Es la hora de entre dos luces en la ciudad descomunal, esa a la que tantos humanos han terminado por deshumanizar, qué paradoja. Es esa hora indecisa en que la tarde no se resigna a la retirada, y las primeras sombras no se deciden a arribar. Comienzan a encenderse las farolas de todas las colonias, como esta, ribereña de la estación del ferrocarril, en el mero corazón de la ciudad. Allá, al frente, una enorme explanada, ya inundada de luz artificial; acá, en las calles aledañas, silencio, soledad. Como que el hormiguero humano se ha refugiado de dintel adentro. Como que, agazapado, algo espera. Como al influjo de la corazonada. Como que presiente lo que va a suceder. Su aliento contenido, algo parece temer; una catástrofe, por ejemplo. Silencio, soledad, una vaga zozobra. Y entonces…
El relato puede leerse completo (en formato DOC) desde acá: Cantar del Pájaro-Nido
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Supongo que este texto es al que Mojarro se refirió hace algunas semanas en su programa. Entonces es una publicación exclusiva para el sitio El Valedor, cortesía del maestro. Hay que leerlo. Felicitaciones a Pablo y mi agradecimiento por su labor.