Rebaño

-¿Ha leído usted al analista?, me preguntó el maestro en la tertulia de anoche.  ¿Conoce al humano en lo que tiene de gregario y en cuanto ente de razón? Como gregario necesita el contacto con sus semejantes, integrarse al rebaño, seguir al jefe y sujetarse a la “verdad oficial” que éste le impone.

– Pero como hombre de razón…

– En tal caso rechaza la vocación de esclavo y lo falso de la “verdad oficial”. Se aparta del rebaño y se convierte en un hombre libre, por más que  condenado a esa soledad espantable a una masa que prefiere la esclavitud, la enajenación, el  pensamiento mágico y no pensar. Lóbrego.

– La enajenación del esférico, por ejemplo,  tan distante del ensalmo y el amuleto.

– ¿Distantes? Complementarios. Observe a los charlatanes del futbol y a los “brujos mayores” y “brujas blancas”. ¿No instalan al rebaño, brujos y merolicronistas,  en los mundos color de rosa y de embustera fantasía que conviene al Sistema para que el rebaño no piense, para que renuncie a pensar? ¿Conoce usted la condena lapidaria de Simón Bolívar, el Libertador?

 Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. La ambición y la intriga abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos a todo conocimiento político, económico o civil. Estos adoptan como realidades las que son puras ilusiones.

En fin. Ya que en otra ocasión, mis valedores,  me he referido a los merolicronistas de todos los medios de acondicionamiento social, hoy tomo el tema del pensamiento mágico, vale decir: de amuletos y talismanes, de ouija y  lectura de cartas con las que la masa intenta retirarse las “malas vibras” y la salación. Cito a  José Ingenieros:

 Las supersticiones perpetúan el odio y la injusticia. Son residuos fósiles de creencias ya extinguidas; del remoto pasado, inmenso sepulcro, se levantan sus fantasmas para impedir el paso a los que investigan la verdad. Son males que en el porvenir no tendrán remedio si es irreparable la mentira que esclaviza a los hombres y la ignorancia que los domestica. 

Así pues, la industria de la superstición, que florece y echa su fruto mostrenco en los tiempos de crisis, que son de abundancia para esos logreros que con la máscara de pitonisos sacan provecho de los pobres de siempre, sobre todo de espíritu, que se niegan a crecer y andan en busca de la teta materna y la protección del padre castigador. Son esos crédulos que,  impotentes para enfrentar por sí mismos los coletazos del áspero oficio del diario vivir, buscan la protección del fetiche y demás zarandajas como el amuleto y el talismán, el tarot y la lectura de la mano. Ah, esos mensajes “estrelleros”, Dios

– Lo que me asombra (le asombra al maestro) es que las víctimas voluntarias de “brujos negros” y “brujas blancas” se digan católicas. Cómo admitir que quienes se afirman  creyentes y seguidores de las normas bíblicas puedan creer en semejantes supercherías. ¿No, acaso, se los prohíbe la Biblia? ¿No se los prohíben el Papa y los cardenales? ¿Qué clase de catolicismo es el ese rebaño que así recurre a aberraciones tales como el ensalmo y los amuletos de brujos, videntes y demás farsantes? ¿Algún católico recuerda el caso de aquel Manasés que con su afición al horóscopo y el talismán irritó justamente a Jehová (si el católico quisiera entender)? El Levítico: “No os volváis a los encantadores y adivinos: no los consultéis ensuciándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios.”. Por cuanto a las Crónicas y su condena a la superstición y los supersticiosos…

(Mañana.)

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