¡Quémenlos vivos!

Jiquipilco, Méx. 2007. Una enardecida turba estuvo a punto de linchar a dos jóvenes que intentaron robarse una vaca.
Estoy mirando la foto, mis valedores, y qué clase de foto: un rostro tumefacto, desfigurado, rota la nariz, inflamados los cachetes y desflorados los labios. Roberto  su nombre, Alamilla Negrete sus apellidos. En este individuo los vecinos de San Miguel Ajusco se cobraron un agravio descomunal, y se lo cobraron con una golpiza bestial y un amago de linchamiento desgarrándole la vida a golpes y chorros de gasolina. Este Roberto ni con la vida pudiese pagar el agravio que infirió a toda la comunidad de San Miguel Ajusco: intento de asalto a los pasajeros de un microbús. “¡A echar las campanas a vuelo! ¡A matar, a descuartizar! ¡A hacernos justicia por propia mano!”
Otumba, Méx. Habitantes del municipio golpearon e intentaron linchar a dos hombres, entre ellos a un agente ministerial, que fueron a aprehender  a un profesor acusado de actos libidinosos.
El linchamiento, ese descenso del ente humano hasta el más profundo y macabro abismo de lo bestial, por más que las bestias son seres inocentes. Tengo sobre mi mesa reportajes y crónicas de esa acción a la que las bestias humanas, para refinar su crimen,  agregan la estúpida afirmación de que “se hicieron justicia por propia mano”. A la abyecta acción de una venganza irracional nombran “justicia”, ese supremo valor, antítesis de la venganza, pasión de mediocres…
San Fco. Chimalpa:“Enardecidos por el intento de violación  a una joven de 16 años, vecinos de esta localidad pretendieron linchar a Julio César Luna, de 22 años. Golpeado por los vecinos, la policía logró rescatarlo”.
Tal es la diferencia fundamental entre las masas y el hombre de ideales: el linchamiento. “Aislado era individuo culto; en multitud es un instintivo, y por eso mismo un bárbaro. Tiene espontaneidad, violencia, ferocidad, entusiasmos y heroísmos de los seres primitivos. Es como si su creatividad, su espíritu de idealista se disolviera en la colectividad”.
Tetela del Volcán, Mor. Vecinos de la población intentaron linchar a un grupo de cinco delincuentes, entre ellos a una mujer.
Miro, observo el video. Atada a un árbol, desnuda más allá del portabustos y alumbrada por las luces de la hornaza que la habría que quemar viva,  la mujer intenta apartar de sus piernas los chispazos de fuego. A centímetros de ese rostro espantado unos rostros bestiales le escupen gritos como rugidos: “¡Habla, cabrona..!” Boca amarga y verguenza de pertenecer al género humano digo a todos ustedes:
Macabro, en verdad. Y es que cuando las pasiones más primitivas, exacerbadas hasta el paroxismo, se congregan en multitud, la masa se vuelve versátil, impulsiva; guiada sólo por lo inconsciente y visceral, que obedece a impulsos del más variado valor moral, nobles o bajos, valientes o cobardes. Una muchedumbre de cobardes es una muchedumbre valiente. Integrada por individuos que sean  tímidos o cobardes, la multitud es capaz de realizar las acciones más valientes o las más reprobables, porque pensamientos y actos del individuo son los de la multitud, pero una multitud que no sabe pensar por cuenta propia, de modo tal que es fácil llevarla ejecutar acciones contrarias a su propio interés y hasta a su instinto de conservación. De ejemplo lo ocurrido en Ozumba, Méx.: Quinientos vecinos intentaron linchar a un joven porque despojó de su bolsa a una mujer.
“¡Mátenlos, desgárrenlos, quémenlos vivos!
Es México. (Sigo después.)

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