En esta hora aciaga…

México, al borde de una crisis fiscal. Para prevenir el colapso, abrir PEMEX al capital extranjero…

Y la recomendación de Alan Greenspan, ex-funcionario del gobierno de EU, la receta casera del chaparrito de Los Pinos: Próximas alzas en carne, leche, huevo, gasolinas… Es México. Yo, mientras tanto…

Estremecido te nombro y te invoco, payaso del arrabal; te honro en el espanto de esta hora aciaga; en los días del desánimo yo te saludo, payaso de la boca-calle. Mis valedores: fue ayer tarde, a esa hora mortecina en que, acosada por las farolas municipales, huye la tarde. Con un mi amigo yo, en la banca del parque, rumiaba asuntos del sentimiento, de los amores idos, del tiempo que pasa para nunca más, de las cosas que en el camino se quedan, de que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismo. Y suspirábamos…

Más allá, la vida que pasa a frenazos, acelerones, altisonancias. De coche a coche, cuando el semáforo en rojo, un rumoroso panal beneméritos buscavidas: chicles, flores, tapetes para auto y esas fregaderitas de plástico y artesanía con las que medio México sobrevive vendiéndolas a la otra mitad. Y entonces, oh dolor, pobre payaso que malabareaba sus pelotas (de goma); y de mano en mano se le cuatrapeaban los malabares, y allá va la pelota verde, y acá le rebrinca la roja, y allá le rebota la azul, y tiene que alagartarse bajo la panza del Neón en procura de la amarilla, que hasta allá fue a dar. El ridículo.

– Pobrín, dije Tú y yo aquí tristeando, cuando ese pobre payaso…

Mi amigo se le quedó viendo. «A ese yo lo conozco. A ver. Claro, si es el Boquerones. Vamos a verlo de cerca». Y sí, joven de cuerpo, moreno claro, pintarrajeado el semblante, en la testa greñuda una peluca ya medio calva Mi amigo se le acercó: «¿Qué no es usted tragafuegos?»

– El mejor del rumbo, me cái. ¿Por qué la pregunta, digo?

– Como veo que cambió de giro y anda haciéndole a la payasada..

– Es que el hambre es carbona, y a puras pelotas hay que aplacarla

– ¿Podría hacer para nosotros la suerte del lanzallamas?

– Los lanzallamas los ando haciendo sobre pedido. ¿Por qué no se cotizan los dos y me llegan al precio?

Cerrado el trato entró en aquella caseta de velador, abrió en la puerta un par de cansados y sacó, con el cuidado con que se maneja nitroglicerina que se pudiese escurrir, una latita de gasolina «¿Listos, caballeros..?»

Y que yo no soy caballero -protesté, y que ah, puñal. Que no, que el «caballero» es término burgués. «¿Listos? Sésguense, que ái les voy».

Y de repente, mis valedores, allá troza el aire la primera columna de fuego, con la lata alcoholera sujeta entre dos brazos. Y allá va la segunda llamarada, y la tercera, y ya «Servidos, mis estimados».

¿Ya? ¿Fue todo? Pagamos. Dos, tres billetes. Y allá va el traga-fuego insigne, a seguir haciendo el ridículo con sus pelotas (de goma) que hizo pasar de mano en mano, a lo chambón. La tristeza, en vez de írsenos, se enconó.

Bueno, ¿Y por qué el Boquerones cambiaría de profesión?/

– Por qué ha de ser: por el costo de las gasolinas. ¿Te fijaste en las llamas que produjo en su acto espectacular?

– El chispoteo, dirás. Caramba antes del modelito neoliberal, qué columnas de fuego las que encendían la vía pública, que sollamaban a los viandantes y aun chamuscaban cejas y pestañas del automovilista.

Y que muy cierto. «Qué horrísono el zumbar de aquellas llamas de apocalipsis, de infierno de Dante. Ah, aquel órgano de fuego, descomunal, como de mancebo dotado». Y que muy cierto. «¿Y lo de hace rato? No un órgano: un organillo de viejo, de impotente, pija de chamaco, soplidillo de monja moco de guajolote Para mí tales llamas fueron como el sol de invierno y las amantes frígidas: calientan, sí, pero no satisfacen». Y que muy cierto.

– Pues sí, pero el Boquerones qué culpa tiene Harto hace él. ¿No ves que para cubrir los costos la gasolina la campechanea con agua al 85 por ciento? Por eso fue que de fuego salía nomás el chisguete y un rociadón de agua y baba y gargajos que hasta acá me alcanzaron a salpicar. El rugido del fuego ¿no lo notaste? Con la garganta, estilo ventrílocuo: ¡fuzzz…fuzzz..!

Y que pobre y que ya nomás se echó tres. No que antes, los del oficio, columnas de fuego para iluminar el mundo. «¿Por qué en mi México todo se va degradando? Estado, políticos, sociedad. Como en los chorros de lumbre del Boquerones, todo en nosotros ya es más la saliva que las llamas…»

– ¿Y qué querías, ya a la vista los aumentos a los productos básicos que nos va a embombillar uno chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes..?

Callamos. Nos fuimos yendo por la penumbra de un ensayo de noche todavía sin amacizar. Más melancólicos que antes. (México…)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *