“¡Somos campeones!”

Llegó el alimento, mis valedores. Ha llegado el maná para esa  Perra Brava que se agostaba por falta de su alimento espiritual. Porque desde hace semanas y hasta el día de hoy lo único sustancioso que lo mantenía con vida eran los jeringazos de hemoglobina (la nota roja, “reina del reitin”) que le embombillan el cinescopio y la de plasma. Pero ahora sí, completo  viene el sustento  para los pobres de espíritu: la regazón de cadáveres que les proporciona  el de Los Pinos y el clásico pasecito a la red que le arrima el duopolio de la TV.. Banquetazo.

Porque decir Perra Brava es decir pan y futbol; muy  poco de lo primero, pero del otro, hasta reventar. Decir Perra Brava es remitirnos a la manipulación de unas masas enajenadas que más allá de la carestía de las subsistencias van a pagar su boleto y a abarrotar el graderío del Goloso de Santa Ursula, y con tal acción multitudinaria practicar ese lóbrego onanismo mental que consiste en vivir peripecias ajenas, y tomar como propias las “hazañas” de unos alquilones del balompié que por practicarlo cobran altísimos sueldos. El fanático, en tanto…

Ese, mírenlo ahí,  sentado a dos nalgas en el graderío, calientes cabeza y garganta y las tripas empanzonadas de agave y lúpulo, enajenación en que cae también el fanático y sus compadres frente al televisor. Miren ahí al fanático, jugando al héroe por delegación. Obsérvenlo, vientre fofo y lonjudo a la mitad de su edad. Ese enajenado  no juega, no sabe jugar, no tiene condición física para practicar el juego, pero cuánto sufre, qué bárbara forma de vibrar y sentir como propias las acciones de los alquilones del espectáculo. “¡Ganamos! ¡Goleamos”. “Si sufrimos esta derrota fue porque no supimos desarrollar un juego de conjunto”. ¿Nosotros, tú, ustedes? Macabrón. ¿Que no? Juzguen ustedes:

Llegó a mi correo electrónico. Ya a punto de borrarlo examiné su contenido, y válgame, lo que el remitente comunicaba al orbe. Aquí, respetando su sintaxis, la parte sustancial del mensaje del cándido que asumió como propias las “hazañas” ajenas:

“¡Ya lo pueden gritar! ¡Somos campeones! Millones festejan, millones lloran, millones se abrazan…

Este título es nuestro y no lo íbamos a regalar. La afición respondió como lo que somos: CAMPEONES.

El primer tiempo fue duro, difícil, peleado, intenso y sin goles…

Y sucedió, ¡la gente lo empató! Sí, lo empató con ese apoyo impresionante que le enchinó la piel a todos los presentes. La gente empató el marcador con goles de (aquí un par de nombres) en cuestión de pocos minutos…

En el aire se podía respirar el gol, ese gol que habíamos esperado nada más que 13 años y que estaba aguardando por que alguien se pusiera el traje de héroe para anidarlo en las redes y hacer que medio país gritara ¡CAMPEON!

Todo una fiesta, todo un carnaval que a muchos nos durará toda la vida. El himno del equipo se tocó una y otra vez, cada una de ellas coreada y cantada por todos los presentes, al igual que el ‘Dale campeón, dale campeón´, seguido del ´Palo palo palo, palo bonito palo ehh, ehh ehh ehh somos campeones otra vez…

La fiesta no terminó y no terminará durante mucho tiempo. El (aquí el nombre) ES CAMPEON, Y AHORA SÍ, ¡¡¡Haber (sic) quién nos aguanta!!!

VENGAN CAMPEONES, FESTEJEN QUE ESTE TITULO YA ES

NUESTRO!!! EL NUESTRO, EL MÁS GRANDE!!! 13 TITULOS Y HABER QUIEN NOS ALCANZA!! GRACIAS A TODOS LOS QUE NOS DIERON ESE TITULO! ¡YA SON HÉROES..!!!

Ah, los mediocres. Ah, los pobres de espíritu. (Con los “héroes” del fanático sigo mañana.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *