El disfraz, la careta, la máscara

Aquí sigue el recado que envío a un cierto funcionario público de apellido Olivo, Oliva u Olivos, titular de una agónica Función Pública ahora disfrazada de instancia anticorrupción. ¡En un régimen de signo priísta!

La nota del matutino, funcionario Olivos, me trajo de golpe mis iniciales años escolares: “Admite Ebrard malas condiciones en mil 200 sanitarios de escuelas». ¿La relación con mis años de escuela? Allá voy.

Entre los tipos pintorescos que no faltan en cualquier población deambulaba en mi Jalpa Mineral un individuo de aspecto común y ocupaciones múltiples, que lo mismo mirábamos  de cargador que de mandadero y gritón al servicio del vecindario. Con su bocina de victrola:

«¡Atencióóón! ¡Se notifica que se extravió una mula propiedad de don Pantaleón Lozano! ¡Se gratificará a quien dé razón…»

En el palacio municipal habían instalado un excusado descomunal, de aquellos de caja y tabla de tres agujeros, para servicio del personal de la presidencia y la muchachada escolar. Fue ahí, licenciado Olivos, donde se originó el incidente que se encuevó  en mi mente y que no hay orden de desahucio que lo pueda desalojar. Ahora retoña por cuestión de sanitarios escolares en mal estado y el nombramiento de usted como titular de la instancia (¡priísta!) anti-corrupción.

Ocurrió que el excusado llegó a su capacidad máxima y empezó a derramarse. La presidencia convocó a diversos artesanos, pero la maniobra les pareció riesgosa y ninguno aceptó la encomienda. Pero el tiempo pasaba, pasaba la gente al lugar excusado y el problema rebasaba todos los cálculos. El hedor, ya intolerable.

Fue ahí donde el insignificante individuo  aceptó la encomienda de vaciar el depósito inmundo.  ¿Va usted captando la idea, señor licenciado encargado de la anticorrupción… ¡priísta!?

Fue cierta mañana, el sol alto, cuando los gendarmes se aparecieron con una carretilla que detuvieron a medio patio de la presidencia y se aplicaron a arrojar cubetadas de agua sobre el bulto informe depositado en la carretilla.

Asqueroso: los chorros de agua bañaban el esperpento aquel, todo de podre  hasta los pies forrado, que desparramaba un espeso hedor y al que lavaban para el funeral después de ahogado en la inmundicia.  No, si manipular excusados no es tan sencillo, señor Olivos…

Pero milagros de una férrea voluntad de sobrevivir a retretes rebosantes de lodo biológico: el individuo sobrevivió,  y al poco tiempo se fue del pueblo dejando tras sí sólo el hedor a boñiga en la presidencia donde unos atónitos payos nos cubríamos la nariz. Señor Olivo(s):

Ya lo pusieron al frente de un organismo que vagamente va a encargarse de sancionar conductas ilícitas de saqueadores que se enriquecieron en el ejercicio de su gestión como servidores públicos. ¿Está usted dispuesto a limpiar los depósitos de heces que colmó tanto saqueador que ahora deja el poder? Ahí nomás, en Tabasco, como ocurre también en Coahuila y en muchas más entidades federativas, antes de huir a su finca de  Miami Andrés Granier dejó atrás un excusado rebosante y pestífero. ¿Va usted a atreverse, señor? ¿Irá a vaciar el depósito y a cambiar a Granier de su gringa residencia a alguna celda de El Altiplano, o seguirá el oficio de alcahuete que ejercieron los titulares de la agónica Función Pública, especialmente el susodicho Salvador Vega? Claro, sí, su actuación como alcahuete de sinverguenzas lo trepó hasta el  Congreso. ¿Son esas las miras de usted?

Es cuanto, y vale. Es el PRI. Es México. (Es este país.)

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