Cinco toques de claxon

(¿Quién dijo que los mediocres no tienen voz pública? ¿Y luego el claxon..?) Esto que me dispongo a contarles ocurrió ayer tarde al norte de la ciudad, no lejos del zócalo. Rumbo al metro me dirigía mis botines para viajar al sur, en mi valija el volumen de ensayos sobre la humana condición. Porque cómo viajar en el metro con la vista perdida, que eso significa perder neuronas y tiempo vital (Peor que eso, embeberse en la revista de deportes. Lóbrego.)

A buen paso, que ya amenazan las primeras gotas de lluvia, caminaba por la banqueta, cuando en eso: «Pst, pst..» Me hice el disimulado. «Yo no soy de esos», pensé, pero luego: «¿De los otros, entonces?» Lo apreté, el paso, y seis metros adelante: ‘Pst, pst». «Por quién me toma semejante atrevida», pensé, aunque «por cuánto me toma», hubiese querido decir. ‘Pst, pst». Y qué tal que me resulte travestí. Y qué tal que me resulte una mujer. Miré de reojo: un volks. «Venga, trépese, mi valedor». Ájale. Un macho; prieto, gordo, cejón, bigotón, mal encarado. «Lo va a agarrar el chaparrón, trépese».
Me trepé, le expliqué mi propósito de abordar el metro. «Grita lo dejo cerca». Y allá vamos, y avanzamos sin novedad varias cuadras, y entonces: al desembocar en algún cruce de calle con avenida, el embotellamiento feroz, el recalentar de motores, a todo volumen los aullidos de claxons y cornetas de aire. «Y yo con esta prisa», y dejó ir los cinco toques de rigor. El embotellamiento, en un ser y en un puro hervor.

Y es que cuadras adelante entre el flujo que se dirigía al sur, algunos autos torcían a lo indebido rumbo a la izquierda, topándose con el flujo que procedía del sur e inutilizando dos de los tres carriles, cuando no, de plano, los tres. Y las protestas de un avispero de claxons y cornetas de viento, por más que pura corneta que se deshacía el nudo vial. «Y yo con esta prisa por llegar al campo de acción», y pegaba la diestra al claxon, y la cucaracheta semejante escándalo que se sumaba a la escandalera general. «Y yo, que tengo una misión por cumplir de inmediato». Y sacaba la testa, y sacaba el brazo zurdo, y mentaba madres sin discriminar, y a ver cuántas y a quién le caían.

– Dígame una cosa, mi valedor: ¿de qué le sirve a esa chusma armar semejante escándalo? ¿A claxonazos van a hacer que avance este desmadre..?

Respiró gordo. Con la manga de la chamarra se limpió la frente garapiñada de sudor. «Yo soy un luchador social. Ando en el movimiento».

Ájale. ¿Guerrillero, tal vez? No me atreví a preguntárselo, pero observándolo de reojo calculé que pudiese pertenecer al Ejército Popular Revolucionario o al ERPI, rama desgajada del anterior. Desde aquí hasta allá, varias cuadras constipadas de vehículos desde donde taxistas, coches particulares y cornetas de aire seguían cambalachándose mentadas de madre. Con el semáforo en verde apenas uno, y otro más, y un tercer vehículo salían del atolladero en una avenida súbitamente atacada de estreñimiento feroz. «Y yo aquí hecho un pendejo. El deber me llama, y yo en este condenado tapón».

Por frases sueltas de los transeúntes entendí que el tan horroroso tapón era provocado por unos que marchaban en las riberas del zócalo. «Oiga, ¿por qué no se suma a la lucha?» Yo, zacatón que soy. «A ver si un día de estos». «Ahora mismo, mi valedor. ?chele ganas. ¿Se agrega a la lucha social?» Yo, entre mí, comencé a musitar La Magnifica. «Creo que aquí me bajo…»

Fue el otro fue el que se bajó. Lo miré quitarse la chamarra, saltar del volks y desparramar mentadas de madre tanto verbales como a dos brazos, tres docenas por minuto. Cerré los ojos: «Jesucristo, aplaca tu ira, tu justicia y tu rigor». Ah, iracundo magnífico, soberbia pinta de guerrillero: encaraba automovilistas, aspaba los brazos, pegaba un puntapié al carguero, del que uno de los macheteros le arrojó un tabicazo. Varios choferes, bajando de sus cargueros, amagaron con improvisado linchamiento. El luchador social corrió a la querencia del volks. Avanzamos el tanto de cuatro metros.

– ¿Pasa usté a creer que la chusma sea tan estúpida como para suponer que a claxonazos van a agilizar el tránsito? ¡A claxonazos! ¿Pasa usté a creer? Ah, raza de imbéciles. Pero cómo esperar que esos pobres, más allá de sus cornetas, sean capaces de crear estrategias triunfadoras. Y yo, que voy a llegar tarde a la lucha social.
«¿Terrorismo, tal vez?’ – me atreví.

– No mame, soy maestro de primaria. Una mega-marchita, la madre de todas las mega-marchas. ¡E-xi-gi-mos! Y nuestra estrategia no sabe fallar. Al gobierno, mire: lo tenemos agarrado de los puros destos. ¿Qué dice, se nos incorpora a la lucha..?

¡Basta! Abrí la puerta, pegué el brinco, driblé neones y tzurus, alcancé la banqueta, pero lástima: del torton salió el proyectil, una col que se me estampó en plena coliflor. Y estaba podrida No la mía, la col. (No, si les digo.)

Pique para los mexicanos

Por eso lo hago, mis valedores, y ojalá que alguno valore mi buena intención. Lo hago por prevenir a los que se niegan a asumir y siempre delegan; para que la nueva desilusión no me los vaya a acabar de desbarrancar en el desaliento. Porque es el destino del que no asume su propia responsabilidad, que delega ya sea en los políticos y sus promesas siempre embusteras, en los Onésimos y Norbertos que desde el Mercedes Benz (blanco, naturalmente) predican resignación ante el clamor del fregadaje, o en los once alquilones del clásico pasecito a la red que, con sus trotes por las canchas futboleras, mantienen en la Perra Brava nacional el desfalleciente sentido de una vida gris, plana, que transcurre a ras de pavimento. Para ellos completo aquí la glosa del editorial gráfico que, dividido en seis cuadros, publicó Palomo una vez que «nuestros muchachos» fueron descalificados del «México 86», torneo futbolero internacional para el cual, de logotipo, se eligió al Pique. Sí, un chile de este tamaño, miren, al que la agencia de publicidad vistió con el uniforme tricolor. ¡Y a golear! ¡Sí se puede! ¡Vamos México..!

El primer cuadro de la caricatura lo glosé ayer, y fue el del Pique, mexicanito que, de acuerdo al mentiroso lugar común, dormita sentado a dos nalgas, los lomos recargados en el pitayo y el gorro alón cubriéndole el rostro. En su sueño, según me lo han manipulado los alquilones del cinescopio, ya con sus uñas araña la Jules Rimet. A qué le tiras cuando sueñas mexicano…

Cuadro 2o. Lástima: frente a los alemanes «fallamos» el penal decisivo. De súbito, el estremecimiento: en los sueños color de rosa (rosa mexicano) de Juancho Pueblo, el globito de colores (verde, blanco, etc.), estalló en el aire de junio. La Esperanza Verde quedó fuera del Mundial. Pasmado de espanto, el Pique se ha quedado atónito, y sus sueños onanistas se le torna pesadilla De su vida, de repente, desaparece la chica chiquitibún, y con ella las Perras Bravas alucinadas, multitudinarias, efervorizadas, y con con ellas los alaridos de triunfo. Lástima no se generaron los dólares que se esperaba, pero sí semejantes montones de basura tricolor y ese reguero de botellas vacías. En el sueño del Pique Juancho Pueblo, solo y su alma como siempre ha estado, pela los ojos, el azoro en los de apipizca ¿Y lo que los merolicronistas me le prometieron a gritos y sombrerazos..?

Cuadro 3o. Todo he terminado. En la pesadilla el Pique se ha quedado en monigote grotesco, desencantado y más pobre que antes del «México 86«. ¿Y los aullidos de triunfo de los merolicronistas? ¿Y aquel estentóreo: «¡goool- de México!? Pa su…

Cuadro 4o. Ave María. No lo miren, disimulen el espectáculo indecoroso. Es que el Pique ha perdido camiseta y botines, balón y calzones. Todo, menos el honor. El «México 68″ me lo dejó encueradito, y sudando de bochorno se cubre sus muy pocas vergüenzas con el gorro alón. Qué facha: en pelotas, como cualquier panzón de los 400 pueblos...

Quinto 5o. En el Goloso de Santa ?rsula se lucen los chamorros que sí saben jugar, que sí tienen temple a la hora de los penales. Acá, afuera, Juancho Pueblo a pagar la factura del «México 68«: más pobreza más desempleo, mayor aumento de la canasta básica, de la depresión, de la opresión, de la represión de las protestas populares. México.

Cuadro final: Terminó el sueño guajiro y hay que despertar a la realidad. Y la realidad que mira enfrente hace al Pique pelar tamaños tomates, como chispándose de las cuencas, unos tomates que rebrillan, redondos, entre el ala del gorro y la bastilla del sarape. ¡Los puros ojillos, que rebrillan de frustración, desencanto, temor, espanto ante la realidad que ha de enfrentar después del «México 86» que, le juraron los merolicronistas, iba a ser de gloria para él, pobre Pique como Adán después de la caída encuerado! Y cómo no, si tras del fementido espejismo de ilusorios triunfos y galas y honras y benéficos que en trovas, baladas, romanzas, odas (no odas, loas) le cantaron los alquilones del espectáculo… el Pique se ha quedado sin balón, sin botines, sin rostro, sin brazos ni piernas, sin nada más que lo que ha sido y lo que le queda al mexicano: ¡puro chilacate! ¡Sin más! Mis valedores…

Al final de cada torneo futbolero o político, ¿para nosotros cuál ha sido el marcador? ¿Y con tanta goliza no aprendemos la lección de la Historia? ¿A seguir delegando en los manipuladores? Al final de las galas retóricas, ¿qué viene quedando a las masas, si no un Pique de este tamaño, grande y gordo y encoroso? ¿Pero qué otro destino aguardar al que que en esos delega? Un Pique al que la realidad objetiva despojó de uniforme, botines y gorro alón para que nos quede sólo un chile ancho, pasilla, cuaresmeño o pimiento morrón Ah, esas compulsivas ganas de creer en otros porque no se tiene fe en si mismo. ¿Y goool de «México«! Sí, autogol (Conste.)

El chile y la Perra Brava

Y el ánimo de la Perra, en el sótano. Pero no queremos entender que tal como ocurre en el terreno pantanoso de la politiquera y los asuntos «religiosos», en el clásico pasecito a la red nos vencen por ignorancia, por negarnos a pensar, a aprender, al ejercicio de la autocrítica; porque psicológicamente nos negamos a crecer, y a semejanza de Oskar, protagonista de El tambor de hojalata, nos hemos pasmado en la etapa de sempiternos adolescentes incapaces de ubicar la fuente de la enajenación, la dependencia, la pasividad. Y eso que aquí se ha advertido y prevenido contra la acción de semejantes alquilones de la manipulación de masas:

Esos, frente a las cámaras y los micrófonos, analizan el carácter estético del juego como se analizaría una obra de arte. Pero no nos dejemos engañar: tales alquilones crean una pseudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de unas masas a las que no se les permite el acceso a la cultura, y a las que se manipula y se condiciona para la pasividad, para la no acción, para hacerlas sentir, mañosamente, héroes por delegación…

Y esto más: que el fútbol, como espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las «proezas» donde se requiere fuerza, destreza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida…

Es así como la inmensa mayoría del pueblo rara vez toca una pelota, y se convierte en espectador pasivo que participa por delegación de los triunfos de su cuadro predilecto, a cuyos partidos asiste a distancia, desde una tribuna, enajenándose en el jugador profesional, que de esta manera adquiere la categoría de un ídolo…

Y es que el deporte por delegación es un fenómeno de la sociedad industrial de masas, pero es, antes que nada, una característica de la sociedad de clases. Las clases altas practican personalmente el deporte -golf tenis, equitación, polo, esgrima, etc.-. Sólo las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del fútbol. Macabro.

A propósito: fue hace ya veinte años corridos cuando se escenificó en este país un torneo futbolero internacional que titularon «México 86«. Sometido a concurso el que sería su logotipo, qué coincidencia: la triunfadora resultó ser alguna sobrina o algo semejante de uno de los dueños del Goloso de Santa ?rsula o algo semejante también. El logotipo propuesto por la sobrina fue un chile; pero un señor chile, vale decir un chilazo; si morrón, si serrano o cuaresmeño yo, que de chiles apenas conozco alguno, mal pudiese aclarar tal incógnita. Un chile, y no más, uno al que los «creativos» de alguna agencia de publicidad vistieron de futbolista mexicano: chaparrito, jetoncito, peloncito, de lentes, rostrín mofletudo, chata nariz, de api-pizca unos ojillos donde anida la socarronería y el consabido gorro alón en la testa¿El resto? El sagrado uniforme de la selección «nacional», la de «nuestros muchachos»: camiseta verde, blancos los calzones (reprimí el albur), medias rojas y en las patucas unos botines de cuero imitación plástico y procedencia china, botines de este tamañito, miren; qué diferencia de los botines tamaño familiar de los Arturo Montiel y su honesta familia, o de unos hijos de toda su reverenda Marta. Botines de futbolista. Y ya está el delicado símbolo de todos los mexicanos: un chile de este tamaño; serrano, guajillo, piquín, a saber…

Y llegó junio de 1986, y en un Goloso de Santa ?rsula que hervía vivas, Méxicos, «patriotismos» y banderolas, se dio el patadón oficial de salida A balón seguido, y más allá de la escandalera y la bien pagada manipulación de cámaras y micrófonos (en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera), se sucedieron los encuentros, y el torneo llegó a su fin. El «México 86» dio el cerrojazo. Y ya

¿Las consecuencias? Mejor, a mi juicio, nadie pudiese expresarlo que el editorial gráfico publicado en el matutino y que Palomo, el autor, dividió en seis cuadros. Mis valedores: porque tras el dramón de impotencia que acaban de vivir «nuestros muchachos» frente a su mero padre, uno gringo, como anillo al Pique viene la glosa del susodicho editorial gráfico. Juzguen ustedes.

Cuadro primero: Estereotipo del mexicano haragán: es mediodía y Juancho Pueblo (el chile futbolista arropado en su gorro alón) dormita acuclillado de lomos contra un pitayó. Y qué imágenes hierven en su cerebro, intoxicado con la escandalosa campaña de patriotería triunfalista que le embombillaron los medios de condicionamiento de masas. ¡México pasó a cuartos de final! En el sueño, Juancho Pueblo ya araña la Jules Rimet. ¡Mé-xi-co! Y la frase que, altiva animaba al cambio de Poder,/y que me piratearon para arrastrarla por las canchas de fútbol: ¡Sí se puede! (Sigo mañana)

Y el Madrazo…

La traición de Roberto Madrazo, mis valedores, libro que el «distinguido priista» regaló a mi primo el Jerásimo, licenciado del redivivo Revolucionario Ins., y que el viernes pasado provocó en el maestro la crónica de los derroches que el «traicionado» perpetró en 1994, con el pretexto de su campaña a la gubernatura de Tabasco (241 millones) y ya cuando gobernador (300 millones):

Mientras, en marzo de 1999 la Presidencia ordena investigar a Madrazo por evasión El desvío llegaría a 200 millones, según denuncia del ex-director general de gobierno de Tabasco Emmanuel Ruiz Subiatur. El texto presentado ante la oficina de la Presidencia y de la Sec. de Gobernación acusa:

«La Sección de Finanzas de Tabasco también evade al fisco al no gravar compensaciones de los empleados estatales, las nóminas secretas y al declarar cantidades menores a las retenidas a los burócratas. La evasión podría llegar a los 300 millones de pesos desde 1997, dinero que Madrazo ha utilizado para sus aspiraciones políticas. Señor Presidente: no enterar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público sobre el dinero producto de la retención de impuestos al salario es un delito grave. Pero aún más si dicho dinero retenido es jineteado por trimestres y semestres, y mil veces más grave si es reiterada la práctica nociva de evadir al fisco».

Villahermosa, Tab., junio de 1997. «El juzgado 2o. de distrito difirió una audiencia constitucional que se realizaría sobre el amparo que el Partido de la Revolución Democrática interpuso ante las autoridades federales para que sea reabierto el Tabascogate (esa nuestra mente voluntariamente colonizada). La audiencia no se realizó porque la procuradora general de justicia de Tabasco, Patricia Pedrero Iduarte, no envió toda la documentación correspondiente…»

Villahermosa, Tab. A los señalamientos sobre el cierre del expediente del «Tabascogate» así contestó Andrés Madrigal Sánchez, titular de la Procuraduría Gral. de Justicia del Estado: «La actuación de esta Procuraduría no responde a caprichos ni es arbitraria El dictamen de la Procuraduría Gral. de la República respecto al presunto exceso en el gasto de campaña del gobernador Madrazo Pintado es una apreciación bastante errónea de esa PGR (sic), y en caso de que hubiese ocurrido, no constituye delito alguno…»

Y una más: Villahermosa, Tab., junio de 1996. El líder del Congreso local, Pedro Jiménez de León, rechazó la creación de una fiscalía especial que investigue los gastos de campaña del gobernador Roberto Madrazo: «La gestión del señor gobernador está muy bien y las acusaciones del Procurador General de la República es (sic) algo que no nos preocupa, que no nos quita el sueño, no hay delito que perseguir. Por eso vienen las cajas para Tabasco, porque no hay delito que perseguir».

«Pero los documentos del fraude son originales», el reportero. «¿No teme por la suerte de Madrazo?» Y la respuesta del diputado local: Calcúlelo usted: el gobernador Madrazo tiene el apoyo del presidente Zedillo«.

Mientras, según noticia fechada en 1996, «la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tabasco dio por concluidas las diligencias relacionadas con la denuncia que por supuestos excesos en los gastos de campaña presentó el perredista López Obrador en contra del gobernador Roberto Madrazo, pues determinó que los hechos asentados en ésta no son constitutivos de delito alguno, y por lo tanto decidió no ejercitar acción penal contra el mandatario estatal. Dado el carácter atipico de los hechos denunciados, se desprende la inexistencia de los delitos de peculado de recaudación fiscal y uso indebido de atribuciones y facultades…»

Al propio tiempo y en la misma ciudad lo aseguraba el hoy «traicionado» Madrazo: ‘Yo soy el más interesado en que la averiguación se resuelva conforme a la ley y con la mayor agilidad posible. Tabasco ha hecho un compromiso: nada ni nadie por encima de la ley. Todo nuestro esfuerzo de levantar una muralla de legalidad ante la acechanza, ante el rumor, el engaño, la mentira, que tratan de debilitar la vida de las instituciones de la República, en nuestro estado».

A ese «traicionado» se interrogó en 1999 sobre el fraude que perpetró 5 años antes: «El caso está cerrado desde 1996. Esos ya son casos muy viejos».

Monterrey, N.L
, agosto de 1998. Lo declaró Roberto Madrazo, gobernador de Tabasco «Sí, miren: yo demando castigo para quienes utilizaron ilícitamente los recursos del Fobaproa. Quienes merezcan una sanción deben ser castigados conforme a le ley». México, 1998. «En la segunda lista del Fobaproa queda de manifiesto que uno de los políticos que más se beneficiaron fue Roberto Madrazo«. En la tertulia, el maestro:

– ¿Y? Madrazo, ¿traicionado o traidor? ¿Qué responden ustedes? (Pues…)

A Madrazos…

Tertulia del pasado viernes, donde se comentaban asuntillos sin mayor importancia: la Ley Televisa, la miscelánea fiscal apodada «reforma», el nuevo milagro de Norberto Rivera, conseguir que El Vaticano de Ratzinger descansara a la hoy madrecita soltera y a su marido el de San Cristóbal, y que otra pareja, en ese mismo centro cultural, contrajera matrimonio: de novio el Partido Popular español, y de noviecilla la Acción Nacional del yunquero Espino, con Fox de padrino para levantarle la cola a la novia De esta manera los cristeros y legionarios de El Yunque convierten a San Cristóbal en el centro neurálgico de la ultraderecha internacional, bendito sean Escrivá Balaguer y el padrecito Maciel; y aquí no hay pedófilo. Laus Deo.

En esas estábamos cuando fuimos viendo que por esa puerta va entrando mi primo el Jerásimo. licenciado del Revolucionario Ins., redivivo por acción de Los Pinos. Y badajeaba aquel objeto en la diestra:

– ¡Ciento sesenta y nueve pesos en el mercado negro, y a mí me lo acaba de obsequiar su mismísimo autor. ¡Y autografiado, échenle uno, o sea un ojo!

Lo miramos: La traición, obra flamante del «distinguido priista», hoy «traicionado», Roberto Madrazo Frente a mi nariz el fétido aliento a cacardí fermentado: «Léelo, bigotonzón, y luego me cuentas de qué tiznaos se trata». Yo, al tenerlo en mis manos y observar en la portada el rostro del «traicionado» bigardón, experimenté aquel amago de vómito y una especie de vergüenza de mí mismo como escritor de novelas, ensayos, relatos y estas fabulillas. Porque en el tiempo actual, calamitoso, la novedad radica en que alguno de los tantos mediocres de la política y el bataclán aún no haya zurrado su propio libraco. Arrojé la papa caliente -radiactiva- en manos del maestro, que la hojeó a lo minucioso para luego ir y depositar el volumen allí, miren, no lejos del lavabo y la tina de baño. Al regresan «Ahí se lo dejo a la mano, señor valedor. ¿Cuándo comienza a leerlo?»

Esta la sentí roja y caliente mientras la otra se me fruncía. El maestro:

– Conque «La traición». Cómo se ve que esta clase de Madrazos conocen, para apoyar sus audacias, la flaca memoria del paisanaje y su fácil extravío de la memoria histórica. ¿Recuerdan ustedes la campaña del susodicho Madrazo a la gubernatura de Tabasco, allá por 1994? (Lo vimos abrir su libreta de las pastas negras.) «Fue un aberrante derroche de fondos públicos, que a todos pertenecían y deberían haberse destinado al beneficio de todos, el que perpetró ese que ahora se queja de traicionado’. En su momento se habló de un peculado de más de 135 millones de pesos, cifra que algunos calculan en más de 241 millones. ¿Quién de ustedes recuerda las 12 cajas repletas de documentos auténticos que certificaron el peculado que Madrazo perpetró en 1994? Para que calculemos el tamaño de nuestra desidia ante asuntos que nos incumben, oigan detalles del caso PRI-Madrazo en el proceso electoral del dicho 94 El necesario contexto de Lorenzo Meyer, catedrático de El Colegio de México:

«El sistema de partido de Estado en que hemos vivido por setenta años ha obligado a la sociedad mexicana a desempeñar el indigno papel de sostén político y fuente inagotable de recursos para una clase política corrupta, irresponsable y prepotente. La verdadera dimensión de la crisis política y económica de México se refleja en el plano moral. Cuando a esta dimensión se le pueden poner cifras -como es el caso de Tabasco- el resultado es sencillamente escalofriante…»

– Escalofriante como su cinismo: En 1994, el PRI estatal presentó ante el Instituto Federal Estatal información oficial sobre los gastos de campaña de Roberto Madrazo para la gubernatura de Tabasco: tres millones 718 mil 443 pesos con 87 centavos; 281 mil 556 pesos con 13 centavos menos que el tope establecido por ley: 4 millones. Con documentos se demostró que PRI y Madrazo ‘el traicionado’ gastaron más de 237 millones. La Procuraduría General de la República dio por buenos los documentos que tal demostraban. ¿De dónde salieron? Aquí, la noticia fechada en Villahermosa, Tabasco, en noviembre de 1995:

«Los archivos del PRI con los que se acusó al gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, de excederse en su campaña electoral en más de 235 millones de nuevos pesos, provinieron de la casa de Ana Berta López Aguilar, que durante los comicios se desempeñó en la Sección de Finanzas del partido oficial como su directora de contabilidad. La mayoría de las facturas tienen su firma y la de Oscar Sáenz Jurado, quien era titular de la Sección de Finanzas del PRI». Reitero: la PGR dio por buenos los documentos de las 12 cajas. Pero el tamaño del cinismo del propio «traicionado» se advierte en su declaración ya como gobernador de Tabasco. (Esa, mañana)

Pueblerina

Repetir un Plan Colombia con México, realmente sí nos han pedido asistencia a ese nivel – Silvestre Reyes, congresista de Estados Unidos-

Ocurrió, mis valedores, en mis derrumbaderos zacatecanos, a esa hora de entre dos luces, ya al pardear, en que el poniente estalla en llamaradas mientras mezquites y venadillas se engrifan de alboroteros aleteos que se disponen a dormir. Iba yo rumbo a la plaza cuando observé al par de individuos, uno mozo garrido y el otro un vejacón de paso cojitranco, que avanza por la banqueta. Lo que les escuché me intrigó. Los seguí a lo discreto, y fue entonces: en el viejo reconocí a don Tereso Flemate, ranchero de por los rumbos de Las Güilotas. Cascorvo él, traje de gamuza untado a las zancas de jinete viejo que nació, creció y estoy por decir que se reprodujo a lomos de cuaco cerrero. El charrito viejo caminaba a lo dificultoso y apalancándose en el antebrazo del que reconocí como su hijo mayor. Los oí:

– Usté con sus fanatismos. Recapacite, bien sabe que hay ocasiones en que es más provechoso rendir la plaza, apá.

– Rinda la suya, si quiere, pero deje la mía en paz, m??hijo. ¿Ha visto, acaso, que alguna vez su padre se haya dejado bocabajear? ¿Ha visto que su padre haya permitido que le invadan su tierra, sus sembrados, su hogar, sin defenderlos? No, ¿verdá? ¿Por qué, entonces, ora me viene fregando con que me deje invadir en lo que es mío, en lo
que me pertenece? ¡Y luego que el que me venga a invadir sea un desgraciado gringo, Dios de los santos cielos..!

– Yo lo digo por su bien, y todavía usté se pone exigente, intransigente. Ora verá llegando a la casa cómo mi amá va a reclamarle su necedad. ¿No es acaso un hombre de razón? Y luego a su edá. ¿Por qué es asina, apa..?

– ¿Por qué? Porque el puño de vida que me quede quiero poder seguir mirando a su madre a la cara, y a usted, y a todo el que sea hombre de bien y cristiano cabal. Que nadie le diga, mi hijo, que su padre fue un agachón y un poca-vergüenza capaz de una cochinada como es esa de dejar que los gringos le invadan terrenos privados. La dignidad y la cabal varonía tiene su precio, por más que nos salga caro, m??hijo.

Yo, detrás, intentando encontrarle sentido a una averiguata para mí incoherente. ¿Invasión gringa en el modesto caserío? Mientras eucaliptos y naranjos se engrifaban con erisipela de alas y piar de volátiles, la llamada al rosario en la capilla de Animas. A lo lejos, balidos, mugidos, ladridos, cencerros rumbo al establo. Y aquellos aromas a yerba quemada, a caña de azúcar, a tierra que el sol nomás calentó para que el vientecillo venga a enfriar. Por allá, la tambora: ??De la pila nace lagua – de lagua caracolitos??

La petición la hizo el gobierno mexicano. Hay conversaciones para incrementar nuestra cooperación contra el narcotráfico y la violencia?

– Sean Mc. Cormack, vocero del Depto. de Edo. de EU. – (Qué se comprometería a dar a cambio el gobierno de México, mi país ¿Mi país..?)

Uno con firme andar y el otro a paso cojitranco, allá van rumbo al Barrio Alto. La polémica, en pleno hervon ??Tiene usté qué reconocer que a veces la invasión de los gringos resulta de provecho, apa?.

– ¿Cuándo, a ver? ¿Cuándo han entrado con buena intención a lo que nos pertenece, m??hijo? Mejor lo dejamos de ese tamaño, y no camine tan recio, que las zancas se me descuajaringan, imagine un trompezón..

Y que del gringo, nada, y que mejor cabiemos de plática, y que hay que tener confianza en Dios porque él todo lo puede, y que?

Patricia Espinosa, Sec. de Relaciones Exteriores de México, también reconoció que hay planes para incrementar la colaboración con EU?

Y mis valedores, fue entonces. El mozo arrojó por delante su argumento de más contundencia ??Mire, apá: ¿no fue el propio presidente de México el que desde el extranjero pidió ayuda a los gringos para que le solucionen el problema de la violencia y el narcotráfico? ¡Fue el propio Calderón, apá, fue Calderón, porque calcula que él solo con ese tercio no se levanta! ¡Fue Calderón el que pidió que vengan los gringos! Y usté, necio y porfiado con esto de que con los gringos ni agua ¡Aprenda del chaparrito, apá..!?

– Ah, bueno, si el chaparrito quiere que le invadan un terreno que no es suyo, ¿por qué no va usté y le consigue ese con qué le invadan un terreno que no es suyo, sí le pertenece? Esa medicina gringa que usté me quiere comprar porque en la chinche botica no tienen una del país, vaya y cómpresela a él, porque lo que es yo, mis interioridades seguirán virgencitas de todo lo gringo. Ande, vaya y que el supositorio extranjero se lo embombillen al de Los Pinos?

Lo oí, inflé el pecho, me cuadré. Saludo militar a uno que no nació para supositorios de gringos. Pues sí, pero de repente el joven viró la testa me observó de reojo y: ??Sh, tráimos atrás una oreja del gobierno?? (Válgame.)

Gringos de segunda

Fue hace un par de años. En La Argentina, se celebró un congreso sobre el idioma español, en el que escritores y periodistas ponderaron un lenguaje que a muletillas y trompicones maltratamos España y la veintena de países que «aún rezan a Jesucristo y aún hablan en español», que dijo Darío. Y ocurrió que al final del congreso algún argentino anónimo me envió un mensaje zumbón donde dio cuenta del español que se habla en su tierra. El mensaje:

«Desde que los repartos de cine son castings y los fines de semana weekends, Argentina ya es distinta. Ahora es mucho más moderna. Durante muchos años, los ciudadanos estuvimos hablando en prosa sin enterarnos. Apenas hoy comenzamos a darnos cuenta de lo atrasados que estábamos. Imagine: los niños leían revistas; hoy, por fortuna, ya leen comics; los jóvenes hacían fiestas, qué aburrida juventud; hoy, puros parties. Los estudiantes y demás jóvenes pegaban posters creyendo que eran carteles. ¿Los empresarios? Ellos, los pobres, hacían negocios; hoy se emancipan: hacen business…

Antes, nosotros manipulábamos el aparato de televisión o afinábamos la sintonía de la radio. Nunca más; hoy ajustamos el tracking o el tunning. ¿Sabe? Yo, en la primaria, hice aerobics, pero en mi ignorancia creía estar haciendo gimnasia, y me ponía a caminar en la perfecta ignorancia de que estaba haciendo nada menos que footing. Hoy todo ha cambiado, El nuestro es un país moderno, y a los ciudadanos progre’s se nos nota el cambio cuando hablamos, lo cual es muy importante, you know, porque no es lo mismo comer bacon que un vil tocino, aunque tenga la grasa igual, ni decir vestíbulo que hall, ni terraza que deck, como ahora decimos. Antes solíamos jugar al polo con ventaja; ahora jugamos con handicap…

Los argentinos estamos ya del todo modernizados. Perdón, estamos re-fashion. ¿Dónde quedaron los llamábamos centros comerciales? Desconocíamos lo que realmente son: shoppings, y stands los que en nuestra ignorancia llamábamos puestos de venta, y a los yuppies, ejecutivos. Ese pobre escritor de novelas, que exige derechos de autor. ¿No se habrá percatado de su nombre correcto, royalties? Tú, si no quieres pasar por ignorante, por un old-man, old-fashion, no vaya a olvidarlo: el autoservicio es self service, el escalafón ranking, la carne steak, y manager el representante. ¿Una entrega a domicilio? habla bien, es delivery…

¿Buscas carteles que anuncian rebajas? Nunca los vas a encontrar, busca Sale Off, y vete de shopping a un mall. Y si products tan cheap te producen iba a decir sentimientos, cuando son feelings, y sí estos feelings te conmueven, usa Kleenex, y luego consuélate con un sandwich. Me avergüenza el error en que caí tantos años, que sacaba mi ticket y le llamaba boleto, y a los compacts, discos. ¿Acampar un fin de semana? ¡No, hacer camping un Weekend! Y no olvides tu loción after shave, y cuidado con tu vecino, no te vaya a ver los slips y los tome por calzoncillos…

¿Ves los shows en la televisión? ¿Ves los reality shows? Son la zafiedad de lo idiota y pornográfico, pero así se le quita al castellano la parte podrida…

Aquel al que llamabas jefe, o sea el manager, siempre anda en meetings, con su mejor public-relation, o de bussines junto con su personal assistant, o en todas las del jet, que vienen de hacerse el último lifting, todas amantes del body-fitness y del yogurt light. Porque Argentina ya se modernizó, qué orgullo, aunque ya modernizado no me siento con menos angustia por estar en off, como dicen mis amigos yuppies, y no con un pe..dro bárbaro por más que me pongo a escuchar a los N’Sync, West Life, Back Street’s y Robbie Williams, porque en mi casa mis Cd’s de La Flor de la Canela, los de La negra Sosa, Los Chachaleros o Los Panchos y los de Gardel, los de mi familia, que están a la moda, me los tiraron a la mier… ¿Qué le parece, mi valedor? ¿Me podría decir cómo hablan el español ustedes, los mexicanos..?»

Se lo prometí a la brevedad (sin el necesario posible), pero mis valedores: ¿saben qué? Lo que pasa es que (frase chatarra) tiene tiempo (no: hace, como se debe decir) que lo he venido postergando. Hoy inicia (sin el se) la respuesta, y aunque no se puede tapar el sol con un dedo, no es cosa de rasgarse las vestiduras, que no todo lo que brilla es oro, pero tampoco es cosa de echar las campanas al vuelo porque hoy puedo contestarle. En fin que con indicarle (en lugar de revelarle) algunos atroces lugares comunes que ensucian el habla popular, con una política agresiva voy a poner mi granito de arena y los puntos sobre las Ies, y sin quitar el dedo del renglón, a tomar el toro por los cuernos para que a la brevedad (¿sin el posible?) el argentino tome cartas en el asunto y con todo y ropa casual le eche ganas para salir adelante, o con su pan se lo coma. Claro, no esta dicha la última palabra. Va aquí mi correo electrónico. Ah, perdón. Mail, quise decir. (México colonial.)

En esta hora aciaga…

México, al borde de una crisis fiscal. Para prevenir el colapso, abrir PEMEX al capital extranjero…

Y la recomendación de Alan Greenspan, ex-funcionario del gobierno de EU, la receta casera del chaparrito de Los Pinos: Próximas alzas en carne, leche, huevo, gasolinas… Es México. Yo, mientras tanto…

Estremecido te nombro y te invoco, payaso del arrabal; te honro en el espanto de esta hora aciaga; en los días del desánimo yo te saludo, payaso de la boca-calle. Mis valedores: fue ayer tarde, a esa hora mortecina en que, acosada por las farolas municipales, huye la tarde. Con un mi amigo yo, en la banca del parque, rumiaba asuntos del sentimiento, de los amores idos, del tiempo que pasa para nunca más, de las cosas que en el camino se quedan, de que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismo. Y suspirábamos…

Más allá, la vida que pasa a frenazos, acelerones, altisonancias. De coche a coche, cuando el semáforo en rojo, un rumoroso panal beneméritos buscavidas: chicles, flores, tapetes para auto y esas fregaderitas de plástico y artesanía con las que medio México sobrevive vendiéndolas a la otra mitad. Y entonces, oh dolor, pobre payaso que malabareaba sus pelotas (de goma); y de mano en mano se le cuatrapeaban los malabares, y allá va la pelota verde, y acá le rebrinca la roja, y allá le rebota la azul, y tiene que alagartarse bajo la panza del Neón en procura de la amarilla, que hasta allá fue a dar. El ridículo.

– Pobrín, dije Tú y yo aquí tristeando, cuando ese pobre payaso…

Mi amigo se le quedó viendo. «A ese yo lo conozco. A ver. Claro, si es el Boquerones. Vamos a verlo de cerca». Y sí, joven de cuerpo, moreno claro, pintarrajeado el semblante, en la testa greñuda una peluca ya medio calva Mi amigo se le acercó: «¿Qué no es usted tragafuegos?»

– El mejor del rumbo, me cái. ¿Por qué la pregunta, digo?

– Como veo que cambió de giro y anda haciéndole a la payasada..

– Es que el hambre es carbona, y a puras pelotas hay que aplacarla

– ¿Podría hacer para nosotros la suerte del lanzallamas?

– Los lanzallamas los ando haciendo sobre pedido. ¿Por qué no se cotizan los dos y me llegan al precio?

Cerrado el trato entró en aquella caseta de velador, abrió en la puerta un par de cansados y sacó, con el cuidado con que se maneja nitroglicerina que se pudiese escurrir, una latita de gasolina «¿Listos, caballeros..?»

Y que yo no soy caballero -protesté, y que ah, puñal. Que no, que el «caballero» es término burgués. «¿Listos? Sésguense, que ái les voy».

Y de repente, mis valedores, allá troza el aire la primera columna de fuego, con la lata alcoholera sujeta entre dos brazos. Y allá va la segunda llamarada, y la tercera, y ya «Servidos, mis estimados».

¿Ya? ¿Fue todo? Pagamos. Dos, tres billetes. Y allá va el traga-fuego insigne, a seguir haciendo el ridículo con sus pelotas (de goma) que hizo pasar de mano en mano, a lo chambón. La tristeza, en vez de írsenos, se enconó.

Bueno, ¿Y por qué el Boquerones cambiaría de profesión?/

– Por qué ha de ser: por el costo de las gasolinas. ¿Te fijaste en las llamas que produjo en su acto espectacular?

– El chispoteo, dirás. Caramba antes del modelito neoliberal, qué columnas de fuego las que encendían la vía pública, que sollamaban a los viandantes y aun chamuscaban cejas y pestañas del automovilista.

Y que muy cierto. «Qué horrísono el zumbar de aquellas llamas de apocalipsis, de infierno de Dante. Ah, aquel órgano de fuego, descomunal, como de mancebo dotado». Y que muy cierto. «¿Y lo de hace rato? No un órgano: un organillo de viejo, de impotente, pija de chamaco, soplidillo de monja moco de guajolote Para mí tales llamas fueron como el sol de invierno y las amantes frígidas: calientan, sí, pero no satisfacen». Y que muy cierto.

– Pues sí, pero el Boquerones qué culpa tiene Harto hace él. ¿No ves que para cubrir los costos la gasolina la campechanea con agua al 85 por ciento? Por eso fue que de fuego salía nomás el chisguete y un rociadón de agua y baba y gargajos que hasta acá me alcanzaron a salpicar. El rugido del fuego ¿no lo notaste? Con la garganta, estilo ventrílocuo: ¡fuzzz…fuzzz..!

Y que pobre y que ya nomás se echó tres. No que antes, los del oficio, columnas de fuego para iluminar el mundo. «¿Por qué en mi México todo se va degradando? Estado, políticos, sociedad. Como en los chorros de lumbre del Boquerones, todo en nosotros ya es más la saliva que las llamas…»

– ¿Y qué querías, ya a la vista los aumentos a los productos básicos que nos va a embombillar uno chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes..?

Callamos. Nos fuimos yendo por la penumbra de un ensayo de noche todavía sin amacizar. Más melancólicos que antes. (México…)

Si el «hubiera» existiese…

Otra cosa hubiera sido de existir el hubiera, mis valedores, pero si yo hubiera tenido ocasión de hablar uno de estos días con López Obrador, le hubiera formulado la aclaración: me duele no tanto por el perdidoso, cuanto por el que ganó, por más que «ganó» es un decir. Le hubiera dicho, además: como perdidoso ha corrido con suerte, por la cantidad de problemas que hubiera enfrentado, además de la suerte que significa que el impuesto está trabajado activamente, a base de errores, omisiones y concesiones, para la causa de usted en el 2012. Todo esto le hubiera dicho de existir el hubiera, y aun le hubiera preguntado, como al desgaire: mi señor don Peje:

Ya usted en Los Pinos, ¿mostraría tamaños de estadista, o con una mediocridad aplastante propiciaría en el país un vacío de poder que se habrían apresurado a llenar esas fuerzas tradicionalmente nefastas para todos nosotros, el paisanaje, comenzando con la ultraderecha yunquera, las sotanas, los grandes capitales y los medios de condicionamiento de masas, que propiciaron el «triunfo» del «chaparrito, peloncito», etc.? ¿Sería usted el pelele de tantos cotos de poder político, financiero, religioso, social, económico, «cultural», esto entre comillas? Con usted en Los Pinos, ¿andarían los pro-vidas y Norbertos Rivera en brama, sobrones y

protagónicos, y desbozalados?

¿Ya se hubiese apresurado a acudir a El Vaticano, a rendirle cuentas a Ratzinger? ¿Continuaría usted con la aplicación minuciosa del atroz neoliberalismo que el imperio impone a los países con gobiernos peleles? ¿Tendría sus ojos puestos en Washington, o en los pueblos hermanos del sur?

¿Debería demasiados favores por haber sido impuesto en Los Pinos, que me lo tendrían a estas horas liquidando facturas con la entrega de parcelas de poder y la impunidad a delitos, saqueos, depredaciones y toda suerte de sinvergüenzadas? ¿Tendría que dar carpetazo a la averiguación en torno al bandidaje de Arturo Montiel y toda su raza de esposas, madrastras e hijastros? Y hablando de hijastros: ¿hubiese usted propiciado la impunidad en torno a las averiguaciones sobre los peculeos (¿o se dice peculados?) de Marta con sus dos maridos, y de los hijos de toda su reverenda Marta, los Bribiesca Sahagún..?

Para usted y su honorable familia, ¿hubiera apartado la dirección nacional del PRD, con la esposa de usted como consejera, y la dirección regional para alguna primita de la esposa de usted? ¿Para el pariente Hildrebrando la más aplastante impunidad..?

¿Plaza «de la Constitución» y estadios futboleros seguirán utilizándose para la celebración de misas y rosarios con la concurrencia de los miles de ovejas suficientes para alcanzar esa meta piadosa que es agenciarse un rinconcito en el Libro de Records Guinnes?

¿Permitiría usted que narcos, grandes capitales, cardenales, arzobispos políticos y el duopolio de la televisión fueran un estado dentro del estado y un poder dentro del poder? Los medios de condicionamiento de masas estarían enfilando por la decisión soberana del gobierno venezolano de no renovar más la concesión a la RCTV, golpista y reaccionaria? ¿Hubiese comenzado su gobierno a lo deslenguado, y sin medir fuerzas se hubiese enfrentado a todo un Hugo Chávez, que tiene los suyos en su nidal? ¿Anunciaría con fanfarrias el proyecto Puebla-Panamá, vil petardo, para que Hugo Chávez anunciara que va a dar a los hermanos de Centroamérica esa obra que usted les prometió?

¿Seguirán a estas horas Zetas y Pelones utilizando de correo y recaderas cabezas humanas? ¿Estaría militarizando el país, con el ejército victorioso no con la captura del Chapo Guzmán vivo, sino con criaturas muertas, dos y cuatro años de edad, rifles de asalto con sospechas de gastritis mal atendida?

¿Guiarían su gobierno las doctrinas libertarias de Martí, Juárez y Cárdenas, o nos hubiese salido vendepatrias entreguista y proyanki? Para combatir el crimen organizado, ¿andaría usted pidiendo ayuda (chichi, iba a decir) a la Casa Blanca, para que a la CIA, la DEA, el FBI y varios más organismos gringos enquistados en nuestro territorio, se sumaran los marines del Tío Sam, que usted en plan de López de Santa Anna, propiciara el remate de lo que se inició allá por 1847?

¿Se dejaría mangonear de la Gordillo? ¿Así, a lo escandaloso, a lo impúdico y estrepitoso, y a ojos de todos? ¿No le daría un tantito así de vergüenza? Porque vergüenza sí tiene. ¿O nos iba a resultar que es usted un cínico y un banquetón..?

Si el hubiera existiese, señor López Obrador, ¿hubiera intentado trascender en la historia de México o se hubiera conformado con ser un pobrecillo mediocre del montón? ¿Se mediría usted con la estatua del Tata Cárdenas o con la del Nopalito Ortiz Rubio, si alguna existiese? Si hubiera. Pero no hay. Lástima. (En fin.)

Bienaventurados los mansos…

El hincha, mis valedores. La Perra Brava del clásico pasecito a la red. A la hora del domingo en que redacto esto que más tarde leerán ustedes anticipo mi pregunta: ¿Qué? ¿Amaneció de luto el país? ¿Las banderas a media asta? ¿Ceniza en la cabeza y desgarradas las vestiduras, o muy al contrario, a toda asta el orgullo tricolor, a banderas desplegadas, la perrada brava pegando ávidos amamantones al pomo y bailando al son que le toca la televisión? Mis valedores: ¿triunfamos sobre Costa Rica? ¿Anotamos? ¿Logramos escribir la epopeya nacional? ¿Nosotros? ¿Ustedes, sentados a dos nalgas frente al televisor? ¿Metimos el esférico o nos lo metieron con todo y pito, el del arbitro? Ah, del hincha de la Perra Brava, héroe por delegación Patético…

Patético, sí, tanto como resulta, a mi parecer, el relato de El Hincha, personaje al que su autor trata con admiración y respeto, y que yo leo con esa lástima que me produce cualquier mediocre infeliz. Revelador, el epígrafe:

El 29 de diciembre de 1968, el Club Atlético Vélez Sarsfield se clasificaba campeón nacional de fútbol. A la memoria de mi padre, que murió sin ver campeón a Vélez Sarsfield.

Y el inicio del cuento, espejo que apronto para que se miren tantos, del que transcribo los párrafos que creo sustanciales:

«Goooooool de Vélesársfiiiiiiiiiiellllllddd! -gritaba Fioravanti (el merolicronista, aclaro.)

– ¡Gol! ¡Golazo, carajo! -saltó Amaro Fuentes frente al receptor. (Nostálgico de su Buenos Aires, residía en Asunción. Y su historia personal:) «A medida que fueron pasando los años, se convirtió en un perfecto solitario, aferrado a una sola ilusión. La vejez pareció caérsele encima con el creciente malhumor, la debilidad de su vista, la pérdida de los dientes, la artritis. Como nunca había ahorrado dinero, ni había sentido jamás sensualidad alguna que no fuese su amor por Vélez Sarsfield (válgame), su vida continuó plena de carencias ) Su cuerpo lleno de arrugas, su pasividad, su estoicismo, su mirada lánguida y esa pasión velezana que se manifestaba en el escudito siempre prendido en la solapa del saco». (Dios…)

Y que el campeonato era el único sobresalto que esperaba de la vida monótona, «que parecía que sólo se justificaría si Vélez salía campeón». Y el bloque final del relato, del que copio lo que juzgo esencial:

«- ¡Gooooooooool de Vélsársfíiiiiiiiilllld!»

La voz de Fioravanti estiraba las vocales en el aparato y Amaro, llorando, sintió que jamás nadie habla interpretado tan maravillosamente la emoción de un gol. Vélez se clasificaba, por fin, campeón nacional de fútbol.

Pocos segundos después de ese cuarto gol, cuando Fioravanti anunció la finalización del partido, Amaro estaba de pie, lanzando trompadas al aire, dando saltitos y emitiendo discretos alaridos (sic.) Dio la tan jurada vuelta olímpica alrededor de la mesa, corrió hacia el ropero, eligió la corbata con los colores de Vélez y su mejor traje y salió a la calle (:) Caminó resueltamente hacia la plaza En el crepúsculo y frente a la iglesia se acercó a la parada de taxis, eligió el mejor coche, y subió a él

con la suficiencia de un ejecutivo.

– A recorrer la ciudad, y tocando la bocina ¡Vélez salió campeón..!

Bajó los cristales de las ventanillas y empezó a agitar el banderín al viento, con una sonrisa emocionada y el corazón galopándole en el pecho, sin importarle que la solitaria bocina desentonara casi afónica con el atardecer, y sin reparar siquiera en el reloj que marcaba lo que le costaría pero carajo, se justificó, el campeonato me ha costado una espera de toda la vida y los muchachos de Vélez se merecen este homenaje a mil kilómetros de distancia».

En la esquina Amaro vio que alineados en la banqueta, los de la barra aplaudían. «Más despacio, pero sin detenernos», dijo Amato mientras se esforzaba por contener esas lágrimas que resbalaban por sus mejillas, libremente, como gotas de lluvia Al oír en la barra algún «viva Vélez», ya no pudo contenerse y pidió al chofer que lo llevara a su casa

«Entró en silencio. Hacía unos minutos que su corazón se agitaba desasusadamente (sic). Un cierto dolor parecía golpearle el pecho. Amaro supo que necesitaba acostarse. Lo hizo, sin desvestirse, y encendió la radio a todo volumen. Un equipo de periodistas, desde Buenos Aires, relataba las alternativas de los festejos en las calles. Amaro suspiró y enseguida sintió ese golpe seco en el medio del pecho. Abrió los ojos, mientras intentaba aspirar el aire que se le acababa, pero sólo alcanzó a ver que los muebles se esfumaban, justo en el momento en que el mundo entero se llamaba Vélez Sarsfield…».

Un humano episodio altamente dramático, quiere su autor. A mí, con sus puntos de melodrama ridiculillo, me resulta patético Alguno de ustedes, héroe por delegación, si se mirase en Fuentes? Ah, Perra Brava (En fin.)

En tiempos de Don Porfirio

Mi don Joaquín de la Cantolla y Rico, globonauta de fines del XIX, que es decir el del plastrón y el miriñaque, la crinolina y el polisón. De aventurero tan hazañoso les hablé ayer aquí mismo, y tracé un esbozo de retrato hablado del audaz que con su armatoste rayoneó los primeros garabatos en los cielos de México para guía de los aguiluchos que vendrían después. Qué tiempos. «Tiempos en que era Dios omnipotente – y el señor don Porfirio presidente. – Tiempos ay, tan lejanos del presente», que dijo Leduc. Tiempos aquellos que se fueron para nunca más. Y aquí, el suspirillo. Pero sigo con mi don Joaquín, que con su globo ganó gloria y perdió uno de los ojos.

A resultas de alguno de los tantos accidentes en los que el globo lo aventó hasta el camastro de un sanatorio, el tuerto vejancón iba volviendo en sí, que por el traumatismo global estuvo a punto de volver en no. «¿En dónde estoy..?’

– En el sanatorio de las agustinas. A ver, abra la boca Su cucharada

– ¿Y mi globo? Déme razón. ¿Cómo quedó mi globo..?

Destrozado. El viejo suspiró. «Y cómo esperar otro resultado, si el mío era un globito pacotón. Ah, si yo tuviera el mejor globo de México…»

– Sólo importándolo de Francia, de Alemania. En nuestro México no se fabrican globos de calidad.

– ¿Que no? Oigan a la madre esta Y el mejor globo del mundo, el más resistente, el mejor inflado. Sebo, pellejos, carne de cogote, su materia prima pero el globo más vistoso que este, imposible. ¿Pues qué no ha oído hablar de la selección mexicana de futbol? Esa sí que es un globo, no un papalote como mi globito. Fuerte, resistente, perfectamente inflado por los merolicronistas al servicio de la industria que les paga por manipular aturdidos. Ah, esos Muros y Sarmientos, esa caterva de gritones, estridentes y alboroteros, que son los Protagonistas. Ah, esos Bermúdez perros. ¿Los ha oído usted, madre?

– Cálmese, son los que cuidan el sanatorio. Ladran de hambre, pero al rato les van a arrojar sus pellejos. Vuélvase de espaldas, que voy a aplicarle una cataplasma ¿Le duele este lado del costillar..?

– Yo me refiero a los otros, o sea los alquilones de la tele, profesionales del grito y el alarido teatrero, histrión y manipulador de candidas masas reducidas a la infrahumana condición de «Perra Brava». Hablo de esos que «analizan el carácter estético del juego como se analizaría una obra de arte, pero no nos engañemos: crean una pseudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de unas masas a las que no se les permite el acceso a la cultura, y a las que se manipula y se condiciona para la pasividad y la no acción; para hacerlas sentir, mañosamente, héroes por delegación»

– Todos traemos la camiseta de nuestra selección, la de Huguito. ¿O qué, no es usted mexicano? Ya ve, el doctorcito está viendo en la tele el México-Honduras. ¿Cuántos goles cree que le embombillemos a los catrachos? Yo a los bonites de Blanco los vengo encomendando a Dios en mis oraciones.

– ¿Camiseta de nuestra qué? ¡No me eche-inglés, madre! El sentimiento seudo-patriótico que depositamos en el seleccionado nacional sirve para ocultar la falta real de una auténtica unidad nacional capaz de enfrentar agresiones «nacionalistas» o del imperio del norte, y créame, no todos se dejan manipular por el futbol como simple espectáculo. Los ricos no son tarugos; ellos practican el deporte de su preferencia polo, esgrima tenis, natación, equitación, todo. Ellos juegan, pero a las masas explotadas, en cambio, las aplastan a dos carnazas en el estadio y las manipulan dándoles la ilusión de que son ellas las que juegan en la cancha «¡Ganamos!», «¡Casi empatamos!», «¡Casi metemos el gol!». «¡Casi!» ¿Ustedes? ¿Sentados a dos posas y entripándose de cheves, botanas y cacardí? Y a costa de las masas vengan las buscas del consumismo desaforado, y que en los hijos de Sánchez y en los Cabrito Arellano esas masas tomen desquite de los agravios que les infieren los Cabrotes Arellanos del Sistema de poder. ¿Entiende ahora madre? Porque el futbol, como espectáculo de masas «sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las hazañas donde se requiere fuerza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida… Mire el vespertino.

Leyó en alta voz: «Duele la derrota, inquieta la realidad: no hay equipo; preocupa lo que ha sido némesis (¡sic!) en el futbol mexicano: la ausencia de gol. La gente, hoy más que nunca se pregunta ¿y el equipo? Por Dios, qué desaliento». Así manipulado, el fanático: «Por qué, Dios mío, por qué dejan que desgarren las telas del corazón teniendo que sufrir derrotas tan lacerantes. En entrenador, un inepto, y nosotros agonizando de dolor. Si en mi mano estuviera, él serla desollado vivo y después… ¡colgado! ¡Para que vea lo que duele la calda de nuestros muchachos..!» Snif. (Seguiré con el tema)

México de mis recuerdos

El México que vivió con un pie en el XIX y el otro en el XX, mis valedores, ese México que, memoriosos, los que vivimos hoy podemos mirar en la historia patria y leer en las películas, o al revés. El México de miriñaque, la crinolina y el polisón; el de los personajes reales e imaginarios tan vernáculos como aquel señor don Porfirio y otro señor don Nicolás Zúñiga y Miranda, su eterno rival en esa hoy apodada «fiesta cívica de las urnas». Cruza también la pantalla de las más viejas películas del cine nacional ese viejo rabo verde llamado don Susanito Peñafiel y Somellera, que en las tandas del Principal y vestido de marinerito entonaba, patiño de la triple principal: «Carlos Truchuela y Quiroz». Qué tiempos los de aquel México antañón de las señoritingas y los lagartijos. Ay, qué tiempos, señor don Simón…

Hubo por aquel entonces un personaje de nombre mi don Joaquín de la Cantolla y Rico, conquistador de los aires, que en ellos abrió veredas, y cuyas hazañas en globo aerostático mantenían arrobados tanto a la gente «decente» como al peladaje. En cada ascensión don Joaquín arriesgaba su vida, y ya su temeridad habíale costado uno de la cara, que suplía con una canica. Y en uno de tales accidentes, según crónicas de época, ocurrió lo que aquí se consigna:

Vuelto en sí, el De la Cantolla quejábase blandamente, y pasaba la lengua por

unos labios resecos. Intentó incorporarse. «¿En dónde estoy?»

– En el sanatorio de las agustinas. ¿Cómo se siente? -el doctor.

Debajo de las sábanas, el paciente se toqueteaba clavículas, esternón, costillares; luego bajaba ambas manos y tentaleábase las entrañables zonas abajeñas, donde los varones de pro sostenemos en su nidal esos que ya perdidos no hay canicas que los sustituyan. Reprimiendo en quejidillo:

– ¿Y mi globo aerostático, doctor?

El aludido se dio a mirar la gloria de azaleas y bugambilias del jardincillo. Porque el artefacto volador había quedado hecho garras en los llanos de Balbuena, muchas lenguas al este de la ciudad. «¿Y mi globo..?»

– No piense en globos, sino en reposar. Su cucharada.

Y es que horas antes, a media mañana y al son de dianas, marchas dragonas y vítores, el aguilucho se había alzado en su artefacto sobre los llanos de Balbuena, y sí, en un principio todo marchó viento en popa, dondequiera que un globo cargue la popa El artefacto mecíase sobre las corrientes del aire cuando el intrépido tuerto, aventurero corazón, enfiló rumbo al centro de la noble y vial. Abajo, ecos de hurras, aplausos y la banda de la gendarmería (banda de hacer música, no de perpetrar extorsiones, asaltos, secuestros, y violaciones). Chistera en mano, el intrépido saludaba con leves inclinaciones de testa. Qué bien. Pero de súbito, mis valedores…

De repente, el bandazo de viento atravesado, el descontrol, un crujido, un zigzag; y al suelo el globo aerostático. Mi don Joaquín fallaba una vez más en su propósito de surcar los aires encima de la plaza de armas, y entre un desgranar de cien bronces de exultante clamoreo desplegar en lo alto la bandera tricolor. Un viento cruzado había herido el flaco izquierdo del armatoste (flanco que en todos los armatostes es el más vulnerable); al chiflón, la estructura se zarandeó y agitóse la quilla mientras alá abajo, en el palacio de gobierno y con su banda de Lascuráins, tandas y Escandón y Ladrones de Guevara (Y, de poderse, de presupuestos), nuestro prócer (don Porfirio) seguía aguardando la hazaña náutica Ahora en su catre, el accidentado:

– Sea por Dios. ¿Pero cómo quedó mi globo, doctor?

– Bien, en lo que cabe. Dos, tres remiendillos, un costurón, engrudo…

– No engrudo, doctor: atole, y con el dedo, es lo que usted quiere dar, mexicano de mí. Mi globo ya felpó, me da la corazonada Ah, si pudiese agenciarme un globo; pero un globote, un globazo, un globón…

– Pues como no lo importe del extranjero: Francia, Alemania…

– Qué va Aquí mismo sabemos inflar los globos más canelones.

– Creería, de no verlo ecuánime, que desvaría ¿Globos en México?

– El mejor de los globos, doctor; el globo mejor inflado por Televisa y TV Azteca. La selección mexicana de fútbol, esa sí que es un globo. Sebo, pellejo y carne de cogote, pero que mantiene a millones de candidos así, mire: alejados, pasivos, enajenados y dependientes, todos herrados por una mediocridad y por una innata vocación de Perra Brava. La selección mexicana de futbol: esa sí que es un globo infladísimo, no mi pobre papalote de carrizo, papel y engrudo. ¿O no, doctor? ¡Doctor, dónde está! ¡No me deje hablando solo!..

Ahí, pomo de jarabe y cuchara al frente, la novicia rechoncha «Calle, hombre de Dios, que ya comienza con el partido. El doctorcito le va a Honduras, pobrín de él, porque yo ofrecí mis oraciones por México. ¡El México de Hugo! ¿Usted a cuál le va? Abra la boca Su cucharada». -¡Agh.!-(Sigo mañana)

La del perro y el lobo

Tal es la fábula que antenoche me vino a contar La Fontaine, fabulista del siglo XVII, acerca de cierto lobo feroz al que el hambre lo traía acezando, con toda de fuera (la lengua). La casualidad lo empujó hasta los terrenos de una casa grande, enclavada entre los pinos, y ándele, que se fue a topar con su primo carnal, aquel perro que le ofreció una dieta de pavos, perdices, capones. «Porque mira nomás: un muerto de hambre, un mendigo».

«¡Méndiga tu perra m…» Lo pensó nomás, porque el primo estaba bien criado y a él lo doblaba la avitaminosis. Aun intentó una sonrisa. El dogo:

– Vente conmigo a la casa grande, que ahí gozarás de retazo con hueso todos los días de tu perra (de tu loba) existencia. ¿Te apetecen los capones?

(«Y hasta sin capar») -Que me placen-y sonreía. Y allá van pian pianito, moviendo esas flacas y escurridas carnes, pero qué ritmo y salero al andar. «¿Y qué debo hacer, primito, para ganarme el capón?»

– Minucias; espantar pedigüeños, ladrar contra visitantes inoportunos, cuidar la finca Por cuanto al amo: con movérsela, o sea la cola, y lambérselas, o sea sus chanclas. Con eso. Ah, pero la recompensa..

¿La recompensa? «Pechugas de pavo, huacales de pollo, rabadillas de pata y pato, pichones, filetes mignón. ¿Conoces el mignón?»

– En las fotos: tamaño mignón.

Y así, trota que trota, el par de mamíferos se acercaba a la casa de los pinos. El famélico, a la perspectiva de los capones, discretamente babeaba «Ya se me paró la águila». Pues si, pero de repente: ¿y esas marcas en el pescuezo? «¿Os vais quedando calvo de vuestro cogote?»

– Nada de importancia -el mastín olisqueó el muro de la casa grande, alzó la de atrás y trazó fulgurante rúbrica-. «Nada serio, primo».

– Pero si la traéis toda pelada, me refiero a la cuera

– La argolla me la peló.

«Chance y le revire el albur». Se frenó. «¿A qué argolla os referís?»

– A la argolla con que me ata el big chif», aclaró Mr. Dogo.

– ¡¿Qué os atan?! Pero… ¿os dejáis atar?

– Requisito en la casa grande. Disciplina, tú sabes. Institucionalidad.

– ¿Y a qué más se os obliga si se puede saber?

– A minucias, si las comparas con los capones que nos arrojan a los capones: viáticos, dietas, becas del FONCA, viajes al extranjero, sobresueldos, la curul, el escaño, esta dependencia menor a oficialía mayor…

– O sea que a mí también me la van a pelar, la pelusera de mi cogote…

– ¿Y eso qué conque? Tienes garantizadas tu premio del gobierno, tus honras en vida y más tarde tus honras fúnebres. ¡Tuyo va a ser el gordo!

– Ese gordo, ¿no será Carstens? Arrobas de sebo. ¿Y si ronca o le jiede?

– Gordo, pero de la lotería nacional, un gordillo que te dará una Gordillo para tu beneficencia pública Te hace su yerno, y de ahí directo a la SEP, ¿te imaginas? O al PensiónISSTE, y quedas forrado per secula seculorum.

(«¿Le reviro el albur?») «¿Y a qué más os obliga en la casa grande?»

– A nada ladrarle hoy al que ayer le gruñías; a lamber hoy lo que ayer mordías; a aplaudir lo que criticabas, o a la visconversa A ocultar por igual, cuestión de justicia, tanto los logros de Ebrard, como los fracasos de Calderón. Por igual. Hay que ser parejos.

– Válgame, pues qué reculones.

– Para un chucho reculones y chaquetazos son su segunda naturaleza Pregúntale a los del viejo Comunista Mexicano cooptados por Echeverría: hoy, la curul, el escaño, el puesto diplomático. Pura vida Nomáaas.

– Estoy calculando, primo, que yo no podría chaquetear.

– Porque te estorban tus adherencias, pero allá adentro te las rebanan. Mírame a mí: livianito, sin pelotas para el chaqueteo, el reculón, la culimpinada Tú ya capón, los capones no te han de faltar. ¿Qué, te dejas?

– ¡¿Que qué?! ¡Me dejo madres! ¡Muérame de hambre mil veces, pero con la dignidad enteriza y bien afincada la varonía en su nidal! Quezque yo, todo un lobo, parar en chucho capón o en chucho de Nueva Izquierda. ¡Eso no lo verán tus ojos, pragmático-utilitarista de miércoles..!

(Era martes.) La Fontaine: «Y pegando aquel brinco soltó el lobo la carrera y se alejó de los pinos. Hambriento, sí, pero entero. Apréndetelo y…»

Ahí, mi primo el Jerásimo, licenciado de lo que queda del Revolucionario Ins., que escuchaba tras de la puerta

– ¡Echa de aquí al tal La Fontaine! Pues qué: ¿un fabulista trasnochado venir con sus antiguallas? ¿Uno, como político, no tiene derecho a progresar? ¿A los capones ningún capón? ¿Dignidad personal? ?iganlo. ¡?chalo fuera!

A empellones lo eché. Chance y yo una bequita.. (¡Agh..!)

Los reculones

La Fontaine. mis valedores. ¿Conocen al fabulista y poeta del siglo XVII? ¿Habrán leído su obra le han extraído la moraleja a sus fábulas? ¿La del lobo y el cordero, la del desdichado y la muerte, esa tan aleccionadora de aquella rana que, en el intento de crecer al tamaño de un toro, terminó reventando? Yo, la noche de ayer, me llevé a La Fontaine a la cama (me llevé sus fábulas), y ya más para allá que para acá, en plena duermevela, leía aquello de que el gato Rodilardo hacía tal matanza de ratones, que los sobrevivientes, sin atreverse a salir de su agujero, realizaron foros distintos (tesis, ponencias y conferencias, y que moción de orden, compañero, que ya llevamos encuevados cinco días en las discusiones, y es lo madre, porque hasta no llegar a los resolutivos no salimos de aquí. ¿O no, compañeros del CGH?) Más dormido que despierto, pensé:

«Pero los compas ratones ya conocen la solución; una mega-marchita para ¡e-xi-gir! a su enemigo histórico que deje la carne y por amo a sus enemigos se torne vegetariano. Así de fácil». En la penumbra de mi habitación una voz cadavérica: «Mi valedor». Tíznale. Yo, el espeluzno, el calambre, el sacón. ¿Y esa sombra, ese fantasma? ¿Ese aparecido de dónde salió, quién es?

– Soy yo, La Fontaine. ¿Puedo..? Pudo. Se sentó a la orilla de mi cama,donde yo dormitaba

– Quiero dictarte una fabulilla, bigotón, una que me inspiraron tus colegas, esos intelectuales mexicanos que, ahijados al Sistema de poder, por asegurar una buena pitanza (becas y prebendas, estrellitas en la frente, cargos honoríficos), se aplican sañudamente a quemarle copal al santón en turno, no importa que se trate de un carnicero como Díaz Hordas, de un frivolón López Portillo, o Fox el ignaro que no sabe lo que ignaro significa o uno «chaparrito, peloncito», etc.). Hoy, para mi fabulilla, tengo en la mente la cínica fecha de esos intelectuales orgánicos, inorgánicos, tartufos pragmático-utilitaristas que, huérfanos de moral personal, tras la masacre del 10 de junio de 1971 se pusieron a clamar que «¡Echeverría o el fascismo!» Quiénes son, tú bien los conoces, los reconoces, vivos o muertos. Escucha y trata de retener el sentido de la fabulilla «Erase que se era.»

Válgame con La Fontaine, pensé. ¿Pues cuánta vigencia pudiesen guardar todavía hoy los conceptos morales y las moralejas de un personaje con mentalidad de hace casi cuatro siglos? En fin. Le agradecí cortésmente su buena intención. Comenzó su fábula «Erase que se era un lobo feroz».

Friégale. A esta hora de la noche Los Tres Cochinitos…

Lobo Feroz cuando los tiempos de bonanza, porque ahora el pobre, mira el puro carcaje, la cuera embarrada a los costillares y con una hambre que ni la del indígena chiapaneco, o de Oaxaca y anexas; un hambre ya canosa de tan vieja Pobrín de él, ¿no te parece?

El bueno de La Fontaine. Reprimí uno como ese que alguno de ustedes intenta disimular (un bostezo.) El fabulista, aliento a queso Roquefort; o al menonita de mi Zacatecas, mejor todavía «¿Y sabes por qué andaba en buen lobo trasijado de necesidad? Por la espléndida jauría de perros que custodiaban la zona perrazos de

esta alzada con unas fauces que haz de cuenta patrulleros de la Cuauhtémoc».

Yo en la cama, volví a chiquitearme el negro que había dejado caliente. Ya se había enfriado, lástima Volví el café a la mesa de noche.

– Atormentado por una hambre feroz, el feroz lobo se atrevió a acercarse a la casa grande, con sus acogedoras cabañas entre Los Pinos, en cuyos apriscos, chiqueros y gallineros engordaban pavos, gansos, gallinas, cerdos cuinos y talachones, puro animalito capón para chorizo y jamones. Mmm…

Y ocurrió, mis valedores, según La Fontaine, que el famélico animal fue a toparse de súbito con aquel mastín que deambulaba por entre Los Pinos. Rápido de reflejos, el lobo se relamió: «Mas que sea de perro, pero yo lleno tripas, duodeno, vías alternas y segundos pisos». Pero el mastín era fuerte, estaba bien criado. Calculando fuerzas, y a querer o no, el mamífero carnicero dio el reculón y se vio precisado a echar manos del de Carreño, el manual:

– Buenas las tengáis, Mr. Dogo. Oh Dios, qué magnifico aspecto el vuestro, mi buen señor.

– Pues ahí nomás. ¿Qué te trae por la civilización, primo?

Pero qué extraño: a diferencia de los de casco, forifái, patrulla y botas hasta las… corvas, el dogo este era de buen corazón, y le dolió la suerte de su primo lejano, la oveja negra de la familia El lobo negro, más bien.

– En tus manos (tus garras) está el engordar tanto como aquí tu primo.

(Achis, achis.) «Sí, con solo que dejes montes y valles donde andas bramando de hambre, pobre mendigo» «Mendiga tu perra m…» (Mañana)

¡Alerta roja..!

Las pesadillas, mis valedores. El viernes pasado les conté que el domingo anterior en la noche, con los capítulos de Frankestein en las manos, me quedé dormido, y que en sueños me vi en aquel castillo sombrío donde un sirviente contrahecho me condujo hasta el laboratorio del científico creador del monstruo. El de la bata blanca, rostro mofletudo y vulgar, que alzaba la ceja derecha (La ultraderecha, más pesada que El Yunque) ordenó descorrer la sábana, y horror: ahí, atado a la plancha de acero con fuertes correas que le ceñían cuello, muñecas y tobillos, la espantable criatura. Y supremo artificio de la aberración: la cabeza había sido unida al tronco con hilo de cáñamo mal hilvanado, y el tórax a brazos y muslos por costurones malhechos. «¡Pero qué experimento diabólico es este!»

Diabólico, sí; el engendro que yacía inerte en la plancha era una abominable retacería de cadáveres que integraban uno solo entre todos, monstruoso y descomunal. Yo trataba de gritar, de huir, de despertar. El de la bata blanca: «Conectan- la corriente, Miquelángelo…»

Vi que el contrahecho alzó aquel cráneo, materia inerte, para luego acoplarle un casco de hierro unido con dos electrodos a la fuente de la electricidad. Vi que el científico, junto al cadáver de los costurones, graduaba manómetros, cuadrantes y reóstatos, accionaba botones y palanquetas, conectaba la energía eléctrica. Zumm, comenzó a fluir la de alta tensión, y luces azulencas y encarnadas brincotearon entre bornes, terminales y polos positivos y negativos. Zumm. ¡Dios, no es mucho lo que te imploro, sólo que no la tiznes, que me ayudes a despertar..!

Despertar, porque en mi pesadilla vi que las potentes descargas sacudían, estremecían, convulsionaban las carnes yertas, que la sangre comenzaba a colorear la amarilla pelleja, que el cadáver tomaba a la vida, una vida siniestra, monstruosa, antinatural. Vi las tasajeadas carnes vibrar, estremecerse mientras soterradas contracciones tensaban y acalambraban los músculos del cadáver. Ah las convulsiones de la carne muerta; ah de aquel como suspirar, resollar, removerse…

– ¡Mueve los dedos, las manos! ¡Abre los ojos! ¡Se me queda viendo, doctor! ¡Basta! ¡Desconecte la corriente! ¡Detenga el experimento..!

– Verr ahí mi obrra, rresultado de media vida de desvelos y esperrimentos fallidos. Parra mis colegas opusteídas y legionarios de Cristo parra todo el país, un loco, un infeliz. Burrlarrse, darrme por muerrto, perro…

– Más que perro: loco delirante.

– Dije perro, conjunción adversativa perro la horra sonó de mi venganza contrra todo Mecsicou. Mi crriaturra irr y aniquilarrlos…

– ¡Se tensa, se yergue! ¡Ya rompe las ataduras! ¡Se ha puesto de pie!

– Le prresento a Frrankestein. Y tú, Miquelángelo) Yunes, abrrirr la puerrta que el rresucitado ISSSTE-Frankestein tenerr sed de sangrre…

– ¡No dejen salir a esa fiera! ¡Su cabeza, la de un criminal!

– Serr de un bellaco dilapidadorr de los dinerros públicos. Erra la cabeza del PRRI cuando pendió la cabeza ¿Lo rreconoce usted?

¡Madrazo! ¡Por qué al pobre monstruo enjaretarle esa cabeza!

– La de Carrlitos Salinas le iba a ponen (en los electrodos, la corriente bufó), perro me dio lástima de Salinas le puse los puros tanates.

– Grotesco. Y esas manazas a la medida para robar, saquear, depredar…

– Las de los Bribiesca Sahagún. ¡Anda, Frrankestein, ve y sacia mi furria vengativa! «Comienza porr el que me descrribió como «uno chaparrito, jetoncito, peloncito, de lentes». Destrruye a esos que me dierron por muerrto frrente al tal Peje. Un líderr nato, no un mediocrre como yo, perro con la ayuda de Azcárraga, el Salinas de la TV y los pulpitos, me peló trres rriales…

– ¡Deténganlo, no! -Brazos al frente, vacilantes pasos, el engendro tomaba la salida rumbo al plantío de luces allá abajo, en el valle donde todos dormían y siguen durmiendo, el valle de Anáhuac. «¡Deténgalo, tenga piedad! ¡Va a agarrarlos dormidos!» Bufando, amenazador, el engendro desapareció en la oscuridad. A la ruina A la catástrofe. Un trueno. Un relámpago.

A lo lejos. Macbeth clamaba por el sueño perdido; yo, por el despertar.

– Que su cerebro razone, que reflexione sobre el daño, el dolor, el duelo. Una luz de inteligencia en ese cerebro y estamos salvados…

– Le enjareté el cerrebro de Fox, eche cuentas…

¡Dios, que el corazón de esa bestia se duela del paisanaje..!

– Le embombillé el de la Gorrdillo, parra que al nuevo engendrro ISSSTE-Frankestein le maneje a su gusto el Pension-ISSSTE calcúlele.

¡Y ya el muy teutón soltó al monstruo! ¡Y ya Frankestein-Pension-ISSSTE se echa sobre un paisanaje que sigue durmiendo! (¡SOS!)

Gótica

Las leyendas de horror, mis valedores. Copio de una obra maestra del género: «El verano de 1816 fue en Suiza excepcionalmente lluvioso y desagradable. Lord Byron y Percy Bische Shelley, los dos mejores poetas jóvenes de Inglaterra estaban por entonces por Ginebra, y entretenían su tedio de las noches contándose cuentos de fantasmas. Byron propuso que cada uno de los asistentes a aquellas reuniones escribieran una historia de terror. Luego conversaron acerca del principio de la vida y la posibilidad de volver a infundírsela a un cadáver.

Mary, la joven esposa de Shelley, subió a acostarse, pero no pudo dormir. Con los ojos cerrados vio mentalmente las imágenes que más tarde iba a desarrollar en su novela Frankenstein, o el Prometeo moderno…»

Y sería la lluvia que se aplanaba afuera de mi ventana sería la novela de Mary Shelley que estuve leyendo, o tal vez una cena sobrecargada de grasas, especias y condimentos. Lo cierto es que la noche del pasado miércoles tanto me sumergí en la lectura de aquellas escenas de escalofrío, y tanto me impresionó la historia que tantos de ustedes conocen por el libro o el cine, que esa noche viví la aventura de la novela de terror, y la viví de la siguiente

manera que aquí paso a relatar:

En sueños me vi encerrado en aquel caserón sombrío. En la pesadilla me observaba caminando por un corredor penumbroso y a la luz del hachón que sostenía con su mano sana el engendro aquel, jorobado de torcido mirar que me conducía escalones abajo. «¿A dónde me lleva?» Me atreví a preguntarle.

– Al sótano – me contestó en un gruñido. El lo está esperando…

– ¿El? ¿Y quién es él? -el espanto me hacía tembloriquear.

Con un gemido me respondió, y al silencio volvimos, yo en seguimiento de los pasos cojitrancos del contrahecho. Intolerable me resultaba el tufo a humedad, a rancio, a corrupción, a orines de las ratas que infestaban el castillo. Y aquella taquicardia Intenté despertar. Todo inútil.

De repente y sin apenas darme cuenta de su presencia ¡el personaje aquel que se arropaba en la penumbra! Su voz, el sentido de sus palabras me hicieron estremecerme:

– El pseudo-neo-comunistoide, yo suponer.

– ¿Quién es usted? ¿Qué lugar es este? ¿Quién me trajo hasta acá? ¿Para qué me trajeron.?

Distinguir su rostro, imposible. Hundido en aquel sillón de alto respaldo, el personaje se oscurecía en la penumbra Su voz, su acento extranjero:

– Please, sentarse. Serr bienvenido.

– Sí, pues, ¿pero quién es usted? ¿Cuándo, dónde, de qué nos conocimos? ¿Dónde estamos? ¿En qué país..?

– Mi serr científico. Parra mis colegas yo serr un fool, un loco. Yo saberr que usted tenerr interrés (interrés, no me corrijas, computadora estúpida ¿no ves que era teutón?); interrés, decía en adelantos de la investigación científica Que usted querrer conocerr misterrios de la vida y la muerrte

Toqué madera mientras lo oía rreír así (reír, perdón) entre dientes. Me estremecí en sueños y miré en torno. Era aquel un laboratorio en penumbra con los muros tapizados de tableros y estructuras que hervían en matraces y retortas, tubos en serpentina e instrumentos de medir, todo punteado de luces intermitentes. Un suave ronroneo, que supuse de algún generador de energía eléctrica Intenté despertar, y aquellos latidos desaforados, y aquella arritmia y aquella voz… (¿No los estoy aburriendo? ¿No se me han asustado en demasía? Sigo, pues.) Aquella voz: «Así que venirr usted a conocerr a la crriatura Mostreársela tú, Miquelángelo…

¿Miquel qué? El cual, entre gruñidos guturales, me condujo hasta el otro extremo del laboratorio, y con aquel garfio, o sea su índice engarabatado, señaló hacia la cortina marrón. Lo vi dudar. El hombre de la penumbra

– Tú tenerr valorr. Tú jalarr la corrtina y descubrrir la sábana

El baldado obedeció. Recorrió la cortina y con gesto dubitativo fue descubriendo la sábana que cubría el camastro de hierro, monumental y entonces… ¡horror! Con la diestra contra los labios, muy al estilo expresionista de la dama del cine mudo, ahogué el grito de espanto.

¡Pero qué experimento diabólico es este! ¡Auxilio! ¡Quiero despertar!

Y fue entonces… (Después, el final.)

Si Ratzinger llega a venir…

¿Irá a atentar contra la Historia al soltar conceptos como esos que le escuchó la 5a. Conferencia Episcopal de la América Latina y el Caribe (CELAM), celebrada en Aparecida, Brasil, del 9 al 14 de mayo pasado? Que la religión católica no fue impuesta en las tierras de América, y que la utopía de volver a dar la vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado…

Ahí mismo, el escándalo. ¿Cómo se atrevía Ratzinger, Papa de Roma, con dichos de tan dudosa validez? La protesta del teólogo: «La Iglesia de América Latina ha ocultado el Evangelio. Tendría que ser autocrítica Eso es más importante que amenazar a los narcos con el infierno…»

Yo, mientras tanto, ofrezco a todos ustedes un par de retales del borbollón de sabiduría indígena que sobrevivió al exterminio a manos de los destructores Tata Vasco y Diego de Landa. Y qué altura de conceptos! ¡Cuánta belleza en la expresión! ¡Qué sabiduría y amorosas terneza, canto y flor, espiga madura de un legado aborigen que mal conocemos, y que nos sería de sustancial valimiento en nuestros tiempos, difíciles y anubarrados, del divorcio de la pareja, la droga, el licor y la delincuencia juvenil…

Como para abochornarnos, dije antes,

al apreciar todo el camino que hemos retrocedido desde nuestra indígena raíz en eso que atañe a los valores que conforman la conducta de una sociedad Como para enternecernos con el amoroso afán que resuman las reglas morales que regían a la familia indígena, que algunos califican de atrasada frente al flamante mundo «civilizado» que así produce las comaladas de jóvenes-problema Si se conociese, si rescatásemos la sabiduría del mundo que vino a hacer trizas la tizona del conquistador. En fin. Ahora, a leer a los hijos y la única los consejos que daba el padre a la niña que llegaba a la doncellez:

«Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen. Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el dueño del Cerca y del Junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres.

Ahora que ya miras por ti misma date cuenta Aquí no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí surgen, crece el sufrimiento, la preocupación. Aquí en la tierra es el lugar de mucho llanto, lugar dónde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento. Un viento como de obsidiana sopla y se desliza sobré nosotros.

Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol y del viento. Es éste lugar donde casi padece uno de sed y de hambre. Así es aquí en la tierra.

Oye bien, hijita mía, niña mía: No es lugar de bienestar en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad. Se dice que la tierra es el lugar de alegría penosa, de alegría que punza. Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes.

Pero ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma he aquí a tu madre, tu señora; de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste. Como si fueras yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado.

Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no seas vana, no andes como quiera, no andes sin rumbo. ¿Cómo vivirás? ¿Como seguirás aquí por poco tiempo? Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita, pequeñita…

He aquí otra cosa que quiera inculcarte, que quiero comunicarte, mi hechura humana, mi hijita sabe bien, no hagas quedar burlados a nuestros señores por quienes naciste. No les eches polvo y basura, no rocíes inmundicias sobre su historia su tinta negra y roja, su fama

No los afrentes con algo, no como quiera desees las cosas de la tierra, no como quiera pretendas gustarlas; lo que se llama las cosas sexuales, si no te apartas de ellas, ¿acaso serás divina? Mejor fuera que perecieras pronto…

No como si fuera en un mercado busques al que será tu compañero, no lo llames, no como en primavera lo estés ve y ve con apetito de él. Pero si tal vez tú desdeñas al que puede ser tu compañero, si lo desechas, no vaya a ser que de ti se burle, en verdad se burle y te conviertas en mujer pública..

Que tampoco te conozcan dos o tres más. Quien quiera que sea tu compañero, ustedes, juntos, tendrán que acabar la vida. ¡No lo dejes, agárrate de él, cuélgate de él, aunque sea un pobre hombre..! (Seguiré después.)

Cuidado, es Ratzinger

Yo, mientras tanto, en mala parodia de esos tan conocidos versos de Sor Juana digo de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, su sucesor en El Vaticano:

¿Y quién es más de culpar – aunque ninguno bien haga: – ¿el que peca por lo que haga – o el que peca por hablar..?

Porque uno de ellos, rabioso anticomunista y aliado de la Thatcher y Ronald Reagan, maniobró en la tenebra para alterar a favor del capital-imperialismo la historia mundial; el otro, brazo ultraderecho que fue del Papa proyanki, ya a estas horas ha provocado, por boquiflojo, varios conflictos de tamaño internacional, el primero con los pueblos islámicos y el más reciente con la población indígena de nuestra América Porque, mis valedores, muy ágil de lengua se precisa ser para atreverse a soltar los embustes que dejó ir en la quinta Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe (CELAM), realizada en la ciudad brasileña de Aparecida, del 9 al 14 de mayo del 2007.

El anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña…

Así que el catolicismo en el «nuevo mundo» no fue una imposición a punta de cruz y espada Ustedes, que algo o mucho conocen de la historia de México, ¿qué opinan de tan audaz afirmación? Pero a propósito dé culturas precolombinas: al observar los progresos que en artes y letras manifestaban los naturales en el Colegio de Tlatelolco, fundado una década después de la conquista, el obispo Vasco de Quiroga (¡nada menos que el Tata Vasco!) solicitó a Pablo III que mandaste cerrar el centro de estudios, basándose en la tremenda acusación:

Los indios escriben en latín y en romance mejor que nuestros españoles.

El Colegio de Tlatelolco se cerró de inmediata Laus Deo.

En fin, que esta vez hablo a todos ustedes de la sabiduría de nuestros antepasados indígenas en la voz de los viejos sabios de nuestra raíz prehispánica una voz fresca siempre, siempre actual. Mis valedores…

Algo les pido esta vez: que teniendo ante sus ojos esto que leen, procedan a rescatar del televisor, así sea el tanto de lo que dure la lectura, a los hijos adolescentes, y convoquen a la amantísima, y congregada la familia lean en alta voz, despacio, lo que a continuación les ofrezco, y esto por una razón de peso: porque el tema toca en lo vivo del núcleo familiar, ese que hoy atraviesa por una rudísima crisis de toda suerte de valores: éticos y de moral, familiares y religiosos, cívicos, en fin; una crisis que orilla a la pareja al desgaste, la erosión y el final desgajamiento, y a los hijos a una desestabilización que suele en comportamientos negativos: licor y otras drogas casi igual de perniciosas, la delincuencia juvenil y ese problema de veras doledon que un día la jovencita, la adolescente, de repente amaneció a ser madrecita soltera, y eso sin saber porqué o de qué, ni qué hacer, ni… Inquietante Lo afirma el códice prehispánico

«Nuestros progenitores nos dieron -sus normas de vida. – Ellos tenían por verdaderos, – daban culto, honraban a los dioses. – Era doctrina de nuestros mayores…

Van aquí los consejos que madre y padre daban a la niña que ascendía a la adolescencia Conforme vayan leyendo soporten la pena el bochorno, la admiración que, si son ustedes sensibles, habrá de causarles el encuentro de este mundo deshumanizado con el humanismo de nuestros abuelos indígenas. Porque lo que leerán constituye la quintaesencia de la humana sabiduría en los consejos que el padre y la madre indígena daban al niño – ¡a la niña educación y poesía machihembradas!- ya que afloraban a la pubertad. Lean, para sus hijos, en alta voz, los consejos de la madre a la doncella

«Hija mía, tortolita, niñita pon y aguarda este discurso en el interior de tu corazón No se te olvide; que sea tu tea, tu luz, todo el tiempo que vivas aquí sobre la tierra. Mira así seguirás el camino de quienes te educaron, de las señoras, de las mujeres nobles, de las ancianas de cabello blanco que nos precedieron. ¿Acaso nos lo dejaron dicho? Tan sólo nos daban unas cuantas palabras, poco era lo que decían. Esto era todo su discurso:

Escucha es el tiempo de aprender aquí en la tierra, esta es la palabra atiende y de aquí tomarás lo que será tu vida, lo que será tu hechura

Por un lugar difícil caminamos, andamos aquí en la tierra Por una parte un abismo, por la otra un barranco. Si no vas por en medio caerás de un lado o del otro. Sólo en el medio se vive, sólo en el medio se anda..»

El sabio verdadero es cuidadoso – y guarda la tradición. – Suya es la sabiduría transmitida, – él es quien enseña, – sigue la verdad, – no deja de amonestar…

(Sigo mañana)

Violación Infantil

Semejante delito perpetran los de sotana y capa pluvial: violan en sus derechos a niños de escuelas al escamotearles ese, fundamental, de recibir en el aula el conocimiento científico para empacharlos de dogmas, milagros y pensamiento mágico. Y su trampa verbal, con la que hacen caer a los crédulos:

– ¡A los padres asiste el derecho a elegir la educación de sus hijos!

¿Y también a dragarlos? ¿A prostituirlos? ¿A azotarlos hasta que peligre su vida? ¿A educarlos en el dogma, el rezo, el milagro? No, que los derechos del niño, garantizados en los documentos básicos, abarcan esa educación científica que los padres no tienen derecho a violar. Para la educación religiosa el hogar, el templo, la catedral. Bonita se vería la basílica del bautisterio al altar mayo repletos de niños que estudian trigonometría Y lo escalofriante:

La jerarquía católica inicia una campaña para que el gobierno federal acepte introducir educación religiosa en las escuelas públicas…

La Unión Nacional de Padres de Familia (ese grupito, digo yo) exige modificar el 30. Constitucional para que se reconozca el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus principios y convicciones, según lo estipula la Declaración Universal de los Derechos Humanos».

¿Y los derechos de los niños? ¿Esos qué? ¿Tienen todos los padres conocimiento y criterio para sopesar diferencias entre la educación científica y la dogmática? De tenerlo, ¿preferirían viola tal derecho del niño supliendo la ciencias por el milagro y la revelación? Y es que como las sotanas agarran blandito, integrantes de un gobierno clerical y yunquero, legionario de Cristo, Pro-Vida y caballero de Colón, ahora se van contra la interrupción voluntaria del embarazo, la muerte asistida y, como siempre, el libro de texto gratuito, que enseña «inmoralidades» sexuales a unas inocentes criaturas, hijas putativas de la programación de la TV. Grotesco. Aquí, el texto de cierto líbelo que hace tiempo circuló con la marca del clero y algún grupillo de padres de familia:

«Mamita, ¿no te enojas? Yo quisiera decirte: – no quiero ir a la escuela; no quiero ya estudiar. – ¿Por qué? …No sé qué pasa Las cosas que me enseñan, – el profe que tenemos, los libros que nos dan… – Y es que… (tú ya lo sabes)… no sé cómo decirlo – las cosas de la escuela, yo creo que están muy mal…

Nos dicen, por ejemplo, que las revoluciones – en las que mueren tanto y roban a cuál más, -son siempre provechosas, que dan más libertades, – que buscan la justicia que la «fraternidad». – Y de los guerrilleros, nos dicen que son buenos, -que son «libertadores», que ven por los demás… – Por eso, mamacita, quisiera preguntarte: – ¿Es bueno ser ratero? ¿Es bueno secuestrar..?

El libro nos enseña la foto de un chinito, – que dizque fue un gran héroe, allá por el Viet Nam, -que «liberó» a su pueblo… mamacita, te pregunto: – ¿Son buenos los traidores? ¿Es bueno asesinar..? -Que China es un ejemplo; que Castro es bondadoso; – que Cuba, un paraíso, que en Rusia hay libertad – ¡Que todos son iguales..! Mamita ¿no te enojas? Quisiera yo

decirte: ¡No quiero ir a la escuela! ¡No quiero ya estudiar..!

Las cosas de la vida, las cosas del Amos, – que crecen con nosotros en nuestra pubertad, – las cosas que son buenas, las cosas que son santas, -que tú misma dijiste debemos cuidar, – que son como una flor que se abre cual capullo. -Y que después de un tiempo un fruto nos dará. -Y que por eso mismo, para que no marchite, – con un pudor sagrado debemos cuidar… De esas cosas, mamita nos dicen en la escuela, -conceptos tan extraños que hasta vergüenza dan…

Tú misma me dijiste que nuestro cuerpecito – es un caballo brioso que quiere relinchar, – pero como un jinete, yo puedo dominarlo – si pongo gran empeño, si pongo voluntad. – También tú me enseñaste que debo de guardarme, – que mi alma es un tesoro, que debo entregar – el día que yo me case, y mientras, con modestia, – con alma alegre y pura, guardar la castidad. – Que el cuerpo es bueno, es santo; que no debo mancharle, – que si estimo en algo, lo debo respetar. – Y sin embargo, mami, el texto nos enseña – ¿que las masturbaciones son algo natural! Mamita, ¿no te enojas? Quisiera ya decirte: – no quiero ir a la escuela, no quiero ya estudiar. – Nos dice nuestro libro que todo cuanto existe, -que todo fue formado por vil casualidad, -que no hay un Ser Supremo, que el mundo se hizo solo,, – que no hay Orden Perfecto, que no hay Eterno Plan. – ¿Es cierto, mamacita que de hoy en adelante, – los niños en el mundo tan huérfanos están? -¿Es cierto que los niños, al terminar el día, -se tienen que ir solitos y sin poder rezar? – ¿Es cierto que no existe mi Ángel de la guarda, – que cuida con ternura mi sueño angelical? – Mamita, ¿no te enojas? Quisiera yo decirte: – ¡No quiero ir a la escuela! ¡No quiero estudiar!» Ah curas, ah, gobierno clerical. (Ah, México.)

Descabezados y de cabeza…

– Lo que pretende el gobierno es una insensatez. Cómo desperdiciar en tal forma los recursos humanos. Es por estos derroches que el narcotráfico, quinto jinete del Apocalipsis, tiene a estas horas acorralado al Ejército.

No es el quinto jinete, sino todo el Apocalipsis, pensé al oír al maestro. El Apocalipsis mismo en todo su horror, con un narcotráfico que ha convertido al país en lodazal donde hozan, hermanados por el negocio de la droga, narcotraficantes, policías, políticos e industriales. ¿Quiénes han invadido actividades de quienes, mutuamente emporcándose? ¿El narcotráfico ensució la política o es la política la que ha terminado por ensuciar la industria del narcotráfico, que es decir uno de los tres pilares económicos del país, con PEMEX y las remesas de los indocumentados? Ah, México…

Tertulia de anoche. Junto a la jarra de infusión, media docena de periódicos y revistas, catálogos de nota roja decorados con fotos que chorrean sangraza y exhiben cuerpos sin cabeza y cabezas sin cuerpo, todos con sus mensajes recamados de «zetas». Ah este México sin cabeza en Los Pinos. Ah aquellos tiempos mexicanos, cuando los mensajes utilizaban el correo y el telégrafo, no restos humanos. El maestro, su libreta de las pastas negras:

– El que ha perdido la cabeza es «uno chaparrito, jetoncito, peloncito, de lentes». ¿Saben que ya se apresura a obedecer al vecino imperial y entregarle el elemento clave en la posible solución al problema del narco..?

Achis, achis. Lo vimos abrir la libreta; comenzó la lectura de la que reconocí como añeja fabulilla de mi invención:

– Existió en tiempos remotos cierto vejete que atesoraba en el arcón sus buenas monedas de oro, y en la despensa tres cachos de queso y uno de pan por todo alimento. Pero la mala fortuna de aquel avaro: cada día queso y pan encontraba mermados por la acción de las ratas. El se la jalaba, la greña, pero qué hacer. ¿Una ratonera? ¿Y tener que cebarla con un cacho de queso? ¡Nunca! ¿Un gato? ¿Y tener que mantenerlo, y aun cuidarse de él? ¡Menos! Pues sí, pero entonces, ¿cómo salvar su despensa raquítica? El ruincejo se puso a pensar, hasta que de repente: ¡Eureka, la solución! Y a ponerla en práctica…

Y fue que con paciencia y salivita el avaro se las ingenió para apresar una rata, y entonces procedió a meterla a la jaula y la dejó sin comer, y ya cuando la rata bufaba de hambre la alimente con carne, pero carne de ratas, que había matado a escobazos. Así día con día: dos, tres rajuelas de alimento que le atenuaban el hambre Carne de rata. ¿Van ustedes captando la idea.?

Y fue así como a trozos de rata sobrevivió la cautiva y les tomó el sabor, y les tomó el gusto, y cuando más gustosa a retirarle una vez más la canasta básica y la rata a bufar de hambre. El chaparrito de Los Pinos, ¿irá comprendiendo la estrategia del avaro aquel..?

Exacto. Tal fue la etapa tercera con la roedora en delirio por falta de carne, el ruincejo tomó la jauls, la arrimó a la boca del agujero de aquel submundo que hervía de roedores, y entonces que abre la reja y deja en libertad la rata famélica ¿Se imaginan ustedes? Sí, la ratófaga inició,

delirante, la devastación de las congéneres. Ingenioso, que de ahí en adelante la mortandad entre la roedora población devolvió la calma al avaro, cuyo ingenio le ahorraba el gasto del gato y la ratonera ¿Qué les pareció la estrategia del vejancón..?

Silencio. Reflexión. Bach, en el aparato. Quedo. Una cantata

– Y lo grave en verdad, contertulios. Lean la nota de ayer, de anteayer.

Leímos: «El narcotraficante mexicano Jesús Levario Sánchez, uno de los principales operadores del cartel de Juárez y uno de los capos más buscados por la DEA norteamericana, será extraditado en breve al vecino país».

– ¿Comprenden ustedes? Ratas de todos tamaños han sido encerradas en celdas de seguridad, roedores que a fondo conocen los escondrijos, las andaduras, los pasadizos del narcotráfico, de modo tal que con los ojos vendados pueden ventear los rastros de toda esa fauna roedora de criminales que traen a estas horas descabezado al Estado, que es decir a sus instituciones, que es decir al país. Contertulios…

A ratas del tamaño del Güero Palma y el Osiel Cárdenas pudiesen haberlas aprovechado, pero no; dóciles que no fueran, y serviles ante el vecino imperial, los de Los Pinos le regalaron tan valiosa yunta de roedores, qué insensatez. Pero resulta que hoy mismo tienen ahí nomás, a la mano, al tal José Levario, como lo conoce el mundo hamponil. En el penal del Altiplano cinco años de locura lo enloquecieron. Hoy, en lugar de obsequiarlo al Bush carnicero, ¿si le dieran el cargo de secretario de seguridad pública o procurador y lo soltaran frente a las ratas del narcotráfico? ¿A ustedes que les parece semejante estrategia? Peor que la que hoy aplica el de Los Pinos no podría ser. ¿O sí..?      

(Pues…)