Humano y animal

Así debe ser el político, según Maquiavelo. A la manera de los médicos buenos,  que junto con la práctica de su profesión se perfeccionan con el estudio de la teoría y nunca terminan de aprender, así debería ser el caso de un político de carrera. Los profesionales de la política que manejan la administración pública del país cuánto conocerán de esa teoría indispensable que los faculta para ejercer cabalmente su cometido.

Existe ese personaje que marcó toda una época en la teoría política: el florentino Nicolás Maquiavelo, ya tal vez prescindible en Suecia o Noruega, pero no en nuestro país. Sin embargo entre los políticos mexicanos pocos, según denuncian sus acciones, parecen haberlo leído. Un «devorador de libros» como es Peña Nieto, tal vez. Pero los demás…

Maquiavelo se compara con el  pintor. Así como aquellos que dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar montañas y para apreciar el llano se debe trepar a la montaña, así un ciudadano común, como se considera el florentino, desde el llano intenta conocer la naturaleza del político, el cual, desde su eminencia, está obligado a conocer el llano.

Políticos  como Ulises Ruiz,  Mario Marín,  Jorge Kawachi, Cristian Vargas, el Niño Verde y demás, ¿cuánta teoría política tendrán en su cerebro como para desempeñarse con acierto en una gubernatura, una senaduría o una diputación?

De algunos políticos como Manlio Fabio Beltrones o Luis Donaldo Colosio se sabe que sustentaron sus acciones públicas en El arte de la Guerra, de Tzun Su, y algunos más en El Príncipe, del citado  Maquiavelo, pero los demás…

Sabiduría pura la del florentino, quien afirma que existen dos modos de combatir: con las leyes y con la fuerza. La primera es característica del humano; la segunda, de la bestia. La primera no siempre es suficiente, y entonces hay que comportarse como irracional. Ejemplo son los héroes mitológicos (Jasón, Aquiles, Belerofonte y otros más) que  fueron educados por el centauro Quirón, su cabeza de humano y de equino el cuerpo. Tal es el símbolo del político, que debe participar de ambas características: la fuerza  y la inteligencia, porque una sola no subsiste sin su complemento. Maquiavélico.

Otro buen ejemplo: en su profesión, el político debe transformarse en zorro y en león. El zorro no puede protegerse de los lobos, como tampoco el león de las trampas que colocan los cazadores.  Pero el  zorro sabe eludir las trampas y el león no teme a los lobos. Ambas características debe aunar el político. Y vaya que en ese terreno sembrado de trampas  merodean los lobos. Mis valedores:

¿Fox leería la sentencia de Maquiavelo: «Quien es elegido príncipe con el favor popular debe conservar como amigas a esas masas sociales que lo llevaron al poder»? Y a la medida del actual o sus asesores: «Si el partido principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os parece más útil y más conveniente para la conservación de nuestra dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal caso, la honradez y la virtud son perniciosas».

¿Buen lector? ¿Culto el de Los Pinos? El lunes pasado, al inaugurar un puerto en Ahome, Sin., regañó a Pérez Jácome, titular de Comunicaciones: «Eso sí, el letrero quedó muy chiquito, secretario, ¡eh!, yo sé que les recortan todo el presupuesto en publicidad allá en la Cámara, pero ¡no exageren, hombre! Ese parece un permiso de taxi, digo, para el tamaño de la obra, ¿no? Hay que hacer otro pa´l puertón que tenemos un letrerito». (Sic.) (Es México.)

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