¡Herejes! ¡A la hoguera con ellos! ¡Dios lo quiere!
Así se pueden leer entre líneas los objetivos de la recién decretada Comisión Ordinaria de la Familia y el Desarrollo Humano, rubro tan largo como los recursos económicos que irá a absorber y la cola que le han colocado las expresiones vituperosas de su presidente, el panista senador José María Martínez:
La misión de esta instancia legislativa será cerrar la puerta, ya, a algunas entidades o a algunos políticos que están pensando más en modas o en tendencias, o incluso, que nos llevan a pensar en la muerte.
Sus conceptos en torno a los propósitos de la malhadada Comisión Ordinaria de la Familia, en la que el Senado de la República no tiene por qué inmiscuirse: “Tenemos que trabajar en políticas que fortalezcan a la familia, a la mujer y también a nuestros jóvenes. ¡No queremos el aborto!”
Ah caray. ¿Pues qué, más allá de la interrupción voluntaria, legal en esta ciudad hasta antes de las doce semanas de la concepción, ¿se sigue practicando el embarazo clandestino, con todos los riesgos que entraña poner la entraña en manos de “espantacigueñas”?
Vaya pregunta, contesta el investigador. Históricamente el aborto ilegal se ha realizado siempre y en todos los estratos y grupos étnicos. Durante toda la historia de su evolución, esta sociedad ha practicado y practica el aborto inducido ilegal, al margen, a pesar y en virtud de la legislación penal que lo sanciona después de las doce semanas de la concepción.
En México las mujeres abortan, pero queremos creer que no es cierto; el Estado cree castigar el aborto clandestino y por ello quiere creer que no existe. El número de juzgados y sentenciados es casi imperceptible frente a los millones de abortos ilegales. La sociedad cierra los ojos mientras aborta a escondidas, y el fenómeno sigue en aumento por la actitud puritana del Estado de mantener una norma legal impracticable. Es horroroso que las mujeres aborten en condiciones antihigiénicas, pero es peor que el Estado las sancione por abortar.
La manera como los medios de acondicionamiento social han tratado el tema del aborto provoca que en nuestro país genere en las masas reacciones muy negativas porque ha sido siempre relacionado con libertinaje y pecados, asesinatos y demás crímenes, en fin, puras razones morales para ignorar las de tipo social y económico. Quienes se oponen al aborto, siempre en función de sus intereses de clase y posición ideológica, son los partidos políticos y profesionales de la clase media, organizaciones patronales, eclesiásticas y religiosas y caciques regionales. Ello propicia una monstruosa demanda de abortos, un mercado negro e ilegal practicado por mercaderes. Pero el aborto es un problema de derechos humanos, algo que debe decidir la mujer con su pareja, no la Iglesia ni el Estado.
¿La familia al cuidado de una Comisión del Senado manejada desde el Vaticano? La respuesta de la senadora Angélica de la Peña al colega Martínez:
Me indigna, por decir lo menos, que usted nos considere a las mujeres como “vehículos”; cuasi incubadoras, sustitutivo cosificado y peyorativo que denota una falta de respeto a nosotras las mujeres. Le recuerdo que nosotras no somos objetos, sino sujetos de derechos. Es inconcebible que se señale como una “moda”, una “tendencia” los acuerdos y los tratados de derecho internacional de derechos humanos, fundamento esencial de los avances que hemos impulsado en nuestra Constitución.
(Más del aborto, mañana.)