Taciturno e inmenso, México

José Martí, mis valedores, nuestro genio americano que tanto vivió entre nosotros y tanto amó nuestra tierra para de aquí y por amor a la suya irse a ofrendarle su vida. A Cuba, su patria libre

José Martí. Refiriéndose a los apuntes que algún pintor norteamericano hiciese de nuestro país en una ocasión en que lo visitó sin lograr comprenderlo, así protestó el apóstol cubano: No se paró a ver lo que México ha vencido ni a medir el esfuerzo por los obstáculos que se le ponían, ni a calcular lo que va a vencer con el empuje acumulado. No vio el trabajo titánico de sus hombres nuevos para sacar los brazos con la libertad en salvo, por encima de las torres de las iglesias; ni la fatiga heroica de la generación liberal que lleva a cuestas el país resucitado…

A propósito de Cuba: hace algunos años cayó en mi correo electrónico algún texto firmado por una Celia Hart que yo, según mi costumbre y al acto reflejo (tanta basura ensucia mi correo) intenté borrar, eliminarlo para nunca más, pero entonces leí las primeras líneas, y válgame: al rato, conmovido hasta el tuétano y a riesgo de violar esta regla o aquel derecho de autor, me propuse ofrecerlo a todos ustedes como la expresión limpia, genuina de alguien que, desde su perspectiva (tiempo, distancia), nos entrega una síntesis del México que fue y es hoy día Aquí, para conocernos, para reconocernos en espejo ajeno, las expresiones de Celia Hart, cubana y americana como nuestro genio de la América Mestiza, José Martí que así celebró en Cuba nuestras fiestas patrias:

«Cuánto me hubiese gustado estar con el padre Hidalgo el 16 de Septiembre de 1810. Nuca se tuvo más fe en Dios que en aquel día Aquel sacerdote brillante y culto, no fue una excepción de la regla: el talento, la virtud y el compromiso se dieron la mano para saber querer más que ningún otro hombre a México y a la Revolución. Estas dos palabras no debieron jamás separarse (México y Revolución), porque es imposible que la independencia de un pueblo se gane sin dosis elevada de revolución…

El Siglo de las Luces cayó en mis tierras americanas como música para la libertad. Hidalgo ya era bastante viejo para la lucha, pero ¿quién dice que para amar y construir se es demasiado viejo jamás? Con Allende, Abasolo y un grupo de jóvenes valientes decidió que la Patria Mexicana tiene demasiado empeño para no ser libre. Que ya en Francia se habían librado del Rey y de su cabeza y México era de los mexicanos y no de España, que fue incapaz de liberarse de su propio rey. Así nació aquella mañanita de septiembre el camino de la revolución en México.

Si existe un país autóctono que logró mantener sus tradiciones, donde los hombres guardan todavía aquellos recuerdos en la piel de cuando eran felices, ese es México. Taciturno e inmenso como sus volcanes, México está a punto de estallar. Empezó desde el inicio a dar batalla en la misma conquista Al llegar Cortés se encontró una cuidad luz que no tenía nada que envidiarle a las bellas ciudades europeas ni el valor de sus hombres a los soldados españoles.

El Grito de Dolores le confirió la mayoría de edad a ese pueblo nuevo que no necesitó ayuda de nadie para liberarse de una monarquía estúpida y sórdida sólo procuró del valor de sus hombres y del amor de sus mujeres.

La historia de México es imprescindible para entender al mundo. Coexisten sin detrimento las antiquísimas costumbres y el modernismo más audaz. El que haya visitado esa cuidad misteriosa una sola vez la sigue necesitando para siempre. En México el color es protagonista de todo, de las comidas, de los vestidos, del lenguaje musical y de sus albures. Tengo la premonición que no logro explicar bien, que cuando México despierte vamos a despertar todos. México es la frontera de Nuestra América con los Estados Unidos, frontera que el gobierno norteamericano establece con una rudeza inconcebible. Por el solo hecho de robar más de la mitad de su territorio deberían los EUA ser más tolerantes con la nación que levanta con sus manos y su sudor el País del Norte.

¡José Martí no se cansó de adorarlo! En una crónica sobre ese país decía entre frases gloriosas y sentidas que «ya los mexicanos sabían amar cuando los europeos se desplomaban en las guerras» y que «ya hablaban de la Vía Láctea como del camino al espíritu».

¿Qué civilización heredó México, cuando ya tenía el brío necesario para declararse libre? ¡Más ha hecho México en subir donde está, que los Estados Unidos en mantenerse decayendo, de donde vinieron!» (La fiesta tricolor sigue mañana)

Perros de guerra

«Los invasores llegaron al Castillo de Chapultepec pisoteando cuerpos de héroes, y la bandera de las barras y las estrellas ondeó sobre aquel memorable lugar, después de que los alumnos del Colegio Militar hubieron dado su vida por defender el último reducto de la Patria. El mismo 13 de septiembre las tropas del general Scott se hacían dueñas de la capital de la República ¡El 16 de septiembre de 1847 la bandera del invasor ondeaba, airosa, en el Palacio Nacional!» (B. Delorme, historiador.)

México, 13 de septiembre de 1847 -Nueva York, 11 de septiembre del 2001. Ocurrió un día como hoy, pero de hace 162 años, cuando el pabellón de las barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional de nuestro país, efemérides que aquí muy pocos conocen. Siglo y medio más tarde iba a ocurrir el episodio de las Torres Gemelas, de Nueva York, que aquí todos tienen presente. Es México. Mis valedores:

Al cumplirse un aniversario del 11 de septiembre de 2001, lo afirmaba el entonces presidente de EU G.W. Bush: «Los americanos luchamos no para imponer nuestra voluntad, sino para buscar la paz».

Hace 159 años el Presidente Polk: «Debemos buscar la paz. Debemos imponerla a nuestros enemigos, haciéndoles sufrir la maldición de la guerra».

Al término de su mandato lo afirmaba Bush: «Yo estoy luchando para asegurar la paz. No para imponer mi voluntad, sino para defendernos y para extender las bendiciones de la libertad…»

El historiador norteamericano: «Polk, al mismo tiempo que mantenía una guerra de devastación, manifestaba públicamente sus deseos por la paz».

Hoy, el Dr. L M. Wortzel, coronel del ejército de EU (retirado): «Si la única vía para atacar a una organización terrorista es unilateral, aunque sea de manera clandestina, tenemos que hacerlo». Y Bush: ‘De ser necesario, actuaremos nosotros solos. La ONU es prescindible».

Hace 162 años, escudándose en el falso supuesto de que México había provocado la guerra, los partidarios de Polk «abogaban por el arrasamiento de las ciudades mexicanas y por la destrucción de vidas mexicanas». Bush: «Nosotros somos una nación con vocación decididamente pacifista».

Y el historiador norteamericano: «Saqueos, carnicerías, crueldades, el matar a los heridos en los campos de batalla; y aun en muchos casos quemar hombres vivos, han sido anotados por parte de altas autoridades oficiales, como parte de la historia de la guerra con México«.

Lo publicaba un diario estadunidense: «Hasta que aplastemos a los mexicanos y llevemos la destrucción y la pérdida de vidas hasta el fondo mismo de sus hogares, y los hagamos crujir bajo el peso de nuestra mano de hierro, hasta entonces vamos a ser respetados por los mexicanos».

Y otro más: «Destrúyase la ciudad de México a raíz de la tierra sobre la que se levanta. Hágase desaparecer Puebla, Querétaro, Jalapa, Saltillo, Monterrey, de la misma manera, y después auméntense nuestras demandas».

Lo prometía G.W. Bush: «No permitiré que ningún terrorista o tirano amenace a la civilización con armas de destrucción masiva. Prometo una victoria sobre las pandillas fanáticas de la historia. Los hemos hecho a nosotros mismos y al mundo una promesa sagrada no descansaremos hasta que se haya hecho justicia y nuestra nación esté segura Lo que nuestros enemigos comenzaron, nosotros lo terminaremos…»

«En marzo de 1847, los cónsules extranjeros escribieron al general Scott sobre los terribles resultados del bombardeo a México. The New York Herald decía que habían convertido la ciudad en ruinas bajo las cuales habían sido sepultados un gran número de no combatientes: hombres, mujeres y niños».

Mr. Bagby, Senador: «Pero la vida de un solo ciudadano de EU es más valiosa que las vidas de cien mil mexicanos, hombres, mujeres y niños».

Durante los 10 largos meses que el ejército invasor ocupó la capital, muchos fueron los mexicanos azotados a cuerpo desnudo, tanto en la plaza principal como en los costados de la alameda. Pronto, los invasores se convencieron de que si hasta entonces habían tenido que habérselas con Santa Anna, ahora tendrían que luchar contra el pueblo».

G.W. Bush: “Luchamos no para imponer nuestra voluntad, sino para defendernos y para extender las bendiciones de la libertad”. Y Santiago Creel, cuando Sec. de Gobernación: «El compromiso del gobierno mexicano: en el caso del terrorismo, ser solidario particularmente con el pueblo y gobierno norteamericano». Zopilotera y hedor. Es México. (Mi país.)

Los aviones iban directo al blanco

Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran el escenario del caos. Luego las calles vacías, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…

Así es: un día como hoy hizo explosión una tragedia que, preparada y perpetrada por el terrorismo internacional, vino a lastimar la conciencia de todo un pueblo, y aquí mi recordatorio anual. Pero no, por supuesto, yo no me presto a la feroz manipulación de los «medios» ni está mi mente colonizada como para entonar la endecha de las Torres Gemelas cuando tan a lo vivo me lastima aquello que se perpetró un 11 de septiembre de 1973 en uno de nuestros países de la patria continental de Bolívar, la anchurosa América Mestiza de José Martí. Yo aludo al palacio de La Moneda en llamas allá en Santiago de Chile, con Washington de victimario.

¿La víctima? Todo el pueblo chileno, con don Salvador Allende, su presidente constitucional. El magnicidio lo tramó en La Casa Blanca R. Nixon, la CIA como cerebro de la maniobra terrorista ¿El brazo ejecutor? Un Augusto Pinochet que antes de fallecer, viejo, achacoso, con fama pública de multi-asesino y corrompido hasta el tuétano de un alma en ruinas, con trémula vocecilla de vahído y desguanzo:

– Pido perdón si es que en aquel entonces cometí algún error…

(Tiempo después, un 11 de septiembre, G.W. Bush halló el pretexto perfecto para invadir Iraq, y aun se asombraba: «Yo no sé por qué nos odia todo el mundo. Estoy asombrado porque sé lo buenos que somos». «No, señor Presidente, le refutó R.M. Bowman, ex director de la Guerra de las Galaxias. Ni somos buenos ni le dijo la verdad al pueblo estadunidense acerca de por qué somos blanco del terrorismo: ¿por qué representamos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo? ¡Mentiras! Porque nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas».)

Cosas odiosas. Santiago de Chile. Al complot contra don Salvador Allende alude el cronista de la CIA: «R.M. Helms, entonces su director, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970. Nixon le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Tenía que evitarse que el marxista Salvador Allende llegara a La Moneda. ¿Cuántos habían visto a un presidente de los EEUU fuera de sí? Era un espectáculo. Y no había más solución que acatar la orden de Nixon, textual:

Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile. Tienes 10 millones de dólares y más, si es necesario, pero… ¡haz chillar la economía…!»

(2001. Clamaba G.W. Bush: «Estoy asombrado de que haya tanto malentendido, con lo bueno que es Estados Unidos». «No, le replica Bowman. No lo es. ¿En cuántos países hemos derrocado a líderes electos popularmente y los hemos sustituido por dictadores militares títeres, anuentes a vender su propio pueblo a las corporaciones multinacionales de EU? Lo hicimos en Irán, donde depusimos a Mossadegh porque quería nacionalizar el petróleo; lo sustituimos por el Sha y entrenamos, armamos y pagamos su odiada guardia nacional, que esclavizó y brutalizó al pueblo iraní. Todo ello con el fin de proteger los intereses financieros de nuestras compañías petroleras. ¿Es sorprendente que haya tantas personas en Irán que nos odien?» Bush: “Yo sólo quiero que los norteamericanos abracen a sus hijos». Hoy, Iraq.)

Santiago de Chile. «Existían muchos intereses económicos. Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de EU que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, los militares quebraran el régimen democrático e impusieran la dictadura».

(«¿Por qué nos odian?, se quejaba Bush, protector de halcones israelíes. Ante la masacre de Jenín, en Cisjordania, lo denunció un horrorizado Terje Roed-Larsen, de la ONU: El campo de refugiados fue escenario de horrores que superan el entendimiento humano. Vi gente en total conmoción, sus casas destruidas. Vi familias tratando de desenterrar gente bajo montañas de piedras. Desde hace mucho no se había visto una destrucción masiva de esta dimensión. Es un infierno. Moralmente es repugnante». Después, ¿hablar del «Holocausto»? En fin.

¿Torres Gemelas? Hoy, don Salvador Allende. (A su memoria.)

El estupendo cornudo

Noche dominguera a la sombra del Ángel, ya saben ustedes cuál. Festejo, ya saben por qué. Botellas, ya saben de qué. Banderas, delirio. El éxtasis. ¡Para la historia! ¡Cuatro cero a los aborrecidos gringos de Donovan! Yo, que a lo descuidado caminaba por la calle transversal, rumiaba el poema; «Me dueles – mansa, insoportablemente me dueles». De súbito la estampida de los fanáticos celebrantes me cae encima, me arrolla, me desencuaderna y da conmigo en el pavimento! Sentí cómo me tronaban. Me apoyé en la salpicadera del Focus. Detrás del volante, el gorrudo: «¡Cuidado, o aquí hay moronga de Valedor! ¡Trépese!» Me trepé. Lo observé.

Joven él, rollizo él, ridículo él, torso encuerado, mofletes pintarrajeados con los colores del Revolucionario Ins. En el asiento trasero bandera, matraca, trompeta de plástico, pomos de a litro semivacío.

– Lo voy a sacar del tumulto. ¿Qué, usté no festeja? ¿Para dónde va?

La tufarada de cacardí aún sin fermentar, sin añejar en el estómago. Lo observé de reojo y válgame: de arriba a abajo, las tetas flácidas del lado izquierdo embijadas de anilina verde y de rojo las del derecho. El ombligo, enjarrado de aquel churrete de cal que le bajaba desde el pescuezo: «Hasta lo profundo, mi Valedor. Los

abajeños haga de cuenta pelotas de golf, ¿se imagina? ¡Sudáfrica, allá te vamos! ¿Y usté dónde se va a bajar?»

Te vamos, dijo, y fue entonces: «Válgame, perdí mi libro, y eran poemas de Sabines. Deténgase, voy a ver si lo recupero».

– ¿Que qué? ¿Detenerme por unos méndigos versos, y luego con estas prisas? Mire, versos en la casa tengo un friego, y quiero llegar a ver en la tele la repetición del partido. Lo invito a verla ¡Gío para la historia! ¡Sí se puede! La corneta, Valedor, ¿no le gusta la corneta?

Y allá vamos, y llegamos, y subimos la escalera. El tricolor tocó el timbre del 304 (número supuesto, para guardar el anonimato). Adentro, ruidillos. Tocó otra vez. Dio de manazos contra la puerta. Y que se abre la puerta y escapa el fulano aquel a medio vestir. ¿Y eso? Estupor.

Luchamaria, qué significa. ¡Explícate!

Se explicó: «Gordito, ¿tú aquí?» -la joven señora se amansaba el cabello. Olisqueando el conflicto, quise recular.

¡Usté se queda como testigo de calidad! ¿Qué hacía ese individuo en mi hogar? ¡Divorcio! ¡El depto. se queda conmigo! ¡El Focus está a mi nombre!

Grotesco: uno con gorro monumental y cachetes como nalgas (nalgas tricolores), haciendo una escena de celos. «¡Entre, usté es mi testigo!» Tuve que entrar. «¡Pútrida, qué hicistes de mi honor, un honor pobre, pero decente!»

– Gordis, cómo pasas a creer. ¿Ese? Ah, ese. No, hombre, en qué poco te valoras. Ese era el técnico que vino a enchufármela para tu fútbol, gordito.

La parabólica. El tricolor olisqueaba examinaba, toqueteaba. Los vi desaparecer tras esa puerta, y fue entonces: en el sillón, un reloj y una cartera. Guardé las evidencias en olor de adulterio. Al rato, el de las nalgas tricolores:

– Falsa alarma, mi Valedor. Aquí mi reinita me aclaró todo. Nena dáselas al Valedor, todas las poesías. (Corrió a encender
la tele.) ¡Y apúrense, que viene la repetición de Gio y nuestros niños héroes!

La joven se me acercó; le entregué cartera y reloj. «Gracias por no denunciarme Quédese con ésta. Es de oro. Un recuerdito mío».

Rechacé la cadenilla «Nomás los poemas». «No se los lleve. ¿Sabe? Cuando novios, mi marido me los leía. Con ellos logró enternecerme las telas del corazón. Pero mírelo ahora gordo, descuidado, borrachales y enajenado con el maldito vicio del fútbol. Cristo, qué fue del galán que logró enamorarme.

– ¡Vieja, mi Valedor, ya salió Gío, apúrense…!

Tengo un amante, sí, ¿pero de qué otro modo pudiera soportar el asco, el desprecio, la desilusión de ese tricolor disfrazado de mamarracho con el que tengo que dormir esta noche? Y cuántas otras esposas no estarán en mi caso…

Dije: «Me asombra lo fácil que lo convenció», y ella «A un enajenado lo convence cualquiera el merolicronista, el gobierno, yo. Señor, déjeme los poemas; son mi última esperanza; que él vuelva a leerlos, que sea capaz de levantar la cabeza de erguirse, de regresar al espíritu, a la altivez, al decoro, a la dignidad. Claro, antes tendrá que lavarse de ridiculeces y fanatismos futboleros como un manipulado más. Entonces, señor, volveré a ser la esposa más fiel del mundo…»

– ¡Reinita, Gío! ¡Chance y hasta el presidente lo felicite!

Y un trago, y un cornetazo. Yo alcancé la puerta. El aletazo del viento. Me estremecí. La Perra Brava. (Mis paisas…)

Paso de vencedores

Primero la aclaración que creo pertinente, mis valedores. Los juicios voy a expresar no se dirigen a ustedes, que con leer lo que están leyendo demuestran y se demuestran un nivel humano que los coloca muy por encima de esas masas irredentas que viven anuentes y abiertas a la acción devastadora de los medios de condicionamiento de tales núcleos sociales.

Colonización de las mentes, desarraigo cultural, prejuicios y dogmatismos, fanatismos y fetichismos, odios y simpatías inducidos, patrioterías alboroteras, masificación, enajenación, desnaturalización. Tales daños sociales y culturales provoca en sus víctimas el duopolio televisual. De ese calibre, fanático del cinescopio y del clásico pasecito a la red, es el individuo que estoy en la creencia de que enseguida van a identificar.

Lo conocen ustedes. Es su vecino, tal vez. Parte integrante de la Perra Brava. Pertenezca o no a la estridente porra toluqueña, su afición al clásico pasecito a la red lo convierte en un Perra Brava de corazón. Hoy mismo, después de los triunfos de la selección futbolera, con la que «ganamos» a Estados Unidos y «goleamos» a Costa Rica, «vamos por la revancha» contra Honduras. Nosotros, sí, patéticos héroes por delegación. Nosotros, vida sedentaria y ya a los 35, 40 de nuestra edad, carnes fofas y vientrecillo abultado. Nosotros, a los que el cigarrito, el licor y las desveladas han acabado con todo rastro de condición física. Hoy mismo, ¿nosotros «iremos a golear»? ¿Y después todos a la glorieta del Ángel, a beber, bailotear, desordenarnos y agitar banderas tricolores, o si no cómo testimoniar que «ganamos» a Honduras? ¿Cómo disfrutar de las mañosas compensaciones que nos da la tele por soportar a pie firme el áspero oficio del diario vivir una vida dificultosa?

Nosotros, los que «vamos a golear» a Honduras, ¿acudiremos al llano este domingo a corretear con el balón en los tenis, en los botines? ¿Este domingo iremos a sudar, eliminar toxinas, liberar endorfinas y sentir la adrenalina a flor de piel? ¿Ir bajando esa indiscreta llantita, ese vientre que se comienza a redondear? ¿Nosotros? ¿Asumir? ¿Y entonces para qué tenemos al Gío y congéneres, si no es para en ellos seguir delegando, para que ellos nos den la ilusión de que fuimos nosotros quienes logramos el dulce sabor del triunfo, de la victoria sobre el odiado rival? Sentados a dos nalgas frente a la tele o en el graderío del estadio (unas nalgas cada vez más nacidas, más desparramadas), nosotros vamos a paladear el dulzor del triunfo o el vinagre de la derrota, patéticos héroes por delegación. ¿Que Gío nos falló ese gol cantado, que nos traicionó a la hora de la verdad? Nosotros, como ante papá Felipe de Jesús, a renegar y e-xi-gir que no nos quiten el gusto, que basta ya de calcetinazos, que «necesitamos anotar». Nosotros…

Afirmé en un principio que ustedes, mis valedores, conocen al consabido fanático del clásico pasecito a la red. Ahora les digo que yo conocí al arquetipo de Perra Brava y que ello ocurrió de casualidad al anochecer de una tarde lluviosa después de que al término de una abstinencia de goles «le metimos» cuatro a Estados Unidos. Esa noche, y cómo pudiese ser de otro modo, nos la pasamos en pleno desmadre al pie del Ángel, en esta mano la tricolor y en esta otra el pomo, brincoteando, vociferando, intentando volcar, incendiar, los autos estacionados mientras amenazamos con golpear, con violar a los desdichados de aspecto de extranjeros. Una sola excusa y una justificación: que ya traemos entre pecho e intercostales, en revoltura con dos o tres fármacos, litro y medio de cacardiosidad. Cómo, si no es delegando en las zancas de Gío, vamos a conocer la euforia del triunfo. ¡Viva México, hijos de toda la suya..!

Qué noche aquella, mis valedores. «Habíamos triunfado, habíamos goleado, habíamos puesto muy en alto el pabellón tricolor». Eso mismo va a ocurrir esta noche septembrina y tricolor, cuando vamos a zarandear al viento y la llovizna nocharniega la enseña patria, la de los héroes nacionales. ¡México, México, sí se pudo…!

Hace unos años que sucedió aquello. Yo, recién salido de la librería donde adquirí uno más de Sabines, fui testigo del suceso aquel, y en llegando a mi depto. de Cádiz, trémulo todavía, y aún conmovido por un incidente del que fui actor y testigo, me senté frente a la cosa ésta y me puse a teclear, en mi mente el rostro asustado de la sota moza y los trémulos mofletes de su marido, digno representante de la Perra Brava nacional Mañana la crónica, pero esta noche, a propósito, ¿»ganaremos», golearemos»? ¿Festejo madrugador? (Perra Brava.)

Cursilería rosada

Trepidante en verdad la tertulia de anoche. De este lado La Maconda y La Macarena, su asistente doméstica, junto con un ente acusadamente bergante y vagamente hom­bre de bien: El Síquiri. De adversarios to­dos los demás. ¿Tema de la discusión? Uno de vida y muerte para la República: el dere­cho que asiste a Juanito para presumir su estatua, y a Mouriño su busto de efebo. Que con ello se ha condenado al país a la befa, el ludibrio, la burla general. Aquí, necrofilia y cursilería color de rosa y magnolias:

«La zona de cruces y de olvido se transformó en zona de luces y magnolias. El baldío se convirtió en un campo florido, con arbustos provisionales y reflectores portátiles… Es el El Parque de la Luz…»La leyenda: «Estarás presente dondequiera que haya una sonrisa…”

Y que al bienamado le atornilla­ron un busto en la sede de Acción Nacio­nal y otro en el Paseo de los Héroes, allá en Campeche. El de aquí está a resguar­do, pero el de allá, en plena vía pública, ¿cuánto durará antes de que lo destruyan las masas populares?

Porque, mis valedores, los merecedo­res de estatua y bustos no lo son por de­creto, como Camilo Mouriño, cuya exage­rada adoración oficial ha terminado por enfadar a la gente y mostrar su irreverencia ante exequias de Estado y estatura de héroe del oportunista que sólo se distin­guió por el medro familiar en los pantano­sos terrenos de PEMEX.

Par de héroes a la altura del arte, ya Juanito y Mouriño son bronces. Y hablando de mediocres y sus estatuas, el maestro, que en la polémica se mantuvo imparcial: «¿Re­cuerdan a un tal Pepe Alameda, cronista de la fiesta brava? Lo declaró en El Heraldo»:

A la espalda del busto que me coloca­ron en la entrada de sombra de la plaza de León, alguien descubrió que había unas letras grabadas. No en el pedestal, sino en el rostro de mi efigie. Es que el artista Peraza había grabado un soneto mío, colo­cando además al pie un facsímil de mi fir­ma, que tomó sin duda de la que le había dado para la placa que está en la puerta principal de la Plaza México…»

– Mayor que la estatua la inmodestia del tal. Pero, merecidas o no, aquí les van más estatuas: Nueva Delhi: «Una estatua de Pelé adorna las calles de Durgapur». (Aquí un Ángel Fernández, merolicronista, exigía estatuas de futbolistas mexicanos «héroes» del torneo futbolero «México 70.» «¿Alguno de ustedes recuerda quiénes fueron Valdi­via, Cuéllar, Fragoso?» El maestro. Su libreta de pastas negras seguía pariendo estatuas:

«En homenaje a los mejores deportis­tas del IMSS: Girón y Tibio Muñoz». «Fer­nando Valenzuela en estatua de cera junto a Cantinflas y el excelso Chabelo». «Bus­tos de los Hnos. Rodríguez». Santa Ana, Calif.: «Fue inaugurada una estatua de Jo­hn Wayne». Boston, Mass.: «Apareció la estatua para la cual posé Bette Davis, ha­ce 50 años, ¡en traje de rana!» (Textual en la nota de prensa) «Junto a las del Ayatollah, Pedro Infante y Reagan, la estatua de Manolo Fábregas. «Almacenes Nac. de De­pósito impuso el nombre de Díaz Ordaz a su sistema mecanizado y bodega del Valle del Carrizo. José López Portillo, represen­tante del Pres. López Mateos, descubrió la estatua de Díaz Ordaz». La Prensa «El Dir. Gral. de ANDSA, Lic. Miguel Osorio de­veló un busto de López Portillo e impuso su nombre a los almacenes de mayor ca­pacidad en el país». Pero para bajarle los humos a los Pepes: «¡Erigen una estatua al Pájaro Loco y celebran en Richmond, EU, el Día del Osito de Peluche…!»

Silencio, reflexión. Y de repente ahí, rayo en seco, la propuesta de La Macare­na: «Pues yo a un estadista de tanto pres­tigio como Juanito y Mouriño deseo que se la levanten».

La estatua. Dijo su nombre: Vicen­te Fox. El de 60 wats parpadeó. En la can­tata de Bach la soprano soltó un gallo. El maestro: «Fox ya tiene su estatua la ciu­dad tres veces heroica que con semejante esperpento en el malecón ya puede nom­brarse: Veracruz, cuatro veces heroica».

La Macarena no escarmentaba «Que hagan una como ordena este periódico: Su escultura estará unida a la de su esposa con su brazo izquierdo apoyándola lo que sig­nifica la mano suave con la cual tratara los problemas políticos, a la población humilde y a los indígenas. En tanto, el brazo derecho lo mantendrá en alto, con la mano empuña­da que demuestra la fuerza y la energía que usa para los problemas difíciles del país».

¿Que qué? La explosión de iracun­dia ¡cursilería a la medida del bienama­do Mouriño! Y la propuesta formal de un linchamiento como Dios manda «¡Eitale, que los chorié. La estatua que les leí no es para los Fox. Es la de Colosio y su Diana Laurita después de Lomas Taurinas!»

Ah, bueno. En fin. Pepe Alameda Co­losio, Chabelo, el Pájaro Loco, Juanito, Mouriño, (¡Puagh!)

«De que vamos a vivir…»

El neoliberal es pragmático-utilitarista. Individualista a ultranza, abandona la preocupación por el fomento del bienestar general (…) El bienestar del grupo es la suma del bienestar individual de cada uno de los miembros del grupo. Esto deja de lado la cuestión de la forma en la que está distribuido el bienestar entre los individuos, si de forma igualitaria o desigual.

Sigo aquí, mis valedores, con el tema del Neoliberalismo, implantado en nuestro país desde los tiempos del primer mediocre de las cejas alacranadas, y continuado hasta el día de hoy. El récord histórico de tal modelo económico, según los analistas, ha sido desastroso. Si se juzga la eficiencia de una economía en cuanto a su tasa de crecimiento económico, la distribución de la riqueza, la creación de empleos y la reducción de la deuda externa e interna, entonces el balance de cada uno de estos parámetros es fatal para los pueblos al sur del Bravo. Los estudiosos:

Cada una de las potencias industriales ricas aboga, en general, por una mezcla de liberalismo y protección diseñada en función de los intereses de las fuerzas nacionales dominantes, las grandes empresas transnacionales que deben regir la economía mundial. Las consecuencias serian reducir a los gobiernos del Tercer Mundo a una función policial para controlar a sus clases trabajadoras y a la población superflua, mientras las transnacionales obtienen libre acceso a sus recursos, monopolizan la nueva tecnología y la inversión y la producción mundiales (…) El resultado puede calificarse de ‘libre comercio» o de «democracia» por razones doctrínales, pero se le ha descrito con más exactitud como un sistema de «mercantilismo corporativo».

«Para que el club de los hombres ricos pueda gobernar el mundo con eficacia en función de los intereses de sus miembros, hay que mantener a las masas en el lugar que le corresponde: en el Sur, hambrientas y reprimidas; en el propio país, aisladas y distraídas. El Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) es un caso ilustrativo. Ha sido un filón de oro para los inversores, que pueden trasladar la producción a zonas de bajos salarios, zonas donde elevados niveles de represión, controles dictatoriales y una inmensa fuerza laboral sobrante los mantendrán bajos».

Los efectos de este tratado de largo alcance, que invalida leyes estatales y federales, no pueden analizarse sobre bases seguras por una simple razón: las condiciones del mismo se han mantenido en secreto. Es un acuerdo ejecutivo; se mantiene al pueblo en la ignorancia, conforme al principio de que los asuntos públicos no son de su incumbencia.

El Neoliberalismo es una ofensiva contra todas las conquistas que aun dentro del capitalismo habían logrado las masas, la clase obrera, los trabajadores. Ha acabado hasta con los sindicatos. Ha agravado el fenómeno del intercambio desigual, puesto que está liquidando todas las medidas de protección y todos los acuerdos sobre productos básicos con los cuales trataron de defenderse los países del Tercer Mundo, que han ido perdiendo todo: aranceles que protegían sus nacientes industrias y generaban ingresos; convenios de productos básicos; asociaciones de productores; indización de precios; tratamientos preferenciales; cualquier instrumento para proteger el valor de sus exportaciones y contribuir a su desarrollo, ¿Qué se nos ofrece? ¿Por qué no se menciona el injusto intercambio desigual? ¿Por qué no se habla ya del peso insoportable de la deuda externa? Fidel Castro:

¿De qué vamos a vivir? ¿Qué bienes y servicios vamos a exportar? ¿Qué producciones industriales nos van a preservar? ¿Sólo aquellas de baja tecnología y elevado consumo de trabajo humano y las altamente contaminantes? ¿Se pretende acaso convertir a gran parte del tercer mundo en una inmensa zona franca llena de maquiladoras que ni siquiera pagan impuestos? América Latina ingresa al nuevo milenio arruinada por la dictadura del capital financiero, que bajo la etiqueta del «neoliberalismo» ha sufrido durante los últimos veinte años. En el caso de México, la tasa de crecimiento es mal parámetro para juzgar al futuro. Si se toma en cuenta los siguientes indicadores: endeudamiento interno; endeudamiento externo; balanza de cuenta corriente; déficit fiscal; composición de las exportaciones y competitividad en el mercado mundial, entre otros, queda claro que México, al igual que las otras dos economías grandes del sub-continente, está estructuralmente en quiebra; y que no hay posibilidad para salir de esta situación por la vía económica nacional.

(Seguiré con el tema.)

Reprobado

«Calderón, con peor saldo que Fox y Zedillo», denuncian las primeras planas. Esa es una verdad que pudiesen suscribir, que suscriben cada día las masas sociales: desencanto y pobreza, carencias y desempleo, propaganda embustera y desmesurada, costosísimos derroches de saliva y estreñimiento absoluto a la hora de las acciones. Tal ha sido hasta hoy día el balance del gobierno que prolonga ese modelo neoliberal impuesto en nuestro país desde los años del primer mediocre de las cejas alacranadas. El martes pasado, en su festejo particular, índice en alto clamó el de Los Pinos:

«Lo que propongo es pasar de la lógica de los cambios posibles, limitados siempre a los cálculos políticos de los actores, a la lógica de los cambios de fondo que permitan romper inercias».

Pero no, que entre las múltiples objeciones a su propuesta, aquí la de Porfirio Muñoz Ledo, senador:

«Hago un llamado a conjurar la explosión social, pues los mexicanos nos precipitamos hoy en la pendiente de un Estado fallido. El reto es la clausura del ciclo neoliberal»

El Neoliberalismo, precisamente, ese modelo político, financiero, económico y social que instrumentó el capital-imperialismo una vez que surgió, victorioso y hegemónico, de la Segunda Guerra Mundial. Este modelo neoliberal, como la propia globalización que lo hace posible, fue instaurado por el sistema capitalista en Bretton Woods hace seis décadas y media con la asistencia de 44 jefes de estado y de gobierno. Ahí, el poder de Estados Unidos implantó para el resto del mundo el denominado Nuevo Orden Mundial, con la Globalización, el Neoliberalismo y el agio internacional como sus consecuencias inmediatas, que desde entonces padecen nuestros países al sur del Bravo.

La mano invisible del mercado libre conduce hacia la injusticia y favorece el oligopolio de riqueza y capital es, dificultando asi la igualdad de oportunidades…

El Neoliberalismo. Este principio depredador ha existido desde el comienzo de la sociedad de clases, tanto en su interior nacional como en las relaciones internacionales, y sigue predominando hoy en la nueva forma de dominación neo-colonial que llamamos Globalización. Para mantener la explotación del llamado Tercer Mundo y la escandalosa monopolización de la riqueza social producida por la humanidad, los principales beneficiarios del sistema neocolonial -el Grupo de los Sietetienen que controlar y moldear la identidad nacional de los pueblos sometidos.

Por cuanto a México, mis valedores: el Neoliberalismo se implantó en nuestro país a principios del gobierno del primer mediocre de las cejas alacranadas, Miguel de la Madrid, a sus espaldas el titular de la difunta Secretaría de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, a espaldas de él cierto apátrida (por tener tantas patrias) conocido como José Córdoba Montoya. Lo afirmaba Rosa Albino Garabito, investigadora de la UAM-Azcapotzalco:

Frente a los retos de la globalización, en México se han combinado todas las formas posibles de explotación de la fuerza de trabajo. Los obreros viven en el peor de los mundos posibles. De 1977 a la fecha, el salario mínimo real ha acumulado un deterioro del 75 por ciento. Otro 75 por ciento percibe un ingreso por debajo del salario corstitucional. El número de los desocupados se incrementó en el presente sexenio hasta en un 155 por ciento…

Y que, por lo mismo, y a decir de un Dr. Yvon Le Bot, «México ha sido altamente agredido por el neoliberalismo, pero ahora se está levantando».

¿El Neoliberalismo? Lo padecemos, pero la mayoría de sus víctimas, en esencia, muy poco saben de él. Aquí, en la voz de los estudiosos, un esbozo de retrato hablado del tal. Para empezar, los muy sugerentes conceptos que expresó Woodrow Wilson allá cuando presidente de los Estados Unidos, en la segunda década del siglo pasado:

El productor necesita tener el mundo como mercado. Por lo tanto, es necesario que la fuerza del estado derribe las puertas de aquellas naciones que se cierran, para asegurar que no se desaproveche ningún rincón del mundo…

Esto significaba para un estado cualquiera que como vía de protección de su producto nacional cerrara sus fronteras al capital y mercancías norteamericanas, estar haciendo, por ello mismo, una política inamistosa hacia Estados Unidos y, por lo tanto, exponerse al peligro de ser sancionado por la nación «agraviada». De ahí en adelante abatir fronteras y derribar soberanías nacionales para imponer un modelo de «mercado abierto» que remataría en el modelo neoliberal decretado por un Nuevo Orden Mundial que se renueva según las circunstancias. Y así hasta hoy. (Hasta mañana.)

Los Juanito y Calderón…

El Rosco y la Bicha, mis valedores, personajes que aceptan compartir conmigo este hogar. Ella, mansa bolita que rueda a los vientos de la caricia con sus modales de novia solterona que no ha perdido los coqueteos de la novia novicia. La aman Aída, el Ariel, la Mayahuel de las zarcas pupilas.

Pues sí, pero ahí nomás, a medio metro de donde esto redacto, el Rosco engrifa sus lomos. Vejez y decrepitud, de súbito se reviene y sacúdese en accesos de tos y estridencia de estornudos. Se arquea entonces, toma resuello, y al sueño otra vez. Y la paz.

Gato corriente, currículo desconocido, brusquedad de modales y la pelambre hirsuta, el Rosco es desapacible de ver, de tocar, de inspirar un afecto facilón Lo miro, le busco la cara y trato de granjearme su voluntad sobornándolo con el pocillo de leche. El, incólume, insobornable, inaccesible, ni pide ni acepta, y no agradece si se digna aceptar. Inexpugnable, ni implora ni se doblega, bien hayan la dignidad pura y la entera, solitaria libertad…

Y qué traqueteado a lastimaduras, qué áspera geografía su pelleja, fruncimiento y rasgaduras; y cómo no, si para sus nocturnas batallas de odio y amor más son los colmillos que se le fueron que los caninos que le sobreviven. Pero él, indomable, irreductible, amo de la azotea. Gatazos de callejón me lo acosan, lo acorralan, lo lastiman y revuelcan, pero el Rosco y sus dos o tres premolares ni un paso de reculón. El, vacilante el colmillo, pero redaños macizos y en su nidal, a enfrentar a los atrabiliarios; al puro instinto, a la dignidad. Fogonazos sus dos pupilas y el colmillo desenfundado, el Rosco enseña esas encías huérfanas, deshabitadas, y a espeluznantes maullidos mantiene a raya al sobrón, y al puro valor lo doblega, que valor es lo que al otro le falta. Y a echarlo de la azotea, y a chisguetes ardorosos delimitar el territorio, y el maullido retador

– ¡No pasarán!

Porque el Rosco es el temple, el carácter, la dignidad sobre el desvalimiento. En la defensa de lo justo no claudicar. No importa dónde, cuándo, cómo, con cuál ni con cuántos. Y ya rasgada la cuera, no culimpinarse ni gimotear, que el Rosco no es dado a lambidas (así). Ya después bajará a la estancia y se echará a dormir como si nada. Luego va a alzar la testa y quedarse mirando algo a lo lejos, indefinido. (Ah, si pudieses pensar, o yo captar lo que piensas, qué paradigma serías de filósofo). Los aspirantes a guerreros, los aprendices de luchador vinieran a aprender de este samurai con ribetes de kamikaze. Los intelectuales pedigüeños del premio, la beca y la dádiva, invertebrados, vinieran a palpar el espinazo del Rosco, y ya en el camino deberían tentalear lo que se llama redaños, y tal vez aprender, o sentir vergüenza; de sí y de los que los han cooptado. En fin

Yo, al verlo enroscado en su duermevela «Si supieras sonreír, ¿sonreirías? ¿Cuándo, a qué horas, por qué razón? Cuando estás a solas conmigo tal vez para ti sonríes, que el de la sonrisa como el del llanto es, para el decoroso, placer solitario». Y camino de puntillas para no turbarle su sueño. ¿Sus sueños? ¿El Rosco sabrá soñar? ¿Qué altivos sueños serán los suyos, tanto como su integridad, su autenticidad? El Rosco…

Llega la noche. Oigo los maullidos en la azotea y con ellos me duermo y sueño con Lanzarotes, reinas Ginebra y Galaor con todo y el Santo Grial, y en sueños recorro azoteas de embeleco y, Sancho Panza que alucina con las hazañas de mi Dn. Rosco de la Sin Mancha, tras de su rastro echo a volar entre merlines, endriagos y alucinantes molinos de viento. Con el Rosco cabalgo en Clavileño y me echo a hender los aires y remontarme hasta el éter, nidal de fulgores y errantes estrellas; más allá de la mediocridad, de la rampante vulgaridad, de lo zafio y de lo ruin, de lo pequeñajo. Detrás de esos muros de embrujados castillos, magia y encantamiento, me aguarda mi Dulcinea, la amantísima. En las azoteas de mi sueño (mis sueños) yo, tras de mi Sr. Dn. Rosco de la Triste Figura, enhiesto el espíritu y el ideal flechando la inasible excelsitud, en sueños enfrento molinos de viento y gatazos de la engañifa, la simulación, la ventaja la gesticulación, la más cara máscara. El Rosco…

Ahora lo estoy mirando: flaco, decrépito, lastimado, indefenso. Se me viene el impulso de compadecerlo. ¿Que qué? Alza las amarillentas pupilas, me mira así, desde su altiva eminencia, y entonces… yo agacho la testa.

El Rosco, la dignidad enteriza inaccesible al deshonor. Bien haya ¿Y los gatos de Washington, entreguistas? ¿Y los gatos de los gatos de Washington, capones neoliberales…? (¡Puaf!)

Consolador…

Y amarás los parques solitarios en que se pasean las desgracias / con la cabeza baja, / y los sueños se sientan a descansar…

Job una vez más, mis valedores. Obsérvenlo ahí, derrumbado en esa banca del parquecillo enquistado en el corazón arrabalero de por el rumbo norte. Y cuánta similitud se advierte entre un barrio bravo hoy amansado a bofetadas de carencias, insatisfacciones y desencantos, con ese parquecillo donde los arbolucos, hoy las puras osamentas, fallecieron de sed, y con esa banca que a diferencia de una banca extranjera rebosante de cifras bonancibles, es óxido, incuria, abandono, vejez, como el propio Job, que sobrevivía sin grandes sobresaltos económicos hasta que Calderón le propinó los chicotazos de la pobreza y el desempleo. Y aquí lo insólito, lo abominable: al causante de todas sus desdichas las masas le otorgan una aceptación de hasta el 68 por ciento. Ya oigo a mi difunto padre, hoy más vivo que nunca:

«No me almiro del dañero, m’hijo. Me almiro de los aturdidos que todavía le aplauden sus mandarriazos».

Media tarde, otoño desapacible A lo lejos, aullido de mujer en el trance de malparir, una ambulancia preñada de carne desgarrada ¿O la patrulla policiaca, que acarrea su carga de carne desvencijada rumbo al encierro, las rejas, el olvido más allá de este mundo? Cuántos años me irán a tocar.

Job. Detrás de esa su estampa de soledad, ¿ningún vínculo humano en su vida? Varios. Muchos. Demasiados, y con todo y el gasto lo están esperando en el cuartucho de vecindad: la vieja, compañera de todos los días y de todos los achaques, comenzando con el más virulento: la pobreza; la hija, sexto mes de embarazo, abandonada junto a los cuatro chamacos, alguno ya construyendo con cemento inhalado sus castillos en el aire. Job, al que esta misma mañana lo echó a la calle la transnacional donde laboró media vida, en silencio y derrumbado en lo más sombrío del sombrío parque público. Envueltos en papel periódico, los tres tacos que serían el almuerzo en la fábrica, que el recién desempleado olvidó probar. En eso, de repente.. Lo asienta La Biblia:

Y vinieron los tres amigos de Job para consolarlo y condolerse de él…

No tres; uno solo, pero que valió por los tres. ¿Qué hacía en tales andurriales? Buscar terregales donde construir nuevos negocios. En silencio llegó, y en silencio se aposentó en la banca, junto al derrengado. Luego, dulcedumbre en su voz: «¿Por qué ese desánimo, buen hombre? ¿Por qué el abatimiento?»

Silencio. Job agachó más la testa; el espinazo se le encorvó un poco más; y aquel desabrido suspiro. «Animo. ¿Qué pena lo aflige?»

Obsérvenlo. Ovachón, bien graneado, tufillo a esencia francesa y las redondeces forradas en tela gris Oxford. ¿O es gris rata? «Desde el auto lo estuve observando. ¿Decepción amorosa, revés bancario? ¿Dañó sus acciones la crisis de Wall Street? A explayarse conmigo. Sus penas las hago mías».

Hombre bueno y de buen corazón; buen samaritano.

– A mí el ramalazo de Wall Street me pegó en la línea de flotación, ¿pero sabe? A pura fuerza de voluntad y distrayéndome superé la depresión. ¿Por qué no se distrae usted también? Moulin Rouge, Disneyland, un viajecito a Lourdes, a Tierra Santa, aunque tal vez prefiera a Juan Diego. ¿Por qué no acude esta noche al table dance? Cuando se lo bailen por enfrente y lo tallen en el tubo, por un tubo va a mandar todas sus penas…

Job, manos entrelazadas, las pitañosas pupilas clavadas en la puntera de los choclos. Media tarde, boca amarga, desolación. El consolador lee el cacho de papel periódico que envuelve los tres grasosos. «Pues con razón, que esas noticias son pura radioactividad. Quezque carestía, desempleo, válgame».

Jarioso, el pregón del barrio bajo: «Oye, Salomé, perdónalo». El sonsonete, furibundo coito con el bandazo de viento. Amenaza lluvia.

– Pero buen hombre, con razón; mire nomás en qué envolvió sus tacos. No, envuélvalos en el mío, el de las finanzas, y lea lo que dijo nuestro Calderón en el extranjero: «Para México vendrán tiempos mejores. Nosotros, pensando en el futuro, estamos fortaleciendo nuestro sistema financiero. Nuestra economía está creciendo». No, ¿y acaso no oyó el informe de(l) miércoles? ¿No lo consoló? ¡Con Calderón, todos al primer mundo! ¡Animo, arriba corazones, alce la cara, fuera ese ánimo catastrofista! Aquí le dejo esto para que los espots de Calderón me lo consuelen.

Obsérvenlo ahí: antes de alejarse de esa influenza humana que es la pobreza dejó a Job un radiecito. Un buen hombre, este consolador. Y válgame, que de repente se soltó el tormentón. (Job.)

De varones y humanos bagazos

Don Israel Reyes Montiel, mis valedores. Hulero de oficio y habitante de San José Estancia Grande, Oaxaca, yo aquí transcribo su nombre y su fama de varón, y mi fe en el humano se fortifica, y vuelvo a creer en valores, principios y convicciones gracias a un hombre recio, enterizo, de vergüenza y con las vergüenzas en su nidal. Don Israel Reyes Montes, bien haya…

Hace años me dirigí a Dn. Israel aquí mismo. Fue allá por mediados del sexenio anterior cuando los vecinos de la tertulia conocieron la noticia y me dieron la encomienda de hacerle llegar un mensaje con los parabienes del vecindario. «Dígale quiénes somos y que estamos orgullosos de él». Yo entonces le envié un recado que hoy reitero, multiplicada la satisfacción de entonces. Le dije:

Reciba saludos de un su colega de oficio al que de día conocemos con el alias de el Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos estampa por media cara, y que el mundo nocturno y trasnochador conoce como la Jana Chantal, travestí. El-ella, como yo mismo, desde un principio simpatizó con usted, tal como el resto de los contertulios, vale decir la tía Conchis, conserje del edificio; el joven juguero, su changarro de licuados y jugos no lejos del eje vial; don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se enanchan y angostan corbatas; el Síquiri, dientes de oro nativo de Chinches Bravas, Ver., vagamente delincuente y más vagamente hombre de bien, y con él la Maconda, mi primo el Jerásimo, licenciado del monstruo resucitado, el Revolucionario Ins., y su hermana (no del monstruo, del Jerásimo) Tencha chica, que ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal. Señor Israel:

Le decía en mi recado de aquel entonces: los vecinos de la tertulia simpatizamos con usted, por más que el maestro tenía sus dudas: «es que de última hora podría recular». Y que no, maestro, él ningún reculón, dijo con un mohín la Lichona, frutal sota moza que camina con su modito de andar, toda ella forrada en sus pantalones blancos tres tallas abajo de lo que piden, exigen, demandan sus redondeces. «Cúbrete, no te contonees», le suplica el Cosilión, su marido. Yo la observo, me le quedo mirando…

Señor, le decía; humilde fue usted como para llevar a cabo un ejercicio de autocrítica. Tuvo escrúpulos, supo resistir cuando todo se le ofrecía para aprovecharse de la ocasión que sin planearlo se le plantaba enfrente.

Y es que según la noticia del 2004 San José Estancia Grande, Oaxaca, celebró elecciones para la presidencia municipal, donde triunfó doña Guadalupe Ávila Salinas, esposa de don Israel. Hasta ahí bien, pero ocurrió que un felón, por añadidura priísta, no quedó conforme con el resultado de los comicios y asesinó a la flamante alcaldesa La población, en pleno, ofreció la presidencia a don Israel, marido de la difunta y candidato sustituto. Sus objeciones las difundieron los «medios»:

– Es que yo soy sólo un trabajador manual. De estudios sólo tengo la primaria y la secundaria. A los doce años de edad ya era llantera, vulcanizador. Ese es el oficio que domino y no el de la política, que en realidad nunca ha sido de mi agrado, porque veo en lo que viene a acabar un ciudadano de vergüenza.

Yo, en aquel entonces, a nombre de los vecinos le aconsejaba, menguado de mí: «Que usted no tiene estudios, objeta ¿Y? ¿Qué conque? Escuché su declaración en la radio, y créame: ya quisiera expresarse con tanta lógica y contundencia el creador de José Luis Borgues, o su pareja presidencial que a Rabindranath Tagore bautizó como la Gran Rabina Tagore».

Eso, ayer. Hoy la objeción del honesto don Israel pudiera haber sido: «Ah, ¿quería usted que ayuno total de autocrítica lanzara la balandronada «haiga sido como haiga sido, la presidencia es mía», para después, aprendiz de brujo, convertirla en lodo biológico? Yo tengo vergüenza, señor. Tengo entera mi dignidad». (Yo agacharía la cabeza.)

Total, que don Israel rechazó la presidencia por no sentirse a la altura de San José Estancia Grande, Oaxaca. Bien haya él, que tuvo la humildad de no creerse a la altura de tal responsabilidad política.  Don Israel no nos vino a resultar un humano redrojillo, un engendro inflado por los «medios» a bombazos de gases pestilentes, un caso patológico candidato al Prozac, al psicoanalista, a los electrochoques, a la trepanación. Él no anda a estas horas dando lástimas y vergüenza ajena, que a fin de cuentas es vergüenza propia. Don Israel, hulero de oficio, no nos resultó un hulero cualquiera, marca Iztapalapa. (Magnífico.)

Del esperpento

Iztapalapa, mis valedores, y la aventura esperpéntica de un nombre propio que nada dice, Rafael Acosta Ángeles, y un alias que lo dice todo: «Juanito». Que él o Clara Brugada queden al frente de la delegación, me parece asunto menor ante lo trascendente: se destruyó el cacicazgo de la familia Arce, Oliva y Círigo, triunfo que fue de los votantes sobre el predominio que el de Los Pinos hubiese logrado con la mano del gato (del chucho, más bien). Así, Iztapalapa fue territorio perdido para Nueva Izquierda, que es decir para Gobernación, que es decir para Los Pinos. El matutino, a propósito: «¿Qué tanto hace el coordinador de los senadores del PRD, Carlos Navarrete, en la Secretaría de Gobernación? Ya parece su segunda casa». Y el viernes pasado: «Que PAN y PRD buscan aliarse por la gubernatura de Oaxaca, en julio de 2010. Todo se vale para detener al PRI, ponen como pretexto». Pretexto que es lo de menos; los colaboracionistas del Sistema le ejecutan la obra negra y el trabajo sucio. Esos alquilones…

Su vocación se evidencia después de 1968. El Echeverría presidente, decidido a aniquilar (a ocultar, cuando menos) todos los logros de la vertiente popular — estudiantil tras la masacre del 2 de octubre del 68, inició la maniobra de borrar, diluir o distorsionar de la conciencia colectiva la memoria histórica y desmantelar las fuerzas de izquierda aglutinadas en el Comunista Mexicano, partido político no reconocido por el gobierno. Pero cómo destruir tales fuerzas de izquierda, si después de la carnicería ni el gobierno ni el PRI tenían la más mínima credibilidad ante las masas sociales…

Entonces fue: Echeverría, maquiavélico, decidió desbaratar desde dentro el Comunista Mexicano, desmantelamiento que consiguió con la colaboración de los cupulares Martínez Verdugo, Martínez Nateras, Rincón Gallardo, Guevara Niebla, Heberto Castillo y otros líderes del 68, todos de enorme ascendiente sobre las masas sociales y ahora confinados en Lecumberri. Echeverría los liberó con la fórmula consabida de «plata o plomo», y quienes no se dejaron cooptar fueron destruidos: prisión, desaparición, muerte; los otros se aplicaron a destruir desde dentro a las verdaderas izquierdas aglutinadas en el Comunista Mexicano, y fue así como las cáscaras y los bagazos de la izquierda se posesionaron del vocablo, medraron con él y desembocaron en lo que son hoy día, reputados políticos.

Algunos cupulares de Nueva Izquierda dentro del PRD, como los chuchos Navarrete y Ortega tienen otro origen político, que proceden del Partido Socialista de los Trabajadores, un PST alquilón conocido como «el pesetero», que iba a degenerar en el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, el famoso Ferrocarril cuyo dirigente, Rafael Aguilar Talamantes, queda en la historia de la picaresca política como el estereotipo del vividor pragmático-utilitarista que alquila al mejor postor sus servicios personales y los del partido. Y lo que enseña la historia, mis valedores…

Todo lo que hoy ocurre en el interior del Partido de la Revolución Democrática ya se prefiguraba hace siglos en la Convención Nacional de 1892, resultado de la revolución francesa de 1789. El grupo más reducido resultó ser el de los jacobinos, radicales encabezados por Robespierre, que desde la izquierda en los asientos del Congreso intentaban hacer realidad los postulados de la revolución. Más del doble de delegados pertenecía a la corriente de los girondinos, tibios e instalados en los asientos de la derecha, mientras que la mayoría de delegados eran conocidos como «la llanura» o «el pantano», que más allá de convicciones personales y de los principios estipulados en su declaración de principios empeñaban sus servicios al más fuerte de los partidos en la coyuntura política Mis valedores…

¿Identifican a los radicales, a los girondinos y al «pantano» dentro del PRD? ¿Cuál es el lugar de Chucho Ortega, el de Alejandro Encinas, el de López Obrador…?

Hoy mismo talamanteros y matanceros del Comunista Mexicano (dialoguistas, gradualistas, migajeros profesionales de la derrota que medran del daño que causan a su partido), andan en tratos de tenebra y compinchaje con Gómez Mont, que es decir con Los Pinos, que es decir con un menguado Calderón que a sus chuchos no pudo, según todos los indicios, conservarles Iztapalapa. (A ver.)

Jaque mate

Esta vez el ajedrez, mis valedores. ¿Conocen ustedes el juego? ¿Lo practican, lo jugaron alguna vez? Los estudiosos afirman que en su forma original nació por el siglo VI en la India por más que algunos, los más modestos, juran que el ajedrez es un regalo de los dioses. Sin más. Su historia, de todos modos, habla de Persia, de Bagdad, de los musulmanes, del mítico Harounal Rachid, que obsequia un juego de mármol a Carlomagno. De ahí a la España de la Edad Oscura, donde va a toparse con Dn. Alfonso X, el Sabio y de ahí a Dña. Isabel la Católica, personaje que, según estudiosos, inspiró la figura de la reina en el tablero de ajedrez. Hoy Occidente mueve torres y alfiles, y todos contentos. Menos los perdidosos, por supuesto.

¿Las figuras del ajedrez? El rey, en primer lugar, siempre acosado por rivales furiosos, a cuya sobrevivencia se avocan la reina o dama, las torres y los alfiles, los peones y los caballos, todo en las 64 casillas de un tablero que representa el campo de batalla medieval, donde los ejecutantes guerrean a base de ataques y contraataques, avances y retrocesos, gambitos y otros engaños, hijos legítimos de técnicas, tácticas y estrategias que lleven a dar jaque mate al rey, y ahí terminó la partida Mis valedores…

Yo jugué el ajedrez. Jorobado sobre el tablero llegué a conocer victorias sobre el rival. Pero reculé a tiempo y logré salvarme porque abandoné para siempre la práctica del ajedrez. Porque han de saber quienes no lo conocen que no existe hasta ahora juego más absorbente, más apasionante, que el ajedrez, inspiración de relatos, novelas, leyendas y cintas cinematográficas donde el protagonista termina enloqueciendo, si no es que se salvara de enloquecer con tan sólo que en el cautiverio dibujase o imaginara un tablero, y se concentrase en los movimientos de torres, caballos y alfiles en afanes de salvar a su rey. Esto, en pleno Auschwitz…

Abandoné el ajedrez porque me ocurría que la reina con todo y torre, alfil, peón o caballo, como el propio rey, todos se me tornaban humanos. Yo, penduleando de la excitación a la compasión y la angustia, ya aborrecía la agresividad del caballo rival, ya me espantaba la sesgada movilidad del alfil o el avance protervo de la torre contraria, y esto era dolerme en lo vivo por la impotencia de mi dama en apuros, de unos caballos trotando a lo desatinado y de ese patético avance de los peoncitos, tan humanos ellos que no tenían más remedio que caminar hacia su muerte mientras se antellevaban al rival. En mis huestes en derrota me reflejaba, me daba y me daban lástima por su destino, sentenciado por la mano indecisa de un pusilánime como yo…

Y qué experiencia ver desplegados a los dos bandos de humanos en lucha, 16 y 16, dispuestos a desgarrarse entre ellos, cada uno con sus humanísimas formas de ser, y contemplar el fragor de la batalla, y llegar a escuchar alaridos de espanto, gritos de impotencia y dolor, clamores

de victoria. De pronto me percaté de que abandonaba gajes de mi oficio: cuento, novela, ensayo, periodismo, por consagrarme al ajedrez y sus damas, que me sorbían los sesos, cuando al lado tenía la vida y sus damas, que me sorbían los esos (perdón; no, ¿por qué?) Fue así como logré abandonar, como los vicios aborrecibles del tabaco, el licor y la televisión, el magnífico embrujo del ajedrez, con sus hechizos del jaque mate. En un rincón del cuarto de los trebejos se quedaron cuacos, alfiles y demás rijosos, y hasta hoy. A propósito:

Pienso de súbito en dos jugadas del ajedrez; una es la del pobre peoncito, impedido de avanzar más de una casilla a la vez, que tarde o temprano caerá en la contienda con el peoncito rival. Es su destino. Para él no existe más que cierto recurso, verdadero portento: que si consigue llegar vivo, casilla a casilla, hasta el tope del campo rival, habrá de ocurrir la metamorfosis; el humilde de la infantería se va a convertir en reina, torre, alfil o caballo, según convenga a la estrategia de lucha.

La segunda jugada: la política es un juego de ajedrez, donde a cada ataque va a corresponder el contra-ataque rival, y aquí dos preguntas: esa partida de ajedrez que contra un solo adversario juegan gobierno y partidos políticos, el gran dinero, radio, TV y clero político, ¿no degrada la nobleza del verdadero ajedrez? Y otra más: ¿esos protervos que mueven su innoble peoncito, esperpento del surrealismo tropical, lograrán coronarlo como rey de burlas en Iztapalapa? Con semejante espantajo, ¿jaque al auténtico rey? ¿Podrán algún día decretarle el jaque mate? ¿Esos chambones del ajedrez? Yo lo dudo, aunque… (A ver.)

¿Y el culpable…?

¿Del desastre en la educación pública quién es, quiénes son los culpables? ¿Carlos Jongitud, que educó a Elba Esther en las mañas para el saqueo de la educación pública? ¿Carlos Salinas, que desplazó a ese Jongitud que se le había tornado un estorbo, para obsequiar el puesto a la Gordillo? ¿El chaparrito, jetoncito, que a querer o no le está pagando facturas por haberlo ayudado, haiga sido como haiga sido, a imponerse en Los Pinos? Mis valedores…

Los responsables somos nosotros. Todos nosotros. Por comisión u omisión somos los responsables de todo lo bueno y todo lo mal que acontece en nuestro país, y lo paradójico: de la educación deficiente somos responsables por lo deficiente de nuestra educación. Por nuestra falta de cultura política, que permite al «Sistema» proporcionar a los estudiantes una educación deficiente. Por su horroroso compinchaje con Elba Esther, que es decir con la corrupción pública Este país.

Sí, la Gordillo, que en el pasado proceso electoral apuntaló la ofensiva con la que los grandes capitales y el alto clero católico, la industria del periodismo y el segundo marido de Marta, la segunda esposa de Fox y uno que otro panista, aniquilaron la candidatura presidencial que intentaba engranar nuestro país al proyecto común de diversas naciones hermanas en el sur del continente, y con ellas enfrentar las políticas neoliberales de Washington y el agio internacional. A fin de cuentas Bush se interpuso, y ahí cambió el curso de la historia de nuestro país, y así seguimos, con el gobierno reaccionario de los Legionarios de Cristo, los beatos del Verbo Encarnado y la capa pluvial de Norberto Rivera, político por vocación. Laus Deo.

Por cuanto a la «líder moral» del sindicato de trabajadores de la educación, la pantanosa Gordillo: ¿traidora al magisterio?, se preguntan algunos, y otros contestan: no sólo traidora, sino que carga también sobre sus lomos presuntas complicidades en delitos que involucran sangre y muerte, y que por intereses del propio «Sistema», de cuyos cimientos forma parte importante, nunca se han podido, nunca se han querido probar.

Sobre la acusación de traidora, cierto día la señaló Carlos Jonguitud, «líder moral» que fue de «Vanguardia Revolucionaria» del magisterio (aquí líder moral significa sátrapa, cabecilla, mangoneador, enriquecido hasta la náusea con las cuotas sindicales. Cada «sindicato» tiene el «líder moral» que se merece). Tras unos años de forzado silencio después de que Salinas lo arrojara violentamente del cacicazgo que el potosino había creado dentro del sindicato del SNTE, acusó Jongitud:

– Claro que Elba es una traidora a mí, que la alcé de la nada, a la causa del magisterio, al propio sindicato. Una traidora, la Gordillo.

Por cuanto a la riqueza descomunal que la maestra ha acumulado muy al estilo de su difunto colega el maestro rural Carlos Hank González, ironizó Jonguitud: «¿Millonaria por herencia? Yo vi a esa mujer en condiciones de verdadera miseria Eso de que su abuelo le dio millones son vaciladas como para Ripley…»

Traición y una riqueza inexplicable, vale decir, que uno tras otro los de Los Pinos, esos mismos que a su hora se han llenado la boca con la ley y el estado de derecho, nunca han podido, nunca han querido aclarar. ¿Calderón, dice alguno de ustedes? Ese mucho menos, él que empieza apenas -a penas- a pagarle facturas, que a la Gordillo le debe media posadera en el sillón de Los Pinos…

Pues sí, pero aún permanecen, vivas y requemantes, las acusaciones, nunca probadas, que ligan a la Gordillo con muchos y muy diversos delitos de sangre, acusaciones a las que aludió el depuesto cacique potosino con aquella frase que tantas sugerencias dejó entrever:

– Ya en la lucha, Elba es capaz de muchas cosas…

En fin, que acusada y acusador son coyotes del mismo pelaje, y si su seña de identidad fue siempre una complicidad que se continúa con los blanquiazules, ¿qué han hecho, por su parte, los maestros de la Coordinadora para exhibir a esa Gordillo acusada de traidora, ladrona y aun autora intelectual de algunos hechos de nota roja, como el asesinato del profesor Misael

Núñez Acosta, «caído en defensa de los pobres»? Esos, tan bien intencionados cuanto estériles en su obcecación obsesiva por aferrarse a una estrategia obsoleta, no han rebasado el plantón, la mega-marchita y la toma de la vía pública, puño en alto y grito estentóreo: «¡e-xi-gi-mooos!». De esa Gordillo involucrada con hechos de sangre hablaré el lunes. (Aguarden.)

La Doctrina Estrada en Honduras

México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de ser calificadas en cualquier sentido por otros Gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros…

Tal es la síntesis de la Doctrina Estrada, a la que aludí ayer aquí mismo con el pretexto de la negativa mexicana a reconocer a quien resulte triunfador en las elecciones de noviembre en Honduras, luego del golpe de estado que se acaba de perpetrar contra el presidente Manuel Zelaya. La Doctrina Estrada se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a los agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar precipitadamente el derecho que tengan esas naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades. El impacto que dicha tesis causó en toda Iberoamérica fue tal que el 24 de octubre de 1930 el Instituto Latinoamericano de Derecho y Legislación Comparada, formado por ilustres tratadistas del continente, la bautizó como Doctrina Estrada, y desde entonces nos rige, o debería regirnos, «como un sustento vigente de la política exterior».

Sigo aquí con el tema de esa estrategia que, delineada en 1930 por don Genaro Estrada, diera al país un prestigio que no iba a cesar hasta que los beatos del Verbo Encarnado dieron el salto (el asalto) a Los Pinos. Porque calibremos la importancia que en nuestra comunicación diplomática con las demás naciones tenía tal doctrina, aquí algunas de sus señas de identidad, que el analista aboceta en el México de hace dos décadas:

– De no contar la política exterior mexicana con principios y sustentos como los de la Doctrina Estrada estaríamos expuestos a vaivenes y a caprichos. Afortunadamente hay en esa política la necesaria reciedumbre ante la amenaza de intervenciones abiertas del gran Estado donde nació otra doctrina, la de Monroe, dentro de la auto-asignación del Destino Manifiesto, la del Gendarme de América Latina, para decidir qué está bien y cuánto y cuándo no en los demás países; o del Gran Garrote que se esgrime y descarga por el mismo gendarme. Intervenciones abiertas que ya están ocurriendo. Seguramente que, a pesar de la soberbia cegadora del Poder, la vigencia de la Doctrina Estrada ha sido un freno para que se llegue a esa repudiable intervención directa, la del Gran Gendarme y algunos de sus gendarmitos centroamericanos.

El propio don Genaro Estrada rechazó la Doctrina Monroe. Que esa declaración dejara de ser limitativa para extenderse a una doctrina de todos los pueblos americanos y no de uno solo, es decir, en otras palabras, que en lugar de formularse sin la frase de América para los americanos, se planteara con la otra de América para todas las naciones americanas. Es justo el homenaje a don Genaro, porque la política exterior mexicana no se inventó ayer, si­no que tiene (tenía hasta antes de los pro-yankis) una continuidad sólida, en la que aparecen también nombres como los de

Narciso Bassols, Luis Padilla Nervo, Jaime Torres Bodet y Carrillo Flores, para sólo mencionar algunos de los ausentes. Hoy (ayer), Santiago Roel y Bernardo Sepúlveda han mantenido esa línea que no corresponde alterar a una persona o coyuntura, porque muchas otras cosas se derrumbarían. La develación de una estatua de don Genaro en la Rotonda de los Hombres Ilustres, donde están sus restos desde 1977 -falleció en 1937- significa hoy en la política exterior mexicana algo más que un ritual y cumplido homenaje a la memoria de un ciudadano efectivamente ilustre, diplomático y escritor. Su nombre está asociado a una tesis, a una declaración gubernamental, conducida a nivel de doctrina para la política exterior mexicana: la Doctrina Estrada.

Hoy, con los restos mortales de don Genaro en la Rotonda de los Hombres Ilustres, la política exterior mexicana ha querido recordar que su doctrina está viva, y que la fidelidad a esa doctrina es nuestro mejor homenaje. Mis valedores…

¿La Doctrina Estrada, viva todavía? ¿Con los confesionales del Verbo Encarnado, que se niegan, desde hoy, a reconocer al posible sucesor de Manuel Zelaya en Honduras, asunto que sólo concierne a los hondureños? ¿O tutelarlos, como a menores de edad…? (México.)

Doctrina Estrada

México no reconocerá al ganador de las elecciones presidenciales de Honduras previstas para noviembre, después de que el gobierno de facto, surgido tras el golpe de estado, y que encabeza Roberto Micheleti, siguiera adelante con la idea de llevar a cabo los comicios…

Tal acaba de declarar Patricia Espinosa, Secretaria de Relaciones Exteriores de nuestro país. Ella misma lo había asegurado a principios del 2007: «La nueva política exterior será sin estridencias, sin afanes protagónicos ni promoción principal». ¿Así, sin estridencias, promociones ni afanes protagónicos ha sido la política de Felipe de Jesús…?

Yo, espeluznos en el espinazo ante esa compulsión viajera que ha contagiado al de Los Pinos, que día con día aquí, allá y acuyá, se entrevista con presidentes de diversos países y pontifica, propone, ofrece soluciones y se ofrece de mediador, compruebo que en su itinerante embriaguez en una de esas va a pisotear las ruinas de la Doctrina Estrada, esa que tan digno lugar en las naciones mereció cuando vigente. A propósito:

Me repugna el golpe de estado que los grandes capitales, el alto clero católico y los militares de Honduras acaban de asestar al presidente legítimo, Manuel Zelaya si sabrá de felonías semejantes la historia de mi país. Pero pienso también que los destinos de Honduras deben ser (son) responsabilidad absoluta de los ciudadanos hondureños, o estamos minimizándolos al suponer que necesiten tutelaje de fuerzas ajenas. Es entonces cuando me pregunto si entre nosotros algo queda todavía de la susodicha Doctrina Estrada

Al tema me referí hace ya un par de años, cuando Vicente Fox convirtiera nuestro país en un palenque, un herradero, una plaza de gallos donde el rijoso dirimía sus contiendas verbales con personajes de presencia mundial como Hugo Chávez y el comandante Fidel Castro. No se midió ni midió los resultados que su temeridad iba a acarrear a nuestro país. Fox, lástima, se cree grande, cuando sólo es alto de tamaño físico. En fin.

Mis valedores: ¿en qué consiste una Doctrina Estrada que a estas alturas de los gobiernos confesionales parece haber expirado? Me apoyo en conceptos de estudiosos diversos: Con frecuencia se menciona e invoca la Doctrina Estrada, y con más frecuencia se ignora o se conoce a medias qué es y cuándo y cómo se aplica o debe aplicarse. Se conoce, sí, que la Doctrina Estrada tiene que ver con la no intervención en los asuntos internos de otros estados y países, y por eso constituye un pilar de la política exterior mexicana (esto en el México de ayer, no en el tiempo de los beatos del Verbo Encarnado), pues se relaciona con el reconocimiento o mantenimiento de relaciones diplomáticas o de tipo diverso con naciones que deciden cambiar de gobierno. México no da ni quita reconocimiento, sino que deja a la entera soberanía de cada país establecer el régimen que prefiera, pero emplea su derecho de mantener o retirar sus representantes (o agentes diplomáticos).

Doctrina Estrada. Su historia: El 27 de septiembre de 1930 la Cancillería Mexicana, con Don Genaro Estrada al frente -la dirigió con los presidentes Calles, Portes Gil y Ortiz Rubioemitió un comunicado que decía:

«Con motivo de cambios de régimen ocurrido en algunos países de la América del Sur, el gobierno de México ha tenido necesidad, una vez más, de decidir la aplicación, por su parte, de la teoría llamada de reconocimiento de gobiernos». Se reconocía ahí el hecho, sigue el cronista, de que México mismo había sufrido, como pocos países, las consecuencias de esa doctrina que deja al arbitrio de gobiernos extranjeros el pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de otro régimen, produciéndose con este motivo situaciones en que la capacidad legal o el ascenso nacional de gobiernos o autoridades, parece supeditarse a la opinión de los extraños.

«Esta práctica se aplicaba en el Continente Americano, rara vez en la Europa, donde estaban las potencias, por lo que era, en realidad, un puñal para las decisiones de países latinoamericanos que fueran o no del grado de la potencia norteamericana o de las europeas. Para zafarse de ese ajeno arbitrio, el comunicado de don Genaro, redactado con la sencillez y claridad propias de quien conocía la política y las letras, informaba de haberse dado instrucción, por México, a sus Ministros o Encargados de Negocios en los países afectados por las recientes crisis políticas, haciéndoles conocer que México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que, sobre herir la soberanía de otras naciones… (Mañana.)

«Pues que los maten…»

La masacre de Acteal, mis valedores. De la justicia que se imparte en México les hablé ayer, y traje a la memoria escenas diversas de aquello, atroz, que se perpetró un 22 de diciembre de 1997 en la comunidad de Las Abejas, Acteal, municipio chiapaneco de Chenalhó, donde paramilitares priístas asesinaron a 9 varones, 15 niños y 21 mujeres, cuatro de ellas embarazadas. Pero ahora resulta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordena la excarcelación de 20 de esos presuntos asesinos, no porque resulten inocentes de la matanza, sino porque sus expedientes presentaban vicios de procedimiento. Tal es en México la justicia, savia y oxígeno de toda sociedad, cuya carencia la erosiona, angosta y convierte en una masa de cínicos que se atienen al lema de las 8 palabras, cuéntenlas:

«El que tiene más saliva traga más pinole». Abyecto.

Hablaban los noticieros de muertos a machetazos y pedradas, cosa de indios salvajes. «Falso, afirma el periodista Hermann Bellinghausen. El trabajo de exterminio fue eficiente, y a su manera, limpio». Esa matanza no fue espontánea, que en la conciencia colectiva se vino preparando desde tiempo atrás, para que se aceptaran con naturalidad aberraciones como ésta de un Luis Enrique Grajeda, por aquel entonces director del Centro Patronal de Nuevo León:

– En Chiapas deben ser desarmados los grupos paramilitares y zapatistas sin importar que mueran miles de personas, pues su presencia ha dañado seriamente el prestigio internacional de México y propiciado que se vaya un mundo de dinero de inversión extranjera a otros países. Si se van a morir miles de gentes, que se mueran. De adoptarse esa decisión no habrá ningún riesgo para la población civil. Que salgan de Chiapas los que así lo deseen, para que cuando se entre con todo el ejército en Chiapas se actúe contra quien se tenga que actuar. Si se van a morir ahí miles de gentes, pues que se mueran, pero están afectándonos muy seriamente en las relaciones internacionales, en nuestro prestigio internacional, en la cuestión de inversión extranjera. ¡Se está yendo un mundo de inversión extranjera a Venezuela y Brasil!

Obsceno. Por su parte, una vez perpetrada la carnicería, la organización Las Abejas, de la que formaban parte las víctimas, denunció que el presidente priísta de Chenalhó «se ha dedicado a organizar a los grupos paramilitares y obligan a las comunidades a cooperar económicamente para liberar a los presos y apoyar la cancelación de las órdenes de aprehensión liberadas contra los autores de la masacre. Así provoca más conflictos y división entre las comunidades, y luego nos culpa de lo que él mismo está provocando». Mis valedores: para que la memoria de Acteal no se nos diluya tomo prestados algunos párrafos del reportaje que Hermann Bellinghausen publicó dos días después de la tragedia:

«En los lugares donde ha estado la muerte, se siente su fuerte presencia. Aquí acaba de suceder la mayor masacre de mujeres y niños en la historia moderna de México. En esta hondonada rota, surcada de huípiles ensangrentados y toda la destrucción de una horda, apenas antier se asentaba un campamento de 350 refugiados. Sus casas, antes de ser destruidas, quedaban en Quextic, barrio de Chimix. Hasta hace un mes. Los hoy muertos y heridos se encontraban aquí, a orillas de Acteal, rezando. Estaban rezando. Así, de rodillas, los cogieron por la espalda desde los cerros circundantes los disparos de armas de alto poder. Y así se fueron muriendo hasta sumar 45.

Una mujer aprieta entre las dos manos el blanco rebozo ensangrentado de su hija Susana, muerta. Un hombre relata sollozante. Se murieron en la balacera todos sus hijos, y con su nieto. Seis de familia perdió, dice el traductor.

Rosa Gómez estaba embarazada cuando cayó moribunda en la explanada del campamento. Sus asesinos llegaron hasta ella para rematarla Y uno de ellos, «con un cuchillo -relata un testigo y hace un ademán de puñalada que inmediatamente reprime con un temblor-, le sacó su niño y lo tiró allí nomás».

¿Qué dijo, sobre la masacre de feligreses, Norberto Rivera, cardenal? ¿Qué ha dicho ahora mismo? ¿Qué dice el resto del alto clero católico, que no ciertamente cristiano? Ocupado como anda siempre en negocios del César, qué tiempo pudiese tener para los asuntos de Dios…

Once años después, por decisión de la SCJN, libres 20 paramilitares. No porque sean inocentes, sino porque no se integraron correctamente sus expedientes. Es Acteal. Es la justicia. Es México. (Este país.)

Justicia a la mexicana

Y ocurrió, mis valedores, que por decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación acaban de ser liberados 20 de los paramilitares que purgaban condena como presuntos asesinos de 9 hombres, 15 niños y 21 mujeres, 4 de ellas embarazadas, en la comunidad chiapaneca Las Abejas, de Acteal, municipio de Chenalhó. Los paramilitares quedan libres, declara la SCJN, no porque sean inocentes, sino porque los expedientes adolecían de irregularidades diversas. En los tales expedientes salen a relucir los nombres de un presidente de México (Zedillo), un Abogado de la Nación, Jorge Madrazo, un gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro, y autoridades de la procuraduría estatal. Justicia a la mexicana. Porque la memoria histórica no se nos muera con las víctimas de Acteal, aquí el testimonio de los protagonistas y víctimas de la masacre, con esa sintaxis que le confiere autenticidad:

«Cada noche el dolor terrible, implacable, de la muerte, le provoca pesadillas a Rosa. En medio de la oscuridad despierta llorando la pequeña niña tzotzil. Sus gritos rasgan el nocturno silencio que se cubre con un lamento callado que se deja oír como imitando el sonido que produce el agua de un río.

A sus dos años, Rosa es perseguida por el insomnio desde el día que sobrevivió a la matanza en Acteal. El recuerdo de aquellas horas en que estuvo entre los muertos le hizo perder el sueño, de la misma forma súbita en que su familia fue arrancada de su lado por las balas asesinas.

La madrugada del 22 llegó hasta el campamento José Méndez y nos contó que los paramilitares planeaban atacarnos como a las 8 de la mañana. Eran las 2 de la tarde cuando nos dio aviso.

Esa noche José Méndez había estado presente en una reunión de los paramilitares en La Esperanza. Había sido detenido por ellos horas antes en Chimix por violar la disposición de los priístas armados que impide a los campesinos de Chenalhó vender el café que cosechan en la zona. José fue trasladado a su pueblo y ahí fue obligado a participar en una reunión de los paramilitares de Chimix, Acteal, Quextic y Pechiquil».

Vicente Luna Ruiz, sobreviviente de la masacre. «Protegido por el cauce del manantial que se abre entre los cafetales, primero pensé que yo era el único que se había escondido cerca de los agresores, pero no, la mayoría de la gente se refugió en el arroyito bien cerca de la ermita, hasta ahí fueron a dispararles. Todos pensamos que no nos iban a matar, por eso nos fuimos a quedar nada más ahí en la barranquita. Yo quedé como a 8 metros de donde murió la mayoría.

Los agresores se acercaron hasta 4 metros para disparar. Algunos con los pelos cortados como militares, unos vestidos de azul, otros de negro con un pañuelo rojo en la cabeza y otros venían de civil.

Lo que más se escuchaba, además de los tiros, eran los gritos de los niños y mujeres. Hicieron mucha bulla Se escuchaban disparos muy fuertes y otros no tan fuertes y los niños lloraban y lanzaban alaridos. Lloraban desconsolados mientras los mataban en el arroyito. Todos estaban en el arroyo amontonados. Donde estaban los muertos murió mi hermana con su bebé, cayó la mamá muerta por las balas, aplastó a su hija al caer».

Ocho años más tarde, el testimonio de una de las víctimas que logró sobrevivir. Acteal Alto:

«Zenaida es una niña triste, condenada a la orfandad y a las sombras por las armas de los paramilitares. Hace 8 años era una niña normal, pero el 22 de diciembre de 1997 su vida dio un giro brutal. Ese día un grupo paramilitar fuertemente armado irrumpió en esa comunidad y masacró a 21 mujeres, cuatro de ellas embarazadas, 15 niños y 9 hombres. En el ataque, los padres de Zenaida fueron asesinados. Ella, de 4 años apenas, recibió un disparo en la cabeza que la dejó ciega

– Lloro cuando recuerdo a mis padres», dice.

– ¿Qué te gustaría estudiar?

– Quiero aprender de todo. Lástima que no veo.

– ¿Qué le pedirías a la sociedad?

– Que me apoyen para poder recuperar mi vista

San Cristóbal de Las Casas, julio de 1998. Los familiares de las 45 personas que perdieron la vida en la matanza de Acteal y de los 26 más que resultaron heridos fueron indemnizados. Por cada persona fallecida se entregó la cantidad de 35 mil pesos a los familiares. Por los lesionados, dependiendo del tipo de heridas, se otorgaron cantidades de 25 mil, 15 mil y 10 mil pesos. Como no quisieron recibir los recursos, éstos fueron depositados en una cuenta bancaria. (Sigo mañana)

iAy, mis hijos..!

A Tonantzin me referí ayer, y a sus sucesivos maridos. Ella apenas doncella y aún tiernas las telas del corazón, se vio impelida a derramar lágrimas ardorosas ante la cobardía del primero de ellos, un tal Moctezuma II, que se arrugó ante la cáfila de fuereños que vinieron a agredirla en su propia casa: saqueo y violación. Gacha la testa, el marido aguantando…

Iba a llegar después cierto cojo jacarandosos que entre palenque, garito y gallera el muy baquetón malbarató algunos terrenos que Tonantzin poseía allá por los rumbos del norte. No se reponía de los destrozos que le ocasionó el vendedor de bienes raíces cuando en eso el mal fario, la mala sombra…

Porque entonces le iba a tocar en suerte, muy mala suerte, un matancero de oficio, tablajero del rastro municipal. Y fue así como iba a ocurrir un mal día en la Plaza de Tlatetolco…

Dos de octubre, ya al pardear. En el departamento de abajo la música de orquesta gringa, a todo volumen, se apesta a mariguana y ron. El tufo sube hasta acá, el depto. 402, donde la señora Tonantzin, descalza, trapea el linolium del piso y piensa al trapear: «mi marido no vino a comer. ¿Problemas en su trabajo?».

Y trapea, trapea, y al trapear bambolea unas carnes enflaquecidas, envejecidas. En el depto. vecino el bolero romántico: «Como un rayito de luna entre la selva escondido…» Allá, abajo, la gran explanada de Tlatelolco que llaman Plaza de las Tres Culturas se va llenando de jóvenes en hervor. Gritan desde los altoparlantes. Tonantzin, cabellos alborotados, sigue trapeando…

Y oscureció, y allá abajo cesó del todo el estrépito. Un silencio aplastante se aplana sobre la explanada De repente, en la puerta de entrada del 402:

– Mi vida, ¿qué hay de cenar? ¿Moronga, que tanto me gusta?

Ella observa al marido. La greña, en desorden; torcida la corbata; manchas rojizas en las manos. Alguna dificultad

– Nada serio, mi amor. Tus chamacos, esos broncudos, que se me quisieron insubordinar. Nada serio. Tres cachetadas, y los pude apaciguar. ¿Qué tienes de cenar, mujer divina?

Tonantzin se asoma por la ventana. En el rostro, la tufarada de sangre caliente. Agacha la testa; en los labios un vivo temblor. Va a la cocina, y entre el chirriar de la sangre guisada con aceite y cebolla suelta el hilo de las lágrimas, y entre sollozos entre sí decía: «Esta punzada en el lado cordial. Que no vaya a ser lo que sospecho, tocayita del Tepeyac.

Una campanada a lo lejos. Ese bandazo de viento metió por la ventana tufos diversos: de azufre, de pólvora, de llanto recién llorado. ¿O son de la propia Tonantzin, que llora de pupilas adentro? A saber…

Es media noche. Mientras el matancero dientón ronca en el catre, Tonantzin, insomne, vaga por la explanada. En la noche de Anáhuac la mujer, ánima en pena, cabello suelto y ojos de fiebre, clama, dolorido clamor:

– ¡Ay, mis hijos…!

México, agosto del 2009. Despacho de abogados.

– A ver, señora, cálmese. Sí, entiendo que le urge el divorcio, ¿pero por qué se quiere separar de su marido?

– Marido… a cualquier redrojillo le llaman marido…

Flaca, avejentada, mechón de canas en la frente y en los labios un leve temblor. «Ya no puedo hacer vida de casada, si la de casada es vida, licenciado. Uno tras otro todos han terminado por practicar conmigo el robo y la violación. El que no me salió ladrón me resultó asesino».

– Bueno, sí, pero de su marido actual, señora Tonantzin…

– El peor de todos, aunque por ese no me siento tan culpable porque haiga sido como haiga sido me lo enjaretaron la tele, las sotanas y los grandes capitales. Pero una no escarmienta, porque antes del actual, ¿pues no me volví a ilusionar, licenciado? ¿No me casé una vez más? Alto él, fortachón, decidor y plantoso, me envolvió con su labia, y soltera anochecí y amanecí con marido. ¿Fuerte, honrado y recio de carácter? ¡Un vil mandilón, licenciado, un zafio que me puso en vergüenza delante del mundo, y tan pícaro e inescrupuloso con mis joyitas como cualquier Salinas! ¿Pues no lo enganchó por ahí alguna ofrecida de las que nunca faltan y siempre salen sobrando? Esa se aprovechó del babotas y le sorbió los esos (los sesos, quise decir), y con sus aborrecibles críos saqueó mi casa y todos se enriquecieron a mis costillas.

– Con un marido así comprendo que se quiera divorciar.

– No, si a ese ya lo largué. De quien vengo a divorciarme es del actual, uno chaparrito, jetoncito, el peorcito de todos. ¿Se imagina usted un…?

(Seguiré con el tema)

De héroes y purulencias

¿Y no nos avergonzamos? El guante brillante que Michael Jackson usó al presentar en 1983 su paso de baile moonwalk en la TV se ofrecerá en subasta. El guante es llamado «el Santo Grial de los artículos de colección de Michael Jackson». Y no, no nos avergonzamos…

¡El Santo Grial! Lo que no haga el imperio con unas masas colonizadas y acríticas que a lo delirante elaboraron su duelo ante la muerte de un engendrillo andrógino y drogadicto, homínido aberrante que ha terminado una desnaturalizada existencia en precario equilibrio entre el hombre y la mujer: voz adulterada, adulterado color, rasgos faciales adulterados. ¿Y esa muerte mereció el chillido de unas muchedumbres aturdidas, manipuladas y dependientes de los medios de condicionamiento de masas? Vergüenza ajena me ha provocado la escandalera que acaba de generar ese cascajo de cadáver aún insepulto porque sobrevive en la memoria de unas mentes dementes a las que se les embombilló (bitoque de lavativa) en calidad de ídolo, las hienas amarillistas del periodismo cebándose en una carne cuyo proceso de descomposición comenzó en vida. Nauseabundo.

Semejante degradación me recordó la de un narcotraficante tijereteado como el andrógino para alterarse los rasgos del rostro, aunque a diferencia del alfeñique figurín el hampón intentaba hurtarle el cuerpo a la policía Amado Carrillo, grotesca piltrafa purulentosa, rostro espantable de ver, ojos animalados, entreabiertas fauces, engendro de la literatura gótica. Ese, ya muerto, es la viva imagen de la corrupción física y moral. Es pudrición, albañal, pestilencia. Vivo fue la ejemplificación de la podredumbre moral; muerto, basura suciedad, degradación mortal. Deshecho desecho.

Dije vergüenza ajena pero es vergüenza propia que humano soy también yo, y qué hacer. Pero ánimo, que aunque del mismo barro, uno optó por los trajines del escarabajo excrementoso y otro por el vuelo del águila real.

Ernesto «Che» Guevara, pongamos por caso, y aunque abomino el culto a la personalidad, en la crónica lo recuerdo tendido en la tierra boliviana bolivariana y con el poeta digo de él: «Su cadáver estaba lleno de mundo».

(«Ahí estamos los tres. Nostálgicos. Reverentes. En el muro, un cartel con la vera efigie de la inmarchitable juventud Rostro iluminado. Luminosas pupilas siempre abiertas a la luz. Gorra guerrillera con esa estrella en la frente: Sierra Maestra, Bolivia…»)

A Ernesto Guevara lo asesinaron en alguna escuelita perdida en La Higuera, tierras bolivianas. Tenían miedo del eco que su voz hubiera levantado desde la sala de audiencias; tenían miedo de comprobar que el hombre que ellos odiaban era querido en todo el mundo. Ese miedo contribuirá a perpetuar su leyenda y a una leyenda no le entran las balas. Un milico lo remató, tenientito borracho y pusilánime.

Mario Terán se llamó en vida aunque dudo que nunca haya vivido. Dudo que viva todavía. A la hora del asesinato lo vieron acobardarse. El héroe:

Póngase sereno y apunte bien. Va a matar a un hombre.

La Habana La imagen y los recuerdos de Ernesto «Che» Guevara siguen presentes en el lugar donde se localizó su cadáver, por lo que se ha convertido en una especie de santuario debido a que decenas de turistas y admiradores han llegado a la localidad de Vallegrande, en el sudeste de Boliva, para depositar una flor, prender una vela o recoger como recuerdo un poco de tierra de la fosa común donde se halló al Che y otros seis guerrilleros.

Jóvenes, mujeres y hasta niños encuentran el modo para bajar a la fosa y llevarse algo de la tierra donde estuvo por casi 30 años el cadáver del guerrillero. Manos anónimas colocaron una cruz de madera con una sola inscripción: «El Che vive».

Vive, aunque el guerrillero había aceptado morir en cualquier instante. Solía decir que su sacrificio no significaría nada no sería más que un accidente en el curso de la revolución mundial, que más tarde dependía de cada uno de nosotros hacer de su sangre simiente. Hay hombres todavía más peligrosos muertos que vivos, aun si aquellos que les tienen miedo cortan las manos de su cadáver, incineran su cuerpo, esconden sus cenizas. Para nosotros el Che empieza ahora a vivir…

«Hombre nuestro que estás en los cielos -del estaño y de) cóndor-santificado sea tu nombre, venga a nos tu reino – de paz, de pan y de justicia – hágase tu voluntad de hombre vivo -porque no podemos tenerte muerto. No».

(Y la paz.)