Kafkiano

Un rasgo común entre un joven europeo que ataca con bombas incendiarias y el muchacho que asalta y viola en un microbús: ambos son incapaces de ponerse en el lugar de los demás. Sin la oportunidad de leer, su imaginación y su sensibilidad quedaron muertas. (J.E.Pacheco, escritor.)

Y perdonando la curiosidad, mis valedores: ustedes, durante los casi siete meses que van del año, ¿cuántos libros llevan leídos? ¿Cuántas horas han dedicado a la lectura (no a un libro de «superación personal» o de  «desarrollo humano», donde los que aconsejan van a tener el castigo de quienes aconsejaron a Job)? ¿Cuántas horas alimentaron su espíritu con ese libro que alimenta el espíritu, lo robustece y enfila rumbo a la inalcanzable  entelequia, que dijo el clásico? Y a ver la televisión, ¿cuántas horas han invertido? ¿A cuál de los dos ejercicios (leer, ver la de plasma) favorece el balance? Entonces, ante el resultado que yo sospecho, rindámonos a la evidencia: cada uno de nosotros es lo que su espíritu es, y su espíritu es lo que le damos por alimento, y se impone la conclusión: por cuanto leemos y asimilamos de lo leído somos idealistas, pero no pasamos de mediocres por la acción de ese opio que el Sistema de poder, con objeto de mantenernos dóciles, mansos y domesticados, nos inocula desde la pantalla de plasma. Sin vuelta de hoja. Sin cambio de canal, más propiamente. Sin más.

Y luego por qué  somos lo que somos. Por qué somos como somos; por qué estamos como estamos; por qué nos damos semejante gobierno, por qué permitimos que nos lo impongan; por qué lo aceptamos y lo soportamos; por qué, debatiéndonos en tan mortificante crisis global, recurrente, nos mostramos negados para el ejercicio de pensar, que entonces pudiésemos ejercer la autocrítica y crear estrategias y tácticas que nos llevasen  a darnos un gobierno aliado al que obedecer como sus mandantes. ¿No está ahí, mis valedores, la explicación del por qué nos hemos atornillado en el puro reniego, la pura exigencia  y la pura mega-marchita, que de puras no tienen nada? Ah, este nuestro país, que así exhibe tan siniestro balance entre el ejercicio de la lectura y el de las horas que permanecemos aplastados a dos nalgas frente a la pantalla de plasma, en una posición que en la lectura reproduce la de El Pensador de Rodin y frente a la TV remeda la postura del lugar excusado. ¿Lo dije antes? Es México.

Y hablando de leer, mis valedores: ¿alguno de ustedes ha leído a Kafka, o tal vez  lo citamos como al Quijote o La Biblia, no por conocimiento de la obra sino tan sólo por imitación vil? Que esta situación es kafkiana, y que si Kafka escribiese la crónica mexicana su literatura sería costumbrista, y tonteras de ese calibre. Los mediocres son temerarios, y no les arredra ponerse en evidencia como ignorantes que «piensan» con cabeza ajena porque  sólo repiten opiniones y conceptos que escuchan en los diversos medios de condicionamiento de masas. A propósito:

Uno de los tales (mediocre, ignorante y ayuno del más elemental sentido de recato y autocrítica) es ese personaje de triste memoria como presidente que fue del país y que hoy, tragicómica figura del esperpento y la picaresca política, se nos ha convertido en el rey de burlas que sigue causando lástima y vergüenza ajena. Sí, un Vicente Fox que a todo lo largo  de su sexenio se permitió la desmesura de llenarse la boca con citas de libros que evidenciaba no haber leído.

– ¿Presidentes de México? A todos me los llevo de calle, incluido Juárez.

 (¡Dios! Esto sigue después.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *