edad y lesbiano? De todos modos, verdá, mandamos por el pomo, ¿no? A su salú. A la de su madrecita ¿Sí que sí, mi buen.?

Hombre, dicho así, según lo estipulan las más estrictas reglas del Carreño, por el pomo mandamos, y ándenle al juego de garganta Yo comencé a chiquitearme un titán (no de la mitología, que ya parece que se iba a dejar; de grosella Conmigo, repito, la beberecua nomás no pudo, que topó en roca ¿Y con ustedes, mis valedores? ¿También le hacen frente y evitan la degradación que supone ceder ante la cacardiosa?). «Oiga, usté no es de por el rumbo…»

– Me cái que no. Yo lo miro así como que medio quien sabe cómo…

Mis valedores: pudo más mi interés por lo humano. (Sigo mañana)

Carpa La Nacional

Todo un espectáculo circense este de La Nacional, con sus saltimbanquis, equilibristas y maromeros, sus contorsionistas y los que andan a estas horas en la cuerda floja, los payasos del pastelazo y los lanzadores de puñales. (Chuchos amaestrados muerden los zancajos del Peje.) El circo…

Dije circo, y la evocación me llevó al tiempo de mi niñez. De súbito la memoria se me iluminó con las imágenes, entrañables del circo trashumante de mi niñez. Qué tiempos. Qué joven una vez. El niño que fui hace carretadas de tiempo, de vidas. Y qué de evocaciones en torno a la magia circense, esa magia intemporal que exuda la carpa de tres pistas con tufo a reliquias de león, tigre enjaulados, saltimbanquis y águilas humanas…

El circense espectáculo, encanto secreto que encandila al niño que se nos quedó así de virgen y así de inocente dentro de cada uno. El Brothers Hermanos, errante espectáculo que, hollando los bajíos de la memoria, de tarde cruza la noche de nuestros años primeros, en el filo de la duermevela donde desfila, en los sueños nocturnos, esa caravana de alucinación que va cruzando nuestra niñez, y que se nos queda, raigón de magia y encantamiento, junto a las consejas de la abuela, los primerizos amores -zozobra y temblor- con la vecinita, y la tonada de cuna que nos solía cantar la madre Tula. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…

La magia del circo, su tufo de animales exóticos, garra y joroba, y moteada piel; ojos de ferocidad y espantables rugidos que ponen el pánico en el niño que a todo vivir deshoja la flor de su edad, que es la del candor, y -apreciable virtud- de la credulidad. Desde sus jaulas los exóticos animales nos hablan -nos rugen- de tierras ausentes, de mundos que vienen quedando al otro lado del mundo; animales que hasta antes del circo sólo habíamos entrevisto en el libro de estampas y en la merienda neoliberal: galletas de animalitos; el tapir, el jaguar, el dromedario que, de jorobado, simula ser el nahual (¡No anual, no me corrijas, computadora estúpida! ¿De nahuales quién sabrá más: yo, perito en leyendas de mi país, o el buenazo de Bill Gates, perito apenas en dólares?); simula ser el nahual, decía, del obrero en los tiempos de «presidente del empleo», ese chaparrito que las mete al fuego por el que nombra «presidente Fox», pa su; y el camello también, que en su doble joroba viene a representar no al obrero, sino lo más ardoroso: a los beneméritos desempleados de mi país. Ah, México

Aquí te nombro, león de melena negra que pareces anuncio de la estación Etiopía del metro; te nombro, negra pantera negra que fuiste el embrujo del circo y eres hoy anuncia de beberecua, que los publicistas todo lo ensucian, en cuya mano todo se degenera: la negra pantera, la uva, el agave, la juventud, la niñez, México. (Tantos, tantísimos van a oficiar esta noche o la noche del sábado el rito de la humana degradación: «¿Y qué le faltó al difuntito? ¡Salud!» Salucita, seis, siete millones de dipsómanos en este país, a salud de esa alcahueta, encaminadora de incautos que es la patrocinadora oficial del clásico pasecito a la red y demás aquelarres deportivos que le aprontan al borrachín para hacerlo sentir héroe por delegación. Es México.)

Un domingo en la tarde me tiré al ruedo, o más propiamente: al asiento del circo, asiento de pino que, como Los pinos, se comienza a apolillar. Al circo otra vez, como si otra vez cumpliera yo mis primeros diez años de vida. A circo, y ájale, que entrando a la carpa, vínome a recibir aquella tufarada a camello, que es decir a visión, revisión de mis años muchachos; y entonces, mis valedores, en la tarde festiva y al principio de las sombras fui niño otra vez, y otra vez ingenuo, y por eso mismo feliz otra vez, o casi, y de nuevo percibí en mi boca el sabor de la risa, aquí en este México donde tan poco nos va quedando para reír (que los embustes presidenciales no invitan a la risa sino a la vergüenza ajena, no tan ajena como tantos quisiéramos, en fin), y sentí en las manos el calor del aplauso, aquí en este México ancho y ajeno (a jirones nos lo han ido arrebatando para entregarlo a los gringos) donde tan poco queda para aplaudir; y el asombro en las rajuelas de las pupilas, y el contentamiento en mi sangre, una sangre liviana otra vez, limpia otra vez, y diáfana, como recién estrenada. Mis valedores:

Al contacto del circo fui infante limpio de costras y costurones que va dejando en nosotros, maligno sarampión y viruela negra, el áspero oficio del diario vivir, con lo que ello supone de ilusiones fallidas y amistades truncas, malaventurados amores y mal saturadas heridas tras el desencanto después de Martha, y la ausencia de María, y el conflicto con la Verónica (tomé puros nombres cercanos al Cristo, él me ha de perdonar), y tantas heridas y sangraduras tantas, tantas mataduras y lobanillos y tacotillos, y mexquinos y jiotes sentimentales. ¿La función del circo? (Aguarden la crónica.)

El «show» travestí, después

El trabajo sexual, mis valedores. Inicié ayer la denuncia de quienes se dedican al oficio del sexo, que exponen en una serie de ensayos recopilados en El color de la sangre, libro que cité en la entrega anterior. «¿Qué queremos las y los sexoservidores?», fue la pregunta que ayer se quedó sin contestar. Aquí un breve catálogo de demandas que formulan las compañeras del oficio sexual, que se inicia con los conceptos de la doctora Lin Lean Lim:

El trabajo sexual suele estar mejor retribuido que la mayoría de las otras opciones de trabajo asequible para unas mujeres jóvenes y a menudo sin educación. Ese trabajo sexual es la única alternativa viable para que las mujeres de comunidades en donde faltan casi por completo programas de desarrollo del bienestar social hagan frente a la pobreza, al desempleo, los matrimonios fracasados y las obligaciones familiares…

¿Qué queremos los trabajadores del oficio sexual? Queremos luchar por un país donde las y los trabajadores sexuales no seamos mal vistos por los demás trabajadores, ni seamos discriminados. / Queremos luchar para que las causas que generan la explotación sexual comercial infantil sean erradicadas. / Queremos no ser confinadas a zonas de tolerancia, verdaderos campos de concentración donde se violan nuestros derechos.

Queremos promover el uso del condón entre trabajadoras sexuales, sus clientes y parejas, e impulsar campañas de prevención del VIH-sida e infecciones de transmisión sexual en otros grupos que lo requieren: jóvenes y adolescentes, amas de casa, migrantes e indígenas, etc.

Queremos promover la atención a la salud sexual de nuestras compañeras y no depender del Estado para garantizar el acceso y disponibilidad de las pruebas de detención del VIH-sida, la detención oportuna del cáncer cérvico-uterino a través del papanicolau y la colposcopía, la electrocirugía para atender las lesiones causadas por el virus del papiloma humano, el manejo de casos de infecciones de transmisión sexual, la anticoncepción, el apoyo emocional y la adquisición de condones a bajo costo para todos.

Queremos que la prueba de detección de VIH-sida sea voluntaria, confidencial, consentida, informada y gratuita para quienes trabajamos en el sexo. / Queremos que quienes somos independientes seamos reconocidas como trabajadoras no asalariadas, y que quienes tengamos un patrón contemos con las mismas prestaciones laborales que los demás trabajadores empleados en otros quehaceres.

Para lograr todo lo anterior debemos abordar las contradicciones en las que se desenvuelven los diferentes grupos que se han ido integrando a la Red Mexicana de Trabajo Sexual. / Las contradicciones entre los empresarios del sexo y las trabajadoras, o sea: las contradicciones entre el capital y el trabajo que generan explotación económica y, en algunos casos, como fruto de una lucha específica, condiciones de trabajo «aceptables» para algunas y algunos compañeros. / Las contradicciones entre las autoridades involucradas en el «control del sexo comercial» y las y los trabajadores sexuales, que en la práctica se traduce en discriminación, represión y despojo, que disminuyen cuando las compañeras se organizan y establecen «acuerdos bilaterales» para trabajar en un ambiente de paz y concordia. / Asimismo, las contradicciones entre las compañeras de vía pública, las que laboran en centros nocturnos, estéticas de masaje o cualquier otro «giro laboral».

Las contradicciones de clase entre ellas mismas y las compañeras que aspiran a ser empresarias del sexo o dirigentes «charras o neo-charras» para gozar de privilegios y acordar con las autoridades a espaldas de sus compañeras de trabajo. / Las contradicciones entre ellas y los grupos que las apoyamos; con el frente zapatista de Jalisco, por ejemplo, que se tradujeron en ruptura de dicha organización.

Decir claramente las intenciones que animan la acción es, creemos, el primer paso para poder entenderse con otras y otros, para señalar los cómo y hasta dónde Y es justamente este camino el que siguen las compañeras del trabajo sexual y las y los compañeros de la Brigada Callejera.

Tal asientan en El color de la sangre Miriam Kryzna y Elvira Madrid Romero, para añadir una cita de Bernardette Devlin que me parece muy a propósito como para leer entre líneas:

Todos tenemos un precio, pero este tiene dos caras, como la moneda: aquel que deseas cobrar a cambio de vender una causa o el que estás dispuesto a pagar por seguir fiel a tus convicciones y a la causa de tus hermanos. Entonces, ¿cuál es el precio de tu alma..?

El análisis en torno al denominan el «show travestí» viene después. (Aguárdenlo.)

En apenas cuatro letras…

La tortura no es mas que un procedimiento ilegal, pero no se puede desconocer que a través de ella se puede llegar a la verdad…

Tal despropósito acaba de lanzar el magistrado Aguirre Anguiano, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, título rimbombante que, después del dictamen en contra de Lydia Cacho y a favor del gobernador de Puebla, Mario Marín y compinches pedófilos, a los magistrados les queda holgado en demasía. Los pederastas y el «gober precioso» están hoy de plácemes. Yo, ante una resolución de la SCJN que negó fueran violados los derechos humanos de la periodista, nomás me quedé pensando…

Derechos humanos. Hoy que el ánimo colectivo, con muy justa razón, se indigna por el reciente fallo de la Corte de marras, me he puesto a pensar en esos grupos marginados de quienes a nadie parece importar que las autoridades respectivas les vulneren sus derechos fundamentales: las trabajadoras domésticas, por ejemplo, las costureras, las obreras de las maquiladoras transnacionales, las y los trabajadores sexuales, en fin. Por tales grupos altamente vulnerables, ¿quién saca la cara ante las autoridades respectivas? Frente a la sañuda violación de sus derechos elementales, ¿quién formula una denuncia, quién sale a protestar, quién se escandaliza? A propósito, la nota llega de León, Guanajuato, fechada el sábado anterior:

Para limar asperezas, desagraviar a las y los trabajadores sexuales y comprometerse a que la Secretaría de Salud buscará los caminos para detener la violación de sus derechos humanos, un funcionario de la SSA se reunió con ese sector y logró desactivar el reclamo que se iba a presentar al Secretario de Salud...

Gentes interesadas me hacen llegar estudios diversos de los problemas que enfrenta el trabajo sexual, uno de los cuales, El color de la sangre, expone metas, problemas y acciones de quienes ofician tal comercio sexual. Así, palabras más o menos, acusa una R.G. Aguilar:

Gritamos nuestra protesta porque el color de la sangre jamás se olvida. Nosotras y nosotros incluimos en esa sangre la que han derramado las y los trabajadores sexuales, al igual que otras sangres derramadas por una causa justa: tierra, libertad, dignidad, en su lucha por un país donde puedan trabajar en paz, libres de explotación.

El libro, mis valedores, recuerda a las mujeres que, sexoservidoras o no, han sido acusadas de ejercer tal oficio, y tan sólo por ello condenadas por las buenas conciencias (y sus buenas costumbres) a la hoguera, la horca, el fusilamiento, la lapidación. El color de la sangre refiere, asimismo, el caso de las trabajadoras sexuales victimadas por padrotes, madrotas, asesinos seriales, y alude a las víctimas de Castaños, Coah, que en la noche del 11 de julio del 2006 fueron violadas por más de 20 soldados del Ejército Mexicano. El libro cita la determinación de las trabajadoras sexuales de La Merced, Distrito Federal, que el Io. de mayo del año en curso marcharon para exigir respeto a su trabajo y el cese al trato cruel y degradante que en recientes operativos les ha inferido el gobierno capitalino, al igual que la bravura de las trabajadoras sexuales de Apizaco, Tlax., que se resisten a ser reducidas a una reservación que nombran, a lo eufemístico, «zona de tolerancia».
Las y los del oficio sexual, mis valedores, intentan sustraerse al refinado armazón de control social, político y económico que los asfixia, y a la hipocresía que los convierte en objetos a los que pueden controlar, revisar, utilizar, empadronar, verificar, golpear, vejar, encarcelar. Total, sólo son… y la descalificación y el insulto brutal que cabe en apenas cuatro letras…

Aquí, testimonios de diversas trabajadoras sexuales. El de la compañera Raquel Gutiérrez A., por ejemplo:

¿Cómo viven, cómo se ganan la vida, qué sienten y qué quieren las y los compañeros que se dedican al trabajo sexual en algunas de las calles del DF y otras poblaciones del país? ¿Qué saben, cómo resisten desde sus esquinas los sórdidos juegos del poder, las compactas cadenas de complicidades entre «autoridades» municipales, «servidores públicos», funcionarios de seguridad y grandes y pequeños empresarios que lucran con el negocio del «sexo comercial»? ¿Cómo resisten y confrontan a distintos niveles al «Estado proxeneta», que a modo de densa tela de araña insiste en atrapar la vida de quienes hacen del sexo comercial su trabajo, reduciéndolos a la impotencia, la descalificación y la explotación más grotesca? ¿Cómo imaginan una posible alianza con otras mujeres y otros hombres desplazados, estigmatizados, desposeídos y explotados en todo el país? ¿En qué sueñan, qué buscan, cómo se disponen a lograrlo? ¿Cómo podemos dibujar ese arco iris que nos incluya a todos en una lucha auténticamente nuestra? ¿Qué queremos las y los sexoservidores..?

(Eso, y más, en el próximo)

Demagogia nunca más.

«¡Nunca más un México sin sus comunidades indígenas integradas al desarrollo nacional; nunca mas un México sin oportunidades para todos, nunca más un México sin justicia, sin estado de derecho y sin respeto a la ley..!» Comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN.

Los defensores de los indígenas, mis valedores. Apenas ayer lo acusaba la ONU: «En México son víctimas de discriminación y racismo. Viven todos en una pobreza extrema». Y el Alto Comisionado de los Derechos Humanos para México: «Son tantas las violaciones a sus derechos en este país, que parecería que ellos no existen o no tuvieran personalidad jurídica.»

Hoy, la Organización de las Naciones Unidas, ONU, desata una campaña radiofónica en diferentes «dialectos» (sic) con el objeto de promover la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, los cuales enfrentan problemas en la administración de justicia y educación. Se promoverá la defensa de mujeres y niños.

Por lo que toca a las autoridades del país: Hace años publicaron un cuadernillo minúsculo (cabe en la palma de la mano) que titularon Cartilla de los indígenas, donde se enumeraba sus derechos. Aquí, muy a propósito como para leer entre líneas, el texto que «garantiza» los derechos de las tantas etnias naturales que sobreviven en el país:

«Los indígenas tenemos los derechos de todas las personas -hombres y mujeres, niños y adultos, sin distinción de raza, nacionalidad, idioma, pensamiento, creencias religiosas o políticas, o nivel económico-, establecidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las leyes que derivan de ésta y los pactos y convenios internacionales firmados por México.

Los indígenas tenemos derecho: A la vida, a la libertad, a la seguridad personal y a ser tratados con dignidad y respeto. A no ser torturados, ni detenidos ni encarcelados, a menos que se nos acuse de cometer una infracción o un delito. A que la ley se nos aplique por igual como a todos. En caso de ser acusados de algún delito.

Tenemos derecho a ser juzgados conforme a la ley. Contar con las garantías que establece la Constitución. Tener abogado defensor y, si no dominamos el idioma español, a que nos auxilie un traductor con conocimiento de nuestra lengua, en todos los actos del procedimiento, y a que se nos considere inocentes mientras no se pruebe lo contrario. Tenemos derecho a no ser discriminados, y a que se respeten prácticas, usos, costumbres y tradiciones étnicas, lingüísticas, religiosas, sociales, políticas o culturales que no atenten contra los principios establecidos en la Constitución ni contra los derechos de alguna persona A que impere en nuestra familia la igualdad de derechos para el hombre y la mujer, el niño y la niña Las mujeres tenemos derecho a un trato digno y respeto como seres humanos; a que no se nos someta a ningún tipo de violencia, sea ésta física, psicológica, moral o sexual, y a que no se nos haga víctimas de discriminación alguna respecto de los varones.

Tenemos derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, así como a la libertad de cambiar de religión. -A reunirnos pacíficamente o asociarnos a grupos o partidos. – A participar en asuntos políticos, directamente o a través de representantes libremente elegidos. – A elegir o ser elegidos popularmente para cargos públicos, con garantía de sufragio universal, libre y secreto.

Los indígenas tenemos derecho a satisfacer oportuna, adecuada y suficientemente nuestras necesidades de salud, seguridad, educación, vivienda y ambiente sano. – A que se respeten nuestros derechos laborales y sindicales. A participar en actividades artísticas, culturales o científicas, y a que se protejan nuestros derechos autorales. – A que ningún gobierno, grupo o individuo nos coarte tales derechos.

Es obligación de los servidores públicos: No cobrarnos por sus servicios. – Darnos atención e información sin discriminación alguna – Responder por escrito a nuestras demandas.
Es obligación de los inspectores, policías preventivos y judiciales, agentes del Ministerio Público y de los jueces; y de todos los funcionarios dentro del ámbito de su competencia- ¡Tratarnos con respeto! – ¡Darnos protección y seguridad! – ¡No abusar de su autoridad!»
Y ya Pero más allá de cartillas, ¿cumple el gobierno con la obligación de garantizar al indígena sus derechos de humano y de mexicano? ¿Qué dice al respecto la realidad objetiva? Mis valedores: es México. (Este país.)

‘Haiga sido como ‘haiga sido…

Aquello, horroroso, fue perpetrado en 1988 por el gobierno priista del mediocre De la Madrid, que torció el resultado del proceso electoral para despojar del triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas e imponer en Los Pinos al tecnoburócrata Carlos Salinas. No iba a ser hasta diecinueve años más tarde cuando, una vez más, el ánimo colectivo se lastimara en lo vivo, y se produciría la crispación, y las masas habrían de polarizarse una vez más ante la certidumbre de una renovada burla de la voluntad mayoritaría. Es México.

Pues sí, pero cuando menos el tecnoburócrata, tan dañero como iba a resultar para nuestro país, mostró determinación y firmeza en sus decisiones de gobierno. Ese no comenzó su gestión de proyanki con entreguismos del calibre del Plan Washington, alias Iniciativa Mérida. No desde el principio, cuando menos. ¿Lo dije antes? Es México.

Fraude de 1988. Fraude del 2006. Los papeles se han invertido. Ayer el PAN fue cómplice del PRI. Hoy, el PRI lo es del Blanquiazul. Ayer, compinche de Salinas fue el panista Fernández de Cevallos. Salinas es hoy el compinche de Fox y su camarilla, que impusieron al de Los Pinos. Sin más. Ayer, al respaldar la propuesta del priista Fernando Ortiz Arana de incinerar las casi 10 toneladas de paquetes electorales que certificaban el fraude, la «razón» del panista Fernández de Cevallos:

‘Ya nada representan y nada significan. A la historia nadie la puede reformar. Por eso nos pronunciamos por que se destruyan los paquetes».

Pues sí, pero interrogado al respecto en julio de 1994, él ya como candidato presidencial de su partido, eludió precisar si era necesario reabrir la investigación para llegar a la verdad:

Acción Nacional apoyó al PRI para que se quemaran los paquetes electorales de 1988 porque esa elección presidencial es parte ya de la historia y porque no deben seguir alimentándose ni odios ni rencores. Por ahora yo, como candidato a la Presidencia creo que mi deber fundamental es hacer campaña, tratar de ganar adeptos y ganar la elección, pero no centrarme en los problemas del proceso anterior. Mi tarea fundamental es hacer campaña.

El entonces dirigente del PRI Ignacio Pichardo, entrevistado en 1994:

– La caída del sistema en 1988 es una cosa juzgada, en donde el triunfo de nuestro partido fue validado de acuerdo a la legislación vigente Para nosotros los priistas 1988 es una fecha de júbilo porque ahí se confirmó una vez más el triunfo de la Revolución Mexicana en el poder político del país.

1994. A los perredistas, el priista Florencio Salazar «¡Ya dejen de andar haciendo acusaciones sin fundamento! ¡Si tienen los elementos suficientes para probar lo que sostienen, preséntenlos o dejen ya de hacer escándalos!»

Emilio Chuayffet, ex-director del IFE-«En materia electoral, en México estamos desde hace muchos años en una sola línea, en la de la transparencia, y cualquier persona debe tener acceso a cualquier tipo de información ¿Los documentos del 6 de julio de 1988? Fueron destruidos en 1991 así es que la caída del sistema es imposible indagarla

Miguel González Avelar, uno que fue de los 6 aspirantes a la candidatura presidencial del PRI: «En 1988 las autoridades no actuaron de manera irresponsable Hicieron una proyección muy optimista de la capacidad tecnológica que estaba a su disposición,- lo que ocurrió realmente es que hubo tal flujo de información que el sistema se azolvó».

Octubre de 1994. Miguel de la Madrid: «¡Yo rechazo que el sistema de cómputo se haya caído! Esas fueron ideas de propaganda política El fenómeno fue tardanza en las cifras. Eso fue todo. ¡Lo demás son especulaciones sin fundamento alguno!»

Abril de 1999. ¿Hubo, o no hubo fraude electoral en 1988? Manuel Bartlett, titular de Gobernación, ¿fue o no fue mapache? El entrevístador, a un Miguel de la Madrid que recula en sus declaraciones de 5 años antes: «¿A qué hora empieza usted a enterarse el 6 de julio de que las cosas vienen mal?» «Después del mediodía» «¿De dónde supo?» «De Gobernación. Bartlett me dice: Oye, las cosas están saliendo muy negativas; las cosas vienen mal». Dije: «¿Vamos a perder? «No tanto, me contestó». Ya como a las siete de la noche me avisó que el DF estaba muy mal, que estaban muy mal en el Edo. de México y Michoacán. Entonces fue cuando Bartlett me dijo: No puedo dar estas cifras. Estarían muy ladeadas, y aunque después sigan las cifras de otros estados en donde vamos a recuperar, si damos desde el principio la tendencia a favor de Cuauhtémoc, después no nos van a creer». ‘La decisión de diferir la entrega de cifras, ¿fue de él?» «No, contestó De la Madrid. El me consultó. Yo estuve de acuerdo».

Salinas y Cárdenas. AMLO y el otro.

Es México, mi país. (El nuestro.)

El PRI, El Yunque, la Coca-Cola…

Una noticia de miércoles, mis valedores: que anteayer habrá llegado a nuestro país toda una comitiva de legisladores EU que viene a afinar detalles del malhadado Plan Washington, alias Iniciativa Mérida. La gira incluye países de gobiernos proyankis: Guatemala, Paraguay, México, este país…

Antes de Chávez lo afirmaba el analista: Después de siglos la esencia anexionista de la doctrina Monroe se convierte en el principio rector decisivo del hemisferio. Con América del norte y Centroamérica bajo el control de Washington, el último campo de batalla anexorista es América del Sur.

Anexionismo que se inició apenas las colonias de la nueva república federativa se declararon independientes de Inglaterra. Ya en la primera mitad del siglo XIX lo proclamaba el North American: La anexión de México nos presenta la posibilidad más brillante. Décadas más tarde la corregía el Munsey Magazine: No anexión. Absorción es la palabra. La Historia nos da lecciones que permiten esperar confiadamente ese resultado: absorción…

¿Cómo una absorción de México? Controlando sus negocios, y con ellos las finanzas, la política y los aspectos sociales y culturales de este país. De nada iban a servir a los gobiernos entreguistas las lecciones de la Historia y las advertencias de los Bolívar, Juárez y el genio americano, José Martí, que ya desde el XIX clamaba en el desierto de la América Mestiza:

¡Cuidado! Estados Unidos tiene sobre nuestros países miras muy distintas a las nuestras! ¡Miras de factoría y de pontón estratégico! ¡Cuidado..!

Pero tales mensajes admonitorios no vienen sólo del XIX ni sólo de visionarios de nuestros lares. Yo, espulgando la Historia, encontré este urgido mensaje que hasta Fernando VI hizo llegar el Conde de Aranda, su ministro, y esto en la primera mitad del XVIII, cuando nuestro país aún no soñaba con la independencia como para que sus tecnoburócratas, cocacoleros, yunqueros y opusdeístas lo ofertaban a Washington. De las colonias recién desahijadas de la metrópoli inglesa el ministro español:

Esta república federativa (EU) ha nacido pigmea Mañana será gigante conforme vaya consolidando su consolidando su constitución, y después un coloso irresistible en aquellas regiones. En este estado se olvidará de los beneficios que ha recibido (de Francia y España) y no pensará más que en su engrandecimiento. La Libertad de religión, la facilidad de establecer las gentes en terrenos inmensos y las ventajas que ofrece aquel nuevo gobierno, llamarán a labradores y artesanos de todas naciones, porque el hombre va a donde piensa mejorar de fortuna y dentro de pocos años veremos con el mayor sentimiento levantado el coloso que he indicado. Engrandecida dicha potencia angloamericana, debemos creer que sus primeras miras se dirigirán a la posesión entera de las Floridas para dominar el seno mexicano. Dado este paso no sólo interrumpirá el comercio con el reino de México siempre que quiera, sino que aspirará a la conquista de aquel vasto imperio, el cual no podemos defender desde Europa contra una potencia grande, formidable, establecida en aquel continente y confinante con dicho país.
Para evitar la pérdida «de las ricas colonias», proponía se independizaran de España y formaran reinos, conservando tan sólo Cuba, Puerto Rico «y algún otro punto en el continente del Sur«. Porque de otra manera la metrópoli perdería sus colonias, absorbidas por el vecino rapaz. «Estos no son temores vanos, sino un pronóstico verdadero de lo que ha de suceder infaliblemente dentro de algunos años, si antes no hay un trastorno. La condición humana es la misma en todas partes. El que tiene poder y facultad de adquirir, no lo desprecia ¿Cómo es posible que las colonias americanas cuando se vean en estado de conquistar el reino de México se contengan y nos dejen en pacífica posesión de aquel rico país? No es esto creíble, y así la sana política dicta que con tiempo se precavan los males que pueden sobrevenir».

¿La Corte española? Despreció, como más tarde el gobierno de México, tan sabios pronósticos, tan certeros. Menos de un siglo después se perdería la mitad del patrio territorio. Por cuanto a la segunda mitad, el que había sido Secretario de Estado en el gobierno de T.W. Wilson publicó este reporte:

México es un país extraordinariamente fácil de dominar. Basta con controlar a un solo hombre, el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano. La solución necesita más tiempo, dijo; habría que atraer a sus universidades a jóvenes mexicanos y educarlos en el modo de vida «americano». Que alguno llegaría a ocupar cargos importantes, incluyendo la presidencia Sin necesidad de que gastemos un centavo o disparemos un tiro, ellos harán lo que nosotros queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros. ¡Ellos, los MM, Salinas, Zedillo, Fox, el chaparrito, jetoncito, de la Iniciativa Mérida! Mi país. (Ah, mi país.)

¿Así que su hijo se llama?

Los nombres que ostenta orgullosa, la nueva generación, mis valedores. Nombres todos aprendidos en el cine, la telenovela, la fotonovela, etc., y que representan la imitación del galán o las estrellitas de gran canal que lo exhiben en el Gran Canal del Desagüe, el dos, lo mismo que ante las cámaras de TV Azteca A propósito: llevé hace muchos ayeres a registrar al último de mis hijos. Aquí finaliza la crónica del registro civil, que inicié ayer mismo.

Rayando el sol de aquel día rayé el caballaje de mi BMW (del volks cremita, más justamente), y luego de atravesar diez colonias y extraviarme en otras tantas, a media mañana ahí estábamos el chamaco, su madre, su padre y dos que fungirían de padrinos, testigos o algo por el estilo. Detrás de la cola de cincuenta madres me formé con mi chamaco. Y a esperar.

Horas y madres después presencié el registro de la muñequita que me precedía en la cola, un bibelot de criatura: chaparrita jetoncita peloncita ventrudita, morenita La del registro civil: «¿Nombre de su triponcita?»

– A ver, aquí lo traigo apuntadito en este boleto del metro. Mi nena se va a llamar… Jaina Dayana Leididí. de apellido Chirinos..

– ¿Jaina Dayana Leididí nomás? «Nomás, fíjese Ya en el boleto no cupo dónde apuntar los otros nombres que le habíamos escogido. Yenifer Melania, Melanina o algo así Ya no me recuerdo. Y tú, Jainita, cállate, deja de chillar, aguántatelas, ni modo de sacármela aquí, con este libidinoso detrás. ¡Oiga, no se me repegue, no sea encajoso, por qué no va a encajársela a su…!

El registro civil procedió. Jaina Dayana Leididí quedó registrada. Y el que sigue por ai. Yo, meditando en la nueva cultura del nombre propio, que a lo largo de la cola había podido presenciar cómo aquellos prietitos (del mismo arroz) quedaron registrados con el nombre de Yojan Eric Benítez, Laila Jana Elizabet Rendón. una Bete Vladimira, dos que tres Yons y diversas Nailas, Róselas, An Merís y Giovannas Maurín. «Oiga, que no tengo su tiempo», (el exabrupto me estremeció). «Sí, usté, el babotas. ¿Y su pelón?

Ájale. Sentí que me ponía colorado. Disimuladamente me cerré el cierre del pantalón. Entendí la pregunta. «Se va a llamar Juan, señorita». «¡No soy señorita!»/ «Señora, perdón»/ «¡Que no soy señora!»/ «¿Divorciada, viudita?»/ «¡Licenciada, si me hace el favor! ¿Nombre de su chamaco? ¿Está seguro que es suyo? Porque a su edá, digo. ¿Con qué nombre se le registra?»

Juan, señorita, digo señora. Licenciada, quise decir.

– Hágase güey.

Juan, señ..licenciada Juan Mojarro / «¿Que qué? ¿Es burla, mamila, choro, choteo?» / «Juan, como Juan mi padre, licenciada». / «¡Tampoco, señor! ¡No me pusieron aquí nomás para que cualquiera me lo venga a choriar! ¡Todavía me dijera de perdida, Yónatan! ¡A ver, el que sigue!» / «No me lo tome a mal, licenciada Juan se llamaba mi padre y…»

– Pos ultímadamente allá usté con sus excentricidades. Qué ganas de darse a notar. A ver, ¿cómo fregaos se deletrea el nombrecito ese, Juan?

Regañado frente a mi única, Dios.

Sentí caliente la cuera. Por fortuna don Tintoreto, uno de los testigos, salió al quite y me sacó del apuro:

-Era broma, licenciada, no se lo tome a mal. El niño va a llamarse Cristián, como en una película creo que de vaqueros. Quizá usted la haya visto, licenciada Cómo pasa usted a creer que a la criatura la íbamos a infelizar de por vida enjaretándole un nombre así de exótico: Juan.

Don Tintoreto me hizo una seña de impotencia; qué hacer. La licenciada se suavizaba «No, si ya sabía que era guasa Quesque Juan. Pero a mí no me puso aquí el Calderas nomás para servir de burla a cualquier babotas…

Cristian, licenciada Cristian Mojarro.

– Así, sí pa que vea así ni quién diga nada¿Con el Cristián no le iría bien que le pongamos Errol Fedor Chankar? Malcolm Galaor viste mucho. ¿No le gustaría tener en casa un Gregori Michelé Mojarra?

Mojarro, licenciada O como a usted le parezca mejor.

– Ájale, quesque Mojarro, no será otra bromita ¿verdá? Oiga, ¿con el Mojarro no le iría mejor que al cursiento le pusieran Fabiruchis? La moda ¿no?

Yo, aquellos espeluznos que me bajaban del cogote a la vértebra terminal y se seguían de filo: «Vamos a dejarlo en Cristián, si le parece».

Cristián quedó registrado. (Pero aquí entre nos: yo, en la intimidad, cuando nadie me podía oír -mucho menos ella, la licenciada-, tomaba a mi niño en los brazos, lo miraba a los ojos y en un susurro lo nombraba Juan, mi hijo, como mi padre Juan. Esto, cuando nadie me oía) Juan, hijo. Y mis valedores: al decirlo algo acá, muy adentro, se me reblandecía como aún se me reblandece hoy que mi niño se me torna un hombre. Como mi padre. No que Errol Chankar. (Pa su.)

El nombre es lo de menos

El nombre que ostenta la nueva generación de nativos, mis valedores. Y cuan maleables las masas, cuánta docilidad para dejarse influenciar de cuantas modas y cuántos modos les imponen los medios de condicionamiento e intoxicación de comunidades. Qué vulnerables se muestran los mexicanos frente a la penetración cultural de toda esa basura de Hollywood les avienta por media cara. Y alguno jura que el mexicano es, por naturaleza, rebelde e indómito. No me chinglés…

¿Indómito el mexicano, con semejante docilidad para permitir que las televisoras le impongan esos grotescos patrones infra-culturales que ventosean desde el cinescopio? ¿Indomable, cuando así concede que sean las estrellas quienes les impongan formas de ser, de actuar, de pensar, de expresarse? No, yo no me refiero a las estrellas del zodíaco, sino a las estrellas del Gran Canal del Desagüe, el dos, canal reforzado por lo de su contlapache, TV Azteca. Macabrón..

¿Rebelde, indómito, el mexicano? Pues qué, ¿no es el dupolio el que a punta de telenovelas, películas rancias, tonadillas idiotas y chismarajos de las «estrellas» les modelan y modulan formas de ser y de actuar, de comer y vestir, de expresarse y hasta de nombrar a los chipayates?

Esa moda grotesca, mis valedores, ¿no les produce espeluznos? Porque hemos dado en la flor de imponer a los niños nombres ajenos a nuestra identidad y cultura de mexicanos. Yo recuerdo, a propósito, aquel día no muy lejano en el tiempo cuando fui a registrar al benjamín de mis hijos. La crónica:

Muy temprano aquel día, yo ya con el chamaco en la puerta, trepé al BMW (al volks cremita, más justamente), donde ya estaban instalados mi única y el par de padrinos, testigos o compadres, y ándele, que allá vamos rumbo al registro civil. Pues sí, pero extravié la ruta, llegamos a media mañana y nos formamos en una cola de cuadra y media de madres. Al mediodía ya estábamos a diez mamacitas de la funcionaria que me otorgaría factura, tenencia y holograma de verificación del mamoncillo. De súbito…

¿Y eso? ¿Qué estaba ocurriendo frente a mis niñas, las de mis ojos? Diez madres delante, la del suéter color plumbago había llegado ante la funcionaria y mostraba al de pecho, un lindo chamaco mestizo, mexicano al 200 por ciento, vale decir, uno chaparrito, jetoncito, peloncito, de gentes de por el rumbo. «¿Nombre para su cursientito?»

Crístoper Glen, o sea: Christopher Glen Vermejillo.

«¿Nomás Crístoper Glen

– Nomás Crístoper Glen. Le pensábamos poner Cristopher Brayan Conan Roñal, pero a la hora de la hora aquí su padre…

– Si yo tuviera padre no estaría usted aquí.

– Su padre de él, de Cristopercito Glen. A última hora él se decidió por Crístoper Glen nomás. ¿No, viejo? Que Brad Ronal Brayan Conan ya en La Tusanía, donde vivimos, están muy chotis. Nomás Cristopher Glen Güemes Benítez, pa’ servir a usté y a la Santa Muerte, que se la cortó, su diarreíta.

Cristopher Glen se le quedó, y el turno fue de la criatura de aquella ventruda de los mallones color mostaza y el bolsón prieto (no el bolsón de marido, sino la pañalera). El crío se cimbraba, berreando a todo pulmón. La madre, enérgica, dos que tres sacudidas: ‘Ya, pues, con una fregada, no me sigas chillando, a poco quieres que vaya a sacármela pa’ dártela ora sí que al aire libre, o sea a la intemperie. Uh, y menos con ese de los mostachos con facha de depravado y pseudo-neo-comunistoide que ya me la clavó».

Yo, el aludido, los sentí calientes, mis cachetes. «Señora, ha de dispensar, pero creo que yo no tuve el gusto…»

– Me la clavó, no se haga el occiso. Su mirada libidinosa la sentí aquí, en el mero escote. Y tú, Cinderela Yeneví, no te me retires mucho, hija, que el bigotón a la mejor hasta robachicos, chance y me la quiera hacer de pedófilo.

La de los berridos no negaba la cruz de su parentela en cuanto hermana menos de la Cinderela Yeneví: morenilla, jetoncilla, chaparrita, ventrudilla, cachetoncilla, jalados de los apipizca y aplastada la nariz, los dos poros tapiados de mocos. Entre una gorra color de rosa, rosa mexicano, se le fugaban unas greñas hirsutas. «Ya, ya, orita te la doy, la chichi, tú sabes que ora nomás es tuya, cálmala». Y ya estaban frente a la funcionaria «¿Nombre del gordis?»

«Es chavita, míreselo». Y la de los mallones color mostaza se lo mostraba. El arete. De bisutería. Y hablando de aretes…

(Sigo mañana)

Macabrón

Lo que ocurrió aquella noche me llevó a recordar a dos individuos: Fox y el que lo relevó en Los Pinos. En mi mente miraba ya al percherón de El Tamarindillo, ya al «chaparrito, jetoncito» etc., y qué gusto me hubiera dado que la víctima hubiese sido uno de esos dos. Pero no, que se trató de alguno del PRI-Gobierno. Aquella noche, me acuerda-Oriente de la ciudad. Ya entrada la noche, con mi primo el Jerásimo (licenciado del Revolucionario Ins.), llegué hasta la finca del doctor K, donde se efectuaría la sesión de terapia intensiva en la que yo debía participar por treinta monedas (en billetes). Escamado observé el interior de aquella que simulaba ser una de tantas casas de campo, y que ya de rejas adentro resultó una tan siniestra edificación. Mi primo se jaló la reata, la de la campana El sonido resonó macabrón. Silencio. El Jerásimo volvió a la reata, y entonces…

– Porr aquí, señorres. Con prrecaución.

El psicoanalista en persona, un teutón. Me sobresaltaron su acento prusiano, su cráneo al rape, su monóculo y aquel como campo de concentración hitleriano al que nos condujo en silencio: alambrada de púas, bombillas de escasos watts, doberman. Yo, el cuscús. «Oye, ¿estás seguro de que va a ser una simple sesión de terapia.?»

– Prreparrarrse, que ahorra comienza la maniobra..

Nos prreparamos. Situados fuera de la alambrada, varios ayudantes nos proveyeron de piedras y recipientes copeteados de una masa tricolor: verdes lechugas podrridas (caramba que es pegadizo), blancas cebollas (hediondas), rojos tomates (pachichis). Junto a nosotros, ya provistos de su ración de verduras, en la penumbra pude entrever a aquellos con facha de facinerosos, de menesterosos, de hamponcetes, de narcos. Mi primo, al oído:
– No te cisques, bigotón, son verduleras, mecapaleros y teporochos del rumbo; todos vienen, como nosotros, a la pepena de centavos.

Y qué lóbrego se entremiraba el corralón adentro de la alambrada, fango y hedor a boñiga; lo vi sembrado, como de minas interpersonales, de estiércol y bicharajos, inmundicias y humanos desechos. En su medianía entre perracos y víboras prietas, algunos cerdos hozaban en el barrizal. De repente, ¿y eso? ¡Se encienden los reflectores! Del brazo del teutón del monóculo… ¡el paciente! Pálido como un difunto, en su batín blanco rabón. Veo que el doctor K. abre una puertecilla y lo empuja hasta el interior del corralón y ándele, que se suelta aquella jauría de ladridos, y que algún perraco se avienta a enseñarle caninos y premolares, y cerdos cuinos y talachones le gruñen, lo hociquean y se la pelan, toda la mazorca de dientes babeantes, mientras frotan sus lomos en los zancajos desnudos de un paciente que, blanco tal la blanca cera, recorre su viacrucis a lo sonámbulo, a lo despacioso, paso a pasito, aplastando inmundicias con sus pies desnudos. Y entonces…

– ¡Ahorra! -ordenó el doctor K, y yo: «¿Ahorrar lo que cobremos..?»

– ¡Ahorra de aviéntense todos, güey! ¡No te me entumas! ¡Duro con él!

– ¡Prrocederr!, repite el teutón. Prrocedimos. Contra el paciente se desató el rudo tiroteo de lechugas, tomates y cebollines. «¡Qué huevos!» (No me pude contener.) «¡Huevos hueros, todos podridos, pestilentes todos!» El priista me dio una lástima..

– ¡Corrupto, depredador! -el unísono-. ¡Con todo y tu parentela robaste nuestros dineros! ¡Duro contra el sinvergüenza de miércoles! (Era viernes.) Las manos me temblaban cuando lancé la primera piedra (y escondí la mano), los insultos a grito pelado: «¡Ratero, saqueador, lo único que sabes lavar es dinero, corrupto!»

Tales eran mis vituperios; los de mis contlapaches iban todos de madre a arriba «¡Bandido, pocaverguenza, jijo de fruta!» Y en plena cara el huevazo (huevo huero, yema cuata). En silencio, forrado de podre, el paciente circundaba el corralón. Una vuelta, varias. Con despacio. Lo vi: rostro en alto, tensas las facciones, remachadas las quijadas, arrastrados los pies. «¡Entreguista, vendepatrias, jijo de tu Condoleezza madre! ¡Ya les diste PEMEX y la energía eléctrica ora dales el que te jiede, El Tamarindillo!» El paciente, como a punto de pujido, resistiendo, aguantando candela..

Por fin. Había yo agotado mi arsenal verdulero cuando el doctor K ordenó cesar el tiroteo. Tomó al paciente y lo condujo, paso a paso, a la salida A la liberación. Qué alivio. «Alivio el nuestro. Dos sesiones por semana, ¿te imaginas? Dinero fácil. ¿Qué dices, volvemos la semana próxima?»

La paga al salir, suculenta, y esa fue la terapia con que el de Los Pinos, ya al dejar el poder, se entrenaba para aguantar sin hacerla de fumarolas baboseo, tarascadas y meados de doberman, de rodwailer, de mí, periodista Macabrón. (¿No?)

Clítoris delirante

Hay quien anhela hasta el patíbulo con tal de lograr la fama…

Patético que ya tengamos La revolución de la esperanza y que no tengamos la esperanza de la revolución. No la que se forja con pólvora, sangre, y lágrimas, sino una en que algún día, ya capacitados para pensar, nos demos un gobierno que mande obedeciendo. Sin violentar la ley. Entre tanto…

La revolución de la esperanza es un libro que escribió (¡imagínense!) el especialista en «José Luis Borgues«. ¿Se lo habrá inspirado esa Marta Sahagún que, aludiendo a Rabindranath Tagore, le llamó «La gran Rabina Tagore«? En fin. Y a propósito: de que pasé por el mundo, mis valedores; para que alguno se acuerde de mí. De que en mi tiempo de vida fui algo más que el palo blanco (ni echa vaina ni florea, nomás ocupando el campo). Yo toda mi vida he procurado satisfacer una de las necesidades básicas del humano que valora su salud mental: la trascendencia. No morir del todo, quiero decir. Ah, necesidad humanísima de sobrevivir, de mantenerse el tanto de un suspirillo en la memoria de aquellos que se beneficiaron de nuestras acciones, si es que en vida conocimos el amor a los semejantes y les legamos esta o aquella realización que a alguno o algunos haya venido a aprovechar.

Y ya llegando a este punto (a esta coma, en realidad), cuidado: en su necesidad de trascender, quien no ama a sus semejantes suele también conseguirlo, pero no por lo que construye, sino por lo que logra destruir. Pregunten, si no, a Erostrato, zafio gañán que, inhábil para la obra positiva, para no morir del todo incendió el templo de Diana en Efeso, torpe manera de ubicarse en la memoria colectiva, como a base del colectivo aborrecimiento trascendieron Hitler y Bush, El Mochaorejas y el Halcón hoy muerto en vida, el judío Sharón de vocación carnicera Por cuanto a nosotros, ¿cómo lograr la trascendencia? Plantar un árbol, engendrar un hijo y escribir un libro. Tal es, de alguna manera, la receta para sobrevivir a los despojos mortales, al puñito de cenizas en que yo me he de convertir. Ah, que al morirme no caiga en esa muerte definitiva que es el olvido; seguir viviendo en la memoria de alguno al que haya dado a valer. ¿Cuáles de esas 3 condiciones han cumplido ustedes?

Porque de mí yo puedo decir y digo: integrante de varias brigadas de reforestación no uno, sino muchos árboles he plantado en tierras baldías. Sombra y frutos ahí queden para que hablen por mí. Por cuanto a engendrar un hijo: no uno, varios también, que también ahí quedan. Cuando yo muera, ¿me recordarán? Un consuelo me queda: que de mí ya no podrán tomar desquite. Tocante al libro: he escrito una decena para que saquen la cara por mí, y ustedes han de dispensar por los siete u ocho que se han publicado; la culpa no ha sido mía del todo, que la comparten El Fondo de Cultura Económica y Joaquín Mortiz, Novaro, Gríjalvo y Empresas Editoriales. Es culpa, además, de tantos miles de ustedes que agotaron ediciones. Mis libros…

El escritor. Justo es reconocerle, sin ningún otro mérito, que en el áspero trayecto que se ve forzado a recorrer para la publicación de su obra padece como penitencia cuaresmal la obligada visita a las siete casas (editoriales), y su pendulear de este otro escritorio, en uno de cuyos cajones va a quedar sepultada nuestra carpeta, de donde será exhumada meses o años después ya en calidad de momia, y colocada ante los lentes implacable de los escrutadores. Su sentencia, inapelable, determinará la publicación o el cambio de cementerio: del cajón del escritorio al cesto de la basura, y RIP. Cuántos de mi oficio han tenido menos suerte que yo, beneficiado por editores que han sido menos el rigor y más el espejo y la flor de la generosidad…

¿Que para qué hablo de mis asuntos personales? Me salva mi buena intención, porque deseo prevenir a ustedes de esa nueva tormenta de estiércol que puede emporcarlos. Noble el libro, como es, y satisfactorio el ver nuestro nombre en letras de molde, nauseabundo resulta mirar ahí la arribazón repentina de estiércol zurrado por individuos ajenos al quehacer literario, sean hombres públicos o mujeres públicas, y así de la grilla política como del bataclán, de la estridencia de nota roja o la zafia pornografía. Esos, hoy día, a cada rato malparen libracos apresurados, improvisados, de esos de coyuntura y efímera vida, tan ayunos de calidad como sobrados de exhibicionismo barato, el del nalgatorio y lugar excusado. ¡Cuidado, precaución! Andan por ahí esos especímenes, hermanos de la leche, bodrio y heces, del alimento espiritual que da a tragar a las masas el duopolio de la TV, desde La oreja hasta La Nalga, la entrepierna y el Cóccix Ustedes, ¿compraron La Jefa o los engendros de Chayo Robles o Annel?¿Van a comprar esa ventosidad apodada The Revolution of Hope cuando alguien de mala leche la traduzca al español? ¿O prefieren, anhelantes -acezantes- ese que anuncia una Niurka de clítorís delirante? Allá ustedes. El que por su gusto es… (Conste.)

Cantar del Pájaro-Nido

Es la hora de entre dos luces en la ciudad descomunal, esa a la que tantos humanos han terminado por deshumanizar, qué paradoja. Es esa hora indecisa en que la tarde no se resigna a la retirada, y las primeras sombras no se deciden a arribar. Comienzan a encenderse las farolas de todas las colonias, como esta, ribereña de la estación del ferrocarril, en el mero corazón de la ciudad. Allá, al frente, una enorme explanada, ya inundada de luz artificial; acá, en las calles aledañas, silencio, soledad. Como que el hormiguero humano se ha refugiado de dintel adentro. Como que, agazapado, algo espera. Como al influjo de la corazonada. Como que presiente lo que va a suceder. Su aliento contenido, algo parece temer; una catástrofe, por ejemplo. Silencio, soledad, una vaga zozobra. Y entonces…

El relato puede leerse completo (en formato DOC) desde acá: Cantar del Pájaro-Nido

Si quiere hacer un comentario sobre éste o cualquier otro trabajo del Maestro Mojarro escríbale a su correo elvaledormx@hotmail.com.

¿Revolcarse en el qué..?

El Día Mundial de Lucha contra el SIDA (mañana, lo. de dic). Hace años lo proclamó Joseph Ratzinger, ayer inquisidor y hoy pontífice: «Yo me siento cercano a los enfermos de SIDA y a sus familiares, invoco para ellos la ayuda y el consuelo del Señor, y aliento las numerosas iniciativas promovidas para acabar con esta enfermedad…»

El SIDA y el condón. Senadores del PRD intentaron hace dos años obligar públicamente a José Ángel Córdova, de la Sec de Salud, a mantener la campaña que promueve el condón, y así evitar que sus puntos de vista personales se conviertan en políticas públicas en materia sanitaria. Qué bien. Pero cuidado, que ahí salta un Bernardo Fernández, «en defensa del derecho a la vida» un abogado del cardenal Norberto Rivera, Lóbrego. Peligroso. Y escalofriante la nota que llega de Guadalajara: en el albergue Beata María de Jesús las misioneras del «Corazón de Cristo Resucitado» maltratan a los enfermos. «Las personas infectadas están recibiendo un castigo por sus pecados sexuales». Y la indignación que exhibía el por entonces nuncio apostólico del Vaticano en nuestro país, aquel Jerónimo Prigione interlocutor de narcotraficantes: Me indignan las promociones que se han hecho para el uso del rondón. Es darle medios a los jóvenes para que se sigan revolcando en el lodo.

Y los aspavientos de un José Melgoza, por aquel entonces obispo emérito de Cd. Nezahualcóyotl: ¡Para la Iglesia, el sida es un gravísimo problema de moralidad pública, y esto es lo que nuestro gobierno no quiere reconocer, y limita el problema al ámbito de la salud, imagínense..!

Pues sí, pero no, que el SIDA, como lo afirma el filósofo Mark Platts, «no es un asunto de moral, sino de salud pública». Y que más allá de lo que la Iglesia Católica diga de nuestra conducta privada, la del SIDA es una situación conflictiva que las autoridades de salud pública tienen obligación constitucional de atender de inmediato. ¿Y? ¿Qué hacen esas autoridades para detener la propagación del SIDA? Pero, sobre todas las cosas: ¿qué hacemos nosotros para no ir a dar de cabeza en la mortal pandemia? Hace unos años la Organización de las Naciones Unidas solicitaba a la Iglesia Católica de nuestro país, dueña de un descomunal ascendiente sobre la mayoría de los mexicanos, que se sumara a la lucha contra el SIDA. La respuesta de El Vaticano:

«La espectacular ceremonia presidida por el cardenal Otunga, que quemó preservativos en público, sigue siendo el símbolo de la actitud general de la Iglesia católica hacia este método profiláctico, confirmada por el criterio de los obispos del mundo entero».

En México, los obispos: «Contra el SIDA, castidad es el mejor remedio. ¿El condón? Mucha gente lo usa, ¿pero está permitido de acuerdo con la doctrina católica? definitivamente: el condón no es éticamente permisible Para la Iglesia, bloquear artificialmente la transmisión de vida no es moral. La vida producida en una relación sexual no pertenece al hombre, sino a Dios. Además, el condón no sirve de gran cosa. La solución es la castidad en el matrimonio y fuera del matrimonio, aun si parece que va contra la corriente en
una sociedad como la de hoy, que resulta pansexual».

La propuesta de G.W. Bush, ese misticoide: «Yo estoy a favor de la abstinencia, de la castidad y, en último caso, del condón».

«¿El condón? ¿Para qué el condón? (obispos mexicanos) ¿Para seguir buscando el placer por el placer mismo? ¿No está fuera de las enseñanzas de Cristo? ¡La Iglesia rechaza el uso del condón, pues esto lo que hace es hundir en el fango a la juventud, en lugar de darle la mano a los jóvenes para que salgan del lodo! ¡Continencia! ¡Castidad! ¡Fidelidad matrimonial! Estas tres virtudes propuestas por la Iglesia son el mejor remedio para el contagio, porque son las propuestas del Evangelio para combatir el SIDA! ¡La grave amenaza del SIDA viene del abuso de la sexualidad! ¡Es una equivocación buscar el placer por el placer. El recto camino debe ser el uso legítimo de ese placer! ¡El placer sexual no debe verse como un fin, sino sólo como un medio hacia la paternidad o la maternidad!»

«¡Usar preservativos y seguir haciendo el amor! Esto continúa siendo el método de nuestras autoridades. ¡Es una barbaridad! Intentan proteger la salud promoviendo el vicio. El amor, para ellos, es el gozo del placer, y no buscar el bien de la persona amada. El abuso del sexo es el que se ha convertido en un problema de moralidad pública, no de salud! Los enfermos de SIDA no deben convertirse en héroes, no lo merecen. Son seres enfermos. La homosexualidad es un verdadero crimen, y la Iglesia Católica rechaza a los homosexuales asi como el uso del condón, fuente de prostitución.»

Reaccionaria, una cierta Unión Nacional de Padres de Familia: «¿Dónde estarías tú si tu padre hubiese usado el condón..?» Ad Majorem Dei Gloria. Laus Deo. (¡Dios!)